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OJO DE LEOPARDO

Por Marta de Arévalo


I

¿ Qué sostiene mi angustia y no me abate?
¿ Qué aliento devolviéndome a la vida
me hizo sentir temblar la luz del aire
y el tallo cardinal de tu sonrisa ?

¡ El Tentador !. Serafín dual y saurio.
Ojo de Leopardo , aquel que no duerme,
fue quien rimando en el aire encantado
quebró la frutal canción de setiembre.

Qué vaso de aromas desplegó en su halo
con el viento áureo zumbando en su oreja !
Y qué rosa negra se abría en su vaso
para atravesarme como una saeta !

Yo quise partir, cerrar ojo y puerta.
También tú quisiste vivir sin vivir
y fuimos el vino y el pan de la ofrenda
en sacrificio de lobo y jazmín.

Y fue... como el Cantar de los Cantares.
Mi arteria con tu arteria , una inmensa
conjuración de potros y volcanes
... y el corazón azul de alguna estrella.

II

¡Ah , el Tentador! ¡ Cómo lanzó su dardo!
Ojo de Leopardo, aquel que no duerme,
azuza el azufre, el beso, al batracio,
la daga, el insomnio, el salmo y la fuente.

Afila la risa, el vértigo, el sol,
la cumbre, el espejo... y el mar de las almas.
Todo lo oscuro y todo el esplendor
contamina de oro en su salamandra.

Danza en abismo de sismo y campana.
Dobla los toros, humilla tormentas,
desdobla los fuegos y fragua las lágrimas.
Fatal y sublime, conmueve y aterra.

¡ Ah, el tentador y su bárbaro ensalmo !
Entremezclar los soles infinitos
en la flor de dos pulsos fatigados
para ofrendar holocausto al delirio.

Regar con sangre de cisnes celestes
la senda que une tu puerta y mi grito,
y un día de ceniza herir nuestras frentes
con mágico imán de luceros mellizos!

III

Vuelvo en alas rompiendo las mareas
a calcinar mi espuma ante tu orilla.
Siendo mi pan el rayo y la tormenta,
voy suspensa en la rosa primitiva.

¿ Qué fuerza, hombre, y qué misterio tiene
la sangre que se asoma en luz ungida ?
¡ Qué ardor potente pulsando en tus sienes
me desviste de angustia en la caricia?

Se yergue un semidiós en tu pupila
cuando empuñas la brújula del sueño;
y en tu ola ya extasiada y florecida
me desatas los buitres de los huesos.

Te asisten la violeta y la serpiente
plegadas en tu sexo y tu guarismo.
Por tí la piedra en nardo se me vuelve;
por ti muero en la luz y resucito.

Por ti quemo mis brujas sentenciales
y en rosa y ponzoña me unjo los pies.
Santiguo mis senos con miel y caimanes
y en sesgo de sombras aborto la ley.

IV

¡Hombre altivo ! Vas firme y dolorido,
no dueño de mi sol ni tu secreto.
Como piedra en absurdos infinitos
has sellado tus labios con silencio.

¡En vano niegas el pulso del viento !
Sopla derribando altares , y asola    
 mi mar azul con vendaval de besos
 y tus muros con tigres y amapolas.

¡No ciegues ojos apagando el mundo
si enciendes en tus venas los milagros.!
   Tu águila inmortal quema en profundo
   un vuelo inmemorial de calendarios.

   Yo atisbo con mi corazón salvaje
tu rítmico temblar de fiera alada;
    y enardezco en ritual de talismanes
               tu alma cautiva en mi boca abismada.
      
   Inútil el relámpago en el gesto
   para apagar con fuego mil volcanes.
    Me llevas en tu risa y en tu espectro,
   esclavo de mi luz... y desafiante !

V

Y en mí, la mariposa de los sueños
se muere de rigor mientras endecha
su agonia sublime entre destellos,
su ceniza de flor y de planeta.

Presencia en la presencia de otra vida
que intuyo ya remota en dimensiones,
mi cuerda con tu cuerda está tendida
transversal entre luz y ruiseñores.

¡ No fuera yo vidente !  ¡ No adivina !
Ojos quisiera  Mineral y Sombra.
No ver en luz dorada y tierna
mirar de fiera en lengua de palomas.

Mirada tuya, amor que en ti me canta
y hosco reniega tu corazón suicida.
El agua que sustenta mi fantasma
en la desierta veta se persigna,

mientras finge larguísimos ocasos
la roja soledad de tus silencios.
Hombre Manantial, cautivo y lejano,
¿ qué despierta en mí, tu eco milenario?


           VI

 

Hombre Manantial, cautivo y lejano,
abierto en luz y cerrado en ademanes,
con memorias de afroditas y de faunos
yo he de conmover tus simientes potenciales.

Quiero devolverte en aroma y en música
el olvidado arpegio de ti mismo.

 

Y en la espiral de alguna antigua luna
la otrora olvidada alba del espíritu.

Rastrear contigo lirios imprevistos
en tiempo y tiempo de espiga y equinoccio.
Descender entre pumas al abismo
y llegar al Origen  nunca visto.

 

Diérame Dios, Poder en la Palabra,
para conjurar siglos de ceniza
en astros donde mueran las distancias
y liras y lunas me fueran propicias.


Diérame Dios, Poder en la Palabra,
y Ojo de Leopardo, aquel que no duerme,
tendrá que azuzar pantera y galaxia,
exorcizado en mi lengua de arcilla.


Marta de Arévalo

Escritora Uruguaya

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