Número 12, Año 3, octubre 1998 - enero 1999

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 LENGUAJE Y COMUNICACIÓN EN LA CIENCIA

Julio E. Rubio

Catedrático del Departamento de Humanidades del ITESM-CEM


La ciencia es un sistema comunicacional que se vale del lenguaje como estructura de sus operaciones de autoconstitución. Lenguaje observacional y lenguaje teórico dan cuerpo a una red interdependiente de significados que se aprende desde un paradigma establecido. La formación científica es el entrenamiento comunicacional en el lenguaje de representación de los fenómenos propios del paradigma en cuestión. El concepto “ verdad” es la noción que da sentido a la comunicación científica y se traduce en criterios contextuales de validación del conocimiento científico.

1. Introducción

 El lenguaje científico se construye en orientacion hacia un sistema de codificación que maximice la objetividad de la representación de la realidad. Esta pretensión de objetividad requiere de mecanismos públicos de validación: el conocimiento científico se encuentra estructurado en teorías, modelos y resultados cuya aceptación debe ser consensual. El concepto que ordena la búsqueda pública de objetividad científica en el nivel más general es la noción de “verdad”. Este concepto tiene una función teleológica general en toda la actividad científica pero se traduce, en niveles particulares, en interpretaciones contextuales de orden lógico y  observacional. La verdad lógica es una propiedad interna de alguna estructura lingüística. La verdad observacional supone la posibilidad de obtener confirmaciones -o rechazos- que pueden ser corroborados por cualquier miembro de la comunidad epistémica. La intención del conocimiento científico puede proponerse entonces como la codificación de la realidad en estructuras representacionales cuyo carácter de verdad es demostrable observacionalmente.  El propósito de este trabajo es mostrar que la construcción de tales representaciones está determinada en sus fundamentos por fenómenos comunicacionales.

2. Lenguaje y comunicación

 El lenguaje es un instrumento al servicio de la comunicación. Este planteamiento funcionalista es ya postulado por Saussure en su célebre Curso de lingüística general. Según nos dice Ducrot:

“...si cada lengua, en cada momento de su existencia, presenta para Saussure una determinada forma de organización, no es por efecto de una función preexistente a su función de comunicación: pues la lengua no puede tener otra función que la de comunicar.”  (Ducrot & Todorov 1972 p. 30.).

  Desde una perspectiva mucho más reciente, la teoría de sistemas de Niklas Luhmann(1990,1996) sostiene también una concepción funcionalista del lenguaje como instrumento de la comunicación, pero se distancia inmediatamente de Saussure: en tanto este último asume que es posible hablar de la lengua como un sistema, Luhmann rechaza esa caracterización porque su noción de sistema se fundamenta fenomenológicamente en la existencia de un tipo característico de operación autopoiética. Esta operación es el evento que (auto)reconstituye continuamente al sistema como unidad diferenciada de su entorno.   El lenguaje
-afirma Luhmann- es solamente un medium para la realización de las operaciones comunicacionales y carece de unidad fenoménica por si mismo. Es en la comunicación donde emerge la unidad fenoménica de un tipo de sistema que se vale del lenguaje como instrumento de su manifestación material.

 En este trabajo compartimos la idea de la subordinación funcional del lenguaje a la comunicación y el rechazo de Luhmann a la concepción del lenguaje como un sistema. Específicamente, identificamos el lenguaje como estructura de la comunicación, donde entendemos por estructura el conjunto de condiciones que canalizan los flujos operacionales de un sistema (Corsi et al. 1996). El lenguaje es la estructura de signos relacionados que da cuerpo a los eventos comunicacionales canalizando material y energéticamente la comunicación. Aunque no es la única posibilidad estructural de la comunicación -que puede darse en gestos u otros modos de interacción entre conciencias-, el lenguaje -sobre todo escrito- es un medio sumamente eficiente de estabilizar un sistema comunicacional mediante la fijación de sus estructuras.

 En la ciencia, donde la comunicación se encuentra fuertemente restringida por la búsqueda de condiciones unívocas de interpretación, el lenguaje se utiliza para fijar al máximo las condiciones de objetividad. Por esta razón, la estructuración lingüística de la comunicación científica es especialmente evidente. El lenguaje es el trazo observable más conspicuo de los procesos comunicacionales de la ciencia.

3. Lenguaje observacional y lenguaje teórico
 Partiremos de la discusión sobre el estatus epistemológico de términos teóricos y observacionales para abordar el problema del lenguaje científico. Las dos posiciones que confrontaremos defienden, por un lado, una asimetría fundamental que hace depender los predicados teóricos sobre su contraparte observacional y, del lado contrario, una interdependencia semántica de los predicados de ambos tipos.

 En las primera mitad del siglo, los positivistas lógicos (Neurath, Carnap, Hempel, etc.) asumieron la existencia de observables consensuales independientes de cualquier marco teórico que habrían de servir de fundamento para la construcción del conocimiento científico.  Según esta posición, existen características observables   cuya...

 “…presencia o ausencia en una oración dada puede ser establecida por observación directa.” (Hempel 1950 p.200)

 Entonces, la tarea de la epistemología habría de ser la elaboración del lenguaje observacional que funcionara como el fundamento de toda proposición con contenido epistémico. Rudolph Carnap emprendió esta labor con rigor  extraordinario  proponiendo la construcción de un vocabulario de términos “primitivos”.   Este vocabulario (V0) puramente observacional estaría constituido solamente por términos primitivos y términos lógicos relacionales:

“Los términos de V0  son predicados que designan propiedades observables de acontecimientos o cosas (por ejemplo, “azul”, “caliente, “grande”, etcétera) o relaciones observables entre ellos (por ejemplo, “x  está más caliente que y  “, “x  es contiguo a y “, etcétera).” (Carnap 1956 p.73)

 Carnap también propuso la elaboración de criterios de  traducción de términos teóricos a términos primitivos, según reglas que debían ser explícitas.  De esta manera, este filosofo suponía que podría construirse un lenguaje científico sustentado rigurosamente en la experiencia observacional. La fundamentación del conocimiento científico en este lenguaje acabaría con la ambigüedad conceptual y la especulación metafísica.  “Ver para creer”  podría ser el eslogan de esta concepción gnoseológica.

 Los dos supuestos epistemológicos de la tradición empirista que sostenían sus postulados son (Quine 1953): i. la posibilidad de una distinción inobjetable entre predicados observacionales y predicados teóricos; y ii. la posibilidad de reducir  cualquier proposición epistémica con sentido a términos de la experiencia inmediata.  La distinción entre términos observacionales y términos teóricos parecía autoevidente a los positivistas lógicos. Por esta razón, no había necesidad de ofrecer fundamentación alguna de la existencia de proposiciones observacionales puras (Hesse 1974). Los positivistas lógicos utilizaron el concepto de “analiticidad“ para establecer la primacía epistemológica del lenguaje observacional. El criterio empirista de significado postula esta condición del modo siguiente:

“ ...el criterio empirista del significado establece el requisito de comprobabilidad empírica para las oraciones cognoscitivamente significativas que no son ni analíticas ni contradictorias.” (Hempel 1950 p. 200)

 A diferencia de los enunciados sintéticos, cuyo carácter de verdad está determinado por asociaciones fácticas, se proponía que el carácter de verdad de los enunciados analíticos solo dependía de asociaciones lingüísticas. Los enunciados observacionales serían entonces un tipo de enunciados sintéticos y los enunciados teóricos serían un tipo de enunciados analíticos.

 En 1953 se publicó el artículo de  Quine “Dos Dogmas del Empirismo” que habría de convertirse en una referencia obligada sobre la discusión del significado de los predicados científicos.  En este artículo, el autor revisó la noción de analiticidad como criterio capaz de distinguir enunciados cuyo valor de verdad dependía exclusivamente de una componente lingüística sin referencias fácticas.  Quine hizo notar que la analiticidad que no es resultado directo de propiedades lógicas (un ejemplo de analiticidad lógica es: “todo hombre casado no es no-casado”) debe recurrir a la sinonimia.  La noción de analiticidad podría clarificarse entonces en términos de la sinonimia. Sin embargo –continúa Quine-, si intentamos definir la sinonimia sin hacer referencia al uso fáctico del lenguaje, tendríamos que proponer la equivalencia semántica necesaria, que nos llevaría de regreso a la analiticidad y a un círculo vicioso. Veamos la siguiente proposición que Quine usa como ejemplo: “todo hombre soltero es no-casado”.  La condición de sinonimia entre “soltero” y “no-casado” se da por la relacion significativa que se ha establecido en los usos lingüísticos concretos de una comunidad en asociaciones semánticas con situaciones de hecho, y no por una propiedad explicable en términos de una componente exclusivamente lingüística, donde se presume la exclusión de asociaciones fácticas. En el reconocimiento de la equivalencia semántica entre distintas expresiones existen asociaciones fácticas que especifican el significado de cada expresión involucrada. Entonces -concluye Quine- la sinonimia se vuelve inaceptable como condición puramente lingüística de la analiticidad.  La misma conclusión es obtenida de la condición de “definición” o de “intercambiabilidad”. Cualquiera de las condiciones que pueda proponerse como sustento conceptual de la analiticidad semántica es establecida desde algún uso del lenguaje que establece relaciones entre significados y situaciones de hecho.

 No obstante la argumentación anterior, aún quedaba la posibilidad de entender la analiticidad en términos de un uso fáctico del lenguaje que, no obstante, correspondía al núcleo mismo del presupuesto empirista:

“... la sinonimia de enunciados es la igualdad de método de confirmación o invalidación empírica” (Quine 1953 p. 236)

 Siendo esta la condición de sinonimia, se sostendría la epistemología positivista y la asimetría entre enunciados observacionales y enunciados teóricos. Los positivistas lógicos creían que era posible construir un sistema de reglas que permitiera hacer la reducción completa de cualquier predicado teórico, de tal modo que el conocimiento científico pudiera validarse por referencia a un lenguaje observacional donde los términos sí poseían un significado independiente. Quine también se encargó de elaborar una crítica a la noción de sinonimia que descansaba en el supuesto reductivista.  El autor hizo notar que la postulación del lenguaje observacional  combinaba con demasiada permisividad predicados sensoriales con términos lógicos que se encuentran en un nivel de abstracción muy alejado del predicado puramente sensorial.  Además, quedaba el problema de la identificación entre el dato sensible subjetivo y la cualidad objetiva de la experiencia como fundamento del conocimiento.  De cualquier modo, el argumento definitivo es el que señala que la reducibilidad de las proposiciones científicas a un lenguaje observacional fundamental ha quedado como una petición de principio.  El proyecto de construcción de un lenguaje observacional terminó como un plan maestro sin ejecutar. Cualquier proposición científica, en su uso concreto, mantiene una carga semántica tanto de orden observacional como de orden teórico.

 Como conclusión de su análisis, Quine propuso que la componente fáctica y la componente linguística del lenguaje científico quedan entrelazadas en una cuerpo de enunciados donde la capacidad representacional de cualquier enunciado individual depende del resto de la red:

“El dogma reductivista sobrevive en la suposición de que todo enunciado, aislado de sus compañeros, puede tener confirmación o invalidación. Frente a esta opinión, la mía...  es que nuestros enunciados acerca del mundo externo se someten como cuerpo total al tribunal de la experiencia sensible, y no individualmente” (Ibid. P. 239)

 Durante los setenta, Mary Hesse (1974) continúa con la defensa del carácter holista del conocimiento proposicional.   Hesse propone una estructura de relaciones para las redes de enunciados donde la tesis de Quine es sostenida:  los significados de los enunciados teóricos y los enunciados observacionales dependen mutuamente. Ningún elemento de la red posee significado aisladamente, aunque el uso ordinario de términos o enunciados completos lo suponga en circunstancias específicas. La red semántica que nos propone Hesse conecta todos los enunciados de la red por virtud de un conjunto de nodos que funcionan como conjunciones semánticas entre los predicados.  Cada enunciado queda necesariamente referido a algún otro predicado de la red y todos están relacionados por alguna ruta de nodos semánticos.  Algunos elementos conceptuales de la red pueden encontrarse más cerca de la experiencia empírica, y acceder por ello al calificativo observacional.   Otros elementos de la red pueden estar relativamente lejos de usos empíricos y acceder por ello al calificativo teórico.  Pero todos los enunciados de la red presentan dependencia semántica de asociaciones teóricas y empíricas en algún grado.  Al mismo tiempo, algunos elementos conceptuales de la red están sometidos a un mayor riesgo de modificación que otros bajo la presión de las leyes teóricas y de las regularidades empíricas, pero todos los predicados de la red pueden modificarse bajo alguna circunstancia.

 El significado de cualquier aseveración científica siempre depende de una red completa de elementos significativos y no de conceptos aislados, porque tales conceptos no están aislados en su propia génesis.  El conocimiento científico es un sistema de objetos conceptuales que forman una red de relaciones. Cada concepto se encuentra demarcado en su significación específica en función de las relaciones que posee con el resto de elementos conceptuales del sistema. Es la red de relaciones lo que da sentido a un concepto, y es la cohesión de la red de relaciones lo que permite la continuidad de un sistema de conocimiento dado.  La razón de fondo del fracaso del proyecto de construcción de un lenguaje sensorial como validación de los enunciados científicos es la imposibilidad de obtener una noción del significado de los términos científicos, o aun de los enunciados completos que no tenga que apelar a otros términos y a otros enunciados.
 
4. Comunicación y carácter social de la ciencia
 Si el origen del significado de los enunciados científicos no puede buscarse directamente en la representación directa de la realidad sensorial inmediata, nos preguntamos entonces cuál es el proceso que genera las cargas semánticas teórico-empíricas. Buscaremos la respuesta en el uso de las estructuras de proposiciones y en el reconocimiento del carácter social de los procesos de producción del conocimiento.

 Ya hemos visto que Quine rechaza la existencia de un criterio de demarcación claro de los enunciados analíticos y propone que el significado del lenguaje científico debe entenderse en función de usos del lenguaje. Los predicados científicos solo pueden entenderse en relación con la red significativa donde se utilizan.  Aun cuando una asociación empírica está más cerca de un predicado observacional que de un predicado teórico,  la red conceptual está presente en el significado de cada enunciado. Mary Hesse elabora propone una doble naturaleza de los predicados científicos:

“ ...Todos los predicados descriptivos, incluyendo los predicados de observación y los teóricos, deben introducirse, aprenderse, entenderse y usarse, o bien por medio de asociaciones empíricas directas en algunas situaciones físicas, o por medio de enunciados que contengan otros predicados descritivos que ya han sido introducidos, aprendidos, entendidos y usados de esta manera, o bien por una combinación de ambos...
...Ningún predicado, ni siquiera los del lenguaje observacional, puede funcionar únicamente por medio de asociaciones empíricas directas.” (Hesse 1974 p. 385)

 Si una construccion teórica pretende decir algo de la realidad, entonces debe estar asociada con predicados empíricos que se han introducido en situaciones físicas específicas. No obstante, la asociación entre el fenómeno físico y el predicado empírico no es totalmente local e independiente de todo contexto: la aprehensión del significado de un enunciado observacional requiere un aprendizaje donde se introduzca la asociación de una situación fáctica con su interpretación teórica. Un contexto comunicacional determinado es el que introduce a cada nuevo practicante de una disciplina a los significados del cuerpo de proposiciones que constituyen el patrimonio epistémico del grupo. Un científico no se inicia en el aprendizaje desde un vacío discursivo; por el contrario, es necesaria su introducción en un sistema de conceptos preestablecidos (aún si posteriormente ha de refutarlos). Thomas Kuhn(1962) llamó “paradigma” al cuerpo de conceptos y procedimientos que determinan la formación de un científico en una disciplina dada. Ningún científico desarrolla su trabajo en aislamiento: es necesario el aprendizaje de los patrones de interpretación propios de la comunidad en cuestión mediante el intercambio comunicacional con los maestros y expertos del paradigma.

 Es en el flujo comunicacional donde se generan las relaciones específicas entre componentes significativos de una red conceptual. La actividad de un investigador inicia cuando muestra el dominio del lenguaje propio de su área de interés y es capaz de entender y responder las emisiones comunicativas de sus colegas. El dominio de un lenguaje implica también la capacidad de aplicar operaciones de transformación sobre los sistemas de proposiciones, de tal modo que se produzcan nuevas proposiciones. La ciencia no solo genera lenguajes específicos a cada disciplina sino también procesos de transformación de sus lenguajes. Eventualmente, la tranformación de los sistemas de conceptos puede ser de tal magnitud que genere una discontinuidad radical con el paradigma de partida; hablamos en tal caso -en términos de Kuhn- de una revolución científica.

 Uno de los trabajos de investigación que muestran con notable claridad la naturaleza comunicacional de la ciencia es la investigación de Latour y Woolgar (1986) sobre el trabajo de laboratorio.  Para estos autores, la direccionalidad de la construcción de conocimiento en el laboratorio está determinada por un incremento de orden materializado en la producción de literatura científica. La continuidad del trabajo del científico experimental -afirman los autores- depende dramáticamente en la producción de papers  y otros tipos de reporte que determinan socialmente la asignación de recursos sin los que un proyecto de investigación se colapsaría. Las carreras personales de los científicos dependen de su capacidad para producir literatura especializada. Entonces, por razones eminentemente sociales, la cantidad de información inscrita aumenta constantemente.

 Intentando una aproximación antropológica, Latour y Woolgar describen la actividad de un cierto laboratorio como un centro de producción de textos. El material que entra al laboratorio está conformado por  sustancias químicas, animales, energía, y entradas del correo y del teléfono. El producto de salida del laboratorio está conformado por los artículos que los científicos residentes escriben. Los autores describen el proceso entero del trabajo del laboratorio como una cadena de producción de comunicaciones escritas:

“Firstly, at the end of each day, technicians bring piles of documents from the bench space through to the office space. In a factory we might expect these to be reports of what has been processed and manufactured. For members of this laboratory, however, these documents constitute what is yet to be processed and manufactured. Secondly, secretaries post off papers from the laboratory at an average rate of one every  ten days. However, far from being reports of what has been produced in the factory, members take these papers to be the product  of their unusual factory.” (Latour & Woolgar 1986 p. 47)

 La naturaleza comunicacional de la ciencia se expresa en la producción continua de materiales codificados que están dirigidos a la comunidad con las habilidades adecuadas de interpretación.

  De cualquier modo, los materiales codificados que se producen en la actividad científica tienen la intención común de generar representaciones de la realidad extra lingüística.  Este propósito nos lleva a la siguiente tensión:  ¿Es la representación científica del mundo una estructura que se origina en el mundo mismo, o es construida por la comunidad epistémica?  Barry Barnes, uno de los creadores de la corriente de la sociología del conocimiento en Edinburgo, nos da una respuesta categórica:

“Las representaciones son presentaciones de sus referentes manufacturadas activamente, producidas a partir de recursos culturales disponibles. Las formas particulares de construcción que se adoptan reflejan las funciones predictivas u otras funciones cognoscitivas técnicas...El porqué se requieren tales funciones de la representación es inteligible de una manera general, directa o indirectamente, en términos de los objetivos de algún grupo social.” (Barnes 1977 p. 57)

 Los objetivos epistémicos de la comunidad científica se localizan en la constitución de representaciones verdaderas. Sin embargo, si las representaciones son “manufacturadas activamente” por un grupo social ¿es el conocimiento verdadero una imagen del mundo?    Barnes niega esta concepción del conocimiento y nos ofrece una posible respuesta de su origen, esta vez de orden psicologista.  El autor se refiere a una metáfora pictórica como origen de la concepción contemplativa del conocimiento. Barnes afirma que el proceso de la experiencia visual, donde construimos una imagen mental que pretende ser una reconstrucción interna de cierta realidad, nos proporciona una analogía para concebir el conocimiento como un acto contemplativo:

“La metáfora visual general es un recurso mediante el cual producimos explicaciones de la generación y el carácter de la verdad y el error” (Barnes 1977 p. 51)

 Más allá del alcance de esta explicación intuitiva del origen de la concepción representacional del conocimiento, la tesis de la correspondencia presenta algunas dificultades. Barnes analiza los problemas de la concepción del conocimiento como imagen, partiendo de las dificultades para aceptar en general la posibilidad misma de la representación icónica. La distancia existente entre representación y referente es problematizada por Barnes utlizando la argumentación de Ivins (1953) y Gombrich (1959) donde los autores hablan de la naturaleza convencional de la interpretación del trabajo artístico y de las dificultades que surgen cuando la obra de arte se propone como representación de la realidad. Aún en el caso de la fotografía -argumenta Barnes- la representación requiere de un código contextual de interpretación que asocie la representación pictórica con su referente. De la misma manera, las representaciones científicas se encuentran  distanciadas de su referente. Barnes hace notar la tendencia científica a la utilización de esquemas y diagramas para modelar objetos donde la tecnología fotográfica sería, aparentemente, una alternativa que tendría ventaja como representación de la realidad. Este es el caso en las ciencias biológicas y anatómicas, que utilizan esquemas de los organismos y de sus subsistemas, especialmente en ambientes educacionales, para aislar el contenido significativo que se trata de comunicar y que puede volverse difuso al utilizar representaciones fotográficas. La elección de una cierta representación visual requiere, como los propios lenguajes proposicionales, la elección de  códigos de traducción e interpretación del fenómeno. La utilización pedagógica de esquemas visuales reduce la complejidad del proceso comunicacional.

 Si aun en las fotografías no encontramos una imagen literal de la realidad representada, más lejos de la correspondencia se encuentran las representaciones dadas en las codificaciones científicas. El conocimiento científico es ciertamente una manera de representar la realidad, pero la representación no es una imagen refleja. Una representación es un tipo de estructura  cuyo contenido significativo está direccionado hacia otra estructura, pero la realidad externa a las propias estructuras de conocimiento nunca participa directamente de esta direccionalidad. Una comunicación solo puede conducir hacia otra comunicación. Un enunciado epistémico solo puede sustentarse en otro(s) enunciado(s), y nunca de modo directo en la realidad que dice representarse. El conocimiento científico no es una consecuencia de la capacidad de ciertos códigos para elaborar una imagen refleja de la realidad, sino de la capacidad de una estructura completa para dirigir las comunicaciones de un sistema social (la ciencia), aunque su referencia simbólica sea la realidad extralingüística.  En este sentido, el conocimiento es una construcción social. De cualquier manera, la dinámica de la ciencia se encuentra sometida a su capacidad de generar conocimiento verdadero.  Las estructuras de contrastación del carácter de verdad de las representaciones construidas generan restricciones a las posibilidades de interpretación de los cuerpos de proposiciones. Aunque no es absoluto, el conocimiento científico tampoco es arbitrario. El criterio de verdad es el principio fundamental del trabajo científico y tiene en la adecuación observacional su expresión más evidente pero no su significación única.  Dedicaremos la última sección a revisar el lugar de este concepto en la ciencia.

5. La función del concepto de verdad en la ciencia

 En el nivel más general  de observación de la actividad científica, la (auto)atribución de acceso privilegiado a la verdad objetiva es lo que distingue a la ciencia de otros sistemas sociales. Luhmann lo expone de este modo:

“...la verdad como medio simbólico generalizado de comunicación constituye una condición, y de hecho, un catalizador en la diferencia de la ciencia como sistema...Todo lo que la ciencia comunica es completamente verdadero o falso...la ciencia se diferencia con ello de otros sistemas funcionales.” (Luhmann 1996 pp. 196-197)

 Más adelante, Luhmann aclara que el uso distintivo del concepto de verdad en la ciencia es él de “verdad codificada” para diferenciarlo de otras utilizaciones en la comunicación cotidiana.  Sin embargo, me parece que la noción de “verdad” o aun la de “verdad codificada” son insuficientes para especificar la actividad científica porque el uso de este concepto en campos distintos al científico es más que suficientemente frecuente para cuestionar su exclusividad científica.  Además, la verdad científica es siempre una verdad de naturaleza epistémica, lo que implica la necesidad de incluir el concepto de conocimiento en la caracterización de la verdad científica. El problema más general del que se ocupa la ciencia sí  es la verdad, pero en el sentido específico de conocimiento verdadero.

 El papel de la noción de verdad en la interpretación de la realidad es tan importante en la actividad científica que puede conducir a confusiones conceptuales porque se encuentra en un nivel de generalidad superior al de la propia producción epistémica, y deja relativamente abierta la formulación de su significado.  Cesarman -un científico mexicano-, por ejemplo, sostiene la naturaleza científica de todo conocimiento verdadero. Con ligereza lógica, este autor extiende la atribución de conocimiento científico a todos los seres vivos, dado que son capaces de (re)conocer su ambiente y seleccionar interacciones adecuadas con el entorno.  En la misma línea, Cesarman propone que no hay una distinción clara entre el conocimiento científico y otras manifestaciones del conocimiento:

“No se puede establecer una frontera entre la parte del sistema de conocimiento que es ciencia y la que no lo es. Todo es ciencia. Por lo general, la gente le atribuye el carácter de lenguaje científico sólo a aquello que tiene que ver con los aspectos más ininteligibles y esotéricos del conocimiento...sin embargo, no es así, puesto que también hay ciencia en nuestra conducta diaria, nuestra actitud hacia nosotros mismos y nuestras relaciones con los demás” (Cesarman 1986 p. 22)

 En su aproximación platónica a la naturaleza de la ciencia como conocimiento verdadero, el autor se aleja del fenómeno que ocurre en contextos específicos y cuyas características pueden ser establecidas. Es falso que cualquier comportamiento mediado por alguna interpretación de lo verdadero sea ciencia. Aunque podemos encontrar casos donde el calificativo de “científico” sea controversial –el psicoanálisis, por ejemplo-, es perfectamente posible distinguir algunas características de la actividad epistémica que llamamos “ciencia”. La aproximación que estamos siguiendo ahora distingue como ciencia cierto tipo de sistemas de comunicación que hacen un uso particular del concepto de verdad. La codificación del conocimiento científico se elabora en términos de la evaluación permanente del carácter de verdad de sus productos epistémicos, según criterios consensuales que ocurren en tres niveles del discurso: como sentido teleológico, consistencia lógica y adecuación observacional.

 Como subsistema de la sociedad, la ciencia forma un todo orgánico porque comparte el criterio  ordenador del conocimiento verdadero. El concepto de verdad en la ciencia es un metaconcepto que da coherencia al trabajo científico.  En términos de la teoría de sistemas de Luhmann, la verdad es un caso de los medios de comunicación simbólicamente generalizados, que deben entenderse como

“... estructuras particulares que aseguran probabilidades de éxito a la comunicación, porque transforman en probable el hecho improbable de que una selección de de Alter sea aceptada por Ego...Ego acepta la orden de pagar una multa de Alter porque Alter detenta poder; acepta la afirmación de que la tierra gira alrededor del sol porque es una verdad científica; acepta una petición extravagante de Alter porque ama a Alter” (Corsi et al. P. 106)

 Estas estructuras son elementos peculiares de un lenguaje que hacen resonancia en el proceso comunicativo porque aluden al sentido  mismo del sistema. En el caso de la actividad científica, el medio de comunicación símbolicamente generalizado -señalado por Luhmann- es el concepto de verdad. Así distingue este autor a la ciencia de otros sistemas sociales cuyos medios de comunicación simbólicamente generalizados son otros: dinero/propiedad   en un sistema económico; poder/derecho  en un sistema político; o el amor  en un sistema familiar.  Los medios de comunicación simbólicamente generalizados son estructuras de intercambio comunicacional consensuales e incuestionables en la operación del sistema.  El abandono de tal moneda de cambio comunicacional provoca el abandono del sistema mismo.  Una persona, por ejemplo, que niega el valor de cambio del dinero queda excluída del funcionamiento de un sistema económico en su expresión moderna.  De la misma manera, un científico que rechace el concepto la verdad como criterio de validación del conocimiento queda excluído del sistema de la ciencia.

 Las operaciones epistémicas del sistema de la ciencia son ordenadas en su nivel más general  por el sentido  orientador del valor fundamental de lo verdadero.   La ciencia, como todo sistema social, transcurre en el tiempo con una orientación teleológica; esto quiere decir que las operaciones del sistema están acotadas en función de un sentido  que vincula las operaciones presentes y el futuro del sistema.  En tal nivel de abstracción, la verdad es un valor  y por ello tiene capacidad de orientación teleológica.  No obstante, la consensualidad de un medio de comunicación generalizado simbólicamente no es el resultado de la claridad semántica compartida; por el contrario, su capacidad de otorgar sentido al sistema descansa fuertemente en la indefinición que lo acompaña y que le hace suficientemente flexible para seguir mediando las comunicaciones en circunstancias diversas. La verdad, como valor,  no genera estructuras comunicacionales específicas. El acotamiento aparece con las demarcaciones que se dan en campos comunicacionales concretos, donde el carácter de cientificidad persiste en la constitución de conocimiento verdadero. Se trata de construir un objeto epistémico que transcriba  un cierto objeto de estudio en una representación verdadera.  En tal caso, el medio de comunicación generalizado simbólicamente toma una forma operacional que se define en función de criterios contextuales capaces de hacer la distinción verdadero/falso  en relación con una estructura lógica y con una estructura observacional.

 En el nivel lógico, la aplicación de la distinción verdadero/falso  de una proposición depende de la aplicación  las leyes de la lógica al sistema de términos donde surge la proposición.   Partiendo de premisas relativas al sistema,  la verdad de una proposición particular es una consecuencia de la consistencia de las premisas y las consecuencias lógicas derivadas correctamente. Esta categorización de la verdad queda relativizada a un sistema particular de conocimiento proposicional (Hempel 1935). Sin embargo, es muy infrecuente la axiomatización de sistemas completos de conocimiento que intenten poseer contenido empírico.  Aun la física -paradigma clásico de la ciencia- solo se encuentra parcialmente axiomatizada, lo que produce la relativización de la verdad lógica a contextos proposicionales muy específicos (la física clásica, por ejemplo, es coeherente internamente, pero solo produce proposiciones verdaderas en tanto no se consideran correcciones relativistas). En sistemas de conocimiento que se ocupan de niveles superiores de organización (psicología, sociología,etc.) la axiomatización es casi inexistente, lo que relativiza la verdad lógica a conjuntos de proposiciones contextualizados en construcciones particulares. En cualquier caso, la comunicación científica está sometida a las reglas de la consistencia lógica aunque estas reglas se apliquen en condiciones contextuales.

 Una de las formulaciones más importantes de la condición de verdad se da en términos de su capacidad de representación; en tal caso, la verdad es una condición del conocimiento que resulta de su adecuación al fenómeno representado. Aunque el criterio de adecuación empírica restringe la arbitrariedad del conocimiento científico, no implica que este conocimiento tenga una relación de correspondencia literal con la realidad, o que el valor de verdad de una afirmación científica descanse directamente en la realidad misma. La relación entre conocimiento, verdad y realidad es de carácter complejo: el conocimiento científico es una construcción, pero esta construcción se encuentra conectada con la realidad a través de una cadena de acoplamientos estructurales entre el sistema de proposiciones, el sistema de observación y los fenómenos representados. Una red de interacciones entre los distintos sistemas participantes es necesaria para la validación observacional del carácter de verdad de una proposición.

 Hemos visto antes que la observación está mediada por la teoría: la interpretación de nuestras percepciones es también el resultado del aprendizaje adecuado de un paradigma.  Observar es distinto a percibir (Hanson 1958): la observación requiere interpretación, y esta implica una carga teórica.  La noción de carga teórica en el significado de los enunciados observacionales había aparecido ya desde 1906 en las ideas de Pierre Duhem.  Duhem discute el caso particular de la física y afirma que toda proposición significativa que se introduce en el lenguaje de la física es hecha desde un contexto teórico particular.  No existen enunciados cuyo significado esté totalmente libre de carga teórica.  Entre la experiencia sensorial inmediata y la enunciación de observaciones, el lenguaje teórico aparece como una estructura necesaria para que las proposiciones construidas tengan sentido.  Una experiencia sensorial dada no contiene en si misma relaciones semánticas con un cuerpo teórico, pero esta relación se hace presente inmediatamente en la formulación lingüística de la observación.  Podemos ver, por ejemplo, la posición de una aguja en un aparato de medición.  Al afirmar que esta situación fáctica nos informa el “valor de voltaje” o algún otro parámetro eléctrico, ya estamos haciendo uso del entramado teórico que da sentido a tales conceptos. La construcción misma del aparato de medición ha supuesto propiedades y fenómenos descritos en una teoría.

 Además, el tránsito de la percepción a la formulación de proposiciones observacionales requiere de una estructura de mediación material con los fenómenos, de tal modo que estos se traduzcan en alguna forma de inscripción (Latour & Woolgar 1986) que pueda leerse y traducirse al sistema de proposiciones que estructura las comunicaciones científicas. Los instrumentos y técnicas particulares de contrastación proporcionan trazos materiales en un espacio de representación que no es lingüístico pero que permite una forma de escritura (Rheinberger 1992) cuya interpretación debe ser estructurada por los practicantes del trabajo observacional.  La naturaleza solo aparece en el proceso de construcción del conocimiento científico en tanto se convierte ella misma en un espacio de representación o es fragmentada –material o conceptualmente- de tal modo que proporcione inscripciones traducibles al lenguaje del paradigma en cuestión. La evaluación empírica del carácter de verdad del conocimiento depende de un sistema de comunicación que nos da los elementos conceptuales para ejecutar una observación con sentido. Para un lego en teoría atómica los trazos dejados por una colisión de partículas en una camara de niebla carecen de significado físico.
 
6. Conclusión

 A diferencia de otras formas de conocimiento, la ciencia se caracteriza por proporcionar medios intersubjetivos de validación del carácter de verdad de sus afirmaciones (Villoro 1998). La continuidad de los mecanismos de validación entre las distintas disciplinas científicas puede estar en cuestión pero no la existencia de estos mecanismos. Cualquier miembro de una comunidad científica debe acceder, mediante el entrenamiento comunicacional adecuado en el paradigma correspondiente,  a los mecanismos de validación de una disciplina científica. La comunicación no es un fenómeno subordinado a una función trascendente de representación de la realidad. La ciencia es, en primer lugar, un modo colectivo de aproximarse al conocimiento que adquiere sentido por su apropiación del concepto de verdad. La búsqueda de la verdad se traduce en la especificación de condiciones de objetividad que aseguren la eliminación de toda interpretación estrictamente personal del conocimiento; a su vez, la exclusión de la subjetividad implica el establecimiento de códigos comunitarios de interpretación que se reproducen autopoiéticamente en la resonancia de procesos comunicacionales concretos. La producción del conocimiento científico solo puede partir de la tradición científica misma y, más particularmente, de los paradigmas establecidos. Einstein no pudo haber construido la teoría de la relatividad sin el lenguaje que la física y la matemática clásicas habían elaborado previamente para modelar la realidad. El conocimiento científico es una cierta visión compartida del mundo.

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