Así, el espacio público comprendido como el territorio libre, abierto y autónomo donde participan los
individuos, los grupos y las instituciones de acuerdo a sus intereses y
necesidades, para discutir y actuar sobre la materia pública; se
transformó sustancialmente con la existencia de los medios de información
originando nuevas esferas públicas, según fueron las características y el
impacto social que produjo cada nueva tecnología de comunicación que emergió en
nuestro territorio. En este espacio público se dan acciones privadas y
acciones públicas. Las acciones privadas responden a intereses particulares, la
mayor de las veces mercantiles y no están abiertas a la participación de todos
los sectores, sino sólo a los que encajan con la lógica del mercado. Las
acciones públicas son colectivas y están abiertas a todos los sectores para
discutir las realidades y problemas de conjunto. En este sentido, la revolución
tecnológica de los medios de información los convirtió en las herramientas
básicas para construir lo público y actuar sobre la cosa pública,
[5]
con características mediáticas de un fuerte sello privado y comercial.
De esta forma, con la introducción de
las innovaciones tecnológico comunicativas, se generaron en el país nuevos
espacios colectivos, públicos y privados, dedicados a la realización de la
economía, la política, la gobernabilidad, los servicios, la educación, la
religión, la salud, el comercio, la cultura, el entretenimiento, los deportes,
la fantasía, el amor, el ocio, la sexualidad, la imaginación, etc. La sociedad
mexicana entró entonces en la fase de producir nuevos procesos culturales de
consecuencias sociales amplificadas e insospechadas.
Es por esto, que
con la presencia de los medios de comunicación lo que se transformó en nuestra
República, a corto plazo, fue el esqueleto ideológico de la sociedad en su
conjunto y a largo plazo, el del Estado mexicano.
[6]
Dicho espacio se convirtió en una nueva franja de interacción social donde se
produjeron fenómenos de ampliación y extensión de las personas, los grupos, las
instituciones y del Estado dando origen en México a la Sociedad Extensa
Virtual, es decir, a la sociedad que se prolonga a través del uso de las
tecnologías de información, y vía éstas, ejecuta diversas funciones colectivas,
incluso de carácter orgánico, para la reproducción de la misma.
IV.- El surgimiento de la sociedad
extensa y del Estado ampliado
Dentro de la sociedad extensa que construyen
las industrias culturales electrónicas según son las características
tecnológicas e ideológicas específicas de cada una de ellas, éstas ejercen
gradualmente diversas funciones neutras al interior de la estructura mental
nacional, que se modifican paulatinamente, según es el modelo de intereses
económicos, políticos, sociales, culturales y espirituales con que
posteriormente operan en concreto cada medio de difusión en las etapas de
estabilidad y de crisis social. Estas funciones las ejercen en los siguientes 6
niveles de acción colectiva: económico, social, político, cultural, psíquico y
energético.
A nivel económico, son un poder
económico creciente que, cada vez más, tienen un peso mayor en la generación
del Producto Interno Bruto (PIB) nacional. Contribuyen a mantener y acelerar el
macro ciclo de circulación de las mercancías, a través, de la práctica
publicitaria que ejercen sobre los auditorios. Se vinculan y forman parte de
otras ramas de la economía como el sector de servicios, bancario, telecomunicaciones,
entretenimiento, telefonía, comercio, etc. y actúan informativamente al unísono
de los intereses de los grandes grupos económicos. Crean nuevos patrones de
consumo que se convierten en nuevas necesidades sociales de adquisición y uso
de artículos y que a largo plazo se transforman culturalmente en “necesidades
de vida”. Forman parte central del circuito de la globalización económica
internacional.
A nivel político, se constituyen y operan como Primer
Poder Ideológico contemporáneo. Crean el nuevo espacio público mediático, denominado Nueva Plaza Pública Virtual, que desplaza a los
otros espacios públicos tradicionales de su lugar hegemónico central y los
recoloca en lugares secundarios o terciarios, sin que éstos desaparezcan.
Tienen un papel indispensable en la formación de consensos en las sociedades
contemporáneas. Se constituyen en el referente básico de la dinámica política y
estatal. Edifican la opinión pública cotidiana: En las sociedades de masas sólo
existe psíquicamente lo que se ve en los medios de difusión colectivos.
A nivel social, son el nuevo
sistema nervioso tecnológico que cubre neurológicamente al país y al Planeta.
Operan como los macro intermediarios técnicos entre las relaciones simbólicas
de la sociedad convirtiéndose en los mediadores entre la sociedad y el poder,
entre los acontecimientos y los públicos, entre los diversos segmentos que
conforman la sociedad o entre el poder y la ciudadanía. Cuentan con el mayor
poder cotidiano de convocatoria y movilización social masiva. Tele dirigen o
radio dirigen a la sociedad, cada vez, con mayor fuerza. Facilitan “el acceso a
la diversidad de mensajes que necesitan todas las personas, grupos o naciones
para conocerse y comprenderse mutuamente y para entender las condiciones, los
puntos de vista y las aspiraciones de los demás”. (Martín Barbero. 2001:38).
A nivel cultural, son tecnologías que
transforman radicalmente la forma de conocer individual y colectivamente la
realidad, pues introducen mediaciones tecnológico culturales que modifican y
reducen los tiempos y velocidades del proceso de cognoscitivo y generan una
nueva relación virtual entre el mundo exterior y el psiquismo del sujeto. No
crean la realidad material o física pero al retratarla o explicarla con sus
mensajes producen realidades
psíquicas o mentales de gran impacto comunitario. Son el vínculo tecnológico
material entre la realidad, los comportamientos y la imaginación simbólica de
los individuos. Transmiten un enorme universo simbólico cotidiano que se
convierte en culturas e imaginarios colectivos de masas. Engendran
colectivamente una nueva atmósfera de conocimiento e interrelación virtual. El
surgimiento y la presencia de cada nuevo medio de información colectivo,
reubica los lugares culturales que ocupan los medios de difusión anteriores.
Producen culturas mediáticas específicas para cada medio de información,
especialmente, para los electrónicos.
Crean y difunden grandes volúmenes de
informaciones con consecuencias específicas para la sociedad. Modifican y minimizan
las distancias, los tiempos, los espacios y las dinámicas de las relaciones
existentes entre los individuos. Introducen la Videósfera o la religión
de la virtualidad que permite que se cree y acepte a priori los contenidos que difunden los medios de
información, aunque la realidad específica no se constate directamente mediante
la experiencia personal o directa que viven de los receptores. Producen la telerealidad y sus respectivos tele fenómenos o radio fenómenos sociales.
Generan la cultura de la Video Vida. Crean el espíritu ideológico de
los tiempos en cada período histórico de evolución de la sociedad.
Engendran la Aldea Global donde los espectadores experimentan la
sensación de vivir los acontecimientos mas lejanos (Guerra del Golfo Pérsico en
el 2000, ataque a las Torres Gemelas el 11 de septiembre del 2001, desastres de
los Tsunamis en Asia, muerte del Papa Juan Pablo II y elección del nuevo
jerarca religioso, inundaciones en Nueva Orleáns en el sur de Estados Unidos en
el 2005, etc). Dentro de ésta Aldea Global también generan Granjas
Virtuales. Derriban fronteras y distancias, vinculando las culturas
cercanas y las distantes: Vinculan lo global con lo local y lo local con lo
global.
Son los grandes educadores de la
vida cotidiana. Colaboran a construir la conciencia nacional mediática.
Conquistan una enorme capacidad de convocatoria social. Construyen la cultura,
las mentalidades y la opinión pública colectiva cotidiana y de corto, mediano y
largo plazo, particularmente en las zonas metropolitanas. Son un espacio
insustituible para la discusión de las ideas y para la creación cultural. Crean
un “fondo común de conocimientos y de ideas que permiten a los individuos
integrarse a la sociedad en la cual viven y fomentan la cohesión social y la percepción
de los problemas indispensables para la participación en la vida pública”.
(Martín Barbero. 2001:38).
Contribuyen a la socialización de las creencias, las
mentalidades, los imaginarios, las convicciones, la apreciación del entorno y
del mundo en que se vive para la permitir la participación social. Resignifican y crean nuevos valores
sociales, gustos y estilos culturales. Transmiten la herencia cultural o mental
colectiva para cada nueva generación y alimentan la conciencia de las
generaciones presentes. Producen y difunden información, esparcimiento,
diversión, conocimientos, cultura y educación masiva a bajos costos para la
sociedad.
A nivel psíquico, cambian la forma de
conocimiento y percepción cognitiva de los habitantes sobre la realidad. Desplaza
al Homo Sapiens y crea al Homo Videns, al Video Niño, al Video Adulto y la Video Sociedad con su respectivo Mexicano
Videns. Los medios electrónicos cambian el código racional o tipográfico de
los medios impresos que implica mayor consumo calórico, por el código
audiovisual que representa menor consumo energético de calorías. Los canales
electrónicos, especialmente la televisión, atrofian la capacidad de abstracción
y de entendimiento, al darse la primacía de la imagen sobre lo inteligible. La
saturación de imágenes mata la fuerza de los conceptos. El modelo tradicional
de uso de los medios electrónicos, especialmente audiovisuales, desarrolla más
el hemisferio derecho del cerebro (área de la creatividad, del placer y de las
emociones) que el hemisferio izquierdo del mismo (área del pensamiento, lógica
y abstracción). Esta tendencia produce una creciente pereza mental en los
auditorios que lleva a pensar menos, especialmente con los contenidos chatarra.
Modifican la relación entre el entender y el ver: Hoy, cada vez más, se ve sin
entender. La función de los medios electrónicos reubican a los medios escritos
provocando que el centro ideológico social se desplace de los medios impresos a
los de difusión electrónicos.
Substituyen la memoria histórica larga y profunda por la memoria mediática rápida, corta y superficial,
particularmente en las urbes. Edifican con enorme fuerza el presente simbólico
de las colectividades. Colaboran a construir culturalmente con un enorme peso
subjetivo la historia cotidiana de la sociedad. Contribuyen a cimentar el
proceso de socialización de los sujetos. Promueven al Homo Ludens que se
mueve por estímulos y reactivos que envían los medios a la población. Se
introducen psíquicamente como acompañantes cotidianos en casi todas las áreas
de la vida mental, especialmente, urbana. El tiempo libre en las ciudades se
invierte crecientemente más en el aparato mediático y sus derivados
tecnológicos como Internet. A partir de la información que difunden colaboran a
crear actitudes específicas en las personas, los grupos, las instituciones, la
sociedad y el mundo en general. Construyen socialmente nuevas interactividades
mediáticas. Crean en los auditorios sensaciones de pertenencia o desarraigo a
grupos, regiones, naciones, idiomas y culturas. Alimentan imaginarios,
expectativas, sueños, esperanzas, necesidades y deseos en los públicos.
Organizan el flujo emocional de la sociedad y producen grandes estados anímicos
colectivos creando colectivamente su propio ciclo sentimental a lo largo de
todo el año.
A nivel energético, mueven
cotidianamente la energía de la sociedad al ritmo y dirección de su
programación. Tienen un peso importante en el consumo energético, especialmente
eléctrico, en las urbes. La cultura masiva que producen influye en modificar
las temperaturas urbanas, a través de la incitación de los ciclos de consumo, y
por lo tanto, en el cambio climático nacional y global.
Cada una de éstas operaciones no se
mantienen idénticas en los diversos canales de comunicación masivos, sino que
varían según son las siguientes 3 situaciones básicas: el proyecto económico,
político y cultural que existe detrás del funcionamiento de cada empresa,
especialmente, electrónica; las características tecnológicas específicas de
cada medio de difusión; y la fase
o coyuntura social en el que se aplican.
Con el
ejercicio de estas nuevas funciones sociales, vía la acción de los medios de
información colectivos, el Estado entendido como el conjunto de recursos
institucionales, administrativos, jurídicos, ideológicos, educativos, etc. que
se destinan para gobernar y dirigir a la sociedad y para conservar y reproducir
el poder, se transformó con el surgimiento y la acción de cada nueva tecnología
de información que impactó sobre nuestra sociedad. Históricamente esta
dilatación del Estado no se inició con la presencia de las tecnologías de
información, sino con la expansión material de la infraestructura propia de las
primeras instituciones ideológicas como fueron la familia, la iglesia, las
organizaciones culturales, la escuela, etc, que posibilitaron las primeras
ampliaciones culturales del gobierno. Sin embargo, especialmente, durante el
siglo XX, con el desarrollo expansivo de estas nuevas herramientas
informativo-culturales productoras de conciencia, los aparatos de hegemonía
tradicionales sufrieron un desplazamiento sustancial del lugar central que
ocupaban históricamente, para dar paso al surgimiento de una nueva ampliación
del bloque en el poder, vía las modernas tecnologías de comunicación.
De esta forma, se creó, cada vez más, una sociedad
mediática que produjo una nueva atmósfera cultural colectiva de naturaleza virtual o comunicósfera que ocasionó que el conjunto de las principales
instituciones de gobernabilidad, ahora funcionen a distancia por intermediación
de los canales de información, especialmente electrónicos y las nuevas
tecnologías de información. En este sentido, la casi totalidad de las
instituciones tradicionales como son la escuela, los partidos políticos, el
Congreso, la iglesia, las secretarias de Estado, las empresas, los órganos de
gobierno, los movimientos sociales, las dinámicas comunitarias, etc. buscan
proyectarse y ampliarse vía los medios de información, asumiendo las reglas
mediáticas que imponen estos, ya que lo que no aparece en los medios, muy
difícilmente existe en la conciencia colectiva. De ésta manera, la mirada
simbólica de los medios, elaborada a través de su estructura programática, es
la que define y le da vida al reconocimiento masivo de la presencia o no de una
realidad en la sociedad. Así, los medios electrónicos se convirtieron en el
epicentro cultural, ideológico y espiritual de la sociedad mexicana de
principios del nuevo milenio.
En éste sentido, con ampliación de la sociedad extensa,
vía la acción de las tecnologías de información, el Estado experimentó una gran
transformación al interior de su estructura y dinámica económica, política,
social y cultural, pues las tareas de construcción, dirección y cohesión
ideológica que realiza, entraron en una nueva fase de extensión geométrica que
dio origen a una nueva faceta del poder: el moderno Estado Ampliado.
[7]
Por este motivo, el nacimiento de esta
nueva zona del Estado Ampliado se encuentra en íntima correspondencia con la
evolución y organización que adoptó cada nuevo sistema y proceso de
comunicación que apareció en nuestro territorio: a mayor producción de máquinas
culturales, mayor expansión del Estado Ampliado; y a menor desarrollo de
las tecnologías de comunicación, menor ampliación del Estado extenso. Con ello,
observamos que la emergencia y desarrollo de todo medio de difusión o
tecnología de información en nuestro territorio, a mediano y largo plazo,
provocó una nueva transformación o desdoblamiento del Estado Ampliado y
de la sociedad; y adquirió las características que le son propias de cada uno
de éstos apoyos tecnológicos en que se apoyó.
[8]
La expansión gradual de esta realidad mediática reconfiguró el
esqueleto, la dinámica y las fronteras del Estado mexicano y de la cultura
nacional creando una nuevo tejido en la esfera del poder que generó al Estado
Mexicano Ampliado. De esta forma, surgió el Estado Mediático que se
caracteriza por ejecutar a distancia sus tradicionales funciones de dirección,
educación y gobernabilidad, vía los medios de información como brazos o
prótesis de expansión de sus capacidades de orden, administración, educación y
de dirección. Así, con esta incorporación tecnológica observamos el surgimiento
de nuevas políticas de difusión que dieron origen al tele deporte, la tele educación,
la tele banca, la tele administración pública, la tele oración, la tele
medicina, la tele venta, la tele diversión, la tele política, la teleguerra, la
radio asistencia psíquico-emocional, la radio orientación vial, la radio
iglesia, la radio orientación sexual, etc.
Debido a ello, es muy importante subrayar que cuando se habla de
medios, no se está hablando de simples acciones de esparcimiento, de
información o de actualización cultural; sino de empresas que, en última
instancia, transforman el espacio público, y en consecuencia, construyen la
estructura del Estado Ampliado y de la Sociedad Extensa, vía la
expansión del espacio virtual a la colectividad. Por consiguiente, no
corresponden a la simple acción del entretenimiento, sino a la reproducción de
las relaciones de poder de la sociedad.
V. La edificación de la nueve
memoria colectiva
Apoyados en las
virtudes que les dio el desarrollo tecnológico de punta y en su dinámica de
producción cultural que conquistaron históricamente los medios de difusión
colectivos, estos ejercen una fuerte presencia activa en la creación y
reproducción diaria de la memoria y el olvido social. Así, a partir de sus
grandísimas capacidades materiales y de posicionamiento social, los medios
substituyen la memoria histórica larga y profunda por la memoria
mediática rápida, corta, efímera y superficial, particularmente en las
urbes. Con ello, transforman la memoria social colectiva y producen
cotidianamente el olvido comunitario correspondiente que contribuye a la
reproducción de las estructuras de poder preexistentes.
En este sentido,
dedicados a fabricar el “hoy” contemporáneo a través de su estructura de
programación, los medios masivos nos construyen un presente autista, es
decir, que cree poder bastarse a sí mismo. Esto significa que los medios están
contribuyendo a crear un debilitamiento del pasado, de la conciencia histórica,
pues sus modos de referirse al pasado, a la historia, son casi siempre
descontextualizados, reduciendo el pasado a una cita, que no es más que un
adorno para colorear el presente, a lo que alguien ha llamado las modas de
la nostalgia. El pasado deja de ser entonces parte de la memoria, de
la historia, y se convierte en ingrediente del pastiche, esa operación
que permite mezclar los hechos, las sensibilidades, estilos y los textos de
cualquier época aisladamente, sin la menor articulación con los contextos y
movimientos de fondo de esa época (Martín Barbero. 2001:54).
Un pasado así no
puede iluminar el presente, ni relativizarlo, pues no nos permite tomar
distancia de lo que estamos viviendo en lo inmediato, contribuyendo así a hundirnos en un presente sin fondo, sin piso y sin horizonte. Los medios están reforzando
(no creando, pues los medios sólo catalizan, refuerzan y alargan las
tendencias que vienen de los movimientos de lo social), la sensación
postmoderna de la muerte de las ideologías y sobre todo de las utopías, porque
ambas se hallan ligadas a otra temporalidad más larga, emborronada hoy por la
pérdida de aquella relación con el pasado que proporciona la conciencia
histórica (Martín Barbero. 2001:54).
La fabricación de
este “presente implica también una profunda ausencia de futuro. Catalizando la sensación de estar de vuelta de las grandes utopías, los
medios se han constituido en un dispositivo fundamental de instalación en un presente
continuo, en una secuencia de acontecimientos que "no alcanza a
cuajar en duración". En lugar de trabajar los acontecimientos como
algo que sucede en un tiempo largo o por lo menos mediano, los medios presentan
los eventos sin ninguna relación entre ellos, en una sucesión de hechos como
síntoma del autismo en la que cada acontecimiento acaba borrando al
anterior, disolviéndolo e impidiéndonos establecer verdaderas relaciones entre
éstos”. (Martín Barbero. 2001:55).
Así, asistimos a
una “forma de regresión que nos saca de la historia y nos devuelve al tiempo
del mito, los eternos retornos, donde el único futuro posible es entonces
el que viene del más allá, no un futuro a construir por los hombres en
la historia sino un futuro a esperar que llegue de otra parte. De eso hablan el
retorno de las religiones, los orientalismos de la nueva era y los
fundamentalismos de toda naturaleza. Es la nueva edad media que atisbaron, y de la cual empezaron a hablar Eco y sus amigos al comienzo de
los años 70. Un siglo que parecía hecho de revoluciones sociales,
culturales terminó dominado por las religiones, los mesías y los
salvadores: El mesianismo es la otra cara del ensimismamiento de esta época.
Ahí, está el reflotamiento descolorido pero operante de los caudillos y los pseudopopulismos”.
(Martín Barbero. 2001:55).
De ésta forma, “los
medios no nos ayudan a anclar en la historia lo que nos pasa, para desde allí
dibujar algún futuro, sino que, en conjunto, los medios debilitan el pasado y
diluyen la necesidad de futuro. Sin embargo, es necesario matizar que mientras
la prensa, alguna al menos, intenta todavía enlazar los hechos, hilarlos,
ponerlos en contexto; la radio y especialmente la televisión trabajan sobre la simultaneidad
de tiempos y la instantaneidad de la información que, posibilitadas
por las tecnologías audiovisuales y telemáticas, se han convertido en
perspectiva, en modo de ver y de narrar” (Martín Barbero. 2001:55).
Las industrias
culturales audiovisuales “aplastan la temporalidad sobre la instantaneidad.
A lo que hoy llaman los medios actualidad, es a la toma en directo o sus
equivalentes. Esa simultaneidad entre acontecimiento e imagen, entre suceso y
noticia, es la que exige a la radio o la televisión cortar cualquier programa
para conectarnos con el presente de lo que está pasando, pues se trata
de un presente que no tiene reposo sino que pasa y pasa, a toda velocidad
exigiendo también que el tiempo en pantalla de cualquier acontecimiento sea
igualmente instantáneo y equivalente: ¡Tanto dura una masacre de
campesinos, como un suceso de farándula, pues en la economía del tiempo de la
televisión valen lo mismo! Extraña economía la de la información
en radio o televisión, según la cual su costo en tiempo implica que la
información como la actualidad dure, cada vez menos”. (Martín
Barbero. 2001:55-56).
Hasta “hace un
siglo lo actual se medía en tiempos largos, pues nombraba lo que
permanecía vigente durante años, pero después la duración se fue acortando,
estrechando, y acabó dándose como eje la semana, después el día, y ahora lo
actual es el instante incesantemente repetido en que coinciden el
suceso y la cámara o el micrófono. O quizá sea al revés: lo actual es el
instante que la cámara convierte el hecho en suceso. ¿Cómo diferenciarlos?
(Martín Barbero. 2001:54-55.
Sin embargo,
paradójicamente con la labor cultural que efectúan las industrias culturales sobre la conciencia de la población, hoy vivimos inmersos en un presente cada
vez más delgado, o como dirían los tecnólogos, más comprimido, pues uno
de los mayores logros del desarrollo tecnológico, a partir de la fibra óptica,
es la compresión (¡no confundir con comprensión!), pues de lo que
se trata es de meter, y hacer circular, el máximo de información en un mínimo
de espacio. Es muy sintomático que lo que sucede en el plano tecnológico de la
información -la compresión posibilitando computadoras más pequeñas y con
mayor capacidad de almacenamiento a partir de chips cada vez más diminutos y
potentes- nos esté dando la pauta a la hora de configurar los criterios
con que valoramos la información social, política y cultural. Trasladado al
campo de la memoria significa que el recuerdo que ahora vale ya no es el de los
viejos de la tribu, la memoria cultural (que es no
acumulativa sino conflictiva, articulada sobre los tiempos largos de la
historia y preñada de sentido), sino la que ahora es considerada como valiosa
es la que cabe en la computadora, la memoria instrumental y operativa. (Martín
Barbero. 2001:56).
Así, “el tiempo de
los medios comprime la información, la condiciona, y la moldea de dos maneras:
En primer término, transformando el costo del tiempo en el medio televisión
o radio en el condicionante decisorio de la estructura de los noticieros.
Esto implica una perversión radical: ¡ Todo vale igual en un noticiero! Nada
merece durar más. Estamos ante noticieros en los que todo vale igual, la única
clave de organización narrativa es el ritmo. Ante todo, el noticiero
debe tener ritmo. El ritmo visual importa más que la espesa y cruda realidad
del país. En la información de televisión no hay tiempo para la incertidumbre
que vivimos ni para la complejidad de la violencia que sufrimos, ¡Éstas no
caben!, sólo su gesto o, mejor, su mueca y su morbo”. (Martín Barbero.
2001:56).
En segundo término,
el tiempo condiciona la información moldeando su elaboración. ¿Cómo se elabora
hoy la información, especialmente, de los noticieros, pero no sólo en
la televisión?. Se produce como un reality show, como un
espectáculo, como una versión light, rápida y fragmentada que el ritmo
de la espectacularización impone a las noticias. De ahí, que ya no haya tiempo
para la investigación ni para el análisis, ni para la documentación, porque la
investigación, el análisis y la argumentación son menos importantes que el
montaje de efectos con el que se construye la simultaneidad del hecho y la
noticia, la entrevista en directo. (Martín Barbero. 2001:56-57).
Lo que se elabora
durante la preparación del noticiero no es su documentación y análisis sino su
teatralidad, esa pequeña obra de teatro a montar cada noche para que la gente
no se pase a otro canal. Anudada a un tiempo, que perversamente condiciona la
información, se halla la publicidad y especialmente la autopublicidad del
noticiero. Desgraciadamente, los nuevos noticieros de los canales
privados no sólo no han traído nada de nuevo, sino que han redoblado la
autopropaganda: de lo que más hablan hoy los noticieros es de sí mismos, más
que del país. En eso se traduce la tan cacareada competitividad y sus falsas
promesas de diversidad. Con la privatización del neoliberalismo se nos ofreció
que llegarían al fin la diversidad y el pluralismo, pero lo único que llegó
hasta ahora es más de lo mismo y más barato. Como si en este principio de siglo
lo único contra lo que debieran luchar los medios fuera el tedio y el estrés, y
su única arma fuera el ritmo y el espectáculo visual. (Martín Barbero.
2001:56-57).
Así, a principios del nuevo siglo la estructura de
poder del manejo comunicativo parece haberle encomendado a los medios masivos
de difusión colectiva la tarea de fabricar el presente, de recordar y
de olvidar. Con ello, mediante la actuación informativa de las industrias
culturales hemos tenido durante el siglo XX y principios del siglo XXI una
época histórica que perdió la memoria: En plena etapa de la explosión y de la
abundancia informativa, erigimos en dos siglos, la existencia del reinado del
alzheimer cultural en la población, donde lo que recordamos es lo que marca la
dinámica de la agenda de programación de los medios de difusión, especialmente
electrónicos.
En este
sentido, la memoria es un proceso abierto de reinterpretación del pasado que
deshace y rehace sus nudos para que se ensayen de nuevo sucesos y comprensiones.
Pero, ¿A qué lengua recurrir para
que el reclamo del pasado sea moralmente atendido como parte de la narrativa
social vigente, si los medios de masas sólo administran la "pobreza de
experiencia" de una actualidad tecnológica sin piedad ni compasión hacia
la fragilidad de los restos de la memoria herida? (Martín
Barbero. 2001:57).
Sin
memoria no hay futuro, y el que no recuerda está condenado a la repetición.
Pero, ¿quién es el que recuerda?, y ¿qué memoria es la activada? ¿La memoria de
quién? Es necesario considerar que mucha de la memoria recobrada es una
traición a la historia, pues cuando se somete la memoria de las víctimas a la
humillación de ver narrado su pasado, su experiencia y su dolor, en el neutro y
bastardo relato de la actualidad, esa memoria se convierte en un
secuestro, un robo. En gran parte, el modo como los medios recuerdan en
el país produce eso: un relato que funcionaliza la tragedia de las víctimas a
los intereses del tiempo rentable, la conversión de la memoria en rentabilidad
informativa, la transformación de la actualidad en desmemoria. En la actualidad
no cabe la memoria; la actualidad no soporta la memoria, y cuando convierte la
memoria en actualidad lo que resulta es una traición a aquellos en nombre de
quienes se dice hacer memoria. De esta manera, la memoria de los desaparecidos
es diariamente confundida con la cotidiana demanda colectiva de morbo, de
"hechos fuertes", y condenada al flujo invisibilizador de los sucesos. (Martín Barbero. 2001:57).
Por ello,
ante la necesidad de rescatar la memoria colectiva, debemos preguntarnos
¿Rescatar la Memoria de quién?. ¿Quién hace hoy memoria?. En realidad son muy
diversos los modos de recordar, y no hay posibilidad de un discurso que
recuerde de verdad sin que la palabra guarde cicatrices. Lo que hoy abundan son
modos de recuerdo que acaban siendo una forma de borrar el pasado, de tornarlo
borroso, difuso, indoloro. Sin embargo, una política informacional, no escrita
en ningún manual de redacción o de partido, parece regular la forma como el
recuerdo debe circular para que no ofenda a nadie, esto es, no como memoria
viva, lacerante, conflictiva, sino como discurso neutro, indiferente, por más
gestos dramáticos que adornen y "dramaticen" ese discurso. No hay
memoria sin conflicto, porque nunca hay una sola memoria, siempre hay una
multiplicidad de memorias en lucha. Con todo, la mayoría de la memoria que dan
cuenta los medios es una de consenso, lo que constituye la etapa superior del
olvido. No hay memoria sin conflicto significa que por cada memoria
activada hay otras reprimidas, desactivadas, enmudecidas, por cada memoria
legitimada hay montones de memorias excluidas. (Martín
Barbero. 2001:57).
Ahí,
emerge el conflicto de memorias. Mientras lo que los medios buscan es la
cuadratura del círculo: ¡Una memoria que suprima el conflicto; una memoria que
no nos perturbe; una memoria que apacigüe, que cierre la herida, pero en falso,
una cicatrización en falso. Algo de lo más hondo y decisivo es que hay que
saber vivir con el conflicto, pues es más democrático descifrarlo en lo que
tiene de dinámica social y dimensión constitutiva de la convivencia colectiva,
que reprimirlo o suprimirlo. Frente a eso, lo que encontramos en los medios es
un recuerdo neutro o revanchista: en ambos casos se trata de un recuerdo
instrumental, funcionalizado, incapaz de hacer memoria y de olvidar. (Martín Barbero. 2001:58).
La memoria
está hecha de una temporalidad inconclusa, correlato de una memoria
activadora del pasado y reserva/semilla de futuro. Sin embargo, esa memoria
sólo emerge al desplegar los tiempos contenidos, reprimidos, amarrados por la
memoria oficial o negados, neutralizados, por los medios. (Martín
Barbero. 2001:58).
Para poder
convivir en paz colectiva hay muchas cosas que necesitamos olvidar, pero la
generosidad de olvidar sólo es posible después de recordar. Por eso, se debe
poner la memoria a trabajar, al menos en dos oficios o tareas. La primera, es
deshacer aquellas cicatrices que cubrieron las heridas sin curarlas. Si las
bombas perdidas u ocultas no son descubiertas y desamordazas, nos pueden
explotar en las manos cualquier día. Con lo cual no se trata de reabrir las
heridas, moralmente condenado por una posición seudoconciliatoria, como la
encontramos tantas veces en este país, sino de desmontar la farsa y falsa
explicación con que se recubrió lo que dolía sin curarse en realidad. La
segunda, la memoria evocativa o celebratoria no es la que más necesitamos hoy,
porque no es la memoria del pasado sino la memoria de qué estamos
hechos la que puede ayudarnos a comprender la densidad simbólica de
nuestros olvidos, tanto en lo que ellos contienen de razones de nuestras
violencias como de motivos de nuestras esperanzas. (Martín
Barbero. 2001:38).
De esta
forma, el "investigar la densidad simbólica de nuestros olvidos equivale a
darnos la posibilidad de mirarnos unos a otros, de entrelazar memorias de modo
que podamos develar las trampas patrioteras que nos tiende la memoria oficial y
hacer estallar la engañosa neutralidad con que nos adormecen los medios”. (Martín Barbero. 2001:38).
En éste
sentido, el desarrollo de las tecnologías de comunicación abre hoy el espacio a
una realidad espectral "donde hay algo que desaparece en lo que vemos”.
Las nuevas tecnologías, en lugar de alejar el fantasma tal como se piensa
que la ciencia expulsa la fantasía abren el campo a una experiencia de
espectralidad donde la imagen ya no es visible, ni invisible. Todo esto ocurre
a través de una experiencia de duelo, que siempre anilla a la espectralidad en
la que nos enfrentamos con la huella, con lo desaparecido, con la no presencia.
Los medios a principios del nuevo milenio son máquinas de producción de espectros. No hay sociedad que se
pueda comprender sin esa espectralidad de los medios de comunicación, sin su
referencia a los muertos, a las víctimas, a los desaparecidos, que estructuran
hoy nuestro imaginario social. (Martín Barbero. 2001:58).
Frente al gesto grandilocuente de
tantos intelectuales que han hecho de la televisión el chivo expiatorio de
nuestra degradación moral y cultural, es clave que miremos la televisión para
que cada vez que veamos las imágenes de los muertos, de las madres que gritan
por sus hijos, etc, comprendamos que en la secreta relación entre imagen y
desaparición se juega la posibilidad del duelo sin el cual nuestra sociedad no
podrá tener paz, pues la desproporción de nuestra violencia quizá sea
paradójicamente proporcional a nuestra incapacidad de duelo: ese tiempo del
sentimiento donde elaboramos las pérdidas y expiamos nuestros olvidos. (Martín
Barbero. 2001:58).
En
resumen, hoy los medios son un actor fundamental de lo que sucede en el país.
El tipo de temporalidad que producen los ha convertido en dispositivos de
borramiento de la memoria, y por lo tanto, de desinformación. Ante ello, nos
preguntamos, ¿Cómo ser ciudadanos hoy sin información? (Martín
Barbero. 2001:57).
.
Todo ello, hace imposible construir
proyectos: Hay proyecciones, pero no proyectos. Algunos individuos se proyectan
pero las colectividades no tienen dónde asir los proyectos, y sin un mínimo
horizonte de futuro no hay posibilidad de pensar cambios, esto provoca que la
sociedad patine sobre una sensación de sin salida. Si la desesperanza de
nuestra gente joven es tan honda es porque en ella se mixturan los fracasos del
país por cambiar con esa sensación, más larga y general, de impotencia que la
ausencia de futuro introduce en la sensibilidad del principio del nuevo siglo. (Martín
Barbero. 2001:55).
Para
revertir la tendencia amnésica a la que asistimos socialmente de forma
creciente, los medios deben convertir la información en relato, romper
con la compulsión y la fragmentación, para darse un mínimo de tiempo, una
mínima capacidad de desenredar los conflictos, de acompañar los procesos, de
seguirlos, de mantenerlos en el aire, en pantalla, de mantenerlos vivos en la
conciencia y la memoria de la gente. (Martín Barbero.
2001:56-57).
VI. La construcción del capital cultural
mediático del olvido histórico
Mediante la
función de prolongación tecnológica de la sociedad, vía los medios, a través de
la adopción del modelo electrónico de comunicación comercial dominante y
mediante la capacidad que han adquirido para edificar la memoria colectiva,
especialmente de naturaleza mediática; las industrias culturales construyen en
la sociedad su propio capital cultural que margina o substituye al capital
cultural que generan otras instituciones de la gobernabilidad. Con ello,
producen el olvido social del capital cultural tradicional e imponen un nuevo
capital cultural mediático efímero que paulatinamente borra las huellas o
raíces del que lo precedió.
Así, las
figuras históricas tradicionales del capital cultural del Estado Nación
mexicano que forman parte de la memoria básica del país, ahora son substituidas
por las figuras cotidianas del capital cultural mediático, nacional y
transnacional. En éste sentido, el poder de educación cotidiana de los medios
de información electrónicos ha substituido la capacidad pedagógica que ejerce
el sistema de la escuela nacional impulsado por el Estado mexicano, vía la
Secretaría de Educación Pública (SEP) y otros órganos culturales.
Lo anterior se confirma
históricamente cuando observamos que los niños mayores de seis años conocen más
la información televisiva que la transmitida en la escuela primaria u otros
órganos culturales gubernamentales. Por ejemplo, en el “terreno de la realidad
nacional el 77% de los pequeños retienen más frases como "La chispa de la
vida" o "Recuérdame" y sólo el 49% conserva otras como
"¡Viva la Independencia!", "La solución somos todos" o
"El respeto al derecho ajeno es la paz". De igual manera, mientras
que casi la totalidad de los niños (92%) retiene la imagen del Gansito
Marinela, menos de dos terceras partes (64%) identifica la Columna de nuestra
Independencia o al cura Hidalgo. El 63% de los niños asocia fácilmente el tema
de la tarjeta de crédito "Carnet" y sólo el 43% reconoce la frase
"El respeto al derecho ajeno es la paz". En resumen, observamos que
de cada diez personajes que los niños identifican, sólo tres son de la historia
de México”.
“En el campo de la historia, el 67% de
los niños identifican los días y horarios en que se transmiten sus programas
favoritos de televisión, mientras que sólo el 19% enuncia las fechas en que
ocurrieron los acontecimientos más significativos de la historia nacional. Los
super héroes de la televisión como "La mujer maravilla", son más
conocidos por los pequeños (98%) que los héroes de la Revolución mexicana
(33%). "El Chapulín Colorado" es más evocado por los infantes (96%)
que los Niños Héroes de Chapultepec (82%). "Superman" está más
presente en la mente de los pequeños (97%) que Don Benito Juárez”.
“En materia religiosa, no obstante que
nuestra sociedad es acentuadamente católica, más de la mitad de los niños (56%)
conoce el día en que se transmitía "Hogar dulce hogar", mientras que
sólo el (86%) recuerda el día en que se celebra la Navidad. Mientras el 55% de
los niños puede decir qué día se difundía el programa "Mis
huéspedes", sólo el 32% sabe la fecha en que se celebra la fiesta de la
Virgen de Guadalupe. Los pequeños identifican mejor el logotipo de
"Sabritas" (86%) que una ostia (46%)”.
“En el área cívica, el 87% de los
infantes conoce los días en que se transmiten los programas cómicos y sólo el
13% sabe la fecha en que toma posesión el Presidente de la República. Sólo el
8% conoce la fecha en que el primer mandatario rinde su informe anual, mientras
que el 61% sí puede decir el día y la hora en que aparecen las series
fantásticas. El 83% de los niños identifica el logotipo de los pastelitos
rellenos y sólo el 63% conoce el Calendario Azteca. Mientras que el 81% de los
pequeños evoca el logotipo de los productos "Marinela", sólo el 66%
identifica el escudo nacional. Las tres cuartas partes (77%) de los niños
identifican la imagen de Chicles Adams y menos de una quinta parte (17%)
reconoce el Monumento a la Revolución. Finalmente, el logotipo de los
chocolates "Carlos V" es más reconocido (77%) que el Monumento del
Ángel o la columna de la Independencia (40%)”.
[9]
En éste sentido, a
partir del momento en que los medios de información se han convertido en el
Primer Poder Ideológico, ya no es sido el discurso político ni la acción
de los representantes populares y ni siquiera la prensa tradicional lo que ha
permitido a los mexicanos tener una visión cotidiana de si mismos y del futuro
de nuestra nación. En la actualidad, son las redes de televisoras y
radiodifusoras, quienes acceden permanentemente a la mente de los mexicanos y
les informan o les deseducan sobre la conducta a seguir en la sociedad
contemporánea que nos corresponde vivir. La sociedad mexicana quedó
teledirigida por los medios de información colectivos, especialmente
electrónicos. (Labra. 1989:7)
De esta manera, en los espacios
cotidianos de relación simbólica que permanentemente producen los aparatos
cotidianos de comunicación entre emisores y colectividades, es la principal
arena social donde diariamente se edifica el espacio público y en el cuál se
construye o destruye, mental y afectivamente, a la sociedad mexicana y al
Estado. Por consiguiente, podemos afirmar que en la sociedad mexicana del 2000,
cada vez más, las batallas políticas o sociales se ganan o pierden en los
medios de comunicación colectivos y no en otras áreas convencionales de las
contiendas sociales. Con ello, a principios del tercer milenio la hegemonía
social, es decir el principal trabajo masivo de convencimiento, asentimiento
y dirección social, se logra pacíficamente vía los medios de comunicación
colectiva y no mediante otros aparatos ideológicos de la gobernabilidad. Los medios
y su producción simbólico-cultural, se convirtieron en el principal cemento
eficiente que articula o desarticula cotidianamente a los grupos sociales.
VII
Los medios colectivos y la reconstrucción de la hegemonía ciudadana
En la actualidad debemos
tener presente que en nuestro país, frente a la tradicional acción del sistema
escolar y religioso, los medios se han convertido en la principal red cultural
y educativa capaz de cambiar, con mayor rapidez y agilidad, las cosmovisiones, los valores, las actitudes, los hábitos
y las conductas de los receptores. En una idea, dirigen la cultura cotidiana en
cada periodo histórico y social.
Es decir, los medios se han
transformado en los principales mediadores culturales que generan la memoria
colectiva, a través de los cuales se articula ideológicamente a nuestra
sociedad, convirtiéndose en las principales instituciones organizadoras
colectiva de la historia y la vida moderna de México. Con ello, la memoria
nacional se edifica y conserva, cada vez más, desde el complejo aparato
mediático y no desde las tareas culturales tradicionales del Estado mexicano
moderno.
Es a través de
estos procesos de reasimilación del flujo de información audiovisual y de otros
mecanismos más sutiles de recepción como la televisión siembra su semilla
cultural en los campos de conciencia de los receptores del país, dejando
huellas generación, tras generación.
Con el desempeño de éstas tareas a principios del tercer
milenio, los medios de información electrónicos comerciales se han convertido
en fines de reproducción del poder y no en medios culturales de vinculación
entre los hombres. Mediante la ejecución de estas funciones, se inició una
silenciosa transformación y desplazamiento del Estado de su posición rectora,
para delegar su centro de dirección a las nuevas fuerzas de la información
mediáticas en rápida expansión.
Así, uno de los signos de los tiempos en México al inicio
del siglo XXI es la descolocación creciente de la centralidad de las instituciones
tradicionales del Estado mexicano y de lo público, con su correspondiente
disminución o pérdida de fuerza; para ahora ser remplazadas por los proyectos
de desarrollo que se dan a través de la acción de las grandes redes
tecnológicas del poder mediático, cada vez mas, desarrolladas y perfeccionadas.
Con ello, históricamente la creación del consenso cotidiano y de la dirección
ideológico política de la sociedad le ha sido arrebatado a las instituciones
del Estado nación, para ahora concentrarse en las fuerzas del poder
informativo, la cultura y la reedificación de la memoria cotidiana
reencantadora que construyen diariamente las industrias culturales,
especialmente electrónicas en México.
VIII Referencias
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“Proponen enseñar a los niños a
mirar televisión con sentido crítico”. Periódico La Nación (On Line),
Buenos Aires, Argentina, 13 de marzo, 2004. http://www.lanacion.com.ar/