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el volapük, el competidor del esperanto

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Por Paloma Gil

 

Fecha de publicación: 23 de octubre de 2012

Hoy nos toca viajar hasta Friedrichshafen, un pueblecito, casi una ciudad, en la parte septentrional del Lago Constanza, el Bodensee como lo llaman los alemanes y los austriacos. Está en Alemania pero muy cerca de la frontera con Suiza y con Austria. Allí tuvo lugar el primer congreso internacional de volapuk, una lengua artificial creada por un sacerdote alemán: Johan Martin Schlever, en el año 1879. Schlever quería facilitar la comprensión entre personas de diferentes  países y diferentes culturas, por esa razón su lema era: “una lengua para una humanidad” (Menefe bal, püki bal). Por muy diferentes que fuera, pensaba, que con una lengua común, en lugar de cientos, sería mucho más sencillo. Es la misma teoría que se siguió con el Esperanto y que se ha seguido, sin funcionar, tantas otras veces… y es que los intereses económicos son mucho mayores que las buenas voluntades de nadie.

Lo cierto es que el volapuk, al principio tuvo bastante éxito, se hizo muy popular y llegó a tener una comunidad de hablantes de alrededor de cien mil hablantes, pero al parecer era un idioma realmente difícil y su complicación gramatical lo hizo caer en el desuso con relativa celeridad. Sobre todo, teniendo en cuenta que competía precisamente con el Esperanto, mucho más sencillo. Por lo que hoy es una lengua muerta.

El idioma contaba con 8 vocales y la pronunciación de las consonantes ofrecía 10 excepciones, con una clarísima semejanza con el alemán, prácticamente punto por punto. Además se trataba de idioma con una gramática aglutinante, es decir, unía uno o varios términos a una raíz común, con el fin de formar nuevas palabras que designasen algo con precisión meridiana. En su origen contaba con cuatro casos, igual que el alemán, pero en 1931 se añadió el vocativo, como en latín, añadiendo una sola letra a la palabra, la “o” delante del sustantivo.

Veamos un ejemplo con la propia palabra que da nombre al idioma: Volapük. Al parecer “Vol” significa mundo y “Pük”, pueblo, por eso para que sea “la lengua del pueblo” hay que declinar pueblo en dativo “vola”. Así de sencillo… o de complicado.

Los adjetivos por su parte, se formaban añadiendo simplemente el sufijo –ik al sustantivo (volik: mundial), pero lo más curioso es que se colocaban antes del sustantivo, con lo que no era necesario concordarlos ni en caso ni en número, pero sí, si es adjetivo va detrás o si ambas palabras están separadas. Los adverbios se formaban añadiendo el sufijo –o, o bien la misma terminación que para los adjetivos, es decir, -ik. Con lo que la palabra acaba complicándose hasta la saciedad.

Cierto es que los verbos son mucho más sencillos. Son todos regulares y sólo había una conjugación. Hasta ahí todo parece sencillo, pero hay que tomar en cuenta que hay morfemas para designar el tiempo, el aspecto, la voz, la persona, el número y en según qué casos, también el género. En fin, que lógicamente, después de esto, es obvio porqué no triunfó este idioma. Mucho menos con un competidor como el esperanto.

En su mejor momento, el volapük alcanzó un número estimado de 283 asociaciones, 25 publicaciones entre periódicos y revistas y 316 libros de textos traducidos a 25 idiomas. Incluso en 1887 se creo la Academia Internacional para preservar esta lengua, pero de poco sirvió, porque Schleyer acabó discutiendo con la propia academia y negándose a realizar cambio alguno a su galimatías.  En 1920, el holandés Arie de Jong trató de introducir algunas reformas y mejoras que facilitaran el aprendizaje, uso y comprensión del volapuk, ofreciendo un breve resurgimiento y, en definitiva, una segunda oportunidad, sobre todo en los Países Bajos y Alemania. Pero tampoco fue más allá de una breve moda muy pasajera.

En cuanto al pueblecito de Friedrichshafen, podemos comentar que es la sede de la compañía aeronáutica Zeppelin y de la empresa  Donier Flugzeugwerke (sistemas de transmisión). Interesante visita es la de Museo Zeppelin, donde además se puede alquilar una pequeña aeronave para admirar el paisaje del lago, desde el aire. Toda una experiencia.

Además es una ciudad fundamentalmente universitaria, es decir, repleta de gente joven y con un ambiente muy divertido. Sin embargo también es un lugar muy tranquilo, perfecto para unas vacaciones relajantes, en parte gracias a la extasiante naturaleza que rodea el entorno. Por último no olvidemos tomar nota de la buena gastronomía de Friedrichshafen, que también merece la pena.

 


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