Por: Ana I. Carranco Aréchiga.
Las 'redes esperanza' están ya sin dueño,
y como pobres perros han de morir.
Grietas resecas por el odio,
en las que algún día nos habremos de hundir.
Corazón desértico,
sin fe de sobrevivir
en este mundo
al que se le ha olvidado sonreír.