Número 15, Año 4, Agosto - Octubre 1999


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ESPECIE DE PREFACIO A COMUNICACIÓN Y ORALIDAD

Por:Daniel Murillo
Instituto Mexicano de Tecnologia del Agua

Aunque Jacques Derrida señale que uno de los problemas de escribir un prefacio estriba en que en verdad es un postfacio, me inclino a pensar sobre algunas líneas que sirvan de introducción al tema del presente número de Razón y Palabra que, ante todo, quiere mostrar diversas facetas de la oralidad.

 Por ello, quiero remitirme a que la oralidad, ante todo, es una forma comunicativa: desde el llanto de un bebé que tiene hambre hasta el monólogo psicoanalítico y filosófico de los seres humanos. ¿Qué es la oralidad? Walter Ong (1996) hace una buena definición de ello y habla de "'oralidad primaria' a la oralidad de una cultura que carece de todo conocimiento de la escritura o de la impresión. Es 'primaria' por el contraste con la 'oralidad secundaria' de la actual cultura de alta tecnología, en la cual se mantiene una nueva oralidad mediante el teléfono, la radio, la televisión y otros aparatos electrónicos que para su existencia y funcionamiento dependen de la escritura y la impresión".

Esta oralidad primaria tiene una paradoja esencial: por un lado, permite que la memoria se active y permite la consulta a lo que llamaremos corpus, que es el conjunto de conocimientos, hábitos, tradiciones, representaciones, simbolismos, significaciones y lengua en un grupo social determinado. Es decir, permite la consulta a un archivo no escrito, pero permanente. Y por otro lado, cuando las palabras han abandonado la boca y han sido dichas, también han dejado de existir sonoramente, aunque se abra el abanico de posibilidades hacia la significación.

La oralidad es, entonces, fugacidad y permanencia. Es la conjunción entre lo inmediato y lo mediato, entre la memoria ancestral y la no memoria. Este fenómeno doble ha permitido a la oralidad debatirse entre el mundo de la cultura escrita y transformarse. Las culturas orales son porque tienen una historia común, valores comunes, un corpus, una cultura, precisamente; pero las llamadas culturas escritas parecerían adolecer de ello. Se cree que estando en los libros, las tradiciones no se pierden, la memoria no es fugaz y el corpus puede ser alimentado de maneras distintas. Hace poco tiempo tuve que hacerle ver a un abogado lo importante de la cultura escrita en su propia profesión y le demostré cómo la oralidad era peor que una mentira, desde el punto de vista de la abogacía: no tenía valor alguno. Para hacer un contrato hay que firmarlo; para casarse y amarse hay que firmarlo; para que alguien exista -léase registro de nacimiento- hay que firmarlo; para que haya literatura hay que escribirla.

La escritura es la materialización de la palabra. Por ello en nuestros días hay una proliferación de imágenes (por esa frase falsa de que una imagen dice más que mil palabras) y de letreros, de escritos. La radio en las ciudades ha pasado a ser un medio secundario, y ha proliferado la televisión como el avasallador escudo de la cultura contemporánea.

El estudio de los medios de comunicación es un campo de investigación en el que siempre habrá algo que decir. En el caso de la radio, medio de oralidad secundaria, puede tomarse como el medio alternativo por excelencia, que permite enlazar a grandes distancias a la gente de cultura oral y cultura escrita, mediante la mediación del lenguaje. Muchas veces se ha hablado de la radio y de su potencial democrático, del servicio que presta a la pretendida "comunidad". La radio es, también, nostalgia: "Dispara, Margot, dispara"; es la recreación de una época y de una cultura. Pero el medio no permite lo que sí la cultura oral primaria: un acercamiento comunicativo inmediato. Un tête a tête.

 

Tres componentes de la oralidad

En la pura tradición oral, Walter J. Ong (1996) ha llamado a lo oral como vocalizaciones o formas artísticas verbales, en contraposición al concepto de literatura oral. Sin embargo, y para aclarar lo que se entiende como oralidad y como literatura oral, podríamos separarnos en este punto de Ong y retomar el concepto que se refiere a la "literatura oral" de Carlos Montemayor (El cuento indígena de tradición oral. Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Instituto Oaxaqueño de las Culturas. México, 1996). Él dice:

"El complejo proceso idiomático y cultural que se ha dado en llamar 'tradición oral' sólo puede explicarse cabalmente a partir del arte de la lengua, pues en estricto sentido la tradición oral es cierto arte de composición que en las culturas indígenas tiene funciones precisas, particularmente la de conservar conocimientos ancestrales a través de cantos, rezos, conjuros, discursos o relatos. Ciertamente, el término 'literatura'como técnica de escribir proviene de la voz latina littera (letra), pero el concepto se refiere más a la noción de arte que a la de redacción y el concepto de 'tradición oral' no parece distinguir suficientemente las fronteras entre arte de la lengua (escrita o no) y comunicación oral".

En este sentido, Montemayor refiere a las diferencias que forman la oralidad, de la cual se proponen tres grandes bloques: el arte de la lengua, como el conjunto de conocimientos que son transmitidos a través de cantos, rezos, discursos, leyendas, cuentos y conjuros; la comunicación oral, entendida ésta como la forma de relacionarse con el otro, tratando de encontrar la mediación necesaria en cuanto a acercamiento de lenguajes, corpus, conocimientos, referentes y definiendo en sí sus propias leyes; y el habla, como la capacidad de entablar diálogos, utilizada en la vida cotidiana, referida a la forma específica de hablar de cada persona, aunque no se descarta que el habla pueda ser también social, es decir, que a través de ella se comparten mismos referentes, lenguaje y conocimientos.

 

Historia oral

A la historia oral, dice Jorge Aceves Lozano (1996): "le interesa los hechos y eventos sociales donde intervienen instituciones e individuos en determinados procesos económicos, políticos y simbólico-culturales. Le interesa producir conocimientos y no sólo ser un canal de exposición oral de testimonios".

Conocer el arte de la lengua en las comunidades rurales puede ser, en sentido estricto muy difícil, si no existe la confianza necesaria y, de hecho, para algunos antropólogos ha resultado en análisis incorrectos. El caso de Walter S. Miller citado por Montemayor (1996), se refiere a la creencia argumentada por Franz Boas, en 1912, en el sentido de que, debido al escaso número de cuentos de los nativos mixes, se afirmaba que el folclor mexicano existente en esa época procedía de la tradición española y no de la indígena. Walter S. Miller (1956) apunta, contradiciendo con su trabajo antropológico: "No es verdad que los cuentos sean escasos. Es más bien que ellos (los indígenas) se resisten a narrarlos a desconocidos".

Según Walter Ong (1996), los pueblos orales tienen formas de recordar sucesos y reproducirlos. Así la historia de comunidades sin escritura no se pierde. Según Ong, una fórmula es recordar hechos memorables y asociar otro tipo de sucesos con ello. En las pláticas con campesinos será entonces común escuchar "el año del temblor", "cuando vino el huracán", "cuando llegaron los de la Proderith", "cuando hubo pleito con el pueblo vecino", etc. La oralidad será acumulativa, copiosa y redundante, conservadora, empática, participante y situacional (no abstracta).

 

Fin del prefacio

En el presente número, abordamos desde la propia definición de oralidad como forma de comunicación, pasando por la oralidad en la tradición indígena, la oralidad campesina, el acercamiento de los lenguajes científico y campesino, metodología de historia oral, el fenómeno del grafitti y algunas consideraciones sobre los medios de comunicación y la oralidad.

 


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