Razón y Palabra

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Por:
Liliana María Celiz

Del libro inédito “El quiebre allá en la hoja”

 

Empezaste a pintar

"empezaste a pintar, pensando que la lógica del referente quedaría expuesta, no bien hubieras resuelto la oposición entre punto, línea y color" la mano entre las sombras se apilaba de las sombras en lo húmedo, allí cantaba algún color perdido entre los ángulos febriles de la noche que aún gritaba como mero referente de desgracia (el grito era la partición del grito en la estadía pura de belleza entre la mano y algún punto en desatino de las formas) el grito como tomado de algún coágulo de luz en estallido inverso hacia las sombras (en la disolución de espacio de las sombras) a algún punto pasajero entre los tiempos asequibles de belleza (la nada es algún punto de belleza en lo asequible) en la configuración de los espacios en la sombra (la noche en plena digresión de los sonidos como luz que filtra alguna escena de mirada entre el párpado y el iris en el momento del ojo en su ascendencia hacia la luz o al nuevo gesto que palpita como germen de lo próximo (la luz en el circuito circular del canto de los pájaros como ala en el recuerdo de algún canto)

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Como del aguijón de una abeja

"como del aguijón de una abeja, resbala una lágrima" y mi vientre se abre como en paneles de agua (como en panales de agua allá invertida -la cara en los extremos de la soga donde él ve que canto, que cantaba mi canción de cuna, sólo mi madre en la estación de alpiste entre los aguijones de la luna, mi madre hueca de humedad de muerte entre los ríos de mi padre en las estampas-) y mientras canto él borda mi boca con su mano (en la inversión de mano en el espejo, la voz que grita tararea la canción de cuna entre sus manos, en la inversión de mano en el espejo)

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Y él parece un alfiler invertido

"Y él parece un alfiler invertido, la punta imantada hacia la luna" la cara atrapada por el agua (por momentos en el agua) dividida (la cara en explosión de caras en conjunto justo al borde de la escena de la muerte) y yo mirándole los ojos en el agua (en la extracción del agua que caía) mi yo apenas zambullido entre las cruces de los pechos de mi madre entumecidos (mi yo en el implante vertical de la belleza de las lilas como enaguas) enturbiada de su cara de difunto (el niño que cantaba ahora muere) mi yo en la extracción de sangre con los dedos en el agua (en la crepitación de la belleza caída aquí en la tarde) las manos de él bordeando las hendijas de mi carne (cabellera) las nubes de mi carne en extracción de abismo (ese circuito del abismo como nombre) mi yo ni yo ni otra costumbre que decirlo (y mientras él acaba de decir que ha muerto) mis manos en la boca como hablando (en extracción del punto que se añade a la violencia de mi padre) (un alfiler al agua entre mi padre y él que me respira al vidrio y no le abro)

 

 

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