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El EPR: pánico moral, espiral del silencio y establecimiento de agenda
 
Por Salvador Guerrero Chiprés
Número 17

Pánico moral

La irrupción de un nuevo emisor primario detonó todos los resortes del conjunto de hacedores de la opinión pública que habían arribado a una etapa de relativa estabilidad en la intensa agitación de la propagandizada y presunta transición democrática.

No habían transcurrido más de cinco minutos de que Cuauhtémoc Cárdenas se había retirado del presidium desde el cual se dirigía la ceremonia por el primer aniversario de los 17 campesinos asesinados en Aguas Blancas a manos de integrantes de la policía motorizada de Guerrero, cuando una columna de hombres armados y encapuchados, al mando del Mayor Emiliano, se hizo del micrófono sorpresivamente, habiendo llegado por la parte de atrás del acto, donde empieza la sierra a la que se conoce como Filo Mayor.

Su primer acto público se relacionaba con el propósito de ubicarse tan pronto como fuera posible y de la manera menos violenta, entre los actores políticos. Cárdenas estaba a cien metros. Por la tarde habría de formalizar su primer comentario respecto del nuevo protagonista: "es una pantomima". La expresión fue tan oportuna y atinada para los efectos de la descalificación, que el secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet Chémor, la hizo propia. La reprodujo explicando que era una pantomima también en el sentido de que los que se decían miembros de una agrupación que defendía intereses populares no actuaban como tales reivindicadores sino como terroristas.

Así, dio inicio la primera etapa del proceso de convertir al EPR en una organización que era presentada como amenaza a los valores y estilos de vida, en este caso estilos de hacer política, aceptados por los segmentos dominantes de la clase política.

Los medios de difusión canalizaron la información acerca de un grupo armado que se había presentado en un acto presidido por el líder del PRD, en una asociación que pretendía que la previsible descalificación para el nuevo grupo alcanzará a Cárdenas.

Se incluía en el paquete la mención del Frente Amplio para la Construcción del Movimiento de Liberación Nacional (FAC-MLN) y del líder de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS), Benigno Guzmán, acusado por Gobernación de ser "cabecilla" del EPR cuando fue detenido en enero de 1997. El equipo de difusión de Cárdenas elaboró un comunicado en que se ampliaba el posicionamiento casi intuitivo que Cárdenas usó como cobertura para deslindarse lo más amplia y evidentemente posible. El mismo había visto bajar, de un cerro contiguo, a una parte de la columna. En cierta forma encabezó la fuerza de opinión reactiva, dirigida para el control, que los medios masivos y la opinión pública dirigen contra lo que Cohen llama formas de actividad desviada. "Una condición, un episodio, una persona o un grupo de personas se presentan como una amenaza a los valores e intereses sociales" dice ese autor para sintetizar su idea del pánico moral como concepto que interrelaciona las fuerzas emergentes que incomodan a los actores sociales y políticos y las fuerzas que reaccionan ante aquellas.

A diferencia del primer día de enero de 1994, hubo tiempo, experiencia y múltiples participantes en el proceso de actuar ante los desafíos y amenazas implícitos en los nuevos encapuchados. Además, la primera figura que los descalificaba gozaba de tal autoridad entre todos los sectores de la misma izquierda que no podía ser más apetitoso cubrirse detrás de él en la descalificación gubernamental. La conciencia pública ante la emergente organización la convirtió de inmediato en un nuevo problema. El significado de su aparición fue convertido en un principio en una misma moneda para el gobierno y para el Estado. Para el primero aparecía un actor que descomponía el escenario de la posible dinámica que se interrumpía en el diálogo con el EZLN. Para el Estado, conjunto de gobierno, población y territorio la lectura de la televisión y la radio, predecible, era presentada como el modo de mirar el fenómeno: más complicaciones en un entorno que se sabía represivo, en una realidad económica que apenas salía de la etapa más complicada de la crisis de 1995 y que parecía buscar el daño de las pocas figuras políticas que gozan de representatividad amplia en tanto figuras que representan también valores depuradores de las desviaciones en la acción pública.

El espacio público en el cual actuaba el EZLN como definidor primario sin competencia alguna hasta ese momento se modificó radicalmente. Precisamente, un día después, en Chiapas, se iniciaba un nuevo encuentro del EZLN con representantes y dirigentes sociales. En San Cristóbal la bomba de la noticia causó el mismo trastocamiento al EZLN que el de la aparición de esta organización amada ocasionó al gobierno federal. El pánico moral le fue aplicado al EPR desde el EZLN con la misma intensidad con que la organización del subcomandante Marcos padeció lo propio desde el momento que el gobierno logró semincorporarse del primer impacto de la ola expansiva que llegó de Chiapas en el ámbito de lo público en 1994.

San Cristóbal de las Casas había sido convertido a la institucionalidad relativa de un diálogo que era asumido ya con naturalidad por la sociedad informada. En cierta forma era parte del statu quo de la información que normalmente se vehiculaba sobre el actor aceptado en que ya se había convertido el EZLN. En un escenario semejante la aparición de la nueva organización fue resuelta de inmediato con la misma técnica descalficatoria en tanto se racionalizaba el evento. Marcos nombró a los tres días a Javier Elorriaga como el representante y responsable del naciente Frente Zapatista de Liberación Nacional (FZLN) en un acto que no deja de ser significativo en la medida en que se evidenciaba la relación del presunto teniente Vicente detenido hasta hacía poco tiempo en Cerro Hueco y la aparente disposición en avanzar en el proceso inverso al que lo habían obligado las circunstancias: si la guerrilla era el brazo armado y contenido de la actividad política había que regresar a la fase de convertir al organismo político en el brazo público de la actividad clandestina. Además, había que hacerlo bajo la presión del acontecimiento que para el EZLN significó la aparición sorpresiva de la nueva organización armada.

En la disputa por la iniciativa histórica, los grupos armados pueden mostrar eventualmente matices en el uso del pánico moral dirigido contra los contendientes por el abanderamiento público de la lucha revolucionaria y clandestina. Magníficamente sintetizada esta la técnica de desplazamiento del prójimo armado en la frase que Marcos dedica al EPR. El nuevo grupo, dijo, utilizó para su ascenso al espacio público "una emboscada propagandística", como si el propio accionar político militar el primer día de enero de 1994, las entrevistas durante la toma de San Cristóbal, la exhibición de ingenio y buen humor para consumo de turistas y de periodistas locales y enviados desde la capital del país no fueran por sí mismos elementos propagandísticos. El EPR tardó en reponerse de su golpe dirigido al derribamiento momentáneo del escenario ya dispuesto por el conjunto de los actores políticos aceptados.

Al empujar con la fuerza de la irrupción el biombo de las apariencias significantes de la clase política y la opinión pública, el EPR había tropezado en la acción. No en la parte militar, ni siquiera en el escenario de su aparición donde primero ocasionó la incorporación adherente de los presentes que gritaron hurras y se repusieron a la sorpresa con un entusiasmo que ningún medio electrónico incorporó en sus reportes. Tropezó ante el muro que de inmediato levantó la sustancia pánica con que la sociedad masiva fue impregnada y que incluso alcanzó a sectores de la clase política de la izquierda. La materia informativa había tenido un enorme impacto, la fuerza creada debía diluirse en tanto los actores razonaban como equilibrar deslinde, descalificación y sentido de oportunidad.

Debieron pasar tres semanas para que nuevos elementos condujeran al equilibrio de juicios y el pánico moral comenzará a debilitarse en su primera etapa de utilización y de registro como fenómeno casi natural y casi concertado de desautorización. En la primera entrevista diseñada para enviar a la opinión pública más señales del sentido y dirección del nuevo grupo, el comandante José Arturo ofreció la imagen de un dirigente preparado, informado, dotado de alguna serenidad para consumo mediático, con clara capacidad de improvisación pero carente de la frescura real o actuada que se atribuye a Marcos.

En esa ocasión dijo a Proceso respecto de Marcos y en respuesta a la acusación pánica de no haber ofrecido ni credenciales que combinaban valor y capacidad militar y haber acudido solamente a la emboscada de la cual el señalador es primero en animar: Dijo José Arturo: "nosotros no pensamos que la poesía sea la continuación de la política por otros medios". En mención indirecta de la memoria sobre las enseñanzas de padres fundadores de rebeldías planeadas y organizadas a partir de una concepción del mundo que comparte con Marcos, el dirigente eperrista respondía, reciprocaba, retroalimentaba, un debate que antes tenía en el escenario de la clandestinidad relativa a un solo gran actor.

El pánico moral como instrumento útil, comenzó a diluirse él mismo. Ya había diluído el primer impacto del significado rebelde de la nueva organización que reivindicaba la exigencia de justicia dirigida contra el ex gobernador Rubén Figueoa Alcocer.

Esta primera etapa de uso del pánico moral se derrumbó para la izquierda el 28 de agosto. La misma fecha en que se incrementó su empleo por las demás fuerzas políticas que están lejos de intentar explicaciones o justificaciones respecto de los actores políticos armados. Al revelar su capacidad operativa, logística, militar, el EPR demostró que tenía "las agallas" de las cuales había aparecido como propietario monopólico el EZLN y por cuya presunta ausencia Marcos las reclamaba en demostración de capacidad, compromiso y entrega antes de darles "su aval" como organismo representativo de una lucha que dice combinar elementos legales, sociales, clandestinos en beneficio de la mayoría de la población.

A pesar de la evidencia, algunos simpatizantes del EZLN trataron de disminuir el significado del nuevo acontecimiento: "no hay que exagerar, quién sabe en realidad como hayan estado los enfrentamientos, deben haber sido contra puros policías borrachos" llegó a decir un líder de opinión dedicado a la asesoría sindical y cercano a los grupos de organización de encuentros "con la sociedad civil".

Al dramatismo con que la opinión pública había asistido a la irrupción del EZLN le había acompañado un fenómeno semejante de sorpresa, empatía relativa, justificación a distancia. No ocurrió con el EPR sino en menor proporción. Los instrumentos de comunicación tenían la experiencia fresca que sustituía esa ingenuidad pánica con que el gobierno de Chiapas había difundido una imagen insuficiente e inútil para desautorizar al EZLN al llamarlos grupo de campesinos monolingües.

Al mismo tiempo el pánico moral era insuficiente para contener la elemental asociación entre los asesinatos y la represión en Guerrero y la eventualidad de que hubiese señales de desesperación ante ellas desde grupos de pobladores politizados y armados.

Tampoco podía evitarse asociar el suceso con la idea de que no hay razón para suponer que un solo grupo armado tenga legitimidad pública por ser encabezado por un dirigente carismático, culto, aceptable para el consumo de estratos medios, jóvenes y universitarios y que otros no puedan representar verdades igualmente históricas y reivindicaciones tan sociales como las de aquellos.

En el gobierno los sucesos del 28 de agosto impactaron a tal grado de hacer previsible la concentración del mensaje presidencial de tres días después en lo que el Jefe del Ejecutivo diría sobre el EPR. Como en el caso del Fobaproa el EPR existió en el aire, durante el mensaje, sin nombre y apellido. Se trataba de una organización terrorista, causante de pánico moral, respecto de la cual no había otra salida que el ejercicio de todo el peso del Estado que comenzó aplicándose mediáticamente a través del esperable anuncio de su utilización y acompañado después de un conjunto de medidas persecutorias y represivas que ha sido considerablemente documentado por organizaciones nacionales, oficales y no gubernamentales así como por organismos internacionales cuyo trabajo afectó en 1997 la imagen presidencial en la primera gira por Europa después de aquella irrupción armada y activa.

Como en la definición de Cohen, los medios privilegiaron la difusión de las opiniones de los definidores primarios tradicionales vinculados a los poderes, al control del patrimonio, a la defensa del la dinámica general de reproducción del esquema y de la distribución habitual del poder y de la imagen que lo acompaña.

Como en la propia propuesta realizada por Cohen en 1972, esos mismos definidores se situaron en los dos extremos posibles del pánico moral:

Ante el EPR, unos advirtieron que la amenaza podría ser mayor y mucho más significativa en la medida en que hubiese correspondencia entre condiciones de marginalidad y politización que estuvieran siendo reproducidas por el propio esquema de acumulación neoliberal en combinación con las rupturas de los puentes políticos que permitían la cooptación de liderazgos e inquietudes en las regiones más pauperizadas.

Otros, insistieron sencillamente en la urgencia de fortalecer el esquema de controles militares, policíacos, los castigos penales y el desmantelamiento del prejuicio para usar toda la fuerza que fuese necesaria en cualquier sitio y de cualquier manera para barrer con la amenaza eperrista.

Espiral del silencio

Noelle-Neumann nos recuerda que la opinión pública es el resultado de la interacción entre los individuos y su entorno social. Par no encontrarse aislado, dice, un individuo puede renunciar a su propio juicio "esta es una condición de la vida en una sociedad humana; si fuera de otra manera la integración sería imposible".

El EPR irrumpió. Sin padrinazgos ni simpatías de preestablecidos personajes aceptados como definidores primarios determinantes en la opinión pública y en el espacio de los hechos y las ideas destinados a modificar o mantener el estado de cosas en el sistema político. Opinar estaba condicionado a un mínimo ejercicio de reflexión en un entorno en que había sido recorrido un largo trayecto para llegar a la aceptación de realidades extremas como la pobreza indígena y su correlación con organismos armados como el EZLN.

En un contexto de presión gubernamental y de amplia e íntima división de la izquierda, la aparición del nuevo actor obligaba a la cautela en el mejor de los casos y, en el peor de ellos, a ser individualmente contaminado por la precipitada descalificación que desde el PRD y desde la Secretaría de Gobernación fue promovida en un primer momento. La cautela es acompañada por el silencio y el murmullo. Las pocas voces que se expresaron acerca de la legitimidad de la nueva organización fueron calificadas por perredistas y autoridaes federales como ejemplo de la interrelación entre ellas y el EPR o al menos como grupos de participación política "ultraizquierdista" cuya inmadurez e impreparación demostraba que el Estado había tenido razón anticipada al marginarlas de las decisiones regionales, estatales, federales. Incluso no falto quienes justificaron retroactivamente la persecución a la OCSS y al FAC-MLN por haber quedado demostrado que la clandestinidad involucra riesgos como la represión y que la represión es el castigo previsible del ultraizquierdismo.

Lo dictaban los cánones y lo mencionaban los iconos del santoral del análisis y la recomendación asesoral. Sin la bendición de santones de la izquierda, con la sola fuerza de la convocatoria y uso de sus propios medios simbólicos y propagandísticos, el EPR comenzó a ser centro de la persecución gubernamental. Hablar de ellos y opinar de ellos era previsiblemente antesala de aislamiento:

"Ese temor al aislamiento (no solo el temor que tiene el individuo de que lo aparten sino también la duda sobre su propia capacidad de juicio) forma parte, según nosotros, de todos los procesos de opinión pública. Aquí reside el punto vulnerable del individuo; en esto los grupos sociales pueden castigarlo por no haber sabido adaptarse. Hay un vínculo estrecho entre los conceptos de opinión pública, sanción y castigo", resume Noelle-Neumann.

Respecto del EPR ese fenómeno es registrable en dos niveles.

En primer lugar, en el caso de quienes como observadores políticos, activistas, periodistas, dirigentes sociales se atrevieron, aún bajo la doble presión gubernamental y de la opinión aparentemente dominante de la izquierda en la izquierda misma, a plantear la legitimidad de su reivindicación y por tanto podían y se vieron efectivamente sujetos a procesos de descalificación y aislamiento ellos mismos, como, en segundo lugar, para la propia organización que por su discurso y accionar era presentada como un organismo anacrónico, heredera de "las peores" tradiciones en materia de política clandestina, "contaminada" por la incorporación de elementos provenientes de organismos "cuando menos sospechosos" como el Procup-Pdlp, "carentes de base social", "manejados por extraños intereses", "relacionados con los grupos de poder que buscan la Presidencia de la República y a quienes no importa el país sino salvaguardar sus propios y mezquinos intereses".

Incluso las comandancias tanto del EZLN como del EPR, en una segunda etapa de su interrelación a través del espacio público, reconocieron que las mismas descalificaciones, con variantes en intensidad y significado, fueron dirigidas contra ellas en las primeras semanas de su aparición respectiva.

A los organismos y dirigentes que percibían la cercanía con el poder desde la izquierda les tocó representar el rol de gatekeepers de la opinión dominante respecto del EPR: ¿cómo era posible que los eperristas se atreverían, inegenua o malignamente, decían ellos, a representar a su vez el rol de provocadores, estando las cosas como estaban? Es decir "muy delicadas" y en la víspera del establecimiento de condiciones favorables para el imperio de un proyecto popular al cual los eperristas deberían favorecer, pero parecían perjudicar con su sola existencia .

Sobre todo se trataba de ir correspondiendo con la imagen de gobernabilidad que toda oposición debe comenzar a defender como mecanismo propio para su proyecto de nación, comenzar a adquirir conforme se acerca la probabilidad del ejercicio del poder público a partir de procesos de elección institucional. Esa imagen requería moderación, cautela y producía fenómenos de descalificación de opiniones no digamos entusiastas sino simplemente analíticas respecto del EZLN y la relación de diferencias y similitudes que podía revisarse respecto del EPR.

Como en el fenómeno relatado por Noelle-Neumann, el individuo observa su entorno social, estima la distribución de las opiniones a favor o en contra de sus ideas. Sobre todo, dice la investigadora, evalúa la fuerza y el carácter movilizador y apremiante "así como las posibilidades de éxito" de ciertos puntos de vista o de ciertas propuestas. Si en otros espectáculos la gente tolera y hasta acepta estar con el más débil o el próximo a ser vencido, en actividad política eso es visto como una verdadera enfermedad contagiosa y mortal.

En la situación de inestabilidad, de desplazamientos de discursos, actividades y medidas políticas, creada por la irrupción eperrista, los individuos políticos y periodistas, así como los líderes de opinión presenciaron la lucha entre posiciones opuestas respecto de la cual debían tomar partido. Como se sabe, compartir el punto de vista dominante fortalece la confianza en uno mismo lo mismo que ver perder terreno en las opiniones propias debilita a cada cual.

"La opinión dividida se afirma cada vez con más frecuencia y con más seguridad; al otro se lo escucha cada vez menos. Los individuos perciben estas tendencias y adaptan sus convicciones en consecuencia. Uno de los dos campos presentes acrecienta su ventaja mientras el otro retrocede. La tendencia a expresarse en un caso y a guardar silencio en el otro, engendra un proceso en espiral que en forma gradual va instalando una opinión dominante". El planteamiento de Noelle-Neumann tiene amplio verificativo, combinado y desigual, en el conjunto de opiniones vertidas y vertibles públicamente sobre el EPR. En la medida en que la organización, a diferencia del EZLN, no está incorporada al torrente central de información -aún cuando es notable que se le acepta, con un perfil menor, entre el grupo selecto de definidores primarios pero fundamentalmente a nivel regional-, es fundamentalmente una organización clandestina ilegal, perseguida y reprimida, sus propuestas, opiniones y denuncias son doblemente revisables y constituyen aún parte del universo de emisores inaceptados por amplios sectores que moldean la opinión pública.

Si la opinión pública, con el ingrediente de la espiral, es definido, al menos desde 1974, como "aquella que puede ser expresada en público sin riesgo de sanciones, y en la cual puede fundarse la acción llevada adelante en público", la percepción y alusión al EPR es una especie de espacio de transición entre lo inaceptable y lo aceptado. Se ha modificado su status inicial, de organismo inmediatamente rechazable, para convertirse en un organismo relativamente aceptado y referido en tanto emisor aunque permanezcan en muchos sectores -por otra parte no muy interesados en indagar más sobre el asunto- "más preguntas que respuestas" como, ahora eufemísticamente, se continúa expresando para ilustrar la reserva vinculada al fenómeno de descalificación que aún se mantiene.

Se ha debilitado el peligro de quedar aislado así como el fenómeno que en la opinión pública supone asociar la opinión dominante con el de la sumisión del resto de las opiniones. Si hay algo más sagrado para un político, un periodista o un líder de opinión que el apoyo popular, no es fácil encontrar qué cosa sea. Separarse de ese respaldo tiene un costo que no hay razón aparente para asumir.

Los riesgos que ha corrido en tal sentido el EPR, en la guerra por el espacio público, aparecen tan estratégicamente relevantes como los relativos a la búsqueda de un espacio como definidor primario escuchable nacionalmente.

Al respecto dice Noelle-Neumann "Por esto el papel activo de iniciador de un proceso de formación de la opinión queda reservado para cualquiera que pueda resistir la amenaza de aislamiento". La opinión pública requiere de definidores capaces de equilibrar silencio y discurso. En esa combinación busca ser aceptado y conseguir autoridad que potencie el interés por dar legitimidad nacional a un proyecto que en el caso del EPR no deja de ser controvertido en la medida en que la clase política que acepta las reglas lo rechazará invariablemente. Quienes están fuera de ese esquema solo ocasionalmente estarán dispuestos a reconocer validez en ese modo de intervención en lo público para hacerse escuchar como revela que parcialmente lo fueron en Guerrero y Oaxaca con las respectivas convocatorias al diálogo incluso con el nuevo gobernador, José Murat.

Ante la presión gubernamental y el rechazo, como en el EZLN, puede encontrase en el EPR, por supuesto con mucho más frecuencia, fenómenos de mudez.

La misma mudez que experimentaba la iglesia ante las fuerzas revolucionarias emergentes en Francia en el siglo XVIII cuando, como dice Tocqueville en cita de Noelle- Newmann, el clero eligió quedar callado ante el desprestigio de su posición y su discurso. Se presentó, como se sabe, el hecho de que actores eclesiásticos se unieron fingidamente a la causa revolucionaria antes que continuar en el amedrentamiento, la persecución y el error de no coincidir con "las fuerzas de la historia".

En el EPR, parte de ese fenómeno corresponde eventualmente a arrinconamiento por ocasión de lo público, una parte por la decisión de los propios equilibrios y el timing de su política comunicativa y una importante porción se explica sin duda por el cerco dispuesto en torno a la información sobre la organización armada, decidido desde los medios que simpatizan con otras organizaciones, desde aquellos que privilegian el estado general de cosas o los que comparten bajo presión el establecimiento gubernamental del mismo cerco.

Para el EZLN el cerco y la anulación militar, para el EPR el cerco y la anulación informativa.

Es ese uno de los resultados concretos del fenómeno de espiral del silencio que rodea a la organización aparecida en Guerrero y con expresión en varias entidades.

Noelle-Newmann tiene la hipótesis de que en los proceso de formación de la opinión la observación que un individuo hace de las modificaciones de su entorno precede a las modificaciones de su propia opinión". En el EPR se advierten posicionamientos que evidentemente incorporan la observación de la parte de la opinión pública que se expresa a través de la prensa escrita. Se percibe la realización de un seguimiento acerca de los posicionamientos de los definidores primarios, secundarios y de sectores relacionados con la construcción de la opinión pública. A diferencia del EZLN, que en su propio actuar comunicativo ha privilegiado la relación con cabezas de sector de la difusión y la opinión, el EPR se dirige informadamente a los reporteros, a la infantería, de los medios informativos.

Además de que el hecho se demuestra en diversas experiencias, destaca que entre los primeros comunicados del organismo armado uno dirigidos "a los periodistas y los trabajadores de los medios de comunicación".

Fechado el 22 de agosto de 1996, seis antes de la principal ofensiva eperrista, pueden encontrarse estos párrafos:

"La manipulación de la opinión pública, característica de la antidemocracia, es pieza clave para la sobrevivencia del impopular régimen actual que teje una telaraña buscando atrapar y volver incondicionales a quienes transmiten y analizan la información: los periodistas. El control de la información tiene carácter estratégico para el gobierno que está contra el pueblo. Por eso los trabajadores de los medios de comunicación son uno de los sectores más presionados y reprimidos por la antidemocracia.

...Un elemento fundamental del esquema estadounidense de Guerra de Baja Intensidad (GBI) es la guerra sicológica y dentro de ella las acciones encubiertas que intentan deformar la imagen de los revolucionarios. En ese marco contrainsurgente, el control de los medios de comunicación y la desinformación adquieren aún mayor importancia para el Estado policíaco-militar.

...A luchar por el derecho social a la información sea una realidad, como parte de la democratización de la sociedad. El Estado tiene el deber ineludible de informar, no permitan (los periodistas) que con pretextos como el de la seguridad nacional u otros, les oculten la verdad sobre esta guerra descarnada que el Estado desarrolla contra el pueblo."

El texto evidencia lectura especializada, reconocimiento, aunque básico, de procesos que se registran en los medios -se hace alusión a la diversidad de mecanismos de corrupción, censura, cooptación y mediatización de la prensa- e implica la búsqueda esperablemente infructuosa de simpatías y aliados en un sector profundamente preocupado por la sobrevivencia laboral y profesional.

Por encima de todo ello y en relación con la hipótesis de Noelle-Newmann, se muestra de qué manera, efectivamente, la observación del entorno modifica la opinión, especialmente considerando la historia de algunas de las catorce organizaciones que constituyeron el EPR y la evolución pública que había tenido hasta junio de 1996 el EZLN.

El EPR no podía someterse, no digamos a la espiral de silencio, sino a la sepultura en que prácticamente fueron enclaustradas las opiniones de la guerrilla guerrerense de los setenta. Tampoco podía acceder aun nivel de participación como el del EZLN que tiene tantos micrófonos como se los permite su relativa popularidad como, sobre todo, el hecho de que es una instancia reconocida por el gobierno federal y los poderes e instituciones públicas, como interlocutor del Estado.

En la medida en que los medios de comunicación masiva -difusión, insisten algunos- son parte del sistema por el cual los individuos consiguen información de su entorno, el EPR ha intentado hacer saber al conjunto de la nación que además de las reglas predominantes que hacen operar el sistema político en su conjunto, existen realidades que han generado organizaciones y respuestas como las del propio EPR. De todo aquello que no atañe al ámbito inmediato y mediato de su actividad cotidiana, incluidos los partidos políticos y la aparición del fenómeno de la alternancia en el poder, el ciudadano se informa por los medios. Si los medios no canalizan información sobre el EPR ¿quién se va a enterar de su sobrevivencia, de su propuesta, de sus posicionamientos, de su real o virtual cercanía con realidades semejantes a quienes ven televisión gratuita? Menos aún habrá quien les conceda legitimidad ¿cómo reconocerla en quien no existe?

Ciertamente los medios reflejan y crean opinión pública. Son ellos mismos parte del medio ambiente, sujetos y objeto de presiones asociadas al desencadenamiento de fenómenos de rebeldía, de la sumisión de los mismos o del silencio en torno de ellos.

 

Establecimiento de agenda

El núcleo de la función de agenda -agenda setting- es la manera como se sitúan las posiciones, conductas y acciones políticas de ciudadanos y grupos que supuestamente son estructuradas por los medios. Los medios, recuerda Dorine Bregman, pueden no ser exitosos en su intento de decir a la gente qué pensar pero pueden conseguir avances en decir sobre qué pensar. Lo que puede pensar cada quien sobre el EPR es asunto que los medios pueden no determinar pero al privilegiar la omisión de información acerca de esa organización y proponer información, por ejemplo, sobre el EZLN, acerca de declaraciones o realidades sociopolicíacas influye en el conjunto de hechos respecto de los cuales hay que tomar una actitud.

Como se sabe, existen tres tipos de agenda: la de los medios, la de los ciudadanos, la de los actores políticos. Para una organización clandestina, ilegal y relativamente inaceptada como emisor primario, la única posibilidad es crear un espacio de intersección entre esos conjuntos. Convertir su propia estructuración de prioridad y propósitos en motivo de interés para los medios y los ciudadanos.

El EPR, limitado por las reglas, usos y costumbres de la operación de medios que pueden determinar conjuntamente, corporativamente, cuáles temas considerar, cuáles censurar y cuáles repudiar -como en el caso de la iniciativa de Ley Federal de Comunicación Social- parece estar lejos de influir en la agenda del resto de los actores del proceso comunicativo a menos que acuda al elemento militar.

Pardójicamente, su probabilidad se concentra en el ejercicio de un poder que el conjunto del sistema rechaza pero al mismo tiempo es el único medio consolidado de ascender y acceder al espacio público desde la clandestinidad perseguida. Se sabe que la cantidad de las informaciones no corresponden necesariamente a la importancia real de los acontecimientos. De la misma manera, sabemos que la omisión de información no corresponde necesariamente a la nulidad o impertinencia de los planteamientos sociales, económicos y políticos de una organización como el EPR.

Ray Funkhouser, en The Issues of the Sixties: an Exploration Study in the Dynamics of Public Opinion, citado por Bregman, establece que existen correspondencias básicas en la función de agenda de los medios. A saber, 1) está demostrada una relación entre el grado de preocupación de los ciudadanos, expresado respecto de ciertos problemas, y la cantidad de información que los medios dedican a los mismos temas y 2) "el surgimiento de esta sensibilidad del público ante las posturas consideradas está muy ligado con el grado de cobertura mediática".

En otras palabras, indirectamente para el caso del EPR, al ciudadano promedio le quedó demostrado que un fenómeno sociopolítico como el relacionado con el surgimiento del EZLN, si bien ocasiona la conmoción del sistema político, no genera cambios radicales en los fenómenos básicos respecto de los cuales el EZLN se presenta como abierto opositor. Específicamente, el tema de la explotación, los bajos ingresos y en sentido general un proceso de acumulación y distribución del ingreso que está intocado. No hay argumento o fuerza en el mundo que haya demostrado que puede trastocarse. Más bien aparecen ejemplos en sentido contrario y la emergencia de un neoliberalismo con rostro social. Por lo tanto la aparición de otro grupo armado, con menos carisma y difusión, difícilmente puede ser representativo y puntal de la lanza que modifique el esquema general de condiciones.

También dicho de otra manera, para el caso de la afirmación 2), si la cobertura mediática en torno al EPR ha sido mínima en comparación con la brindada al EZLN y es casi nula en comparación con cualquier partido político es de esperarse que se interrumpa la relación natural entre los temas que interesan al público a partir de la difusión que se les da. Es obvio que tiene cierta validez la información según la cual, se da la cobertura que tiene el EPR en el contexto nacional, es decir, mucho menor que la que la misma organización desea y busca tener. Baja cobertura de los medios, bajo impacto en la sensibilidad del público. Baja cobertura por bajo interés para la nación y la nación incluye también a la República de los Medios, con sus propios poderes y soberanías interiores.

Al explicar las aportaciones de quienes llama herederos del enfoque original de agenda setting, Bregman recuerda que el retrato del ciudadano requiere de asumir la complejidad como parte de su comportamiento. La opinión pública -demostraron tales "herederos", entre los que destaca McCombs para este caso-, "lejos de orientarse exclusivamente por las informaciones que recibe, se impresiona ante el contenido simbólico de los acontecimientos y los elementos del mundo real que tienen una implicación respecto de la vida cotidiana....los ciudadanos son susceptibles a los cambios de sus condiciones de vida y han aprendido a trasponerlos en intereses políticos, pero no necesariamente en acciones políticas".

En este caso el avance del EPR es considerable. Ninguna masacre tuvo más auditorio que la de Aguas Blancas ocurrida el 28 de junio de 1995. Los campesinos muertos de la OCSS fueron seguidos por la mirada de millones de televidentes. Eso estaba en la conciencia nacional y en las preocupaciones de la opinión pública. El EPR aparece como respuesta, según la organización se reivindica a través de su Manifiesto de Aguas Blancas, a la impunidad que impidió, dicen, que se juzgara penalmente a quien acusan como principal responsable, el gobernador Figueroa Alcocer quien reivindica amistad con el presidente Ernesto Zedillo.

Al irrumpir en el primer aniversario de ese crimen, colectivo por sus víctimas y por sus victimarios, el EPR nace como respuesta que está armada por el símbolo de la impotencia institucional y se ve obligada a responder por la vía armada. Aunque en la realidad ocurre que la organización precede en su concepción y construcción, por muchos años, al incidente sangriento, probablemente dirigido contra el nacimiento del propio EPR, aparece, ante la opinión pública más sensible a las imágenes que a las palabras, como respuesta justa ante la impunidad que se acusa en el gobierno federal y estatal.

El segundo elemento simbólico que contribuye a establecer como emisor primario y como definidor de la agenda -al menos ese día la aparición del EPR dio la vuelta al mundo, dicen sus propios comandantes- es la combinación de formalidad del uniforme que es idéntico al del ejército federal en su textura y color y la secrecía de rostros encapuchados cuando esa cobertura facial no es vista con antipatía por la población impactada o fascinada por el EZLN. Es posible pensar que los encapuchados sean honestos guerrilleros, podría pensarse o sentirse en la explicación probable del júbilo con que el EPR fue recibido después de la sorpresa.

Otro elemento es el disparo de una salva por cada uno de los campesinos asesinados un año antes. La propia agenda de los eperristas prioriza la búsqueda de empatía con los deudos directos y con las poblaciones que vieron salir a esos campesinos rumbo a Acapulco en una protesta que fue criminalmente saboteada. La alocución en náhuatl presume el mismo interés con la identificación que permita colocarse entre los ciudadanos del estado y un sector de los indígenas de un país que los reconoce nuevamente, a partir del EZLN, como grupo defendible, digno y con capacidad de combatividad y de reivindicación pública y directa.

Son solo algunos elementos simbólicos que impactan a la opinión pública y contribuyen a posicionar al EPR entre los organismos a considerar de una transición mediática cruzada por efectos contradictorios de pánico moral, silenciamiento en espiral y posibilidad menguada de establecimiento de la agenda desde un organismo clandestino, armado y sin cerco militar a la vista.


Salvador Guerrero Chiprés

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