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COMUNICOLOGÍA, COMUNICACIÓN Y CULTURA. ExploraciÓn histÓrica de dos conceptos centrales en el trÁnsito del siglo XX al siglo XXI.

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Por Jesús Galindo
Número 66

 

Resumen. El texto se divide en cinco partes. En la primera “Explorando algunas imágenes e ideas sobre los conceptos involucrados”, se presentan las categorías que históricamente están asociadas al movimiento conceptual que aquí interesa, la cultura, la comunicación, la historia y la información. En la segunda “Ámbitos de estudio y Programas de estudio. Espacios de relación entre lo diferente y lo semejante”, se presentan los tres programas de estudio básicos asociados a la relaciones categoriales exploradas en la primera parte, la Antropología y los Estudios Culturales, las Bellas Artes y los estudios sobre la cultural, y la Comunicología y los Estudios Culturales. En la tercera parte “La Comunicología Histórica  y los Estudios Culturales”, se presenta un apunte de la historia de la Comunicología asociada a los Estudios Culturales. En la cuarta “Abriendo la agenda de reflexión sobre la comunicación y la cultura”, se presenta un apunte analítico sobre esta relación central desde el punto de vista del proyecto Hacia una Comunicología posible, del GUCOM. Y en la quinta se presenta una bibliografía seleccionada para complementar el contenido del texto.

Palabras clave. Comunicación, Cultura, Comunicología, Estudios Culturales, Historia.

 

  1. Explorando algunas imágenes e ideas sobre los conceptos involucrados.

       El tema de los estudios culturales y la comunicación pasa por un proceso que involucra dos fenómenos simultáneos. Por una parte la matriz conceptual sobre lo social-simbólico que venía desarrollándose desde el siglo XIX, sobre la cultura y la historia, entra en crisis por diversos motivos, tanto internos como externos, así como por su sensible interacción. Y por otra parte aparece la figura de algo que puede considerarse una matriz emergente en formación, que atiende en forma directa los asuntos con los cuales tiene dificultades la otra matriz, la decimonónica, que se organiza en forma algo distinta a aquella, la matriz oficial, aparece la información y la comunicación. Dos movimientos simultáneos, contemporáneos. De su encuentro y relación hemos sido testigos durante los últimos cuarenta o cincuenta años, sobre todo los últimos veinticinco. Los dos movimientos siguen en proceso, y ya estamos en un nuevo siglo. ¿Qué sucederá? ¿Cuál es la situación actual? ¿Por qué es importante esta situación?

       Para iniciar una exploración general del asunto, empezaremos en este primer apartado por una breve observación sobre las relaciones posibles y actuales de los conceptos básicos involucrados. Los conceptos involucrados, que serán tomados aquí como nociones y visiones, son la comunicación, la cultura, la historia y la información. De sus posibles relaciones hemos elegido las que se presentan en pares, por lo tanto son cuatro las relaciones por explorar, las básicas compuestas, la de comunicación y cultura y la de información e historia, y las elementales, la de cultura e historia y la de comunicación e información.

       Primera. Comunicación y Cultura.

       Esta es una relación que se presenta en el centro del tema que nos ocupa. La figura conceptual de la cultura se configura para nuestra época en el siglo diecinueve. Esta ordenada entre la connotación de clase de la alta cultura, muy cargada de referencias al arte como actividad elitista, y la percepción antropológica de toda forma simbólica como rasgo cultural. La cultura está asociada por tanto al refinamiento de lenguajes y formas expresivas, y a la relación taxonómica de todo asunto y objeto con nombre. La cultura se parece más a la información que a la comunicación. Suele referirse más a elementos de composición que a relaciones o interacciones de conformación, como es el caso de la comunicación. La cultura busca asociar ciertos rasgos con ciertos actores o lugares, depende mucho de un fondo de lectura e interpretación en su origen con referentes nacionalistas y de identidades cerradas. La comunicación por su parte viene del sentido asociado a la conversación y las relaciones interpersonales, se encumbra con la llamada comunicación masiva y la emergencia de las llamadas tecnologías de información y comunicación, y se mueve con lentitud y urgencia hacia un status conceptual sistémico y abstracto, que permite percibir a todo movimiento de relaciones, desde las físico-químicas hasta las sociales y culturales. En este momento la cultura aparece muy asociada a contenidos e identidades y la comunicación a formas y relaciones. Existen dos visiones elementales de su relación, una que la mira desde el siglo diecinueve y las humanidades,  donde la comunicación es un componente dinámico de la más estática cultura, y otra, que la mira desde el siglo veinte y la ciencia, donde la cultura es una forma más que puede observarse desde la comunicación, figura más abstracta y metodológica.

       Segunda. Información e Historia.

       Este par tiene parecidos y diferencias interesantes. En el parecido aparece en primer lugar la figura del dato, que es muy importante para historia, y que se relaciona en forma directa con la información. Aquí sucede algo semejante que en el par anterior, en la historia se supone que la información es un recurso, y que ella está hecha de algo más. Lo que pasa es que desde el punto de vista de la información, la historia es también una configuración de información, y lo más que puede negociar con la primera visión de la historia es presentando varios niveles de configuración de información, de elementos de novedad sobre elementos convencionales. Así que el problema vuelve a ser de visión general, se podría afirmar que epistemológico. La figura de la historia es un sistema cerrado de información, que se define por un objeto propio, o quizás, ya en una visión compleja, como una perspectiva sobre el tiempo y el espacio. La información también tiene un umbral inferior que la reduce a datos, a frases, a unidades de representación. Pero también tiene un umbral superior, donde las unidades de representación se configuran en sistemas, y los sistemas de información en el centro del orden cosmológico de todo. Así que parece ser que el nivel de abstracción muestra aquí también la diferencia básica. La historia se mueve en un contexto cerrado de información, desde el cual se puede relacionar con otros. La información puede ser la figura central de todo orden de representación y de acción. Desde una perspectiva una es el insumo de la otra, desde otra perspectiva la historia es una forma más de los sistemas de información.

       Tercera. Cultura e Historia.

       Esta pareja tiene una trayectoria común a lo largo del siglo veinte y sus antecedentes en el siglo diecinueve y antes. Su primera diferencia es disciplinar, de la cultura se ocupa en general la Antropología, y de la historia una propuesta con el mismo nombre. La división de tareas carga más a la Antropología al presente y a la Historia al pasado. Pero también la cultura puede ser estudiada por la Antropología y la Historia, y la historia puede ser estudiada también por ambas disciplinas humanísticas o científicas, según sea su base de reflexión y desarrollo. En este sentido se relacionan mejor la cultura y la historia con la información y la comunicación de orden sistémico, cibernético, constructivista, si la Antropología y la Historia se mueven de las humanidades a la ciencia, y de ahí a las perspectivas más contemporáneas epistemológicas y metodológicas. Esto último parece ser el corazón de las diferencias, las semejanzas y las posibles relaciones. En tanto la cultura y la historia se miren desde las humanidades del siglo diecinueve, la relación con la información y la comunicación de finales del siglo veinte será difícil y en algunos casos incompatible. La hipótesis general aquí es que usando los mismos términos, las mismas palabras, aparecen distintas perspectivas de elaboración conceptual, distintos esquemas de construcción de la visión de lo social, y más allá. La Antropología y la Historia contemporáneas en método y epistemología de la Comunicología tenderán a mejor dialogar y a intercambiar información. Fuera de este escenario las dificultades aparecerán casi de inmediato, la abstracción de las perspectivas del siglo diecinueve tiene un orden semántico más apegado a versiones filosóficas o directamente ideológicas que no se comunican con visiones integradas de perspectivas antes separadas e incompatibles como las visiones críticas, dialécticas, metodológicas, científicas, sistémicas,  más propias del siglo veinte en sus últimas décadas.

       Cuarta. Comunicación e Información.

       Como aparece en párrafos anteriores, este par de nociones tienen un umbral bajo y uno alto. En el bajo se relacionan con el sentido común, y su aporte es el que permite el lenguaje natural tradicional que carga de significado a ambos términos. Ese es en buena medida el uso que le dan a ambos ámbitos conceptuales las ciencias tradicionales de la comunicación, y la Antropología y la Historia. En tanto las perspectivas humanísticas de la comunicación y la información en la Antropología y la Historia, y las ensayísticas y periodísticas de las llamadas ciencias de la comunicación, se mueven hacia el mundo científico detonado en parte por el positivismo, el neopositivismo y el post-positivismo, los significados se vuelven operadores dentro de un sistema de representaciones que permite actuar con eficiencia y eficacia desde lo simple hasta lo complejo. La comunicación y la información tienen algunas cualidades que las separan de la cultura y la historia. La primera que sobresale es su capacidad de representación sistémica de mundos dinámicos, operación que suele ser complicada para las visiones de representaciones más estáticas. En un segundo lugar está su cualidad abstracta, que permite moverse entre diversos sistemas representados con una visión que los hace semejantes en configuración y movimiento, dentro de sus diferencias también concebidas en forma conceptual y metodológica semejante. Lo que está en el telón de fondo de las semejanzas y diferencias de los dos pares elementales presentados, la información y la comunicación y la historia y la cultura, es la visión desde la cual operan. Pertenecen a ámbitos constructivos distintos, y se organizan y desarrollan en ámbitos distintos. Cuando esas visiones se mueven hacia un ámbito epistemológico y metodológico compartido, las diferencias desaparecen, y las semejanzas cambian de connotación. El tiempo y el espacio están representados de forma distinta en esas visiones generales, epistemológicas, detrás de palabras, nociones y conceptos. La hipótesis simple es que el espacio humanístico no se mezcla con facilidad con el científico, y que cuando si sucede los resultados son de un orden de complejidad mayor. Los conceptos de información y comunicación permiten la construcción de un ámbito común de trayectorias separadas en el siglo diecinueve, como es el caso de la cultura y la historia.

 

  1. Ámbitos de estudio y Programas de estudios. Espacios de relación entre lo diferente y lo semejante.

       El estudio de la cultura es patrimonio de la ciencia antropológica. No siempre fue así. En cierto sentido se podría afirmar que esa hegemonía la comparte incluso con presencia minoritaria ante la tradición de las bellas artes y la alta cultura. Para decirlo con claridad, cuando se habla de cultura se organiza en general un discurso que tiene su curso genealógico en la figura de las bellas artes y la cultura de elite, configuración que bien puede ubicarse en el siglo diecinueve, pero necesita referentes aún más antiguos. La ciencia antropológica, el discurso científico sobre la cultura aún tiene un buen trecho que recorrer antes de estar al centro del sentido común cuando de cultura se habla. Y mientras esto sucede en un campo discursivo que se ha diversificado a lo largo del siglo veinte, aparece la Comunicología como un tercer operador que propone otra vertiente más. Y la noticia no es menor. Las llamadas ciencias de la comunicación a partir de la denominación sociológica crítica de las industrias culturales, ha desarrollado dentro del propio pensamiento crítico y sobre todo detrás de la Economía Política crítica, una propuesta sobre la cultura que poco a poco se ha convertido en el centro del discurso académico sobre el tema, con diversos puntos de vistas, pero con una consistencia que llama la atención sobre la importancia determinante de los medios de difusión para comprender la cultura, esa figura del siglo diecinueve, hoy en día.

       Así que por lo menos tenemos tres grandes lugares desde los cuales se originan los discursos sobre la cultura hoy en día, la ciencia antropológica, la tradición humanística decimonónica y las llamadas ciencias de la comunicación. Por supuesto no son todas las voces que reclaman un lugar en la lucha campal sobre la definición de la cultura, pero son las que en principio aquí interesan para enfrentar el fenómeno de los llamados Estudios Culturales.

       Primero. La Antropología y los Estudios Culturales.

       Aquí se libra uno de los enfrentamientos más sugerentes en el nombrar a la cultura de los últimos veinte o treinta años. Como mencionamos antes la cultura es un espacio discursivo mucho más amplio que lo que la Antropología puede abarcar. Pero en el ámbito académico tiene una gran importancia. Los Estudios Culturales vinieron a ocupar un lugar que la Antropología no tenía, pero su relación con los conceptos, los métodos y las posturas antropológicas marcó un conflicto del cual no hay consecuencias graves, por lo menos no para los propios estudios Culturales o para el campo especializado en la cultura en lo general.

       La Antropología emerge entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Es hacia la primera mitad del siglo pasado que se consolida, y tiene su mejor momento en esos años. Después es un campo organizado y mundial que vive de sus financiamientos oficiales y sus agentes promotores, primero a partir del espacio de las colonias europeas, y después desde la mirada de la clase dominante a las clases dominadas en los mundos urbanos y rurales de los propios países colonizadores, los posteriores países dominantes, llegando a los propios países colonizados y las visiones de sus estratos indígenas y clases dominadas propias. La etnografía es su instrumento básico, y su intención la búsqueda de la transparencia en los usos y costumbres de los grupos y actores sociales ante la mirada de sus clases dominantes. Por supuesto que hay Antropología alternativa, crítica, pero la figura básica del mundo antropológico es la de su sustrato de emergencia en la mirada del los países hegemónicos sobre las poblaciones de sus colonias. En eso estaba la Antropología hace treinta años cuando llegaron los Estudios Culturales.

       Quizás no hubiera pasado nada interesante en la relación entre estos dos mundos si los Estudios Culturales sólo hubieran propuesto atender a un mundo emergente contemporáneo que la Antropología no estaba atendiendo. El mundo antropológico es tan conservador, como casi todo el mundo académico, que no hubiera percibido la presencia de su nuevo compañero de ruta en la observación de la cultura, salvo por la interpelación que realizan los Estudios Culturales y lo mal parada que queda la imagen de la ciencia de la cultura oficial.

       Los Estudios Culturales miran al mundo contemporáneo en toda su efervescencia casi explosiva de la diversidad y la pluralidad. La Antropología está dedicada a buscar identidades y mundos homogéneos puros e impolutos. Mientras unos se fascinan por el efecto de la globalización y la emergencia de actores, prácticas y nuevos objetos y símbolos, la otra se siente más segura y tranquila haciendo un recuento una y otra vez del inventario de los vestigios del mundo antiguo en el presente. Parecería que tienen dos vocaciones completamente distintas, la Antropología es una defensora del pasado en el presente, los Estudios Culturales son promotores del futuro en la actualidad. Quizás eso no hubiera sido suficiente para marcar un conflicto, pero lo que sucedió es que los Estudios Culturales no dejaron tranquila a la majestuosa, pomposa y arrogante institución antropológica.

       Los Estudios Culturales descalificaron a la Antropología y al mismo tiempo tomaron a la carta de su catálogo de dichos y formas lo que les pareció interesante para construir su propia mirada a lo cultural. La Antropología se sintió poco a poco interpelada, elaboró una defensa de su status, y continúo en su propio camino cuidando sus recursos y sus espacios ganados. Los Estudios Culturales han tenido problemas con su institucionalización, y cuando la han tenido ha sido muy semejante a la de la Antropología. El resultado es que en la actualidad se parecen mucho a lo que criticaron algún día, un status quo que se defiende, y que no cambia las fórmulas y gestos que le dieron el lugar ganado.

       Segundo. Las Bellas Artes y los estudios sobre la cultura.

       Las Bellas Artes son la figura más clara de la institucionalización de la cultura. En los ámbitos europeos y americanos el arte es la forma más clara de identificar y entender lo que es cultural y lo que no lo es. Es una genealogía de siglos, que tiene buena salud, y sigue promoviendo las mismas formas y manteniendo los mismos lugares, con algunas variantes. Los estudios sobre la cultura provenientes de este ámbito son nada científicos, en ese sentido tienen una enorme distancia de la Antropología o cualquiera otra opción científica sobre lo cultural. Lo suyo es el inventario y el prestigio. Cuando se estudia algo en el arte es para percibir la forma que se pretende mantener. Los Estudios Culturales también hacen ruido al mundo del arte.

       El arte, como la cultura, también es un objeto de los Estudios Culturales. Sucede algo semejante que con la Antropología, en cierto sentido sus juicios y apreciaciones se parecen a los de las Bellas Artes, pero sus compromisos no son los mismos, y por tanto se salen del molde, por lo menos en su primera emergencia en el siglo veinte. Los Estudios Culturales reivindican al graffiti, a la pinta callejera, al fanzin, al mundo juvenil de barriadas y de sectores marginados, al tiempo que reconocen las diferencias de género, étnicas, y de todo tipo. Las expresiones artísticas que reconocen las Bellas Artes no coinciden con las que reconocen los Estudios Culturales. De nuevo la cualidad de la novedad y la emergencia de los actores, objetos y asuntos observados y legitimados en el discurso.

       Y por otra parte está el público. Los Estudios Culturales se salen de las salas de arte y los palacios de la cultura, pero también los ocupan y los interpelan. Se mueven con soltura en diversos espacios sociales, lo que las Bellas Artes no pueden. Y la paradoja es que mucho de lo que ya hacían ciertos artistas y críticos de arte es cobijado y legitimado por los Estudios Culturales, en su postura de estar en todas partes y no permanecer atados a un lugar y una postura. Los Estudios Culturales son absolutamente contemporáneos y alternativos en este sentido.

       Tercero. La Comunicología y los Estudios Culturales.

       La tercera voz sobre la cultura, las llamadas ciencias de la comunicación, tienen un espacio de coincidencia muy grande con los Estudios Culturales, tanto que para muchos no hay una diferencia clara, son lo mismo. Ante esta percepción viene bien un poco de antecedentes. El campo académico de la comunicación tiene su emergencia en el siglo veinte, cuando más lejos en los Estados Unidos durante los años treinta y cuarenta, y en términos generales su emergencia masiva es hasta los años setenta y ochenta. El punto central en este apunte histórico es que lo que vincula al mundo académico de la comunicación con los Estudios Culturales es la tensión entre una muy emergente tradición y una aparente ruptura. El objeto de la centralización de las miradas académicas de la comunicación había sido en forma tradicional los medios masivos, primero, y las nuevas tecnologías de información y comunicación, después. Lo que descentra a este macro objeto casi absoluto son los Estudios Culturales. Y la paradoja es que la aparente ruptura parte del mismo centro del campo académico de la comunicación, los medios de difusión, pero mirados desde otras miradas y en relación a otros asuntos distintos a los tradicionales.

       El mundo académico de la comunicación en apariencia tiene una fuerte tradición en su relación con los medios de difusión y las nuevas tecnologías de información y comunicación. Esta reciente tradición se había mantenido en la dialéctica entre los apocalípticos y los integrados, los defensores y los detractores de estos aparatos y configuradores claves para la cultura contemporánea. Cuando aparecen los Estudios Culturales el discurso bipolar de pro o contra los medios y la tecnología y sus efectos, se mueve de las relaciones directas entre las empresas, las industrias culturales, y los consumidores, hacia los contextos y las relaciones que esta nueva ecología social y humana promueve en diversos nichos y con diversos actores. Algo que era un asunto de mercado o de política, como audiencias segmentadas, se torna para los Estudios Culturales en un tema central de la construcción contemporánea de la vida social. De esta manera los jóvenes, las mujeres, las etnias, y todos los grupos particulares de la estructura social, se convierten en objetos de estudio privilegiado. Esto sucede en primer lugar por la vía del consumo, pero pronto se asocia a asuntos políticos y simbólicos, que antes sólo habían interesado a los antropólogos en el caso de los países colonizados o no occidentales. Y esto no es Antropología, esa ciencia sigue ocupada en sus agendas tradicionales, y son los Estudios Culturales los que ocupan este espacio dejado por la Antropología, y junto con algo que se puede llamar Sociología Cultural, promueven una agenda de estudio sobre la cultura en un sentido urbano, contemporáneo, diverso, plural. Y en mucho son las industrias culturales y los medios los que detonan esta situación, junto con las reivindicaciones políticas de sectores específicos de la sociedad hasta entonces parcial o totalmente invisibles para las ciencias sociales.

       La cultura se pone al centro, la comunicación como transmisión de información a través de los medios, se transforma en configuración simbólica de nuevas identidades y prácticas sociales. Los Estudios Culturales y los estudios académicos sobre la comunicación social de nueva generación se unen en el mismo frente hasta casi confundirse del todo.

  1. La Comunicología Histórica  y los Estudios Culturales.

       El proyecto de la Comunicología posible, que inicia su desarrollo en el año 2001, está dividido en dos partes. Por un lado la investigación histórica sobre las fuentes científicas del pensamiento sobre la comunicación, la Comunicología Histórica, y por otro lado la configuración de una Comunicología General a partir de una propuesta constructivista y sistémica, que proponga un fondo de pensamiento complejo sobre el asunto. El proyecto mira en forma programática hacia el pasado, en dos fases. Por una parte la Comunicología Histórica nace como tal, según esta hipótesis de trabajo, a partir de los años treinta o cuarenta del siglo veinte. Pero por otra parte las fuentes de su configuración oficial en el campo académico especializado tienen sus raíces genealógicas en la primera parte del siglo veinte, en todo el siglo diecinueve, e incluso en el nacimiento de la ciencia moderna en el siglo dieciocho. Una de esas genealogías es por supuesto el estudio y conceptualización de la cultura.

        El proyecto de la Comunicología posible ensaya la configuración de una ciencia general de la comunicación, que de cuenta de todo tipo de fenómeno, incluyendo lo social y lo cultural. De ahí que en la dimensión histórica de sus antecedentes tome en consideración todo aporte científico que haya en algún momento hecho referencia a la comunicación, y por otra parte tome en cuenta todo lo que desde un punto de vista comunicológico se haya dicho sobre cualquier tema o asunto. Los Estudios Culturales son parte de ambos procesos de organización conceptual. Por una parte tienen su propia genealogía que enfoca temas que nombra como de comunicación social, y por otra parte forma parte de la historia de la Comunicología Histórica en el sentido que el campo académico de la comunicación asume a los Estudios Culturales como una manera de ver a sus objetos tradicionales, además de otros emergentes.

       El proyecto de la Comunicología posible tiene una propuesta histórica del desarrollo del pensamiento en comunicación en etapas, una de las cuales corresponde a los Estudios Culturales. La historia inicia en los años treinta en los Estados Unidos de América, ahí aparecen los medios de difusión como el objeto privilegiado, a partir de diversas miradas como la ciencia política, la propaganda, la persuasión, la psicología social. Después de este claro nacimiento la cosa no vuelve a estar tan clara hasta la aparición de los Estudios Culturales en Inglaterra en los años sesenta. Lo cual hace suponer que a grandes rasgos la historia de la Comunicología Histórica podría dividirse en una primera etapa dedicada a los medios de difusión, donde la llamada “mass communication research” está al centro. Y una segunda etapa donde aparecen los estudios culturales ingleses, donde los medios siguen siendo de gran interés, pero el trasfondo de la construcción simbólica-discursiva de la sociedad adquiere una prioridad mayor. La Comunicología Histórica se mueve de la focalización casi exclusiva en los medios a la visión más general sobre lo social y cultural entorno al análisis de la ideología primero y de las configuraciones subjetivas simbólico-semióticas de los diversos actores y grupos sociales después.

       En los Estados Unidos existen dos tradiciones en el campo académico de la comunicación, la que apunta a los medios y sus efectos, y la que apunta a la interacción social y sus efectos. De alguna manera los Estudios Culturales proponen integrar estas dos tradiciones en un solo frente de trabajo diversificado en temas y objetos, pero bajo una sola perspectiva. La noticia es buena y no tan buena. Los Estudios Culturales anglos trabajan a la carta, no tienen una configuración disciplinar ni metodológica estable. Pero se integran bajo la forma de una agenda que permite la diversidad de asuntos y objetos, bajo la perspectiva de que la cultura es lo importante. Digamos que el tránsito se da de la Sociología, la Ciencia Política y la Psicología a la Semiótica y la Antropología. Pero no es clara esta transición. La presencia de la ciencia en ambos escenarios no es sistemática, sino adecuada, selectiva. El campo de la comunicación no define un perfil nítido, se define por los objetos en los que se ocupa, y en tanto diversifica su atención se percibe a sí mismo enriquecido en composición y organización. Esto le adscribe su principal cualidad actual, la pluralidad de visiones, enfoques y temas, y la preferencia por objetos más que por perspectivas sistemáticas.

       Este cuadro sintético de los estudios académicos en comunicación en los Estados Unidos sirve de referencia para observar lo que sucede en otros ámbitos. La presencia de los EE. UU. es muy grande a nivel global en el campo de la comunicación. Las dos asociaciones internacionales tienen una dirección muy clara proveniente de su campo nacional y regional. En el caso de la ICA (International Communication Asociation) la hegemonía es completa. Y en caso de la IAMCR (Internacional Asociation of Mass Communication Research) es compartida con países europeos. Como sea la agenda internacional sobre la comunicación ha sido dictada en buena medida por el mundo anglo. Lo que sucede en su percepción académica afecta de manera mediata o inmediata a todo el orbe.

       El caso de América Latina es peculiar, el campo académico latinoamericano en comunicación nace en principio con el modelo del norteamericano, pero prácticamente desde un inicio busca rebelarse a esta sumisión mirando hacia Europa, o hacia otros campos académicos que se definen latinoamericanistas, como el caso de la Sociología crítica, o la Economía Política, también de referentes europeos casi en todos los casos. Es decir, nuestro campo académico latinoamericano en comunicación ha estado a través de su historia siempre construido por influencias extranjeras, en la tensión del campo político de izquierda y las coyunturas políticas regionales.

       Los Estudios Culturales tienen un lugar especial en estas circunstancias. La comunicación académica en América Latina nace propiamente en los años sesenta, con el antecedente en los cincuenta de luchas perdidas por políticas de comunicación masiva más populares y sociales. El primer referente de la emergencia del campo es la lucha política y una mirada dirigida hacia el campo académico de la comunicación más organizado, el de los EE. UU. y  el  europeo. Los norteamericanos llevaban ventaja por una generación, era lógico mirar hacia ellos en primer lugar. Pero también eran los norteamericanos el origen de todo mal en la propaganda de izquierda propia de la guerra fría. La izquierda vence en el campo latinoamericano, por lo menos en sus organizaciones mayores, como la FELAFACS (Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social), y la ALAIC (Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación). Queda como resultado de este triunfo político el vacío en lo propiamente académico. El discurso triunfante se sustenta en fragmentos de discurso marxista, pero no era suficiente la postura contraria a los medios de difusión que representaran intereses capitalistas norteamericanos  –la parte que le tocaba a la comunicación académica de la propaganda de la guerra fría- para sustentar en argumentos y visiones. En los años ochenta sucede algo que permite llenar ese vacío discursivo, aparece la figura de Jesús Martín Barbero. Lo que sucede entonces es un acontecimiento histórico. La Pedagogía salva a la Comunicología Histórica latinoamericana. El filósofo español-colombiano presenta una opción para la acción y el pensamiento en comunicación, que con un tono contestatario y en apariencia crítico, presenta una visión educativa de los medios y de los comunicadores. La América Latina de la izquierda política triunfante tiene un recurso más allá de la sola postura militante. Pero no mucho más.

       Los Estudios Culturales se habían desarrollado en Europa y en EE. UU. desde los sesenta y los setenta. Para finales de los ochenta y principios de los noventa surge en América Latina la versión tropical a partir de las banderas que habían aparecido con las posturas de Martín Barbero. Los Estudios Culturales latinoamericanos son de izquierda, pero no tanto, son contestatarios, pero tan militantes. La perspectiva de la cultura permite moverse del dogmatismo ideológico del determinismo de lo político y lo económico hacia otro frente, más flexible, menos duro. Lo que sucede a partir de ahí es una nueva historia, la hegemonía de la elite del campo latinoamericano es culturalista, pero sigue siendo dogmática y contestataria. El movimiento hacia el siglo veintiuno es de apertura a nuevos aires, incluyendo la aparición de una revisión crítica de lo sucedido, y un aprendizaje urgente de todo lo dejado de lado en nombre de los valores absolutos de la izquierda. Ya no hay guerra fría, el contexto latinoamericano es otro, el futuro está abierto para la ciencia y la reflexión sistemática.

       Como puede apreciarse los Estudios Culturales son muy importantes para el campo académico de la comunicación internacional y latinoamericano. En ese movimiento el contacto con el pensamiento teórico y metodológico sobre la cultura pasa por los Estudios Culturales anglos, la Antropología está fuera. La cultura llega a la Comunicología Histórica de nuestro subcontinente sin tocar a la Antropología ni a otras tradiciones humanísticas. El campo latinoamericano lee a la cultura desde su formación de izquierda militante, la cultura es importante por lo que representa la cultura popular, la cultura de las clases populares, la cultura de las clases sociales dominadas por el capitalismo internacional y sus versiones nacionales latinoamericanas. Esto marca su presencia en el mundo académico de la comunicación.

       Mientras esto sucede en el mundo de la comunicación académica, en el mundo de la Antropología latinoamericana los Estudios Culturales son a penas percibidos, sus agendas no les permite percibir lo que esta pasando. Y vuelve a ser el accidente del movimiento de la izquierda lo que los hace aparecer en escena. Pero los antropólogos no tienen la misma situación que los comunicólogos, ellos están en franco enfrentamiento entre la Antropología que trabaja para las agencias del estado capitalista, y la Antropología que trabaja para la militancia de izquierda. En ese enfrentamiento aparecen los estudios urbanos, necesarios para la perspectiva de clase del marxismo y su revolución por el proletariado. En ese espacio llegan a habitar los Estudios Culturales, que son sobre lo urbano, tienen un color de izquierda, un discurso marxista alternativo al político-económico. Y los antropólogos se vuelven hacia los Estudios Culturales fascinados por su agenda, más rica en objetos y asuntos que la Antropología tradicional o la Antropología marxista. La cultura de los culturalistas es atractiva a los antropólogos marxistas fatigados por el dogmatismo. Pero tanto la Antropología oficial no politizada en apariencia, y la politizada de izquierda responden. Analizan las propuestas de los Estudios Culturales, y al no encontrarlas lo suficientemente científicas o militantes las descalifican de inmediato. No sucede mucho más, las ciencias sociales latinoamericanas no asimilan a los Estudios Culturales como lo hizo la Comunicología Histórica.

        

  1. Abriendo la agenda de reflexión sobre la comunicación y la cultura.

       La comunicación y la cultura tienen varias vetas genealógicas en su relación. Unas parten de las ciencias sociales, en particular de la Sociología y la Antropología, otras de la tradición de las Humanidades y de las Bellas Artes, otra es la de los Estudios Culturales. Quizás la otra genealogía no nombrada hasta ahora y que tiene un papel clave es la religiosa eclesiástica. Cada una de estas genealogías tiene una importancia particular, y es pertinente investigarlas para mejor entender su entramado y por tanto adquirir una mejor comprensión de lo que somos. De todas las genealogías la más evidente, por su presencia actual y su vigencia, es la de los Estudios Culturales. Quizás sería lo mejor iniciar por ella para ir incorporando las otras poco a poco en su desdoblamiento histórico.

       Desde la perspectiva de la Comunicología posible los Estudios Culturales son claves para comprender la etapa reciente de la Comunicología Histórica. Y por otra parte son necesarios para la construcción de una Comunicología General aún por construir. En ese camino aparecen dos sendas, una que nos lleva hacia el pasado y al reconocimiento de las fuentes y los momentos de lo que antecede a lo que ha sucedido en las últimas dos décadas, y otra que nos lleva hacia el futuro, en la necesidad de buscar más fondo en esas fuentes y en otras para enriquecer esta relación así conformada entre la comunicación y la cultura.

       Hay algo más que agregar antes de terminar por el momento este ensayo. La comunicación y la cultura son muy cercanas desde cierto punto de vista, las genealogías así lo señalan, pero son incluso contrapuestas desde otros puntos de vista, las visiones sistémicas más contemporáneas así lo muestran. Así que ambas caras de la moneda vienen bien para tener un cuadro completo del asunto. Por una parte lo que nos llevaría a una mejor asociación conceptual constructiva entre las genealogías de ambos campos discursivos. Y por otra parte lo que nos llevaría a una negación de la genealogía general de la cultura por una afirmación que la niega y la supera en complejidad y posibilidades analíticas y constructivas en la comunicación. Los dos movimientos son simultáneos y complementarios, es de esperar que ofrezcan buenos frutos en un futuro cercano.


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Jesús Galindo Cáceres

Doctor en Ciencias Sociales, maestro en Lingüística y licenciado en comunicación. Fundador del doctorado en comunicación de la Universidad Veracruzana (2001). Autor de 23 libros y más de doscientos artículos publicados en trece países de América y Europa. Profesor en Argentina, Brasil, Colombia, Perú, España y México. Miembro de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación (AMIC) desde 1982. Miembro del Programa de Estudios sobre las Culturas Contemporáneas (Programa Cultura) desde 1985. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (SNI-CONACYT) desde 1987. Coordinador del Grupo de Acción en Cultura de Investigación (GACI) desde 1994. Miembro de la Red Cibercultura y Nuevas Tecnologías de Información y Comunicación (RECIBER) desde 2003. Promotor de la Red de estudios en teoría de la comunicación (REDECOM) y del Grupo hacia una Comunicología posible (GUCOM) desde 2003. http://www.geocities.com/comunicologia_posible


 

 

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