Razón y Palabra

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Número 16, Año 4, Noviembre 1999- Enero 2000


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Eva y el pecado original

Por Vasni Blázquez


Cuelga este cadáver al vacío

que sujeta la canción

de tu cuerpo descubierto

húmedo, estoico, tibio...

Palmo a palmo

mis manos escudriñan

tu pétalo apacible

como santa tierra.

Bien lo sabes,

que no es la virginidad

la inspiración de mi curiosidad

dejada en migas, tiempo atrás,

por la infancia.

Bien lo sabes,

me perdería en tus muslos

buscando el umbral

entre la niña y la mujer,

también sabes que la virginidad

por tirana no es inmaculada.

Más casto que la virginidad

es mandar a dormir el polen

del pensamiento

y acostar la cabeza

sobre la almohada de tu abdomen,

al inquietante silencio de tu vientre

donde hay una inspiración siempre.

Más casto es naufragar

en la humedad de tu fuente

donde concurren

nuestros cuerpos vehementes,

donde sumerge el hombre

y el niño emerge.

Ahora cuelgo de tu voz

temo caer de algún suspiro

y se rompa la rama

que cuelga la paciencia

frágil de la manzana.

Mano con mano

esculpo mis deseos

al marfil de tu cuerpo;

tu aliento es pausante,

el mío escribe el habla

en la espuma pálida

que el mar olvidó sobre tu espalda.

Se desvanece sonoro

el palpitar copioso

del corazón entre los poros:

de tu cuerpo dispuesto

que alimenta el mío

y mi cuerpo que se consume

ahogado entre tus piernas y brazos.

Respiras, suspiras

calla el viento de mi voz

dentro del manantial

de tu afable boca

y nos bautizamos

en la humedad del pecado.

Mi tacto repta

a través de tus senos

mientras la serpiente de mi mano

envenenan tu cuello

seduciendo las arenas de tu desierto.

Bien lo sabes,

después de volcar los caudales

viene la tierna calma

de esa pasión raudal

que negada a morir resurrecciona

ante el altar de tu belleza,

donde sacrificamos la concuspiscencia.

Bien lo sabes, Eva,

hacer el amor

es un artificio

que no tiene por frontera

el filo de las sábanas

ni mucho menos

las cercas del paraíso.

 

©Vasni Blázquez


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