Razón y Palabra Bienvenidos a Razón y Palabra.
Primera Revista Electrónica especializada en Comunicación
Sobre la RevistaContribucionesDirectorioBuzónMotor de búsqueda


Febrero - Abril
2000

 

Número del mes
 
Números anteriores
 
Editorial
 
Sitios de Interés
 
Novedades Editoriales
 
Ediciones especiales



Proyecto Internet


Carr. Lago de Guadalupe Km. 3.5,
Atizapán de Zaragoza
Estado de México.

Tels. (52) 58 64 56 13
Fax. (52) 58 64 56 13

Medios de comunicación, transición política y democracia
 
Por Juan Enrique Huerta Wong, Rebeca Villegas López, José Ignacio Garagarza Ramos
Número 17

Resumen

Este ensayo aborda el tema de la interacción entre los géneros a través del correo electrónico. El texto parte de enfoques teóricos que explican cómo es que la transmisión masiva de formas simbólicas es un factor que posibilita la permanencia de las fuerzas que ostentan la dominación en las sociedades contemporáneas; revisa la evidencia científica reportada en la relación de los géneros con las tecnologías de información/comunicación tradicionales; y proporciona una panorámica de los principales enfoques, dimensiones y esferas de la comunicación mediada por computadora -CMC-, así como sus características de distinción sobre el resto de medios técnicos de transmisión de símbolos. Revisando los principales hallazgos empíricos respecto a la interactividad en el uso de correo electrónico, encuentra líneas que parecen posibilitar la construcción de un marco teórico optimista con relación a la reconfiguración espacial que los géneros le están dando a esta herramienta comunicacional, con base en la visión lúdica femenina de interacción mediada por computadora, que diverge del uso tradicional de las tecnologías de información/comunicación, dominantemente masculino.


GÉNEROS Y TECNOLOGÍA: EL CORREO ELECTRÓNICO
COMO POSIBILIDAD DEMOCRÁTICA

- El Tribunal de Justicia de Brasilia prohibió a una usuaria de Internet utilizar su correo electrónico, debido a que la mujer aprovechaba la red para enviar cartas difamatorias que llegaron a manos de autoridades importantes y que atacaban a su exmarido, un funcionario importante. Ante el Supremo Tribunal Federal, máximo órgano judicial de Brasil, la usuaria alegó que tal prohibición no sólo viola su derecho constitucional a la libre expresión sino también al sigilo de la correspondencia. De acuerdo con los abogados de la "navegante", los magistrados del Tribunal de Justicia de Brasilia violaron el derecho al secreto de la correspondencia al revisar las cartas enviadas por Delfina de Mello para establecer si las mismas difamaban a su exmarido (Relaciones Avanzadas, 1998).

- Un escritor mexicano de 59 años pasa 52 días de verano como profesor invitado en una universidad de Estados Unidos. Es atraido por una joven pero se enamora de otra por medio del correo electrónico. Cuando el protagonista decide ir a su encuentro, tras 48 días de intercambiar información, saben tanto uno del otro como si se conocieran desde hace meses. Aunque este es el tema del libro "La novela virtual", el autor, Roberto Sáinz, afirma que el correo electrónico es una conversación ideal, pues carece de momentos muertos y frases convencionales, además de que es confidencial porque se parece al confesionario, donde los interlocutores no se ven.

Estos dos casos pueden ser un ejemplo de cómo la comunicación mediada por computadora (CMC) está modificando la interacción humana y nos despierta preguntas acerca de sus procesos, relevantes hoy que cada vez es más utilizada en todos los ámbitos. Facilita la vida de los estudiantes universitarios y los hombres de negocios y más allá; parece haber complejizado las formas en que los hombres hacen sentido de sus comunicaciones, dando luz a situaciones inéditas. Tal es el caso de la exesposa del funcionario brasileño, quien si no contara con el correo electrónico no hubiera podido atacar a su exesposo de manera inmediata, utilizando a su máxima eficiencia las variables tiempo y espacio. Volveremos más adelante con esta dicotomía. La CMC parece destacar también desde sus orígenes al correo electrónico como su herramienta de enlace (Reforma, 1998).

Discutir acerca de la importancia de la comunicación mediada por computadora, específicamente el correo electrónico y algunas de las posibilidades que esta tecnología atrae a la complejización de la interacción social, particularmente entre los géneros y la forma en que desde esta división humana se da significado del mundo en derredor, es el objeto de este trabajo. Para ello describiremos brevemente algunas de las características de la CMC, del significado de la interactividad, los usos sociales del correo electrónico y la diferencia de los géneros en relación con la utilización de tecnologías.

Suponemos que hasta el momento el uso de los medios técnicos de transmisión de formas simbólicas ha producido un impacto interaccional, a través del espacio y el tiempo; afectando las maneras en que los individuos actúan en lugar de otros (en la medida en que los otros para quienes lo hacen pueden constituir un público extendido, disperso y distante en ambas dimensiones) y también las maneras en que los individuos actúan e interactúan en el proceso de recepción, es decir, afectan la organización social de aquellas esferas de la vida cotidiana en que la recepción de los mensajes mediados es una actividad rutinaria. Puesto que éste es un planteamiento recogido de la comunicación de masas, es menester observar, preguntarnos, cómo se diferencian –si es que lo hacen- las nuevas tecnologías de información-comunicación –NTIs-, más específicamente la CMC y más aún el correo electrónico, del modo tradicional de medios técnicos de transmisión de formas simbólicas. Para ello discutiremos en principio brevemente algunos de los aportes teóricos que se han dado con relación a la CMC y el debate que desde esta perspectiva se ha originado sobre la redefinición del tiempo y el espacio, lo público y lo privado, interpersonalidad e hiperpersonalidad, entre otros puntos.

Comunicación mediada por computadora: mundos macro y micro, público y privado.

Podemos empezar por decir que en el mundo contemporáneo pocas cosas están claras. El caos parece ser el orden vigente en el replanteamiento de todo tal como lo conocemos. Si la dominación económica burguesa (Wallerstein, 1991) sucedió y terminó por vencer a la dominación política burocrática (Weber en Bendix, 1977) hoy el principio de la estructura de poder parece ser la dominación simbólica (Thompson, 1993). Esto no quiere decir que durante la primera forma estructural de dominación no haya existido el dominio económico o simbólico, sólo que una de las formas predominó sobre el resto. De modo que hoy todo parece ser forma y significado. El poder político necesita de legitimación simbólica y el económico de transmisión de formas simbólicas.

Las NTIs, salvada cualquier discusión acerca de su carácter como "nuevas" (cfr. por ej., Hamelink, 1991), son el carácter más reciente de las formas simbólicas.

Es preciso diferenciar en principio dos niveles, entre toda la discusión acerca de las NTIs, en los cuales se ha dado el debate, como plataforma discursiva a este trabajo. Estos niveles son el plano macro y el micro. En el primero de ellos se discute cuáles son las implicaciones que en las instituciones, estructuras y campos de interacción social tiene el uso de estas tecnologías (p. ej. Hamelink, 1991; Gouliamos, 1998; Galindo, 1998a y 1998b, Armitage, 1999; Brand, 1988a). Esta parte de la discusión parece haberse caracterizado por una predominancia de los enfoques político y económico. En el segundo nivel, se ha hablado de las ventajas de ciertos tipos de medios técnicos de transmisión de formas simbólicas sobre otros, en términos de espacio, tiempo, cercanía afectiva, reflexividad (p. ej. Walther, 1996; Turkle, 1997). Es cierto que esta distinción es en principio arbitraria y discursiva. Galindo Cáceres ha intentado llamar la atención hacia los mundos posibles que cada individuo puede construir y Turkle a lo que la simulación puede llevar en los grandes escenarios sociales, como ejemplo de lo controversial que puede resultar esta etiquetación. Y en principio este trabajo intenta reflexionar acerca de la interactividad –un enfoque micro- en la CMC para hablar de las relaciones de poder en la sociedad contemporánea. Visto que tal distinción no es a menudo tan simple, parece necesario sin embargo que sigamos un camino macro-micro-macro para dar y darnos cuenta.

Existen desde una óptica por lo menos cuatro grandes escuelas respecto al papel que las NTIs están jugando en nuestra contemporaneidad, según han documentado Samarajiva y Shields (1994). Se trata de los postindustrialistas –quienes esgrimen la hipótesis de que la era de la información ha sustituido a la edad industrial-, industrialistas –quienes hablan de que las crisis mundiales son manejadas por burocracias corporadas-, teóricos de onda larga –quienes suponen que la historia es cíclica y vivimos un quinto ciclo- y teóricos del poder –quienes esgrimen la tesis de que las relaciones sociales están sujetas a fuerzas y relaciones de poder y dominación.

Siendo simplistas, se puede hablar de pesimistas y optimistas. Del primer lado podrían estar quienes no ven en la CMC cambio alguno a las relaciones y fuerzas de distribución, consumo y dominación y consideran que las sociedades se verán reducidas por las corporaciones (cfr. Hamelink, 1991, Armitage, 1999), en una suerte de tecnofeudalismo (Gouliamos, 1998). De otra parte se encuentran quienes hablan de una democracia electrónica (Rheingold, 1994) o de la capacidad de las sociedades por interactuar al tú con el poder y construir su propio futuro, por primera vez en la historia de la humanidad (Galindo Cáceres, 1998b).

De la mano de los postindustrialistas podemos ver cómo los mecanismos de las relaciones de dominación se han transformado y con ello la esencia misma del poder. Hasta el Renacimiento, con sus muchos matices, la historia de las clases dominantes estuvo sujeta a la capacidad de dominio por métodos más reales que formales. Aun la religión, esencia de los símbolos construidos para legitimar el dominio de los demás, no estuvo exenta de fuerza real. La sangre y la casta fue una construcción simbólica pero amparada por el poder real de aplastar, masacrar al otro. Este dominio parece haberse legitimado con el carisma de los líderes, esencial para la paz. El ascenso de los burgueses al poder fue causa y consecuencia de la reconfiguración mental del poder. El capital sustituyó en gran medida al carisma y la necesidad por poseer bienes materiales como vía de acceso al poder absoluto desplazó a la voluntad de guerrear o de poseer la sabiduría o incluso ser el portavoz de Dios para garantizarse el sometimiento de los demás. Cualquiera podría entonces alcanzar el poder. Y todo se hizo muy complejo.

El dominio económico legitimado en el intercambio masivo de bienes llevó a una competencia corporativa por rebasar las hasta ese entonces expectativas limitadas de consumo, según documentan Straubhaar y LaRose (1996). Se fortalecieron así las emergentes industrias culturales, pues si bien la industrialización de las formas simbólicas vehiculizadas mediante medios técnicos tenía ya algunos siglos de sobrevivencia, no fue sino hasta que la mano del mercado se posó en ella que alcanzó un repunte significativo. Más de un siglo ha pasado hasta entonces y podemos terminar esta caricatura histórica apuntando que hoy, el carisma y el capital están sostenidos por una ideología que es compartida por los diferentes actores sociales merced a esos medios técnicos de transmisión de formas simbólicas, como apunta Thompson (1993). Se trata de una suerte de poder por transferencia cultural más que político o económico. Quizá sea, preciso es reconocerlo, una respuesta simplista, tanto que Samarajiva y Shields (1994) acusan precisamente a los postindustrialistas de no cuestionarse por qué precisamente ahora la información es el eje de la dominación. Ellos no tienen respuestas.

Pero hoy este poder cultural parece estar cambiando con el uso masivo de NTIs. Hasta este momento, las mediaciones existentes se habían dado al interior del espacio de acción cotidiana o en otro, de orden intelectual. La virtualidad existe pero de manera aislada, cuando encendemos la televisión, la radio, escribimos una carta. Tan limitada que no es capaz de construir un espacio propio, permaneciendo en la barrera de lo real-intelectual. El espacio en el que permanece la imagen de la televisión, el tiempo en que tardamos en recibir una carta permanece dentro de dimensiones de lo "normal", las estructuras se mantienen vigentes. Alguien nos manda un mensaje, nosotros lo recibimos mediante canales limitados; en nuestras cartas siempre somos nosotros dirigiéndonos a un ente identificado por usted o tú en la interacción cotidiana "normal". Siempre es lo local, la situación está primariamente definida en términos de proximidad y co-presencia, sugieren Samarajiva y Shields (1997, p. 537). Pero a medida que los medios electrónicos favorecen la distanciación tiempo espacio, o la integración de distintas situaciones físicas, el espacio puede ser comprendido como un terreno de interacción social, agregan, es el plano socioespacial como un ámbito dialéctico, mediado. El espacio es entonces un constructo social (p. 538). Esto ya existe antes, la idea de los mapas es la imagen de este constructo. Pero esta idea es revolucionada con la virtualidad electrónica. Los autores ejemplifican con la noción de espacio público. Si el espacio público es "cualquier región de una comunidad libremente accesible a miembros de aquella comunidad" (p. 541) ¿qué es entonces aquel espacio computacionalmente mediado donde alguna vez el espacio es privado y a veces es público, como en ciertas páginas de Internet?, ¿qué significa el acceso público a un espacio al que accedemos desde un ámbito tradicionalmente privado como lo es casi cualquier institución social? Como señalan Samarajiva y Shields, el concepto de espacio virtual sugiere preguntas pero no formas de respuestas. Existen dos caminos para estas respuestas, declaran. El primero es estudiar como establecen los actores reglas y recursos en sus interacciones. El segundo es cómo el tratamiento de reglas y recursos crónicamente reproduce rasgos de sistemas sociales. Este trabajo elabora un discurso de alguna manera relacionado con la segunda vía.

Otro punto complejo es la dimensión del tiempo. En esto, como explica Walther (1996), la comparación resulta hasta inútil. La comunicación cara a cara, por ejemplo, no se sostiene bajo ninguna forma de mediación temporal, sólo es posible de manera sincrónica. Negroponte (1995) coincide con este autor en que la asincronicidad en la comunicación mediada por computadora cambia la noción de tiempo real en el sentido de que deja de ser factor de presión para comunicarnos con los otros. De este cambio, ha encontrado Walther (1996), ha surgido la comunicación hiperpersonal, a la que define como "comunicación mediada por computadora que es socialmente más deseable que la que tendemos a experimentar en interacción cara a cara paralela" (p. 17).

El replanteamiento del espacio y el tiempo con la virtualidad electrónica involucra asimismo modificaciones en las esferas de lo público y lo privado, cuya comprensión es sustancial para conocer las estructuras del poder. Si el espacio público cambia las maneras en que damos cuenta de él, parece importante preguntarnos cómo se relaciona esto con el poder. Algunas autoras han expuesto hace ya algún tiempo que el espacio privado necesariamente tiene que ser considerado como político, sujeto a revisión pública (por ej. Lipman Blumen, 1984). Si la CMC confronta las ideas que teníamos de lo público y lo privado, proponemos que es necesario preguntarnos si la interacción que se da a través suyo reproduce la verticalidad de lo que Galindo Cáceres (1998a y 1998b) denomina sociedad de información, como estructuras sociales donde sólo unos pocos escriben la realidad o si, como él lo da por hecho, esta forma de interacción da pie a la posibilidad de que seamos todos quienes escribamos y leamos el futuro próximo.

El correo electrónico como fuente primaria de interactividad

Interactividad es, siguiendo a Lippman (1987, p. 46), la actividad mutua y simultánea en la que intervienen dos o más participantes que comparten un objetivo común. Según Steuer (1992, p. 84), interactividad es el grado en que los usuarios pueden participar modificando la forma y el contenido del medio ambiente en tiempo presente. Otra posibilidad es que el individuo con el cual alguien interactúa no conozca su identidad y se cree una más atractiva (Turkle, 1997), es decir, que además de jugar con el tiempo y con el espacio también juegue con la forma.

Este concepto de interactividad exige una comunicación sincrónica. Sin embargo, para efectos de este trabajo, asumiremos con Bretz y Schmidbauer (193, pp.13) que con la incorporación de las NTIs al ámbito cotidiano se da el advenimiento de lo que denominan la comunicación de tercer orden, es decir, la posibilidad de lograr interactividad asincrónica. Es en esta lógica en la que se inserta el correo electrónico.

De acuerdo con Cavazos (1997, pp.9) de esta manera se puede afirmar que los usuarios de algunas herramientas de internet, tales como el correo electrónico, crean y modifican pensamientos y sentimientos comunicándose entre si. La interactividad apoya el razonamiento y discusión de situaciones diversas .

El correo electrónico parece ser hoy la CMC más popular. Un artículo reciente relata cómo un alto ejecutivo (Ponce de León,1996) cada mañana al llegar a su escritorio tiene que revisar la caja de entrada del correo electrónico local, después debe conectarse a los servicios en línea a los que está suscrito, acto seguido revisa los faxes recibidos, después se conecta a Internet para ver que mensajes tiene por contestar y, finalmente, revisa su correo de voz. Para entonces es muy probable que sea más de media mañana y aún no ha empezado con sus labores.

De hecho, esta dependencia electrónica atrae nuevas problemáticas: "Esta pequeña pesadilla podría ser más manejable si existiese un centro de administración centralizado que le proporcionara diversas herramientas para lidiar con su correo fácilmente, el sueño del buzón universal." (Ponce de León, 1996)

En un principio se pensó que los instrumentos de Internet debían ser utilizados exclusivamente por científicos para intercambiar información, no para que la gente común se comunicara cotidianamente con sus semejantes (Negroponte, 1998). Reinghold (1994) explica que el surgimiento del correo electrónico es lúdico y alternativo ante cargas laborales tan exigentes. Explica que científicos trabajando para las fuerzas armadas estadounidenses no encontraron fuertes motivos para obstaculizar un flujo de mensajes que no estuviera necesariamente ligado al trabajo, una vez que terminales de computadora fueron capaces de comunicarse entre sí.

Respondiendo a un lector que pedía información acerca de cómo orientar a su hija en el trabajo con computadoras, Negroponte habló de la eficacia del correo electrónico como una herramienta muy poderosa en el apoyo a la educación que podría incluso salvar al padre de la ruptura generacional de etapas tradicionalmente difíciles para la comunicación familiar.

Una primera hipótesis es que la interrelación de los géneros a través de este CMC puede cambiar completamente en términos de relaciones de poder toda vez que los medios electrónicos pudieran ofrecer una mayor cantidad y diferente calidad de interrelación.

Géneros y tecnologías

En el campo de la comunicación los estudios de género aparecen hoy como coyunturales, en un momento en que la discusión más relevante en las ciencias sociales parece girar en torno a la democracia. Se realizan al analizar el contenido de los mensajes, recepción, percepción, uso y otro tipo de diferencias que algunos sospechan están dadas entre los sexos. Con el surgimiento de nuevas tecnologías, este tipo de interrogantes resurgen, ¿hay diferencias en el uso, percepción o mensajes de y en las nuevas tecnologías entre hombres y mujeres?

La tecnología es un tema que generalmente se relaciona más con el género masculino, ya sea por que las construcciones sociales del género así lo indican o porque en general las cifras lo demuestran -registro de hombres y mujeres inscritas en carreras relacionadas con la informática, por ejemplo (Weinman y Haag, 1999)-. Hellman (1996) al respecto dice que "la tecnología está típicamente relacionada al mundo masculino". Es un hombre quien diseña, produce, desea, paga, aprende y usa las tecnologías.

La evidencia parece indicar que existen diferencias notables entre los géneros y en su uso y percepción de las tecnologías (Hellman, 1996; Dietz, 1998; Weinman y Haag, 1999) y el punto quizá más importante es ver si esto sólo refuerza las estructuras de dominación del género masculino sobre el femenino.

Las diferencias de género parecen ser más notables en el contenido de mensajes. La evidencia de análisis de contenido de videojuegos (Dietz, 1998), videocassettes grabados (Hellman,1996) y software educativo (Weinman y Haag, 1999) entre otros medios o tecnologías marcan tendencias que se ven reflejadas en el uso. Es decir, en el caso del uso de la videocasetera, la oferta de videos disponible habla mucho de quiénes son los usuarios. Por ejemplo, Hellman habla de los géneros de productos audiovisuales que son "inherentemente masculinos" como los deportes y la pornografía y otros "femeninos" como el melodrama (1996:20). Aunque esto podría tratarse de estereotipación está aceptado como parámetro en el sentido de que lo es intencionalmente debido a la orientación que los productores y los mercadotecnistas le dan a esos productos. La oferta abunda en productos masculinos y soslaya los femeninos.

Por otro lado, los videojuegos o software educativo no sólo hablan de a quién se quieren dirigir los productores sino qué roles están tratando de enseñar, mismos roles que a final de cuentas llevarán a un uso(s) diferente(s) de las tecnologías para las que están diseñados los productos (computadoras y software, por ejemplo) (Weinman y Haag, 1999; Dietz, 1998; Hellman, 1996). Esto habla por ejemplo del uso de las computadoras en las escuelas: algunos estudios indican que los niños las utilizan para actividades más de entretenimiento mientras que las niñas como procesadores de palabra (Weinman y Haag, 1999). Los resultados con adultos parecen indicar justo lo contrario. Esto puede deberse a instrumentos educativos durante el proceso de crecimiento, por ejemplo, los videojuegos, que mayoritariamente enseñan más de acuerdo a las expectativas sociales del mundo masculinizado –competencia, dominación- (Dietz, 1998).

Por su cuenta, Hellman (1996) reconsidera los efectos del género en el uso de las videocaseteras. En retrospectiva, menciona los cambios que ha habido en esta cuestión, de ser un "juguete sólo para niños" (género masculino) la videocasetera ha cambiado para estar al servicio de la mujer también. Sin embargo, los usos que le da la mujer siguen estando relacionados con su papel del hogar (cuidado de los niños, regulación de lo que ven los niños, cuándo y con quién, administración del tiempo familiar).

El mismo autor ejemplifica la transición del uso de la videocasetera con el uso del teléfono. De ser un medio conceptualizado para hacer negocios (principalmente entre hombres) y mal visto para ser usado en la comunicación informal (llamemósle chisme) cambió a ser un medio más femenino además de que dio a las mujeres la oportunidad de "salir". Con ello, se modificó así la concepción del espacio social en el cual se da sentido a este medio técnico de transmisión de formas simbólicas. Este cambio tomó varias décadas. Hellman cree que la tendencia sea similar con otras tecnologías domésticas.

Aún así, tecnologías como la videocasetera y videojuegos están vistas bajo la perspectiva de una función meramente lúdica. La tecnología de electrodomésticos hace que las diferencias en el uso por género sean aún más marcadas. Ese reflejo es lo que Hellman (1996:9) llama la división por género del trabajo en la sociedad (en pocas palabras, la mujer a la cocina, el hombre a la oficina).

De otras tecnologías, en cambio, su uso se aprende o aplica desde la escuela aunque son usadas también en el hogar y cumplen funciones educativas y lúdicas.Tal es el caso de las computadoras. Recientemente, una comisión de la American Association of University Women (AAUW) se ha dedicado a estudiar las diferencias de género en el uso de las computadoras derivado presuntamente del propio uso y orientación que se le da a las mismas en la escuelas públicas (Weinman y Haag, 1999).

La preocupación de esta comisión se deriva de un temor a que las nuevas tecnologías sean un instrumento más de dominación, sin embargo cree que "[las] nuevas tecnologías de computación y redes tienen el potencial de dar poder a grupos históricamente en desventaja" (Weinman y Haag, 1999, p. 44), como las mujeres. Esta idea no se ve muy favorecida por los resultados obtenidos en un estudio realizado en la Universidad de Minnesota en 1997, donde se analizaron las diferencias de género en el uso de tecnologías de información (Gefen y Straub, 1997). Si bien se encontraron diferencias notables entre los hombres y las mujeres en relación con algunas variables, la evidencia no está enfocada a las relaciones de dominación sino más bien a la reafirmación hasta estereotípica de la mujer como más afecta a la comunicación con fines de socialización que el hombre.

El punto sobre la diferencia de uso de las computadoras surge desde el principio de percepción del propio artefacto. Hellman (1996, p. 6) dice que hay que entender que las tecnologías cuando nacen no están completas, falta el significado social que le darán las personas, su traducción, su uso de acuerdo a necesidades y mediaciones. En algunos estudios hechos en EEUU con niños o preadolescentes y su percepción de ellos mismos ante las computadoras es notorio cómo los niños hablan de disfrutar las computadoras. Por el contrario las niñas se sienten incompetentes al respecto (comparativamente a los niños) o al menos no usan adjetivos tan entusiastas para describir la experiencia, llegando incluso a no reconocer que las computadoras puedan ayudarles en sus tareas escolares. (Weinman y Haag, 1999).

La comisión no atribuye esto a algo inherente al género y aunque no va a la raíz tampoco del problema lo que discute son las implicaciones. Se habla de que en algunos años las profesiones relacionadas con informática e información serán las mejores pagadas y las más populares: actitudes dispares que pueden poner a las mujeres en desventaja significan más poder para los hombres -inclusive poder económico- (Weinman y Haag, 1999). Ridell (1998:132) con esta orientación discute cómo tanto el contenido de los medios como el uso de las tecnologías de medios emula y afirma las relaciones de poder existentes en la sociedad.

En la investigación de Gefen y Straub (1997) acerca de las diferencias de género en el uso y percepción del correo electrónico se encontró que las mujeres perciben más utilidad de este medio que los hombres. Aunque sea para funciones sociales, como ellas lo indican, significa que si este medio es frecuentemente usado por el género femenino –ya que se relaciona la frecuencia de uso con la percepción positiva del medio como variables directamente proporcionales- al menos se habla de que las mujeres tienen en sus manos un medio con potencial. Con base en dicho potencial, Weinman y Haag (1999) se muestran optimistas respecto a que la dominación masculina en la sociedad pueda encontrar un equilibrio. Lo mismo ocurre en el caso ya citado de Delfina de Mello: el potencial de uso de poder que la femineidad tiene en el correo electrónico parece alcanzar niveles insospechados.

Por el contrario, la evidencia de esa misma investigación acerca de la facilidad de uso percibida parece confirmar de cualquier modo la idea general de que los hombres tienen mejor "relación" con las tecnologías, específicamente con las computadoras (Gefen y Straub, 1997; Hellman, 1996; Weinman y Haag, 1999).

Literatura revisada por Gefen y Straub (1997) indica que las mujeres además escriben en el correo electrónico de manera más socialmente orientada y tentativa mientras que los hombres suelen ser más categóricos. Esto lo aplican en su primera hipótesis al suponer en las mujeres una apreciación social más fuerte del correo electrónico, utilizándolo para conseguir intimidad, apoyo, consenso e identificación. Los hombres en cambio, parecen apoyar con su discurso los patrones de dominación y competencia (Gefen y Straub, 1997).

Con su estudio realizado en una compañía aérea, Weinman y Haag (1999) apoyan, si bien sutilmente, esta diferencia entre los géneros. Las mujeres, sugieren, encuentran en el uso de correo electrónico la posibilidad de horizontalizar sus relaciones, en tanto que los hombres reproducen los esquemas verticales de la cotidianidad no virtual.

La información anterior parece apuntar que aunque durante el desarrollo histórico de la humanidad el uso de las tecnologías ha sido sustancialmente diferente entre los géneros masculino y femenino, el uso de las NTIs, en particular el correo electrónico, es un asunto más equilibrado. Esto permite ser optimista en el sentido de que romper con esquemas tradicionales de dominación, promueve la igualdad u horizontalidad entre los géneros. Sin embargo, esta igualdad relativa (parecen existir algunas diferencias cualitativas o perceptivas ligadas tradicionalmente al género como el sentimentalismo en las mujeres y la competencia en los hombres) puede deberse a que las nuevas tecnologías de información en su temprana introducción a la vida del hombre y la mujer no apela a ninguno en específico, sino más bien, a una élite o ámbito particular (universidad o negocio).

Discusión

En este texto hemos intentado pistas para un marco de referencia al estudio de la interacción entre los géneros a través del correo electrónico. A lo largo de las páginas anteriores intentamos describir someramente cómo es que los medios técnicos de transmisión de formas simbólicas se han constituido en el vehículo de símbolos hegemónicos que posibilitan la permanencia de las fuerzas que ostentan el poder en la sociedad contemporánea; cuáles son los principales enfoques, dimensiones y esferas de la discusión del rol de la comunicación mediada por computadora, así como sus características de distinción sobre el resto de medios técnicos de transmisión de formas simbólicas; definir la interactividad y situar al correo electrónico como fuente primaria de este mecanismo de interacción humana; distinguir al correo electrónico del resto de tecnologías en el uso que los géneros hacen de esta herramienta computacional. Necesariamente el trabajo quedará corto, dada la vastedad del tema.

Podemos empezar nuevamente por situar la importancia que tiene hablar de esto hoy aquí. Ya se habla de cientos de miles de usuarios en México de Internet. Es deseable preparar a la sociedad mexicana ante el crecimiento –una posibilidad vigente es que va a tener la misma penetración que tienen los teléfonos a mediano plazo, aunque no sabemos cuándo. Podemos pensar que donde hay un teléfono va a haber alguien que quizá quiera utilizar internet a través de ese teléfono o –por la misma vía- comunicarse con alguien.

El correo electrónico es una de las principales razones por las que se instalan las redes de computadoras; de acuerdo a BIS Strategic Decisions, en 1995 fueron enviados más de 25 mil millones de mensajes de esta herramienta.

Pensar en las posibilidades del presente-futuro que nos ha alcanzado, para hablar en la lógica de reconfiguración del tiempo, es una exigencia en nuestra área. Sólo a la luz de esta realidad cobra sentido cualquier discurso acerca de ella.

A partir de los hallazgos discutidos arriba, parece posible ser optimistas en relación con la lógica de la reconfiguración espacial de acuerdo con el rol que al género femenino le toca jugar en la interacción con el correo electrónico. Las sociedades de comunicación, el espacio democrático de redes donde lo vertical es sólo historia (Galindo Cáceres, 1998a y 1998b), puede estarse construyendo con la visión lúdica femenina de interacción mediada por computadora. Las redes son posibles si no se reproducen los esquemas verticales, como parece estar sucediendo en la visión femenina de la herramienta, de acuerdo con los hallazgos de Weinman y Haag (1999), por ejemplo. El equilibrio puede llegar de esta forma, cuando lo virtual se confunda con lo real y afuera, en el mundo "normal", dejen de reproducirse esquemas. Parece posible a medida que el efecto del correo electrónico se multiplique y el ámbito privado de la CMC transfiera su visión, sus reglas, al ámbito público, discutiéndose, revelándose, como en el sueño de Lippman-Blumen (1987).

Con todo, eso quizá sea posible sólo en una élite, la que ahora ostenta el dominio de dicha herramienta. El equilibrio de los géneros en la élite y su homogeneización internacional posibilitaría lo que ya Gouliamos (1998) denomina tecnofeudalismo. Como quiera, si el feudalismo caracterizó al masculinismo como única forma de representación humana, esta horizontalización, sutil apenas, tenue, permite ser ya, de manera alguna, optimista.

Nuevamente es preciso mencionar que las posibilidades discursivas, aún con base en hallazgos científicos, como ha querido ser el caso, son muy limitadas en tanto no se arroje evidencia, concretamente, de lo que está ocurriendo en nuestro país. Urge la sistematización, el descubrimiento de interacciones sociales –como las que se permiten a través del correo electrónico- que poco a poco están dejando de ser novedosas, ante la impasibilidad de la pequeñísima comunidad científica. México es en muchos sentidos, como ya decía Paz en su laberinto, un universo que puede ser radicalmente diferente al mundo conocido. Con todo, sirvan estos apuntes hoy para permitir alguna suerte de optimismo.

Referencias

Armitage, J. (1999). Resisting the neoliberal discourse of technology: The politics of cyberculture in the age of the virtual class. Ctheory: Theory, technology, culture. Disponible en www.ctheory.com.

Bertrán, A. (1999). Explora la pareja en el correo electrónico, Reforma, México, D.F., enero 19.

Brand, S. (1988a) The world information economy. En Brand, S. The Media Lab: Inventing the future at MIT, 229-249. New York: Penguin books.

Brand, S. (1988b). Demo or die. En Brand, S. The Media Lab: Inventing the future at MIT, 3-16. New York: Penguin books.

Dietz, T.L. (1998). An examination of violence and gender role portrayals in video games: implications for gender socialization and aggressive behavior. Sex roles, 38 (5-6), 425-442.

Difamaba a su ex esposo hasta por el correo electrónico, (1999). Revista Crónica (32).

Durlak, J. T. (1987). A typology for interactive media. Communication Yearbook (10), 743-757.

Galindo Cáceres, J. (1998a). Redes, comunidad virtual y cibercultura. Razón y palabra (10). Disponible en: www.cem.itesm.mx/dacs/publicaciones/logos/anteriores/mes10/galindo.htm

Galindo Cáceres, J. (1998b). Cibercultura, ciberciudad, cibersociedad: Hacia la construcción de mundos posibles en nuevas metáforas conceptuales. Razón y palabra (10). Disponible en: www.cem.itesm.mx/dacs/publicaciones/logos/binf.htm.

Gouliamos, K. (1998) El futuro de las naciones ante la supercarretera de la información. Revista Mexicana de Comunicación (55), julio-agosto.

Gefen, D., Straub, D.W. (1997). Gender differences in the perception and use of e-mail: an extension to the technology acceptance model. MIS Quarterly, 21 (4), 389-400.

Hellman, H. (1996). A toy for the boys only?: reconsidering the gender effects of video technology. European journal of communication, 11 (1), 5-32.

Hamelink, C. (1991). Informatización: Hacia una cultura binaria. En Gómez Mont, C. Nuevas tecnologías de comunicación, 15-26. México: Trillas.

Lipman-Blumen, J. (1984). Gender roles and power. New Jersey: Prentice-Hall.

Ponce de León, J. (1996), El buzón universal de correo electrónico, Revista RED (12).

Negroponte, N. (1998), Tecnología, pobreza y las distracciones del correo electrónico, El Universal, septiembre 23.

Negroponte, N. (1995). Ser digital. Buenos Aires: Editorial Atlántida.

Noticiero. (1998), Revista Soluciones Avanzadas. Disponible en: www.infosel.com.mx

Redes Académicas, la base del idioma universal (1997) Revista Red. Disponible en: www.infosel.com.mx

Rheingold, H. (1994). Visionaries and convergences: The accidental history of the Net. En Rheingold, H. The virtual community: Homesteading on the electronic frontier, 65-109. USA: Addison-Wesley Publishing Company.

Ridell, S. (1998). Beyond the pendulum: critical genre analysis of media-audience relations. Nordic review, 20. 125-133.

Samarajiva, R. y Shields, P. (1997). Telecommunication networks as social space: Implications for research and policy and an exemplar. Media, culture and society, 19 (4), 536-553.

Shields, P. y Samarajiva, R. (1994). Competing frameworks for research on information-communication technologies and society: Toward a synthesis. Communication yearbook (16), 349-380

Straubhaar, J. y LaRose, R. (1996). Communications media in the information society. Belmont, Cal.: Wadsworth Pub.

Turkle, S. (1997). Virtuality and its discontents. En Turkle, S. Life on the screen: Identity in the age of the internet, 233-254. New York: Simon & Shuster.

Walther, J. B. (1996). Computer-mediated communication: Impersonal, interpersonal, and hyperpersonal interaction. Communication research, 23 (1), 3-43.

Weinman, J., Haag, P. (1999). Gender equity in cyberspace. Educational leadership,56. (5) 44-49.


Juan Enrique Huerta Wong, Rebeca Villegas López, José Ignacio Garagarza Ramos
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Maestría en Comunicación

.