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2000

 

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Una apuesta a la información con nuevas tecnologías desde la sociedad civil.
 
Por Andrés Cañizález
Número 18

Puede sonar a lugar común, pero estamos efectivamente en una nueva era para la información, tiempo marcado por la velocidad y la abundancia. Paradójicamente, en esta época, vivimos días de desinformación, de conocimientos fragmentados, dispersos. Si bien contamos con nuevas fuentes que podrían hacernos creer que son diferentes a las anteriores, las nuevas tecnologías en gran medida han terminado por servir de soporte a los viejos medios y a los tradicionales polos de poder económico y político.

La red de Internet, los satélites, las computadoras, la fibra óptica que nos lleva la televisión por cable, son cada vez más cotidianos en nuestras sociedades de América Latina. Sin embargo, la composición empresarial –por ejemplo- reproduce los mismos esquemas y profundiza una realidad de exclusión comunicacional, que tiene su origen en lo económico.

La nueva plataforma tecnológica, con desniveles asociados a lo económico y también a lo educativo, está presente e impregna a nuestras sociedades desde distintos ángulos. Para un ciudadano común de América Latina la presencia de las nuevas tecnologías en su vida tal vez sea un hecho imperceptible. Mencionamos el caso de los bancos, puesto que el almacenamiento de datos y las redes telefónicas permiten que pidamos un saldo de la cuenta desde cualquier cajero. Las redes de fibra óptica nos ponen 60, 80 ó 100 canales en la televisión por cable, o menos sofisticado aún, en los canales locales es posible ver las señales de las cadenas estadounidenses de noticias CNN o CBS, esto gracias al satélite y sin necesidad de tener una antena en el patio de la casa o la terraza del edifico.

Cada uno de estos hechos nos coloca cotidianamente en contacto con las nuevas tecnologías, con esa plataforma técnica que en el caso de la información ha permitido que la misma viaje con más rapidez y en mayores volúmenes, en proporciones solamente soñadas años atrás.

Laboralmente, los últimos años significaron un cambio importante para quienes trabajamos en el mundo de la información, de la comunicación. Por ejemplo, en las agencias de noticias en cuestión de una década literalmente se saltó de la máquina de escribir y el viejo teletipo, que se conectaba a una línea telefónica internacional, al uso de las computadoras y con ellas el correo electrónico y la red de Internet.

El público también ha tenido su parte en el nuevo escenario. Colocamos el ejemplo de cómo CNN y CBS son señales cotidianas entre los espectadores latinoamericanos, hechos similares se han vivido en el mundo de la radio y en la prensa escrita. Hoy al abrir cada uno de los principales diarios de nuestras ciudades estos exhiben con orgullo su asociación internacional con páginas de medios como The Wall Street Journal o Financial Times.

Aún desde lo local, desde nuestra cotidiana vivencia, tenemos mayores posibilidades de ver el mundo, a la par que también es cada vez más común la posibilidad de ver lo que dice el mundo sobre nosotros. Cuando hablamos de nuevas tecnologías e información difícilmente nos quedaremos en un plano meramente técnico. La información, sus posibilidades de incidir en la opinión de las sociedades y en la definición de prioridades dentro de las agendas públicas, es un asunto harto importante para el poder establecido. Pero asimismo, las corrientes de información alternativas a ese poder –construidas desde la sociedad civil- tienen en este momento un recurso valioso, y comparativamente económico, gracias precisamente al desarrollo tecnológico actual.
 
1. La construcción de alternativas

Entre decenas de emisoras comunitarias y alternativas de América Latina existió desde siempre la necesidad de contar con un servicio de información que representara sus intereses o en todo caso que presentara los hechos con una lectura desde la sociedad civil, desde el punto de vista de organizaciones y movimientos sociales, desde los intereses de las mayorías.

Durante años se realizaron intercambios de programas grabados en cassettes. Pero estos llegaban tarde, muchas veces se perdían en el correo. Difícilmente podíamos hablar de noticias con programas que llegaban dos o tres semanas después. Y como es bien sabido en el lenguaje radiofónico poco espacio hay para dedicarse a sesudos análisis, que es lo que podía enviarse en aquellos cassettes que llegaban con tanto retraso. Las radios requieren de información oportuna y con una redacción ágil.

El uso del fax, en la década de los 80, alumbró muchas cabezas interesadas en este intercambio de información. Pero hablamos de centenares de emisoras regadas en tantos países, que era insostenible económicamente un proyecto que previera el intercambio diario de información con llamadas internacionales.

En esos años las grandes agencias de información tenían el teletipo y las redes de comunicación telefónica, pero esto se sostenía gracias a los subsidios de Estados o de grupos de grandes periódicos, además de que ya contaban con una estructura instalada desde décadas atrás. La aparición y popularización de la red Internet y del correo electrónico es lo que finalmente hizo posible que se creara la Agencia Informativa Púlsar, en 1996. Las nuevas tecnologías permitieron que se echara a andar el viejo sueño de un servicio informativo diario, con información inmediata, con un presupuesto mínimo, y que se destinara a satisfacer necesidades informativas de radios comunitarias, ciudadanas, locales e independientes latinoamericanas y caribeñas.

Esta plataforma tecnológica, de Internet y correo electrónico, posibilita que desde Quito se coordine una agencia informativa con una veintena de corresponsales en América Latina, el Caribe y Europa, al tiempo que se envían diariamente noticias a más de 2.000 suscriptores en 53 países y se actualice tres veces por día la página web.

Las nuevas tecnologías son precisamente el soporte para esta experiencia de comunicación ciudadana. Púlsar no habría sido posible, por razones económicas, sin Internet y el correo electrónico. Estos dos elementos nos permiten tener, por un lado, un intercambio cotidiano con los corresponsales en diversos países y al mismo tiempo enviar el volumen de información que sea necesario a cuantas personas e instituciones alrededor del mundo lo soliciten.

Púlsar hace énfasis en una lectura de los hechos con una óptica desde la sociedad civil, de los ciudadanos y ciudadanas. Tiene líneas temáticas definidas en las cuales los grandes medios no ponen el peso: infancia, las mujeres como protagonistas, indígenas y ambiente. Por una parte, esto nos diferencia, pero asimismo el perfil apunta a una lectura de los "grandes hechos" de cada día desde los intereses de las sociedades y de las mayorías de esas sociedades.

Todo ello nos coloca entre las experiencias de una comunicación alternativa, en sus contenidos, y esto lo combinamos con criterios profesionales, los de cualquier agencia, en el sentido de ofrecer información oportunamente y con una redacción ágil, pues dirigimos nuestro trabajo a emisoras de radio. Adicionalmente, las nuevas tecnologías están posibilitando que las distintas voces de las sociedades de América Latina y el Caribe puedan ser escuchadas directamente. Uno de los retos en Púlsar, con la ayuda de ciertos programas técnicos, es colocar la propia voz de los protagonistas sociales bien sea entre nuestros suscriptores por correo electrónico o en la página web, para efectivamente construir esa pluralidad de opiniones y puntos de vista, algo tan necesario en nuestras sociedades y medios.

Coloqué el ejemplo del trabajo que hacemos en la Agencia Púlsar por ser el que está más a la mano, por ser algo que desde Ecuador se está haciendo con una intención internacional y por ser una experiencia en la cual las nuevas tecnologías han jugado y jugarán un papel primordial para su ejecución y desarrollo. Púlsar llega a suscriptores en 53 países, a muy bajo costo, gracias al correo electrónico, con un servicio gratuito que no tiene fines comerciales. CNN es vista en todo el mundo, el satélite permitió que esas siglas se convirtieran en una referencia mundial cuando hablamos de información, claro que dentro de un emporio empresarial de grandes dimensiones. La nueva plataforma tecnológica permite este tipo de expansión y el reto desde la sociedad civil es aprovechar al máximo las posibilidades de interconexión, de tejer redes y tender puentes entre grupos organizados, entre pueblos y culturas, donde todos tengan voces propias y todos tengamos acceso.

2. Desinformación en la era de la información

Gracias a las nuevas tecnologías asistimos, como nunca antes en la historia humana, a la posibilidad de una comunicación, de un intercambio, de flujos de información efectivamente globales. Es posible recibir en un casillero electrónico mensajes, literalmente de cualquier parte del mundo, los cuales sólo tardan escasos segundos o minutos en recorren miles de kilómetros. Se puede viajar alrededor del mundo y en cualquier computadora con acceso a Internet ver los mensajes de amigos o familiares al otro lado del planeta. Es posible escribir una sola carta y hacerla llegar en el mismo instante a 1.000 o más destinatarios.

Las ideas, la información, viajaron durante gran parte de la historia de la humanidad al ritmo, a la velocidad que permitía el caballo, el barco, el camello. Sólo con la aparición del telégrafo en 1844 es que por primera vez un mensaje logró desplazarse más rápido que el hombre. Durante miles de años los hombres esperaron noticias que les traían otros hombres, pero además eran noticias, novedades, ideas y creencias religiosas, que tardaban meses o años en llegar y que eran relatadas oralmente.

La aparición de la imprenta en 1440 significó la multiplicación de la información, del conocimiento, pero aún así se necesitó cuatro siglos más para que lo escrito pudiera viajar por el mundo de una forma más rápida que la velocidad que le daba un mensajero humano. Con los adelantos tecnológicos que nos acompañan en los últimos años efectivamente tenemos, desde el punto de vista técnico, posibilidades de hablar genuinamente de una globalidad, mundialización, en materia de información. Esto no fue vivido en términos semejantes por otro grupo humano en la historia, pero al mismo tiempo estamos literalmente avasallados por las posibilidades que surgen cada día. Como nunca antes el exceso de noticias y posibilidades de encontrar información, por ejemplo en Internet, pueden contribuir con la desinformación. No está mejor informado el que más noticias lee, ni es mejor un canal de información por la abundancia de su servicio.

Carlos Valle, secretario de la Asociación Mundial de Comunicadores Cristianos (WACC, por sus siglas en inglés) es particularmente enfático al recalcar que vivimos en un mundo con un volumen avasallador de información, pero que mucha de esta información no tiene valor alguno, lo cual provoca que estemos falsamente informados o tan desinformados como siempre. El exceso de información que caracteriza a Internet puede ser un espejismo pues muchas veces eso se confunde con democratización de la comunicación. No vamos a tener una democracia informativa si todos y cada uno de nosotros tenemos una página personal en Internet, es el espejismo que nos vende la red mundial. Valle nos apunta que nos confrontamos a una torre de babel de la comunicación en este cambio de milenio, pero la misma es monolingüe.

Las tendencias apuntan a que Internet puede terminar convertido en un lugar donde sólo un puñado de grandes empresas estadounidenses marquen la pauta, y estas firmas llevan a la red a ser un mercado virtual, para facilitar la compra y venta de bienes, productos y acciones. Si esto se consolida, entonces habremos perdido la posibilidad de que una expresión técnica novedosa ayudara al mundo a intercomunicarse, a crear efectivamente una comunidad global de información.

Si la red mundial de computadoras se convierte mayormente en un espacio donde las personas ingresan para comprar, las grandes compañías para vender y los nuevos conglomerados empresariales para marcar las pautas en términos de contenidos, entonces de qué posibilidades democráticas hablamos.

El 83 por ciento del contenido de la web es comercial, según determinó un estudio del Instituto de Tecnología de Georgia. La tendencia es creciente a que tenga ese perfil de espacio para la negociación e intercambio comercial, especialmente en Estados Unidos y Canadá, donde se concentra el 54 por ciento de los conectados a la red. El 90 por ciento de las transacciones comerciales electrónicas tienen lugar en territorio estadounidense.

La nueva concentración en la producción y difusión de información, asociada a una carga simbólica y comercial, nos hacen insistir en la necesidad de un amplio debate sobre este matrimonio entre comunicación y globalización. Como ha venido insistiendo una de las propuestas de ALAI, este debate debería producirse en el seno de una conferencia específica sobre el tema en el marco de Naciones Unidas.

Esa concentración y las tendencias que de ella derivan son las que nos hacen insistir en la necesidad de puentes dentro de la red de Internet, en vista de su condición de expresión símbolo de las nuevas tecnologías. Necesitamos construir espacios reales y virtuales, puntos de encuentro, cruce de caminos, para la información, para la comunicación democrática. Y no hablamos de colocar repetidoras en español, para la señal de las grandes agencias o consorcios empresariales, sino de efectivamente levantar flujos de información con el uso del soporte tecnológico moderno, a la par que apunten a representar los intereses, necesidades y apuestas de nuestras sociedades. Estas construcciones con la posibilidad de ser expresiones propias, democráticas, dentro de una globalidad o mundialización que nos da la técnica, son para estar en intercambio e interacción con otras expresiones y experiencias a lo ancho y largo del mundo.

Dentro del mundo globalizado insistimos en lo diverso, en lo diferenciado, que se contrapone necesariamente a las redes mundiales de información que con el uso de las nuevas tecnologías homogeneizan, compactan y fragmentan los hechos y realidades. La cuestión no es saturar con información fragmentada, desvinculada de otros acontecimientos o sucesos, ya que las nuevas tecnologías nos permiten efectivamente reproducir y transmitir cantidades inimaginables de noticias, por ejemplo.

3. El nuevo diálogo global y ciudadano

La apuesta pasa por flujos de información, que gracias a la técnica se transmitan de forma oportuna, a muy bajo costo. Pero ello debe responder a las necesidades de información de las sociedades y personas. Al abordar lo local, concebimos un espacio en el cual quienes reciben información puedan a su vez protagonizar las noticias, porque esto es posible. Mientras que la lectura de lo distante, de lo foráneo, sea desde los intereses de las mayorías de cada grupo, de cada país.

Las nuevas tecnologías en su interrelación con la información posibilitan ese salto y diálogo entre lo local y lo global, en una interacción donde no hablemos de sólo un grupo que produce y distribuye los contenidos, mientras que el resto exclusivamente se limita a recibir. Es posible, y a ello apostamos, a que con el uso de estas nuevas tecnologías se genere un diálogo real, en distintos niveles, sea local, nacional o internacional. Con participaciones y protagonistas desde diferentes sectores y niveles sociales. Con modelos de participación en el seno de los flujos de información es que efectivamente podemos hablar de democracia y de las posibilidades democráticas que nos brindan expresiones técnicas como la red Internet.

Al visualizar una situación de marcada desigualdad, que algunos autores ya ubican en las categorías de "info-ricos" e "info-pobres", el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas, en su informe sobre desarrollo humano de julio de 1999, apuntaba al menos cuatro sugerencias para una aplicación inmediata.

Primeramente es indispensable la distribución de equipos entre la población. El uso de los equipos de informática debería ser grupal y contemplar la formación de los ciudadanos, sin exclusiones, para hacer uso de las nuevas herramientas.

Las nuevas tecnologías en su matrimonio con la información deben conducir a la diversidad y pluralidad. Ello implica la producción y diseminación de noticias y protagonismo de culturas locales. Otra recomendación apunta a la adaptación de las nuevas tecnologías a las necesidades de cada área, con lo cual partimos de la necesidad de crear y adaptar programas para responder a la especificidad de comunidades o países. Es un rechazo a la uniformidad, que bajo el manto de globalización se nos presenta hoy día. Finalmente, para Naciones Unidas deben darse formas innovadoras para financiar la expansión, entre la población, de lo que ha venido en llamarse la sociedad de la información, del conocimiento.

Junto a estas recomendaciones para sociedades de información democráticas, sin excluidos de ningún tipo, cobra fuerza el papel que deben jugar las organizaciones y movimientos sociales, para apropiarnos de las herramientas y construir el diálogo global y ciudadano que nos permite las nuevas tecnologías.

Bibliografía consultada:

  • ALAI. Ciudadanía global y derecho a la comunicación. En: América Latina en movimiento. Nro.299. Quito, 15.09.99.
  • Huyghe, François-Bernard. Quando as idéas andavam a pé. En: O Correio da Unesco. Nro. 8. Rio de Janeiro, agosto 1997.
  • Informe sobre Desarrollo Humano-PNUD. Cable de la agencia EFE. Nueva York, 12.07.99.
  • Valle, Carlos. La torre de Babel de la comunicación es monolingüe. En: Signos de Vida. Nro.13. Quito, septiembre de 1999.
  • Waterman, Peter. El mundo feliz de Manuel Castells. En: Nueva Sociedad. Nro. 157. Caracas, septiembre-octubre 1998.

Andrés Cañizález
 

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