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EL VIENÉS

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Por Paloma Gil

 

Fecha de publicación: 16 de enero de 2012

Una de las ciudades más hermosas y maravillosas del mundo es, sin duda, Viena. No es que lo diga yo, es que la ciudad habla por sí sola y todo aquél que la haya conocido, estará de acuerdo conmigo. Pasear por el centro, tomar un buen trozo de la Sacher Torte o una salchicha con esa magnífica cerveza de medio litro que te plantan delante, antes de que te des cuenta, son cosas que no tienen comparación.

Sin embargo, sí que hay que reconocer, que el tema de la comunicación en Viena es una cosa bastante particular.

Me refiero a que los vieneses hablan, prácticamente todos, un buen inglés y es fácil comprender y que te comprendan. Además, la mayoría de ellos también tienen buena relación con el italiano y es posible que encontremos quien hable español o francés. Así que comunicarse no es un problema ni mucho menos. El tema espinoso, el que más nos interesa, es cuando uno trata de hacer lo mismo, pero en el propio idioma, es decir, en alemán. Porque el alemán que se habla en Viena es más un dialecto que otra cosa. Los vieneses son conocidos por su indolencia y su particularidad, entre otras muchas cosas y en lo concerniente a la comunicación no podía ser de otra forma.

En Austria hay muchos y diversos dialectos, quizá por la orografía severamente montañosa del terreno, que derivó en distintos dialectos del mismo idioma, lo único cierto es que todos pertenecen al mismo grupo de dialectos que proceden del bávaro, a excepción del dialecto del extremo occidental del Bundesland, Voralberg (dialecto alemánico), es decir, se parece más al alemán de Suiza. De hecho, el alemán austríaco incluso cuenta con su propia gramática, la cual tiene algunas leves peculiaridades con respecto a la gramática de Alemania. 

El vienés es un dialecto del austro-bávaro y aunque realmente no hay una diferencia tremenda a la hora de leer o pronunciar, es decir, se les puede entender casi perfectamente si uno ha cursado estudios de “Hoch Deutsch” me refiero al “alemán de la reina” que es el que uno habla cuando sale de la academia y que poco tiene que ver con el idioma que se usa en la calle. El caso es que tienen su propio acento, su propia sonoridad y su propia manera de pronunciar la mayoría de las palabras. Exactamente igual que ocurre con el español que se habla en un Estado del norte del país y el que se habla en otro del sur. Cada uno suena diferente.

Pero sin duda, lo más curioso es que tienen un colección de palabras propias que no obedecen a ninguna normal gramatical alemana y que intuyo son de fabricación propia. Por ejemplo, “Servus” pronunciado “sebás” y que sirve para saludarse cariñosamente, es como se saluda a un niño o un animalito o quizá a alguien, familiar o amigo, muy cercano. Tengo la impresión de que es una palabra de lo más castiza, por así decirlo, y la emplean los más autóctonos de la ciudad. Pero suena simpática.  

Pues bien, como esa, tienen una buena lista de palabras propias, a cual más divertida. Muchas de ellas referidas a su magnífica gastronomía, a sus vinos y licores, pero sobre todo, a esa repostería que le deja a uno sin aliento y a sus cafés. Palabras que designan un tipo de café concreto preparado de una forma especial y que sólo se pueden usar en Viena. Expresiones y juegos de palabras que, para más sorpresa, a veces tampoco se pronuncian lógicamente siguiendo las normas gramaticales alemanas, sino simplemente las austríacas. Las suyas propias. Porque Viena es una ciudad con una gran historia, una gran solera y puede permitírselo.

Al margen de todo este compendio dialectal, la comprensión comunicativa es perfecta. Siempre y en todos los casos. Una razón más para hacer la maleta, reservar un buen hotel o un pequeño Gasthaus y darse un paseo por esta encantadora capital tan repleta de encanto y buen hacer. Es un destino que personalmente recomiendo, sin ninguna reserva.

 
 
 
   

 

 

 


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