Eva y el pecado original Por Vasni Blázquez Cuelga este cadáver al vacío que sujeta la canción de tu cuerpo descubierto húmedo, estoico, tibio... Palmo a palmo mis manos escudriñan tu pétalo apacible como santa tierra. Bien lo sabes, que no es la virginidad la inspiración de mi curiosidad dejada en migas, tiempo atrás, por la infancia. Bien lo sabes, me perdería en tus muslos buscando el umbral entre la niña y la mujer, también sabes que la virginidad por tirana no es inmaculada. Más casto que la virginidad es mandar a dormir el polen del pensamiento y acostar la cabeza sobre la almohada de tu abdomen, al inquietante silencio de tu vientre donde hay una inspiración siempre. Más casto es naufragar en la humedad de tu fuente donde concurren nuestros cuerpos vehementes, donde sumerge el hombre y el niño emerge. Ahora cuelgo de tu voz temo caer de algún suspiro y se rompa la rama que cuelga la paciencia frágil de la manzana. Mano con mano esculpo mis deseos al marfil de tu cuerpo; tu aliento es pausante, el mío escribe el habla en la espuma pálida que el mar olvidó sobre tu espalda. Se desvanece sonoro el palpitar copioso del corazón entre los poros: de tu cuerpo dispuesto que alimenta el mío y mi cuerpo que se consume ahogado entre tus piernas y brazos. Respiras, suspiras calla el viento de mi voz dentro del manantial de tu afable boca y nos bautizamos en la humedad del pecado. Mi tacto repta a través de tus senos mientras la serpiente de mi mano envenenan tu cuello seduciendo las arenas de tu desierto. Bien lo sabes, después de volcar los caudales viene la tierna calma de esa pasión raudal que negada a morir resurrecciona ante el altar de tu belleza, donde sacrificamos la concuspiscencia. Bien lo sabes, Eva, hacer el amor es un artificio que no tiene por frontera el filo de las sábanas ni mucho menos las cercas del paraíso. ©Vasni Blázquez |