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Ámbitos de sentido, sujeto social y Estado nación
 
Por Antonio Paoli
Número 17

Ámbitos de sentido y ritmos sociales:

La intencionalidad humana es ciertamente un factor determinante del ámbito de sentido. Las FsSs son un elemento clave para interpretar esa realidad y, por tanto, para conformarla.

El sujeto genera, mediante las FsSs aplicadas a una realidad, un mundo para sí en el que se inducen procesos sociales con algún sentido orientado hacia valores. Al ámbito de sentido es una potenciación del entorno material y social.

La materia se dota de sentido, de proyecto. Se dota de movimiento futuro, de ritmos individuales y sociales que integran el ámbito.

El ámbito de sentido es realidad contemplada desde ciertas relaciones. Se trata de escenarios percibidos por el sujeto: la fábrica, la casa, el país, el universo. En ellos vemos o imaginamos a sujetos individuales y trans-individuales que se orientan de alguna manera.

Estos sujetos al observar la vida social ven ámbitos sociales de sentido en los que se actúa. La gente en ellos está orientada hacia algo. Busca lograr algún valor como felicidad, cariño, solidaridad, nutrición, riqueza o un salario. Basilio llega a un ámbito preparado en función de un proyecto y lo transforma, modifica los ritmos, las normas y el objetivo. Todo ámbito de sentido puede metamorfosearse más o menos rápidamente al cambiar el contexto de legitimidad.

Decía Pierre Bourdieu que la ciencia debe incluir una sociología de la percepción del mundo social, de la construcción de las visiones del mundo que contribuyen a la costrucción de ese mundo. Sabemos que se trata de puntos de vista, visiones realizadas desde un punto, es decir desde una posición determinada en el espacio social. Y pos supuesto habrá puntos de vista diferentes y antagónicos. "Sin duda los agentes tienen una captación activa del mundo".

Nos parece que el concepto de ámbito de sentido delimitado por un contexto de legitimidad específico, contituye un instrumento teórico-metodológico fundamental para elaborar esa sociología de la percepción del mundo social y de la construcción de las visiones del mundo que contribuyen a la costrucción de ese mundo. La pregunta fundamental es ¿cómo surgen los agentes, constructores activos de la realidad social? O preguntado de otra manera: ¿cómo sugen los sujetos que generan ámbitos sociales desde los cuales se generan nuevas ecologías culturales?

Cuando hablamos de sujetos colectivos nos referimos a macrocontextos de legitimidad, frecuentemente basados formalmente en una trama jurídico-política. Podemos hablar entonces de estado-nación, sindicato, partido, etc. Cada una de esos ámbitos está constituido a partir de una proyección, de un sentido social.

En cada una de estas instituciones en lo particular, se han definido un conjunto de valores y normas específicas, que suelen ser aplicación de las de los conjuntos institucionales, pero, por lo general, cada institución tiene valores y normas peculiares.

Cada sujeto aplica de un modo peculiar esas normas y valores, ya que el uso de un ámbito de sentido presupone un modo propio de aplicar las pautas y de proyectarlas en las relaciones del entorno, o de las macrorrelaciones sociales.

La adopción de un ámbito de sentido presupone la adopción de ritmos intencionales, de modos de apropiación psíquica del tiempo y del espacio orientados hacia formas de experimentar, entender, juzgar y decidir. Presupone también la captación de regularidades sucesivas y contrapuntos en escenarios específicos.

Los ámbitos en un territorio suponen historicidad y proyección. Estas dos dimensiones del tiempo se articulan por la acción de los sujetos que interpretan y proyectan rítmicamente las relaciones sociales. Los ritmos tienden a regularizarse como rutinas vividas normalmente en cada tipo de ámbito de sentido.

Una de las referencias claves de los ámbitos de sentido son los ordenamientos, las periodicidades y los ciclos del medio ambiente; otra es la proyección o el impulso humano regulado por una intencioanlidad peculiar. No podemos autonomizarnos por completo de los movimientos recurrentes de nuestro cuerpo y del mundo que nos rodea: los latidos del corazón, la respiración, el día y la noche, los movimientos del sol y de la luna. En correlación con esos movimientos trazamos nuestros propios procesos y nos orientamos al allí y al entonces.

Seguramente algún día no lejano los biólogos-sociólogos nos explicarán cómo funciona la regulación de los ritmos circadianos, cómo opera la regulación neuroendocrina para hacer funcionar nuestros relojes somáticos, cómo ciertas relaciones sociales influyen en mecanismos de la psique para afectar esa biología y cómo construir ámbitos armoniosos de sentido. Quizá pronto llegue un día sin intereses malhadados que desarrollen políticas absurdas. Quizá también pronto no exista ningún ámbito de sentido en el que se propicie el bloqueo de la inteligencia. Un entorno social y político en el que pueda realizarse nuestra utopía.

El conocer, o el bloqueo del conocimiento, sólo se desarrollan en ámbitos de sentidos constituidos y orientados mediante uno o varios ritmos intencionales.

Podemos hacer tipologías de ámbitos de sentido y lo más interesante, podemos hacer teorías abstractas sobre cada uno de ellos: el juego de los niños, el sueño, la vida religiosa, la magia, el intercambio mercantil, la parafernalia diplomática y muchos más. Son perspectivas desde las cuales nos ubicamos frente a la realidad. Son modos de relacionar para experimentar, entender, juzgar y decidir.

Con base en ámbitos de sentido estructuramos nuestro conocimento. Por ejemplo, el mundo de la vida cotidiana se gobierna normalmente por el sentido común, el mundo de la ciencia se orienta por métodos degeneralización, de la verificación y proyección.

Los sujetos colectivos también tienden a generar sus ámbitos propios a fin de propiciar cierto género de relaciones sociales, ya que sin ámbito de sentido es imposible la relación social.

Empecemos por ejemplificar tendencias generales del conocimiento que se adoptan en diversos ámbitos de sentido. Partiremos del sentido común como de una conjunto de razgos que delinean operaciones que se retoman en diversas formas simbólicas. Podemos decir que al hablar de sentido común estamos prefigurando una forma simbólica muy abstarcta.

Presentaremos al sentido común, como ejemplo de un modo de correlacionar, con base en el cual se adoptan diversas FsSs. Nos basaremos en el concepto de sentido común que Bernard Lonergan expone en su obra Insight.

El sentido común:

Aproximémonos al modo de conocer del sentido común contrapuesto al conocer del científico cuando hace ciencia. En el primero se trata de relacionar a las cosas conmigo: "hace frío"; en el segundo de relacionar a las cosas entre sí: "el termómetro marca cinco grados centígrados".

"El sentido común jamás aspira a un conocimiento universalmente válido y jamás intenta una comunicación exhaustiva. Su interés se centra en lo concreto y particular. Su función es dominar cada situación en el momento en que se presenta. Su modo de proceder consiste en lograr un conjunto incompleto de intelecciones, el cual no habría de completarse sino al añadir en cada ocasión las intelecciones ulteriores, que un examen de dicha ocasión hace patentes. Sería un error que el sentido común intentara formalizar ese conjunto incompleto de intelecciones mediante definiciones y postulados, y que desarrollara sus presupuestos e implicaciones".

Maticemos algunos señalamientos de Lonergan. Nos parece que no puede afirmarse que el sentido común "jamás aspira a un conocimiento universalmente válido". El sujeto ubicado desde una perspectiva del sentido común sí aspira a un conocimiento universalmente válido, pero no se plantea el método, ni las condiciones operativas para tender a él. Esta es una de las razones por las cuales el sujeto admira desde el sentido común a la ciencia o a las prácticas del hechicero, como si intuyera que esta perspectiva puede llegar más lejos en la conquista de aspiraciones que a él le son imposibles de lograr.

En el terreno de la ética, siempre desde el sentido común, el sujeto apela a la trascendencia de la norma, a una universalidad y por tanto a la imparcialidad valorativa, aunque paradójicamente se encierra normalmente en sus propios bloqueos y en los de su grupo. Por estas razones podemos decir que la perspectiva del sentido común normalmente es contradictoria en sus aspiraciones. Estos bloqueos constituyen sistemas de reacción.

El modo de conocer del sentido común puede aplicarse en diversos ámbitos sociales de sentido, especialmente dentro del mundo de la vida cotidiana.

La generalización científica pretende ofrecer premisas de las cuales puedan deducirse correctamente pautas aplicables a determinada realidad. En cambio las generalizaciones que propone el sentido común no pretenden ser premisas para obtener deducciones exactas, sino que más bien servirán para comunicar cautelas, tendencias, voluntarismos.

El sentido común no necesariamente es egoísta, pero sí está centrado en el sujeto, sí podemos hablar de que el sentido común es egocéntrico. Se trata de respondernos qué hacer aquí y ahora.

Si bien es cierto que en el sentido común experimentamos, el control de ese experimentar no tiene un sentido riguroso, y aunque aprendemos de nuestros fracasos, lo aprendemos sin una dimensión suficientemente razonada y probada del por qué de nuestro fracaso.

En el sentido común las obras son lo realmente importante, las disyunciones formales que pretenden una precisión nítida, adecuada al fenómeno, no son su problema. El sentido común frecuentemente es un conjunto incompleto de intelecciones.

Lonergan se detiene en la estructura de los juicios del sentido común. Desde esta perspectiva el sujeto desconoce con precisión de dónde le llegan esos juicios. El sentido común es lo que todo el mundo hace, lo que todo el mundo confía, lo que parece obvio. Esto nos marca una regularidad social que el sujeto reproduce sistemáticamente.

Aclaremos que el sentido común es lo que parece obvio para hacer juicios pero siempre considerando el ámbito en el que se realiza, o en relación con el cual se emite el juicio.

Los juicios del sentido común se refieren a hechos, a situaciones concretas, están articulados normalmente a una tradición de la cual toma su legitimidad. Con base en esa tradición, la sociedad unifica o tiende a unificar su sentido común. Hay, desde luego, una readaptación de las tradiciones, las intelecciones posteriores presuponen las anteriores, pero también las transforman. Hay una colaboración, una relación intersubjetiva que va propiciando un movimiento autocorrectivo en el que la sociedad va conformando su sentido común. La gente comparte tendencias intelectuales y también pasiones y prejuicios.

"El carácter confuso de las pulsiones humanas puede engendrar una desviación general del producto puro de la inteligencia, y aun una deshonestidad compartida al rehusar reconocer la atingencia efectiva de las nuevas preguntas pertinentes. Así, encontramos que cada tribu y nación, cada clase y grupo propende a desarrollar su peculiar sentido común y a endurecer sus convicciones ridiculizando la falta de sentido común de los demás".

Por ejemplo, valorar las mercancías de tal manera que parece olvidarse que el ser humano como fuente de valor. Esto constituye una "deshonestidad colectiva" propia de las civilizaciones mercantilistas. Una vez instaurada una tradición como ésta, el sentido común de esas sociedades tiende a creer que las cosas son así, y no de otra manera. Aplica entonces la función generalizante del símbolo.

El sentido común supone la creencia en vez de la verificación, el estado presente, concreto, desde la generalización ponderada.

Lonergan contempla cuatro esquemas básicos en que se desarrolla el sentido común. Podemos hablar de cuatro patrones de experiencia que constituyen cuatro modos de orientación de la intencionalidad en el nivel de la experiencia.

Patrones de experiencia del sentido común y ámbitos de sentido:

La descripción de estos patrones podrá ayudarnos a estudiar mejor cómo funciona un ámbito de sentido en el que se aplica el sentido común. Esto nos orientará para describir patrones de experiencia inducidos por otras formas simbólicas ajenas al sentido común.

En algunos ámbitos de sentido donde se aplica el sentido común se propiciará más un patrón de experiencia que otro, aunque podrán desarrollarse los cuatro patrones en el mismo ámbito.

Los patrones de experiencia que describe Lonergan son:

Primero, el patrón biológico de experiencia. Se trata de un conjunto de relaciones que se comprenden y unen sensaciones, recuerdos, imágenes, emociones, movimientos del cuerpo. Con el patrón biológico de experiencia esquematizamos esta serie de elementos en una configuración dinámica y así podemos asimilar y representarnos lo que pasó. Cuando aplicamos el patrón biológico tendemos a la exterioridad: atraerme comida, cobijarme. La propia conservación y la reproducción de la especie requieren de esta compresión referida a lo biológico.

La característica fundamental de este patrón de experiencia supone la extroversión, las condiciones externas de vida y sus oportunidades. En el esquema biológico siempre se da una confrontación entre lo corporal y el estímulo externo. Esta condición de exterioridad del patrón biológico nos hace pensar que al ubicarnos en él nos ubicamos como una corporeidad que necesita de lo externo.

Segundo, el patrón estético de experiencia. Aquí los hechos de nuestra biología se relegan un tanto frente al goce de las cosas. La experiencia puede suceder simplemente por el placer de vivirla, y este estar por encima de las contingencias de corporeidad puede darme la sensación de liberación, de un gozo espontáneo. Se trata de la invención de formas con las que veo la realidad. Expresamos un significado y nos representamos de cierta forma una realidad que invoca la realidad por el puro placer de hacerlo.

Tercero, el patrón intelectual de experiencia. Con él buscamos la intelección por sí misma. La memoria busca ejemplos, la imaginación anticipa la conformación de posibilidades. Contemplamos la experiencia y le formulamos preguntas, surgen imágenes, ejemplos, que de pronto me permiten comprender relaciones claves con las que articulo el sentido de mi observar. De pronto comprendo algo y elaboro conceptos, fijo el sentido de aquello que comprendí. Entiendo que es posible agilizar, precisar, los movimientos de la mente para manejar la realidad externa.

Cuarto, el patrón dramático de experiencia. El sujeto actúa y va definiendo sus propios modos de actuar. Se orienta a la construcción de su propio camino. Al decorarse, al vestirse, al colocar sus tramoyas va definiendo sus propios estilos dramáticos, con ellos definirá el sentido de su acción.

Al realizar mis funciones biológicas las lleno de tramoyas, de modales, de estilos. Ese soy yo en mi realización dramática. El arte culinario, por ejemplo, no sólo está destinado al comer sino a representar un sentido; los platos, las cucharas, los vasos y todos los otros elementos que lo acompañan, añaden una estética al acto biológico y me permiten actuar conforme a esta tendencia marcada por el arte de construir la vida; y así, el ser humano, como en el teatro, perfila una obra de arte.

Soy actor entre los actores. El espectáculo teatral, ese en el que pagamos boleto, es sólo una imitación de esta realidad cotidiana de la vida. El aplauso de los otros, su respeto y su afecto me complacen como actor que ha triunfado.

El carácter se va formando por esos éxitos y fracasos, esas reflexiones de las reacciones internas que el sujeto se da a sí mismo; vamos definiendo cómo podríamos comportarnos ante los demás, cómo presentar nuestros afectos, nuestras desavenencias.

Entonces el sujeto va subordinando sus procesos, su biología, a las determinaciones psíquicas. De esta manera va adecuando sus modos de actuación y sus ritmos intencionales.

El sujeto controla y selecciona de manera consciente e inconsciente estas maneras de actuar. El histrionismo se va desarrollando desde el interior de su psique y condiciona sus acciones y reacciones. La determinación de estos modos histriónicos de comportamiento no depende de las reacciones frente a causas exteriores, como en el patrón biológico, sino de la interioridad del sujeto. Y los modos de actuar tienden a constituirse en hábitos.

El sujeto selecciona ciertos modos de percibir, bloquea otros. Lo que ve y siente entra dentro de un esquema prefigurado por él mismo. Los elementos que irrumpen en la conciencia vienen ya modelados por él, ya que ejerció una selección y un ordenamiento preconsciente.

Demandamos a nuestras estructuras biológicas una conformación adecuada a nuestros deseos de actuación.

"La liberación estética, la creatividad artística y la transformación permanente de la escena dramática abren posibilidades muy amplias. Estamos en el gran teatro del mundo, cada quien no sólo desempeña en su vida muchos papeles, también estos muchos papeles cambian con el arreglo a mudanzas de lugar, época y medio social. Con todo, esta versatilidad y esta flexibilidad tienen límites. Las funciones de demanda de los patrones y procesos neurales no son sino la exigencia que tiene el organismo de su propio complemento consciente, violentar dicha exigencia no es sino provocar la angustia de la anormalidad".

Los patrones de comportamiento desarrollados por el sujeto individual, también tienden a desarrollarse por el sujeto colectivo en la medida en que se identifica como tal en el proceso de un movimiento social. Especialmente cuando la acción de un contingente se integra solidariamente conta otro.

El movimiento social proyecta modelos, de tal manera que el sujeto colectivo también controla y selecciona de manera consciente e inconsciente maneras de actuar, acciones y reacciones que tienden a constituirse en hábitos colectivos, patrones de experimencia, de entendimiento, juicio, de decisión. También podremos reconstruir modos de bloquear ciertas formas de experiencia, entendimiento, juicio y decisión.

Dentro de los movimientos sociales normalmente surgen formas de identidad novedosas dadas desde el interior mismo del movimiento. Se tienden a conformar entonces nuevos modos de experimentar, preguntar, entender, discutir, verificar, juzgar, deliberar, decidir. Pongamos un ejemplo: hoy en día es frecuente en muchos movimientos surja una perspectiva feminista. Se trata de una orientación novedosa. Un nuevo sujeto social, la mujer, con voluntad colectiva propia tiende a romper pautas tradicionales adoptadas por el movimiento. Con este nuevo sujeto se perfilan al mismo tiempo continuidad y ruptura, crítica y nuevas formas de identidad lo cual nos ubica ante la heterogeneidad y continua mutación de los sujetos sociales.

Sin embargo, hará muchos que dentro del movimiento se resista y no quiera entender y mucho menos aceptar las razones del sujeto social emergente

El intercambio simbólico entre los individuos que conforman el sujeto colectivo tenderá a adoptar nuevas síntesis, nuevas consideraciones que enriquecerán la constiución de las formas simbólicas (FsSs) que el movimiento y sus futuras instituciones adopten. Los ámbitos de sentido surgidos de estos procesos se constituyen en el desarrollo de procesos históricos específicos.

La aberración dramática:

El sujeto puede impedir ciertos actos de intelección, impedir que surjan relaciones implícitas en una imagen, no dar lugar a que en su mente se evoque esa imagen. Y excluir un acto de intelección es también excluir preguntas que surgirían de él. Hay cosas que derepente no queremos preguntarnos. Entonces surgirá la incomprensión tanto de nosotros mismos como de los demás. La personalidad queda dividida, se refugia, se pone barreras.

A estas barreras a la comprensión las llama Lonergan escotosis y llama escotoma al punto ciego que resulta de ellas. La escotosis es fundamentalmente un proceso inconsciente, no se presentan los actos conscientes sino en el censurar, en la función de censura, y esta función gobierna los contenidos psíquicos. Esta censura no es absoluta, de repente se le impone el mundo externo y tiene el sujeto la angustiosa intención de impedir estas intelecciones que están en el ambiente, surge una tendencia a eclipsar estas formas de comprender y las preguntas pertinentes que le acompañan.

Cuando la nueva intelección surge con vigor, el sujeto que reprime se vuelve enfático. Tiene que hallar rápidamente nuevas perspectivas que nieguen lo que parece evidente. El repudio es una reacción emotiva de disgusto, de orgullo, de temor y a veces de horror, de repulsión, de miedo. A veces parecen imponerse estas intelecciones repudiadas y entonces con perplejidad o suspicacia el sujeto busca bloquearlas. Quizá surja en él una racionalización que las niegue o una zozobra o un desasosiego.

Puede haber una censura sana. Cuando voy a resolver un problema matemático quito de mi mente muchas cosas para poderme concentrar en él, pero acabado el problema puedo acordarme de la comida, del lugar en donde estoy. Esa censura no es insana pero la escotosis es como la aberración de la función de censura, es básicamente represiva. Su actividad consiste en impedir que surjan a la conciencia aquellas perspectivas que propiciarían el surgimiento de actos de intelección no deseados, excluye algunos ordenamientos posibles en el campo del inconsciente y determina la manera en que las funciones neurales, sujetas a control y selección, son bloqueadas. Si algunos afectos están asociados a las imágenes no deseadas que me imponen relaciones que no deseo tener, entonces esos afectos serán bloqueados y repudiados.

Los actos de intelección indeseables nos llevarían a transformar nuestro modo de ser. Cuando hemos desarrollado estas formas de aberración, impedimos esas intelecciones. Pero esto que quiere impedirse puede brotar en el sueño, y entonces aumenta mi angustia al querer reprimirlo no sólo como estímulo externo, sino como estímulo que proviene de mi propia interioridad.

La batalla habita en nuestra interioridad. Los bloqueos son formas de impureza que no quiero reconocer.

El juego de los ámbitos de sentido y el bloqueo de la inteligencia comunicativa:

El sujeto actuará desde su propia formación, desde ella percibirá y proyectará relaciones en el entorno. Con ellas tiende a conformar el medio ambiente. Usará de los ámbitos macrosociales e institucionales para ejercer su influencia. Los combinará a fin de actuar el juego de la interacción social.

Alguien puede solicitar empleo en una fábrica cuando en realidad tiene intereses sindicales. Al ingresar se hace miembro del sindicato. Ha entrado a un ámbito y ya está en otro.

Podemos estar a la vez en varios ámbitos sociales de sentido y pasar de uno a otro según el discurso que utilicemos. Sin dejar el puesto de trabajo, en el mismo lugar, nos transferimos a otro ámbito. Basta cambiar nuestro contexto de legitimidad. Con él tendemos a modificar ciertos rasgos de nuestros patrones dramáticos de experiencia. Podemos llegar hasta el extremo de bloquear una intelección desde un ámbito de sentido y no desde otro.

Desde un ámbito social de sentido condicionamos nuestro conocer de maneras peculiares. En él se asumen implícita o explícitamente ciertas causas y finalidades, se ubican los papeles que podemos actuar, las normas y los valores que emplearemos. Al pasar de uno a otro transformamos nuestras redes asociativas. Frecuentemente basta una pregunta, una inflexión de la voz, para trasladar la circunstancia a una nueva conformación del ámbito, ya que con esta seña indicamos un cambio de sentido, una reorientación del proyecto en función de la cual actuamos.

Con la finalidad le damos sentido al ámbito social, con las normas establecemos un orden en él, con los valores le atribuimos razón a la finalidad y a la norma.

Según el ámbito de sentido en el que nos ubicamos, generamos un conjunto de expectativas y evocamos antecedentes reales o supuestos. Todo esto define condiciones de enunciación y de recepción.

Estamos frente a la fragmentación múltiples patrones de experiencia, de cuestionar, de entender, de juzgar, de decidir. El receptor no puede asumirlos a todos, ya que con frecuencia son contradictorios y no todos pueden aplicarse en su realidad. Entonces el receptor tiende a verlos como ámbitos de sentido en sí mismos, de ellos puede tomar elementos aislados para su propia síntesis significante aplicable a su mundo, a sus propios ámbitos de sentido en los que sí puede interactuar y definir intersubjetivamente la realidad. El sujeto tiene así amplias posiblidades de creatividad.

Nos centraremos en los aspectos normativos y valoral, referidos a los contextos de legitimidad institucional en general y estatal en particular. Veremos cómo sus estructuras normativas se articulan a múltiples ámbitos psíquicos y sociales. Desde ellos podemos propiciar el entendimiento o bloquearlo.

Partiremos de una idea de articulación entre las relaciones cara a cara y luego de las relaciones macrosociales que definen modelos de hegemonía, ordenes simbólicos de la sociedad global tramados en la lucha por la dirección y el dominio de la sociedad civil.

Esta trama nos pondrá frente a un modelo que permite ejercer un poder autoritario, al mismo tiempo que hace necesaria la multiplicidad de diversos ámbitos de sentido. Con lo cual fracciona a la sociedad y permite ciertos modos de interacción simbólica que posibilitan la dirección y el dominio, pero impiden la comunicación. Es decir impiden establecer la conciencia profunda del mutuo respeto.

Ante la proliferación de ámbitos sociales de sentido opuestos y asumidos por los sujetos, los medios masivos transmitenuna gama de ámbitos de sentido diversos que no generan unidad de perspectiva, ni identidad colectiva.

El contexto de legitimidad:

Cuando el individo entra en una relación social, ya sea conyugal, laboral o de cualquier tipo, está dispuesto a comprometerse según ciertas normas y no aceptará que se rompan ciertos límites. Si entra a trabajar y su jefe le manda que mate, responderá con un no rotundo. Asumirá valores y derechos que marcan límites y precisan las normas aceptables en aquel contexto de legitimidad. De tal manera que cada contexto de legitimidad tiene como referencia, implícita o explícita, el ordenamiento jurídico que la sociedad avala y sostiene. El ámbito del pequeño grupo no es ajeno a la organización pública. De ella toma elementos claves de su estructura.

Incluso una banda de malhechores puede no seguir muchas leyes, pero normalmente las tiene presentes como referencia.

Tanto los ámbitos psíquicos como los sociales están en conexión, en referencia a diversos ordenes institucionales.

Entenderemos aquí contexto de legitimidad como un conjunto de normas y valores implícitos y explícitos, con base en los cuales se afecta, delimita o define un ámbito social de sentido específico, de acuerdo a una finalidad o conjunto de finalidades. A partir de la constitución del contexto de legitimidad específico, el actor puede proyectar ciertas relaciones en los sujetos sociales. De esta manera tenderá a influir en la organización macrosocial y en la naturaleza.

El contexto de legitimidad no sólo está basado en normas, valores y fines, también en el conocimiento de que al faltar a ellos se tenderá a generar algún tipo de sanción. Así, las consideraciones normativas presuponen una conciencia de la reacción social, una visualización de las evoluciones posibles de la interacción social. Las normas son modos de conocer y, probablemente, también de impedir ciertos modos de entender.

Es probable que algunas normas jurídicas nunca lleguen a ser aplicadas expresamente en un ámbito y sólo estén como referencia. Por ejemplo, que nunca se llegue a aplicar el código penal para castigar a alguno de los miembros de una oficina. Sin embargo, se considera una norma fundamental el no matar y se ve a la normatividad jurídica respectiva como real y sumamente elaborada. Otras normas se aplicaran constantemente y quizá su aplicación sea permanente motivo de conflicto. Unas se basarán en la costumbre, y no estarán sujetas a ninguna jurisprudencia. Habrá otros tipos de acciones que se apartan de lo regular y se toleran. Toda norma, jurídicas o no, supone referencia implícita a valores.

Un sujeto asume a lo largo de su vida muchísimos contextos de legitimidad. Casi siempre en un sólo día entra y sale de varios: en el hogar, en la oficina, en el metro, en la escuela. En cada uno de esos lugares entra y sale uno constantemente de ámbitos de sentido diversos, ordenados por contextos de legitimidad específicos e integrados por ritmos intencionales. Con cada uno de ellos acepta formas de relación que muy probablemente no aceptaría en otros. Además, con cada persona que interactúa variará la finalidad, el modo específico de aplicación normativa, valoral, cognoscitiva. Quizá en algunos casos la relación se parezca mucho, pero aunque sea sutilmente algo variará. Sin embargo, siempre estará guiado por la conformación de patrones dramáticos que él mismo se ha dado.

Los ámbitos de sentido son como tramoyas sutiles y cada actor los usa y los transforma al entrar a escena. El contexto de legitimidad define las pautas con las que se espera realizar cada actuación.

Toda relación interpersonal supone una historia de los múltiples contextos de legitimidad en los que se ha dado. Cada sujeto, al entrar en relación con otro u otros, tiende hacia ciertos fines y comprende sus relaciones en referencia a los ámbitos de sentido en los que ha actuado. También en referencia a los ámbitos de sentido que ha observado a través de los medios masivos. En cada ámbito se aceptarán ciertas emisiones simbólicas que son inaceptables o inapropiadas en otros. Esta condición define el modo de ser de su conciencia para dirigir su acción.

Nótese la diferencia entre el contexto de legitimidad y el ámbito social de sentido. El primero es un modelo normativo y el segundo es una organización en acto. De hecho podríamos hablar de una sola cosa pero es preferible separar los dos conceptos por razones metodológicas: para no dejar nunca de lado la cuestión normativa y para definir al contexto de sentido en realción a pautas que marcan ritmos sociales.

Con el contexto de legitimidad se definen de antemano modos de asociación, de definición de las reglas con las que se acepta la realidad y se proyecta la acción sobre ella, una forma específica de experimentar a los sujetos que entran en interacción y a los objetos sobre los que se actúa; una forma de entender sus relaciones, de verificar y juzgar, de deleiberar y decidir. También constituye un modo peculiar de vivir el tiempo.

En la vida práctica el ámbito de sentido y el contexto de legitimidad se presentan integrados en una sola circunstancia. Sin embargo, el modelo normativo puede aplicarse al sueño, al juego de los niños, la vida reigiosa a la vida cotidiana, al sentido común. Podemos desplazarlo a otros ámbitos de sentido o jugar a que se hubiera desplazado. Por ejemplo, podemos introducir el ámbito del juego de los niños en una relación de amigos adultos simplemente con pronunciar las palabras como niños; en un ambito de la administración podemos introducir el lenguaje de la ciencia o el del sentido común.

El recién empleado del que hablamos unos párrafos antes, tanto al estar en el ámbito social de sentido llamado "empresa", como en el ámbito social de sentido "sindicato" aplicará normalmente la perspectiva del sentido común.

Esto apunta al terreno de la indeterminabilidad del sentido exacto de cada operación significativa; pues los ámbitos se mezclan, se interdeterminan.

Legitimidad del estado moderno y los ámbitos del sentido:

Weber pensaba que toda forma de dominación, todo sistema de "obediencia habitual", supone maneras peculiares de legitimación. Como buen discípulo del historicismo alemán, se plantea el rescate de la singularidad, de la diferencia de cada modo de organización histórico-social y su sentido.

Cada modo de ser legitimo supone una "valoración" para Weber. Y él entiende que las valoraciones son "las apreciaciones ‘prácticas’ de un fenómeno, en el cual pueden influir nuestras acciones al aprobarlo o reprobarlo."

La legitimidad es una cierta garantía, entre otras, con base en la cual se tiende a lograr estabilidad en el ejercicio del poder político. La coacción directa puede mantenerse relativamente ausente cuando la legitimidad es clara. Y quien está en el poder fomentará su imagen de mandatario legítimo, especialmente en lo que Weber llama una "dominación racional", que se apoya en la idea de legalidad.

En una "dominación racional" el estado tenderá a ser una referencia clave. Sus mensajes se orientarán a penetrar todos los ámbitos del sentido y a usar de ellos para reforzar su dominación.

La resistencia de los diversos grupos de la sociedad civil a someterse por entero a la dominación mantendrá y generará ámbitos separados, que se irán definiendo por diversos contextos de legitimidad.

Diversas naciones que habitaban el territorio ocupado por el estado moderno fueron negadas como tales. Se les quitó formalmente su derecho a la autodeterminación, se les trató de imponer otra lengua llamada eufemísticamente "lengua nacional", no se reconoció su cultura y sus formas de gobierno. En muchos casos se intentó exterminarlos. Esto ha sucedido en casi todo el mundo y ciertamente en todo el continente americano.

Hoy este fenómeno ha sido ampliamente reconocido. El acuerdo 169 de la Organización Internacional del Trabajo apoya el derecho de los pueblos, y en especial el de los pueblos indios, a la autonomía. Pero independientemente de reconocimientos formales muchos de estos pueblos subsisten y se resisten a negarse a sí mismos. Ellos constituyen ámbitos de sentidos y contextos de legitimidad que se proyectan hacia nucleos de valores a los que no han querido renunciar. En el seno de estas naciones originarias se desarrollan muchos otros ámbitos de sentido y contextos de legitimidad que resisten y se oponen a las imposiciones del estado nación. Viven con proyectos de vida y cultura sui generis, que no han podido destruir las políticas gubernamentales.

"El fundamento del derecho de los pueblos a su autodeterminación es, pues, anterior a la constitución del estado nación. El orden jurídico no puede funadarlo, sólo reconocerlo".

Estos pueblos se proyectan y se integran en torno a bienes y necesidades heredados y vividos. No son valores adoptados como resultado de un consenso político sino que son requisitos necesarios para que éste consenso se dé. No son resultado sino condición de su moral social, de su normatividad política. Violentar estos bienes sociales por los instrumentos de dominación está contra los más elementales derechos humanos.

Los actos del poder son referencia obligada en muchísimos grupos e instituciones. Sin embargo, los mensajes del estado suelen interpretarse como ajenos, como aquello de lo que se habla, pero no necesariamente como mensaje para mí. No apela a mi respuesta consciente, sino a mi aprobación inconsciente. Esto va definiendo un modo de conciencia que tiende a aplicarse a todos los ámbitos, o, por lo menos, a presentarse como ámbito conexo de sentido.

Por otra parte, el discurso integrador del estado nación se remite constantemente a las amenazas y los enfrentamientos abiertos o sutiles con otros estados y contra los enemigos internos. Con estos mecanismos se pretende generar un macro ámbito de sentido que potencie la unidad del estado nación.

El desarrollo de los estados modernos está basado modernos está basado en el enfrentamiento mutuo y en el control interno. La diplomacia se encarga de crear sistemas significantes que tiendan a "constatar" una integración "comunicativa" con el exterior. Las identidades nacionales se desarrollan en gran medida con la finalidad de enfrentar colectivamente a otros estados y sus políticas. Frente a ellos es necesario cohesionarse para defender, si es necesario con el uso de las armas, los territorios y ventajas, las prebendas y los capitales. Hay que proteger a la propia sociedad: la seguridad de la sociedad, de su religión, de su riqueza. Con referencia a estos valores se "legitima" la acción represora. Cuando se aceptan estas prácticas tienden a asimilarse modos de bloquear ciertas formas de experimentar, de entender, de juzgar, de decidir.

Este mecanismo apunta constantemente hacia un contexto beligerante de legitimidad, que invade a muchísimos ámbitos del sentido. Es un artilugio que tiende a un modo peculiar de engranar tanto a los ámbitos psíquicos como a los ámbitos sociales del sentido.

Weber señala que "la lucha permanente, en forma pacífica o bélica, de los estados nacionales en concurrencia por el poder, creó para el moderno capitalismo occidental las mayores oportunidades. Cada estado particular había de concurrir por el capital, no fijado a residencia alguna y que le brindaba condiciones bajo las cuales le ayudaría a adquirir poder".

Y en Weber la palabra poder supone alguna forma de dominación y de fuerza para hacer cumplir los mandatos del estado. Para él, el sentido mismo de la política no puede desvincularse de esta condición:

"Una asociación de dominación debe llamarse asociación política cuando y en la medida en que su existencia y la validez de sus ordenaciones, dentro de una geografía determinada, estén garantizados de un modo continuo por la amenaza y aplicación de la fuerza física por parte de su cuadro administrativo."

El estado moderno contemporáneo ha probado múltiples caminos, ha disfrazado la coacción de muchas maneras mientras la refuerza cada vez más.

En este contexto los actores sociales tienden a buscar alianzas para oponerse a sus antagonistas, a los represores reales y potenciales del estado que consideran "legítimo", paradójicamente.

Por razones tácticas o estratégicas, se tenderá a generar y a consolidar una simbología y una organización de resistencia frente a ellos. Y al mismo tiempo, en flagrante contradicción, se aceptarán diversos ámbitos conexos de sentido que el estado trama constantemente.

Todas las formas de legitimidad de los estados modernos tienen límites más o menos difusos. El equilibrio siempre está en vías de romperse. Con frecuencia se pone de manifiesto esta tendencia y las diversas políticas son incapaces de ofrecer soluciones duraderas. Las alternativas surgen y proliferan.

El enfrentamiento y las alianzas múltiples entre los distintos grupos y facciones tienden a generar muchos ámbitos sociales de sentido y a debilitar los lazos que unen a la sociedad global. Por lo mismo, el estado tenderá a reforzar su conexión con todos los ámbitos de sentido que le sea posible. La búsqueda de nuevas alternativas políticas hace siempre cambiantes sus políticas. Las instituciones tienen que vivir a la defensiva. La competencia contra organizaciones del exterior y del interior es constante. Por ello tenderán a creer y apoyarse más en el derecho que en la ética; en la coacción más que en el consenso. Sin embargo, no podrán dejar de referirse a los valores, ya que entonces perderían su legitimidad. Y esos valores cada vez irán siendo menos creídos, pues se tienden a sostener como pretexto, como estrategia política de legitimación.

En esta perspectiva, la sociedad moderna y posmoderna ha ido gestando múltiples ámbitos de sentido. Muchas constelaciones de contextos de legitimidad van perfilando nuevos espacios sociales en los que se define y redefine el sentido. La multiplicidad de transmisiones simbólicas aumenta, mientras las posibilidades de comunicación disminuyen ante tal proliferación.

Hoy en el mundo posmoderno del neoliberalismo, los estados tienden a orientarse hacia políticas globalizantes que ignoran cada vez más la multiplicidad de ámbitos de sentido y de contextos de legitimidad de la vida social, para imponer patrones de consumo mundializados, tecnologías, flujos financieros, medios masivos de intercambio simbólico, formas simbólicas que no corresponden al mundo de la pequeña comunidad, de la comarca vivida desde la intersubjetivdad, vivida desde la experiencia y el entendimiento de los múltiples deslindes del territorio, de sus acotaciones y confines que remiten a historicidades peculiares. Con base en estas historicidades se generan esquemas simbólicos de la actividad práctica.

La globalización ignora esta ecología cultural que siempre es obra de las prácticas individuales y sociales sobre su medio ambiente. El estado posmoderno tiende a identificarse con la mundialización y a divorcierse de la sociedad civil, sus comunidades y movimientos, vividos entre la globalización de las políticas y sus ecologías culturales específicas.

La emisión significante y la recepción suelen no ser compatibles. La multiplicación de los ámbitos del sentido es una de las razones de esta imposibilidad de verdadera comunicación.

Ciertas formas simbólicas (FsSs) son aplicables en ciertos ámbitos. Por ejemplo: el cura en el púlpito o el presidente en la palestra no pueden construir sus discursos mediante la FS de la publicidad comercial.

La vida social impone prácticas simbólicas y expulsa otras. Hay fronteras históricas y territoriales para la aceptación de las prácticas simbólicas. Enfrentamientos entre los pueblos, entre géneros, entre grupos de edad, entre clases sociales, entre religiones, entre sectas, entre linajes. O, para decirlo más fácilmente, hay prácticas simbólicas diferentes entre los diversos sujetos sociales. Cada lucha impone límites de diversas índoles, y frecuentemente límites a las formas de entender e interpretar. También límites a los ámbitos de sentido que ciertos sujetos no pueden traspasar.

Rebelión y sociedad civil:

La rebelión y guerra nos ayudarán a señalar y matizar grandes paradojas normativas y valorales, a partir de las cuales se generan ámbitos de sentido relativamente cerrados, incomunicados, y, con frecuencia, FsSs incompatibles. La transmisión simbólica entre sujetos ubicados en ámbitos relativamente cerrados puede realizarse, pero el entendimiento y la interpretación de los mensajes será diversa. Los significantes llevarán sistemáticamente a significados superficiales iguales y a significados profundos distintos.

El significante será como un certificado falso a través del cual se declara que se está hablando de lo mismo. Esto es muy común. El discurso suele servir para ocultar que estamos incomunicados.

Frecuentemente esta incomunicación no aparece nítida, sino que hay un rechazo interno que no acaba de externarse. Por lo mismo, la razón opositora no acaba de ser nítida ni para sí misma ni para los otros.

Dice Albert Camus que cuando el esclavo afirma su no, indica la existencia de una frontera. "La rebelión va acompañada de la sensación de tener uno mismo, en alguna parte razón." Pero esa "razón" es tan autoevidente como oculta y frecuentemente informalizada.

La rebelión va acompañada normalmente de la conciencia de que el otro no tiene razón. Supone por lo general el bloqueo de la inteligencia para negarse a ver la razón del otro. Esta contraposición constituye una forma de repudio a priori, que negará la interpretación del oponente. Sin embargo, es probable que esta oposición no sea tan clara mientras la rebelión no haya empezado.

La obediencia puede durar, incluso a sabiendas de que se asume la injusticia de la situación. Y en toda situación visualizada como injusta siempre se presupone un "límite", aunque difuso, más allá del cual no se está dispuesto a transigir. Los procesos de rebelión tienden a fijar esos límites y lo hacen a nombre de un valor, o de un conjunto de valores propios, pero niegan los del adversario. Así, la acción rebelde parte de ajustar sus propio actos a valores propios. Con ello tiende a constituir más o menos rápidamente una ética y un derecho. Es decir un contexto de legitimidad que define un ámbito de sentido.

En la medida en que alguien quiere hacer cumplir estas normas, incluso en el campo de los rebeldes, tiende a ejercer algún género de coacción, con lo cual pasamos del ajustarse a valores al someterse a la dominación y a su carga de violencia. No se trata sólo del "hombre rebelde", sino del hombre que instituye la rebeldía, la colisión como sistema de vida. Aquí los valores tenderán a ser pretexto legitimante. Las escalas de valores serán incompatibles.

Puede no llegarse nunca a la rebelión pero instaurarse una forma de rebeldía, de impugnación, a veces oculta, a veces manifiesta. Se generarán entonces modos velados o abiertos de colisión.

Incluso antes de la rebelión, en la mente de cada sujeto tienden a dibujarse, de manera más o menos imprecisa, estos límites, a partir de los cuales se alzaría una "valoración" y un derecho contrarios a los del enemigo.

Conforme los límites tolerables aparecen claros y las condiciones son propicias, los sometidos tienden a informarse más y a plantearse un sistema de normas y "valores" que justifican la rebelión.

Afirma Camus que "la conciencia nace de la rebelión". Y la rebelión es o tiende a ser "razón" comunitaria en el momento de su estallido.

Pero frecuentemente no estalla, se queda agazapada en los intersticios de la organización social y de la psique. Entonces habrá formas de halagar a los amos o a quienes los representen, mientras el rencor soterrado se esconde y brota esporádicamente. Habrá en esos casos un contexto de legitimidad para la agresión y otro exteriorizable para el halago. La ambigüedad se multiplica.

Los subordinados que gestan algún género de rebelión, o por lo menos de resistencia, trazarán junto con una "valoración" distinta, convenciones propias y ámbitos de sentido peculiares. La ambigüedad definirá dos contextos de legitimidad que perfilan dos ámbitos sociales de sentido.

La rebelión no necesariamente estallará como epopeya. Puede verse hoy en casi cualquier ethos como inconformidad, como tendencia al enfrentamiento y a la burla.

La sociedad civil tiende a oponerse a una política que ignora sus formas de convivencia, sus razones, sus demarcaciones territoriales, sus instituciones, sus ritmos y pautas de conducta, sus normatividades.

Contra el poder del estado la sociedad civil tiende a crear acciones colectivas que configuren una fuerza enfrentada a la burocracia globalizante. En esta oposición se han generado múltiples organismos no gubernamentales que propugnan por espacios de autonomía, que ayudan a los movimientos generadores de sujetos colectivos enfrentados a la despersonalización. El crecimiento de esta sociedad civil y de la coordinación de sus instituciones reta al estado-nación. Con frecuencia le anteponen la idea de nación sin estado, la idea de pueblo, de ética social y de autoridad moral, del "mundo de la vida" contrapuesto al mundo institucional, de sujeto social y voluntad colectiva enfrentado al de clase social y de estructura.

Esta nueva racionalidad de sociedad civil se orienta hacia valores comunitarios, hacia la visión crítica de los ámbitos de legitimidad y hacia la afirmación de los derechos del sujeto. Los movimientos de la sociedad civil con frecuencia se avocan al estudio de las prácticas y de la racionalidad del estado. A estos movimientos les ha llamado Alain Touraine "societales" y los considera opuestos a las rebeliones:

"Los movimientos societales son muy diferentes de las rebeliones contra el sufrimiento, la miseria, la esclavitud. En tanto los primeros se orientan hacia objetivos positivos, las rebeliones se definen por lo que rechazan y no por un objetivo social cultural y político…"

Y más adelante continúa:

"La oposición entre estas dos formas de acción y pensamiento, la rebelión y el movimiento societal, es profunda, aun cuando el historiador las conjugue. Una cree en la lógica implacable de la dominación, en las contradicciones del sistema, en las rebeliones sociales y la necesidad de una acción propiamente política para darles un sentido; la otra, la que define los movimientos societales, afirma la existencia de actores capaces de derribar una dominación social para hacer triunfar, contra su adversario, las orientaciones culturales que ellos mismos reivindican. Estos movimientos unen la conciencia y la acción, el conflicto y la utopía: afirman su propia prioridad sobre la acción política."

Los movimientos de la sociedad civil, enfrentados al estado globalizante, tienden a generar un mundo de ámbitos de sentido diversos y a plantear una democracia que permita realizar los objetivos y las pautas de conducta de los sujetos sociales.

El estado y sus ámbitos conexos de sentido:

La organización social puede representarse como campo de batalla. Muchos momentos de la historia se distinguen por un discurso agresivo que marca límites frente al enemigo. Al interior del territorio propio la cohesión se tiende a estructurar mediante la figura amenazante del enemigo común. Lo de allá es ilegítimo y lo de aquí debe protegerse contra la infamia agresora.

La represión interna se justifica gracias a la vocación protectora. Muchos procesos históricos se marcan por la presencia agresiva de algún género de sociedad política que custodia. Los diversos ámbitos de sentido pueden definirse entonces en función de la preservación del propio país frente a la amenaza. Sin embargo, los ámbitos están creados. No se eliminan por la apariencia de unidad, simplemente permiten al poderoso entrar en ellos e imponer su sentido a la vez agresor y protector. Se le permite ser mediador en las relaciones interpersonales en la medida en que se acepte su trama simbólica y se aplique para juzgar a los "agresores del estado".

El Santo Oficio protege contra la maldad de los herejes; la "seguridad nacional" se convierte en una especie de religión del estado; "la lucha de clases" y el odio a la burguesía se presenta como un dogma deducido por la ciencia marxista y sancionado por el poder socialista. El discurso enemigo es considerado altamente subversivo y quien lo utilice puede estar sujeto a fuertes castigos. La historia de los estados contemporáneos está plagada de diversos modelos en los que la defensa y el ataque definen las estructuras claves de su simbología política. Junto con ella se refuerzan mecanismos económicos, militares, religiosos y de diversas índoles. Un caso especialmente ilustrativo fue el fenómeno de la guerra fría.

Al terminar la segunda conflagración mundial, la guerra fría se convirtió en una estrategia política fundamental para el estado norteamericano y para continuar sistemas de acumulación. "El método más seguro para preservar las ventajas de la guerra -explica Alan Wolfe-, era tener una todo el tiempo, especialmente porque esto se podía hacer con un mínimo de verdadera lucha."

Las estructuras del discurso político dirigido a la gran sociedad se reproducen como modelos de construcción simbólica. La noticia de los actos del poder constantemente irrumpe, con todo su sentido de epopeya, en las modestas esferas del hogar y de los círculos de amigos. Se presentan así las luchas y los triunfos del estado contra los enemigos comunes como una referencia casi omnipresente.

Los sujetos tienden a asumir la formulación oficial de los conflictos macrosociales desde sus ámbitos de sentido. La ubicuidad múltiple del poder político reproduce la presencia simbólica del conflicto internacional. El mandatario ya no es quien da ordenes a la multitud. Es quien realiza actos cuyas referencias se evocan en múltiples células sociales. Así el sentido del ejercicio público se adopta como sentido de un inmenso número de conversaciones privadas. Gracias a las noticias cotidianas de los quehaceres gubernamentales, los pequeños grupos hablan de los actos de los mandatarios. De esta manera el individuo juega a ser partícipe del hecho público, a ser enemigo privado de los enemigos públicos del estado.

La dominación ya no se presenta aquí sólo como orden social que se continúa bajo una cierta amenaza, sino como forma de integración psíquica que avala la agresión del estado contra otros. El poder del estado parece intocable por el sujeto aislado, y el sentido de los actos del poder se presenta como tópico común. De tal manera que el móvil que reúne a muchísimos grupos para dialogar, pareciera ser la referencia a los actos de los poderosos.

El poder político y económico se reviste con imagen de trascendencia. Su capacidad de ordenar la realización de obras insólitas y de grandes movilizaciones de capital, junto con una letanía de referencias legitimantes, le da una dimensión mítica, en la que aparece como el demiurgo artífice de maravillas. La atención de las multitudes tiende a propiciar que su atención y su apreciación se orienten hacia admirar y aprobar los actos del poder.

"En un grupo corroído por las serialidades -dice Sartre-, el soberano se reproduce ante todo como un órgano de integración. Como es insuperable, su soberanía lo sitúa por encima de la recurrencia... Como es mediación universal, rompe en todas partes la reciprocidad cuando existe, y las relaciones de los terceros sólo se pueden establecer por su intermedio. Y se produce precisamente en el momento en que esas relaciones existen cada vez menos. Desde luego que su presencia instituida contribuye a degradarlos aún más; pero los restablece como sus propios productos. Esta relación es fija en tanto que tiene su razón fuera de él en la praxis de el Otro y que sólo por esta razón se mantiene."

Esto es una tendencia alienante. En esta cita Sartre pareciera postularlo como abrumadora realidad, como alienación completa. No es así. Los ámbitos de sentido de los pequeños grupos se mantienen y pueden dar lugar a lo que Alain Touraine llama "movimientos societales". No obstante, al hacer referencia constante a los actos, ordenanzas y normas del estado y sus conflictos, se tienden a generar un imaginario que articula los organismos de la sociedad civil al estado y los presenta como dependiente de él. Con todo eso aceptan el ámbito conexo de sentido del aparato político de dirección y dominio.

Las guerras, o las colisiones del estado, se evocan por la mayoría de los ciudadanos de la sociedad civil. La ebullición constante de esa guerra suele acallar las rebeliones. Los individuos y las instituciones desarrollan sus propios ámbitos, pero traman su "unidad nacional" y su identidad en gran medida a partir de aquello que los poderosos presentan como su acción benéfica y protectora. Logran así constituir un ámbito de sentido macro-social que favorece sus proyectos de dominio.

La colisión parece ausente de la vida cotidiana y, sin embargo, su formulación constante es un eje clave de la articulación social agresiva y minusvalorizante.

En la vida moderna los tambores épicos de la guerra o de la rebelión están escondidos normalmente. Su sonido puede dejarse oír en la casa, en la tribuna, en los medios masivos, en los actos religiosos. De pronto los vemos surgir mounstruosamente en los campos reales de batalla. Cuando están encubiertos, no por ocultos dejan de movilizar los ánimos y las tendencias a protegerse y atacar en caso necesario. En este contexto los intercambios simbólicos se alejan cada vez más de la comunicación.

Cuando los sujetos individuales y los sujetos colectivos asumen estas relaciones como elementos claves de sus procesos de socialización y proyectan sus relaciones con esta lógica, asumen como normales las patologías de la vida social y por lo mismo tinenden a no luchar sistemáticamente contra ella. Se bloquean. Los sujetos entonces tienden a aplicar la función generalizante del símbolo y a pensar que "todo es así". En esta perspectiva si aplican la función heurística de los símbolos pensarán que odo empeorará. De este modo se niega la utopía y hasta el optimismo.


Antonio Paoli
 

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