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SIN FRONTERAS

NEO PRIÍSMO: CAPÍTULO ELBA ESTHER

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Por Jorge Alberto Calles Santillana

 

Fecha de publicación: 14 de marzo de 2013

Sin duda, la aprehensión de Elba Esther nos resultó sorpresiva; pero una vez en la cárcel, los discursos sobre su detención y futuro nada tenían de novedoso. A pesar de increíble, el hecho fue procesado con las categorías de nuestra añeja cultura política. No por nada el acto fue llamado “elbazo”, en clara referencia al “quinazo” de los 90, no sólo por tratarse de una lideresa sindical del estado tan poderosa e importante como lo era “La Quina” en su época, sino sobre todo en clara alusión a Salinas, presumiblemente autor intelectual de la caída en desgracia de la maestra.

Buen número de especulaciones convergen en la creencia de que el expresidente ha estado detrás de la estrategia política de Peña desde tiempo atrás. De esa manera, la decisión de encarcelar a Elba Esther se interpreta como un acto circense destinado a conseguir varios objetivos que van desde legitimar al presidente, fortalecer a su partido en la proximidad de los varios procesos electorales que habrán de celebrarse este año en varios estados, hasta advertir a otras muchas cabezas del sindicalismo, entre los que destaca por supuesto Carlos Romero Deschamps, líder de los petroleros, sobre sus posibles oposiciones a las reformas que la nueva administración planea llevar a cabo. El golpe a Elba Esther, se asume, exhibe a Peña Nieto como un miembro conspicuo del viejo PRI. Los dinosaurios, léase, están de vuelta.

Difícilmente se puede estar en desacuerdo con que el golpe de Peña tiene múltiples vertientes y que poco, muy poco, tiene que ver con el interés por dar inicio a un proceso de apuntalamiento del estado de Derecho, que tan débil y en dudas está en nuestro país. De todos los posibles objetivos que se le atribuyen al hecho, dos resultan particularmente relevantes. Primero, la advertencia a otros líderes sindicales.

Segundo, el fortalecimiento de la figura presidencial, tan devaluada y desgastada en el período panista. Ciertamente, concentrar el poder en la presidencia y castigar a quienes se oponen a colaborar con ella fueron acciones características de los gobiernos priístas del período hegemónico. Peña Nieto, pues, no niega la cruz de su parroquia. Pero el objetivo no es recuperar el estilo perdido. Tampoco revivir dinosaurios. Es instaurar una nueva forma de gobernar, enraizada en el priísmo autoritario de antaño sí, pero de nuevo cuño: un autoritarismo cuyo verdadero proyecto es la reconfiguración de un poder fuerte y arrollador pero fundamentado en los deseos y las aspiraciones más o menos compartidas por la mayoría de los mexicanos. El PRI de Peña Nieto, el neo priísmo, es un priísmo post-panista, no el priísmo jurásico.

A Elba Esther se le aplicó la ley—al fin—no porque de repente Hacienda descubriera movimientos financieros “inusuales” en las cuentas sindicales, sino porque se opuso abiertamente a la reforma educativa. El agua le llegó a los aparejos y la maestra respingó y despotricó. Palo a ella, por consiguiente. Supongo que el asunto había sido previsto y planeado con mucha antelación.

No resultaría extraño que la decisión de abrir el sexenio con la reforma educativa tuviera un sentido experimental. La educación no es un tema por el que nadie en el país, salvo Elba Esther y sus agremiados, se desgarre las vestiduras. Pero sabido era que una vez que Elba Esther sintiera que su poder y sus privilegios resultarían perjudicados se lanzaría a la carga. La estaban esperando. A la reforma energética había que prepararle un escenario político favorable. La caída de la maestra contribuiría, sin duda, a dibujarlo. Elba Esther respondió a la provocación y le echaron mano con la intención de enviar, por lo menos, tres mensajes: uno, Carlos Romero, pon las barbas a remojar y evita establecer alianzas con la izquierda nacionalista a la hora que se proponga la reforma energética; dos, panistas: ¡era tan fácil y no se atrevieron! y, tres, mexicanos: este presidente prometió acciones que ustedes han deseado desde tiempo atrás ¡y cumple! Golpe contundente, ni dudarlo. Asómese a las redes sociales, lea los periódicos, vea y escuche los noticieros, entrométase en cualquier conversación: ¡todos estamos celebrando! No hay nada más peligroso que la población se encandile con el deslumbramiento de la acción autoritaria.

A Peña Nieto le gusta el poder, lo necesita. Le encanta tener todos los reflectores sobre él. ¿Cómo interpretar la negación, en los hechos, de la figura de Primera Dama? Marthita desbordó a Fox; Margarita se mantuvo activa y consiguió cierto reconocimiento en tanto que Felipe no. En este país, asume Peña, la figura es el Presidente y así debe ser. ¿Cómo interpretar, también, el Pacto por México? Peña quiere trascender. No desea que la clausura de su sexenio tenga algún parecido al de sus antecesores. Por ello, necesita que sus proyectos sean aprobados, dejar obra, dejar huella.

Aquí es donde hay que tener cuidado. Peña Nieto no lo dice, pero lo piensa. No lo discute, lo asume y actúa en consecuencia. Peña Nieto ha interpretado perfectamente que los mexicanos difícilmente podremos crecer en la democracia sin adjetivos. No poseemos la cultura política para conseguirlo. Peor aún: nuestras fuerzas políticas y civiles, todas, son incapaces de dialogar para acordar. No hacen sino gritar para arrebatar. Basadas en una concepción de poder-botín, todas las fuerzas políticas se obstaculizan unas a otras con perspectivas cortoplacistas: pierden de vista que una vez que se adjudiquen el poder, las demás se dedicarán a cavarle su tumba.

Peña Nieto es claro: a México hay que callarlo. A México hay que sentarlo a aprobar proyectos emanados de los círculos iluminados. Peña Nieto y su partido ya fueron oposición y manejaron extraordinariamente el método de obstaculizar, frenar e impedir. Pero no quieren ser revirados. La pérdida del poder no los condujo a cuestionar su autoritarismo y a replantear su forma de proceder. Por el contrario: los condujo a refinarlo.

Peña Nieto maravilló al país con su discurso inaugural: nos prometió el país que queremos. Ya nos entregó la cabeza de Elba Esther. Nos tiene encantados. El nuevo proyecto autoritario marcha viento en popa.

 

 


SIN FRONTERAS
Columna semanal de reflexión personal sobre el inabarcable acontecer cotidiano.

Jorge Alberto Calles Santillana

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