Número 10, Año 3, Abril-Junio 1998

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El Último Piso

Por: Lorena Campos

La despertó la música, el estallido de un canto muy agudo.  Eran como las tres de la mañana.  Sintió que el escándalo enloquecería a todo el edificio pero no pasó nada.  Adán dormía a su lado como si nada, sin siquiera cambiar de posición.   El volumen de la canción iba en aumento ; comenzó a irritarse porque sabía que no podría volver a dormirse.   ¿De dónde provenía la música?

Rápidamente se puso una bata y caminó furiosa rumbo a la sala.  El piso estaba helado ; ella tenía las manos entumidas .  El sonido retumbaba detrás de la puerta ; la abrió.  El frío de la madrugada le rasguñó la cara.  ¿Qué clase de idiota escuchaba música a todo volumen en un lunes?   El ruido provenía de arriba.  Sólo había dos departamentos ocupados.    Alicia subió  las escaleras con una furia creciente.   Al llegar al siguiente piso se dio cuenta de que el sonido venía de más arriba, de los departamentos vacíos del último piso.  Recordó que uno de ellos ni siquiera tenía puertas ni alfombras.

 De pronto, la música cambió.  Ahora, Alicia  estaba escuchando un bolero.  El último piso le inspiraba miedo ; siempre lleno de tablas, de cubetas de pintura, de periódicos que se deslizaban entre los cuartos.  Las escaleras estaban a obscuras.  Olía un poco a pintura.  Ella seguía descalza.  No quería subir, pero no había llegado hasta ahí sólo para regresar a la cama y seguir soportando ese ruido.  Decidió subir.

Despertó a las seis, como todos los días.  Alicia no  apagó el despertador así que él tuvo que pararse a hacerlo.  Ella dormía profundamente como si no escuchara nada.  Pensó dejarla descansar unos minutos más ; no demasiado, porque se le haría tarde.  Notó que estaba destapada y tenía los pies helados,  Ni siquiera cuando la tocó se despertó.  Fue al baño entre bostezos.

 Alicia  seguía durmiendo.  Se sentó junto a ella y empezó a sacudirla suavemente.
--Se te va a hacer tarde - le dijo , pero no se movió - ya son seis y cuarto.
 Pero ella dormía.  Entonces empezó a asustarse.  La agitó con más fuerza mientras repetía su nombre una y otra vez.

Alicia regresó a su departamento sin haber encontrado nada salvo una misteriosa puerta cerrada de donde provenía el escándalo.  Sin embargo, la música había cesado tan abruptamente como empezó .  La sala estaba  como la había dejado ; el cojín azul dormía sobre uno de los sillones ; su retrato de recién casada estaba mal colocado, como siempre.

 Al entrar a su recámara observó que también Adán estaba tal  y como lo había dejado : dormido en la misma posición, con los pies destapados.  Alicia se acercó a él y observó el despertador.  Eran las seis de la mañana.

-- No puede ser, estuve tres horas ahí arriba - y se repetía - no puede ser, no puede ser.

Entonces intentó despertar a Adán  pero éste dormía profundamente, sin dar señales de vida.  Comenzó a sacudirlo, primero suavemente, después con desesperación.  Eran las seis y cuarto.

-- Adán, Adán - y comenzó a gritar.

Nada se movió, nadie la escuchó.  La música empezó a escucharse otra vez, allá, en el último piso.
 

"Luna de Polos"
Manuel Felguérez, 1979
 

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