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Pensamiento abierto y eficacia transformadora.
-Notas para repensar nuestros proyectos de educación y comunicación-
 
Por Eduardo Baldeón Larrea
Número 18

A Laura y Andrés

De muchos lados brota la necesidad de establecer principios de explicación (paradigmas) más ricos que aquellos principios clásicos (deterministas y reduccionistas) que durante muchos años acompañaron nuestra concepción del mundo y de la transformación social. A menudo experimentamos que nuestros referentes teóricos así como nuestras formas de intervención y actuación resultan insuficientes para desenvolvernos en un contexto caracterizado por un entramado complejo y por sucesivas y veloces transformaciones.

Una red muy amplia de organismos civiles desarrollan multiplicidad de proyectos educativos y de comunicación como formas privilegiadas de intervención social transformadora. Los cambios ocurridos en los últimos años nos exigen una revisión a fondo de nuestros discursos y prácticas institucionales. En primer término, precisamos trazar las coordenadas y los sentidos que den sustento y orientación a nuestros proyectos. El presente trabajo pretende aportar algunas reflexiones en esa dirección.

  1. El contexto actual: riesgo de colapsos y transformaciones profundas y veloces.
Partiré de una caracterización del tiempo y la sociedad actual a partir de cuatro elementos: a) riesgo de colapso social y ecológico, b) profundos cambios en las formas tradicionales de relación social, c) un ambiente social dominado por el escepticismo y la crisis de sentidos, y, d) rupturas en las formas de relación de la sociedad con la información y el conocimiento.  
  1. Riesgo de colapso social y ecológico.
  2. Como nunca antes, la vida en sus variadas formas y expresiones se encuentra gravemente amenazada. El predominio absoluto del mercado ha colocado al hombre y a la naturaleza como meros apéndices de un frenético movimiento universal que puede conducirnos de manera irremediable a la autodestrucción. Pareciera que nadie puede existir sin integrarse a las exigencias de competencia-eficiencia participando de algún modo en el aplastamiento de la vida. Movido por la codicia e irracionalidad, el sistema engendra su propia autodestrucción al no distribuir socialmente la riqueza generada y al no preservar sus fuentes de producción.

    Nos encontramos ante la más profunda y explosiva polarización social que conozca la historia de la humanidad. Poblaciones enteras no sólo han sido excluídas del mercado actual sino que carecen de cualquier opción para su inserción a futuro. De acuerdo a datos ofrecidos por el Banco Mundial, dos terceras partes de la humanidad-más de 3 mil millones de habitantes- padecen miseria. A nivel mundial y al interior de los países se han configurado islas de esplendor rodeadas por inmensos mares de pobreza. Las proyecciones prefiguran un panorama aún más desolador. Si bien se extiende la consciencia sobre los agudos dolores sociales que afectan a la mayor parte de la población mundial, estamos muy distantes de contar con organismos y mecanismos internacionales que actúen como sistemas permanentes de compensación y de reequilibrio internacional. La Conferencia de Copenhague (1995) por primera vez llevó cabo una evaluación a fondo de los desequilibrios sociales del planeta pero poco o nada se ha avanzado en la aplicación de alternativas.

    En medio de este panorama los fundamentalismos de diverso signo -en particular el fundamentalismo neoliberal- nos ofrecen como triste consuelo la certeza de que todos moriremos con la convicción de que teníamos la razón. El último en morir será el triunfador.  

    El señalamiento de los riesgos que nos rodean no pretende constituirse en un vaticinio aterrador que incremente el estado de escepticismo personal y de impotencia institucional que nos rodea. Al contrario, nos interesa contribuir a la renovación de una visión-pasión movilizadora de fuerzas que den razón de nuestra esperanza

  3. Cambio en las tradicionales formas de relación social.
En contraste con lo anterior advertimos como rasgo esperanzador los significativos cambios que vienen operando en las tradicionales formas que caracterizaban la relación entre los individuos, entre éstos y el poder público, entre éstos y la naturaleza.

Quizá la expresión más notoria de estos cambios pueda apreciarse en las relaciones de género. La lucha tenaz y persistente de las mujeres está dando lugar a relaciones caracterizadas por la equidad y el respeto entre los géneros. Algo semejante podemos decir de la lucha de los pueblos indígenas que aspiran legítimamente al reconocimiento de su cultura y de sus derechos así como a su inclusión plena dentro de los Estados nacionales. Los levantamientos de los pueblos indígenas de Ecuador y México, resultan ilustrativos al respecto. Podemos extender esta constatación a los cambios que están ocurriendo en la relación entre generaciones: los/las niños/as y los/las jóvenes respecto de los/las adultos/as.

Todos los ejemplos señalados apuntan a la construcción de relaciones de equidad y respeto entre semejantes y entre culturas. Pero, el impacto y alcance de estos cambios en las relaciones sociales va más allá todavía: también están mudando las formas de relación de los/las ciudadanos/as con el poder público. Los/las ciudadanos/as desean participar y ser tomados en cuenta en aquellos asuntos que pueden afectar su interés.

Es preciso reconocer también que se está extendiendo una sensibilidad cósmica que vislumbra una nueva forma de relación con la naturaleza. En sectores cada vez más amplios se anida la convicción de que formamos parte de un cosmos que debe ser cuidado y recreado con responsabilidad y ternura

De todos estos cambios se deriva también una nueva forma de mirarse y relacionarse de cada quien consigo mismo. Tomar plena consciencia de la individualidad y trabajar sobre la autoestima puede parecer a muchos una tarea secundaria y una formulación light. Por el contrario, si no proyectamos hacia nuestro interior una mirada crítica pero al mismo tiempo bondadosa y sin un esfuerzo por atendernos y conocernos mejor estaremos cerrando el paso a la necesidad de edificar lo que en lenguaje de los 60's y 70's se denominaba el hombre nuevo. La idea contenida en tal expresión debe ser recuperada y actualizada con fuerza en la formulación: mujer nueva y hombre nuevo.

Ciertamente se trata de transformaciones que operan en el ámbito de la cultura y que transitan con un ritmo exasperantemente lento. Es mucho lo que queda por avanzar en este sentido, pero son las transformaciones culturales las que dan cimiento sólido a cualquier proceso de transformación social.

 

c) El ánimo social: escepticismo y crisis de sentidos.

El estado de ánimo de la sociedad estaría dominado por el desencanto, el escepticismo y la crisis de sentidos ante el desplome de la ideas totalizadoras y el fracaso de la promesa de progreso indefinido abanderados por la modernidad y la revolución industrial y tecnológica. Diversos/as estudiosos/as convienen en caracterizar a la sociedad y el tiempo actuales como la posmodernidad cuyo rasgo central sería el desencanto social.

Dicho desencanto se extiende hacia a las instituciones tradicionales (Estado, iglesia, partidos...) poniendo en cuestión el carácter piramidal de sus estructuras así como sus métodos cupulares de decisión.   

d) Cambios en las formas de producción, organización y relación con el conocimiento y la información.

De manera particular, quiero extenderme en este punto dadas sus implicaciones sobre los procesos de educación y comunicación. Considero, además, que es un tema en el cual se ha reparado poco al interior de los organismos civiles.

En efecto, está en curso una profunda y cualitativa ruptura en la forma en que la sociedad se relaciona con el conocimiento y la información. Hemos prestado mayor atención a la espectacularidad contenida en la revolución tecnológica y su impacto sobre las actividades productivas. Sin embargo, en materia de conocimiento e información nos encontramos ante un proceso sinérgico y acumulativo de profundidad y alcance insospechados. Un dato que ilustra lo anterior lo podemos apreciar en el hecho de que "... los nuevos conocimientos adquiridos en los últimos veinte años corresponden grosso modo al conjunto de los conocimientos técnicos que la humanidad acumuló a lo largo de toda su historia. (Por ejemplo) un balance del estado del arte en términos de conocimientos sobre el cerebro, realizado a mediados de 1995, constataba que el 95% de tales conocimientos habían sido desarrollados en los cincos años anteriores"

  1. Del racionalismo a la Razón dulce
Durante un prolongado período el racionalismo sofocó a la razón y levantó un pensamiento mutilador que condujo a visiones y formas de intervención social que resultaron también mutiladoras.

Por otro lado, el racionalismo desechó todas las cualidades sensibles como formas de conocimiento y desdeñó los saberes contenidos en culturas milenarias a los que consideraba saberes marginales. Para conocer el mundo era preciso abandonar todas nuestras sensaciones, impresiones, emociones, deseos, afectos: en suma, nuestra subjetividad. Lo objetivo se identificaba con lo racional y científico, mientras que lo subjetivo se asociaba con lo irracional o lo pasional, como aquello que era incapaz de ofrecer proposiciones rigurosas y universales. De la subjetividad y de los saberes marginales habrían de ocuparse los libros de los sabios y la literatura pero no los tratados de la ciencia.

La reivindicación en curso de tales saberes no se propone el desconocimiento del saber de la razón; por lo tanto, no se trata de negar la ciencia y la objetividad sino de cuestionar su hegemonía como única forma de conocimiento válido y verdadero.

La razón responde a la necesidad de formular una visión coherente de los fenómenos, de las cosas, del universo. En ese sentido, podemos afirmar que la razón tiene un aspecto incontestablemente lógico. Pero de este reconocimiento no se desprende ni justifica un desdén por los otros saberes.

En este punto se impone una necesaria distinción entre racionalismo y racionalidad.

Racionalismo: Poseemos una tendencia a apartar de nuestro espíritu lo que va a contradecirlo tanto en filosofía como en política, a rechazar los argumentos contrarios y a encerrar la realidad en un sistema de pensamiento. Todo aquello que contradice nuestros esquemas es ignorado, aislado o apreciado como ilusión o apariencia. Cuando nos domina esa tendencia a encerrar la realidad acabamos formulando explicaciones simplistas de aquello que nuestra razón no alcanza a comprender. Prestamos atención especial a aquellos aspectos que favorecen nuestras ideas y creencias.

El racionalismo consiste, entonces, en encerrar la realidad en un sistema de ideas.

Racionalidad: La racionalidad admite que nuestro sistema lógico es insuficiente para comprender el todo; que el universo es mucho más rico y complejo de lo que podemos concebir. En este caso, la razón no tiene la pretensión de agotar la comprensión de la totalidad sino de dialogar permanentemente con ella. En todos los casos este sistema lógico reconoce que alcanza una comprensión siempre parcial de la realidad. Un actitud de díálogo con la realidad requiere de un sistema de pensamiento abierto.

Si bien racionalidad y racionalización tienen un mismo origen, no existe una frontera nítida entre una y otra por lo cual debemos estar atentos y no deificar la razón que es nuestro instrumento de conocimiento pero que deberá ser sometido a la autocrítica y mantenerse atenta los datos y perspectivas que enriquecen y/o modifican nuestras ideas.

Se trata, en definitiva, de no perder de vista que la finalidad del conocimiento no es la de formular los secretos del mundo en una ecuación sino la de dialogar con el misterio del mundo. Ese diálogo ha de hacerse con la razón pero también desde nuestros sentimientos y vivencias e incorporando las perspectivas y saberes que provienen fuera de la ciencia.

La expresión razón dulce, acuñada por Milan Kundera, me parece muy sugerente para adoptarla como definición de un sistema de pensamiento abierto. De una vez por todas debemos asumirnos como seres sentipensantes -expresión de Eduardo Galeano- Sentimiento y razón constituyen aspectos inseparables en el ser humano. La fuerza de la pasión nos empuja a la realización de nuestros sueños e ideas.

Tengo el convencimiento de que el momento actual reclama una actitud humilde y abierta que nos permita poner en cuestión nuestras creencias básicas. Ponerlas en cuestión no significa en modo alguno una invitación a abandonarlas o a su relativización absoluta. Significa más bien, proyectar nuevas miradas y enfoques para complejizarlas, reformularlas y enriquecerlas; significa: adoptar una actitud receptiva que nos permita ampliar la mira a la hora de formular las alternativas. Se trata, por así decirlo, de un movimiento de desplazamiento o descolocamiento epistemológico que nos lleva a captar la realidad desde distintos ángulos y nos trae de regreso a nuestras convicciones y creencias básicas pero con una mirada complejizada y renovada. Por otro lado, es impensable un proceso de conocimiento y aprendizaje sin tales descolocamientos.  

  1. El paradigma de la complejidad.
  2. La primera tarea que tenemeos por delante es la de reconstruir nuestros referentes teóricos, los principios básicos, las coordenadas conceptuales que han de orientar (no encuadrar) nuestro pensamiento así como nuestros proyectos. Dicho de otro modo, necesitamos de un paradigma; es decir de un sistema de pensamiento o piedra angular que nos ofrezca perspectiva de análisis y explicación de una realidad caracterizada por la complejidad. Dado que un paradigma constituye una piedra angular del pensamiento, ella tiene efectos sobre la ciencia, la sociedad, la política, la educación, la comunicación.

    Edgar Morin, pensador francés -cuya obra me permito recomendar ampliamente y en la cual me apoyoa para muchas de las reflexiones contenidas aquí- propone la noción de complejidad como paradigma que puede permitirnos un diálogo abierto y fecundo con el universo.

    En primer término -sostiene Morin- el paradigma de la complejidad no es una receta o una respuesta para nuestras búsquedas e incertidumbres sino un desafío e incitación para pensar, para concebir e imaginar la realidad desde diferentes ángulos y perspectivas. Es la posibilidad de pensar el juego infinito de interacciones, brumas, incertidumbres, paradojas y contradicciones contenidas en el universo y en los fenómenos sociales. Por lo tanto, la noción de complejidad se nos presenta como un punto de partida para un pensamiento multidisciplinario que intenta concebir la interrelación, la articulación, la identidad, la diferencia y que reconoce los rasgos de confusión, desorden, ambigüedad, presentes en la realidad. En ese sentido, el método de la complejidad es una invitación a romper los círculos cerrados, a restablecer las articulaciones entre lo que se encuentra desarticulado, a intentar comprender la multidimensionalidad; a pensar la singularidad, la localización, la temporalidad; a tener en cuenta la totalidad pero sin pretensiones absolutistas

    La complejidad es como un tejido en conjunto, el tejido obtenido a partir de hilos diferentes que se transforman en uno solo. Todo eso se cruza y se vuelve a cruzar, se teje y se vuelve a tejer para formar la unidad de la complejidad; pero esa unidad no destruye la variedad ni la diversidad de las complejidades que lo entretejieron. Cada hilo es singular en sí mismo, pero cada hilo tiene camino recorrido (historicidad) para llegar a ser lo que es (complejidad), Visto así, lo complejo es "...el tejido de acontecimientos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, incertidumbres, que constituyen nuestro mundo fenomenal" (Morin p. 20).
       

  3. Pautas para nuestros proyectos de educación y comunicación. Hacia una eficacia transformadora.
La profundidad de los cambios ocurridos reclama como respuesta formas de intervención social radicalmente distintas por parte de los organismos civiles. Necesitamos ser eficazes pero no a la manera exigida por el mercado. Para el mercado la eficacia está asociada a un modo de producción y consumo que tiene efectos depredadores y devastadores sobre la humanidad y la naturaleza. A ese concepto de eficacia impuesto por la globalización, debemos oponer una eficacia transformadora; es decir, desarrollar todas nuestras capacidades y potencialidades a fin de ensanchar las posibilidades de una vida plena para nuestros pueblos.

A partir de las ideas planteadas en el presente trabajo, me permito esbozar algunos retos y tareas para nuestros proyectos de educación y comunicación.

  • Reconstruir las coordenadas conceptuales. Ya he insistido en la necesidad impostergable de establecer paradigmas y conceptos que nos proporcionen claves de lectura de la realidad pero que también orienten el conjunto de nuestras reflexiones y de nuestros proyectos. Tenemos pues, la necesidad de actualizar y ordenar nuestras concepciones. Se impone al interior de nuestras instituciones y proyectos un estudio serio y sistemático acerca de los conceptos y tendencias básicas que están configurando un nuevo sistema de pensamiento abierto.
Si adicionalmente tomamos en cuenta que el entorno comunicacional de las personas está saturado de mensajes, datos e información desarticulada se torna más aguda la necesidad de contar con claves paradigmáticas. Sin tales coordenadas que nos ayuden a navegar en medio de los océanos de información que nos abruman tendremos muchas dificultades para articular un análisis coherente de la realidad social.
 
  La sensación de extravío que suele experimentarse al navegar en los océanos de información de la ciberred o internet, puede presentarse también en el ámbito de las ideas. Estamos expuestos a una cantidad infinita de ideas y mensajes que congestionan, inhiben o bloquean la capacidad de comprensión y análisis. Lo fundamental, entonces, no es cuánta información manejamos sino la calidad de la información y de los datos disponibles así como la capacidad para relacionarlos y articularlos en un análisis coherente y convincente.  
  • Transcender lo general y conceptual. Junto con lo anterior precisamos establecer ¿Qué tipo de conocimientos necesitamos edificar para transformar la realidad y para propiciar el empoderamiento de los sujetos sociales tomando en cuenta los cambios referidos y partiendo de la idea de que educar es cultivar, crecer desde dentro? ¿Qué universo de conocimientos y con qué enfoques?
Es insuficiente sostener los ideales sin apuntar los "comos". Los marcos generales y los contextos resultan indispensables pero a todas luces insuficientes. Dichos marcos orientan y ubican pero no ayudan a operar.

La intervención transformadora de la realidad precisa de conocimientos e instrumentos específicos. En cualquier proceso los comos son una mediación indispensable. Si bien hay distintas formas de intervención y acción, cada una conserva métodos y procedimientos específicos.

  • Crear las condiciones políticas e institucionales para redireccionar el uso de las tecnologías de información y comunicación a fin de que ellas sean pilar de enriquecimiento social.
Por condiciones políticas entendemos una intensa labor de educación, discusión y cabildeo para generar en la sociedad (no en instituciones estatales) mecanismos de regulación sobre los medios de comunicación y las tecnologías de información para su transformación y adaptación a los deseos y necesidades de nuestros pueblos.

Sugerimos que los espacios de regulación -que bien podrían denominarse consejos de calidad a fin de quitarles la carga negativa que tienen la expresiones regulación y/o control- estén dirigidos por actores de la sociedad civil para evitar que la supervisión por parte de entidades estatales se traduzca en una relación de censura o de complicidad con los medios masivos de comunicación.

Es inviable pensar en que los mecanismos del mercado aseguren el equilibrio de los procesos . Se requiere nuevas reglas de juego y la fuerza institucional para vigilar su aplicación.

Por condiciones institucionales nos referimos a la necesidad de conocer y aprovechar el potencial tecnológico (informática e información) como elemento re-equilibrador del conocimiento y la sociedad.

  • Impulsar el debate sobre una re-definición de lo público. De la mano de lo anterior va la idea de que es importante impulsar un amplio debate orientado a una redefinición de lo público. Es una cuestión de sobrevivencia. Para asegurar la sobrevivencia del planeta y el reconocimiento y respeto de la pluralidad hace falta una profunda reformulación de la noción interés público
El debate sobre la naturaleza de la comunicación y de los grandes medios de comunicación debe inscribirse en la reformulación de lo público. La comunicación debe ser catalagoda y/o ratificada con toda claridad como un asunto de interés publico.
  • Orientar nuestros proyectos hacia la constitución de ciudadanía universal: Siempre en relación con los temas anteriores necesitamos "disociar el ejercicio de la ciudadanía del cuadro estrecho de la nacionalidad en el cual se ha mantenido. Atrapados, muchas veces, entre discursos que colocan el debate entre dar más poder a las empresas o al Estado, olvidamos que la sociedad no se divide en empresarios y Estado. Hay que restituir al ciudadano/a formas eficaces de control sobre el Estado y las empresas"
Nuestros proyectos por lo tanto deben orientarse hacia la constitución de sujetos de ciudadanía, como concepto que tiene que ver no sólo con la democracia sino con la calidad de vida. No es concebible la calidad de vida sin que existan sujetos ciudadanos.
  • Educación y comunicación en diálogo con la pluralidad y divulgación de la pluralidad: Nuestros proyectos de educación y comunicación deben realizarse en diálogo con la pluralidad y deben promoverla y divulgarla. La educación y comunicación están llamadas a jugar un rol decisivo en la formacíon de actitudes y valores y en la configuración de puntos de vista. En ese sentido todo proyecto educativo y de comunicación es directivo. "Cuando un educador dice que es igual al educando, o es un mentiroso o es un incompetente. El educador es diferente al educando por el sólo hecho de ser educador. No existe educación no directiva". (Paulo Freire). Toda intervención social también es directiva.
  • Reconocer que comunicación y aprendizaje siempre son procesos de asimilación-resignificación entre lo que se conoce y las nuevas informaciones. Los sujetos resignifican la información, aún cuando en muchos casos se lleve a cabo de una manera silenciosa. Los destinatarios de nuestras acciones educativas y de nuestros proyectos de comunicación poseen un horizonte de significación propio que da lugar a una negociación de sentidos. Por lo tanto, no hay una reproducción mecánica de lo comunicado o transmitido.
Los saberes previos de que disponden las personas no sólo deben ser reconocidos sino valorados pues ellos actuán como filtros (redes de resignificación de la información). Tales saberes no se componen únicamente de conocimientos sino también de cultura y afecto. Ese conjunto configura lo que llamamos representaciones, mentalidades o imaginarios.
  • La incorporación de nuevas dinámicas de conocimiento y nuevos contenidos en la educación y la comunicación. El conocimiento, sustancia de la educación, se constituye en el recursos estratégico del desarrollo actual y se coloca en el centro de los procesos de transformación social. En nuestro caso ese conocimiento ha de reconocer saberes preexistentes e incorporar nuevos contenidos.
Por esta y otras razones, la educación se presenta como una oportunidad de influir y construir el desarrollo. Esto no será posible sino repensamos la dinámica de construcción y articulación del conocimiento en el amplio sentido así como el rol del educador, en tanto, mediador del proceso de aprendizaje.

La expresión "saber es poder" cobra una renovada vigencia. Información es poder. Conocer es poder. Y, si el poder se asocia a la capacidad de incidir, el real empoderamiento de la ciudadanía pasa, hoy en día por el dominio de la información y el conocimiento. Y dicho conocimiento debe incorporar nuevos contenidos.

Si reconocemos, por ejemplo, que muchos conflictos y patologías personales, institucionales y sociales tienen origen en problemas de comunicación es necesario incluir en nuestras acciones el estudio y debate sobre los procesos de comunicación. Precisamos, además, desarrollar habilidades para saber comunicar(se) de manera clara, ordenada y convincente las ideas.

Asimismo, necesitamos aprender a reconocer y lidiar positivamente con el conflicto. Saber convivir y saber asumir creativamente un conflicto requieren de aprendizajes e instrumentos específicos.

Colofón: Hay que evitar la aceptación apresurada de que todo cambió. Actuar así nos conduce a cancelar u olvidar viejos temas y problemas. Pero al mismo tiempo es indispensable ubicar con claridad la profundidad y alcance de los cambios para responder con eficacia transformadora. Los tiempos actuales reclaman pensamientos y actitudes abiertas sin desmedro de los principios que han orientado la misión de los organismos civiles. Y junto con un pensamiento abierto precisamos un compromiso y una pasión renovadas con la aspiración de una vida plena para nuestros pueblos.

México, D.F:, abril , 2000


Eduardo Baldeón Larrea

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