Número 10, Año 3, Abril-Junio 1998

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 De las Comunidades Sociales a las ¿Comunidades? Virtuales
(notas para una discusión)
Por: Claudia Benassini Félix
 
(Felicidades a todo el equipo de Proyecto Internet.  Diez se dice rápido, pero es toda una hazaña)
 

Introducción

La consolidación de Internet como modalidad comunicativa ha acarreado una serie de implicaciones socioculturales.  Por ejemplo, subsiste la discusión sobre su futuro papel en la educación, aunado a la inminente llegada de las aulas virtuales, ya comienzan a acumular experiencias a favor y en contra de lo que se avizora como una nueva modalidad educativa.  Asimismo, la industria del entretenimiento ha encontrado en la red de redes un espacio inagotable en el que puede ponerse en contacto con un vasto número de consumidores de sus productos, tanto los conocidos a través de las formas tradicionales como los que puedan derivarse del puro acceso a la red.  Por otra parte, se acrecientan los rumores en el sentido de que aproximadamente un 70% de lo que circula a través de Internet es basura.    El hecho es que cada vez es mayor tanto el número de usuarios como las posibilidades exploradas.

Sin embargo, una de las implicaciones socioculturales más importante es la formación de las llamadas comunidades virtuales -o comunidades de discusión, como las llama Raúl Trejo- una nueva modalidad de organización que pone en contacto a un número ilimitado de usuarios interesados en temáticas, de preferencia lo más precisas posible.  De esta caracterización se desprende un número de posibilidades cuyo límite está dado por la imaginación, la necesidad y los intereses.  No obstante, las comunidades virtuales han mostrado su eficacia para poner en contacto a interesados en campos del conocimiento muy específicos -como investigadores y profesionales de la salud o de otras áreas-, a los aficionados al deporte, la literatura y los medios de comunicación o bien, a los defensores de reivindicaciones sociales como el feminismo, el debate contra la tortura, la promoción de los derechos humanos etc.

Estos ejemplos muestran las posibilidades de establecer comunicación con interesados en temas tan puntuales como sea necesario, independientemente de la ubicación geográfica y de otras variables que suelen considerarse básicas para el intercambio de opiniones como la edad, el estado civil, la ocupación y, en algunos casos, el nivel educativo.  Esto explica parcialmente el optimismo de algunos observadores, quienes no dudan en calificar a las comunidades virtuales como una nueva modalidad de comunicación interpersonal, algo  que para otros es discutible.  De la misma forma, puede resultar muy optimista denominar comunidades a estas nuevas formas de organización.  Sin embargo, hay consenso al menos en dos puntos: su número creciente y el que comienzan a ser tomadas como objeto de estudio desde diversos puntos de vista.

Por lo tanto, dada la importancia del tema y dadas las características de este importante número de Razón y Palabra  pongo a consideración de sus lectores una primera aproximación al tema de la formación de comunidades a través de Internet.  El término, que encuentra sus orígenes en la teoría sociológica, alude a una forma de organización que reviste diversas modalidades y que continúa vigente.  Sin embargo, se han originado al menos otras dos formas de comunidad que escapan a las características de lo que se considera como tal desde la teoría clásica.  En este artículo se exploran las tres posibilidades enfatizando en la última y su relación con la red de redes. acompañado de algunas propuestas para la construcción del término como categoría analítica utilizable en futuras investigaciones.  En consecuencia, mi trabajo pretende contribuir a la discusión al respecto con el ánimo de enriquecerla y no de restar importancia a quienes se han acercado el tema desde otra perspectiva.  A final de cuentas, todavía hay mucho que discutir al respecto.
 

"Las Poquianchis"
Francisco Corzas, 1966
 
 1.- De la comunidad a la sociedad

 A partir de la segunda mitad del siglo XIX el término comunidad hizo su aparición en la teoría sociológica.  El hecho no fue fortuito; se relacionó con una discusión originada en Europa Occidental, que más tarde cruzaría el Atlántico: el advenimiento de la sociedad de masas, como una de las más importantes consecuencias de la Revolución Industrial.  La manera en que las sociedades atravesaron por el proceso de metamorfosis que las condujo de simples a complejas se articuló en principio al paradigma evolucionista, que vio la luz a principios del siglo pasado con las reflexiones de Augusto Comte sobre la inminente especialización de la sociedad y sus consecuencias a mediano plazo.  Las siguientes aportaciones en esta línea correspondieron a Spencer, Durkheim y Tönnies, a quien pertenece una de las distinciones más acabadas entre comunidad y sociedad (1).

En mayor o menor medida, las discusiones sobre el advenimiento de la sociedad de masas se acompañaron de cierta nostalgia por los tiempos idos y de cierta preocupación por lo que vendría más adelante.  Después de todo, la idea de comunidad remitía a una forma de organización en la que subsisten los nexos de pertenencia.  Por lo tanto, sus miembros comparten un código de valores que es común a sus miembros, quienes se conocen entre sí y se apoyan en los problemas que enfrentan individual o grupalmente.  Pero sobre todo, persisten la comunicación y el propósito implícito de reproducir un proyecto grupal.  En contraparte, la idea de sociedad se vinculó a una nueva forma de organización producto de la migración del campo a la ciudad como consecuencia de la industrialización y de la necesidad de trabajar.  Por lo tanto, en la sociedad prevalecieron la impersonalidad, la competencia y la pérdida de identidad grupal a favor de la construcción de una nueva, con características desconocidas hasta entonces.  En suma, la sociedad de masas propició la división del trabajo, desencadenó procesos de incomunicación y dificultó la posibilidad de reproducir proyectos grupales (2).

Como puede observarse, estas primeras reflexiones no estuvieron exentas de cierto maniqueísmo que propició la evocación a veces romántica de los tiempos idos.  Incluso, durante la segunda mitad del siglo XIX se organizaron en Europa simposios y encuentros de preocupados por el rumbo que amenazaba con tomar la sociedad.  Asimismo, buena parte de la literatura generada durante la primera mitad del siglo y las dos primeras décadas de la segunda parte ha estado vinculada con el tema y con las modalidades que gradualmente ha asumido la sociedad de masas, en la que se insertan, en consecuencia, los medios masivos de comunicación.  Actualmente, a cien años de distancia, la teoría sociológica ha propiciado que estas valoraciones se maticen, de forma que en el espacio intermedio se dé cabida a diversas modalidades explicativas de los fenómenos inherentes a la evolución social.  Sin embargo -y como ser verá más adelante-, desde hace unos años se ha registrado un nuevo e importante cambio de la sociedad de masas a la sociedad digital.

Como se indicó en el párrafo anterior, durante varias décadas prevaleció la articulación de los medios masivos de comunicación a la sociedad de masas.  En consecuencia, se generó abundante literatura que pretendió caracterizar la nueva modalidad comunicativa.  Hubieron consecuencias y diferencias de enfoques.  No obstante, buena parte de los teóricos estuvo de acuerdo en que la comunicación masiva se caracterizaba por la producción en serie -con su consecuente división del trabajo-, dirigida a públicos heterogéneos y amplios, en consecuencia desconocidos para el emisor.  En principio, la propuesta fue aceptada de manera casi irrestricta e inmediata.  Más recientemente han habido cuestionamientos sobre la comunicación masiva y la inclusión en ella de todos los medios (3).  Asimismo, existió cierto consenso en el papel de estos medios en la construcción de la identidad que demandaba la nueva sociedad.

Al respecto, diversos autores (4) abundan en ejemplos que describen y analizan las maneras en que los medios de comunicación acompañaron a los nuevos integrantes de la sociedad en el proceso de construcción de su identidad, acorde con los nuevos requerimientos.  De manera creciente la prensa, el cine y la radio reprodujeron los nuevos estilos de vida, sus implicaciones y el papel de esta nueva identidad en la construcción del nuevo proyecto de sociedad que más adelante conduciría de manera natural a la modernidad.  Obviamente las comunidades, bajo la forma en que fueron concebidas por las primeras reflexiones de la teoría sociológica, no estaban consideradas en el nuevo proyecto.  Incluso, pasaron muchos años para que sus miembros accedieran a los medios de comunicación, al grado de que puede afirmarse que esta posibilidad se ha incrementado en una época en la que, como ya se indicó, ha dejado de prevalecer el  modelo de la sociedad de masas.
 

 2.- De la comunidad social a la comunidad de interés

Hasta aquí los antecedentes sobre la sociedad de masas y su papel en la conformación de los medios masivos de comunicación.  Como puede observarse, al menos en apariencia el término comunidad estuvo relegado de la teoría sociológica, quizá porque su caracterización se adaptaba a una forma de organización que la misma teoría relegó.  Durante la primera mitad de este sigo los sociólogos norteamericanos se enfrascaron en una discusión sobre la legitimidad del enfoque macro sobre el micro.  De este debate se mantienen los argumentos más relevante, que en la actualidad han reivindicado al interaccionismo simbólico como un paradigma desde el que puede abordarse el estudio de estos fenómenos, algunos de ellos curiosamente vinculados con las nuevas modalidades asumidas por el concepto de comunidad (5).

En suma, con sus variantes las conceptualizaciones recientes de comunidad retoman parte de la propuesta inicial, particularmente en lo relacionado a sus dimensiones, a sus posibilidades de organización, a las maneras en que se lleva a cabo esta organización, a los nexos que se establecen entre sus miembros, a las modalidades de sus interacciones y a su énfasis en la reproducción.  Obviamente, existen diferencias cuya importancia está en función de la propuesta teórica a la que se adscriben.  Sin embargo, existe consenso en que una familia, una institución educativa o un barrio son ejemplos de comunidad.  Otra posibilidad de agruparlas, que no se contrapone con las anteriores, además de que las complementa, está dada por las características de los intereses en torno a los que se organizan.  Así, una agrupación de investigadores o un círculo de lectores constituyen ejemplos de comunidad.

Como puede observarse, la posibilidad de agrupar a las comunidades en función de intereses comunes alude irremediablemente a los medios de comunicación.  Los primeros lectores, radioescuchas y televidentes se localizaban en regiones geográficas específicas, en buena medida determinadas por las posibilidades tecnológicas de circulación del mensaje.  No obstante, en la medida en que la cobertura fue cada vez mayor gracias a los avances en cada medio, sus contenidos cobraron popularidad creciente, a la vez que sus seguidores se fueron extendiendo en los mapas, aunque todavía capturados por las fronteras nacionales.  El fenómeno fue más visible en los medios electrónicos que cada día captaban mayores públicos que mostraban un interés creciente por lo que escuchaban y veían: música, concursos, melodramas etc.

En principio, estas comunidades eran limitadas numérica y geográficamente hablando.  Su crecimiento dependió de las mayores posibilidades de acceso tecnológico.  Por lo tanto, la posibilidad de la localización física comenzó a ser limitada y dio paso al uso de otros medios como la llamada telefónica a la estación radiofónica o al canal de televisión y el correo como forma de poner en contacto a públicos con intereses similares aunque con residencia en puntos distantes.  Como puede observarse, indirectamente los mismos medios se pusieron al servicio de esta nueva forma de organización.  Un punto importante en este proceso fue el hecho de que la propia prensa mostró su eficacia para unir a interesados en temas muy puntuales.  Sin embargo, es necesario hacer hincapié en que la consolidación de este fenómeno propició que gradualmente las comunidades se fueran alejando de su propósito de reproducir proyectos grupales, para centrarse en los intereses.  Un paso necesario si esta modalidad organizativa quería sobrevivir.

La proliferación de este fenómeno también dio pie a una nueva forma de organización, que coincidía en intereses puntuales y dejaba de lado otras características de sus integrantes.  Las admiradoras de quienes se dieron a conocer a través de la voz de la América Latina desde México gradualmente se unieron en torno a sus ídolos y sus interpretaciones.  A su vez, cada integrante de una comunidad de este tipo podía formar parte de otra u otras, a condición de respetar la regla básica de organizarse en torno a un interés particular.  Excepcionalmente se establecen relaciones interpersonales de otro tipo, como no sea el compartir este punto de interés.  Obviamente, lo que sucedió en la radio sucedió también con la televisión, aunque de manera más rápida y profusa.  Después de todo, el entonces nuevo medio multiplicaba las posibilidades de organizarse en torno a intereses particulares, como cada género -las telenovelas-, cada programa en particular, sus intérpretes y así sucesivamente.

Esta nueva modalidad de organización que denominamos comunidad de interés recibió su bautizo de fuego cuando los medios electrónicos -sobre todo la televisión- traspasaron las fronteras geográficas.  Las comunidades de interés en torno a sus temáticas puntuales, que se iniciaron en lugares específicos de una ciudad y de ahí se expandieron anárquicamente aunque en función de objetivos comunes, tuvieron que reorganizarse para continuar vivas.  Ahora el reto era buscar seguidores que se ubicaran en otros países, quienes a su vez se encargarían de hacer lo propio en sus lugares de origen.  Los mismos medios se encargaron de difundir las posibilidades de la nueva modalidad que, igual que sus antecesoras, paulatinamente fue haciendo a un lado las dificultades de la distancia, en parte gracias a los cambios sufridos por los medios de comunicación, sobre todo el correo.  En suma, dichos cambios acortaron la distancia temporal entre emisores y receptores.
 

"Grobiglio Dómbre"
Francisco Corzas, 1972
 
 3.- De las comunidades de interés a las comunidades virtuales

 Los años recientes han sido testigos del paso de la sociedad de masas a la sociedad digital.  En este contexto la comunicación puede hacerse casi a pedido; los sistemas de medios ponen lo mejor de sí mismos para ofrecer a los usuarios potenciales los mejores servicios, acordes con sus necesidades particulares.  En el otro extremo, los medios de comunicación tradicionales continúan con su proceso de expansión que pretende -entre otros objetivos- eliminar las fronteras geográficas.  En suma, vivimos en una época en que, como afirma Negroponte, los medios de comunicación han crecido y se han achicado al mismo tiempo.  Asimismo, el advenimiento de la sociedad digital supone distinguir entre los medios tradicionales -los anteriormente caracterizados como masivos de comunicación- y los nuevos medios.  Independientemente de las tipologías ensayadas por diversos autores (por ejemplo Bettetini y Colombo, 1995), quizá la característica más importante de estos nuevos medios es su interactividad, es decir, la posibilidad de una respuesta tan inmediata como lo permitan el acceso a la tecnología y la disponibilidad del usuario -o usuarios- que está en el otro extremo. (6)

En este sentido, el nuevo medio que enfatiza la interactividad como su característica esencial es la computadora, gracias a sus posibilidades de interconexión tanto a Internet -con lo que puede accederse a todas sus posibilidades- como a redes interconectadas al interior de una organización.  Y son precisamente estas posibilidades las que, a su vez, contribuyen a la formación de comunidades virtuales sin eliminar a sus antecesoras, las comunidades de interés.  Dicho brevemente, se trata de otra modalidad de organización que, a partir de ciertos elementos comunes, encuentra a la computadora como su centro de reunión ya sea simultáneo o a través de un tablero de anuncios, entre otras modalidades.  Como en el caso anterior, los liderazgos quedan diluidos, o se establecen en virtud del avance tecnológico, o de los niveles de participación por parte de los visitantes.  Su presencia es creciente a través de la red están al servicio de la información, la educación, el entretenimiento o el suministro de servicios de diversa índole.

Hasta aquí una breve descripción de las comunidades virtuales, cuyo estudio ha comenzado a hacer acto de presencia en la investigación de la comunicación.  De este hecho y de la necesidad de construir un objeto de estudio sobre el tema se desprenden las siguientes características, que todavía tienen un carácter preliminar y que pueden ser compartidas con los interesados en el tema.  Continuará utilizándose el término, a reserva de insistir en su redefinición.

 a) El término comunidades virtuales se ha utilizado por diversos autores (por ejemplo Rheingold, 1994; Quéau, 1996), sin que sea una categoría analítica construida como tal y para efectos determinados.  Dado el concepto de comunidad presentado en la primera parte de este trabajo, habría que ver si las formas de organización propiciadas por la red de redes responden a esta caracterización.  La respuesta es parcialmente afirmativa pues en sentido estricto no existe una forma de organización formal, ni un contacto interpersonal cara a cara ni, hasta la fecha, interés por la reproducción de un proyecto específicamente construido para tales fines a través de la red (7).  En suma, cuando las categorías resultan demasiado coercitivas habría que recurrir a otras posibilidades. Por lo tanto, puede afirmarse que un momento previo a la constitución de la comunidad virtual es el grupo de interés   De aquí la importancia de acercarse a sus modalidades de constitución y de organización.

 b) En consecuencia y dadas las múltiples posibilidades de organización de las comunidades virtuales, una construcción teórica al respecto debe tomar en cuenta las razones y/o los intereses que propician dicha organización.  Es decir, no debe perderse de vista que no todos los usuarios de Internet pueden acceder indistintamente a cualquier sitio y formar parte del grupo que se organiza en torno al mismo.  Como lo han hecho notar diversos autores (por ejemplo Trejo, 1996), en muchos sitios la posibilidad de participación está determinada por el conocimiento de la temática sobre la que se discute.  Esto es particularmente cierto en temas con cierto nivel de especialización -la investigación científica, la medicina en todas sus especialidades, o incluso la literatura y la filosofía, por poner algunos ejemplos-, aunque puede hacerse extensivo a otras áreas, en función de las temáticas y los acuerdos establecidos al respecto.

 c) De aquí se desprende la necesidad de estudiar las reglas en torno a las cuales se organiza la comunidad virtual.  Acercarse a esta característica constituye a su vez un acercamiento a la manera en que el grupo de interés se constituye en comunidad virtual, a la vez que permitirá establecer límites entre ambas modalidades e incluso establecer clasificaciones de acuerdo a sus objetivos, requisitos para participar, duración etc.

 d) Subsisten de manera creciente las comunidades sociales como formas de organización y de reproducción de tradiciones, valores y estilos de vida, cuyo crecimiento es tan ilimitado como lo es la sociedad misma.  Paralelamente, nos enfrentamos a nuevas modalidades de organización que responden a las exigencias de la tecnología y a la necesidad de los individuos de estar en todos lados, como lo señaló Marshall Mc Luhan hace más de dos décadas.  Estas características hablan por sí mismas sobre la necesidad de acercarse al estudio de las comunidades virtuales y sus implicaciones socioculturales en diversos procesos: desde la educación hasta el entretenimiento o bien, su papel en la construcción del conocimiento o en movimientos sociales.

 e) Dada la expansión de comunidades virtuales en torno a intereses tan diferentes y a su éxito al parecer rotundo como modalidad comunicativa, no han faltado quienes -como se indicó en la Presentación- las caracterizan como una nueva modalidad de comunicación interpersonal, en la medida en que supone un intercambio de opiniones y puntos de vista con otros individuos.  Sin embargo, no olvidemos que el contacto interpersonal vía el diálogo se acompaña de un lenguaje, cuya dimensión todavía no ha sido captada por los dispositivos tecnológicos que permiten el contacto entre individuos.  Por lo tanto, nuevamente por el momento es importante que los análisis al respecto partan de que se trata de una avanzada modalidad de comunicación interactiva, cuyas potencialidades tampoco han sido exploradas en su totalidad.

 f) Hasta el momento se han caracterizado los tres tipos de comunidad propios de la época que estamos viviendo.  Cabe señalar que estos tres tipos no coexisten aisladamente, sino que puede haber combinaciones.  Así, algunos sectores de la comunidad científica han explorado con éxito las reuniones virtuales a través de grupos de discusión sobre las temáticas de su interés.  Sin embargo, en este caso está latente la posibilidad de reunirse e intercambiar opiniones frente a frente.  En contraparte, los usuarios de la red accederán también al intercambio de opiniones con interesados en un tema, sin expectativas de encontrarse a futuro, pues sus lugares de origen son tan distantes que el proyecto se vuelve impensable.  Por lo tanto, es necesario explorar si las posibilidades de compromiso con la comunidad virtual están dadas en parte por la expectativa del encuentro interpersonal.

 g) Finalmente, estudiar las modalidades de organización de las comunidades virtuales supone considerar que su funcionamiento es heterodoxo.  Esta característica es inherente a Internet que, como señala Raúl Trejo (1996:54-55), no hay quien la controle, ni depende de un sólo gobierno, institución o eje único.  No obstante, hay quien ve en esto una cualidad pues “los liderazgos no pueden ya ser cerrados y autosuficientes: requieren de una permanente retroalimentación; es decir, recibir las opiniones de individuos y organizaciones diversas, formular sus planes y decisiones con la opinión y las opciones propuestas por la ´muchedumbre´ social (organizada o no)” (Flores Olea y Gaspar de Alba, 1997:30).   Habrá que seguir la evolución de las comunidades virtuales, acompañados de instrumentos teóricos de investigación que contribuyan al esclarecimiento cabal de su caracterización, constitución e implicaciones socioculturales.
 
 
 
 

Notas al pie:

(1) Para una revisión más detallada sobre el tema véase Ritzer, 1993).
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(2) Además del citado trabajo de Ritzer, una síntesis interesante de estas propuestas puede encontrarse en De Fleur y Ball-Rokeach (1993).
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(3) Si bien es innegable que Estados Unidos y algunos países europeos -incluida la ex Unión Soviética. contaron con una prensa de masas que puede caracterizarse como tal a partir de los principios establecidos para ello, lo cierto es que en América Latina difícilmente pueden establecerse ejemplos de este tipo.  No obstante, la prensa de esta región suele identificarse como  un medio masivo de comunicación.
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(4) Véase por ejemplo Mc Quail (1985), Martín Barbero (1989).
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(5) Sobre este debate puede consultarse el citado texto de Ritzer, además de Joas (en Giddens, 1990).
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(6) Betettini y Colombo establecen una importante diferencia entre interactividad -el proceso mediante el que dos personas entran en contacto vía la mediación tecnológica- e interacción, proceso que supone el intercambio comunicativo cara a cara.  Esta distinción es importante sobre todo cuando a las posibilidades comunicativas abiertas por la computadora se les caracteriza como nuevas modalidades de comunicación interpersonal.
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(7) El énfasis en la reproducción de un proyecto tiene que ver con la posibilidad de que el mismo trascienda más allá de una generación.  Dadas la novedad de Internet y la consecuente constitución de comunidades virtuales, no puede adelantarse lo que sucederá al respecto con la siguiente generación.  Un trabajo que, en consecuencia, habrá que postergar hasta que llegue el momento.
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Bibliografía:

BETETTINI, Gianfranco y Fausto COLOMBO (1995) Las nuevas tecnologías de la comunicación, Barcelona, Edit.. Paidós.

DE FLEUR, Melvin y Sandra BALL-ROKEACH (1993) Teorías de la comunicación de masas, Barcelona, Edit.. Paidós.  Esta referencia corresponde a la tercera edición, aunque la disertación sobre la evolución de la sociedad también puede encontrarse en la segunda edición, correspondiente a 1985.

FLORES OLEA, Víctor y GASPAR DE ALBA, Rosa Elena (1997) Internet y la revolución cibernética, México, Edit.. Océano.

JOAS, Hans “Interaccionismo simbólico”, en GIDDENS, Anthony (ed..) La teoría social hoy, 1990, México, CONACULTA.

MARTIN BARBERO, Jesús (1989) De los medios a las mediaciones, México, Edit.. Gustavo Gili.

MC LUHAN, Marshall (1973) Contraexplosión,  Barcelona, Edit.. Paidós.

MC QUAIL, Denis (1985) Introducción a la teoría de la comunicación de masas, Barcelona, Edit.. Paidós.

NEGROPONTE, Nicholas (1995) Ser digital, México, Edit.. Océano.

QUEAU, Phillipe (1996) Lo virtual, Barcelona, Edit. Paidós.

RHEINGOLD, Howard (1994) Realidad virtual, Barcelona, Edit. GEDISA:

RITZER, George (1993) Teoría Sociológica Contemporánea, México, Edit.. Mc Graw Hill.

TREJO, Raúl (1996) La nueva alfombra mágica, México, Edit.. Diana.

 
 
 

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