México

Inicio

ver Internet y la tecnología como sostenes del self en una cultura con características ADD
(Parte I)
La identidad ya no está en crisis y la esquizofrenia ha dado finalmente paso al ADD

AddThis

Por Roberto Balaguer Prestes

Introducción

Hace ya un tiempo que siento la necesidad de volver a algunos lugares conceptuales visitados en el pasado. Es tiempo de una revisita a algunos sitios por los que anduvimos hace ya varios años. En aquellos tiempos a los que aludo (Balaguer, 2003) nos referíamos a la tecnología como una suerte de “sostén del self” y a Internet como un “nuevo espacio psicosocial”.
Eran tiempos previos al MSN, SMS, Facebook, Twitter, Google Wave y todas las redes sociales. Eran tiempos de IRC, e-mail y Netscape. Eran tiempos hoy devenidos y devaluados 1.0.
Recuerdo que en aquellos años hablar de espacio psicosocial y de Internet al mismo tiempo, le sonaba a muchos como una rareza y a más de un colega como un delirio.
Solamente John Suler (1996) se animaba a plantear el ciberespacio como un “espacio transicional” winnicottiano y su colega Norman Holland (1995) hablaba de “regresión” en Internet. Para los más “tecnos”, lo psicosocial era un convidado de piedra a la mesa de Internet, más allá del formidable trabajo de Turkle (1984, 1995) extensamente citado pero creo, no del todo comprendido en toda su dimensión analítica. Por otro lado, para los guardianes de la cultura letrada, Internet era un enemigo acérrimo del pensar, de la reflexión y por ende, de la cultura, por lo que, salvo contadas excepciones, como el Berkman Center o el MIT, la intelectualidad académica prefería darle la espalda al mundo de los bytes del que hablaba el mediático Negroponte (1995).


¿La identidad pasó de moda?

En aquel momento, me refiero a los años 2001-2003, a comienzos del milenio, en pleno apogeo de la globalización, referirse a la identidad era tan frecuente como en tiempos de la Guerra Fría lo fuera referirse a las ideologías, o en épocas coloniales a la conquista o al americanismo. Identidad y sus trastornos, eran tópicos recurrentes en esos tiempos recién globalizados, trasnacionales, de fragmentación, deconstrucción de la personalidad, múltiples selfs (Turkle, 1995, 1996), “identidades virtuales”. Los efectos de la llamada “globalización”, en los albores de la Red masificada, también habían recaído sobre la identidad, tanto a niveles regionales, como nacionales o inclusive individuales (Castells, 1996, 1997; Giddens, 1999; Bauman, 2001).
El chat era la estrella (Reid, 1991; Mayans, 2000) y la identidad, tal como la conocíamos, se veía trastocada por la globalización y por los bytes.
Hoy, sin embargo, la identidad, tan manoseada en aquella época, pareciera haber sido olvidada por la discursiva preponderante. Resulta interesante observar la magnitud del cambio a pesar del poco tiempo transcurrido. Estas son cosas que sólo las revisitas permiten observar.


¿Esquizofrenia o ADD?

Mientras Castells señalaba en aquella época que estábamos en una cultura esquizofrenizante, tímidamente yo me animaba a decir que no se trataba de esquizofrenia, sino en todo caso, de ADD (Attention Deficit Disorder). Creo que cuando Castells pensaba en esos términos, caía en la trampa de la cual el mismo intentaba alertar: contraponía un mundo y otro (de ahí lo esquizofrenizante que él analizaba), mientras por otro lado, era uno de los autores que más lúcidamente veía que virtualidad y realidad se complementaban.
Realidad y virtualidad cada vez más se ven como dos caras de una misma moneda y no como dos mundos contrapuestos. Pero ambos mundos son cambiantes y esa inestabilidad es terreno fértil para el ADD. Por eso, desde aquellos tiempos preferíamos más la metáfora de ADD que la de esquizofrenia.


¿Qué es la identidad? Revisitando…


Habrá factiblemente varias respuestas a esta pregunta dependiendo de la disciplina desde la que se responda y desde la óptica que se elija para la definición.
En determinados contextos, las nociones de identidad, self, inclusive rol social, se superponen en una terminología que no deja de resultar compleja de definir ya que los acentos pueden ser tan variados como las propias conclusiones a las que se arriben.
Desde la Antropología, Bock (1988) plantea que en las últimas décadas del siglo XX el concepto de rol social fue dejado de lado por el de self, término éste ampliamente utilizado también en los nuevos contextos y discursos posmodernistas, así como también en el psicoanálisis de la escuela americana.

Refiriéndonos estrictamente al término identidad, éste tiene su raíz latina en ser igual. Esa arista de igualdad tiene que ver con una continuidad temporoespacial tras la cual a pesar de los cambios visibles, el sujeto se reconoce como el mismo, sin importar el paso del tiempo. Hay una suerte de núcleo fuerte o sistema que se mantiene, a pesar de los avatares de la vida, de los cambios de contexto que se puedan presentar.
La identidad es considerada uno de los elementos más profundos y trascendentales en el ser humano. Es una de aquellas cosas que por ejemplo para la psicopatología del siglo XX -tanto para la Psiquiatría como para la Psicología- reviste un carácter fundamental, tanto como para considerarla como uno de los pilares del sujeto desde el punto de vista de su estructura psíquica.


¿Efectos en la identidad?


La esquizofrenia, la psicosis, con sus aspectos disociativos y alterantes de la identidad, es el paradigma de aniquilación de la misma, tal como la entendemos para las personas normales dentro de nuestra cultura occidental. En las sociedades occidentales, una crisis identitaria se reflejaría en su extremo, en una despersonalización, un no reconocimiento en el espejo, una imposibilidad de justamente mantener una continuidad a través del tiempo.
Los procesos de despersonalización con ese extrañamiento de uno mismo y la consecuente pérdida de referencias temporoespaciales, nos hablan de un proceso desintegrativo fuertemente angustiante para el sujeto.

Por ello, siempre hemos pensado que las sensaciones que experimentan los sujetos en este nuevo milenio no pueden asimilarse a ello. Sigamos adelante.
Desde el psicoanálisis, Yampey lo expresa de esta manera: “la vivencia de la identidad radica en la capacidad de seguir siendo idénticos en la sucesión de los cambios, en conservar la noción de nosotros mismos, en las más diversas circunstancias" (1981: 112). (1)
Si algo representa la situación cultural actual es nada más y nada menos que el cambio. Nada parece permanecer en esta modernidad líquida (Bauman, 2000) y lo más permanente y estable es precisamente el cambio, pero el cambio es en el entorno, no en la persona.


¿Cómo afecta esa situación al yo actual?

El interaccionismo de la línea de G.H. Mead (1934) ve al self como constantemente modificado en la interacción con los otros significantes. El self es para esta escuela un proceso, no una cosa estable dada de una vez y para siempre.
Goffman (1959) ve la identidad, el self, como un proceso en construcción permanente producto de diferentes negociaciones y de los contextos cambiantes.
Los estudios etnometodológicos de Garfinkel (1967) con el énfasis puesto en las interacciones y en la búsqueda permanente de significar y dar significado a las situaciones, aportan ese elemento constructivo propio del ciberespacio.

La aparente contradicción entre lo cambiante y lo estable en relación a la identidad, queda aclarada por Yampey cuando dice:

“El sentimiento de identidad expresa la experiencia emocional y cognitiva en la que el sujeto se reconoce como que es él mismo en el tiempo y el espacio no obstante sus múltiples roles y las actividades que dominan el desempeño de su conducta ...”()
“...El primero da cuenta de la relación entre las partes del self entre sí, mantiene la cohesión y permite compararlo y contrastarlo con los objetos, sustenta la vivencia de individuación. El segundo se refiere al nexo entre las distintas representaciones del self en el tiempo, establece la continuidad entre ellas y otorga el sentimiento de mismidad.
El tercero connota el vínculo intergrupal y está dado por la relación entre el self y los objetos, posibilita vivenciarse a sí mismo como parte de un grupo u organización social, provee el sentimiento de socialidad" (1981: 115).


Cambios actuales

¿Es posible decir que la alteración identitaria se haya detenido? ¿Se ha detenido la fase de crisis identitaria de los comienzos de la globalización o nos hemos acostumbrado a ella?
¿El mundo se ha acostumbrado a vivir globalmente? Hace apenas siete años atrás pensábamos y escribíamos que “nuestra sociedad actual -como otras con anterioridad- ha sido tildada como una época en la cual la identidad está en crisis.”
En el diagnóstico primario eran prácticamente coincidentes todos los autores: vivíamos una crisis de identidad. A qué respondía esto, o cuáles eran sus características, ya no resultaba tan fácil precisarlo.
Es bien cierto que la identidad se ha visto trastocada no sólo a nivel individual sino también a un nivel regional, nacional, cultural y hasta general abarcativo del planeta, tanto en Occidente como en Oriente. Las sombras de la crisis financiera actual se desplazan por todo el planeta. Inmersos en un proceso de globalización, occidentalización o americanización, según la óptica que se elija, las tecnologías de comunicación ya han trastornado nuestros modos de vida independientemente del lugar donde nos encontremos.
“Mash-up” oriental-occidental. Oriente se ha occidentalizado y Occidente comienza a funcionar con una lógica más cercana a la oriental, en una búsqueda de trascendencia, más allá de lo corporal, tal como Mc Luhan (1989) había previsto décadas atrás. Este autor había anticipado un proceso de orientalización con el “espacio acústico” ya que las cualidades de éste encontraban mayor armonía con el modo oriental de estar y pensar el mundo.

En relación entonces al contexto, Giddens (1999) había señalado a la globalización como la razón del surgimiento de identidades culturales locales y del fundamentalismo.
Si bien esto se mantiene, lo que más crece hoy son las redes sociales, conformando nuevas agrupaciones no atravesadas por los Estados Nación, pero tampoco por las compañías ni necesariamente por el consumo, aunque esto último sea más discutible. Facebook, Myspace, Orkut, Twitter conforman poblaciones similares a las de algunos países y dentro de ellas acontece buen parte del anecdotario juvenil.

Hace unos años se decía con firmeza que frente a la fuerte influencia del norte y de los modelos capitalistas, las sociedades se resistían a través de un reforzamiento de sus propias tradiciones, o inclusive “creando” tradiciones como una forma de fortalecer la identidad en crisis.
Giddens señalaba cómo instituciones como el trabajo, la familia, la nación, que brindaban identidad anteriormente, se han transformado en la modernidad tardía en “instituciones caparazón”, instituciones que se han vuelto inadecuadas para las tareas llamadas a cumplir. Esa línea ha sido transitada también por variados autores (Bauman, 2000; Corea & Lewcowicz, 2004) que encuentran a la sociedad actual con instituciones “deslegitimadas” en sus funciones.

¿Acaso esta situación se mantiene hoy? No pareciera del todo claro que el punto de urgencia pase hoy por la crisis de identidad. Es como que el mundo ya se hubiera hecho a la idea de ello y estuviera encaminándose hacia otros lares. Otras preocupaciones son las que lo aquejan, más materiales, más financieras, más ¿globales?


Nuevas identidades

La identidad en líneas generales es, por otro lado, algo a adquirir en un contexto dentro del cual podríamos distinguir desde una perspectiva más psicológica algunos aspectos salientes. Los modos de crianza, los modelos parentales que se ponen en juego, las funciones parentales, el propio ambiente tecno-cultural, junto a factores genéticos y constitucionales, van delineando una forma que dará paso a una identidad individual, única, intransferible y reconocible a través del tiempo y el espacio.

Dice Bock (1988: 6) (trad. del autor).
"Los organismos humanos adquieren un discurso articulado, interacciones satisfactorias y una segura sensación de identidad sólo cuando encuentran, en cada etapa de su desarrollo, una tradición cultural transmitida con suficiente consistencia para que permita el desenvolvimiento de sus potenciales. Como no sabemos las formas que las culturas tomarán, no sabemos qué devendrá el homo sapiens”.

La anterior afirmación de Bock de alguna manera toca el espíritu de la situación actual con respecto a los posibles cambios generados por las nuevas tecnologías en las nuevas generaciones expuestas a una cultura altamente tecnificada. Ya no hablamos de crisis identitaria, sino de desencuentro de culturas. Una cultura digital y una analógica. Nativos e inmigrantes digitales. La etapa de crisis, parece haber pasado. Hay ya una generación que ha nacido en el “nuevo mundo” y ya tiene voz.

Estos jóvenes “criados” e inmersos en esa nueva cultura, los llamados “tsunami”, “la generación de la Red” de Tapscott (1998), los Millenials, los “Clickeratti kids, generación @, generación Download, los “Nativos Digitales” de Prensky (2001) o más recientemente de Piscitelli (2009) son modelos propuestos para pensar a este homo sapiens del siglo XXI a partir de sus experiencias en el nuevo mundo multimedia, en la nueva cultura digital. Sartori (1997) con su fuertemente arraigado concepto de “video-niño” también es un ejemplo de pensar a estas nuevas generaciones inmersas en un mundo visual, digitalizado, en el cual el lenguaje ha supuestamente pasado a un segundo plano.

Los avances en el campo de la genética, las nanotecnologías, la búsqueda de inteligencias más que humanas, podrán seguramente ir conformando una cultura transformada en sus raíces más profundas, cambiando entonces los conceptos de identidad actuales.
Estos cambios propiciados en buena medida por la tecnología, y por toda una ecología que se genera en torno a sus usos (Jenkins, 2006) marcan que a la vez que ésta es un reflejo de la sociedad, produce cambios que terminan remoldeando la sociedad misma en un espiral generador nuevas ecologías.

Para Castells el desarrollo social es inseparable de los cambios en la infraestructura tecnológica a través de la cual muchas actividades son llevadas a cabo, ya “que la tecnología es la sociedad y la sociedad no puede ser entendida o representada sin sus herramientas tecnológicas” (1996: 5).
Los cambios sociales y tecnológicos se encuentran por tanto, íntimamente relacionados.
Las imágenes televisivas cambian cada cinco o seis segundos ya sea modificando el ángulo o pasando directamente a una nueva escena. La velocidad de estos cambios va poco a poco penetrando nuestro sistema y volviéndolo proclive, adepto y adicto a los cambios de pensamiento vertiginosos. Por otro lado, la propia televisión y sus nuevas tramas (¡¡que Piscitelli y antes Johnson tienen la valentía y osadía de decir que vuelven a la gente más inteligente!!) se han ido complejizando de tal forma que se hace difícil seguir denominando a la misma como otrora se hiciera: “la caja boba”.

Pensado el contexto en términos piagetianos, las posibilidades de equilibrio que la cultura actual brinda son tremendamente menores que antes, dado el vértigo cognitivo al que estamos sometidos. El flujo es permanente. El equilibrio piagetiano se ve cuestionado permanentemente, ya que lo existente para ser asimilado es infinitamente mayor a las posibilidades de acomodación de los sujetos. Los sujetos de este nuevo siglo se encuentran infoxicados con un caudal de información inabarcable. Sin embargo, parece ser que la identidad ya no está siendo amenazada por este overload de información.


¿Y a esta forma de vida lo llaman omnipotencia?

Quien no haya transitado por Twitter no conoce ni puede percibir cabalmente la noción de inmersión y de flujo. Esa red de microblogging es un flujo permanente de estímulos, referencias, links en donde detenerse en uno de ellos, profundizar, lleva consigo implícita la pérdida de un sinfín de otros elementos simultáneos. ¿Y a esta forma de vida lo llaman omnipotencia? Ser parte de la Red necesariamente implica aceptar las limitaciones y la pequeñez de uno en el mundo, por más que crea imaginariamente que puede llegar a cualquier lado con un click. Esto ya lo habían señalado Granic, I., & Lame, A. V. (2000) hace casi una década, refiriéndose al impacto cognitivo de estar en la Red. Para estos autores, la participación en Internet podría dar pie a cambios en el pensamiento contemporáneo, similares a los ocurridos con el advenimiento de la imprenta y el nacimiento del modernismo.

Sin embargo, las lecturas psicoanalíticas o al menos pseudopsicoanalíticas que han pululado en los últimos años y que por suerte poco a poco se van volviendo “políticamente incorrectas”, hablaban grandilocuentemente y no se cansaban de hacerlo, apoyados en autores como Sartori (1997) de la omnipotencia del click, de la inmediatez y la gratificación instantánea, casi como si viajar en carro fuera más “humano” que hacerlo en avión y como si la lectoescritura fuera una habilidad innata.
Hoy vivimos un tiempo de multitasking, multipresencia, síntesis y ubicuidad a través de los celulares, la Red, las posibilidades que ésta nos brinda y los diferentes lenguajes que se ponen en juego. Nos encontramos en una nueva matriz cultural, algo en lo que Trejo (2006) ha trabajado también cuando describe las características de la Sociedad de la Información y que, en algunos vectores, concuerda con mi descripción de la nueva matriz cultural en la que nos hallamos.
Nos manejamos con muchas ventanas abiertas al mismo tiempo; trabajamos en Windows; aunque quizás, tal como plantea Johnson (1997), siempre hayamos trabajado en Windows aunque no lo supiéramos. ¿ADD o nuevas formas de estar en el mundo? ¿ADD patológico, medicable, ritalinizable o una nueva cultura que le da cabida a estas formas diferentes de estar atento? Esto último se ha señalado desde infinitos lugares y magistralmente lo incorpora Sir Ken Robinson cuando alude a la muerte de la creatividad por parte de la escuela.

El flujo de información es permanente y los filtros ya no son suficientes. La sobremodernidad con sus excesos de información e imágenes (Augé, 2000) vuelve la barrera antiestímulo freudiana (Freud, 1925) una barrera insuficiente para detener la cuantía de información a percibir. Claro está que el equilibrio logrado termina siendo precario porque las nuevas estructuras no logran ser incorporadas al no haber tiempo material para hacerlo. ¿Pero…esto qué significa?
¿Qué consecuencias cognitivas, emocionales, educacionales tiene todo esto?
El homo sapiens de hoy, como decíamos hace ya varios años, y por eso hoy revisitamos, es una versión cultural del ADD. Es un sujeto con imposibilidad real de concentración en un solo factor. Eso resulta deficitario si se piensa desde el paradigma de la concentración, no si se piensa desde la atención distribuida y un nuevo tipo de atención necesaria para el mundo de las redes. Los requerimientos culturales son otros en esta nueva matriz cultural en la que nos hallamos (Balaguer, 2008).
Se ha vuelto necesario estar atento a muchas variables para poder buscar un equilibrio. Ya veremos en la segunda parte de esta revisita qué efectos produce todo esto en esta subjetividad ADD.


Notas

1. La aseveración anterior podría ser discutible en el contexto de situaciones límites, tal como lo muestra el filme “La vida es bella”, donde cierta ruptura con el mundo circundante puede ser beneficiosa, desde el punto de vista psíquico. Blanck-Cereijido (2006) ha trabajado estas cuestiones refiriéndose a un “objeto salvador” que permite salirse del entorno asfixiante y por tanto preservar la salud psíquica.



Bibliografía

1. Augé, M. (2000) “Sobremodernidad. Del mundo de hoy al mundo de mañana”
2. Disponible en: http://www.memoria.com.mx/129/auge.htm
3. Balaguer, R. (2003) Internet: un nuevo espacio psicosocial, Montevideo: Ed. Trilce
4. Balaguer, R. (2003) " Haciendo foco en el nuevo pensamiento: tercer enfoque para la Psicología Educacional" en libro Jornadas Universitarias de Intercambio Psicología en la Educación: un campo epistémico en construcción , CEUP, Montevideo Disponible a través del Archivo del Observatorio para la CIBERSOCIEDAD en: http://www.cibersociedad.net/archivo/articulo.php?art=153
5. Balaguer, R. (2008) “La nueva matriz cultural. Los nuevos requerimientos del mundo digital”· ponencia presentada en la Universidad Complutense de Madrid, Campus Somosaguas, Madrid
6. Bauman, Z. (2000) Modernidad Líquida, México: Fondo de Cultura Económica, 2002
7. Bauman, Z. (2001) En busca de la política, México: Fondo de Cultura Económica
8. Blanck-Cereijido F. (2006) “Simbolización y sobrevivencia: el objeto salvador” en Revista Uruguaya de Psicoanálisis, No 103, Montevideo, págs 83-96
9. Bock , Philipe (1988) Rethinking Psychological Anthropology Continuity and change in the study of human action, New York: W.H. Freeman and Company
10. Castells, M. (1996) The Rise of the Network Society, The Information Age: Economy,
11. Society and Culture, Vol. I. Cambridge, MA; Oxford, UK: Blackwell
12. Castells, M. (1997) The Power of Identity The Information Age: : Economy,
13. Society and Culture Vol. II. Cambridge, MA; Oxford, UK: Blackwell
14. Castells, M. (2001) La Galaxia Internet, Barcelona: Random House
15. Corea, C. & Lewcowicz, I (2004) Pedagogía del aburrido, Escuelas destituídas, familias perplejas, Bs As: Paidós
16. Freud, S. (1925) “Notas sobre la pizarra mágica” Tomo XIX Obras Completas Buenos Aires Amorrortu Ed. 241-247
17. Garfinkel, H. (1967) Studies in Ethnomethodology, Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall
18. Giddens, A. (1999) Un mundo desbocado, Madrid: Ediciones Santillana, 2000
19. Goffman, E. (1959) Presentation of Self in Everyday Life, New York: Anchor Books
20. Holland, N. (1995) “ The Internet Regression” Disponible en : http://www.rider.edu/users/suler/psycyber/holland.html
21. Jenkins, Henry (2006). Confronting the Challenges of Participatory Culture: Media Education for the 21st Century, Disponible en: http://digitallearning.macfound.org/atf/cf/%7B7E45C7E0-A3E0-4B89-AC9C-E807E1B0AE4E%7D/JENKINS_WHITE_PAPER.PDF
22. Johnson, S. (1997) Interface Culture: how new technologies transforms the way we create and communicate, New York: Basic Books
23. Mayans i Planells, J. (1999) “Género Chat Ensayo Antropológico sobre Socialidades CiberTextuales” Observatorio para la CIBERSOCIEDAD, 2000 Barcelona Disponible en : http://www.ub.es/antropo/ciber/gc-index.htm
24. Mc Luhan, M y B.R. Powers (1989) La Aldea Global, Barcelona: Editorial Gedisa Mead, G.H. (1934) Mind, Self and Society, Chicago: Univ. Of Chicago Press
25. Negroponte, N. (1996) Being Digital, New York: Vintage Books (1st Ed.1995)
26. Piscitelli, A. (1995) Ciberculturas En la era de las máquinas inteligentes, Buenos Aires: Paidós Contextos
27. Piscitelli, A. (2009) Nativos Digitales Dieta cognitiva, inteligencia colectiva y arquitecturas de la participación Buenos Aires: Santillana
28. Prensky, M. (2001) “Digital Natives, Digital Immigrants” From On the Horizon (MCB University Press, Vol. 9 No. 5, October 2001)
29. Sartori, G. (1997) Homo Videns La sociedad teledirigida, Buenos Aires : Taurus
30. Suler, J. (1996) The Psychology of Cyberspace World Wide Web, Disponible en : www.rider.edu/users/suler/psycyber/psycyber.html
31. Trejo Delarbre, R. (2006) Viviendo en el Aleph. La sociedad de la información y sus laberintos, Barcelona: Gedisa
32. Turkle, S. (1995) La vida en pantalla: La identidad en la era de Internet, Barcelona: Paidós, 1997
33. Turkle, S. (1996) “Who am we?" Wired, 4, 1, January 1996
34. Yampey, N. (1981) Psicoanálisis de la Cultura, Buenos Aires: Ed.Paidós

 

 


 


Roberto Balaguer Prestes

Anteriores de la columna

 

© Derechos Reservados 1996- 2007
Razón y Palabra es una publicación electrónica editada por el
Proyecto Internet del ITESM Campus Estado de México.