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EL HEBREO: DE LA BIBLIA AL ISRAEL MODERNO
Por Paloma Gil
Israel, la tierra prometida. Allí donde se dice que mana leche y miel es donde se habla el hebreo. Un país repleto de atractivos que espera impaciente la posibilidad de mostrarse al resto del mundo. Jerusalén, Tiberiades, Haifa, San Juan de Acre, El Mar Muerto… un sinfín de posibilidades para disfrutar con toda la familia.
Israel es un lugar increíblemente sorprendente y, lo más llamativo, puede ser la cohesión y convivencia entre personalidades dispares como pocas, ya que hay que tener en cuenta que el pueblo judío, que se encontraba disperso alrededor del mundo, se está reunificando casi artificialmente en un territorio muy pequeño. Personas procedentes de todo el mundo conviven de una forma bastante homogénea y todos ellos, cuando no hablan en inglés, lo hacen directamente en hebreo. Un idioma complicado pero apasionante.
Se trata de una lengua semita, de la familia afroasiática hablada por unos 8 millones de personas, de las cuales el 95% viven en Israel y el resto lo hacen en comunidades judías repartidas por todo el globo. Ciertamente, en el país, convive el hebreo con el árabe como lengua oficial, pero hay una clara mayoría de hebreo hablantes.
Este idioma, como tal, se dejó de hablar alrededor del siglo I a.C. en favor del arameo, aunque no se perdió del todo porque se siguió empleando en la literatura, en las celebraciones religiosas y en la universidad. Así que los judíos, cuando tuvo lugar la diáspora, mantuvieron dos dialectos distintos, el yidish y el ladino, que es muy parecido al castellano antiguo. Sin embargo, el movimiento sionista de finales del siglo XIX recuperó el hebreo como futura lengua nacional. Aunque hay que destacar que el hecho de que fuese una lengua casi muera, durante varios siglos, ha provocado que el idioma actual se vea seriamente afectado en sus particularidades, tanto faringeales como fricativas, por las distintas lenguas europeas. En el aspecto gramatical, la vehicularidad del hebreo en el país, ha generado nuevos usos en el idioma que no existían históricamente.
Una curiosidad de este idioma con respecto a cualquier lengua occidental, es el hecho de que se escribe y, por lo tanto, se lee, de derecha a izquierda, es decir, exactamente al revés que hacemos nosotros. Cuenta con un alfabeto de veintidós letras y, al menos en origen, sólo se empleaban consonantes, las vocales se hacían patentes mediante determinados signos de puntuación que acompañaban a las letras. Actualmente la w, la y y la h se emplean para representar ciertas vocales largas o para acentuar el sonido al final de la palabra.
Otra curiosidad es la semejanza que presenta el hebreo moderno con el español actual. Ya que el español procede del latín, influenciado a su vez por el griego, del mismo modo le ocurrió al hebreo, por proximidad. Aunque lo cierto es que el hebrero moderno también ha bebido ampliamente del español gracias a los préstamos idiomáticos de los que hablaba anteriormente y, por último, hay que mencionar que Israel adoptó la pronunciación sefardí para el hebreo moderno, es decir, la forma de hablar de los judíos en España en 1492.
Sin embargo, pese a todo, no es sencillo comprender el idioma y mucho menos leerlo, precisamente por la ausencia de grafías vocales, lo que obliga a recordar la palabra más que a leerla propiamente.
En cualquier caso, el hebreo es un idioma que da para mucho y cuyas peculiaridades, especialmente en lo referente a su semejanza con el español, dan para mucho más que un solo artículo. Por esa razón, volveremos a abordarlo nuevamente en el futuro.
Por el momento, una recomendación turística: el lago kinereth, el conocido como Mar de Galilea, cuyo nombre en hebreo hace referencia a su forma que recuerda un arpa. Es un lugar místico con un paisaje poco común en esas latitudes. Ese fue el lugar en el que Jesús, según cuenta la Biblia, salió a pescar con sus discípulos y acabaron consiguiendo, por milagro, una barca repleta de peces. Y una vez allí, precisamente hay que probar esos peces que asados a la parrilla, se conocen como “la tilapia de San Pedro” y son deliciosos.
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