Por Raúl
Trejo
Número
53
Hay
dos caras de la convergencia tecnológica
que invariablemente se contraponen y que, hasta
ahora en México, han dificultado su apropiación
e incluso su discusión por parte de la
sociedad. La más conspicua de ellas es
la fachada virtuosa: la imbricación de
los procesos digitales con las telecomunicaciones
traerá, se dice a menudo, más contenidos
y mejores canales para acceder a ella; la idea
de una sociedad radiante de información
y boyante gracias al conocimiento y al entretenimiento
que obtendría de esa manera subyace en
el discurso de empresarios y gobiernos que buscan
desarrollar, sin más requerimientos, esas
nuevas tecnologías.
La otra cara,
más opaca y menos publicitada, es la que
ofrecen los intereses que se encuentran en conflicto
cada vez que se definen las reglas y los protocolos
para que se desplieguen esas tecnologías.
Así ha ocurrido en la disputa entre empresas
de telecomunicaciones acerca de la pretensión
de Telmex para conducir señales de televisión
en la red telefónica. Y así sucede,
también, con las indefiniciones del gobierno
para aprobar el estándar de la radio digital
en nuestro país.
Telmex
en TV: ¿más de lo mismo?
En la regulación y diversificación
de la telefonía, como en tantos otros
temas, el gobierno federal ha carecido de una
política coherente. Al tiempo que la Secretaría
de Comunicaciones y Transportes propuso que se
eliminaran las restricciones del Título
de Concesión para que Telmex además
de telefonía pueda dar servicios de televisión,
Hacienda sugirió que esa franquicia adicional
debía costarle una contribución
especial al consorcio de Carlos Slim.
Contra las pretensiones
de Telmex se manifestaron las telefónicas
menores, a las que ni siquiera se les ha permitido
incorporarse plenamente al servicio de telefonía
regular. Y desde luego, los operadores de televisión
por cable y los monopolios de la televisión
han temido que Telmex se convierta en un competidor
poderoso.
Si hubiera un
mercado audiovisual auténticamente abierto
y que funcionara como tal, los consumidores se
beneficiarían de la existencia de más
opciones. Ahora mismo en la ciudad de México,
para no ir lejos, los televidentes dispuestos
a suscribirse a un servicio de paga solamente
pueden elegir entre la televisión de cable
que vende una subsidiaria de Televisa y el sistema
satelital... que también es de Televisa.
La pretensión
de Telmex para difundir canales de televisión
podría resultar, en principio, benéfica
para la sociedad si pudiera implicar mayor diversidad
de canales y precios menos altos por la contratación
de ese servicio. Pero, considerada desde otro
punto de vista, esa nueva prerrogativa significaría
mayor concentración de capacidades mediáticas
en las ya acaparadoras manos de un solo consorcio
y, como todos sabemos, de un solo empresario.
Esos son algunos de los elementos que han debido
tomar en cuenta la Comisión Federal de
Competencia y las autoridades encargadas de regular
las telecomunicaciones.
Desde el punto
de vista legal, parece difícil que a Telmex
se le niegue la atribución para difundir
televisión puesto que la infraestructura
de la que dispondría es propiedad de ese
consorcio. La discusión al respecto no
es equiparable con la que se suscitó hace
pocos meses acerca de la Ley Televisa. El apartado
más discutible de aquella reforma a las
leyes de Telecomunicaciones y de Radio y Televisión
les otorgó a los concesionarios que ya
disfrutan de una frecuencia la posibilidad de
utilizarla para, además de las señales
que ahora difunden, propagar a través
de ella otros servicios de telecomunicaciones.
Esos empresarios harán un negocio adicional
con el segmento del espectro radioeléctrico,
propiedad de la Nación, que se les concesionó
para otros fines. En cambio la red de cableado
telefónico es propiedad privada desde
que en 1990 el gobierno federal le vendió
Telmex al empresario Slim.
En esta ampliación
del abanico de negocios de Telmex posiblemente
lo más importante, aunque de eso no han
parecido preocuparse el gobierno federal ni la
nueva y en tantos sentidos inexperta Comisión
Federal de Telecomunicaciones, es qué
televisión se difundiría en los
nuevos canales a través de ese servicio.
No ha sido un secreto el acercamiento del Grupo
Carso, propietario de Telmex, con Televisa para
gestionar una posible alianza. Telmex ofrecería
sus nuevas capacidades para conducir televisión
de paga y Televisa proporcionaría buena
parte de esos contenidos. Así que el flamante
competidor no aportaría una oferta auténticamente
novedosa. Sería más de lo mismo,
con una dosis adicional de monopolización
comunicacional.
Radio
digital, larga indecisión
El de la radio digital terrestre –a la
que no hay que confundir con las señales
de radio que se propagan desde satélite–
ha sido un asunto innecesariamente críptico
y que se ha mantenido en un injustificable secreto
por parte de las autoridades de Comunicaciones
y Transportes. En julio de 1999 el gobierno del
presidente Zedillo creó el Comité
Consultivo de Tecnologías Digitales para
la Radiodifusión, integrado por tres representantes
de la SCT y tres de los empresarios de ese ramo.
La tarea de ese grupo era realizar pruebas con
los sistemas de radio digital que desde entonces
estaban desarrollándose en varios países
y, luego, proponer cuál de ellos sería
más conveniente para México.
Más de
siete años después, el desempeño
de ese Comité ha sido un misterio. Quién
sabe qué ensayos técnicos emprendieron
sus integrantes pero en todo caso seguramente
no descubrieron el hilo negro en materia de radio
digital. Hasta ahora existen, fundamentalmente,
dos sistemas para esa forma de difusión.
El Eureka 147, también llamado Digital
Audio Broadcasting o DAB, es desarrollado por
la Unión Europea como parte de un ambicioso
proyecto de innovaciones digitales, ofrece mejor
fidelidad sonora y permite que haya más
estaciones de radiodifusión; ha sido adoptado
en casi todos los países europeos y en
Canadá. El sistema IBOC (“in-band,
in channel”) es utilizado en Estados Unidos
y en varios países asiáticos y
tiene el inconveniente de que padece mayor interferencia
que el estándar europeo y a veces sus
frecuencias se enciman unas sobre otras.
La ventaja del
IBOC es que funciona en las mismas bandas de
radiodifusión, AM y FM, que hoy conocemos.
Eso permite que puedan coexistir estaciones digitales
junto con las de carácter análogo
que tenemos hasta ahora. Para sintonizar las
nuevas estaciones se requieren de nuevos radiorreceptores
pero los que ahora existen podrían seguir
siendo utilizados para escuchar emisoras análogas.
La propagación
de la radio digital, en cualquier caso, requiere
de nuevos aparatos para sintonizarla. Una ventaja
de los nuevos receptores es la información,
adicional al audio, que se puede leer en ellos:
el nombre de la canción que estamos escuchando,
o reportes sobre el estado del tiempo o la situación
del tráfico entre otras opciones. Actualmente
en la Gran Bretaña, que es el país
donde más ha prosperado la radio digital
terrestre (tan solo la BBC la utiliza para difundir
11 estaciones nacionales y 32 de alcance local)
un receptor para el sistema Eureka cuesta entre
50 y 150 libras (más o menos entre mil
y 3 mil pesos). En Estados un receptor para señales
de IBOC cuesta entre 150 y 300 dólares
(entre mi 600 y 3 mil 200 pesos).
A diferencia
del IBOC que utiliza las bandas de AM y FM, el
sistema Eureka transmite en la banda denominada
III que va de los 174 a los 240 megahertz y en
la banda L, de los 1452 a los 1492. En algunos
países puede funcionar también
en la banda UHF. Esa mayor versatilidad en el
empleo del espectro radioeléctrico va
acompañada de una mejor recepción.
En Estados Unidos, el IBOC no prosperó
ente otros motivos porque la banda L en ese país
está reservada para usos militares. Sin
embargo la expansión del IBOC en Europa
ha sido impulsada por empresas de origen estadounidense
como la poderosa Microsoft.
En lo que va
de este siglo el Eureka se ha desarrollado de
tal manera que ya se anuncia una nueva fase,
que algunos llaman DAB 2, con tecnología
de compresión digital para un sonido de
calidad aun mejor. Mientras tanto el otro sistema,
el IBOC, fue adoptado el año pasado en
Brasil y Puerto Rico e incluso en países
europeos en donde ya existía Eureka, como
Francia.
La vecindad
con Estados Unidos permitiría suponer
que el sistema de radio digital terrestre que
más fácilmente podría establecerse
en México es el IBOC. Sin embargo en los
meses corrió la versión de que
la SCT se decidiría por el estándar
europeo. También se habló de una
opción intermedia: IBOC en la frontera
con Estados Unidos y Eureka para el resto del
territorio nacional. Esa solución dotaría
al país de la mejor posibilidad técnica
pero segregaría de ella a los mexicanos
del norte.
Al inexplicable
retraso de varios años en el trabajo del
Comité Consultivo, se ha añadido
la proliferación de versiones contradictorias
y la constatación de la profunda ignorancia
que las autoridades de Telecomunicaciones mantienen
sobre el tema de la radio digital. Un asunto
que podría y debería ser discutido
de la manera más amplia, poniendo sobre
la mesa opciones, costos y proyectos, se ha mantenido
tras las bambalinas del temor a la convergencia
tecnológica y del tráfico de intereses
también con ese asunto.
Entre los radiodifusores
las opiniones sobre uno y otro sistemas están
divididas pero no se ventilan de manera abierta.
A la mayoría de ellos el asunto no les
interesa sustancialmente porque no implica de
manera inmediata un negocio de rendimientos tan
rápidos como el que están acostumbrados
a tener con la radio analógica.
La radio digital
terrestre podría significar más
canales y, por ello, una mayor multiplicidad
de opciones. Su desarrollo no debiera estar supeditado
al beneficio que en ella encuentren quienes actualmente
lucran con la explotación de las frecuencias
radiofónicas.
*
Este texto apareció inicialmente en la
edición de octubre de la revista Zócalo.
Dr.
Raúl Trejo Delarbre
Investigador,
Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM,
México. |