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SOBRE MEDIACIONES Y MEDIATIZACIONES: EL FENÓMENO DE LA OPINIÓN PÚBLICA Y LA NECESARIA COMPLEMENTARIEDAD DE LOS APORTES DISCIPLINARIOS PARA SU ABORDAJE. RECORRIDO POR ALGUNAS PERSPECTIVAS CONTEMPORÁNEAS CLAVE

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Por: Ana Pamela Paz
Número 66

Resumen

Se presenta el mapeo de algunos aportes clave en la interpretación de la dinámica de la opinión pública al interior de las democracias contemporáneas, señalando las diversas estrategias de abordaje puestas en juego por cada perspectiva e invitando a la reflexión sobre el valor de una mirada transversal, considerando el estado actual de las investigaciones teóricas y empíricas sobre el tema. Asimismo, se destaca que los conceptos trabajados se inscriben dentro de un contexto de exploración y significación más amplio donde dos cuestiones interconectadas son indagadas: por un lado, la mediatización en tanto proceso que desde la comunicación social produce transformaciones en el espacio político, y por otro, la opinión pública en tanto fenómeno sociológico, cuyo carácter abstracto comienza a materializarse al reflexionar sobre sus procesos de producción y re-producción (su dinámica) como problemática focal.


Abstract:
Is presented a map of some key inputs in the interpretation of the dynamics of public opinion inside contemporary democracies, by pointing out the various strategies put in play by each one of these perspectives and also by inviting to reflection about the value of a transverse look, considering the current state of theoretical and empirical research on the subject. It is also emphasized that the worked concepts fall within a wider context of exploration and significance where two interconnected questions are inquired: on one hand, the mediatization as a process wich from social communication produces transformations in the political arena, and in the other hand, the public opinion as a sociological phenomena, whose abstract nature begins to be materialized by reflecting about their production and reproduction (dynamics) as a focal issue.

  • Palabras clave / Keywords:

Opinión Pública – Mediatización – Democracia.
PUBLIC OPINION – MEDIATIZATION – DEMOCRACY.


“Sobre mediaciones y mediatizaciones: el fenómeno de la opinión pública y la necesaria complementariedad de los aportes disciplinarios para su abordaje. Recorrido por algunas perspectivas contemporáneas clave”.

Teniendo en cuenta la porosidad de los límites entre los distintos campos disciplinares como condición constitutiva de la producción de conocimiento en ciencias sociales, esta tendencia se ve reforzada al interior de los abordajes teóricos y empíricos relevados en un espacio de indagación intermedio entre las sociologías política y de los medios masivos de comunicación.

Para la elaboración del presente trabajo se adoptaron como herramientas de exploración buscadores e índices de textos completos disponibles tanto en hemerotecas científicas accesibles por Internet1como en los catálogos de algunas bibliotecas físicas y virtuales especializadas 2, examinando antecedentes en un sentido amplio: partiendo del concepto de opinión pública y observando su vinculación con otras problemáticas conexas trabajadas tanto en Argentina como internacionalmente, durante los últimos 5 años. El recorrido así planteado se encuentra entonces con un continuum de enfoques sobre cuyos extremos se distinguen, por un lado, perspectivas macro donde se advierte un uso más estructural o abstracto del término opinión pública, y por otro enfoques de tipo micro-sociológico, donde ésta es materializada en procesos psico-sociales dentro de los cuáles la influencia mediática se ubica performando la lógica política. En primer término, se advierte una lectura de la opinión pública como elemento disruptor en lo que hace al funcionamiento de las instituciones más tradicionales de la política democrática, en virtud de los cambios registrados en las características de la ciudadanía y la creciente intermediación de los medios de comunicación, que introducen modificaciones de forma y fondo en el espacio público. Atravesando por enfoques mixtos o integrados, en segundo lugar puede apreciarse una visión de la opinión pública con un menor grado de autonomía, entendiéndola como fenómeno altamente dependiente de la dirección que la lógica mediática y política impriman a estos procesos.

 

Participación electoral, gobernabilidad  y cultura política.

Desde una perspectiva macro-estructural, durante la última década han proliferado los análisis de política comparada entre los países latinoamericanos, procurando construir criterios objetivos para medir la calidad de los regímenes democráticos vigentes. En Chile, esta línea de investigación se ha extendido no sólo con el trabajo de consultoras como la corporación Latinobarómetro, conocida internacionalmente por sus anuarios estadísticos regionales, sino también a partir de estudios académicos realizados en colaboración con instituciones internacionales interesadas en la evolución política de la región.

            Tal es el caso de Altman y Luna (2007), cuyo estudio fue desplegado con base en los criterios e información estadística de LAPOP (Latin American Public Opinion Project). Este proyecto, diseñado y conducido por la Universidad de Vanderbilt desde el año 2004 mediante el uso de encuestas comparativas, ha acumulado vasta información estadística sobre la mayoría de países latinoamericanos. Considerando la cultura política como factor condicionante del desempeño político-institucional de una sociedad, el proyecto LAPOP adopta como variable central la “legitimidad democrática” asociándola a la estabilidad democrática3: “la conjunción de niveles de confianza y tolerancia altos se traduce en la presencia de un escenario favorable respecto de la presencia de una democracia estable” (Seligson y Booth, 1993:14 citado por Altman y Luna, 2007:15). Bajo este enfoque, la opinión pública forma parte de un complejo actitudinal y desde una orientación de análisis cuantitativa es dimensionada mediante un “índice de tolerancia”, construido a partir de los grados de aprobación o rechazo respecto de las orientaciones o expresiones políticas contrarias a las manifestadas por los propios sujetos encuestados. Este índice combinado con otro de “apoyo al sistema institucional” –que verifica las percepciones ciudadanas respecto del sistema jurídico, el voto y los derechos políticos–, permite la obtención de una medida del nivel de apoyo general al régimen político: cuando la tolerancia es baja y el apoyo institucional alto, se estaría en presencia de actitudes favorecedoras del autoritarismo, mientras que cuando ocurre lo opuesto (tolerancia alta y apoyo bajo) se trataría de una “democracia inestable” y cuando ambos indicadores son bajos, de una “democracia en riesgo”. Siguiendo estos criterios metodológicos, Altman y Luna (2007) concentran su estudio en el año 2006, como momento de coincidencia histórica entre los calendarios eleccionarios de gran parte de los países latinoamericanos. Desde esta plataforma de observación y proponiendo la realización de una crónica anual comparativa de los procesos políticos regionales, los autores centran su atención en el “creciente nivel de desafección política”, dentro de un conjunto de “deficiencias internas” en el nivel de gobernabilidad democrática tales como la extrema presidencialización de las elecciones generales, la atomización de las legislaturas (de oposición multi-partidaria fragmentada) y el poder ministerial hegemónico de los gobiernos de partido.

El problema de la desafección cívica como “tema que corta lo institucional y lo actitudinal” (Altman y Luna, 2007:25) atraviesa el tratamiento que se hace de la opinión pública, como opinión de la ciudadanía directamente asociada a la sustentabilidad democrática, dejando al margen del análisis las instancias de poder e influencia vinculadas a su dinámica social contemporánea como es el caso de los medios masivos de comunicación. Otros enfoques centrados en el análisis del comportamiento electoral toman en consideración esta influencia mediática, pero todavía desde un punto de vista instrumental limitado a la evaluación de la eficacia simbólica de los medios, en tanto instituciones intermediarias en las estrategias del marketing político y sin considerar otras aristas de su accionar.

            En esta dirección, Fernández de Mantilla (2003) desarrolla un análisis de caso referido al comportamiento electoral en los comicios por una alcaldía metropolitana en Colombia. Como estrategia de abordaje la autora propone un modelo mixto desde el cuál interpretar el comportamiento electoral a partir de características sociales, actitudes políticas y motivaciones producto de los efectos de las campañas políticas, desplegando un análisis descriptivo y longitudinal mediante encuestas (previas, simultáneas y posteriores a la fecha de votación) basadas en una matriz predeterminada de razones de voto 4y un seguimiento de campaña sobre cinco categorías: estructura organizativa, programa de gobierno, gira promocional, tratamiento informativo y estrategias publicitarias.

Si bien su investigación se concentra en los factores que condicionan las preferencias electorales, distanciándose de un enfoque socio-político más amplio como el del presente trabajo –al preguntarse por los efectos de la mediatización como proceso social con consecuencias transformadoras sobre lo político, particularmente visibles durante los procesos electorales pero no agotables allí–, el abordaje de los procesos decisión en tanto instancias psico-sociales señala importantes claves interpretativas. Previa discusión de la historia y trayectoria de los estudios sobre el comportamiento electoral (desde la década del ’40 con el estudio de Lazarsfeld sobre los grupos de referencia, hasta comienzos de los ’60 con la teoría del cálculo racional de Downs), la autora destaca la operatividad del concepto de “representaciones sociales” planteado por Moscovici y profundizado luego por Jodelet, para comprender la “manera en que los sujetos aprehenden los acontecimientos” desde “modalidades de pensamiento práctico orientadas hacia la comunicación, la comprensión y el dominio del entorno social, material e ideal” (Moscovici et al., 1986:474-475 citado por Fernández de Mantilla, 2003:154).

 

Nuevo espacio público y transformaciones en las condiciones de intersubjetividad.       

Ingresando al terreno de la comunicación masiva, la discusión acerca de la sostenida mediatización de los procesos socio-políticos y su impacto en la dinámica de la opinión pública, se enriquece con la inclusión –desde una perspectiva microestructural– de los fenómenos de cognición, representación e imaginación social, entre otros procesos subjetivos susceptibles de ser reflexionados a partir de su enraizamiento en lo colectivo. En este sentido, en diversas investigaciones latinoamericanas se discute la emergencia de un “nuevo” espacio público en la dinámica política actual5, transformada ésta en su lógica constitutiva a partir de los cambios en las tecnologías de comunicación, que operan re-configurando supuestos y valores básicos del sistema democrático. En algunos trabajos desarrollados en México, se destaca la pérdida de vigencia del modelo clásico de ciudadanía, tradicionalmente sustentado sobre un espacio de interacción y búsqueda de consenso en tanto fundamento de la república democrática.

Para algunos autores, el espacio público se desarticula peligrosamente sin interacción y confrontación de ideas en co-presencia con el otro, al producirse la construcción de una “sociedad aparte” fuera del campo de acción efectivo de la ciudadanía. Claramente esta circunstancia introduce fuertes contradicciones dentro de la lógica representativa, dado que “ninguna de las constituciones democráticas presupone que los actos constitutivos de la voluntad política puedan ser producidos en una situación que separa la comunicación de la participación” (Rizzi, 2003:117). La mediatización “aumenta la posibilidad de conectarse, pero aminora la posibilidad de mediación social” por lo que “la intervención en la realidad deviene virtual” (Rizzi, 2003:101) y en un “doble movimiento de uniformización y privatización del mensaje” se genera un déficit de reciprocidad, una “desarticulación de la implicación antropológica necesaria en el acto comunicativo” a partir de la vigencia de una asimétrica “situación no dialogal” (Rizzi, 2003:114).

Para otros autores, los marcos de comunicación mediática directamente “quiebran” el espacio público político, a partir de una acción modeladora que opera sobre la política en un proceso de doble sustitución: primero, de la representatividad política por la opinión pública, cuya función deviene en meramente “discursiva”; y segundo, de ésta última por opiniones mediáticas, reemplazando la discusión en la formación de la voluntad electoral. La sociedad reconoce como su opinión pública aquella reflejada por los medios masivos, cuando lo que se transmite en la práctica es “una construcción mediática que en muchos casos prescinde de los públicos, ya que su pretensión es precisamente que los mismos adhieran a lo que aquellos ofrecen como su imagen” (Ortega, 2003:82).

            Con énfasis en la necesidad de construir una epistemología de los procesos mediáticos en tanto “locus privilegiado” de la mediación y mediatización del sentido, desde una óptica menos filosófica y más sociológica sustentada en una integración de teorías sistémicas neo-funcionalistas y enfoques fenomenológicos, el colombiano Sierra (2005) señala cómo con la acción de los medios masivos la opinión pública se vuelve “sentido común de sociabilidad”. Teniendo en cuenta que esta “mediación social mediatizada” entraña un trabajo de re-construcción signado por una lógica de “circularidad” bajo criterios de “autorreferencialidad”, en la construcción social de la realidad se observa que tienen lugar procesos complejos no lineales sino “reticulares”, donde los medios masivos operan bajo una “racionalidad propia que los hace configurarse como una forma de dar sentido al mundo” (Sierra, 2005:63).

Cobran relevancia entonces tres cuestiones clave señaladas y trabajadas en común por diversas perspectivas: la estructura reticular de las lecturas de la opinión pública, donde se articulan representaciones/percepciones individuales/colectivas; la autorreferencialidad característica del proceso de re-construcción y comunicación de la realidad operado por los medios masivos; y por último, la condición de visibilidad - opacidad constitutiva de toda producción ideológico-discursiva mediadora respecto del contexto social.

 

Opacidad, reticularidad y autorreferencialidad en la construcción de sentido social.

En cuanto a los códigos operativos en esta construcción social de la realidad, también desde una perspectiva sistémica pero más orientada a la semiología, existe en Chile una línea de investigación para la cual la opinión pública concretamente es un “imaginario social”. Aunque elevada a la categoría de institución, en virtud de un histórico “proceso de construcción cultural” de un discurso hegemónico que ha facilitado esa legitimación, para este enfoque lo que en la práctica existe es “un discurso que dice que existe algo llamado opinión pública que actúa como un instrumento de cohesión y como pilar de la democracia, indispensable para el buen funcionamiento del sistema político vigente” (Dittus, 2005:70). Considerando esta articulación entre discursos e imaginarios, este enfoque se conecta con los estudios del Grupo Compostela de Estudios sobre Imaginarios Sociales (GCEIS) de la Universidad de Santiago de Compostela, donde J. L. Pintos ha desarrollado una “teoría de los imaginarios sociales”, en tanto “esquemas” cuyo modo de operar se produce “generando formas y modos que fungen como realidades” (Pintos, 2005:46). Desde los medios de comunicación, la realidad social se construye mediante un “meta-código relevancia / opacidad”:

“Si hay alguna analogía que nos pueda ayudar a entender el concepto expresado sería la de los lentes o anteojos. Los imaginarios tendrían una función semejante, ya que nos permiten percibir a condición de que ellos –como los lentes- no sean percibidos en la realización del acto de visión… Los imaginarios operan con una distinción que es su punto ciego, la distinción entre relevancia y opacidad” (Pintos, 2003:27).

Desde una perspectiva fenomenológica, este código señala una “distinción” entre dos polos: uno “positivo”, que define lo relevante y en virtud del cual “la realidad se autorreferencia en el campo de lo existente”, y otro “negativo”, que define “lo que queda fuera, lo que no aparece, lo ocultado u obviado, lo que se pretende que no tenga realidad, pero sin lo cual no hay realidad posible” (Pintos, 2005:45). Respecto de la estructura reticular de la opinión pública y considerando la importancia de recuperar el sustrato psico-social de los procesos de opinión, en coincidencia con el razonamiento de Sierra (2005), se destaca la interconexión entre los niveles macro y micro-sociológicos para el estudio del fenómeno de la mediatización:

“[…] la dinámica de los procesos mediáticos se deriva de la dinámica de la sociedad tanto en lo macrosociológico –en cuanto los medios son estructuras estructuradas y estructurantes en constante dinámica de cambio social– como en lo microsociológico, como contexto de sociabilidad e interacción donde el individuo y sociedad son una misma materia en interrelación permanente” (Pissarra Esteves, 1998 citado por Sierra 2005:65).
Existe un relevamiento sistemáticamente realizado en Francia desde los años ’80 por Agoramétrie (Association pour l'étude des structures de l'opinion), que ha logrado demostrar la persistencia de dichas estructuras reticulares sobre las que las redes de opinión se sustentan.

            Con un objeto de estudio distinto de los procesos electorales (cual es las percepciones sociales sobre el conflicto social) y aplicando un análisis de correspondencia para medir el cambio de actitudes a través del tiempo, sobre una muestra representativa tanto de las opiniones de los ciudadanos como de las informaciones publicadas por medios masivos, se ha podido diferenciar una “estructura reticular” de la opinión pública persistente y de hecho repetida cada año con muy pocas modificaciones en sus vínculos (y oposiciones) contextuales: “redes específicas de opinión [sobre conflicto social] se pueden asociar con individuos, grupos sociales o generaciones y los vínculos de la red muestran una fuerte resistencia al cambio a lo largo del tiempo” (Van Meter, 2004). Si bien desde la perspectiva de este grupo de investigación francés se considera que los resultados de estas investigaciones han tenido escasa repercusión en la sociología anglosajona y las corrientes de investigación mayoritarias nucleadas en torno a los estudios empíricos norteamericanos, esto no ha impedido que el método propuesto se aplicara en otras partes del mundo como Europa del Este, Rusia, Lituania y Costa Rica, encontrando resultados similares en virtud de cuestiones troncales indicativas de “un mapa topográfico básico en el que la sociedad proyecta cómo ve el conflicto social” (Van Meter, 2004:11) y cuyos puntos de referencia principales, más allá de las especificidades contextuales, muestran en todos los casos un cambio de posición relativamente lento.

 

Efectos performativos del discurso mediático.

            En cuanto al cambio de actitudes en la opinión pública, como parte de una dinámica social donde los medios y su “interés informativo” performan la agenda de discusión pública, autores latinoamericanos como A. M. Miralles (2006) enfatizan el rol del “periodismo público” por oposición al concepto de “periodismo objetivo” históricamente predominante en los modelos liberales de comunicación y democracia. En el marco del proyecto “Voces Ciudadanas” de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, Miralles y su equipo investigan el rol del periodismo como formador de opinión pública, considerando la formación de la ciudadanía como público en tanto una responsabilidad institucional fundamental y una actividad radicalmente distinta de la mera construcción de audiencias.

Con esta idea se discuten “diez problemas de la opinión pública” cuyas implicancias podrían resumirse como sigue: visibilización sesgada de las noticias desde una visión del poder, sistema bipolar de información (dos únicas versiones mutuamente contradictorias), abstracción de la opinión pública producto de los sondeos que la “hacen hablar”, predominio de audiencias y no públicos autónomos, confusiones sobre “lo público” (en tanto “lo publicable”, “lo estatal” o lo meramente “físico-espacial”), doctrina del objetivismo (dogma de la información como “espejo” de la realidad), predominio de un concepto de “verdad revelada” negando su calidad de construida, y existencia de múltiples presiones (externas, por monopolios, e internas por el autoritarismo imperante en las redacciones). Ante este diagnóstico, por medio de estrategias comunicativas e informativas que tienden a colocar los sucesos políticos en el contexto de las experiencias cotidianas y ampliando la complejidad de estas situaciones al presentar a la ciudadanía distintas posiciones, el “periodismo público” podría producir un proceso democrático de opinión pública que contuviera los siguientes elementos ideales: “un espacio público, temas que capten la atención del público, información que alimente el debate, participación del ciudadano común, debate propiamente dicho, identificación de consensos, visibilidad pública, agenda ciudadana, interlocución con el poder y seguimiento periodístico” (Miralles, 2006:116).

A partir de la consolidación de los procesos de democratización en la región, la discusión continúa centrándose muy fuertemente en la relación medios - democracia, como tensión estructural que da cuenta de la complejidad creciente en la trama política y comunicativa de las sociedades contemporáneas. Realizando un balance sobre la institucionalización de la investigación en comunicación en América Latina entre la década del ’60 y mediados de los ’80, Marques de Melo (1987) anticipaba ya la singularidad latinoamericana en este campo, señalando la “politización” de los enfoques emergentes, para los cuáles la problemática comunicativa podía orientarse “al servicio” de la dominación o emancipación:

“Esa politización de la investigación en comunicación –que rompe con la aureola de neutralidad científica– fue sin duda el paso al frente que dieron los investigadores latinoamericanos y que ha influido significativamente a sus compañeros norteamericanos y europeos para que revean los postulados que les orientan” (Marques de Melo, 1987:68).

Los medios masivos de comunicación hoy constituyen “recursos potenciales de poder” que pueden o no ser utilizados democráticamente, considerando el prevalecimiento de una razón mercadotécnica que ha marcado una tendencia a la organización de estos medios sobre la base de una “matriz de centralizaciones”, considerando la “capacidad de unos pocos, concentrados geográficamente en unos pocos lugares, de emitir mensajes para los muchos” (Sánchez Ruiz, 2005:98). Esta preocupación por la economía política vigente detrás del poder de configuración de los productos periodísticos, también parece comportar (aunque más recientemente) un eje de reflexión importante en el campo de la economía pública: se observan coincidencias entre los trabajos de Petrova (2007) y Corneo (2005), quiénes desde distintos contextos de producción académica (Estados Unidos y Alemania), arriban a conclusiones conexas respecto de la “captura mediática” (media capture).

En la “teoría de la captura mediática” de M. Petrova, los sectores económicamente poderosos pueden influenciar la información publicada en los medios a un determinado costo y de esta manera, dicha captura “se convierte en una posibilidad de subversión institucional usada por los ricos, para quedarse con los  beneficios en la lucha por los recursos de una economía” (traducción propia de Petrova, 2007:186). Concentrando su estudio sobre la oferta mediática, esta autora explica los sesgos en los productos mediáticos a partir de una consciente manipulación de propietarios y editores. Tomando como objeto de análisis el apoyo de la opinión pública a los recortes presupuestarios en las políticas sociales, Petrova señala que el votante promedio puede confundir su propio interés (en tanto beneficiario potencial de dichas políticas) como resultado de una campaña informativa desplegada por los sectores poderosos. Por otra parte, el poder económico se haya en posición de influir de múltiples maneras, desde la inversión empresarial hasta el pago de publicidad política, impactando mediante un “efecto de adoctrinamiento” de las preferencias públicas como es el caso, por ejemplo, de la percepción social de un sistema de impuestos estudiada detalladamente en el texto de la autora (Petrova, 2007:187).

Las correlaciones estadísticas del modelo de Petrova muestran que la alta desigualdad se haya asociada a la baja libertad de prensa y que este efecto paradójicamente muestra mayor fortaleza en los regímenes democráticos, ya que en condiciones de autoritarismo los sectores de poder poseen mayor diversidad de canales para extender su influencia. De manera coincidente, aunque en virtud de un estudio desarrollado con anterioridad, G. Corneo (2005) señala que esta manipulación ocurre con mayor probabilidad en una democracia, si la sociedad se encuentra polarizada en “grupos con preferencias extremas” que “no se ven beneficiados por una democracia bien informada porque sus preferencias distan considerablemente de aquellas del votante promedio [y] tienen incentivos relativamente más fuertes para corromper los medios con miras a influir en el proceso político” (traducción propia de Corneo, 2005:48).

Corneo (2005) desarrolla un modelo analítico distinto metodológicamente del de M. Petrova (edificado sobre un estudio de probabilidades) y adoptando como supuestos la existencia de “una multiplicidad de agentes privados que pueden capturar los medios, votantes con intereses conflictivos y una industria mediática monopólica” (Corneo, 2005:39), concluye en que un alto nivel de concentración de la riqueza aumenta la probabilidad de “captura mediática”. Los mensajes comunicados por los medios masivos a la ciudadanía “tienen un tremendo impacto sobre los procesos colectivos de decisión”: mediante la “presentación de algunos hechos y la omisión de otros, en la elección del énfasis y por la confianza depositada en los comunicados de prensa y la opinión de expertos” los medios se hayan en posición de manipular las creencias y el voto del electorado (traducción propia de Corneo 2005:37). De esta manera, en las características de la estructura económica pueden leerse patrones respecto de las diferentes formas de “captura mediática”, bajo unas condiciones de falta de pluralidad sobre las que descansa toda influencia asimétrica de la información.

            Volviendo a la óptica latinoamericana, particularmente desde los ’90 se observa con preocupación el desempeño de los medios masivos de comunicación en el proceso de reconstrucción de una cultura democrática, cuyo modelo de difusión se asienta en un escaso aporte de las noticias a la formación ciudadana. Produciendo información bajo la lógica del rating y el entretenimiento se fomenta el “escepticismo social” en torno al sistema democrático y a las propias expectativas ciudadanas de participación en él:

“Poniendo énfasis en la presunta ‘inutilidad’ de la actividad parlamentaria y enfatizando generalmente en cuanto a su alto costo, hemos observado desde apelaciones al ridículo de sus integrantes hasta la promoción de la abstención electoral del ciudadano convocando a votar en blanco o sugiriendo la provocación intencional del voto nulo, en comicios donde debían renovarse las cámaras legislativas” (Zukernik, 2005:110).

En paralelo a la creciente tendencia a la apatía, se advierte la existencia de un proceso de despolitización de la ciudadanía: los partidos políticos encuentran dificultad para construir una diferencia competitiva, ya que ante la redundancia en que caen muchas estrategias de marketing político la población tiende a adoptar ciertos filtros dando por implícito que en los procesos eleccionarios “los medios eligen a sus propios candidatos”. No obstante, en una paradójica tendencia a la auto-ponderación, en los sondeos de opinión con frecuencia “la gran mayoría de los ciudadanos cree que los medios influyen sobre los demás, pero no sobre el propio encuestado” (Zukernik, 2005:117). El comportamiento electoral se halla cada vez “menos asociado a factores estructurales –clase social, variables sociodemográficas, identificación partidaria, socialización política, tradición familiar– para dar paso a factores coyunturales –imagen de los candidatos, evaluación de gestiones gubernamentales, posturas políticas, campañas desarrolladas, crisis puntuales, estilos de vida–” (Fara, 2005:80-82). Con miras a captar esta actitud personalista de los votantes, los actores políticos organizan sus campañas en torno a un “issue coyuntural y electoralmente relevante”: un tema con potencial para atrapar la atención de la opinión pública y sobre el cual se procura construir una fuerte presencia mediática. Tales temas ayudan a posicionar valores subyacentes respecto de problemas sociales del momento con los que la opinión pública se identifica y al destacarlos (priming) o enmarcarlos (framing), los medios influyen en las valoraciones sobre candidatos o alternativas” (Kitzberger, 2005:19).

            En este punto recuperan vigencia las conclusiones de los estudios mediológicos basados en la hipótesis de la “agenda - setting”. Sintéticamente, éstos postulan que el poder de configuración resultante de la visibilidad selectiva que los medios masivos aplican sobre los acontecimientos sociales, opera determinando una distribución efectiva de la opinión pública que “se regula y se adapta sobre la reflejada por los media, según un esquema de profecía que se autoverifica” (Wolf, 1996:163). Dentro del recorte informativo condicionado por la organización y rutinización de la tarea periodística, los medios presentan a la ciudadanía los temas discutibles y pensables. En la medida en que los ciudadanos no se hallen en condiciones de proveerse de otras fuentes de experiencia y conocimiento, el control social de las representaciones queda establecido con frecuencia dentro del campo hegemónico indicado por la cadena de sentido discurso político - discurso mediático. 

            Respecto del impacto cognitivo de estos procesos psico-sociales, M. Aparicio (2005) profundiza sobre los efectos de homogeneización derivados de la influencia de los medios de comunicación, en tanto condicionantes (junto a otros factores institucionales) de una “receptividad diferencial” de las noticias e informaciones. Con base en un muestreo estratificado, aleatorio y sistemático de graduados, desertores y alumnos de la Universidad Nacional de Cuyo en Argentina –obtenido por un relevamiento en dos instancias (legajos institucionales y encuesta domiciliaria)– junto a una selección de noticias circunscripta al plano gráfico visual de diarios provinciales y nacionales representativos de distintas líneas editoriales, esta investigadora pone a prueba una hipótesis central: “la agenda de los media incide en la conformación de los mapas mentales contribuyendo a la homogeneización cualitativa” (Aparicio, 2005:144). Entre los resultados más significativos se verifica un fuerte alineamiento de la agenda del público con la de los medios, al observar que “el público no piensa sobre aquello que los media no muestran” actuando “casi como un drogado cultural” que elige pero “dentro de lo que se le ofrece” (Aparicio, 2005:148). Dentro de los límites de la oferta mediática, emerge una “lectura referencial y/o crítica” conforme al sistema de creencias y valoraciones personales (que oponen un “filtro” en la recepción) según el nivel educativo, grupos de referencia, expectativas, temáticas y conflictos societales (en tanto “contexto institucional”). Sumado a esto, el estudio constata una preocupante falta de conciencia reflexiva: la mayoría de los sujetos coincide en reconocer el poder de los media pero “no llegan a percibir que desde los media se puede condicionar el pensamiento, moldear la mente” (Aparicio, 2005:149). Sobre este punto, se advierten similitudes entre estos resultados y las conclusiones de Zukernik (2005) respecto a la tendencia a la auto-ponderación de la opinión pública antes referida.
           
A partir de estas investigaciones puede delinearse una comprensión de las informaciones periodísticas en tanto productos comerciales y políticos, indicando su condición de recortes de la realidad visibilizados por el poder de selección de la comunicación masiva. Con esta perspectiva, para la comprensión del rol de los medios masivos de comunicación en la dinámica de la opinión pública política y en un marco de abordaje transdisciplinar que permita integrar aportes tan valiosos y disímiles como los abordados hasta aquí, por último cobra especial relevancia el reciente trabajo de Scheufele y Tewksbury (2007) en procura de un enfoque integrado de los efectos mediáticos. Posicionados en un nivel de meta-análisis, estos autores destacan las conexiones entre las teorías de la “agenda-setting”, el “priming” y el “framing”, comparando e integrando sus respectivos aportes a la investigación sobre tres cuestiones centrales: cómo los mensajes de las noticias son creados, cómo son procesados y cómo se producen sus efectos.

Con la aparición en los ’70 de la hipótesis de la “agenda-setting” propuesta por McCombs y Shaw (1972) y con la difusión entre los ’80 y los ’90 de los enfoques del “priming” y “framing”, se abre paso una nueva etapa en los estudios sobre la comunicación política y los efectos mediáticos al enfatizarse que tales efectos “dependen fuertemente de las predisposiciones, esquemas y otras características de las audiencias que influencian la manera en que los mensajes de los medios masivos son procesados” (traducción propia de Scheufele y Tewksbury, 2007:11). Siguiendo a estos autores, las contribuciones de los tres grandes enfoques pueden apreciarse complementarias y aunque distinguiendo a la “agenda-setting” y el “framing” como vertientes de mayor amplitud, desde su intersección en la práctica se informan gran cantidad de estudios contemporáneos. El “priming” forma parte de las rutinas periodísticas de definición de la información publicable, mientras que el “framing” introduce específicamente el problema del tratamiento informativo y su impacto en el procesamiento cognitivo de las audiencias, con lo cual se recupera nuevamente la dimensión psico-sociológica de tales procesos. Básicamente la diferencia y al mismo tiempo la relación de complementariedad (no de subsidiariedad como señalan algunos autores) entre ambos enfoques, estaría dada por el eje de reflexión sobre el recorte informativo adoptado en cada caso: uno en función de “qué” se propone pensar a las audiencias y otro relativo al “cómo” se propone hacerlo, quizás enfatizando más las estrategias comerciales (tiempo y espacio destinado a la información) en un sentido y las estrategias políticas (encuadramiento ideológico subyacente) en el otro.

 

Palabras finales.

            A manera de conclusión, puede decirse que a través de los antecedentes relevados y respecto de la problemática de la mediación política en condiciones de mediatización comunicativa, se refuerza la necesidad de integrar enfoques metodológicos y perspectivas teóricas en la búsqueda de una mirada abarcativa. En el ámbito de conexión entre la sociología política, la ciencia política, la historia y la economía, importan los factores estructurales e institucionales que inciden en la dinámica contemporánea de la opinión pública, tomando en consideración tanto la mediatización de la política democrática como la politización de los medios masivos y la economía política de sus prácticas. Desde el ámbito de una prolífica intersección entre la sociología de los medios masivos de comunicación, los estudios de producción y recepción del discurso periodístico, junto a los aportes de la psicología social y cognitiva, importan asimismo los factores inter-subjetivos que acompañan el procesamiento de la realidad social, palpable en las opiniones y decisiones con impacto colectivo. Para una lectura crítica que permita reflexionar sobre esta problemática sin renunciar a los intentos por asir su complejidad, se afirma una vez más la inter-dependencia entre los niveles macro y micro del análisis sociológico, considerando la construcción social de la realidad como un proceso siempre mediado y dentro del cuál no debería perderse de vista ni los sujetos ni los contextos de la interacción social.


Notas:

1Los sitios consultados fueron Redalyc (Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal), Latindex (Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal), Scielo (Scientific Electronic Library Online), Science Direct y DOAJ (Directory of Open Access Journals).

2En este caso se consultaron los catálogos de la Biblioteca Virtual de CLACSO y de bibliotecas especializadas como la Biblioteca y Centro de Documentación Latinoamericano del Centro de Estudios Avanzados, la Biblioteca "Elma Kohlmeyer de Estrabou" de la Facultad de Filosofía y Humanidades y la Biblioteca Mayor de la Universidad Nacional de Córdoba.

3La asociación legitimidad - estabilidad  democrática investigada por LAPOP con base en índices de apoyo institucional y tolerancia, coincide con el enfoque de los estudios de Latinobarómetro en relación a las variables de apoyo y satisfacción como indicadores de las actitudes de los ciudadanos hacia la democracia. Ambas instituciones despliegan sus estudios bajo una metodología de tipo cuantitativo y en un marco analítico tocquevilleano, donde la cultura política desempeña el papel central para la sustentabilidad de un régimen democrático al interior de una sociedad. Más allá de esta convergencia en la perspectiva teórica, la amplitud temporal de los estudios de Latinobarómetro (desde 1995 a la actualidad) en la práctica permiten un grado de comparabilidad sistemática de mayor alcance que en el caso del proyecto LAPOP.

4Dicha matriz se compone de 17 razones posibles de voto que remiten a motivaciones de gran  nivel de generalidad: espacio público, transporte, educación, infraestructura, empleo, vivienda, servicios públicos, perfil del candidato, seguridad, fomento empresarial, salud, apoyo a sectores menos favorecidos, aspectos tributarios, corrupción, aspectos sociales, otras y no responde.

5En otro contexto como el europeo donde han tenido origen teorías en algún sentido fundacionales respecto de la problemática del espacio público, como la del filósofo alemán J. Habermas (1981), se observa una re-discusión de estas perspectivas teóricas a la luz de las nuevas problemáticas y desafíos planteados por el proceso de integración política y económica de Europa. De Vreese (2007) da cuenta de esta renovación de la discusión sobre la noción de esfera pública, en el sentido de una “virtual incompatibilidad” entre su uso en el contexto del estado nacional y su resignificación en el marco del actual estado de integración europea. Construyendo tres tipologías para organizar las perspectivas halladas en las investigaciones europeas contemporáneas en torno a esta temática (utópicas, elitistas y realistas), este autor recupera una variedad de metáforas sobre la “esfera pública” donde foro, espacio, arena y red son algunas de las más comunes. Asimismo señala las expectativas detrás de tales perspectivas: “a European public sphere would fulfill many [if not most] of the following functions: transparency, validating, orientation, legitimating, responsive [a space for policy makers to infer opinions of the citizenry], accountability of power holders, participatory function [being a space in which contributions would be encouraged]” (de Vreese, 2007:5).


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Ana Pamela Paz García
CEA-CONICET (Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas). Córdoba, Argentina. Candidato a Doctor en Estudios Sociales de América Latina con mención en Sociología, Licenciada en Relaciones Públicas e Institucionales.

 

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