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UN PUNTO DE ENCUENTRO PARA LA LECTURA Y LA ESCRITURA

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Por: Marcelo Belinche Et. Al.
Número 65

Abstract

Numerosos sondeos, tanto de organismos públicos como de privados, dan cuenta de una misma realidad: la sociedad se ha divorciado de la lectura y quienes aún la practican prefieren textos de autoayuda o novela histórica. Esta tendencia, según muchos, se expresa con claridad en los jóvenes y los adolescentes, para quienes los libros han pasado a ser piezas de museo.

Además, al problema de la no lectura se suma uno mayor, el de la comprensión y la producción de textos.

Desde el campo de la comunicación y del periodismo, cuya mirada entiende a la lectura y a la escritura como parte del proceso de construcción de sentidos y de interpelación para la comprensión y transformación de la realidad, se creó el Centro de Investigación en Lectura y Escritura (CILE) para profundizar en dichos debates y trabajar sobre la temática tomando la relación lectura-escritura, la influencia de las TIC’S sobre ella, la cuestión del soporte digital vs el soporte papel, los nuevos lenguajes, la dicotomía literatura-periodismo, entre otros.
Asimismo, el CILE es una herramienta de análisis y seguimiento de la evolución de los hábitos de lectura y escritura, que continúa la línea de trabajo de las cátedras Taller de Comprensión y Producción de Textos I y II de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP).

Porque en una etapa del debate académico en el que la Comunicación Social como espacio de formación profesional, campo laboral y renglón científico está analizando, reconociendo, fijando y reclamando zonas propias, la escritura y un propio abordaje de la lectura son, sin duda, un territorio en el que la bandera de nuestra disciplina es imprescindible: el territorio de las palabras.

UN PUNTO DE ENCUENTRO PARA LA LECTURA Y LA ESCRITURA

¿Cómo se puede vivir sin leer? ¿Se puede vivir sin leer?
“No creo que en sí misma, la literatura produzca nada. No es como el hecho de respirar, que es necesario para vivir. Pero sé que hay momentos en donde me pregunto cómo la gente aguanta vivir sin leer, cómo logra atravesar el día lleno de miserias, dolores, mezquindades, horrores, sin la ayuda de un libro” (Costa, 2004).

Y es que la lectura es un valor insustituible; un valor unido al contexto de cada lector. Siempre hay una relación entre eso que se lee y lo que sucede a nuestro alrededor.

Entonces, ¿cómo es posible vivir sin leer? ¿Se puede vivir sin leer? ¿Y sin escribir?

Según una encuesta nacional sobre consumos culturales, realizada por la Secretaría de Medios de Comunicación de la Nación y supervisada por el INDEC, en 2005, el 52% de los argentinos no leyó un libro durante 2004 y el 61% reconoció no recordar el nombre de ningún autor. Numerosos sondeos, tanto de organismos públicos como de privados, dan cuenta de una misma realidad: la sociedad se ha divorciado de la lectura y quienes aún practican ese hábito prefieren textos de autoayuda, novela histórica, entre otros.

La diversidad temática y de géneros de los libros más vendidos marca una tendencia que comenzó con el retorno de la democracia en 1983, tras el gobierno de la Junta. La pérdida de decisivos referentes intelectuales debilitó la alianza establecida entre los escritores y los lectores que durante los ’60 y parte de los ’70 se sentían identificados con ellos y con sus textos.

Por aquellos años, hablar del realismo mágico latinoamericano o de las modas europeas, era mucho más que hablar de una novela. Estos libros daban cuenta de un clima de época en América Latina y en el mundo.
Es decir, tal vez, la actual dispersión de títulos habla de algo más profundo: la ausencia de autores emblemáticos en la literatura argentina y latinoamericana, cuyas obras resuman la sensibilidad estética de un tiempo histórico.

Hoy no aparecen escritores que sinteticen qué nos está pasando. Quizás por eso, en las encuestas, se menciona un poco de todo y aparecen autores como Favaloro o Aguinis; o se menciona Sábato, pero ¡hace cuánto que Sábato no escribe! La gente lo nombra porque le suena conocido.

Entonces, la pregunta acerca de las razones que justifican aquel 52% es inevitable. Cuantiosos son los trabajos que han intentado e intentan dar respuestas, en especial aquellos formulados desde el campo de la educación, las letras, la sociología y la psicología que fueron tomados como antecedentes para la creación del Centro de Investigación en Lectura y Escritura (CILE).

En la revisión de los mismos, se encuentran repetidamente dos respuestas. Por un lado, la cultura audiovisual y los nuevos lenguajes que van ganando mayor terreno, y por otro, la ausencia o escasez de producción de obras que respondan al género narrativo que insten y convoquen a la práctica de la lectura, venerada años atrás.

Durante los 60 y los 70, “la lectura era central en la vida cotidiana. Las charlas, las polémicas que se desataban a partir de los libros, la fama de los escritores nos hacían sentir en el centro de la escena”, recuerda Hugo Levín (Garzón, 2005), editor y presidente de la Cámara Argentina del Libro. Esa atracción que producía la literatura parece haber quedado anclada con aquellas obras. En la actualidad, no se encuentran en el mercado títulos que den cuenta del presente. Es que “desde hace veinte años la narrativa argentina es clandestina, secreta, casi exclusivamente para escritores”, señala Luis Chitarroni, editor de Sudamericana (Picabea, 2005).

Esta tendencia a la no lectura de libros de novela repercute en especial, en los jóvenes y adolescentes. Para ellos éstos han pasado a ser piezas de museo ante la ausencia de obras que den testimonio del contexto o de las problemáticas que los preocupan y, por qué no, con un lenguaje que les resulte más cercano.

Contrariamente a lo que se piensa, los trabajos relevados señalan que sí mantienen contacto con las letras pero a través de medios digitales, los cuales cobran cada vez mayor masividad  y donde justamente, lo que prima no es la rigurosidad estilística ni ese contacto directo con el papel del lector con el libro.

Por otra parte, uno de los escasos materiales provenientes desde el campo de la comunicación es el seguimiento que se realiza de la lectura y de la escritura en los alumnos, en el marco de las cátedras de Taller de Comprensión y Producción de Textos I y II de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata.
La experiencia de estas asignaturas –sumada a los proyectos de investigación sobre lectura llevados a cabo por sus docentes investigadores- arroja resultados que se contraponen a la idea generalizada de ‘los jóvenes no leen’ y a los datos conocidos a nivel nacional.

Entonces, la pregunta es: ¿el libro ha perdido la centralidad cultural que tenía antes de la revolución tecnológica e incluso, ha perdido prestigio social entre las nuevas generaciones? ¿Es en verdad así?

Roger Chartier -historiador francés y Director de la Escuela de Estudios Superiores de Ciencias Sociales de París- afirma que “los jóvenes leen más que lo que se cree habitualmente. Lo que ocurre es que han renunciado, en buena medida, a formar bibliotecas. Los estudiantes piensan que los libros acompañan sólo un período vital y luego los venden o los regalan. Es decir que se lee mucho más que lo que muestran las estadísticas, que se refieren a posesión de libros. En cualquier caso, es cierto que los libros han perdido su centralidad cultural, si bien hay que matizar que la historia de la cultura no es la libresca. Desde hace siglos que los libros conviven, en las calles y en los palacios, con la comunicación oral, con las tertulias, y desde el siglo XIX, con la fotografía o con el fonógrafo” (Martyniuk, 2006).

“Entre el endiosamiento de las nuevas tecnologías -y de unas habilidades que los chicos poseen en este campo- y el inevitable extrañamiento frente a la cultura de la cumbia villera, de los ‘pibes chorros’, como un espacio cultural que configura las identidades de nuestros alumnos; allí, en ese límite, se dibuja nuestro lugar de profesores –últimos cruzados de la cultura letrada- formados para ‘otra cosa’, para enseñarles a unos alumnos que confiábamos en que se parecerían más a nosotros... Contra ilusión de confianza y familiaridad tenemos que seguir formándonos para ser los profesores de los adolescentes que están ahí, en nuestras escuelas y universidades, que están atravesando el riesgo de quedarse afuera, de quedarse sin lugar en la sociedad. Nuestra tarea hoy es: la de incluir a estos jóvenes en el mundo de la cultura escrita para que la exclusión son sea doble, para no quedarnos afuera de la tarea que nos toca” (Bombini, 2005).

La idea es promover una transición sin conflictos desde la educación media a la superior, luchando contra esa exclusión social y propiciando la retención estudiantil.

Por otra parte, el problema de la no lectura -en los adolescentes- también afecta a los diarios, los cuales señalan con preocupación la caída en sus ventas. En el Seminario Internacional “Desafíos del periodismo real: los diarios en la encrucijada del siglo XXI”, Julio Blanck, periodista del diario Clarín, declaraba que “del 32% de la población que hoy tiene entre 15 y 34 años, el 20% dice no leer nunca los diarios”. Frente a esta situación y ante la necesidad de convertirlo en más atractivo y mejorar las ventas, este medio implementó como estrategia de marketing el lanzamiento de una serie de fascículos en los que pretende contar la historia argentina a los jóvenes en “pocas palabras” y con coloridas imágenes e infografías, apelando a recursos propios de los medios electrónicos.

Sin embargo, y contradictoriamente, tanto Clarín como tantos otros medios de comunicación, son los primeros en sentenciar a los jóvenes porque ‘no leen, no escriben, no estudian y sólo miran TV o navegan en Internet’ e instalan esta idea como única, erigiéndose hacedores y poseedores de una verdad que, en ocasiones, mucho dista de la realidad.
Por otra parte, a la problemática de la no lectura, se suma una mayor, la de la comprensión y la de la producción de textos.

“‘Los jóvenes no leen. Y escriben mal. Y tienen faltas de ortografía. No saben expresarse. No entienden, no pueden...’ Docentes, medios de comunicación, familiares preocupados y hasta los mismos estudiantes repiten frases como éstas ante un fenómeno que les resulta inexplicable: ¿cómo es posible que alguien que llegue a la universidad sin poder escribir o entender correctamente un texto?” (Toronchik, 2006).

Desde el campo de la docencia y de la pedagogía, los trabajos indagados coinciden en apuntar a la escuela como institución responsable en la formación de los nuevos lectores y de individuos que sepan expresar claramente una idea en el papel. Varios análisis coinciden en que la mitad de los chicos que llega hoy al Secundario sin haber leído nunca un libro completo. Entonces “necesitamos formar lectores para interpretar la información y valorar debidamente lo que se lee, categorizar los datos y reconocer las intenciones de quien escribe. Hace falta entrenar a nuestros alumnos en las prácticas de lectura y para las prácticas de lectura, hacen falta libros” (Garzón, 2005). De la misma manera, para las prácticas de escritura.

Asimismo, otra observación que se hace desde estos campos al respecto de las problemáticas planteadas, es el reconocimiento de la importancia que han adquirido los textos con soporte digital en detrimento de los libros, y advierten aunque las nuevas tecnologías sean extremadamente poderosas, no todo se reduce a circular de manera continua sobre ellas.
En los trabajos realizados desde el psicoanálisis, se entiende a la lectura como práctica que interviene en la formación de la propia imagen y del mundo circundante, y paralelamente, remarca su importancia por el rol que cumple en el proceso de apropiación del lenguaje, ya que “lo que determina la vida de los humanos, en gran medida, es el peso de las palabras o el peso de su ausencia. Cuanto más capaz se es de nombrar cualquier cosa, más apto se es para vivirla y para cambiarla” (Salavarría, 2001).

La cuestión de la lectura y de la escritura, en la actualidad, ha sido abordada desde diferentes perspectivas y también existen numerosos estudios y materiales respecto a la transformación en los modos y prácticas del leer y del escribir, dada su importancia dentro de la formación de todo sujeto.

Sin embargo, resultan insuficientes. Hoy, existe una necesidad académica, social y política de desarrollar el espacio de la lectura y de la escritura.
Desde el campo de la comunicación y del periodismo, cuya mirada entiende a la lectura y a la escritura como parte del proceso de construcción de sentidos y de interpelación, para la comprensión y transformación de la realidad, se propuso la creación de este Centro de Investigación en Lectura y Escritura (CILE) para profundizar en dichos debates –que se dan tanto en el ámbito académico, en el mediático como en el social- y trabajar sobre la temática tomando la relación lectura-escritura, la influencia de las nuevas tecnologías sobre ella, la cuestión del soporte digital o el soporte papel, los nuevos lenguajes, la dicotomía literatura-periodismo, entre otros.

Por otra parte, el centro es el punto de encuentro donde converjan los proyectos de investigación relacionados a esta temática, así como también aquellos trabajos que aborden la cuestión (trabajos de tesis de grado y de posgrado, actividades de extensión y de investigación, seminarios, jornadas, etc.).

Asimismo, el CILE representa una herramienta de análisis y seguimiento de la evolución de los hábitos de lectura y escritura, que continúa la línea de trabajo de las cátedras Taller de Comprensión y Producción de Textos I y II, como antes se ha mencionado.

Porque ocuparse de cómo y qué leen los jóvenes es una forma de tener en cuenta su mundo.

“Aprender en la universidad, no es un logro garantizado. Depende de la interacción entre alumnos, docentes e instituciones. Depende de lo que haga el aprendiz, pero también depende de las condiciones que les ofrecemos los docentes” (Carlino, 2005).

“Se trata de saber más de nuestros alumnos, sobre sus modos de leer y escribir, sobre sus estrategias para posicionarse frente a aquello que se presenta como lo verdadero, como lo legítimo, como lo que hay que saber… mi buen sentido de docente experimentado me dice que a estos chicos les dé a leer otros textos y no los mismos que di el año pasado, porque me di cuenta que en la clase de lengua no debo insistir tanto con que reconozcan las partes de la oración sino que produzcan textos ellos mismos… Es que hay que disfrutar. Obviamos una pregunta elemental: si te gusta o no. Es lo primero que hay que saber, porque si no hay placer, la lectura no sirve para nada. A los pibes los ves enloquecidos tratando de entender. Además, hay toda una parafernalia instrumental que va en contra del placer. Es como si pusieras un disco de Jethro Tull y dijeras: ‘Bueno, ahora analicen qué hace Anderson con la flauta, dónde está el puente…’. Cuando la primera pregunta debería ser qué te pasa ante eso, si te emociona, si te parece hermoso” (Amiano, 2007).

Y eso es lo que se debe transmitir a los alumnos.

La queja es generalizada y la frase "los jóvenes no leen ni escriben" se ha convertido en un estandarte vox populi que recorre los laberintos de la sociedad simplemente a partir de lo dicho desde la tapa de un diario, desde una pantalla de televisión o desde un aparato de radio, pero también y sobre todo, se escucha en las casas y en las escuelas. Tanto se ha repetido, y se repite, que hasta ellos mismos –los que son tildados de ‘culpables’- han terminado por creerla.

En este sentido, en la construcción de este imaginario, los medios de comunicación ocupan un lugar especial, como hacedores de una verdad que, en ocasiones, mucho dista de la realidad.

Los medios dicen... La sociedad dice… Pero las palabras son las que llevan la verdad en su ser, en su propio territorio.

Retención, inclusión (“una buena escuela es abierta, plural e inclusiva; no construye su calidad o su imagen por el recurso de seleccionar alumnos” (Terigi, 2008)), diagnóstico, oferta de lecturas que se acerquen a las temáticas cotidianas que atraen a los estudiantes, integrar la producción de textos al análisis de éstos, indagar en los autores y sus contextos, contextualizar las obras, recuperar los saberes previos de los alumnos acerca de las obras relacionándolas con temáticas cercanas a ellos y a la actualidad, utilización de nuevas tecnologías como herramienta de acercamiento a ellos, son tan sólo algunas de las estrategias para comenzar a revertir la situación actual de la lectura y la escritura. Porque además, en una profesión como la nuestra, la comunicación, la escritura y la lectura conforman una parte importante en el proceso de estudio y desarrollo de la carrera pero aún más, luego, en el quehacer profesional.

Un quehacer profesional que hoy, específicamente en el campo del periodismo, tanta relación encuentra con la literatura y el género narrativo, considerado este último como herramienta para comprender la realidad y las complejas sociedades actuales denominadas de la información.

Porque en una etapa del debate académico en el que la Comunicación Social como espacio de formación profesional, campo laboral y renglón científico está analizando, reconociendo, fijando y reclamando zonas propias, la escritura y un propio abordaje de la lectura son, sin duda, un territorio en el que la bandera de nuestra disciplina es imprescindible: el territorio de las palabras.


Bibliografía
1. Amiano, Daniel. “Leer no sirve para nada si no da placer”. Entrevista a José Sasturain en La Nación. 19/05/07.
2. Bombini, Gustavo. La trama de los textos. Problemas de la enseñanza de la literatura. Buenos Aires: Libros del Quirquincho, 1989. Reedición en Buenos Aires: Lugar Editorial, 2005.
3. Carlino, Paula. Escribir, leer y aprender en la universidad. Buenos Aires: Ed. Fondo de Cultura Económica, 2005.
4. Costa, Flavio. “Entrevista a Alberto Manuel: ¿Cómo se puede vivir sin leer?”, en Revista Ñ del diario Clarín. 11/09/2004.
5. Ferreiro, Emilia. Prólogo a Lerner, Delia. Leer y escribir en la escuela: lo real, lo posible y lo necesario.
Mèxico: Fonde de Cultura Económica, 2001.
6. Garzón, Raquel. “Las mil y una formas de leer”, en Clarín, 16/04/2005.
7. Martyniuk, Claudio. “El lector proyecta su presencia dentro del texto de ficción”, en Clarín. 14/05/2006.
8. Picabea, M. Luján. “Cultura: la narrativa local casi no figura en las listas de las obras mas vendidas”, en Clarín, 2/10/2005.
9. Salabarría, Ramón. Entrevista a Michèle Petit Antropóloga, Investigadora de la lectura. Revista digital Imaginaria Nro. 23. 19 de abril de 2001. www.imaginaria.com.ar.

10. Terigi, Flavia. “Donde el alumno aprenda y se sienta reconocido”, en “Apuntes para la construcción de una buena escuela”, en Guía de Enseñanza de Clarín, domingo 24 de febrero de 2008.

 


Lic. Marcelo Belinche; Lic. Rossana Viñas; Lic. Sandra Oliver; DVC Fabián Fornaroli; Lic. Luciano Altamirano
Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP). La Plata, Argentina.


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