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IDEAS BÁSICAS DE LA INVESTIGACIÓNCOMUNICOLÓGICA: RE-CONSTRUCCIÓN DE UNA DISCIPLINA EN TIEMPOS POSMODERNOS*

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Por Leonarda García
Número 67

Introducción

La formación del pensamiento comunicológico que planteo en este trabajo consiste en dar cuenta del proceso de construcción de las ciencias de la comunicación, dar cuenta desde una perspectiva histórica de las principales ideas que caracterizan a la investigación en esta área. Con esta iniciativa, creo que la consolidación epistemológica y ontológica estará un poco más cerca.

Supongo que la pregunta inicial es si realmente nos encontramos ante un nuevo campo científico. La respuesta para mí es clara: la comunicología existe porque hay, tal y como trataré en el apartado 3, una ¨nueva¨ perspectiva para analizar la realidad. Y digo ¨nueva¨ porque en verdad nos es excesivamente novedosa: Peters (2007) nos remite al evangelio según San Juan para recordarnos la importancia de la palabra y el diálogo en la tradición cristiana (la palabra como principio y salvación del mundo). Pero, si bien la comunicación ha sido un fenómeno clave a lo largo de toda la historia, podría decirse que es a partir del siglo XVIII con la Ilustración y sobre todo el XIX con la invención del telégrafo, cuando el fenómeno se consolida como principio cultural clave: “La superioridad de la comunicación sobre el trasporte fue un hecho en el XIX debido a la importancia del telégrafo, porque ello implicaba no el mero intercambio de materia, sino la transmisión del pensamiento. La comunicación fue vista como un proceso y una tecnología que, a veces por motivos religiosos, propagaba, transmitía y diseminaba conocimiento, ideas e información, más lejos y más rápido que ningún otro medio, con el fin de controlar al espacio y a la gente” (Carey, 2007: 39-40). Así, la comunicación se establece primero como categoría cultural y es a partir de ahí cuando surge la necesidad de su estudio desde los saberes disciplinares modernos.

La fase en la que no encontramos en estos momentos es de construcción, definición y exploración, por ello hoy más que una ciencia, la investigación en comunicación es un campo de estudio; la comunicología sería el proyecto que está por venir, la etapa que sucederá a las actuales ciencias de la comunicación (García, 2008). Me interesa, por tanto, sacar a debate, una vez más, la tan traída identidad de la comunicología, plantear algunas notas con las que podamos ahondar en esta cuestión. La hipótesis es que nos encontramos ante un área en plena efervescencia que requiere la consolidación identitaria, consolidación a la que sin duda ayudará la identificación y desarrollo de las ideas matriciales, las ideas básicas de este campo de estudio.

Concretamente, partiré del reto que supone llevar a cabo un proyecto moderno (la construcción de una ciencia) en una sociedad posmoderna y plantearé el paradigma integrador que debe albergar a nuestros estudios (apartado 2). A continuación, se abordará la identidad de las ciencias de la comunicación, por qué es necesario llevar a cabo esta empresa teórica, por qué hoy nos encontramos frente a un campo -ciencias de la comunicación- más que frente a una ciencia consolidada –comunicología- (apartado 3). Una vez expuesta la definición identitaria, esbozo una vía para consolidar la misma: las ideas básicas que distinguen y caracterizan a la comunicación de otras áreas disciplinares (apartado 4).

  1. Posmodernidad y comunicología: el deber ser de la disciplina.

 

No entraré en este trabajo a desentrañar algunas de las claves que caracterizan a la época actual, a la época posmoderna. Esto ya lo he hecho en otro lugar (García, 2007) y no quisiera aquí volver sobre lo mismo. Sí que me interesa recuperar la supuesta crisis que hoy vive la ciencia. Se ha apuntado que éste es precisamente uno de los metarrelatos modernos que ha perdido poder de imantación, pérdida de fe en la ciencia y en la razón que supone el fracaso del proyecto de la Ilustración que en el XVIII impulsara revoluciones burguesas, luchas contra el poder monárquico-absolutista y las declaraciones de los derechos del hombre y del ciudadano primero en Francia, más tarde en EE.UU. Para el hombre moderno la ciencia es uno de los medios a través del cual se van a poder solucionar los problemas que asolan al mundo; el hombre posmoderno, sin embargo, duda del imperativo categórico derivado del saber científico. En esta crisis de fe, sin duda, ha tenido mucho que ver el hecho de que en el pasado siglo XX el avance científico llegara a convertirse en un fin en sí mismo, razón instrumental que sería la realidad más nefasta y degradante en la que ha derivado el proyecto de la Ilustración (Horkheimer, 1973). En este punto, unos abogan por recuperarlo (como Jürgen Habermas); otros por denostarlo y dar paso definitivamente a la razón sensible (podría ser el caso de Michel Maffesoli).

Este debate acerca de la ciencia moderna y posmoderna queda bien resumido en las siguientes palabras de Galindo (2005: 155): “El mundo de la ciencia moderna condujo a la evidencia pública del dominio racional-técnico del cosmos (…) La ciencia única, paradigmática, sólida, contundente y convincente. El momento posmoderno parece haber alterado ese programa. Y la complejidad del mundo y la diversidad de los puntos de vista actuales y posibles, han modificado, derruido, desordenado, lo que parecía tan limpio, tan permanente, tan exitoso. A la comunicación le tocó aparecer como objeto académico en la época contemporánea, no en la modernidad, ni en la Ilustración o el barroco. Y eso ha complicado su organización, llegó a un mundo que se debate entre la identidad por necesidad y la pluralidad por azar. Y hoy, desde un punto de vista crítico, tiene en su nada sencillo periodo de gestación, dos rostros, uno moderno y otro posmoderno” (Galindo, 2005: 155). Moderno por la reivindicación del papel que la ciencia desempeña en una sociedad posmoderna. Ésta es causa y consecuencia del giro que las ciencias en general, y las sociales en particular, han dado desde la reivindicación del positivismo -con la consiguiente separación radical entre sujeto y objeto- hasta la revalorización de la mirada del sujeto dentro de la construcción del saber -unión de objeto y sujeto- (Rodrigo, 2001).    
Me interesa esta breve y leve incursión histórica porque, además, la creencia o no en la ciencia está íntimamente ligada a conceptos trascendentales, a proyectos históricos vitales tales como la verdad, la justicia, la libertad.
Pues bien, vivimos en una posmodernidad que duda del saber científico y es precisamente en este contexto en el que tratamos de construir una posible ciencia de la comunicación; interesante y bella paradoja que pone en evidencia la heterogeneidad propia de esta época, la convivencia de valores modernos y posmodernos. Ciencia posible de la comunicación que, solamente por el momento, se halla a horcajadas entre los saberes sociales y humanísticos y que se encuentra en plena efervescencia, impulsada en parte por la popularidad que han adquirido los estudios en comunicación, lo que hace que el campo cuente con una enorme masa crítica. Pragmáticamente el campo se desarrolla a un ritmo acelerado y frenético: tal y como nos recuerda Donsbach (2006), es el que más ha crecido en los últimos treinta años. Ahora bien, filosóficamente el auge es menor: la teoría interesa poco o nada en este mundo pragmático y, precisamente, ateórico. De ahí la necesidad de construir filosófica, epistemológica, teóricamente, una posible ciencia de la comunicación, de definir su identidad, sus fuentes, su objeto de estudio, su perspectiva. Este es el ambicioso proyecto que inspira al Grupo Hacia una Comunicología Posibe (GUCOM).

Pero ¿qué sería la comunicología? El estudio de la comunicación multidimensional1 (epistemología) desde una perspectiva comunicacional (ontología). El punto de partida, el primer pilar sobre el que se sustentaría la disciplina, es que la esencia del hombre, su dato ontológico por excelencia es la comunicación, que trascendería la propia naturaleza humana para llegar a convertirse en principio organizador del cosmos (segundo pilar comunicológico), porque la comunicación humana es una modalidad de un proceso más general (Aguirre, 2008: 497). Lo que pone en evidencia esta primera aproximación conceptual a la ciencia de la comunicación es su carácter inter-transdisciplinar, el carácter complejo que imprime la cultura de la posmodernidad. O aún más, hipercomplejo dado que integra, o debe integrar, lo fenomenológico y lo cibersemiótico. Para Brier (2006: 7), el paradigma hipercomplejo se hace cargo del fenómeno informativo-comunicativo en toda su plenitud y permite que el objeto de estudio no quede excesivamente simplificado: “La realidad no puede ser reducida a algo simple, determinado o casual, material o espiritual; la realidad no puede ser reducida a una formulación lingüística o matemática. Porque lo espontáneo, lo intencional, la mente anticipatoria son parte de la misma realidad”.

En primer lugar, la comunicación como dato ontológico ha sido desarrollada por los filósofos del diálogo, fenomenología personalista desde la que se ha apuntado que la experiencia fundamental del hombre es la comunicación (Mounier, 1968: 19), que el ser humano real, el Yo no puede existir sin el otro, sin un Tú (Buber, 1998), otro que es imprescindible para la propia realización y la trascendencia, otro que es mi propia responsabilidad (Levinas, 2001). Pero además, en segundo lugar, la comunicación como principio organizador tendría su razón de ser en el paradigma de la información, crucial para entender el sí mismo, el conocimiento, la conciencia, la comunicación y nuestra relación con la naturaleza –ecología y evolución- (Brier, 2006: 3). De lo fenomenológico a lo cibernético, donde comunicación y cognición deben ser integradas y estudiadas desde tres sistemas independientes: lo biológico, lo psicológico y lo social (Brier, 2006: 6).

Esta necesidad de integración también ha sido reclamada recientemente desde Journal of Communication (Van Gorp, 2007 y Reese, 2007), sin duda, publicación de referencia a nivel internacional. La comunicología tiene sus orígenes en los estudios que acerca de los medios de comunicación proliferaron en las primeras décadas del siglo XX, de ahí que la comunicación mediática haya tenido un gran protagonismo, ámbito que parece estar dando paso al análisis y profundización de otros niveles comunicativos (interpersonales, grupales, organizacionales, culturales). Este interés por el proceso comunicativo en todas sus dimensiones coincide con la mayor importancia que están adquiriendo los paradigmas de carácter interpretativo, constructivista, simbólico, interaccionista. En un trabajo reciente, Van Gorp (2007) apunta a la necesaria integración de las perspectivas funcionalistas, en las que la comunicación es concebida como una mera interacción, con perspectivas simbólicas, en las que el fenómeno comunicativo es concebido como una construcción de significados, de sentidos entre los miembros que integran la sociedad.

Por ello, no sería excesivamente arriesgado apuntar que dos de las notas que caracterizan la base sobre la que se fundamenta la comunicología son la fenomenología y la sociocibernética. De esta forma, desde una perspectiva sistémica se ha definido a la comunicología como “el estudio de la organización y composición de la complejidad social en particular y la complejidad cosmológica en general, desde la perspectiva constructiva-analítica de los sistemas de información y comunicación que las configuran” (Galindo Cáceres, 2005: 161).

Hablamos de una ciencia posible de la comunicación puesto que es ahora cuando se está proponiendo y realizando esta integración, por lo que este planteamiento, por el momento, presenta un cierto carácter normativo. Es el objetivo, debido a que hasta ahora nuestra investigación más que integradora, ha estado caracterizada por una clara fragmentación (Rosengren, 1993). La integración también es la meta para Brier (2006: 11): crear una ciencia de la información que una aspectos fenomenológicos, biológicos, sociológicos, lógicos y físicos, sin reducirlos a fenomenológicos o mecánicos.

Esta integración, como decía, al ser una meta más que una realidad, por el momento tendría un cierto carácter normativo. En este sentido, una conceptualización de la ciencia social comunicativa contemporánea más pragmática sería la que recientemente ha planteado Lanigan (2008: 855) desde una perspectiva preferentemente semiótica: el estudio crítico del discurso y la práctica, especialmente el cuerpo expresivo mediado por la percepción de signos y códigos culturales.
Esta aproximación pragmática lleva directamente al desarrollo de la identidad del campo hoy, no en un sentido normativo, sino en uno más descriptivo del estado de la cuestión. Las preguntas son: ¿Cuál es la identidad de las ciencias de la comunicación? ¿Por qué es necesario llevar a cabo esta tarea de definición teórica?

Sobre la identidad científica.

Una reciente aproximación a la cuestión de la identidad científica es la que recoge Craig (2008: 675-688) en su entrada a la Enciclopedia Internacional de la Comunicación -“Communication as a field and discipline”-. Aquí el autor resume el estado de la disciplina en el mundo2 y apunta cinco rasgos de la misma (Craig, 2008: 685): su histórico origen en los años 20, con una investigación claramente interdisciplinar; su rápido crecimiento institucional y su consolidación en las últimas décadas del pasado siglo; su identidad como una ciencia social empírica; sus niveles de análisis y la urgente necesidad de unir e integrar  lo interpersonal y la comunicación de masas. Este último aspecto es la barrera más seria para el desarrollo de un nivel teórico que cruce los distintos niveles de comunicación. Según el mismo autor (Craig, 2008: 687), la cuestión acerca de la identidad de la disciplina es la de si la comunicación debe tener un núcleo teórico que permita a los investigadores hacer aproximaciones interdisciplinares a los distintos fenómenos desde un punto de vista científico diferente; esto es lo que añade un valor real a la empresa interdisciplinar comunicológica.

De esta forma, el debate acerca de la identidad no está, ni mucho menos, cerrado, puesto que sabemos que, en parte, la consolidación del campo depende de su propia definición identitaria. Son varios los autores que claman por la necesidad de este tipo de iniciativas, ya que la configuración campal es el medio idóneo para una mayor optimización en la obtención de resultados científicos. Esto es así debido a que el conocimiento científico es acumulativo lo que requiere de plataformas compartidas sobre las que vayamos vertiendo los resultados obtenidos (Donsbach, 2006). De hecho, Nordestreng apunta la necesidad de realizar exámenes de conciencia, debates en la línea del que protagonizaran Schramm y Berelson a mediados del siglo pasado: “La naturaleza de la disciplina continúa siendo confusa, mientras que su identidad está determinada por la administración o la demanda del mercado, más que por los análisis de su desarrollo histórico y su posición en el campo académico dentro del sistema de artes y ciencias” (Nordestreng, 2007: 211).

Además, la consolidación de la identidad es importante por dos razones (Donsbach, 2006: 442 y 443): extrínsecamente, para poder competir con otras disciplinas en la negociación de los fondos y recursos económicos; intrínsecamente, la coherencia y la identidad son importantes por la propia función que desempeña la ciencia como plataforma en la que se acumula el conocimiento aceptado por la comunidad científica.

De ahí que la definición identitaria sea una empresa teórica clave. La pregunta es, desde el punto de vista de la identidad, ¿Qué es la comunicología? Por el momento, podría decirse que algo más que un campo, algo más que un punto de encuentro, aunque sin llegar a ser una ciencia, con la cohesión que ello implica. ¿Cuáles serían algunos de los rasgos epistemológicos y ontológicos que hacen de la comunicología algo más que un campo de estudio? Creo que pueden ser resumidos en tres: el objeto de estudio, la perspectiva comunicacional y la masa crítica.

En primer lugar, con respecto al objeto de estudio (epistemología), es posible que sea uno de los primeros pasos necesarios para hablar de ciencia. Necesitamos tener algo sobre lo que investigar. A día de hoy parece claro que la comunicación interpersonal, grupal, organizacional, mediática y cultural conforman un objeto de estudio multidimensional y ambicioso. Si a estos clásicos niveles le añadimos el cosmológico, en el sentido cibernético de la expresión, podríamos ya contar con una ciencia general de la comunicación.
En segundo, en relación a la perspectiva comunicacional (ontología), ésta sería el punto de vista con el que los comunicólogos miran al objeto de estudio o lo que es lo mismo, ésta conlleva que la comunicación es el factor primario del que dependen todos los demás (Craig, 1999). La ontología nos remite a la esencia del ser (Heidegger, 2003), que para la comunicología, tal y como se ha apuntado desde la fenomenología personalista, es la interacción y el diálogo.

El tercero de los aspectos que hace de la ciencia de la comunicación algo más que un campo de estudio es la masa crítica. El auge de los estudios en comunicación ha sido el caldo de cultivo idóneo para la proliferación de investigadores e instituciones (facultades, asociaciones, grupos de investigación, etc.) que conforman la estructura ósea del ahora campo, quizá, en un futuro, ciencia. Quiero destacar este aspecto para poner en evidencia que la ciencia no es el fruto de mentes geniales (aunque en momentos puntuales sus improntas se presenten como guías a seguir), sino el resultado de los acuerdos y los consensos a los que llega la comunidad científica (Rodrigo y García, 2009). De ahí que sin masa crítica sea ciertamente difícil alcanzar no ya el estatuto de ciencia, sino incluso el de campo de investigación.

Ahora la clave está en cómo seria posible consolidar la identidad del campo y llegar con ello a reclamar epistemológicamente su estatuto científico, interdisciplinar pero independiente, debido a la perspectiva teórica alternativa con la que los comunicólogos miran al mundo. Esta es la pregunta a contestar en el siguiente apartado: ¿Cómo puede la investigación en comunicación consolidar su identidad como ciencia?

Ideas básicas de la investigación en comunicación: una propuesta.

La respuesta a la cuestión planteada en el párrafo anterior es la elaboración de una historia del pensamiento comunicológico, esto es, desarrollar desde una perspectiva teórico-ontológica cuáles son las ideas más importantes del campo y cómo éstas han sido desarrolladas a lo largo del último siglo. Creo que el reto es interesante, puesto que supone ahondar en aquello que identifica a esta área científica. Esta propuesta no es novedosa, sino que ya fue desarrollada por Robert Nisbet (1996) en el caso concreto de la sociología a mediados del siglo pasado. Ya centrados específicamente en la comunicología, se trata de determinar los elementos caracterizadores de las ciencias de la comunicación.

Creo que este punto es básico, dado que históricamente las ciencias de la comunicación han tratado de justificar su existencia interdisciplinar a través de la definición del objeto de estudio (la comunicación mediática, principalmente) (Martín Algarra, 2003: 19). Ahora bien, sabemos que no puede definirse a una ciencia solamente en función de su objeto de estudio, sino que lo que diferencia a unas disciplinas de otras es la perspectiva ontológica con la que es construido el conocimiento científico (Shepherd, 1993). Por ello, se apunta la necesidad de elaborar una historia del pensamiento comunicológico que dé cuenta de cómo es la perspectiva definitoria de las ciencias de la comunicación.

En principio, hay tres posibles formas de elaborar historia del pensamiento: en función de la bibliografía, de las escuelas y de las ideas (Nisbet, 1996: 15).
La primera de ellas está integrada por los pensadores cuyos escritos proporcionan la materia bibliográfica de la disciplina, es decir, queda referida a las obras de individuos. En comunicación, entre otros muchos, han elaborado de esta manera historia del pensamiento Jones (1999), García (2007) o Galindo, Karam y Rizo (2005).

La segunda vía para construir una historia del pensamiento se refiere no tanto los hombres como a las escuelas (utilitarismo, idealismo…), “no a los Bentham ni a los Mill, sino al utilitarismo; no a los Hegel y Bradley, sino al idealismo; no a los Marx ni a los Proudhon, sino al socialismo” (Nisbet, 1996: 15). De nuevo, al igual que en el caso anterior, son varios los autores que en comunicación han tratado de elaborar historia del pensamiento en función de las tradiciones teóricas (Craig, 1999; Rodrigo Alsina, 2001 o Galindo et. al, 2008).

Pero hay una tercera forma, aquélla en la que es muy probable que se encuentre la clave de la identidad de una disciplina concreta: “El tercer enfoque es el que no empieza por el nombre ni por el sistema, sino por las ideas que son los elementos de los sistemas” (Nisbet, 1996: 16). La elaboración de la historia del pensamiento de esta tercera manera lo que hará será localizar aquellas ideas que han permanecido a lo largo de la historia de una ciencia y que son los elementos que, conceptualmente, distinguen a dicha ciencia del resto. Concretamente, los criterios que guían la elección de las ideas-elementos de una disciplina son (Nisbet, 1996: 17-18): generalidad (deben ser discernibles en un número considerable de figuras sobresalientes de un periodo y no limitarse a las obras de un único individuo); continuidad (aparecer tanto al comienzo como en las últimas fases del periodo en cuestión y ser tan importantes con respecto al presente como lo son con respecto al pasado) y distintivas (participar de aquellos rasgos que vuelven a una disciplina notoriamente diferente de otras). Finalmente, deben ser ideas en todo el sentido de la palabra, es decir, algo más que influencias fantasmales, algo más que aspectos periféricos de la metodología; serlo en el antiguo y perdurable sentido occidental de la palabra, al que tanto Platón como John Dewey podrían suscribir por igual. 

Las ciencias de la comunicación han realizado una aproximación a su propia historia desde las dos primeras perspectivas, siendo una tarea pendiente el elaborar una trayectoria de las ideas matriciales de la investigación en comunicación, es decir, cuáles son sus elementos esenciales, aquellos que distinguen a las ciencias de la comunicación del resto de disciplinas sociales y que perduran a lo largo de toda su historia. Se hace necesario superar la perspectiva histórica y focalizar la atención en las ideas. Sin duda, éste es uno de los medios que ayudarán a la consolidación definitiva del carácter de disciplina de la comunicación.

¿Cuáles son los elementos esenciales de las ciencias de la comunicación? Mi propuesta es que podemos reagrupar dichas ideas en dos niveles, micro y macro, útiles para estructurar los elementos esenciales de la comunicología. Se trata de un medio valedero para la organización del pensamiento comunicológico, si bien es cierto que ambos niveles no estarían claramente delimitados, al contrario, ambos presentan una clara interdependencia.
Desde un punto de vista macro, sin duda el que históricamente tiene un mayor peso, podríamos incluir como ideas básicas de nuestro campo de estudio a los medios de comunicación, las industrias culturales y la cultura de masas. Dentro del nivel micro, planteo que algunas de las ideas caracterizadoras de la investigación son: interacción, yo y construcción social. Por último, habría otras ideas que cruzarían por igual ambos niveles; es el caso de la influencia, los efectos o el control. Obviamente, el dato ontológico común a todas ellas es la comunicación.

Éstas son las ideas básicas que planteo. Dentro de cada una de ellas, encontramos que unas escuelas han tenido una mayor presencia que otras. De esta forma, en el abordaje de cuestiones como cultura de masas, medios de comunicación o industrias culturales, el funcionalismo y la sociología crítica y cultural han tenido un gran protagonismo. Aquí, podría incluirse al estudio de los aparatos ideológicos del estado (con Althusser, Poulantzas, Schiller, Mattelart o Esteinou); a las industrias culturales (Adorno, Horkheimer, Marcuse, Bustamante, Zallo, Ford, Tremblay, Sánchez y Pasquali); a la cultura popular (Williams, Hall, Bourdieu o Thompson) o a los medios de comunicación como una herramienta de consolidación del sistema capitalista (Chomsky, Hamelink o Beltrán). A la hora de desarrollar este nivel macro, también habría que atender a tendencias más contemporáneas como los análisis acerca de la posmodernidad, la poscolonización o los estudios feministas. Por último, en el nivel macro, para la conceptualización de las cuestiones sobre los sistemas y las funciones de los mismos, tendríamos que remitir a la cibernética de segundo orden y al funcionalismo (Parsons).

Acerca del micro, sin duda que en el concepto de interacción resultan clave la fenomenología3 y la cibernética. De esta manera, Palo Alto, escuela interpretativa, tiene en su base algunos elementos provenientes de la cibernética. Tal y como recoge Rizo (2008: 81), la interacción en la Escuela de Chicago con William I. Thomas es uno de los antecedentes más importantes del interaccionismo simbólico (con Mead, Goffman o Blumer). Aquí la interacción ha sido sintetizada en tres puntos (Rizo, 2008: 82): el valor dado a la alienación del sentido de la comunicación cotidiana y el importante papel de la empatía; la realidad social se explica a través de las interacciones de los individuos y los grupos sociales y, por último, las metodologías dentro del interaccionismo simbólico  son de carácter inductivo, microsocial y sincrónico. Robert E. Park, por su parte, concibe que la sociedad es el resultado de la interacción entre seres humanos (Rizo, 2008: 81). Otros conceptos íntimamente relacionados con el de interacción son (Rizo, 2008: 87): ritual, situación, encuentro, frame, máscara social y yo.
Finalmente, la comunicación como control ha sido desarrollada por la cibernética (Wiener, Luhmann, Watzlawick). En este sentido, esta tradición tiene importantes conexiones, por un lado, con la Mass Communication Research (Schramm, Berelson, Berlo, Lazarsfeld) y, por el otro, con Palo Alto y la fenomenología (Watzlawick, Bateson, Ruesch, Beavin, Don Jackson) (Aguirre, 2008: 500-508).

Por último, en este heterogéneo nivel opera el funcionalismo con una de las áreas más prolíficas dentro del campo: los estudios de efectos (Lazarsfeld, Berelson, Gaudet, Katz o Klapper).

A modo de conclusión.

A lo largo de este trabajo he definido los rasgos identitarios de las ciencias de la comunicación y he defendido la necesidad de consolidar la identidad de la comunicología, planteando, asimismo, algunas notas válidas para llevar a cabo dicha empresa. Aquí he planteado solamente los trazos de una posible historia de las ideas, los trazos de una posible historia del pensamiento comunicológico.   

La comunicología, por tanto, es factible y tiene hoy el reto de desentrañar la compleja sociedad de la información y la comunicación desde la dimensión de la cultura (la que se encuentra más allá de lo evidente) y la ecología (la que permite relacionar lo socio-cultural con lo no social ni cultural) (Galindo Cáceres, 1998: 13).

Supongo que, tal y como he recogido al comienzo, el trasfondo que subyace en este empeño de construcción disciplinar es la propia fe en la ciencia, la ciencia como medio para construir un mundo mejor. La cuestión ahora está en cómo finalizará un proyecto moderno en las turbulentas aguas de la posmodernidad.


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Notas:


* Este trabajo ha sido elaborado durante una estancia investigadora en la Universidad de Colorado (EE.UU) gracias a las becas posdoctorales de la Caja de Ahorros de Castilla La Mancha (desde octubre hasta diciembre de 2008) y de la Fundación Séneca de la Región de Murcia (España) (desde enero de hasta diciembre de 2009).

1 La comunicación tiene varias dimensiones: interpersonal, grupal, organizacional, mediática, cultural, cosmológica.

2 Concretamente, en América (EE.UU, Canadá y Latinoamérica), Europa, Rusia, África, el medio este (mundo árabe), Asia y el pacífico (China, Corea, Japón, Singapur, Australia, Nueva Zelanda, Filipinas, Indonesia, Malasia, Tailandia).

3 El concepto de interacción desde una perspectiva fenomenológica ha sido desarrollado ampliamente por Rizo (2006, 2007 y 2008). 

 


Leonarda García Jiménez

Grupo Hacia una Comunicología Posible (GUCOM). University of Colorado at Boulder (USA)


 

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