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LA ESPERANZA DEL ESPERANTO

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Por: Paloma Gil
Número 68

Comunicación es una palabra comodín que empleamos para todo tipo de interactuaciones entre dos o más sujetos. Sin embargo, su sentido más exacto es el dado a la palabra, el más intrínseco de ellos. Hablar es la forma más rápida y cómoda de comunicarse, a no ser que ambos interlocutores utilicen códigos distintos, es decir, hablen idiomas diferentes. Si esto ocurre, lo más práctico es recurrir a los iconos, los dibujos, la semiótica, hacer señas con las manos… en definitiva comunicarse es sencillo.

Sin embargo, ¿qué ocurre cuando ambos interlocutores se expresan aparentemente en el mismo idioma? Y no me refiero sólo a la posibilidad de escuchar a un japonés hablando en inglés, sino a un americano frente a un australiano. Un cubano frente a un español. O incluso, si los países son muy grandes, dos rusos, uno del este y otro del oeste, es más que probable que no se entiendan bien. O incluso que no se entiendan nada, bien por el acento, bien por el léxico utilizado, bien por la polisemia y sus significados diversos.

A la hora de viajar se crean situaciones divertidas, como aquella vez que una amiga mexicana quiso comprar “agujetas” en un supermercado español. Las agujetas en España es ese dolor muscular que surge después del ejercicio físico. En México son los cordones de los zapatos y la situación no pudo ser más hilarante. Pero también se dan confusiones que pueden llegar a resultar peligrosas, por ejemplo a la hora de ser atendidos por un médico. Un caso claro son los inmigrantes sudamericanos que visitan al médico en España y le enumeran su sintomatología: “fatiga” en España significa cansancio, mientras que en Colombia es hambre. Lógicamente el diagnóstico será distinto para un caso y para otro. Y si ambos interlocutores no se encuentran en el mismo canal, el resultado puede ser catastrófico.

En una ocasión hubo un intento de salvar la problemática del idioma, creando un código común e igual para todos. Un idioma plástico, creado a partir de cero, aunque ciertamente tenía reminiscencias muy claras de otros idiomas, especialmente del latín y las lenguas romances. Lo llamaron Esperanto, cuyo nombre, en inglés o en chino probablemente no tenía significado, pero en español está claro que recordaba la intención con la que fue creado: la esperanza. Creado por un médico polaco llamado Zamenhoff, en 1887, conocido como el Dr. Esperanto, cuyo significado en dicho idioma era el de Doctor Esperanzado y pronto se popularizó ese nombre para el nuevo dialecto.

El Esperanto estaba diseñado como idioma auxiliar, no se pretendía en ningún caso, eliminar los idiomas originales de cada país. Su gramática es simplísima, basada en 16 reglas sin excepciones y un alfabeto fonético, una estructura regular, por ejemplo, los sustantivos terminan en –o y los adjetivos en –a. Y que además funciona de forma aglutinante, es decir, a partir de un número relativamente pequeño de raíces, se pueden expresar todos los conceptos posibles, lo que acelera el aprendizaje debido al reducido vocabulario para memorizar, evitando las complicaciones de los giros idiomáticos.

Fue apoyada por la Unesco en diversas ocasiones como vehículo idóneo de comunicación, sin embargo nunca llegó a cuajar. Fue seguido por grupos de lo más diverso, como los espiritistas brasileños y perseguido por otros tantos, especialmente por los regímenes totalitarios, por ejemplo Stalin, lo consideraba el idioma de los espías, de manera que a los esperantistas dieron con sus huesos en la horca, mientras que McCarthy consideraba que el Esperanto era sinónimo de comunismo. Esto es lo que ocurre cuando los pueblos son gobernados por ignorantes y analfabetos funcionales. Para ambos bandos era sinónimo de enemigo y por lo tanto, ni siquiera contemplaron la opción de probarlo como idioma auxiliar ni siquiera en beneficio de la ciencia. Otro animal que se apuntó a perseguir  a los esperantistas fue Hitler, pues ya menciona en su libro Mein Kampf, que el Esperanto es fruto de una conspiración judía para dominar al mundo.

Pero la iniciativa esperantista no ha muerto. En 1908 se fundó la Asociación Universal de Esperanto (UEA), con miembros de 119 países y que aún hoy sigue vigente renovando sus estatutos y adaptándose a los nuevos tiempos. Quien sabe si un día podremos llegar a utilizar este idioma como lengua en nuestros viajes a lo largo del planeta. De momento, nuestra comunicación en estos casos tendrá que circunscribirse únicamente a nuestros conocimientos de inglés, francés, alemán, italiano… el idioma de signos o una desarrollada capacidad para dibujar a fin de que nuestros interlocutores puedan comprendernos.

Paloma Gil
Directora del portal www.revista80dias.es, es licenciada en Periodismo por la UCM, diplomada en Turismo Internacional y técnica en empresa y actividades turísticas por la escuela de negocios ESERP y en Dirección de empresas y RRPP por el International Institute of Public Relations Management and Business.


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