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ENTRE AZUL Y BUENAS NOCHES: LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN UNIVERSIDADES PRIVADAS "PEQUEÑAS"

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Por Elsa Lever M.

 

Fecha de publicación: 19 de febrero de 2013

 

Más que universidades, muchas son sólo comerciantes de la educación y su objetivo es aumentar la matrícula

“Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”, reza un conocido refrán, que podríamos aplicar a la situación que está atravesando actualmente el sector de educación básica, con la tan llevada y traída reforma educativa.

Y es que el cuestionamiento que se está haciendo a la calidad de la educación primaria nos lleva, también, a una obligada crítica a la educación en todos los niveles.

En este caso, quiero enfocarme a las universidades privadas “pequeñas”, que están teniendo un papel muy importante en la captación de la población estudiantil rechazada de la UNAM y que no puede costearse las altísimas colegiaturas de universidades con más fama y prestigio.

Basta recordar que a mediados del año pasado (en el segundo y último concurso anual) se dio a conocer que 90% de los jóvenes que aspiraban a cursar una licenciatura en la UNAM vieron frustradas sus ilusiones, porcentaje que se tradujo en sólo 6 mil 500 estudiantes aceptados de 62 mil 682 que presentaron el examen.

¿Qué hicieron 56 mil 182 jóvenes entonces? Como ya se mencionó con anterioridad, pocos se habrán inscrito en alguna institución famosa, ya que por algo buscaban un lugar en la educación pública y gratuita. Algunos más se habrán formado en la fila de otra pública. Otros, esperarán el nuevo concurso para intentarlo una vez más, pero mientras tanto, posiblemente se emplearon de medio tiempo o se matricularon en alguna universidad “pequeña” para “hacer algo” o “no perder más tiempo”. Y como lo de los empleos tampoco resulta tan fácil, se difumina el abanico de opciones.

Así es que tenemos un panorama educativo a nivel superior donde las escuelas “pequeñas” se convierten en, si no la única, sí la más rápida posibilidad para los jóvenes de seguir estudiando y lograr una licenciatura. Y esto no sería problema, de no ser porque a muchas de estas universidades lo menos que les importa es la educación.  Más que universidades, son empresas que funcionan sólo como escuelas profesionales; son comerciantes de la educación que la ven como un producto comercial y su objetivo es aumentar la matrícula.

En las direcciones y rectorías respectivas es donde inicia la apatía por ofrecer educación de calidad, pues son escuelas donde los planes y programas no han  tenido actualización alguna; carecen de las instalaciones necesarias para ciertas carreras; hay línea partidista o religiosa; contratan a docentes sin experiencia que aceptan los ínfimos sueldos que pagan; no hay un cuestionamiento profundo que permita los cambios necesarios y apremiantes en la pedagogía, enfoques y formas en cuanto a aprendizaje y  enseñanza se refiere, y un largo etcétera.

Sin embargo, son justo esas escuelas las que están captando a la mayoría de jóvenes rechazados, y es ahí donde debemos también poner atención, porque de ellas está dependiendo su preparación universitaria y futura inserción al mercado laboral. Hace unos cinco años en México operaban cerca de 2 mil instituciones de educación superior (IES), de las cuales casi 700 correspondían al sector público y las demás al privado. No creo que haya variado mucho.

Me parece que la Secretaría de Educación Pública (SEP) debería tener más rigor con estas universidades, negándoles la posibilidad de ofrecer alguna licenciatura si no se tienen las instalaciones y docentes ad hoc para determinadas materias. Es incomprensible, por poner un ejemplo, que la SEP autorice a una escuela ofrecer la carrera de Ciencias de la Comunicación cuando no tiene una cabina de radio o un estudio de televisión, o la de Informática si no hay un aula de cómputo equipada, funcional y con número suficiente de computadoras…

Es como si los jóvenes tuvieran que pagar el error de no haber podido ingresar a la UNAM o la UAM, y vaya que lo pagan caro, pues aunque las colegiaturas no son tan costosas, la falta de calidad en la educación que reciben les termina afectando en más de un área de su vida.
 
Y todavía más: México también se perjudica con esto, porque existe una estrecha relación entre la preparación de profesionales, la generación de nuevos conocimientos,  la vinculación de una y otra con las necesidades de la sociedad, y de éstas con los mercados.

Si no hay vínculo entre universidad y mercados México tampoco progresará económica ni socialmente. Mientras nuestra gran juventud tenga que licenciarse en escuelas privadas de mediocre calidad, el país seguirá estando en los peores lugares del mundo. No por nada a las universidades de prestigio se les reconoce como piezas clave para el desarrollo de las naciones.

Es necesario que estas escuelas dejen de ser un  negocio para convertirse en verdaderas universidades, guiadas por la filosofía y ética del bien común, que sean competitivas y útiles. La situación actual de México y el mundo requiere de sociedades inteligentes, cada vez más preparadas en todos los campos y capaces de aprovechar el conocimiento apropiándoselo, aplicándolo y extendiéndolo.

Si finalmente en las universidades privadas “pequeñas” está recayendo gran parte de la formación profesional, es urgente que éstas profesionalicen también sus sistemas educativos, metodologías, instrumentos y prácticas educativas. Pero para empezar, necesitan entender y aceptar que una verdadera universidad debe plantearse cuál es su función social y académica, pues --como se lo leí alguna vez al escritor, periodista e investigador de la Universidad Veracruzana, Agustín del Moral Tejeda-- de ello depende el quehacer cotidiano y a largo plazo de toda casa de estudios de nivel superior. Su poco o mucho entendimiento de este aspecto clave, se nota en sus programas de estudio, sus ofertas académicas, sus posgrados (si los tiene), su producción editorial (si la hay), su quehacer científico y social (si existe), así como su vinculación con la sociedad y otras instituciones tanto públicas como privadas.

Todo esto, con el objetivo de que sus egresados puedan enfrentar de manera óptima y satisfactoria el mundo que les rodea, formando parte de la fuerza creativa para impulsar la productividad de la sociedad y potenciarse como motor de los cambios sociales, políticos y estructurales que se requieren.

Universidad que no se preocupa y ocupa  por graduar profesionales que realicen sus funciones con calidad y pertinencia, inyectados además de valores como la justicia, libertad, democracia y solidaridad, no merece llamarse “universidad”.

Insisto: ser escuelas de educación privada “pequeñas” no es el problema, de hecho en la actualidad juegan un papel preponderante en la cobertura y acceso a la educación superior. Son ellas las que evitan que jóvenes sin muchos recursos económicos se queden sin instrucción y conocimientos formales. Universidades públicas y privadas complementan y fortalecen el sistema educativo del país. El gran “pero” se encuentra en la mediocre calidad que algunas de ellas presentan, provocando ineficacia en los resultados y nula atención a las demandas reales de su alumnado y comunidad.

Por eso las autoridades correspondientes deben actuar en consecuencia, y organizar una especie de cruzada por la educación superior privada, en aras de eliminar –honestamente- todas aquellas instituciones que sólo comercian con la educación, dejando a nuestra juventud con una formación profesional entre azul y buenas noches.

 

 

Elsa Lever M.

Directora de la revista electrónica www.mujeresnet.info, es licenciada en Periodismo por la UDF, con maestría en Comunicación por la UNAM, y diplomada en Género y en Feminismo por el PUEG-UNAM y el CEIICH-UNAM, respectivamente. Ha escrito para diversos medios, imparte conferencias y es docente.

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