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DE LA FENOMENOLOGÍA EXISTENCIAL A LA COMUNICOLOGÍA

Por María Rosalía Garza
Número 64

 

Resumen
En el artículo se exploran las raíces del pensamiento existencial y fenomenológico que han llegado al estudio de las interacciones en el diario vivir (comunicación interpersonal) a través de la psicología fenomenológica existencial, también llamada existencial-humanista. Se toman los aportes más significativos de la Doctrina de la Existencia (Existencialismo) de Kierkegaard, de la fenomenología de Bretano y Husserl y de la conjunción fenomenológica-existencial desarrollada por Heidegger. Asimismo se describen dos de las teorías psicológicas más influyentes, que desde este enfoque, brindan elementos clave al estudio de las interacciones intersubjetivas.

De la fenomenología existencial a la comunicología.

María Rosalía Garza Guzmán

Antes de que la ciencia se nombrara “ciencia” y se constituyera para muchos científicos como -el único camino legítimo para la búsqueda del conocimiento-, el ser humano ya se comunicaba y seguramente se cuestionaba al respecto, teniendo constancia histórica de ello desde los primeros tiempos del pensamiento filosófico.


En antiguos escritos se manifiesta cómo desde los tiempos de los antiguos griegos los filósofos se preguntaban acerca de cómo llega el ser humano a conocer el mundo, cuyo empeño en responder tal cuestionamiento se conoce como epistemología, de los términos griegos episteme, conocimiento, y logos, discurso o razón.” (Leahey, 1997: 29).

Y, desde los albores de la búsqueda del conocimiento se identifica el interés por desentrañar el proceso de la comunicación humana, como se observa en el modelo retórico de la comunicación desarrollado por  Aristóteles desde el siglo IV A.C.

En el largo camino recorrido desde los cuestionamientos filosóficos de Sócrates hasta nuestros días, la búsqueda del conocimiento ha transitado por diversos caminos y experimentado estadios importantes, como es el “redescubrimiento de conocimiento” entre los siglos XVI y XVII a partir de Copérnico, Galileo Galilei, Newton, Bacon, Kepler y Descartes (Bonilla citado por García, 2006: 19), originando la noción moderna de la ciencia, que surge del intento por “desarrollar un conocimiento secular sistemático so­bre la realidad que tenga algún tipo de validación empírica”.

Esto fue lo que adoptó el nombre de scientza, que significaba simplemente conocimiento, o más bien, amor al conocimiento” (Wallerstein, 1999: 4), “intentando legitimar y priorizar la búsqueda científica de las leyes de la naturaleza, sin hacer distingos entre la ciencia y la filosofía, tomándolos como aliados en la búsqueda del conocimiento” (Wallerstein, 1999: 7).

Visión clásica de la ciencia que fue construida sobre dos premisas, por un lado, el modelo newtoniano que establece que hay una simetría entre el pasado y el futuro y que al igual que Dios, podemos alcanzar certezas, y por lo tanto no necesitamos distinguir entre el pasado y el futuro puesto que todo coexiste en un presente eterno. Y por el otro, el dualismo cartesiano que sostiene la existencia de una distinción fundamental entre la naturaleza y los seres humanos, entre la materia y la mente, entre el mundo físico y  el social y espiritual (Wallerstein, 1999).

Conforme el trabajo empírico y experimental fue tomando cada vez más relevancia para la ciencia, la filosofía parecía, ante los científicos naturales, cada vez más como un “mero sustituto de la teología, igual­mente culpable de afirmaciones a priori de verdades imposibles de poner a prueba”,  lo cual conlleva que, ya para los primeros años del siglo XIX,  la división del conocimiento es tal que se establecería a la ciencia natural como “ciencia”, y estaría más claramente definida que la otra alternativa, “para la cual el mundo nunca se ha puesto de acuerdo en un nombre único. A veces llamada las artes, a veces las humanidades” (Wallerstein, 1999: 8; Wallerstein, 1997).

En la medida en que estos dos mundos se separaban (humanidades y ciencias naturales), los estudiosos de las ciencias sociales definían su propio campo, quedando atrapados en el eterno debate entre lo que es “ciencia” y lo que no lo es, entre el conocimiento positivista y el hermenéutico, la lucha entre la metodología cuantitativa y cualitativa, que se heredaría, por añadidura, al estudio científico de la comunicación.
Es quizás aquí donde la comunicación, como campo de estudio, perdió rumbo,  o más bien, perdió campo de acción; al identificarse primordialmente con las ciencias sociales deja atrás su antecedente humanista, enfilándose en la carrera deslumbrante de la radio, el cine y la televisión” (Galindo, 2005: 145).

Con el advenimiento de los medios masivos, acompañado del creciente interés, por un lado, de tomar ventaja de ellas y por el otro, denunciar sus posibles efectos nocivos, el término fue usado principalmente para estudiar a la información, tomada como sinónimo de comunicación, la cual está contenida en ella, pero no la abarcan, la comunicación es un término más amplio (Galindo, 2006).

La palabra “comunicación” proviene del termino “comunicare” que significa “poner en común”, lo que implica la interacción entre los comunicantes, no sólo la transmisión de mensajes de una forma unilateral;  la comunicación en su nivel interpersonal “pone el acento en la comprensión de la comunicación como interacción, como vínculo social, recuperando así entonces las definiciones originarias del término” (Rizo, 2006: 9).

Y dentro del campo de estudio de la comunicación, el estudio de la comunicación interpersonal es la que responde a esta visión primigenia (Rizo, 2008). Bajo la perspectiva de quién escribe, la comunicación interpersonal es aquel proceso que se establece entre dos personas cuya intención de compartir su mundo subjetivo con el otro lo lleva a intercambiar mensajes en forma presencial o con intermediación tecnológica; sin embargo, en las propuestas teóricas ofrecidas en Latinoamérica, son escasas las que atienden a este rubro (Garza 2005, 2008).

Desde la filosofía hasta la comunicología

De los más sobresalientes discípulos de Sócrates: Platón y Aristóteles, se derivan dos cosmovisiones que estarán presentes en el quehacer científico hasta nuestra época. Aristóteles crea los primeros instrumentos intelectuales (la lógica) y los primeros métodos de investigación (la observación) (Corral, 2003). Sin embargo, es la cosmovisión de Platón y su aporte metodológico de la introspección, la que brinda un mayor soporte al desarrollo de las corrientes de pensamiento filosófico que intento destacar como importantes raíces genealógicas en el estudio de la comunicación intersubjetiva (interpersonal) –la fenomenología y el existencialismo1–.

El camino que estas dos corrientes han seguido desde la filosofía y a través de las ciencias sociales hacia la comunicación son diversas, no obstante, centraré el artículo en uno de ellos, la psicología humanista, también llamada psicología existencial-fenomenológica, existencial-humanista o tercera fuerza2.

Siguiendo el camino de los filósofos, los psicólogos tratarían de entender cómo el ser humano llega a conocer el mundo, cómo organiza ese conocimiento y cómo lo usa, heredando de ella la búsqueda de las fuentes de la felicidad humana; interesándose por la desdicha humana, su curación y cómo las culturas e instituciones humanas le han dado forma a la felicidad, surgiendo durante la tercera parte del siglo XIX la psicología como disciplina autónoma (Leahey, 1997).

El  recorrido inicial de la psicología sería muy similar al de la sociología e igualmente, bajo la influencia de Augusto Comte, con una mirada predominantemente positivista hasta entrado el siglo XX, en la que surgen corrientes fuertemente influidas por la fenomenología y el existencialismo, desembocando en el surgimiento de la psicología humanista.

Desde la fenomenología, a principio del siglo XX  Max Wertheimer, Wofgang Köler y Kurt Koffka, trabajaran sobre el estudio de la percepción, gestándose una escuela que tendría gran impacto en el estudio de la comunicación, nos referimos a la psicología de la Gestalt,  bajo la cuál se piensa que los fenómenos psicológicos deben ser estudiados holísticamente, sin fragmentarlos en parte, ni aislarlos de su entrono, ya que esto destruye sus característica unitarias, estudiando la conducta y la experiencia como un todo.

Gestalt en alemán significa todo o forma, Wertheimer, Köler, Koffka incursionaron en el estudio de de las sensaciones y las percepciones desarrollando su teoría de la Gestalt en cuanto a la estructuración del campo perceptivo (Zepeda, 1994; Morris, 1997), cuyos principios son: agrupación, proximidad, semejanza, continuidad y simetría (Barriga, 1987).
Otra de sus grandes aportaciones fue el concepto de figura-fondo, en la que se expone que las percepciones son generalmente organizadas de modo que siempre hay una figura que resalta sobre un fondo, y que la figura que emerge, la que se percibe como relevante, depende de una serie de factores psicológicos como son las experiencias previas de las personas, sus necesidades, etc.

La gestalt pude ser considerada como precursora de la psicología cognitiva, dado que según esta escuela, la realidad se impone isomórficamente a los sistemas fisiológicos y psicológicos, de tal manera que el sujeto no puede modifica el proceso, son estructuras cerebrales innatas las que obligan a ver las cosas como son y que la transformación interpretativa de los elementos sensoriales tienen lugar solo a nivel de sistema nervioso y no en el sujeto, enfoques posteriores incluyen otras variables de índole psicológica, intersubjetiva y motivacional, capaces de modifica el mensaje sensorial  (García y Moya, 1993).

Fritz Perls lleva la teoría gestáltica de la percepción al campo de la psicología humanista, de la que toma los principios de la percepción y los aplica al campo de la estructuración psicológico de la persona bajo la perspectiva del existencial-humanismo.

La corriente de pensamiento psicológico fenomenológica-existencial fue promovida por grandes pensadores como Abraham Maslow, Carl Ransom Rogers, Gordon W. Allport y Erick From, los cuales encabezaron la corriente existencial-humanista o "tercera fuerza”.

Se vuelve la mirada a las cualidades positivas de la persona, a su tendencia hacia la maduración, así como a la libertad que tiene de elegir su destino, sosteniendo que las personas poseen la capacidad para controlar sus vidas y evitar ser manipuladas por el ambiente, y la capacidad de elegir vivir de acuerdo a valores humanos superiores como es el altruismo. Pondrían especial atención al potencial de las personas para la comprensión consciente de sí mismos y para ayudar a otros a lograr su propia comprensión brindándoles soporte afectivo (Rogers, 1974; Rogers, 1981; Santrock, 2004).

Las bases filosóficas de esta corriente residen en la Doctrina de la Existencia (Existencialismo) de Sören Kierkegaard, en la fenomenología de Franz Brentano y Edmund Husserl y en la conjunción fenomenológica-existencial desarrollada por Heidegger.
La aseveración sobre la necesidad de comprender la realidad en el aquí y ahora, al margen de juicios previos, de describir al hombre en el mundo sostenida por Edmund Husserl, es punto fundamentalmente inspirador para la psicología humanista.

Husserl tiene como antecesor a Franz Brentano, quién propone a la psicología como ciencia de los fenómenos psíquicos (contrapuestos a los fenómenos físicos) caracterizados por la intencionalidad y por ser representaciones de objetos o basarse en ellas, fenómenos que se dividen atendiendo a la forma de conciencia o de relación con el objeto, destacando la percepción interna como una visión de los fenómenos psíquicos  (Corral, 2003; Rizo, 2007).

Para Brentano, lo que aparece ante la conciencia es un fenómeno que no puede ser reducido forzadamente a componentes previamente definidos, cuando una persona nombra un objeto, la acción misma de decir y de percibir el objeto constituyen el verdadero fenómeno a estudiar y no el contenido del objeto mismo, porque éste existe como intención del sujeto de hacerlo externo, de nombrarlo como algo que existe fuera de él (Corral, 2003).

El pensamiento de Brentano desde la psicología repercute en Husserl, el cual formula la fenomenología en el plano filosófico y  un método que consiste en “describir las estructuras esenciales puras presentes y manifiestas (fainómenon) en el campo intencional de la consciencia” (Ardiles, 1977: 12), llegar al conocimiento a través con una fuerza lógica y verdadera pasión por la claridad y rigor científico.


Método al cual le llamó reducción fenomenológica, en él se establece como única realidad el fenómeno a comprender, buscando analizarlo suspendiendo cualquier juicio previo sobre el mismo.

La fenomenología  parte del análisis de las estructuras despojándose de cualquier idea previa o precepto que pueda enturbiar la mirada y definir las cosas tal como aparecen en la conciencia: al describir los fenómenos poniendo entre paréntesis los juicios culturales Husserl la denomina epojé (palabra griega que significa suspende el juicio).

En la filosofía fenomenológica se enfatiza que no se trata de explicar o analizar, sino de lograr una ciencia de las experiencias trascendentalmente pura; volver a las cosas mismas, es el lema de la fenomenología, que tanto para Husserl, como para Martin Heidegger esto significa depurar la visión y potenciar la intuición (Husserl citado por Ardiles, 1997: 12).

Por otro lado, Sören Kierkegaard, con su Doctrina de la Existencia trascendió en forma destacada en todas las ciencias sociales, no solo la psicología. El gran cuestionamiento para Kierkegaard es: quién es el hombre yel para qué de su existencia; él se define a sí mismo como pensador subjetivo.

A este pensador le debemos el principio de conocer a través de la acción, él indica que “la verdad existe para el individuo sólo en cuanto este la traduce en acción”. El método existencial trata de entender al ser humano como un ser existencial a quién le ocurre las cosas (Kierkegaard citado por Giordani, 1998: 38-39).

Otro de los planteamientos del existencialismo que constituyen los principios de la psicología existencial-humanista, es la consideración de la persona como un ser singular, única e insustituible en el universo.
Dentro de esta corriente de pensamiento se encuentran sobresalientes pensadores como son Martin Heidegger3, Jan Paul Sartre, Kart Jaspers, Martin Buber y Ortega y Gasett; en el campo de estudio de la comunicación destaca Martin Buber como pensador de gran influencia.      

Heiddeger, como anteriormente lo mencionamos, es uno de los pilares desde el pensamiento filosófica de la psicología humanista, él desarrolló su teoría conjuntando los planteamientos vertidos desde el  existencialismo y a la fenomenología, discurriendo acerca del ser humano como ser-en-el-mundo, compuesto por una red de significados (mundo), cuyos hechos no puede cambiar pero si su significación, por lo tanto, el ser se modifica continuamente.

Continuando su reflexión con el ser-con-otros, en la vía de que el ser se va constituyendo a través de la presencia del otro, estableciendo la esencialidad de las relaciones interpersonales que emergen del encuentro entre uno mismo y el otro, las cuales se manifiestan a través del lenguaje; con el lenguaje abrimos el sentido, el ser humano es logoteniente -poseedor de sentido-.

Desde estas visiones, la psicología reconoce la subjetividad como parte del estudio del ser humano, considerándolo como un ser singular, e insustituible en el universo. Ocasionando un giro rotundo en la forma de investigación y trabajo de un sinnúmero de psicólogos de todo el mundo, introduciendo un enfoque cualitativo a este campo de estudio.
Durante la primera mitad del siglo XX surgen grandes personajes que difunden esta visión humanista, entre ellos, los ya mencionados Martin Buber, Rolo May, Abraham Maslow, Carl Ransom Rogers, Gordon W. Allport y Erick From, los cuales abordaron el estudio de las relaciones humanas como fuente de crecimiento personal.

En esta ocasión revisaremos dos de las teorías, que desde la perspectiva psicológica fenomenológica-existencial, han ejercido fuerte influencia en el estudio de la comunicación intersubjetiva. La Teoría de la Congruencia de Rogers es tomada como consulta obligada para el estudio de las teorías de comunicación interpersonal como estrategias de apoyo y la Teoría de la Auto-revelación planteada por Sydney Jourard que ha sido fundamental en el desarrollo de las teorías sobre la revelación del sí mismo durante las interacciones.

2. Teoría de la Congruencia o del Sí-mismo

A mediados de los años cincuenta, Carl Rogers desarrolla su Teoría de la Congruencia o del Sí-mismo, en la cual menciona que el organismo es el depositario de toda experiencia y define el campo fenomenológico como la totalidad de las experiencias de la persona, el cual es totalmente privado; una persona nunca podrá experimentar lo que otra experimenta, solo inferir sobre ello (Litllejohn, 1983).

La conducta de una persona resultará de la experiencia interna de la realidad, tal y como ésta es percibida y sentida por el individuo. El campo fenomenológico está formado por aspectos conscientes gracias a la simbolización, y también, de aspectos inconscientes; una experiencia en particular no necesariamente es conciente al momento de que afecta la conducta (Litllejohn, 1983).

Este aspecto es básico para ser tomado en cuenta durante la comunicación interpersonal, ya que implicará entender que las personas pueden inferir sobre los sentimientos de los demás pero nunca tocarlos directamente, podemos a través de la comprensión empática, en la se ahondará más adelante, sentir “como si” se fuera la otra persona, pero nunca sentir “exactamente” lo que el otro siente.

Rogers trabajó en un ámbito terapéutico, estudiando la relación entre el terapeuta y su cliente4 creando la denominada terapia centrada en la persona. Él creía firmemente que cualquier relación humana positiva es, en sí misma, promotora de la salud y cuyo resultado será el crecimiento personal, en cualquier tipo de relación en la vida diaria (Rogers, 1961; Vaughn e Burgoon, 1976; Rogers e Stevens, 2003). “… una comunicación efectiva o libre en los hombres o entre ellos siempre es terapéutica” (Rogers, 1974: 288), relación que se establece a través de la comunicación.

Para que esa relación resulte positiva, Rogers plantea tres aspectos fundamentales: la congruencia, la aceptación incondicional y la empatía (Vaughn e Burgoon, 1976; Rogers, 1977; Littlejohn, 1983; Rogers e Stevens, 2003).

La congruencia: es la correspondencia o consistencia entre la conciencia del “yo” y el campo fenomenológico. La incongruencia ocurre cuando la persona no se comporta o siente en completa consistencia con su experiencia total, cuando entre el pensar, sentir y actuar no hay una real concordancia.

En su teoría de las relaciones interpersonales Rogers afirma que “entre más alto sea el grado de congruencia realizado por la experiencia, la percepción y la conducta de una de las partes, la relación se caracterizará en mayor medida […]” habrá una tendencia a la comunicación recíproca (dialógica), a la comprensión mutua y a un mejor funcionamiento psicológico de ambas partes (Rogers, 1985: 91).

Rogers sostiene que existe una tendencia hacia la actualización del yo, las personas buscan tener experiencias que eleven su autoestima, conduciendo a la autonomía y al crecimiento, este crecimiento puede ser frustrado por la confusión proveniente de la incongruencia; y que tanto la causa y la cura de la incongruencia, ambas, están en el dominio, o falta de dominio, de la comunicación interpersonal (Littlejohn, 1983).

En su teoría de las relaciones interpersonales Rogers afirma que “entre más alto sea el grado de congruencia realizado por la experiencia, la percepción y la conducta de una de las partes, la relación se caracterizara en mayor medida […]” habrá una tendencia a la comunicación recíproca, a la comprensión mutua y a un mejor funcionamiento psicológico de ambas partes (Rogers, 1985: 91).
El aprecio positivo e incondicional: “…la primera barrera que se opone a la comunicación interpersonal es nuestra tendencia espontánea a juzgar, evaluar, aprobar o reprobar las afirmaciones de la otra persona o del otro grupo” (Rogers, 1974: 288).

Carl Rogers descubrió que las expresiones de aceptación  y respeto permiten al otro ponerse en contacto con sus propios sentimientos y expresarlos sin sentir temor a ser juzgados, aumentando la posibilidad de un mejor entendimiento entre las personas (Littlejohn, 1983; Tubbs e Moss, 2000; Burelson e Macgeorge, 2002).

La empatía: cuando somos capaces de escuchar comprensivamente estamos en condiciones de evitar la evaluación y poder establecer una comunicación real, la empatía es la capacidad de percibir el mundo interior de otro que está integrado por significados personales y privados, como si fuera el propio pero sin perder nunca el “como sí” (Rogers, 1974; Rogers e Stevens, 2003).

“¿Cómo resolver este problema y superar este obstáculo?”, plantea Rogers (1974: 289) refiriéndose a la tendencia a juzgar y evaluar, exponiendo posteriormente que, cuando somos capaces de escuchar comprensivamente estamos en condiciones de evitar la evaluación y poder establecer una comunicación real.

Lo cual significa “ver las actitudes e ideas del otro desde su punto de vista, captar su manera de sentirlas, situarse en su esquema referencial respecto del tema de discusión” (Rogers 1974: 289), definiendo a la empatía como la capacidad de percibir el mundo interior de otro que está integrado por significados personales y privados, como si fuera el propio pero sin perder nunca el “como sí”.

Esta comprensión empática permite a la persona, a través de su comunicación, mejorar sus relaciones con los demás pudiendo al tener la capacidad de atender a lo que el otro dice, comprendiendo cómo se siente y apreciando el verdadero significado de su mensaje.

Cuando Rogers menciona a la comunicación, siempre hace referencia al contacto entre personas y el soporte emocional que pueden brindarse entre sí, siendo una herramienta para la promoción del desarrollo personal, orientando sus planteamientos teóricos hacia el entendimiento, cuyo logro implica una intencionalidad.

Posteriores investigaciones desarrolladas ya desde la comunicación social han fundamentado sus teorías en los planteamientos vertidos por Rogers; ya dentro del campo académico de la comunicación, Burleson, Delia, Waldron, Applegate, entre otros han investigado, a partir de los setentas, sobre estrategias de apoyo y soporte emocional desde la comunicación centrada en la persona.

Teoría de la Auto-revelación

Sydney Jourard, durante la segunda mitad de los años sesenta, estudia la comunicación interpersonal bajo la perspectiva de la auto-revelación, sosteniendo que la relación ideal es cuando se da en una situación en la cual los participantes del proceso comunicativo se encuentran en un ambiente no amenazante, tal como lo describió Carl Rogers; con libre revelación y entendimiento las personas estarán más dispuestas a mostrarse abiertamente ante los demás (Jourard, 1977; Litllejohn, 1983).
“¿Porqué nos revelamos nosotros mismos o por que no lo hacemos?”, la respuesta a esta pregunta es de suma importancia para Jourard,  exponiendo que los resultados de las investigaciones que ha realizado al respecto apuntan a que cuando las personas perciben buena voluntad por parte de los otros, estarán más dispuestas a mostrarse abiertamente ante los demás (Jourard en Stewart, 1977, p. 175-176).

Jourard maneja el concepto de “apertura” o “transparencia”, entendiéndose por apertura, la disposición individual de dejar que el mundo del pensamiento de los otros sea revelado por ellos mismos, dejar que el mundo se revele él mismo libremente; entendiendo por transparencia, la disposición de la persona para revelarse él mismo a los otros (Jourard, 1971; Littlejohn, 1983).

Cuando una persona revela sus experiencias a los otros en forma abierta, honesta y espontánea, el misterio que es ante los otros desminuye enormemente. La relación ideal es aquellas en que la persona deja que los otros se expresen, estableciendo una relación sana a través de la cual la persona tendrá la oportunidad de crecer, de desarrollarse como persona (Jourard, 1971; Vaughn e Burgoon, 1976; Jourard, 1977; Littlejohn, 1983; Redmond, 1995; Tubbs e Moss, 2000). Una buena comunicación o “apertura” es también asociada con una salud mental positiva  y de agrado (Redmond, 1995).

El investigador argumenta que existe una correlación positiva entre la auto revelación con la revelación de los otros, a lo cual llamó efecto diádico (Littlejohn, 1983; Devito, 1987; Berger, 2005), “Cuando una persona revela algo acerca de sí mismo o sí misma al otro, él o ella tienden a obtener un nivel recíproco de apertura de la segunda persona” (Jourard citado por Tubbs y Moss, 2000: 260). “Los participantes en un diálogo revelan sus pensamientos, sentimientos y acciones, etc., hacia el otro que se revela ante él en respuesta” (Jourard, 1977: 66).

Los descubrimientos sobre la auto-revelación hechos por Jourard impactarían en posteriores estudiosos de la comunicación como Berger y Calíbrese (Berger, 2005), en su teoría de la reducción de la incertidumbre.

Cierre

Aunque en este artículo solo se ha detenido en las aportaciones de Carl Rogers y Sydney Jourard, es evidente que el existencialismo y la fenomenología  han sido campo de cultivo para la germinación de teorías en todos los campos de las ciencias, propiciando que se ampliara la visión positivista aún vigente en el campo de las ciencias sociales.
Posturas filosóficas que evidencian la naturaleza subjetiva de las relaciones humanas partiendo de la singularidad y no de la generalidad y que permiten el libre tránsito hacia el estudio de la comunicación interpersonal, la cual, desde la visión positivista es casi imposible de ser identificada como fenómeno de estudio.

La importancia de identificar a la filosofía existencial y a la filosofía fenomenológica como raíces genealógicas del estudio de la comunicación, radica en la posibilidad de apoyar, desde la academia, la generación del conocimiento sobre las interacciones en la vida cotidiana, área atendida escasamente por el investigador latinoamericano y que genuinamente pertenece al campo académico de la comunicación.


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Notas:

1 Sin querer parecer simplista y reconociendo que entre Platón y Kierkegaard, Bretano o Husserl han existido grandes pensadores, el salto en tiempo y pensamiento es debido al interés de centrar el artículo en estas dos corrientes, que ha través de la psicología humanista han influido en el campo de estudio de la comunicación interpersonal.

2 Esta denominación, -tercera fuerza- hace alusión a las dos corrientes que hasta mediados del siglo XX, dominaban el campo de conocimiento de la psicología (psicoanálisis y conductismo), los psicólogos de esta corriente de pensamiento alternativa discordaban con estas dos corrientes en su forma de conceptuar al hombre como una máquina, o como un ser restrictivamente "biológico", por lo que inician el movimiento existencial humanista bajo el cual se considera al hombre con "atributos humanos" y problemas de "existencia " ocasionados por su condición de "ser humano". ( Dicarpio, 1989; Morris, 1997)

3 Heidegger retomaría tanto a Kierkergaard, como a Husserl, siendo discípulo y sucesor de este último en los trabajos sobre la fenomenología.


4 Rogers desarrolla la terapia “Centrada en la Persona” desde una perspectiva fenomenológica y humanista,  siendo parte de una nueva perspectiva llamada Psicología Humanista o Tercera Fuerza (Salama, 1996), planteando que el  concepto de “cliente” en  vez de “paciente, ”utilizada hasta entonces en la psicología Psicoanalítica y Conductista (Primera y Segunda Fuerza), orientaba la relación entre terapeuta-cliente hacia una posición de salud, de crecimiento y no de enfermedad, de curación.



María Rosalía Garza Guzmán

Licenciada en Ciencias de la Comunicación por el ITESM, Maestría en Ciencias de la Comunicación por la UANL, Maestría en Desarrollo Humano por la Universidad Iberoamericana y Doctorado en Comunicación Social por la Universidad de La Habana.

 

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