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SEMIÓTICA Y TEORÍA DE LA COMUNICACIÓN: LOS RETOS COMUNICATIVOS DE LA SEMIOSIS EN EL MARCO DE LA BIOSEMIÓTICA*

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Por Carlos Vidales
Número 67

 

Introducción

A finales de los años ochentas la revista Diálogos de la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social (FELAFACS) publicó su número 22, el cual tuvo como centro la discusión del estado de la Semiótica en América Latina en su relación con la comunicación social. Lo que resultaba interesante del recuento es que los trabajos que se presentaron tuvieron como eje fundamental la relación de la semiótica con el nivel institucional, las escuelas de enseñanza y los planes de estudio de comunicación de algunas universidades latinoamericanas. Lo anterior supone que ya existen una serie de trabajos de reconstrucción histórica que permiten dar cuenta de los actores, los lugares y el tipo de producción semiótica que se ha desarrollado específicamente en México y en América Latina1. Pero aún queda el trabajo de descripción más fino, el propiamente epistemológico en el que se den cuenta de las genealogías de autores, conceptos y teorías, que den cuenta explícitamente del tipo de relación que se ha establecido entre la Semiótica y el estudio de la comunicación, es decir, hace falta una revisión histórica crítica que deconstruya lugares comunes pero que proponga bases firmes sobre las que se pueda comenzar a construir otro tipo de relaciones, relaciones cuya característica principal sea la evidencia de su estructura y, si bien ya existen unas primeras aproximaciones que el mismo autor ha realizado (Vidales 2008a y 2008b, 2007a, 2007b, 2006ª y 2006b), aún es mucho lo que queda por decir.

Más aún, el trabajo histórico y reconstructivo es apenas un primer paso que tiene que ser seguido por propuestas concretas para pensar el mundo biológico y social desde la comunicación o desde la Semiótica, que permita no sólo entender su organización sino quizá algún día modificar su configuración, pues de no ser así, la tarea reconstructiva y la propuesta teórica no tienen sentido alguno. Por ejemplo, en la International Conference on Charles Sanders Peirce “Applying Peirce” del Helsinki Peirce Research Centre llevada a cabo en junio de 2007 en Helsinki, Mats Bergman, un distinguido estudioso de Peirce y de la Semiótica en el mundo, afirmaba que si la Semiótica de Peirce no se podía aplicar directamente a la comunicación, entonces no debía usarse. Y en esto es precisamente en lo que consiste el reto, en pasar de los modelos formales de la semiótica, sus deconstrucciones y críticas históricas hacia las propuestas de organización y teorización de la comunicación, de lo biológico, de lo social o de lo universal y, en un último paso, quizá pensar en la intervención. Sólo así estaremos en posibilidad de saber con certeza si en efecto, la semiótica es un proyecto no sólo ajeno al estudio de la comunicación, sino ajeno a cualquier posibilidad de estudio científico, si es en realidad un proyecto científico o  si sólo es especulación filosófica.

A un par de años de la primera década del siglo XXI, el campo de estudio de la comunicación sigue trabajando con modelos semióticos de los años sesentas y setentas (como los de Umberto Eco, Roland Barthes o A. Julien Greimas) mientras algunas propuestas, como la peirceana, continúan casi sin ser exploradas. El reto es traer la noticia del movimiento contemporáneo de la semiótica a los estudios de comunicación. Por ejemplo, es necesario recuperar la investigación comunicológica sobre la obra de Pierce como lo plantea Ahti-Veikko Pietarinen y Mats Bergman, dado que, según Pietarinen (2003), la idea peirceana de comunicación es un diálogo entre interlocutores de una naturaleza general de mente puesta sobre la base de signos, dentro de la rica pintura que emerge de una verdadera investigación transdisciplinaria y multi-agente. Pero estos agentes no son sólo abstractos sino también signos y así también mentes en una relación auténtica con los objetos. En este sentido, dado que todo pensamiento es un signo, ningún pensamiento pude evolucionar a menos que sea concebido como un diálogo (múltiple interpersonal). Una persona no es en lo absoluto individual.

Por otro lado, para Mats Bergman (2000), la semiótica pura está únicamente preocupada por las condiciones abstractas de la representación y la verdad, y considera que la comunicación no es un problema (área) filosófico, por lo que sería mejor dejárselo a las ciencias especiales. Es así que aparecen los lugares comunes. La semiótica es supuestamente un modo de investigación estrictamente filosófico mientras que la investigación en comunicación parece implicar un tipo de investigación empírica de los hechos sociales, de ahí la importancia del pragmatismo y de las dimensiones empíricas. Lo anterior corresponde a la indagación en el pensamiento peirceano, pero la semiótica no se agota ahí, sino que se expande a diversos espacios de investigación, siendo uno de ellos el que se desarrolla en el espacio de la intersección entre la Biología y la Semiótica, un espacio que es pertinente para el estudio de la comunicación porque ha puesto al centro de su discusión dos conceptos de suma importancia para la comunicación, la semiótica y la biología: semiosis y comunicación. Aquí lo importante a resaltar es que ni la semiosis ni la comunicación son elementos particulares de las relaciones humanas, sino cualidades generales de organización, estructuración y, en algunos casos, de supervivencia de cualquier organismo vivo del planeta. Ese es precisamente el tema central de la biosemiótica, un espacio que tiene varias implicaciones para el estudio de la comunicación como se mostrará más adelante. Así, de lo que se dará cuenta en las siguientes líneas es de la importancia que ha tenido la biosemiótica para el campo semiótico en general y la importancia que puede tener para el campo de estudio de la comunicación en particular, sobre todo, al haber colocado al centro de su reflexión y organización a la semiosis y a la comunicación.

  1. Las implicaciones de la biosemiótica en la biología: la centralidad de la semiosis

 
Por lo general es conveniente partir de definiciones simples y de ahí moverse hacia explicaciones más complejas, por lo tanto, partiremos de la definición de biosemiótica que propone Claus Emmeche en la Encyclopedia of Science and Religion. Para Emmeche (2003), la biosemiótica, en un intento por integrar los descubrimientos de la biología y la semiótica, es un campo creciente que estudia la producción, acción e interpretación de los signos en el reino físico y biológico, por lo que una de sus metas principales es la formación de una nueva visión de la vida y el significado como elementos inmanentes del mundo natural. La biosemiótica pretende usar conceptos semióticos para contestar preguntas sobre la emergencia del significado biológica y evolutivamente, sobre la intencionalidad y sobre el mundo psíquico. Por lo tanto, la biosemiótica ve la evolución de la vida y la evolución de los sistemas semióticos como dos aspectos de un mismo proceso. Sin embargo, lo que hace a la biosemiótica importante e interesante para la ciencia en general son sus intentos por investigar los orígenes del fenómeno semiótico y, conjuntamente con eso, establecer un camino de intersección entre las humanidades y las ciencias naturales, entre la cultura y la naturaleza a través del entendimiento apropiado de la relación entre la “naturaleza interna y externa” (Hoffmeyer en Kull, 1999).

            Para Hoffmeyer (1997) el punto a reconocer es que las ciencias de la vida del siglo veinte han sido caracterizadas por dos grandes tendencias. La primera tendencia es la reducción molecular y genética. La segunda, menos notada pero a la larga igual de importante que la primera es la semiotización de la naturaleza, así, la semiotización de la naturaleza, como una tendencia en las ciencias de la vida del siglo XX, está siendo discutida dado que se afirma que la semiosis es una propiedad emergente en nuestro universo que aparece con la primera forma de vida cerca de cuatro billones de años atrás. La primera manifestación de esta tendencia es el trabajo del alemán Jakob von Uexkül, a través de la propuesta y desarrollo del concepto de umwelt, el cual se refiere a los mundos fenoménicos de los organismos, es decir, los mundos alrededor de los animales y ellos mismos percibiéndolos. Posteriormente Konrad Lorenz, inspirado por el trabajo de Uexkül junto con el naciente campo de la etología, es el siguiente paso en la semiotización de la naturaleza, sin embargo, es Thomas A. Sebeok el primero en observar y hacer notar que la etología es más que un caso especial de diacronía semiótica y propuso en 1963 el término zoosemiótica para describir un primer campo de intersección entre el reino animal y la semiótica.

            En un trabajo previo (Vidales, 2008a) se argumentaba que uno de los anclajes fundamentales del pensamiento biosemiótico es la propuesta hecha por Thomas Sebeok, quien sitúa a los sistemas de comunicación como extendidos a través de todo el espectro biológico, desde una célula a un animal o al mismo ser humano, todo, dentro de la estructura de la sistemática interconexión de lo signos. De acuerdo con esto, toda semiosis, en sus infinitas variedades, toma un lugar en nuestro planeta a través dos sistemas universales de signos: el primero de ellos, que de hecho se considera como el sistema fundacional, es el constituido por el código genético que parece exhibir la misma estructura en todos los organismos en el planeta. El otro sistema es el código verbal o lenguaje natural, el cual presenta una estructura más o menos similar en todas las personas del planeta. En medio de estos dos grandes sistemas es en donde la vida, en sus múltiples manifestaciones, sigue su curso, pero es también el lugar donde se sucede la semiosis, entendida como el principio que le da un orden, como el “principio de organización de la vida” (Sebeok, 2001).

 Según Hoffmeyer (1997) una ruptura mayor de nuestro entendimiento del carácter semiótico de la vida fue el establecimiento en 1953 del modelo del DNA y el subsiguiente desciframiento del código genético. Hasta este punto, el entendimiento semiótico de la naturaleza había estado preocupado básicamente por los procesos comunicativos entre los organismos, procesos a los que Sebeok denominó exosemióticos (fuera de los organismos vivos), pero ahora es claro que el proceso semiótico era también prevaleciente al nivel bioquímico (endosemiótico). Sin embargo, debido a la inclinación reduccionista del campo de la biología, éste aún no ha incorporado la terminología semiótica, así, en lugar de hablar de procesos sígnicos los bioquímicos prefieren hablar de intercambio de información, tomando como base la teoría matemática de la información, para la cual la información es una entidad objetivamente existente y medible, una propiedad por así decirlo, de un determinado objeto. El supuesto detrás de la idea de la información biológica parece ser que es de la misma clase que la de la información “matemática”, es decir, que la información es algo que puede ser movido o transportado. Pero la información desde el punto de vista biológico es muy diferente que desde el punto de vista de la física. Mientras que la información para los físicos no tiene conexión con los valores, la relevancia o el propósito, para los biólogos la información está más relacionada con el sentido común, de hecho, la información biológica siempre tiene un propósito en el sistema, nada menos que promover la supervivencia. El punto es que la información biológica es inseparable de su contexto, es decir, tiene que ser interpretada para poder trabajar.

No hay duda de que el reduccionismo en las ciencias de la vida ha sido considerado como una estrategia de investigación saludable y que debe seguir siendo así, pero cuando de la estrategia se pasa a la teoría parece que el reduccionismo y el dualismo en el que se encuentra justificado conducen a serios problemas. Explicar la vida como “nada más que moléculas interactuando” deja fuera toda una dimensión de la vida y que de hecho la misma investigación reduccionista ayudó a sacar a la luz, la dimensión de la semiosis. De esta forma, la meta de la biosemiótica puede ser vista como el desarrollo de teoría biológica a un nivel que iguale nuestro conocimiento experimental sobre la esfera viviente de la tierra (Hoffmeyer, 1997). El propósito de Hoffmeyer de reflexionar sobre la semiótica y de poner al centro del programa a la semiosis, es colocar a la semiótica, en la forma de la biosemiosis, como una “nueva síntesis” en la biología, por lo que vale la pena explorar brevemente las particularidades de su dado que desde su punto de vista, debe ser recordado que la tarea de una biología unificada, es decir, una síntesis moderna, es entender cómo el mundo se convirtió en un lugar para los seres humanos, por ejemplo, cómo la vida se origina en un mundo sin vida y cómo ha evolucionado hacia las entidades vivientes en todos los grados de complejidad de hoy en día, incluyendo el ser humano. Sobre esto nos ocuparemos en las siguientes líneas.

  1. La centralidad de la semiosis y la emergencia de la semiosfera

 

Por un lado de la escala tenemos a la historia, en el sentido humano conciente e intencional, y a la cultura que éste crea y, por otro lado, tenemos la historia de la auto-organización predicha por la segunda ley de la termodinámica y, lo que conecta a los dos puntos es la biología evolucionista. El argumento es que la biología parece ser un punto de intersección entre las humanidades y la física. Ver a la biología como parte de las ciencias naturales es congruente con el dualismo cartesiano, es decir, separar el estudio de la naturaleza del estudio de la cultura. Sin embargo, irónicamente, si la mente humana es un producto de la evolución no puede mantenerse independiente del mundo en el que ha nacido, el mundo biológico y cultural, entonces, ¿por qué debe la biología ser considerada firmemente una parte de las ciencias naturales? El punto es que, si el creciente entendimiento de los procesos de vida fuerza persistentemente a adoptar una terminología semiótica y, entre más se fuerce esa adquisición terminológica, más profundamente se penetra en el centro dinámico de los sistemas vivos, entonces se tendrá que aceptar la idea de que la semiosis es de hecho central para la vida y, por lo tanto, es muy poco probable que la extracción de una dinámica no semiótica al nivel más bajo sea posible. De esta forma, para Hoffmeyer (1997) en vez de entender a la biología como un estrato o capa entre la física y la semiótica, deberíamos ver a la biología como una ciencia de interfase donde estas dos ciencias se juntan, una interfase en la que estudiamos el origen y evolución de los procesos sígnicos, la semiosis.

Para Hoffmeyer (1997), la semiosis en su forma más modesta emerge en el proceso primario que creó el primer sistema vivo en la tierra, pero desde este comienzo primitivo el aspecto semiótico de los procesos materiales gradualmente incrementó su autonomía de tal modo que generó una semiosfera mucho más sofisticada, una semiosfera que finalmente (después de tres y medio billones de años) tuvo el poder de generar sistemas semióticos, como pensamientos y el lenguaje mismo que son sólo ligeramente dependientes del mundo material del que son un derivado primario. Si bien desde esta posición la semiosis es el centro de la nueva síntesis en biología, ésta no ha sido la única síntesis planteada (y seguramente no lo será en el futuro). La primera síntesis fue la teoría de Charles Darwin sobre la “selección natural de las especies” y la segunda la propuesta en los años sesentas del código genético, el DNA. Sin embargo, la incorporación de la selección natural como principio de integración de la biología se enfrentó a los malentendidos semánticos de la noción de “selección” y al problema de su mala interpretación más allá de las fronteras de la biología. Por otro lado, el segundo intento de la integración a través del reduccionismo genético (DNA), tuvo como principal consecuencia la reducción de los sistemas vivos. Según Hoffmeyer (1997 y 1996), podemos decir que cuando la vida, y por lo tanto la selección natural, emergió dentro del sistema de la Tierra ya habíamos pasado más allá de la esfera segura de la física hacia la esfera de la comunicación y la interpretación. En esta esfera la dinámica de la historia (evolución) cambió y comenzó a individualizarse, por lo que cada pequeña sección de la historia se convirtió en única y de aquí en adelante ninguna formula puede ser comprendida como la explicación de todo el proceso.

Los dos sistemas de integración pasados (selección natural y reduccionismo genético) fallaron en integrar el comportamiento comunicativo o semiótico de los animales dentro de sus esquemas explicatorios. La comprensión de la comunicación como “nada más que” la transmisión de señales (como por ejemplo los genes) favoreció a la genética cuantitativa pero con un costo muy grande sobre la desestimación de la competencia interpretativa o semiótica de los sistemas vivos. El punto es que los animales no sólo son genes y células interactuando, sino que parte de la supervivencia del animal depende de su capacidad de relacionarse con su entrono natural. Para Hoffmeyer, Darwin tenía razón en ver a la selección como el proceso central de la naturaleza, pero por más de cien años los darwinistas se han resistido a considerar todas las consecuencias de esta visión. Es necesario ahora tomar en serio dichas consecuencias y aceptar lo obvio, el hecho de que el proceso selectivo presupone la interpretación y, por lo tanto, la mala interpretación. Así como la selección es un proceso natural, la semiosis es un proceso natural: la semiosis se extiende a lo largo del tiempo y en todos los niveles de la biosfera. Se puede temer que tal posición ponga a la biología por fuera del espacio seguro de las ciencias naturales, dado que la interpretación parece presuponer la existencia de un tipo de subjetividad. La unificación moderna de la biología, por lo tanto, debe estar basada en la naturaleza semiótica fundamental de la vida (Hoffmeyer, 1997).

Las implicaciones de la organización de la semiosis justifica la relación de la biosemiótica con los estudios de la comunicación, pues como se ha mencionado antes, es la generadora del puente entre la Semiótica, la Comunicación y la Biología, punto que se desarrolla a continuación.

  1. Biosemiótica, semiosis y comunicación

 

Según lo que se ha apuntado hasta este momento, es posible afirmar que el fenómeno que distingue la vida de otras formas inanimadas de objetos es la semiosis, la cual se extiende más allá de las fronteras de la semiótica o de una sola disciplina, pues cada una de ellas tiene la posibilidad de desarrollar su propio nivel de semiosis. Como afirma Deely (2006), se piensa que las células simples se fusionan para formar la compleja confederación celular que forma cada ser vivo. Las células son integradas dentro de órganos, órganos dentro de organismos, formando sistemas sociales cada vez más complejos. Por lo tanto, la física, la biología, la psicología y la sociología, cada una desarrolla su propio y peculiar nivel de semiosis. De esta forma, el movimiento que sugiere el paso de la biosemiótica a la antroposemiótica es el paso de la células y la organización biológica hacia el lenguaje y la organización social. Pero este paso es muy delicado, pues en el medio hay un concepto que emerge como posible contacto entre uno y otro: la comunicación.

En este punto hay un elemento problemático a resaltar. De los cinco Reinos de la Vida (Reino Monera, Reino Protista, Reino Fungi, Reino Planta y Reino Animal), el tráfico de los mensajes entre cuatro de los cinco reinos es exclusivamente no verbal y el verbal sólo es particular de una subespecie, el Homo Sapiens Sapiens. Por lo tanto, un organismo no percibe un objeto en sí mismo sino de acuerdo a su propio tipo particular de modelo mental pre-existente que le permite interpretar el mundo de seres, objetos y eventos en una forma biológicamente programada. Así, el resultado es un programa para estudiar el conocimiento humano como una capacidad biológica que transforma las respuestas de base sensorial y afectivamente motivadas dentro de un mundo de modelos mentales (Sebeok, 2001). De esta forma, la comunicación esta fundamentada en el sistema semiósico del organismo, por lo tanto uno no pude ser estudiado independiente del otro. Y esto es lo que lleva a Thomas Sebeok a afirmar que “el objeto de estudio de la semiótica, es comúnmente entendido como el intercambio de cualquier tipo de mensajes, en una palabra, comunicación. Pero a esto tendría que ser adicionado también que la semiótica focaliza su preocupación hacia el estudio de la significación. La semiótica es por lo tanto clasificable como esa rama de enlace dentro de la ciencia integral de la comunicación” (Sebeok, 2001:27-28).

La semiosis y la comunicación se enfrentan, convergen en el cuerpo, por lo tanto, la pregunta central a resolver es, ¿cuál es la diferencia entre semiosis y comunicación? Si no es posible diferenciar una de otra entonces no será posible hablar un marco semiótico de la comunicación. Una primera pista es la propuesta de Dario Martinelli, quien al fundamentar el espacio de la Zoosemiótica argumenta que:

 

“para enfrentar este problema, primero tenemos que cuestionarnos a nosotros mismos con otra pregunta: ¿cuál es el verdadero objeto de la investigación semiótica? Porque si es la comunicación, entonces tenemos todo el derecho de objetar la legitimidad de la biosemiótica dentro del panorama de la semiótica. No obstante, de hecho, el ámbito de la semiótica es uno ligeramente diferente, un poco más extenso, que es la semiosis. Como ya hemos mencionado, la semiosis puede ser definida como la acción de los signos, o en palabras de Charles Morris, el proceso en el que algo es un signo para algún organismo. Lo que normalmente sucede es que nosotros tendemos a identificar la semiosis con la comunicación, sólo porque ésta última es la más evidente y predecible manifestación de la primera. Pero en el fondo, la comunicación es una forma de semiosis, no el todo de ella” (Martinelli, 2007:20) (Mi traducción). 

Como se puede observar, el problema es serio. Desde esta posición la comunicación sólo es una manifestación posible de la semiosis y, finalmente, el espacio que recubre a todo bajo una forma general es la biosemiótica. Como afirma Hoffmeyer, en su versión más radical la biosemiótica se ve a sí misma como una “semiótica general” mientras que el estudio de los sistemas de signos humanos de la semiótica tradicional es vista sólo como una parte de ésta. Este entendimiento puede ser relacionado con una visión cosmológica de la evolución como una tendencia general de nuestro universo de fortalecer la autonomía de la esfera semiótica relativa a la esfera física de la cual depende (Hoffmeyer en Martinelli, 2007). Ahora bien, en un intento por organizar esquemáticamente algunos de los conceptos de los que aquí se ha dado cuanta, se presenta a continuación un esquema que sintetiza lo que se ha dicho hasta el momento.
 
Esquema 10. Semiosis y comunicación desde la biosemiótica
Razón y Palabra Fuente: elaboración propia

 

Es importante hacer notar que lo que el esquema muestra es la esquematización de una relación conceptual inferida, dado que no aparece en esa forma en ninguna propuesta biosemiótica, así, las relaciones conceptuales que el esquema muestra no son arbitrarias, sino que corresponden a una lógica constructiva. Por principio, como ya se ha apuntado, la biosemiótica es un campo que estudia la producción, acción e interpretación de los signos en el reino físico y biológico, por lo que una de sus metas principales es la formación de una nueva visión de la vida y el significado como elementos inmanentes del mundo natural (Emmeche, 2003). De esta forma, el mundo natural es un primer contexto general, un objeto sobre el que la biosemiótica hace converger a la semiótica y la biología. Pero al mismo tiempo, la semiosfera es un contexto general, elemento que requiere un comentario especial, dado que la semiosfera de la biosemiótica, sobre todo desde el punto de vista de Jesper Hoffmeyer, tiene particularidades específicas

Según Hoffmeyer (2003) la biología sólo ha incorporado muy a su pesar los aspectos comunicativos de la vida dentro de su sistema teórico. Por lo tanto, los ecosistemas de este planeta son entendidos principalmente en términos de conceptos como biomasa, flujo energético o cadenas alimenticias. Claramente, el comportamiento de la vida animal así como sus aspectos comunicativos son considerados pero raramente se les permite jugar un rol fundamental en la dinámica de los ecosistemas o en la teoría de la evolución. Puede haber poca duda de que una tendencia importante en la evolución ha sido el desarrollo de animales con umwelts cada vez más complejos y es precisamente debido a esta tendencia que la red ecológica semiótica ha ganado una creciente autonomía relativa al sistema semiótico genético. Por ejemplo, la autoridad de tomar decisiones fue gradualmente delegada de los sistemas genómicos hacia los mismos organismos. “Así, gradualmente una red semiótica fue establecida alrededor de la superficie de la Tierra –por lo que para Hoffmeyer– podemos expresar esto como la emergencia de una esfera autónoma de comunicación: una semiosfera” (Hoffmeyer, 2003:934). Así, la semiosfera

 

[…] es una esfera como la atmósfera, la hidrosfera o la biosfera. Penetra estas esferas y consiste en comunicación: sonidos, olores, movimientos, colores, campos eléctricos, olas de cualquier tipo, señales químicas, etc. La semiosfera posee condiciones de límite o de frontera con los Umwelts de poblaciones dado que éstas son forzadas a ocupar nichos semióticos específicos, por ejemplo, tendrán que manejar un conjunto de signos de origen visual, acústico, olfativo, táctil y químico para poder sobrevivir en la semiosfera. Y es enteramente posible que las demandas semióticas de las poblaciones sean un reto decisivo para el éxito. La dinámica de los ecosistemas, por lo tanto, deben incluir un entendimiento apropiado de las redes semióticas operando en los ecosistemas. Así, sorpresivamente, desde un punto de vista biosemiótico, la biosfera aparece como una categoría reduccionista que tendrá que ser entendida a la luz de la categoría más comprensiva de la semiosfera (Hoffmeyer, 1994:934. Traducción propia).

Lo anterior coloca claramente al mundo natural como una forma de semiosfera, la semiosfera general no sólo donde la semiosis es posible, sino donde la vida se desarrolla. De esta forma, ambos conceptos adquieren una dimensión general, contextual. Pero como ya se ha dado cuenta, todo organismo vivo requiere como condición mínima necesaria de su existencia la capacidad de interactuar con signos, requiere de procesos de semiosis interna y externa, es decir, requiere de procesos de comunicación donde los signos o la información sea interpretada, traducida a los códigos necesarios o simplemente interpretada para la supervivencia del propio organismo. La interpretación de la información al nivel biológico interno y la información compartida entre organismos biológicos genera la evolución de la vida misma y, sólo en el caso de la especie humana, genera además un segundo código que es la cultura, la cual retroactúa sobre el resto de los sistemas vivos, por lo menos en lo que a su entendimiento se refiere. Este es el proceso evolutivo de los sistemas semióticos, cercanos a las particularidades biológicas y cercanas a las codificaciones sociales. Como se puede observar el movimiento es circular, dado que el proceso constante de semiosis modifica necesariamente el contexto de la semiosfera general y, con el transcurso del tiempo, modifica igualmente al mundo natural.

Finalmente, es necesario apuntar que, pese a que la comunicación aparece en el esquema como subordinada a una categoría más general (semiosis), no está del todo claro sus funciones dentro de la semiosfera. Por un lado, la presencia del modelo matemático de la información en la propuesta biosemiótica es clara, lo cual quiere decir que la biología ha dialogado con ese principio comunicativo y no con el campo de la comunicación, pero por otro lado, la comunicación adquiere nuevas características, emerge como producto de la complejización progresiva de los sistemas semióticos. En este punto, la comunicación enlaza procesos de significación de distinta naturaleza, desde aquellos que implican la semiosis entre organismos vivos, pasando por la semiosis interna de los organismos hasta llegar a los intercambios cuasi energéticos, de materia, por ejemplo. Así, parafraseando la pregunta que hace Hoffmeyer sobre la pertinencia de la biología dentro del ámbito de las ciencias naturales nosotros nos preguntamos ¿por qué debe la comunicación ser considerada firmemente una parte de las ciencias sociales? La biosemiótica, pese a que tomó como base el modelo matemático de la información, ha ido configurando una noción comunicativa mucho más general que nos aleja de los modelos tradicionales de carácter centralmente antroposemiótico.

A manera de cierre

Como he mostrado, lo que se configura en el horizonte no es un tipo de relación específica o determinada a priori entre la semiótica y el estudio de la comunicación, sino que se configura un programa de investigación que pone al centro la necesidad de reflexionar sobre la semiosis y la comunicación como elementos centrales de los procesos de organización y desarrollo de la vida. Pero lo anterior se plantea sobre la base de la relación entre la biosemiótica y la comunicación, pero ¿qué hay de otras propuestas semiótica, que hay de la teoría propuesta desde el campo de estudio de la comunicación, cuál es la diferencia entre la semiosis y la comunicación, qué describe cada una? Como se puede observar aún es mucho lo que queda por indagar.


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Notas:


* Este trabajo fue originalmente presentado en el XX Encuentro Nacional de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación (AMIC) 2008 en el Grupo de Investigación “Discurso, Semiótica y Lenguaje” y publicado en las memorias del evento bajo el título “El problema de la intersección entre la semiótica y el estudio de la comunicación: los retos comunicativos de la semiosis en el marco de la biosemiótica”.

1 Para el caso de México véase Gimate-Welsh (1988), para el de Perú véase Quezada (1988), para el de Colombia véase Silva (1988). También pueden consultarse los textos de Blanco y Bendezu (1988) y Vilches (1988) ambos relacionados con la semiótica y la comunicación. 


Carlos Emiliano Vidales Gonzáles

Licenciado en Comunicación por la Universidad Latina de América y Maestro en Comunicación por la Universidad de Guadalajara. Autor de varios artículos y capítulos de libros, todos ellos relacionados con la semiótica y la teoría de la comunicación. Es miembro de la Red de Estudios en Teorías de la Comunicación (REDECOM), del Grupo Hacia una Comunicología Posible (GUCOM) y de la Asociación Mexicana de Estudios de Semiótica Visual y del Espacio (AMESVE).

 

 

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