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chile a través del kunza
Por Paloma Gil
Fecha de publicación: 15 de febrero de 2012
Ya hemos viajado en otras ocasiones a Chile, pero nunca a un lugar tan hermoso y tan mágico como el desierto de Atacama. Allí la vida es tan difícil y tan extrema que cualquier persona, animal o planta se convierten en algo realmente extraordinario y todo ello deriva en su forma de ser, en una gastronomía sorprendente como poca y, por supuesto en un paisaje que quita el hipo. Sin por ello desmerecer, ni un ápice, su cultura o su historia, por supuesto.
Lingüísticamente, los chilenos hablan español. Castellano. Pero es un país muy grande, sobre todo muy largo y de una punta a otra, es normal que se pueda encontrar diferentes dialectos, como el pascuence, del que ya hablamos hace tiempo.
En esta ocasión, nos centraremos en un dialecto, que desgraciadamente, desapareció durante el siglo XX. Se trata del Kunza o atacameño. El dialecto que se hablaba en los alrededores de San Pedro de Atacama, es decir en un área muy, muy reducida, que prácticamente estaba aislada del resto del mundo, por una geografía árida y ruda, que a su vez servía de protección natural. Actualmente, sólo se recuerdan unos centenares de palabras y se está trabajando en su recuperación. Aunque ya se sabe cómo son estas cosas… al final poco o nada tienen que ver con el idioma original y acaba construyéndose un idioma plástico y completamente artificial que no dice nada y que pierde su esencia original, como les ha pasado a tantas otras lenguas, entre ellas el pascuence mismo o incluso el propio vasco, que parece estar tan de moda.
El procedimiento a seguir está siendo recoger un diccionario con las palabras que recuerdan los más ancianos de estos lugares y que aún pueden recordar un cierto número de palabras y su significado.
Como decía, el atacameño se hablaba sólo en el Altiplano chileno, tanto en Chile, como en Bolivia y Argentina, ya que el territorio está compartido y al idioma no se le pueden poner barreras y mucho menos en un entorno como el desierto.
Por la poca información de la que se dispone, parece que se trataba de una lengua polisintética, aunque debido a la falta de datos, no se puede comparar suficientemente con otras lenguas para saber a qué grado estaba relacionado con ellas.
Lo que sí se conserva son los topónimos, los nombres de algunos pueblecitos que rodean la zona, también en algunos cantos ceremoniales relacionados con la limpieza de los canales de regadío, es decir, algo prioritario para un pueblo del desierto. Y que se fueron transmitiendo por tradición oral. Por eso se mantienen relativamente vivos. Aunque en muchos casos, el problema es que se recitan de memoria, pero se desconoce su significado.
La mayoría de los topónimos hacen referencia a lugares al norte de Chile, aunque también hay algunos en el norte de Argentina y en el sur de Bolivia, por supuesto.
Una peculiaridad muy curiosa es el hecho de que la transcripción fonética (de momento tentativa) observa letras oclusivas y africadas y éstas últimas pueden ser simples o glotalizadas, es decir, se escriben doblando la consonante. Lo mismo da que sean vocales que consonantes, en ambos casos se doblaba la grafía aún cuando estaba al principio de la palabra, pero ello ofrecía un contraste de cantidad. Y eso me parece curioso y muy simpático. Ya que es el mismo método que empleaban los latinos para alargar sus vocales (sólo con las vocales), colocaban una línea sobre la vocal y así la convertían en “larga”. O el ser humano es extraordinario o es que ya está todo inventando.
La mitología, las costumbres, la vida de estas personas es inmensamente rica y es uno de esos lugares en los que es un auténtico placer que te lo cuenten. La monotonía del desierto, no existe en Atacama y el paisaje es completamente conmovedor, incluso yo diría que es algo vivo, que parece envolverte, que te llama, que te hace sentir. De verdad, San Pedro de Atacama, las lagunas de flamencos rosados, la laguna Céjar muy similar al Mar Muerto, los Geysers del Tatio y todos los pueblos que lo rodean, como Tokonao o Machuca, son lugares tan originales y diferentes entre sí que sorprenden, pero más aún, lo más interesante es que comparten un halo de espiritualidad que te llena el corazón y que, en mi caso, me obligará a volver una y otra vez.
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