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LA ESCRITURA ES UN PARTO, NO SE EXPLICA SIN EL EMBARAZO

Entrevista con Arturo Guerrero

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Por: Estephanie González
Número 68

Arturo Guerrero, filósofo, escritor y periodista colombiano de larga experiencia, logró sobrevivir la época dura del narcotráfico con capos históricos como Pablo Escobar y los Rodríguez Orijuela. Su vida, bien podría ser la de un personaje de novela, incluso la de su maestro Gabriel García Márquez, con quien ha trabajado por la profesionalización del periodismo en su país. Hablar con él es sostener un diálogo sincero, es una invitación a imaginar, a reflexionar lo que pasa a nuestro alrededor con sus respuestas que deja como punta de madeja en este nudo de dudas y cuestionamientos. En esta charla nos lleva de la mano con la experiencia, generosidad y sensibilidad que lo caracterizan. Siempre curioso, pero sobre todo haciéndonos ver, como ya decía Antoine Saint Exupéry, “que sólo con el corazón se puede ver bien, porque lo demás es invisible a los ojos”

 

Primeramente me gustaría que nos hablaras un poco sobre Medios para la Paz.
Medios para la Paz es una organización de periodistas que se fundó hace diez años en Bogotá, y que tiene como propósito mejorar la manera en cómo se informa en Colombia sobre el conflicto armado y sobre las negociaciones de paz.
Investigamos sobre el tema periodismo y guerra, editamos libros y realizamos talleres para periodistas en todo el país, con la finalidad de que ellos se auto critiquen sobre la manera en que trabajan y tengan modelos de cómo hacerlo mejor.
También ofrecemos una serie de contenidos históricos, lingüísticos y sociológicos sobre Colombia; la historia del conflicto, cómo empezó, cuánto lleva, etc.
Por otro lado, contamos con una red electrónica con cerca de 1200 socios periodistas en Colombia y en el extranjero, a través de ella enviamos documentos sobre el mismo tema, siempre con la preocupación de mejorar el tipo de información que se está dando acerca del conflicto.

Me llama la atención que estudiaste filosofía, pero te dedicas al periodismo y recientemente escribes libros. ¿Qué te da el periodismo que no te de la literatura?
Agilidad en el instrumento. El periodismo te obliga a identificar rápidamente dónde está el tema central. Lo que llamamos nosotros la noticia, cuál es la noticia, te da curiosidad para vivir toda la vida en todos los momentos; averiguando, mirando, preguntando, sorprendiéndote.
Por otro lado también te brinda mucha fluidez verbal. Con el periodismo, pienso que uno derrota aquella famosa dificultad de la página en blanco, porque uno no tiene tiempo de ponerse a dudar o de pensar media hora; pues le cierran el periódico, el noticiero o en fin según el medio en que se este. Y cuando esas habilidades que ha dado la experiencia del periodismo, se usan para la literatura, es muy bueno porque es una ganancia con la que uno llega a la ficción.
El periodismo también te mantiene en ejercicio, en una gimnasia permanente que lo conserva a uno a lo largo de la vida en buen punto, en buena forma. De manera que cuando  llega el tema literario, el embarazo de las problemáticas que uno quiere expresar en su literatura, uno se encuentra ya con mecanismos muy ejercitados que fácilmente salen a la luz, y te permiten agilidad, velocidad. Cierta garantía de que lo que sale, después al repasarlo y al pulirlo no es mucho lo que hay que cambiar; y en eso quiero recordar a Kapuscinski que decía que cuando escribía para sus libros  prácticamente lo que escribía era lo que salía al final en el libro; y es una maravilla lo que salía. Yo creo que él también, a lo largo de tanta experiencia como reportero logró conquistar esta solidez en la palabra, en la manera de estructurar verbalmente todos estos mecanismos reflejos que el periodismo le va aportando al escritor.

Fernando Vallejo dice que escribe por desocupación, desesperación, ganas de joder y por  olvidar. ¿Tú por qué escribes?
Vallejo me encanta. Me encanta como dice las cosas que todos pensamos y las dice con la palabra y la mala palabra exacta. Las malas palabras son las que generalmente sí dicen lo que es y conmueven porque como son tan poco usadas por la decencia y los académicos, sucede que cuando se usan se llega exactamente al efecto que uno quería sin que la palabra este gastada. Respondiendo a tu pregunta ¿Por qué escribo?
Uno se va embarazando en la vida de temas, de preocupaciones, por lo que le va pasando  en la vida, por los amores que tiene, las muertes que arrastra, las admiraciones que ha venido juntado a lo largo de experiencias, de viajes, de personas que conoce, de temas que lee, de obsesiones que se le van formando; y llega a un punto en que mezclándose todo ese cúmulo de situaciones uno siente que tiene que echar por la boca algo: desembarazarse, parir; y normalmente ese hijo va pidiendo un género, a veces es narrativa, ficción a veces ensayo, poesía,  cada cual vera para cual sirve de todos estos géneros, o si sirve para todos o si va cambiando. A veces uno tiene ciclos en la vida, en una época hace más una cosa que otra y luego cambia. Entonces la escritura es un parto. No se explica sin el embarazo, no se decreta, uno no dice: bueno ya voy a escribir un libro hoy, sino que se va sedimentando. Es un sedimento que finalmente quiere salir a la superficie.

 

¿Cuáles son tus obsesiones como escritor?
La utopía. Es un tema que en este mundo tan escéptico y nihilista es poco usual. Se le tacha a veces de quimérica, algo de locos, irrealizable, eso era de la época del Quijote o por otro lado se le endilgan consecuencias terribles como el terror. Muchas veces se dice: los utopistas, los que han planteado sus ideas así conducen al terror. Y hay algo de cierto en estas dos afirmaciones  pero no son las únicas maneras de enfrentar la utopía
En mi caso, pienso que tuve una infancia feliz y una adolescencia rigurosa. De aprendizaje de captación, de una estructuración mental difícil. Aprendí lenguas muertas, latín y griego que después se me olvidaron, pero que eso queda en la estructura mental y aprendí otro poco de cosas entonces, como fruto de eso siempre he sido optimista. Veo las cosas más terribles en su lado también positivo, no sólo en el negativo. La vida ha transcurrido para mi, en cierta forma fácil, sin que se descarten obstáculos y problemas, pero lo que en mi prima, en el complejo equipaje de la vida, es la parte luminosa, la parte diurna, yo soy más del sol que de la luna, más del día que de la noche. Me acuesto temprano, diez u once de la noche y cuando sale la luz en Bogotá, cinco y media seis de la mañana, salgo a trotar. Todos los días corro, sudo, subo una montaña bajo, entonces diariamente eso me produce unas endorfinas, y una visión positiva de la vida. Yo creo que eso explica porque la utopía es para mí el tema central, el tono o el ángulo desde el cual abordo los otros distintos temas sobre los que escribo y los que he escrito.

 

Kapuscinski decía que los cinco sentidos del periodista eran: estar, ver, pensar, compartir y oír. Desde tu perspectiva de filósofo y tu experiencia de periodista, ¿agregarías algún otro sentido?
Incluiría la contemplación, en el sentido de darle muchas veces la vuelta en la cabeza y en el corazón a las cosas que uno ha visto y donde ha estado y donde ha investigado. ¿Para qué?  Para encontrar ángulos distintos. Si uno pasa por su corazón los temas,  puede volverlos a escribir con un matiz que nadie haya visto. Esa es la originalidad. Me parece que la originalidad no está en el tema, sino en el tratamiento del tema. Entonces otro sentido que agregaría sería contemplar.  El otro sería expresarlo, la manera en cómo se expresa. Si yo encuentro mediante la contemplación ese matiz original, inédito, entonces tengo que buscar un lenguaje, una estructuración narrativa y palabras diferentes al del común de las vistas del promedio de la gente. Ese es un desafío y en ese sentido el periodismo se acercaría a la poesía en su experimentación verbal.

En ese sentido, ¿cómo manejar en el periodismo el tratar de hacer visible lo invisible?
Me parece que los periodistas pueden entrar al territorio de los escritores y saquear lo que les provoque. Todo. Considero que esa consigna de hacer visible lo invisible sería más bien  para los poetas, pero bueno, el periodista debe también tener de poeta y de novelista. Obviamente no en el sentido de que invente la noticia, porque tiene que guardar las características de su oficio; pero sí en el sentido de la experimentación y la audacia para enfocar otros ángulos de la realidad, que no es que no sean reales o que no existan, sino que no se ven porque se ven siempre desde el punto de vista usual. Por un lado, el periodista puede atreverse a inventar géneros o a fundir géneros periodísticos con libertad y entonces hacer crónicas o reportajes e incluso noticias, escribiendo un poco con el discurso de la poesía o con el discurso de la narrativa. Esto esta por construirse y va más allá del nuevo periodismo norteamericano, porque ellos tomaron las técnicas de la novela pero no se apartaron nunca de la realidad inmediata y fáctica. No penetraron en otras dimensiones de la realidad como la de los sueños por ejemplo, la de las premoniciones, la de las ilusiones que son ocultas pero son reales, existen y si el periodismo tiene que dar cuenta de lo real pues esa es una zona de lo real.

 

Alguna vez mencionaste la importancia de construir nuevas fuentes, ¿a qué te refieres?
La idea es que en América latina, sobre todo, ha habido la centenaria opresión de las clases populares. Pero esa opresión no es solamente económica, social y política como se ha denunciado muchas veces, sino sobre todo cultural y dentro de lo cultural, la represión de las formas de expresión. Hay mayorías que nunca han tenido la palabra, que no han tenido no sólo acceso a los medios masivos, sino que no han sido respetadas, asumidas en su lógica interna en su manera de ver de ellos el mundo y en sus intereses. Entonces un periodismo que intente romper este bloqueo tiene que acercarse a estos sectores; indígenas, afro descendientes, pordioseros, locos, toda clase de excluidos y mayorías marginales. Pero, para acercarse a esas personas no basta llevar un micrófono o una cámara y decirles hablen, porque nunca han hablado y le tienen miedo a la tecnología. No saben cómo hablar ante los medios y son tímidos o son taimados o tienen lo que llamamos malicia indígena. No se abren fácilmente porque toda la vida han sido engañados y ellos saben que cualquier cosa puede ser usada en su contra; entonces el periodista tiene que acercarse y ganarse la confianza de esas personas. Primero con presencia, luego con la escucha a lo que no es lenguaje verbal, es decir, la única manera de comunicar no son las palabras. Ellos se comunican con hechos, generosidades, canciones, silencios, con gestos. En fin, muchas maneras que el periodista debe aprender a captar, sobre todo respetuosamente indagar porque eso no se puede llegar invadiendo, irrumpiendo. No se puede llegar con el afán de la primicia eso demora un tiempo. Por eso hay que construir a todas estas poblaciones como fuentes. No son fuentes ya hechas en donde simplemente hay que llegar y sacar con un cubo el agua. Hay que acercarse con calma, ganarse la confianza, aprender sus códigos y luego ellos dictarán su verdad, si es que quieren o entonces esperaremos el momento indicado. De manera que esto exige para el periodista un cambio de actitud, un cambio de instrumentos, de perspectiva y de investigación.

 

Ante la violencia, la pobreza, la desigualdad, ¿crees que desde su trinchera, el periodista pueda generar cambios?
Todos los días todo cambia. El cambio no es únicamente político o económico es muy importante que cambien la desigualdad y la distribución de la riqueza, es básico para muchas cosas. La izquierda latinoamericana ha hecho mucho énfasis en este tipo de cambio, el cambio político, sobre todo el cambio de estructuras. Pero ese no es el único cambio. El marxismo planteaba que ese era el fundamental, lo que llamaban la infraestructura que si no se cambiaba eso lo demás nunca podrá modificarse. Es posible que no.
No siempre las cosas van en ese orden, yo creo que en América latina, por ejemplo la cultura, el territorio de la imaginación es un campo abierto para toda clase de cambios y de ahí pueden venir muchas sorpresas. Es posible que se desencadenen los otros cambios, los económicos y políticos y el periodista o el escritor, precisamente trabaja en ese escenario de lo ideológico, de las ideas, de los sentimientos.
Me gusta recordar por ejemplo, que la caída del muro de Berlín en el año 89 era una cosa inimaginable y que tomó por sorpresa tanto a la CIA como a la KGB como a todas las agencias de espionaje mundial; no se debió a un pardito político ni a un ejército, ni a un ideólogo que dijera: todos de acuerdo vamos a empezar a tumbarlo, nadie planificó la caída del muro de Berlín, sin embargo, un día se cayó. Podríamos decir que casi sólo. Uno se pregunta ¿quién tumbo el muro de Berlín? Yo creo que en gran parte fueron los Beatles, por ejemplo, o los hippies, es decir, creadores en el terreno de la música y de la cultura. Algo pasó que conmovió y revolucionó a la juventud. Echaron a rodar una nueva sensibilidad en la humanidad y esa nueva sensibilidad fue haciendo absurdo el fenómeno del muro, es decir, el muro se cayó porque ya tenía que caerse, porque no le quedaba por dentro solidez, era una cáscara de huevo. Así puede pasar con las estructuras de opresión en los pueblos latinoamericanos.

Solemos referirnos al miedo como un secuestro mental ¿Colombia ya venció el miedo?
En buena medida hay sectores que han vencido  el miedo, no todos porque el poder de ese tipo de estructuras mafiosas se puede mantener solamente porque hay miedo. Lo mismo con el poder de los dictadores, en fin, si se pierde el miedo caen esos grandes poderes. Lo que yo podría decir es que en Colombia mucha gente ha aprendido a convivir con la violencia, con la guerra. El país no se ha paralizado, sigue produciendo económicamente. La gente sigue estudiando, el pueblo sigue siendo generoso con sus vecinos, siguen creando música, bailes. Siempre hay sorpresa, siempre florece y todo eso de manera paralela a la guerra, la gente sabe cuando puede caminar y cuando no, cuando hay que encerrarse y cuando salir. Sabe con quien puede ser amigo y con quien no. Sabe que si va por la calle y viene alguien aprende a distinguir si tiene algún peligro o no. Se va creando un sexto sentido o un séptimo sentido porque el sexto es de ustedes, de las mujeres, el de la intuición, bueno un séptimo u octavo desarrollado por haber vivido, en el caso colombiano, sesenta años en guerra sorda, en guerra permanente pero soterrada. Eso ha ido creando unos mecanismos de supervivencia en medio de la guerra y eso genera heroísmos anónimos. Uno se encuentra con gente y se pregunta, pero ¿cómo ha hecho esto? son héroes que nadie conoce. Y todo ese caldo de cultivo, toda esa vida simultánea con la guerra, pienso yo que va a dar una gran sorpresa cuando finalmente termine porque tendrá que terminar pues no hay guerras eternas.

 

Kapuscinski decía que en una guerra todos pierden y quien pierde primero es la verdad. ¿Cómo contar la guerra?
Retomo palabras de Kapuscinski: Contar la guerra es desacreditar la guerra. Uno tiene que saber, si cuenta una toma guerrillera, si cuenta una masacre paramilitar; en fin, todos los episodios de una guerra es para que el que lea, el que oiga o el que vea se horrorice y entienda lo absurdo de la guerra. Hay que contarla pero hay que saber contarla, de tal manera que se ilustre a la gente sobre el absurdo de la guerra. Uno tampoco puede ni debe como periodista tomar partido por ningún bando armado, el partido de uno es el de la gente sin armas,  de las mayorías que son víctimas de la guerra. La guerra es un drama. Una tragedia, entonces puede enseñar desde el punto narrativo muchas cosas, pero claro para desarrollar esos aprendizajes hay que estar preparado. Siempre estar preparándose en historia, sociología, antropología.  Aprender de la muerte de lo que pasa después de la muerte, también de esos heroísmos anónimos de los vivos y aprender de cómo otros han escrito sobre todos estos temas; aprender cómo Dante escribió lo que pasa más allá del río de la muerte y cómo hay una comunicación entre el más allá y el más acá. Ustedes los mexicanos que saben mucho de la muerte llevan una gran ventaja.
Entonces narrar la muerte, la guerra o la violencia es un desafío y un riesgo pero también es una enorme meta.

Tuve oportunidad de platicar con periodistas españoles que regresaban de Irak y me hablaban sobre el síndrome del periodista, que se refería propiamente a ser indiferente ante la violencia y toda la barbarie de una guerra; sobre todo por salud mental y por supervivencia ¿qué piensas de eso?
Hay que desarrollar un nivel de fortaleza, de resistencia porque si tú te desmayas al ver sangre o si tiemblas y te paralizas ante un hecho de violencia es muy difícil que logres ahí hacer tu trabajo; pero de ahí a la indiferencia hay un abismo.
Eso no equivale a ser indiferente. Uno puede sentir por dentro, dejarse impactar en su interioridad y procesar en todo su bagaje interior ese hecho, esa sangre y esa violencia para posteriormente escribirlo y ejercer como una venganza contra la realidad en la escritura. Pero eso no es indiferencia, es transformación, tratamiento, ese es el papel del arte y en ese caso el periodismo es un arte

 

Hablando del periodismo como arte ¿cómo logras que lo que escribas se convierta en algo universal?
Originalmente yo no pienso en los lectores. Pienso en mí, en que lo que yo escriba suene a música para mí. Confío en que la gente tiene oído musical. El periodismo que hago es así, es un poco literario, me gusta que sea así. Habla de la realidad y de la actualidad,  obviamente no está hecho en verso sino en prosa. Pero para mí no es tan importante lo que se dice sino cómo se dice.

Si la verdad uno la tiene clara, si a uno lo atormenta esa verdad; entonces no da lo mismo decirlo de cualquier manera.
Tiene uno que decirlo con una lanza que penetre y que haga estragos en el estómago del lector, si yo noto que para mi oído eso funciona, quizá no para la gran mayoría, es posible que no, en ese sentido, eso de medios masivos es relativo, pues es posible que no todos lean los libros que uno hace en ese sistema, pero los que lo leen, algunas personas sensibles a ese tipo de prosa que no está en todo el periódico, porque el resto del periódico no es así, se yo que aprecian ese sesgo. Entonces, algunos lo recortan y lo coleccionan y yo confío en que eso va a durar años, va haciendo mella, va forjando algún tipo de sensibilidad.

 

¿Qué historias te faltan por contar?
El último libro que acabo de terminar, que no está publicado es sobre el amor ideal, es decir, cada uno cierra los ojos y piensa cómo le gustaría que fuera su amor, cuando encuentre a su pareja, no idílico ni de cuento de hadas; en la vida real, pero según los valores que cada cual imagina que debe tener un verdadero amor.

Y el siguiente es escribir cómo se trasmite de una generación a otra una experiencia. Yo tengo una hija que estudia literatura en Paris y pues el proceso con ella ha sido para mí muy rico, muy interesante, muy estrecho y quiero contar eso. Siento que ha ella yo le trasmití algo, no por el hecho de que estudie literatura, sino por el ser humano que es ella. En ocasiones noto que mucha gente habla mal de la juventud, pero quisiera también saber cómo podría contar uno como papá o como persona ya más experimentada, el trasmitir algo que la vida le ha enseñado, no necesariamente con palabras porque esto no es echando discursos sino con la vida, como por cierta osmosis y de ahí para adelante pues no lo se, ya vendrán nuevas historias.



Estephanie González


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