La comunicación,
un sendero

RAZÓN Y PALABRA, Número 1, Año 1, enero-febrero 1996


EL BLUES DE LA SOLEDAD


Diego Juárez Chávez

a Bonnieu, Aquininho, Neto y Mike: "espíritus en el mundo material".


Nota: los años entre paréntesis remiten a la fuente bibliográfica.


"¡Al fin llegó la noche a inundar oídos con una silenciosa marca inesperada, a poner en mis ojos párpados muertos, a dejar en mis manos un mensaje vacío!".

Xavier Villaurrutia.


I. Escenario: "... por las paredes ocres se desparrama el zumo de una fruta de sangre crecida en el asfalto... el barrio donde habito no es ninguna pradera, desolado paisaje de antenas y cables, vivo en el número siete, calle melancolía..."

Los mapas trazan una geografía diferente, las fronteras se han modificado. Las líneas que antes demarcaban territorios ahora son ambiguas. En el fondo siempre lo fueron, pero la percepción desde la posición de un centro provocaba efecto óptico y todo parecía claramente distinto: podía señalarse el principio y el fin. Cambiar el punto desde el que se mira y ubicarlo en el arbitrario inicio o final arroja un resultado nebuloso: el principio es fin, el fin es principio, pero también no lo son y pueden estar aquí, allí, allá y en todas partes.

El modelo Estado-nación implica una perspectiva centralizadora, desde el núcleo se representa la idea del territorio, formalizado en la noción de país y arbitrariamente limitado para "ejercer" la soberanía. Pero esta forma institucionalizada de distribuir y organizar el espacio se ve desbordada cuando la visión del paradigma dominante se confronta con otras posiciones y se diluye la representación del "lugar" solo como sustancia o esencia, siempre fuera, lejano e inasible: "estar en".

La coexistencia plural de ópticas, sobreimpuestas, concatenadas, enfrentadas, llevan a modelos donde no hay centro o si lo hay es relativo, dado que existe siempre la otra posibilidad donde cambia. El espacio está incorporado a la percepción de él, mientras el espacio como sustancia o esencia está deshabitado. Puede ser entendido también como un no lugar, bajo la idea de intereses, ubicuidad, arbitrariedad y "viceversas"; "se está porque se es, se es porque se está".

El espacio, en el sentido de "estar en", no soporta la ambigüedad, como "viceversa" la comporta. En el primer caso, importa habitar lo deshabitado. No se pregunta quién habita, cómo lo hace, para qué. No se plantea la cuestión de una habitación inconsciente y consciente, racional e irracional. "Estar en" es, también no estar en y ¿acaso no existe la posibilidad de querer habitar algo que no es? Por lo tanto, se vuelve indispensable admitir "no estar en y estar en un no lugar" es decir: "la soledad".

La imagen poética de Lope de Vega "... de mis soledades voy, de mis soledades vengo..." acepta otra figura: "soy a sí mismo mi soledad, estoy en ella, es de donde vengo, hacia donde voy". Suma de soledades de anónimos perdidos, extraviados incluso de sí, separados por sus mitos (dados a la tarea de construir nuevos) y sin posibilidad, en algunos casos, de sacrificarlos públicamente para la expiación colectiva e individual. El resquebrajamiento de otros muros, menos visibles que el de Berlín pero más sólidos es un hecho, pensemos si no en representaciones del capitalismo como sociedad de bienestar, el american way of life o en nuestro caso, el milagro mexicano. Las ilusiones se caen y van acompañadas de crisis de identidad. Parece catastrófico, en algunos círculos, esto último, dado que se ve como la "pérdida de la esencia". Románticamente se piensa en una identidad nacional sustancialista y transtemporal. Realmente en contra del sentido relativo, arbitrario y plural del tiempo. Parece como si detrás de la trascendencia estuviera el razonamiento de que una hora es eso y solo eso, que el presente, el pasado y el futuro pueden demarcarse con facilidad y darse en curso lineal . El concepto de tiempo incorpora la percepción de él: corto, largo, mucho, poco. Ambiguas finalmente, claro, más generadoras de las abstracciones: el tiempo como referencia (orientación), como apropiación (en y por las acciones), como indicador (signo de y en). Esta distinción nos da la idea de la multidimensionalidad del tiempo: tiempo de todos los tiempos, tiempos del tiempo. Esto no permite otras configuraciones: "el tiempo sin tiempo, el no tiempo". El tiempo como algo concreto y limitado no puede ser la base para explicar que "el futuro, el presente y el pasado son simultáneos" o que "lo eterno es efímero". Más allá del tiempo está el tiempo. La caída de las ilusiones de los viejos mitos y de las identidades es síntoma de otras crisis, una importante es la de los paradigmas objetivistas, técnico- instrumentalistas, presentistas, lineales, idealistas, cerrados, inamovibles, trascendentalistas y centralizadores. Describir el estado actual puede facilitarse con la imagen de "una ontología sin sujeto a quien explicar y de una epistemología sin conocimiento del cual dar cuenta". De allí un escenario en donde mora el peso existencial de una "soledad tan sola".

II. Encuentro: "busco acaso un encuentro que me ilumine el día y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden... así mis pies descienden la cuesta del olvido, fatigados de tanto andar sin encontrarte, luego de vuelta a casa enciendo un cigarrillo, ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama, me enfado con las sombras que pueblan los pasillos y me abrazo a la ausencia que dejas en la cama..."

Parece, por lo expuesto, un panorama apocalíptico. Y en cierto sentido puede serlo, obviamente no en su connotación religiosa, sí en la aceptación general de las nebulosas esferas pública, privada e íntima. La alternativa parece ser, lógicamente, una nueva forma de interpretar y analizar la realidad ¿Por dónde transitar para llegar a ella? ¿Debemos reconstruir nuestras ruinas o molerlas, pulverizarlas y comenzar de nuevo? ¿Es viable otra vez un pensamiento postmetafísico de corte holístico? Resolver estas cuestiones de fondo, no nos incumbe, ni poseemos la capacidad y elementos para hacerlo. Señalaremos la manera de responder a la crisis política mexicana de los apologetas de la democracia y comentaremos esta posición a la luz- obscuridad de "nuestro escenario".

Partamos de las siguientes conjeturas:

A. La crisis en México no es mero asunto político, involucra fuertes cuestionamientos y contradicciones en las dimensiones cultural, social, económica, ecológica, educativa e incluso psicológica. De allí que, la democracia como el método para discutir y resolver nuestros problemas sea un eco con reminiscencias de un modelo de sociedad ilustrada, racional e igualitaria. Propuesta de manera sustancialista y esencialista, cuando no se trata más que de una lúcida idea producto de una sociedad menos compleja que las actuales, donde, además, era viable la construcción de un orden jurídico-político como principio de la cohesión y organización en torno a un centro que garantizaba las condiciones de soberanía (en última instancia delimitación de las zonas de ejercicio del poder). Pero no solo eso, la representación de la democracia, que tienen algunos en este país, es abstracta y alejada del problema de la inequidad.

B. La discusión sobre democracia y justicia está montada en una dinámica en la que el sentido del espacio y del tiempo se mueve hacia formas encontradas con perspectivas mítico-poéticas. De esta forma, aunque permanecen viejos rituales significan, en muchos casos, cosas totalmente diferentes y ya no alcanzan para dar cuenta de la multidimensionalidad. Quizás aquí conviene el paréntesis para cuestionar otra visión, la que piensa en la sobre importancia de las constantes como rasgos de permanencia de las formas tradicionales, pero también como atributo de su trascendencia y signo de su transtemporalidad: ¿por qué no pensar en las variantes como una parte significativa en la negociación de la actualidad de las perspectivas míticas y síntoma de su dilusión y recreación en otra cosa distinta? La representación y la proposición de formas democráticas implicó un choque fuerte con los mitos, identidades, rituales, creencias, valores, formas de organización política, social y cultural de los modelos tradicionales, fue, y en nuestro caso es aún, una síntesis inacabada. Entonces si usamos el mismo razonamiento dentro de la discusión, ¿no podríamos pensar que las contradicciones actuales en el mundo están implicando la disolución del modelo de democracia fundado en una lógica jurídico-política en la que dominaba el saber humanístico y en la que se proponía como centro la razón generada por consenso entre individuos racionales, justos, libres, fraternos e iguales ? ¿No podría ser que ese reclamo desesperado apelando a tales conceptos, y afirmando el problema central está en que no se han cumplido los ideales de la ilustración, indique a fondo la enunciación camuflageada (por supuesto no puede ser de otra manera en este momento) de un repliegue y conservadurismo que se niega a admitir la imposibilidad de los ideales, no por ellos, en tanto ideales son estéticos, solidarios y cargados de buenas intenciones, sino en el ámbito de lo cotidiano, de las acciones prácticas concretas y donde el individuo no es abstracción en sí, cuerpo y axiología, por tanto, contradictorio, desigual, racional e irracional?

C. Las sociedades actuales, por supuesto la mexicana, se caracterizan por el desencanto y la indiferencia, pero también por la lucha y la búsqueda. Solo que ese ir es también un venir, andar en círculos, es un entrar y salir en las posibilidades. Buscar, no necesariamente es ir tras un ideal o en pos de la utopía, tiene razones y sinrazones más privadas, incluso íntimas. Se basa en la insubstancialidad del anonimato, en el uso de espacios percibidos como propios y ajenos. En la flexibilidad de la ubicuidad. En la apropiación de la soledad y en el ejercicio de la diferencia. Pensar, idealizar otro modelo se hace desde adentro, asimilando los anteriores, pero diluyéndolos hasta volverlos bruma y saliendo de ellos, viéndolos hacia afuera desde lo íntimo, desde sus entrañas, negándolos ¿Pensar en la democracia o en las democracias? El mismo término, pero insustancial como tiempos y espacios dentro de otros tiempos y espacios, con múltiples referentes, con el reconocimiento de la traslapación en la que existen, coexisten y se ponen intimidad, privacidad y vida pública. Esto probablemente lleve a cambiar el nombre "democracia" y lo vuelva en otra cosa: "sin centros y donde cualquiera puede ser centro en un momento determinado sin centralizar el poder pero reconociendo intereses, estrategias, distinciones entre simultaneidades". Esto no puede verse como fin de camino, tan solo es transición, se comienza a vivir, pero es tan solo un indicador de la finitud de la democracia formal, aún no su liquidación y menos todavía, el fin del sistema de relaciones de poder de la que es expresión.

Dejemos de conjeturar y examinemos algunos planteamientos pensados para México.

En un ensayo conocido, "Por una democracia sin adjetivos", Enrique Krauze (1986)afirmaba que " siempre existen argumentos para limitar, posponer o desvirtuar la democracia" y agregaba: " ha sido un ideal revolucionario relegado para otros fines igualmente válidos pero distintos: el bienestar económico, la justicia social, la afirmación nacional, la paz y la estabilidad" (p. 45). Es relativamente cierto lo apuntado por el subdirector de la revista Vuelta, que ha dado pie a un argumento inverso: la tarea prioritaria es la democratización del país y como consecuencia de ella vendrá la justicia y el desarrollo.

Pensemos bajo una óptica distinta. Independientemente de la discontinuidad entre proyecto sexenal y otro, sí hubo una constante: la creencia en el proteccionismo e impulso a la industrialización como promotores del crecimiento y de una distribución de la riqueza benefactora de todos los sectores del país. Este optimismo consideró innecesaria y perturbadora la apertura democrática, máxime cuando el sistema Presidente- Estado- Partido garantizaban la bonanza económica, de ahí la opción: integración corporativa. La realidad fue, y es, la concentración del ingreso y el monopolio político del PRI . La consideración es: ¿realmente se postergó la democracia u operó una de sus versiones, operativa para cierto tipo de sociedad en un momento determinado, obviamente alejada del ideal democrático de la ilustración, pero sustentado de algún modo en él para construir un discurso justificatorio y legitimador? Pensemos que sí, porque justamente la escisión entre democracia y justicia social es la expresión de la contradicción del modelo racional- ilustrado con la realidad de las prácticas concretas. La construcción del universo simbólico de valores jurídico-formales igualitarios y justo-funcional, en un momento dado, para garantizar las reglas dentro del campo donde se manifestará los intereses y estrategias de los agentes con posiciones y condiciones materiales desiguales. En el plano formal se puede afirmar y legislar la igualdad, en la acción hay que fijar las condiciones bajo las cuales los agentes igualarán sus diferencias, para ello, hay que cambiar el orden. La pregunta es: ¿llevar a la democracia hasta sus últimas consecuencias rompería el orden establecido que ella misma legitimó? Sí, pero implicaría una aprobación del nuevo principio de orden y necesaria la creación de otro sistema simbólico de legitimaciones. En el caso de México, el mismo sistema simbólico ilustrado ha servido para legitimar prácticas que se lo apropiaron a su manera para dar sentido a una realidad alejada del ideal enciclopedista. Conciliar intereses encontrados ha implicado, dirigidos, en cierto modo por ese ideal, un proyecto centralista, paternal e interesado que apostó a un desarrollo inalcanzable, limitado en su concepción y pensado para garantizar además del control político, el control de las diferentes esferas de la vida pública. Si la democracia fuera sustancia o esencia se habitaría, se entraría a ella, se estaría en ella, se viviría y ajustaría las relaciones en poder a ese espacio, mas se trata de un concepto, de un no lugar; las interacciones, lo que hay detrás de él y lo que se pone en juego dentro de ellas la desbordan, produciendo y reproduciendo sus propias reglas y organizando sus prioridades.

Retomemos otra consideración importante y profunda, pero que, a pesar del cuestionamiento, no entran en la raíz del problema. ¿Qué sentido tendría una nación democrática donde la mayoría de sus ciudadanos vivían en condiciones de pobreza y extrema miseria? o ¿qué caso tendría un país con justicia social y sus ciudadanos no cuenten con espacios de discusión pública, de participación política y donde las elecciones sean fraudulentas? Recuperando la lógica de nuestras reflexiones previas, sostenemos la tesis: la democracia no es posible en un marco de desigualdad y viceversa, toda acción democrática no pude plantearse sin pensar en el desarrollo económico reflejado en un ingreso per capita adecuado y una distribución equitativa el PIB, al respecto se expresan bien Cordero y Tello (1986) cuando señalan: "una democracia estable para México implica cimientos sociales y productivos que no tienen que surgir automática y gratuitamente. Suponen reformas, decisiones y opciones, que la democracia como método de organización de la política no garantiza por sí misma" (p.19). El axioma es bueno como tal, es una aspiración real pero su posibilidad en lo real está marcada por la imposibilidad dentro de las relaciones económicas capitalistas de una coincidencia entre justicia económica y sistema político democrático formal.

Es importante trazar el escenario: ¿ qué condiciones deberá tener la democracia en México? ¿cuáles son las sombras para un proyecto de verdadera justicia social? ¿por donde transitar? Estas cuestiones reflejan preocupaciones surgidas de la transición en la que estamos inmersos, Héctor Aguilar Camín (1986; p.15)hablaba de un México pereciendo, los rasgos en desvanecimiento son: "el crecimiento económico sostenido, el modelo de desarrollo con financiamiento externo, el pacto corporativo como eje de negociación de clases y élites, el presidencialismo omnímodo con su sistema de partido dominante, el nacionalismo como emanación de la cultura estatal posrevolucionaria, la ciudad de México como ombligo del país". Son aspectos que señalan el agotamiento de nuestra versión de democracia y nuestro proyecto económico de desarrollo. No perderemos de vista la pertinencia de las preguntas expresadas arriba, dado el paisaje dibujado por el director de Nexos. Consideremos que su respuesta no es apelar a una perspectiva económica dirigida a abatir la inflación, modernizar la planta productiva, hacer competitivos a nuestros industriales y la apertura para una inversión extranjera medidas que en su aplicación han requerido un esfuerzo con costos altos y cuyos resultados no están pensados ni siquiera para el mediano plazo, además con la lógica de que la inversión extranjera y el crecimiento del capital nacional redundarán en empleo y derrama económica, ésto según lo previsto, producirá el bienestar, el botón de muestra de esta posibilidad, expresado por sus apologetas, son "los tigres del pacífico", de tal suerte que quedaría resuelto el problema de la justicia social y fenecerían los viejos mitos de nuestro cosmos político y económico. Tampoco es pensar a la democracia sin adjetivos, considerándola "sistema universal y válido hasta en países orientales como Japón y la India, y parece hoy la alternativa más clara a un sistema mexicano, pero agotado" (Krauze, 1986; p.59). ¿De qué atributos goza la democracia para ser considerada una propuesta universal? Independientemente del espacio y del tiempo no está la democracia. Probablemente tendremos que pensar en otras preguntas cuando aceptemos la imposibilidad de la democracia bajo las condiciones actuales de la producción, distribución y el consumo; su inviabilidad radica justamente en querer imponerse de una forma autoritaria y absolutista dentro de realidades complejas y con especificidades y problemas tan peculiares que no basta, para aproximarse a ellos, con recetas mágicas.

Si es que existe un México emergente, su cultura no es exclusivamente liberal, hay muchas raíces que la diluyen y la redimensionan. Lo que puede convertir el ideal democrático en una representación ambigua ante tanta heterogeneidad de grupos. Es ingenuo pensar que la democracia es un "método para plantear nuestros problemas y entre todos resolverlos" (Paz, 1985; p.12). ¿Quiénes podrán plantear realmente los problemas en la desigualdad, bajo qué condiciones, con qué margen de acción, a quiénes beneficiará, finalmente, las resoluciones? Una vez más el perfil sustancialista. La democracia como detonante es una forma de volverla esencia: "la democracia liberará las energías de nuestro pueblo" (Paz, 1985; p.12). No creemos en una posible función catártico- emancipadora de la democracia, en todo caso, serían las energías de agentes, sus necesidades, afanes y sus acciones acumuladas e integradoras, junto con las propias contradicciones del sistema político-económico y las condiciones del contexto social y cultural, las que liberarán a la democracia de su acepción sustancia-esencia, y recrearán la multidimensionalidad de los espacios íntimos, privados y públicos. Atenerse a esto, no es una apuesta segura, lo imprescindible es preguntar, preguntarnos por nuestro preguntar y actuar para resolver nuestros cuestionamientos. Nos quedan, a la manera de Sabines, nuestros viejos alucinantes: la soledad, el amor y la muerte. Nos quedan los giros, la pluralidad, la poesía. Nos queda el pensamiento y la acción, pero adjetivos. El pensamiento: abierto, flexible, cambiante, con sentido global, crítico. La acción: transformadora, interesada, subvertora, estratégica y autotransformadora. Nos quedan los ideales irrealizables, pero buenas ideas, al fin y al cabo, para realizar lo que sí se puede realizar:la reinvención constante de la realidad. Aferrarse a la democracia en un sentido universalista, trascendental y formal es como "abrazarse a una ausencia... a la nada".


III. Bibliografía.

Aguilar Camín, Héctor. "El canto del futuro". Nexos, 15. México, 1986. 29 pp.Regreso

Cordera, Rolando y Carlos Tello. "México: opciones y decisiones". Nexos, 13. México, 1986. 19 pp.Regreso

Foucault, Michael. Tecnologías del yo. Ed. Paidós, Barcelona, 1990.150 pp.

Habermas, Jürgen. Identidades nacionales y postnacionales. Ed. Rei, México, 1993. 121 pp.

Luhmann, Niklas. Teoría política en el Estado de bienestar. Ed. Alianza Universidad. Madrid, 1993. 170 pp.

Krauze, Enrique. Por una democracia sin adjetivos. Ed. Joaquín Mortiz. México, 1987. 212 pp.Regreso

Paz, Octavio. "Hora cumplida (1929-1985)". Vuelta, 103. México, 1985. 12 pp.Regreso


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