Número 12, Año 3, octubre 1998 - enero 1999


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¿QUE INVESTIGADORES PARA QUE TRANSICION? *

 

Enrique Guinsberg
Departamento Educación y Comunicación, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco

 Muchas veces es interesante jugar con el tiempo y preguntarse lo que hubiera sido un tema dado en otros momentos  y compararlo con su realidad presente. El juego se convertiría -en este caso para el presente Encuentro de AMIC- en una interesante muestra comparativa de intereses y posturas diferentes para el campo concreto de los investigadores de la comunicación, expresión en definitiva de planteos teóricos muy diferentes a los existentes hace no tantos años atrás.

Casi seguramente, al menos en América Latina, no se hubieran planteado en la década de los setenta y comienzos de los ochenta las preguntas del título de este trabajo ni de esta Mesa (Papel de los investigadores en ìesta hora de la transiciónî), y probablemente mucho menos a qué ìtransiciónî se hace referencia. Incluso el mismo interrogante de ìpapel deî evoca las grandes discusiones prototípicas de tales épocas y muy poco presentes en una actualidad escasamente interesada en tal problema y preocupada por otros.

Por supuesto tal situación y los cambios producidos no son exclusivos del ámbito de la comunicación sino para las distintas disciplinas de las ciencias sociales en general, lo que refirma lo conocido acerca de cómo estas son expresión del espíritu de una época, en este caso de las profundas vicisitudes de un período caracterizado por el cambio de ìideologíasî y por lo que ha dado en llamarse ìcrisis de paradigmasî, lo que implica en múltiples casos una crítica a lo realizado y pensado previamente con los replanteos que ello provoca. A veces con giros verdaderamente radicales, y en otros casos con pretensiones de mantenimiento de una postura crítica pero con otros focos de atención justificados por los ìnuevos tiemposî que se viven y la necesidad de adecuarse a ellos o para comprenderlos.

¿Cómo entonces estudiar el tema de esta Mesa sin formularse la pregunta del título de esta ponencia? Sin entrar al problema de los comunicadores que es otro y diferente, ¿a qué investigadores de la comunicación se hace referencia y para qué transición? Si bien es cierto que la primer parte del interrogante  existió siempre, también es cierto que existían ciertos parámetros supuestamente similares para un extenso campo de comunicólogos de América Latina, y la respuesta a esa pregunta era relativamente obvia para determinadas instituciones como en esos tiempos lo eran, por ejemplo, AMIC o la UAM-Xochimilco entre tantas otras.

Es manifiesto que la transición a la que se hace referencia en este Encuentro -se dice explícitamente en la Mesa 2- es ìa la democraciaî, pero ¿puede afirmarse categóricamente que es el objetivo de los comunicólogos de nuestro tiempo? Y junto a eso ¿tales estudiosos se plantean realmente tal objetivo, es decir con propuestas concretas más allá de las expresiones verbales?

No es este el lugar para un estudio riguroso de  los diferentes y cambiantes planteos teóricos de los estudiosos de la comunicación en nuestro continente a lo largo de los últimos años, como tampoco la relación de aquellos con las condiciones sociales, políticas y económicas existentes en cada momento concreto.  Por supuesto ello ya fue hecho, mostrándose el importante abandono de las propuestas fuertemente politizadas de las décadas  de los ´60 a los ´80 y su abandono para ser reemplazadas por otras con la desaparición de las condiciones consideradas ìrevolucionariasî de tal período. Es el momento, por ejemplo, del auge de los modelos semióticos y del estudio del discurso, de la crítica a las posturas sociologistas unilaterales de los momentos anteriores, etc. Pero si bien las condiciones políticas habían cambiado, todavía no se había producido una crisis de la magnitud de la que surge a fines de los ´80 y comienzos de los ´90, que actúa decisivamente sobre el mundo intelectual en general y donde por supuesto no se exceptúa el de la comunicación.

¿Cuáles son los planteos hegemónicos del presente en nuestro campo, y cómo influyen precisamente en el ìpapel de los investigadores en esta ´hora de la transición´´? Por de pronto hay que señalar que, si bien en realidad nunca existió una postura única en nuestro continente, hoy existe una disgregación muy grande tanto teórica como de instituciones, expresión de lo cual claramente es AMIC, otrora con una importancia muy superior a la actual.

Respecto a posturas teóricas no es casual que se produzca una interesante similitud con los cambios que se producen en los ámbitos políticos  por parte de quienes participaron de los ámbitos críticos. En ambos casos es difícil encontrar ìdinosauriosî puros que no reconozcan la necesidad  tanto de una crítica respecto a posturas anteriores como de la necesidad de replanteo de propuestas alternativas a las que no renuncian, pero las diferencias son mayúsculas cuando se trata de encontrar los caminos teóricos de estudio y aquello a lo que se aspira a llegar.

En este sentido, y con plena conciencia de que se cae en una descripción dicotómica extrema y por tanto no real, pueden plantearse dos grandes campos dentro del que era el paradigma crítico central de épocas pasadas: el de quienes mantienen tales posturas aunque discutiéndolas y buscando renovarlas de acuerdo a tal cuestionamiento, y el de sectores que buscan perspectivas nuevas que básicamente entienden de manera distinto el campo de lo político e incluso el de la comunicación. Como ejemplos de tales posturas pueden verse dos publicaciones del ámbito universitario que las representan y que servirán de modelos para el tema de esta ponencia: las revistas Comunicación y Sociedad del Departamento de Estudios de la Comunicación Social de la Universidad de Guadalajara, y Versión de la carrera de comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco.

En Comunicación y Sociedad puede observarse un manifiesto mantenimiento de la postura crítica conocida desde hace mucho tiempo, aunque se reitera que no de manera estática y con los vicios reconocidos que tuvo por mucho tiempo. Al contrario, no faltan los reconocimientos de estos y las aperturas a campos antes no prohibidos pero de alguna manera sí estigmatizados. Todo ello quiere decir que se mantiene el estudio de viejas problemáticas que por supuesto no sólo no han perdido importancia sino, por el contrario, mantienen e incrementan su peso: el control de los medios de difusión a nivel nacional e internacional en estos períodos de globalización, el estudio de los contenidos de los mensajes que se transmiten, las nuevas características y formas de utilización de los medios para el mantenimiento del control social, el análisis y crítica -en el sentido real de este último término- de los marcos teóricos hoy vigentes en el estudio de la comunicación, etc.  Pero también se incorporan aspectos como el de los estudios de la recepción, los medios como parte del mundo de la cultura, la significación de  las nuevas tecnologías, etc.

Pero un aspecto sobresaliente y especialmente destacable de esta postura es su constante aterrizaje en la realidad concreta de nuestro mundo y época concreta. Esto quiere decir que no flota en especulaciones abstractas sino estudia y analiza formas específicas: desde la estructura de los medios en distintos países o regiones nacionales (caso de la prensa de Guadalajara, su sede) hasta el papel de los medios en el modelo neoliberal vigente.

Un tema especialmente relevante que ha abordado de manera constante es el rol de los medios, a nivel local y nacional, en los últimos procesos electorales, temática de incuestionable valor para el tema de esta Mesa al ser un aspecto relevante para favorecer u obstaculizar el proceso de transición a la democracia (más alá de lo que se entienda por esto).

En este caso, como representativo de una postura, se observa el interés en el conocimiento de una realidad específica y las causas que determinan una situación y un discurso de los medios. Con los límites que tiene una investigación sobre las comunicaciones masivas para un cambio en la estructura social, se ofrecen materiales para al menos un conocimiento de este cada vez más importante aspecto de nuestro mundo y su importancia en la dinámica social, con la obvia incidencia que esto tiene para cualquier proceso de transición. Esto con independencia del vínculo que en ese caso se produce entre comunicadores y comunicólogos (en algunos casos vinculados a trabajos concretos en importantes medios de Jalisco).

Con todo esto se quiere decir que la lectura de Comunicación y Sociedad permite un acercamiento a la comprensión de un mundo concreto que reconocemos como nuestro, o sea con sus problemas y realidades a partir de enfoques que rechazan ciertos ìdogmasî de un marco teórico al que no renuncian en bloque por imperativo de las ìmodasî actuales.

El otro campo no es la inversa pero muy cercano a ella. Se inscribe en la vieja idea de que hay que buscar lo nuevo, aunque siempre señalando el aparente mantenimiento de una postura crítica frente a la cultura y los medios. En este sentido una revisión del contenido de los seis números hasta ahora aparecidos de Versión es muy clara respecto a sus intereses y desintereses, así como sobre sus marcos teóricos explícitos e implícitos.

Lo primero que se observa es una  clara adhesión a  nuevas formas o campos de estudio de la comunicación, antes inexistentes. El más importante de ellos es sin duda el que surge a partir de romperse con la relativa especificidad comunicativa para incluirla dentro del ámbito de la cultura, hecho sin duda trascendental pero que, como tantas veces ocurre con cambios positivos, puede (como se verá más adelante) esterilizarse con una inadecuada utilización de estos. Los otros dos campos prioritarios de esa revista y del marco teórico que la produce son el análisis del discurso y el descubrimiento del incuestionablemente muy valioso análisis del proceso de recepción. Todos aspectos no sólo útiles sino incluso fundamentales para el proceso comunicativo global.

El problema de tal versión teórica es que nunca aterriza en nuestra realidad concreta y parece estar al margen de una historia concreta que se encuentra a un costado. En efecto, la lectura de esa revista puede hacerse casi en cualquier lugar del mundo y se lee igual en tanto parece no tener territorialidad. Los ìviejosî temas de la postura crítica de otros tiempos simplemente han desaparecido, aunque ya se vio que tales problemas no sólo se mantienen sino que se han incrementado. Mucho sobre cultura en general, pero poco sobre formas concretas de esta, y casi nada vinculadas a los medios. Gran importancia al discurso, a la semiótica y a los procesos de recepción, pero también con una generalidad desterritorializada y ahistórica.

En este sentido es interesante observar como ésto de manera alguna es exclusivo del estudio de la comunicación, sino que, como se indicó antes, es generalizable para las ciencias sociales porque parece que la concretización histórica molesta y resulta mejor hablar de ella pero sin especificarla, con lo cual se la abstractifica y de tal manera  no ocasiona problemas. En definitiva es lo mismo que dentro del psicoanálisis hacen las corrientes estructuralistas del marco lacaniano o ìlacanistaî: reconocen a la cultura como un aspecto fundamental en la constitución del Sujeto, pero la ven como estructura, es decir siempre presente pero sin analizarla en sus formas concretas de cada lugar y época histórica, lo que en definitiva no molesta mucho a nadie. Son en definitiva las ventajas de los no aterrizajes, que hasta permiten tener una imagen cuestionadora y crítica pero sin sus riesgos y compromisos .

¿Cómo y por  qué se produce esta situación? Ya en un trabajo anterior se planteaba una parte del problema, al resaltarse que ìla clara comprensión de que el estudio de los medios debe inscribirse en el marco de la cultura general constituye un paso central, a veces tal premisa hace caer en exageraciones donde de alguna manera se pierde el estudio específico de los mediosî . De esta manera en la revista Versión los medios escasamente se estudian, para dedicar uno de los espacios centrales a las múltiples formas de la cultura. Por ejemplo, y comparando con Comunicación y Sociedad, en tal revista los cambios políticos concretos de los últimos años en México no se ven, por lo que el estudio del papel de los medios en los procesos electorales no aparecen porque no interesan (mientran que son un  aspecto central para quienes se preocupan por la transición).

Si bien tal revista tiene como subtítulo Comunicación y política, es evidente que se trata de otra perspectiva de ambos término y del vínculo entra ambas. También como consecuencia del cambio de época y de enfoque teórico: al respecto es interesante hacer una comparación con una en su momento famosa y  prestigiada revista ya desaparecida, Comunicación y cultura, que primero apareciera en Chile y Argentina para luego hacerlo en México -con miembros de la UAM-Xochimilco en su redacción, institución que reeditó la colección completa- y que tenía un subtítulo cercano: La comunicación masiva en el proceso político latinoamericano. Ya en su período mexicano se observa la renuncia (al menos parcial) a los intereses anteriores, con el consiguiente cambio señalado respecto a lo que se entiende por ìpolíticaî.

Algo similar se produce al estudiar la discursividad y los procesos de recepción: al no aterrizar en campos concretos quedan como abstracciones ahistóricas. Respecto a la recepción ya se dijo que su incorporación al estudio de la comunicación es fundamental -su carencia fue un grave error de épocas pasadas donde existía una completa negación de la comprensión del Sujeto-, pero su estudio se esteriliza en amplio grado al ser visto como separado del proceso comunicativo global, tal como se planteaba en dos ensayos anteriores . O sea que parece que muchas veces ocurre al reves de antes: a la anterior negación del proceso de recepción hoy se la reemplaza por la negación del proceso de emisión, o más concretamente una negación de los intereses dominantes de este último (culturales, políticos, económicos), con lo que tal recepción pierde sustento y sentido, limitado a un proceso sin base que lo explique en su integridad. Por supuesto cuesta creer que esta reiteración de lo que he denominado sobrecompensaciones en las formas de estudio (los Mattelart lo llaman ley del péndulo ) sea sólo un problema epistemológico con ausencia de intervención de parámetros ideológicos (aunque este último concepto, verdaderamente muy mal utilizado y desvirtuado en su uso dominante de tiempos no lejanos, asuste a los espíritus ìmodernosî que, en otra sobrecompensación, de hecho renuncian a él, con todo lo que eso significa).

Un muy valioso e interesante análisis sobre el problema lo hace una investigadora brasileña . Autocitando un trabajo anterior señala : ìLa recepción no es un proceso reductible a lo psicológico o a lo cotidiano, sino que es profundamente cultural y político. Esto es, los procesos de recepción deben ser vistos como parte integrante de las prácticas culturales que articulan tanto procesos subjetivos como objetivos, tanto micro (entorno inmediato controlado por el sujeto) como macro (estructura social que escapa a ese control). La recepción es entonces un contexto complejo y contradictorio, multidimensional, en que las personas viven su cotidianidad. Al mismo tiempo, al vivir esa cotidianidad, las personas se inscriben en relaciones estructurales e históricas, las cuales extrapolan en sus prácticas. Este debería ser el conjunto de presupuestos teóricos subyacentes en una teoría comprehensiva de los estudios de recepciónî  (p. 86).

Claro que difícilmente alguién aceptará que no ubica al proceso de recepcion en un contexto global y comprehensivo, y seguramente dirá que tal contextualización es implícita. Pero no está de más reiterar que cuando en publicaciones como Versión hay tantas ausencias y posturas que se indican como implícitas, ello deja de ser casual y obedece a una conceptualización que podrá ser no conciente pero no por ello menos significativa o sin una coherencia explicativa.

La misma autora escribe también que  ìla pretendida ruptura con el enfoque ideológico de los fenómenos de comunicación que marcó la investigación de los años setenta, parece haber ´vacunado´ (se refiere al modelo de las mediaciones pero el fenómeno es mucho más amplio) contra la preocupación de analizar la dominación política e ideológica de la comunicación, al desplazar el eje de la problemática de la comunicación hacia la esfera de la cultura y la subjetividad (...) El centrar el análisis en la relación sujeto-prácticas culturales, provoca disolución en las categorías políticas del poder, esto es, de los nexos teóricos entre las esferas política y cultural del ejercicio del poder en las prácticas cotidianasî. A esto agrega otro aspecto ya indicado previamente, la necesidad de ìuna mayor elaboración de la hegemonía político-cultural en la problematización de los fenómenos de la subjetividadî .

Intentando buscar una explicación la autora remite a Ianni, que escribe cómo ìen una época en que la realidad social se revoluciona otra vez, cuando declina el Estado-Nación y emerge la sociedad global, se tiene la impresión de que una parte del pensamiento científico se intimida, se desorientaî. Explicación adecuada  para los hechos, pero insuficiente al no dar cuenta  también de cómo importantes sectores del campo intelectual  retornan -en épocas de desorientación pero también de escepticismo y de derrota de proyectos políticos y/o culturales anteriores- a los estilos genéricos y generalmente complejos que brinda el mundo posmoderno (sobre todo el francés) para entender y explicar nuestra realidad sin realmente lograrlo del todo y a veces muy poco, a más de que muchas veces confunde más que explica y comprende. A su vez  (casi) siempre escrito de una manera grandielocuente donde parece decirse mucho sin hacerlo.

Mucho podría abundarse al respecto, e incluso hacerlo desde la perspectiva de diferentes autores y con una vasta bibliografía, pero ello llevaría a una extensión que supera las posibilidades del presente trabajo. Por lo que es necesario volver al interrogante inicial y tema de esta Mesa, para señalar que enfoques como los mencionados poco aportan a que los investigadores de la comunicación participen en un proceso de transición.

Que quede claro que de manera alguna debe creerse que las temáticas que abordan no tienen ningún valor o no merecen ser estudiadas, cayéndose de esta manera en el error inverso que existió cuando sólo se veía lo socio-político directo y las unilateralidades que se consideraban válidas en décadas anteriores-. Lo que se cuestiona es al menos doble : 1)  la ausencia de investigación, parcial o total, acerca de temáticas fundamentales para el mundo moderno; 2) la señalada descontextualización y falta de aterrizaje de los temas analizados. En rápida síntesis es válido el señalamiento de un conocido investigador: ìLa ideología contemporánea de la comunicación que ha inundado a nuestras sociedades se caracteriza por lo efímero, el olvido de la historia y del por qué de los objetos y de su conjunto socialî .

Es incuestionable entonces que una faceta esencial del papel de los estudiosos de la comunicación para un proceso de transición consiste en la investigación acerca del rol de tal comunicación en la sociedad de que se trate.  Esto implica algo aparentemente tan simple, pero por lo visto no comprendido por quienes pretenden hacerlo, de analizar las múltiples y transdisciplinarias facetas de la incidencia de los procesos de la comunicación sobre el hombre concreto de cada lugar concreto de nuestros tiempos concretos. Con problemáticas que van desde las de la globalización hasta las menores de la vida cotidiana.

En este sentido es muy importante romper con la señalada ìley de las sobrecompensacionesî y recordar la famosa aseveración de un fundamental teórico que también se quiere o pretende negar u olvidar, de que ìno hay que tirar al bebé junto con el agua sucia de bañeraî. Es decir que las condiciones del mundo presente han cambiado en múltiples aspectos,  pero no dejando de lado o solucionando sino radicalizando problemas ya existentes en las décadas de auge de los estudios críticos  de  la comunicación. La crítica a tal período de investigación debe hacerse por sus omisiones, perspectivas cerradas, enfoques teóricos unilaterales, dogmatismos y ausencia de aperturas, y todos los etcéteras que quieran hacerse, pero no deben quedar dudas de que las temáticas e interrogantes centrales se mantienen vigentes, por lo que deben ser abordados con perspectivas y herramientas más adecuadas que las utilizadas anteriormente. Y por supuesto agregarse todas las nuevas problemáticas que han aparecido y seguirán apareciendo.

Al respecto también aciertan los investigadores citados al escribir que ìlas nuevas tecnologías de comunicación no sólo ocupan el lugar central de un reto industrial; están en el corazón mismo de las estrategias de reorganización social de las relaciones entre el Estado y el ciudadano, los poderes locales y centrales, los productores y los consumidores, los patronos y los trabajadores, los enseñantes y los enseñados, los expertos y los ejecutantesî . Y si esto es así como es, no pueden quedar dudas de la necesidad de recuperar campos de análisis y de investigación que mantienen su valor e importancia, sin postergar otros nuevos pero asignándoles la ubicación que les corresponda.

En tal contexto ¿cómo no desarrollar las investigaciones acerca de las formas de propiedad de unos medios de difusión que hoy tienen alcances planetarios y se han reestructurado en todos los niveles? ¿Cómo no comprender que su objetivo central sigue siendo el proceso de socialización de los sujetos para adecuarlos sin mayores conflictos a los intereses hegemónicos del modelo en curso? ¿Cómo no investigar  las viejas y nuevas formas de lograrlo? ¿Cómo no seguir investigando y divulgando la importancia actual y creciente de los medios masivos y los objetivos que cumple? ¿Cómo no incluir en esos estudios las características y significados de las nuevas tecnologías, incluyendo las que surgen y se desarrollan con los sistemas de cómputo (Internet entre ellos)? Respecto al problema de la democracia ¿cómo no estudiar la incidencia de los medios en su realización o imposibilidad (como forma de gobierno o de acceso a ella en las sociedades que buscan la transición a la misma)?

Por supuesto que tampoco puede olvidarse otro papel de los investigadores de la comunicación en tal proceso de transición: el de la búsqueda y formulación de propuestas alternativas para tal objetivo, o sea el no quedarse en el campo exclusivo de la crítica o de la investigación de ìefectosî de los medios para acceder  a la construcción, también de manera concreta, de ideas que posibiliten desde formas diferentes de ver las programaciones actuales y no caer en los manejos de estas -es decir crear un sentido crítico por parte del receptor-,  hasta la creación de nuevas formas de comunicación asequibles a los sectores a los que se quiere llegar, rompiéndose de esta manera el virtual monopolio que hasta hace poco han tenido al respecto quienes controlan los medios predominantes. En este sentido hay que reconocer por lo menos dos cosas: 1) la relativa o mayor facilidad que ahora se tiene para hacerlo por la existencia de equipos mucho más accesibles que antes (video, etc); 2) los conocimientos y experiencia que han adquirido muchos comunicólogos al respecto (unido al tránsito más fluido entre estos y los comunicadores que se ha producido en los últimos tiempos).

Ante los planteos anteriores no es difícil imaginarse los comentarios críticos de quienes se sientan aludidos. Algunos hablarán, seguramente con mucha ironía, de quienes postulan un retorno imposible a un pasado que consideran hoy anacrónico; otros criticarán la presente como una postura no crítica a un pasado premoderno y dogmático y ya superado.  Por supuesto mucho de ello es cierto y fue planteado en las líneas anteriores, pero de ninguna manera se postula algo parecido sino la recuperación de interrogantes y problemáticas que mantienen su vigencia simplemente porque no fueron superadas, recuperación que implica la incorporación de todo lo nuevo que permita su desarrollo.

Por supuesto todo lo aquí señalado puede y debe completarse. Y también agregarse e inventarse lo que no se ha mencionado: si se habla de una transición a la ìdemocraciaî es imprescindible avanzar en lo referente a qué se entiende por la misma -que por supuesto no se limita a las prácticas electorales- y el papel de los medios y de los comunicólogos para su mantenimiento -en los hechos y en la subjetividad de quienes viven en ella- de una manera no exclusivamente formal. Porque tampoco hay que olvidarse que hoy parece que todos son democráticos y quieren a la democracia, sin precisar de cual hablan o limitándose al plano exclusivamente electoral. Y si en este sentido es cierto que en épocas no muy lejanas los sectores ìprogresistasî o de ìizquierdaî se preocupaban poco por la democracia acusándola de tal formalidad y por tanto sin importancia, también es cierto que en no pocos casos -tal vez en la mayoría- sus defensores se limitan a tal apariencia.

Pero este es otro fundamental interrogante que escapa al presente trabajo.

 
* Trabajo presentado al Encuentro Los medios de comunicación en la hora de la transición, Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, México, 29-30 de mayo 1997.

 

 


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