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JapÓn, comunicarse al otro lado del mundo

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Por Paloma Gil

  Japón, Nihon, como lo llaman ellos. Un país maravilloso, una gente encantadora y una cultura… ¿peculiar? De choque, desde luego. Todo en Japón es diferente, incluso es diferente a los propios países orientales que lo rodean, donde la higiene es una asignatura de segunda. En Japón, todo brilla, el baño es un ritual majestuoso, que lejos de ser una obligación diaria, incluso para los niños que siempre es más difícil meterlos en el agua, se convierte en el premio de una larga jornada de trabajo. Todo es apasionante… cuando uno llega allí como turista, se quiere quedar a vivir (esta euforia primera desaparece pronto, desde luego) sin embargo, tanto la propia educación, como el idioma, antes o después, nos devuelven al mundo del que salimos.

 

Los japoneses, por ejemplo, tienen un lenguaje corporal no verbal, muy característico. No se saludan con besos, ni se dan la mano, ni siquiera se tocan. El saludo puede consistir en una leve flexión del torso, acompañado de la cabeza, con las manos juntas a la altura del pecho. No más. “Konichiwa” y punto. Este gesto de inclinarse, lo cierto es que lo hacen para todo y con todos. Y es contagioso. En general no se tocan nunca, para nada. Exclusivamente lo hacen en la intimidad, pero nunca con los amigos o conocidos.

 

Su forma de llamar la atención, por ejemplo en el interior de una tienda, es gritando. Esto que, en Occidente parece a todas luces, una grosería, a ellos, no sólo les funciona, sino que les parece adecuado y educado. De hecho, los clientes acuden al vendedor que más llama su atención, que es el que grita más veces y más fuerte. Esto, al turista occidental puede llegar a desquiciarlo.

 

En cuanto a otros aspectos de la comunicación, el idioma es bastante entretenido, porque utilizan palabras de procedencias diversas, de hecho, utilizan prefijos y sufijos que introducen de cierta manera algunos aspectos del significado de la palabra, por ejemplo, cuando añaden el prefijo O- a cualquier palabra, en este caso la convierten en algo sagrado. El agua, YU, si hablan de OYU, se trata de agua sagrada, es decir, del regalo divino del agua.

 

Sin embargo, el aspecto más reseñable de su comunicación es, sin duda, el idioma en sí: su forma de leerlo y escribirlo. El japonés emplea cuatro tipos de alfabeto distintos. Están las letras inglesas, conocidas como Heboin Shiki Romaji, es decir, nuestras letras de toda la vida. Está el alfabeto Hiragana, que consta de 46 caracteres que representan sílabas formadas por una consonante y una vocal o bien, por sólo una vocal. La única consonante que no puede ir sola es la N. Este silabario se utiliza para escribir las palabras japonesas en japonés, las partículas y las desinencias verbales. Y es el primero que se enseña a los niños en el colegio. El otro alfabeto es el Katakana, que junto al anterior son conocidos como “kanas”, es anguloso y geométrico, más sencillo de representar que el anterior y también consta de 46 caracteres. Se utiliza para escribir las palabras tomadas de otros idiomas, las onomatopeyas, para resaltar palabras concretas (como las comillas) y algunos nombres científicos.

 

Finalmente, el cuarto alfabeto, es el Kanji, esto son ideogramas, como los chinos, que tienen un sonido y un significado concreto, en sí mismos. Son esas letras tan bonitas que las adolescentes se tatúan, sin tener ni idea de su significado, en la espalda y los tobillos, creyendo que pone cielo y pone gorda (ambos kanjis se diferencian por un puntito minúsculo). Kanjis hay “cienes y cienes” como dicen los niños. Cada año, en el colegio, se aprenden una media de 200, lo que quiere decir que saber dibujarlos correctamente, leerlos y entenderlos, es un signo de erudición muy importante. Prácticamente nadie puede leer un periódico correctamente, porque no todo el mundo ha ido a la universidad y su conocimiento de estos caracteres es limitado a… 2.500 ó 3.000 nada más. El tema de los kanjis es complejísimo.

 

Después está el tema de la pronunciación, de los sonidos y de las letras características de cada cultura. De la Ñ ni hablamos, de la Ç francesa tampoco, la ß alemana… en fin, los sonidos que no existen en japonés se sustituyen por los que más se le parecen, por ejemplo, carecen de  letra L y la sustituyen por la R (al contrario que los chinos) de tal manera que para decir “ola” dirían “ora”, pero sonaría de forma suave, no “RR” sino “R”. Tampoco suelen dejar consonantes solitarias y las emparejan con la vocal O, por ejemplo, Madrid, pronunciado por un japonés se convierte en “Madorido” o México, que pasa a ser “Mekísoco”. Carecen del fonema JU, que sustituyen por Fu, de forma que “Julia”, pasa a ser “Furia” tranquilamente. Es muy curioso, ¿verdad? Pero también ocurre a la inversa, porque ellos tiene una letra gutural oclusiva que nosotros no somos capaz ni siquiera de diferenciar al escucharla y la podemos confundir fácilmente con la N normal. Parece como si un pato graznara y a la vez tragase saliva. Muy complicado.

 

Todo esto provoca que su forma de pronunciar otros idiomas sea cuanto menos peculiar. Es complicado comprenderlos, aunque  no imposible, menos aún si tenemos en cuenta el interés que se toman por hacerse entender y el exagerado concepto de la hospitalidad, pues va en él, el honor. Y los japoneses son ante todo, personas muy honorables.

 

 



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