Por Alicia Contursi
Número 43
Levantó
los ojos de la computadora y miró en derredor. La habitación
rebosaba el mediodía de su Mendoza invernal. Debía
concentrarse y continuar. Apenas había probado unos bocados
en el almuerzo para no interrumpir demasiado el trabajo.
La voz de Alma y sus manos cálidas
acariciando su cuello lo sobresaltaron.
-Querido, vamos a dormir una siesta.
Tomate un descansito.-
-Sabés que no puedo. Debo entregar mañana a primera
hora. -
Cuando volvió a desprenderse
de la hipnotizante pantalla reparó en que la luz del Sol
había seguido su camino y comenzaba a abandonarlo. Miró
por la ventana. Era el momento exacto del poniente. El cruce del
día y la noche. Los rayos de fuego oscureciéndose
hasta tornarse lenguas moribundas. El resplandor final y la oscuridad
creciente. Era noche de Luna Llena.
El olmo desnudo se recortaba sobre
un cielo mortecino, casi blanco, que nunca antes había visto.
Se puso de pie y se acercó a los vidrios impecablemente traslúcidos.
Desde el primer piso de su casa podía, por un milagro que
se repetía cotidianamente, participar del bullicio de la
vida en movimiento sin entrar en el fárrago desgastante,
como un espectador. Ver pasar los autos y la gente, los gorriones
acurrucados y algún perro transeúnte.
Pero ahora era distinto. El blanco
crecía en el cielo y se extendía hacia abajo, hasta
donde sus ojos podían ver. Cubría el panorama cotidiano.
No sabía de donde venía. No era algo conocido.
Las ramas despojadas parecían
costillas de un inmenso esqueleto. La luz inquietante pero encantadora
tomaba su atención, obnubilaba sus pensamientos, absorbía
su mente.
Casi sin proponérselo, se
dejó ir. El blanco lo rodeó.
Sensaciones ingrávidas, profunda
paz y la seguridad de que todo estaba bien lo acompañaban.
Caminó girando en una brújula interna, sin poder determinar
si iba hacia adelante o hacia arriba, si transcurría tiempo
o perduraba un instante. De pronto unos brazos y un perfume de rosas
lo rodearon. Se sintió acariciado, contenido. La intensa
luz impedía ver el rostro e intentó adivinarlo. Se
parecía a Alma. Pero era distinta. Etérea, angelical,
su cuerpo se confundía con la luz, como si fuesen una sola
cosa.
Se sintió flotar y comenzaron
una danza. Giraban en círculos e iban describiendo figuras
como si recorrieran un laberinto de espirales. La sensación
era maravillosa.
De pronto entendía su vida,
la Vida, la unidad primordial. Qué pequeñas le parecían
sus preocupaciones, su mandato interior de trabajar y trabajar,
su necesidad imperiosa de acumular dinero.
Veía su cuerpo girar y era
un punto en medio de otros muchos puntos que también giraban.
Vibraba en el conjunto, como un instrumento de una orquesta sinfónica.
Participaba del Todo.
Volvió a sentir los brazos y el perfume que lo transportaban.
Ese ser femenino era tan real como él mismo, pero no enteramente
corpóreo. No de carne y huesos, como una mujer. Era pura
energía. Los brazos, lo único que contactaba, eran
firmes; parecían hechos de platino.
Estaba fuera del tiempo común,
el de todos los días. Los giros continuaban como un eterno
presente mientras un sonido creciente surgía de la luz. Notas
muy altas de un violín sostenido lo llevaban a estallar.
Entendiéndose en su verdad
más profunda, profirió un grito de alegría
y amor, que surgió de sus entrañas: “-¡Alma!
–“ Perdió
la conciencia.
Dulcemente explorado por manos humanas
recobró el conocimiento de cada una de sus células,
estimuladas por esas amantes caricias. Los límites de su
cuerpo lo devolvían a la realidad externa.
Estaba en el suelo. Se encontró
con la piel aterciopelada de Alma, que lo abrazaba, agachada junto
a él y tratando de reanimarlo. Le hablaba entre tierna y
preocupada. La tranquilizó y terminó de recobrarse.
Era de noche. El reloj marcaba casi
las 12. Miró por la ventana. La Luna Llena brillaba en lo
alto. Parecía hecha de platino.
Iba a sentarse frente a su computadora para finalizar con lo que
estaba escribiendo. Pero no era eso lo que le surgía de adentro.
Decidió postergar la continuación
de su trabajo.
“-Vamos a la cama, mi amor, ya es tarde”-
Lic.
Alicia Contursi
F ilosofía y escritora argentina. |