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NUEVAS TECNOLOGÍAS Y DESAFÍOS AL UMBRAL DEL SIGLO XXI. ACCESO, CONTENIDO Y FORMACIÓN

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Por Javier Carlo

Javier Carlo

 

A lo largo de esta primera década del siglo XXI, es evidente que los medios de comunicación han dejado de ser mayormente presenciales para convertirse en medios asimétricos, esto es, que tienen la capacidad de romper el espacio, el tiempo y la percepción que tenemos de la realidad. En consecuencia, nuestras relaciones también se han vuelto asimétricas, hasta el punto que hoy día es complejo sostener una comunicación cara a cara, pues –paradójicamente– la experiencia no suele sentirse tan vívida como cuando se encuentra filtrada por un medio, comúnmente, Internet.

 

En lo particular, considero que nuestras sociedades se vuelven cada día más tecnofílicas y tecnodependientes, pese a que no todas las personas tienen plena consciencia del papel que la tecnología juega en sus vidas. Sin embargo, las posibilidades de encausar esta tendencia hacia beneficios que sean palpables por todos, se encuentra limitada –actualmente– por varios factores.

 

En primer término, el acceso a las nuevas tecnologías y la velocidad con que éste se lleva a cabo. En la actualidad, en México existen 25,217,500 usuarios de Internet, cuyas edades oscilan entre 12 y 70 años (World Internet Project, ITESM. 2009); el 26.3% se concentra en el Área Metropolitana de la Ciudad de México y el 20.3% en la zona norte del país, ambas regiones con una penetración de 41%. El 58% de los usuarios totales corresponde a hombres; el 63% niveles altos y medios, y el 64% a usuarios entre 12 y 25 años. Cifras que por mucho dejan ver las brechas que existen en cuanto al acceso (zona geográfica, género, nivel socioeconómico y edad).

 

La velocidad en el acceso, en cambio, nos hace reflexionar sobre la infraestructura con que cuenta el país para ofrecer una plataforma digital efectiva. Este año en México, Cablevisión asegura ser capaz de ofrecer una velocidad de hasta 6.0 Mb/s (la conexión actual corre de 1.5 a 2.0 Mb/s) y a un costo proporcionalmente menor que su competencia. En relación al mundo, la velocidad en México aún es baja, cuando advertimos que países como Japón y Corea ostentan un estándar de 61 y 46 Mb/s, respectivamente.

 

En segundo término, se encuentra la calidad de los contenidos que se hallan en Internet. Por una parte, podemos aplaudir la implementación tecnológica y los esfuerzos de la convergencia en cuanto a la multiplicidad de canales con que ahora contamos, en este sentido podríamos hablar –incluso– de sobre explosión. En contraste, la calidad de los contenidos deja mucho que desear, toda vez que existe saturación, redundancia y –sobre todo– poca confianza respecto a las fuentes de las que surge la mayor parte de la información. Así, en muy poco tiempo –si no es que ya– seremos usuarios a merced de una crisis de contenidos, la cual no nos permitirá transitar ni tomar decisiones efectivas en la llamada Ciberia.

 

Aunado a lo anterior, tampoco existe un perfil acerca del nuevo comunicador que asegure la calidad de los contenidos en Internet y facilite a los millones de usuarios el hecho no sólo de satisfacer nuestras necesidades de carácter informativo, sino de hacer uso de la mejor información para transitar de la realidad digital a la realidad del mundo físico, sin desfases.

 

Finalmente, no menos importante, se encuentra el hecho de que Internet sea capaz de contribuir con la formación de sus usuarios, no sólo en cuanto al incremento de la oferta de entretenimiento, sino también de las posibilidades de un mejor proceso de aprendizaje, así como un intercambio y resguardo del conocimiento. En este sentido, los miembros de las universidades habremos de vencer nuestros prejuicios sobre las nuevas tecnologías y aprender tanto las formas como los lenguajes que las caracterizan, toda vez que las nuevas generaciones encuentran en Internet un campo fértil para la experimentación. Esto, aunado a los nuevos modelos educativos basados en la experiencia, nos obliga a los profesores a conocer Internet no con el propósito de replicar más y más información, sino de generar verdaderas experiencias de aprendizaje. Con todo, significativas para el usuario.

 

Llegado este punto, la pregunta que se avecina recae sobre las posibilidades que las universidades tenemos de enfrentar estos baches de acceso y velocidad, contenidos, así como de encausar un proceso de enseñanza-aprendizaje totalmente alineado al uso de las nuevas tecnologías, en el que todas las áreas de formación tienen que ver –de una u otra manera– con esa percepción de beneficio. ¿En verdad estamos preparados para ello?

 


Javier Carlo
Maestro en Comunicación por parte de la Universidad Internacional de Andalucía (UIA), España, y es Licenciado en Ciencias de la Comunicación egresado del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), México. En la actualidad, cursa la Maestría en Administración de Tecnologías de Información, en la Universidad Virtual del Sistema ITESM. Profesor del departamento de Comunicación y Arte Digital del Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México, y profesor del postgrado en Gestión e Innovación Educativa de la Universidad Motolinía del Pedregal.

 

 

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