Razón y Palabra

Medios Audiovisuales

Número 16, Año 4, Noviembre 1999- Enero 2000


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IMPACTO SOCIAL DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS DE LA COMUNICACIÓN

Por: Tomás Bethencourt Machado*

(España)

Extracto de la conferencia pronunciada por el autor en el Congreso de Nuevas Tecnologías de la Comunicación patrocinada por la U.I.I (Unión Internacional de Telecomunicaciones) en Santiago de Chile. Septiembre de 1999.

Nuevas tecnologías de la comunicación y cambios sociales.

Introducción.

Asistimos al umbral de una nueva Era de la Humanidad a la que algunos expertos de la comunicación como Gustavo Matías denominan el Infolítico, periodo comparable al paso del Paleolítico al Neolítico. Es un periodo caracterizado por la integración del teléfono, del ordenador y de los medios de comunicación que lleva al ser humano a ampliar sus posibilidades de relación con los demás hombres a través de sonidos, imágenes y datos.

Si la tecnología de la piedra pulimentada en el Neolítico fue el agente dinamizador de la domesticación de los animales, de la agricultura, del sedentarismo y de la creación de aldeas y ciudades, ahora estamos en un periodo de similares consecuencias que vendrán de la mano de las posibilidades de la transmisión vertiginosa a distancia del conocimiento humano.

Se estima que esta revolución terminará por afectar a varios aspectos de la vida humana: formas de trabajo social y reparto, relaciones personales y de grupo y distribución de la riqueza, lo que incidirá finalmente en los modelos de distribución de poder y en la representación política a nivel nacional e internacional.
 
  La televisión, gran protagonista del cambio.

En esta revolución la televisión se presenta como gran protagonista del cambio y manifiesta su primera andadura haciendo una doble oferta: la TV generalista o abierta y la televisión temática o de pago (en inglés, "pay per view", ppv).

La televisión nace en los EE.U. en los 40 siguiendo las pautas de la radio con un carácter informativo y generalista y terminará penetrando en todos los hogares del mundo como el medio más extendido para satisfacer el tiempo libre y el ocio.

Este carácter se ha mantenido hasta hace pocos años con iniciativas públicas en casos y privadas en otros, pero siempre cumpliendo unas funciones bien reconocidas a nivel universal, cuales son, entretener, formar e informar. Nadie ha probado todavía que la televisión generalista haya culminado su función y sea necesaria su sustitución por una televisión que obedezca a otras reglas de mercado y consumo.

En contraste con esta oferta generalista la sociedad está pasando ahora por un alto grado de individualización, la producción industrial en todo el mundo se dirige a demandas más específicas, el ocio y el tiempo libre también se individualizan y se consagra el principio de elección de cómo entretenerse y con qué.

La lógica de la televisión generalista es la demanda, la de la televisión temática es la oferta. También cubre la televisión temática y los vídeo servicios lo que en democracia denominamos "atención a las minorías", a las especificidades, a las individualidades. No existe por tanto controversia entre ambas televisiones. Ambas se complementan. Y es por ello que en la televisión generalista la financiación es colectiva – mediante canon o por publicidad – mientras que los vídeo servicios se pagan a titulo de abonado. Ver una película determinada, ver un deporte concreto, sacar un boleto de avión, hacer una llamada telefónica local, etc. son servicios que sin abandonar su carácter público entran en el mercado de las prestaciones.

Vivimos un momento de controversia caracterizado por la readaptación del sector de la televisión convencional a la coexistencia con la televisión de pago. Pero ¿Cuál es el origen de esta última oferta? Como ha ocurrido siempre en la Historia, el cambio social ha venido precedido de un cambio tecnológico. En este caso, la digitalización de la señal de vídeo, las técnicas de compresión digital y la incorporación de la televisión a la plataforma general de los servicios de telecomunicación.
 
  El impacto de la televisión temática, de la televisión interactiva y de los servicios de valor añadido en la producción televisiva y en las audiencias.

En los países en que la oferta televisiva temática nace con programación de contenido nacional, el primer impacto fue un replanteamiento de casi todas las productoras que se han visto abocadas a producir programas económicos del mayor atractivo para segmentos específicos de población. Este es el caso por ejemplo de España donde convive la televisión abierta terrestre de carácter público y también privado con la oferta de dos plataformas digitales de canales temáticos por satélite, Vía Digital y Canal Satélite Digital. A ello hay que sumar la televisión temática por cable y en un futuro inmediato incluso plataformas digitales terrestres.

Las nuevas tecnologías aportan aquí enormes posibilidades que antes no fueron exploradas: cámaras robotizadas, recuperación del directo, uso inteligente de los archivos, exploración de nuevos géneros, potenciación del documental, instalaciones más flexibles y un quehacer distinto del tratamiento de la información. Y es por ello que se ha afirmado – no sin razón – que la producción audiovisual de bajo presupuesto y sin pérdidas apreciables de calidad vendrá de la mano de la televisión temática.

Entre los temas preferidos por el público, ocupan un primer lugar el cine y los deportes, lo que ha originado enormes disputas entre los radiodifusores por la posesión de derechos de difusión de estos géneros. La audiencia se dispersa entre los canales temáticos siguiendo – como era de prever – la preferencia del "hobby" y de las aficiones, caza y pesca, motor, informática, idiomas, etc.. que son programas que admiten dosis diversas de información nacional e internacional. El espectador medio selecciona su canal y "echa un vistazo" a otros canales (en general no más de tres) cuando ya ha adquirido hábito y en muchos casos retorna a la televisión generalista.

¿ Y cual es la oferta interactiva?

La simulación interactiva nunca puede compararse a la interactividad verdadera. El paso de la comunicación punto-masa a la de punto-punto no conduce a la interactividad pues en la mayor parte de los casos este cambio solo consiste en asignar nuevas tareas al espectador. Para que haya interactividad el espectador deberá involucrarse en la generación del producto que consume.

En cambio lo que si ha incrementado de forma notable es el diálogo hombre-máquina. El espectador navega en un menú de programas sin abandonar por ello su sensación de soledad. Por contraste con una tecnología sencilla, el teléfono si que es interactivo, como también lo son las videoconferencias y muchas de las comunicaciones de Internet.

Para que los hábitos cambien y se sustituya el video bajo demanda por ir a la sala de cine, el programa de pago por el estadio de fútbol, el telebanco por ir a la oficina bancaria y la telecompra por ir directamente a la tienda se requiere un cambio generacional. Y no digamos el teletrabajo, que ya requiere cambios de estructura empresarial y de relaciones laborales. Por ello hay que ver la interactividad como una evolución, en la que cada día se conquistan nuevas parcelas de la actividad humana.

Se advierte además que muchos de los servicios interactivos están más en la mente de los diseñadores que en los deseos de los espectadores. Así se ha comprobado que la opción de elegir bifurcaciones de guión, ángulos de cámara, efectos a voluntad y otras por el estilo no agradan a muchos espectadores. No se tiene claro que algunos aspectos novedosos de estas opciones le interesen realmente a la audiencia.

A la interactividad y a los servicios de video suelen asociar los teóricos de la comunicación entre los que señalamos al Profesor Álvarez Monzoncillo en su obra "Imágenes de Pago" los conceptos de ocio y tiempo libre (en inglés "leisure time" y "free time"), por lo que se hace necesario precisar mínimamente estos dos términos, ya que en muchos países su distinción no es anecdótica, sino que se relaciona directamente con los servicios sociales y con la financiación de sus actividades.

El tiempo libre es el tiempo que resta del trabajo y de las actividades con él relacionadas, como son el transporte al lugar del trabajo, reuniones de empresa, etc.. Según esta definición que procede del mundo laboral, en el tiempo libre se incluye el tiempo de sueño, el de comida, el invertido en obligaciones familiares, sociales, etc..

En cambio, el ocio es una parte del tiempo libre que ha conquistado la sociedad moderna al incrementar la productividad – en gran parte debido a la aplicación de las nuevas tecnologías – que ha conducido a una dedicación menor al tiempo de trabajo. Por tanto el ocio es una consecuencia de la evolución social estimulada por las nuevas tecnologías. Es por ello que se incluyen en la sociedad del ocio a los desempleados, a los jubilados y a otros colectivos cada vez mas numerosos a los que se considera expresamente consumidores de productos audiovisuales.

Cuando el sector empresarial habla de ocio lo asocia a gasto, al suponer que el concepto va ligado a colectivos que reciben rentas o pensiones por su situación. Por excepción también se habla de actividades gratuitas destinadas al ocio, porque en todo caso no existe una barrera permanente dividiendo ambos conceptos y en muchos aspectos las conquistas sociales y la evolución determinan su separación.

Hasta hace poco la televisión cubría más los aspectos de tiempo libre que de ocio. Y por tanto es ahora cuando la actividad televisiva requiere de la asistencia de fuentes de financiación alternativas. En muchos países se subvenciona hoy en día por ejemplo a los canales "de pago" dedicados a los discapacitados, sordomudos, ciegos, etc.. con ayudas directas o dando a estas personas tarjetas de acceso a estos canales. El rubro que sostiene este planteamiento se adjudica al presupuesto estatal del ocio.

Y en cuanto a los video-servicios, hay que reconocer que algunos de ellos presentan tal complejidad en su implantación, que obligan a pensar en la dificultad de organizar un frente común con ellos. No es posible dar el mismo tratamiento al teletrabajo, por ejemplo, que a la telemedicina aunque las redes de comunicación se presenten comunes para afrontar ambos servicios.
 

Salvaguarda del derecho a la comunicación y a la información.

El gran reto de las comunicaciones en la entrada del Siglo XXI no será otro que garantizar el acceso de los ciudadanos a la información veraz y a la comunicación en sus varias expresiones, lo que se relaciona directamente con el precio del uso de los servicios. El empresario de las comunicaciones no puede suponer que el público tiene siempre recursos para satisfacer los servicios que se generen. Muchos proyectos de los aquí mencionados están detenidos o al borde del fracaso por los costos de abonado, inaccesibles para la mayor parte de la población.

Nosotros abogamos desde estas páginas, porque para cada opción tecnológica se programen dos versiones: un paquete básico de precio controlado que garantice el derecho de acceso a la información y que goce de la estima de servicio público por todos los ciudadanos y de una segunda versión o paquete complementario que responda a necesidades específicas de grupos de ciudadanos, cuya filosofía pueda entrar claramente en el concepto de libre mercado.

También se añade la necesidad imperiosa de la formación de los profesionales del medio audiovisual y de los usuarios y público en general en los avances tecnológicos. En muchas ocasiones y circunstancias una nueva tecnología choca con una barrera infranqueable porque el público no la comprende ni detecta su necesidad y el proyecto de su introducción a plazo determinado solo se pensó correcto en la mente de fabricantes y diseñadores.

Cuando el profesional de que hablamos es un Informador o un Periodista, la formación se convierte en una necesidad social de práctica democrática. El Informador presta un servicio directo a la ciudadanía y en ello radica su grandeza y la razón que justifica la libertad y la responsabilidad del ejercicio de esta profesión. Es un tema prioritario para la Sociedad el buen manejo que este profesional pueda hacer de las oportunidades que le brindan las nuevas tecnologías.

Cambios tan radicales en las tecnologías ya se han dado en la Humanidad con la invención de la máquina de vapor al sustituir la fuerza animal y anteriormente con la invención de la brújula, la carabela, y otros ejemplos que cambiaron radicalmente los planteamientos de su época. Grandes avances y epopeyas de la Humanidad encontraron explicación en el uso creativo de nuevas herramientas.
   

* Tomás Bethencourt Machado: Director de la Maestría en Comunicación de la Universidad Internacional de Andalucía. Sevilla. Profesor del Instituto Europeo de la Empresa Audiovisual. Madrid.


 


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