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SIN FRONTERAS

EL PEÑISMO: IMPRESIONES

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Por Jorge Alberto Calles Santillana

 

Fecha de publicación: 22 de abril de 2013

Conforme se desarrolla el proyecto político y el estilo de gobernar del régimen de Peña Nieto va quedando la impresión de que, de pronto y de manera bastante lúcida, la política mexicana adquiere un nuevo matiz, una nueva perspectiva.  El presidente—tan cuestionado durante su emergencia como figura política proyectada a futuro y durante su campaña presidencial—no deja de sorprender, día tras día, por su habilidad.  Descabeza, una mañana, al sindicato magisterial y enfrenta, poco después, a las empresas todopoderosas del sector de las comunicaciones.  No ceja los fines de semana: en voz de su procurador anuncia la no tolerancia de los grupos de autodefensa.

No hay duda de que la estrategia es recuperar para el estado la capacidad de conducción.  Hay detrás de ella, una lectura del país y del poder que no puede calificarse de errada: el estancamiento del país se debe, con mucho, a la fragmentación del poder y a la multiplicidad de intereses con la que el estado tiene que lidiar a la hora de ejercer su función rectora.  Se sigue, de allí, que el estado debe, de nueva cuenta, concentrar para sí el poder.  Interesantemente, las medidas tácticas a través de las cuales se desarrolla la estrategia no son, como tiende a ocurrir en nuestro México, propuestas de oropel emanadas de los caprichos o la mente suprema de los presidentes en turno, sino acciones que responden tanto a las necesidades estructurales del sistema mexicano como a los reclamos ciudadanos.  Peña ha estado actuando de manera inteligente.  Ha tomado al toro por los cuernos, no se le puede negar. 

No obstante, resulta demasiado extraño que, de pronto y gracias al traspaso del poder de un partido a otro, la política mexicana presente una faz bastante diferente a la que lucía no hace mucho, apenas tres o cuatro meses.  Cómo es esto posible, nos preguntamos y, dubitativos, como nos han hecho ser tanto nuestra cultura política como el desarrollo de nuestra vida política, cuestionamos el rumbo.  ¿Por qué y para qué? son nuestras preguntas.  El escenario nos parece exageradamente bueno para ser cierto.  Yo me he hecho estas preguntas y de las respuestas que he construido he desprendido algunas impresiones (o hipótesis, si se quiere). 

Aquí las ofrezco a manera de impresiones.

Una.-  Parecería que, después de todo, el paso del panismo por el poder tuvo consecuencias positivas, si bien sus años de ejercicio no resultaron lo funcionales que deseábamos.  Peña y sus adláteres leyeron bien al panismo: las reformas propuestas son necesarias y cada vez más impostergables.  Leyeron también, sin duda, su actuación opositora de manera autocrítica: Acción Nacional no pudo realizarlas, no sólo por la incompetencia de quienes debieron realizarlas, sino por los impedimentos políticos de los múltiples grupos, entre los que quedan incluidos ellos mismos, los priístas.  Así pues, la lección está aprendida: hay que emprender las reformas e impedir las resistencias.  Puede afirmarse, creo, que el aprendizaje no fue exclusivo de los priístas.  A todos los partidos les resulta evidente, hoy, que el ejercicio de la obstrucción por sistema, enfocada en minar y no dejar gobernar más que en formular propuestas viables y diferentes, no conduce a nada, ni es redituable para nadie.   

Dos.-  A la perspectiva subjetiva del poder de quienes lo ejercen se suman las apremiantes necesidades estructurales de un país que parecería que se estanca jornada tras jornada. México no sólo no podrá generar desarrollo sino que su estructura presentará regresiones si no se efectúan reformas profundas, de largo plazo.  Múltiples análisis de instituciones internacionales y estudios nacionales no dejan lugar a equívocos: o la estructura económica se actualiza y moderniza para poder competir en un mundo globalizado, o el potencial de México habrá de terminar siendo solamente recordado en una narrativa futura de nostalgias y lamentaciones.  Análisis similares han dejado ver que la transformación de la estructura económica demanda modificaciones en la educación, la salud y la política, entre otras dimensiones de la vida social.  El priísmo de nuevo cuño no tiene otra opción que involucrarse en la atención de estos problemas.  Ciertamente, Peña y su gente regresan atraídos por estar interesados en el poder; pero sin avances reales, profundos, el poder se puede perder dentro de poco.  Lo saben: el sistema electoral ya funciona en México.  Su debido funcionamiento los privó de ese poder que tanto aman, de ese poder sin el que no pueden vivir. 

Tres.-   Tampoco hay duda de que el margen por el cual Peña derrotó a Andrés Manuel resultó no sólo suficientemente amplio desde el punto de vista estadístico sino también, y sobre todo, político: Enrique no habrá de gobernar bajo la sombra del reclamo permanente de Andrés Manuel y con el rechazo sistemático de una izquierda más comprometida con la verdad de su dios que con las necesidades del pueblo del que se llama defensor y gestor.  Hoy López Obrador está más ocupado de darle forma a Morena y a su proyecto de vida porque las circunstancias no le son favorables.  De esa manera, en el ambiente político de hoy no priva un discurso de denuncia, de confrontación y de discusión maniquea de los asuntos nacionales.  Liberada de Andrés Manuel, la izquierda está dispuesta a participar en la realización de proyectos políticos. 

Cuatro.-  Pero si bien es cierto que la estrategia apunta hacia las verdaderas necesidades del país y las tácticas, hasta ahora, han sido oportunas, importantes, inteligentes, no podemos bajar la guardia.  La respuesta del para qué no puede ser respondida ahora; requeriremos tiempo.  Indudablemente, es necesario combatir a los poderes fácticos y reconcentrar el poder en el estado.  Pero, ¿eso garantizará, por un lado, que se echen a andar políticas públicas que además de necesarias no produzcan con el tiempo nuevos feudos y nuevos señores feudales?  ¿Garantizará que México será, finalmente, un verdadero estado de derecho y no un estado fallido?  No lo sabemos.  La concentración del poder ¿no conducirá a una nueva aniquilación de la sociedad civil y de las fuerzas democráticas?  Tampoco lo sabemos.

Al tiempo. 

 

 


SIN FRONTERAS
Columna semanal de reflexión personal sobre el inabarcable acontecer cotidiano.

Jorge Alberto Calles Santillana

Twitter @JCallesS

 


 

(2013)

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