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2000

 

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Las industrias audiovisuales de México a partir del TLC. Una lectura desde la perspectiva del Proyecto Monarca.
 
Por Delia Crovi Druetta
Número 19

Antecedentes

Cuando en 1994 se pone formalmente en marcha el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TLC o TLCAN (también conocido como NAFTA por sus siglas en inglés o ALENA en francés), un grupo de académicos de México y Canadá inició un proyecto de investigación conjunto, al que denominamos Proyecto Monarca, Desarrollo  de las industrias audiovisuales de México y Canadá en el contexto del TLC[1]. Con el paso del tiempo la mariposa monarca de la cual tomó su nombre el proyecto, se convertiría en un símbolo de las relaciones México-Canadá para esta y para otras actividades comunes. Como sabemos, esta frágil mariposa con su vuelo recorre cada año entre 3.000 y 4.000, uniendo a México con la provincia de Quebec. En cada ciclo migratorio la monarca experimenta lo esencial de su corta vida: nacimiento, reproducción y muerte. Así, cada ciclo alimenta al siguiente.

Los integrantes del Proyecto Monarca, al tomar el nombre de esta mariposa migratoria, quisimos no sólo realizar un trabajo común en torno a las industrias audiovisuales de ambos países, sino que buscamos alimentar nuevas metas con los resultados que se iban obteniendo a través de encuentros binacionales y nacionales, así como en publicaciones sobre este tema, producto de la investigación. Esto nos llevó a ir construyendo la historia de las repercusiones del TLC en los sectores audiovisuales y de las telecomunicaciones de Canadá y México.

A seis años de distancia y a pesar de la riqueza que ha ofrecido esta experiencia a quienes hemos participado en ella, percibo que su mérito principal está justamente en la historia, porque a través del Proyecto Monarca fuimos reconstruyendo los vaivenes del sector audiovisual de México y Canadá, producidos generalmente al margen de la letra del acuerdo comercial de América del Norte [2]. Tal vez nuestra reconstrucción ha sido incompleta o parcial, pero contribuye a escribir la convulsionada historia de la industria audiovisual y de las telecomunicaciones, área que actualmente resulta sustantiva en las economías nacionales por el volumen de las transacciones que involucran y por su influencia social.

Por otra parte, la reconstrucción de la historia de diversos procesos comunicacionales de América Latina, adquiere una especial importancia no sólo para contribuir a alcanzar la legitimidad de este campo de conocimiento, sino para advertir las nuevas dimensiones que adquiere la comunicación como proceso relacional. Desde mi perspectiva estos cambios están estrechamente vinculados a los acuerdos comerciales suscritos en la región y más que eso: están sujetos a los procesos globalizadores que se legitiman o canalizan a través de tales acuerdos.

Como investigadores hemos seguido en lo económico, político, legislativo y en los contenidos de la televisión, los principales cambios y acontecimientos derivados del tratado comercial, pero vale la pena mencionar que la dinámica del sector se ha desarrollado a la sombra del NAFTA o TLC, ya que la letra del acuerdo sólo se refiere a los derechos de autor y a las telecomunicaciones, dejando un amplísimo margen de movimiento a las empresas audiovisuales y al sector telecomunicaciones.  Dicho en otros términos: el TLC o NAFTA no incluye en su letra normas o directrices claras para el sector audiovisual y de telecomunicaciones, sin embargo, ello no significa que tales modificaciones no se hayan producido y mucho menos que no sean significativas. Esa es la historia que ha recuperado el Proyecto Monarca: la historia no dicha, la que se teje al margen de la letra de los acuerdos comerciales pero que es producto de ellos y posee una enorme importancia para la comunicación.

En el inicio de nuestro trabajo de investigación, pensábamos que estábamos ante el punto de partida de una serie de cambios en ese sector. No obstante, la experiencia acumulada en seis años nos demostró que en materia audiovisual el TLC no es un punto de partida. Tampoco es una meta a alcanzar. Se trata tan sólo de un hito en la historia del sector audiovisual, muy cambiante en los últimos tiempos. Un hito también, dentro de un proceso mayor de globalización que abarca diferentes aspectos de las sociedades de fin de siglo.

Pero, ¿por qué el TLCAN es un hito en la historia reciente de las industrias audiovisuales? En México, que es el caso que analizaré en este artículo, fue necesario preparar primero el terreno. Las privatizaciones, la desregulación y la adquisición de nuevas tecnologías fueron parte de esa preparación. Esto permitió cambiar el modelo mixto del sector audiovisual que existía en el país, por uno con predominio del sector privado.

Vale la pena recordar aquí que seis meses antes de la firma del TLC, en julio de 1993, culmina el proceso de privatización de la televisión mexicana con la venta de dos redes nacionales (7 y 13 con 189 repetidoras), las que pasaron a manos de una nueva empresa: TV Azteca, que paga por ellas de 640 millones de dólares. Cuatro años antes, en 1989, había comenzado a funcionar (primero en Guadalajara y luego en el Distrito Federal) el sistema MMDS (Multipoint Multichannel Distritution Service) operado en la capital del país por la empresa Multivisión que ofrece señal de televisión restringida. Con estos hechos se rompe el tradicional monopolio que venía ejerciendo el consorcio Televisa tanto en TV abierta como de paga y se inicia la competencia por el mercado televisivo.

También en materia de telefonía en 1990 se había optado por la privatización, al venderse Teléfonos de México, TELMEX, al Grupo Carso, que ejercería a partir de entonces un provechoso monopolio de casi siete años.

Estos y otros muchos antecedentes explican las causas por las que el TLC no alude expresamente a los medios, salvo en los temas ya mencionados. Además, este nuevo panorama es el que permite, desde 1994, que el sector audiovisual se mueva con un margen amplio de libertad.

No obstante esta amplia movilidad, a mi juicio existen por lo menos tres ejes que atraviesan al conjunto de modificaciones que experimenta el sector: en lo jurídico, se inicia un proceso de desregulación que tiene como fin propiciar el libre juego del mercado; en lo económico, se reestructuran los sistemas de propiedad; y en los contenidos, se acentúa la subordinación de la cultura a las reglas del juego impuestas por los negocios.

Antes de abordar la reestructuración económica de la televisión y las telecomunicaciones, que es el propósito central de este trabajo, haré una breve referencia a aquellas modificaciones jurídicas que permitieron el nuevo mapa económico del sector audiovisual mexicano.
 

La desregulación

En México la desregulación de las industrias audiovisuales debe ser analizada dentro del marco de una reforma general del Estado. Tal reforma ha ido quitando paulatinamente la injerencia directa del Estado en materia de comunicación, ya sea reduciendo su intervención o bien colocándolo en una posición arbitral respecto de las transformaciones que experimentan los medios [3]. La tendencia, sin duda, es alcanzar una auténtica flexibilización que facilite el camino a las corporaciones audiovisuales transnacionales para concretar las fusiones, alianzas o incorporaciones.

El proceso de desregulación comenzó antes de la firma del TLC. Los cambios efectuados hasta ahora son pocos pero sustantivos y todos apuntan a un mismo fin: desregular (entendiendo este término como flexibilizar) para facilitar la competencia. Entre ellos destacan:

1. Una nueva la ley de cinematografía (29 de diciembre de 1992), que abrió el camino al capital extranjero, tanto en producción como en exhibición, ya que elimina las medidas proteccionistas del cine nacional que hasta entonces existían. Recientemente (principios del 2000), la polémica entre legisladores y expertos en cinematografía se mantenía aún encendida en torno a estas y otras modificaciones al marco regulatorio de la industria cinematográfica, mientras ésta se iba caracterizando cada vez más por una concentración en la distribución y también por el país de origen de las películas que se exhiben generalmente procedentes de los Estados Unidos de Norteamérica [4].

2. Modificaciones al reglamento de la TV por cable (1993), para duplicar los tiempos de las concesiones y transformar a los concesionarios de cable en redes de comunicación pública, figura que les permite ampliar sus negocios hacia la telefonía y los servicios de valor agregado.

3. La modificación al artículo 28 constitucional, realizada el 2 de marzo de 1995, eleva al 49% el porcentaje de inversión extranjera en las empresas mexicanas. En este sentido cabe puntualizar que los Anexos I y II de la Lista de México del TLC establece la posibilidad de incorporar ese 49% de capital extranjero alos sistemas de televisión, de cabledistribuci¢n, radiodifusión, distribución multipunto y alta definición entre otros (Casas Pérez, 1996:7).

5. La aprobación la nueva ley de telecomunicaciones (7 de junio de 1995), que recoge las anteriores modificaciones y agrega dos importantes cambios: la privatización de los satélites nacionales y la apertura de servicios desde satélites extranjeros. Esta ley norma también algunas de las nuevas tecnologías, como es el caso de la fibra óptica y los satélites.

Vale la pena enfatizar el carácter amplio que el TLC da a los servicios telecomunicaciones: "toda aquella transmisión y recepción de señales de cualquier medio electromagnético" (Casas, 1996:3) Asimismo considera que son "servicios mejorados o de valor agregado todo aquel servicio de telecomunicaciones que emplee sistemas de procesamiento computarizado que actúa sobre formato, contenido, código, protocolo o aspectos similares de la información, o que proporcione al cliente información adicional, diferente o reestructurada" (TLC, 1992, en Casas, 1996:3).

6. Finalmente, cambios a la ley  de derechos de autor (1997) que incorporan la figura del copy right, lo que permite la compra de derechos patrimoniales de una obra, que antes eran inalienables [5].

En suma, la legislación en materia de nuevos y viejos medios allanó el camino para la concentración de la propiedad en unas pocas manos, a la vez que acentuó el concepto de mercancía para  los contenidos culturales. Esto, que no es nada nuevo, a la sombra de los acuerdos comerciales está  adquiriendo un ritmo mucho más acelerado (pensemos en los últimos cambios del uso de Internet, por ejemplo) por lo que a mi juicio es conveniente agudizar la vigilancia y el arbitraje en torno a los cambios que se producen.
 
 

La estructura económica del sector

Tal vez la consecuencia más visible del TLC en el sector comunicaciones puede verse en su estructura económica. En efecto, el paisaje televisivo de México ha cambiado. A raíz de las privatizaciones hoy el Estado tiene sólo dos canales en sus manos (antes tenía cuatro), que transmiten desde la capital, uno de ellos con cobertura nacional [6]. Con esto ha perdido mas de 330 horas de transmisión semanal, o sea, casi un 25% del tiempo emitido por la TV abierta. Los que vendió eran, desde luego, los que tenían mayor cobertura.

Posee también sistemas de televisión regional, agrupados en la Red Nacional de radiodifusoras y televisoras educativas y culturales. Estos sistemas están a cargo de los gobiernos de los Estados y reciben un apoyo limitado, además, en algunos casos funcionan como canales oficiales de propaganda de los grupos en el poder.

Tanto los canales estatales como los culturales que emiten desde la capital, se han visto orillados a conseguir su propia publicidad para mantenerse. A pesar de que la ley establece que los canales permisionados, como es el caso de los que aún quedan en manos del Estado, no pueden incluir anuncios, lo hacen. Es un secreto a voces que la TV cultural del Estado está violentando lo establecido por el marco jurídico, pero también existe un tácito reconocimiento de que los patrocinios contribuyen a su subsistencia.
 

1. La TV comercial abierta

El mercado de la televisión comercial abierta con cobertura nacional se compone de seis señales nacionales, repartidas entre dos empresas: Televisa y TV Azteca. Mientras la primera cuenta con cuatro canales y detenta los primeros lugares del rating a través de su canal 2; TV Azteca maneja dos redes: la del 7 y la del 13 [7].

Pero lo que más importante es el mercado publicitario: Televisa es dueña del mayor porcentaje, en tanto que TV Azteca que comenzó sus operaciones conformándose con un segmento de apenas el 10% del total del paquete publicitario, aunque sus directivos confesaron que aspiraban aumentar su participación al 25%, monto que no demoraron en alcanzar.
 

1.1 Televisión Azteca

A poco más siete años de la privatización las cosas han cambiado: hoy TV Azteca no sólo pelea abiertamente por una mayor participación en el mercado publicitario (y no siempre lo hace con las mejores armas), sino que según información de la propia empresa, su cartera de anunciantes se ha incrementado de manera que manejan alrededor del 30% del mercado de anuncios de TV. Recordemos que las ventas de la televisora por este concepto entre enero y junio de 2000 se incrementaron el 19.41% (casi 500 millones de pesos, o sea, casi 54 millones de dólares) en relación al mismo período del año anterior. Cabe matizar este incremento con dos hechos sustantivos: un aumento del 20% en los precios de la publicidad y el período de campañas electorales que tan sólo por este concepto reportó a la empresa 11 millones de dólares (Reforma, 25 de julio de 2000).

Pero estos éxitos no han sido gratuitos para la sociedad mexicana. TV Azteca se ha caracterizado por ser una empresa agresiva en todos los sentidos: buscó asociarse a NBC (acuerdo que finalmente no se concretó y que mantuvo en litigio a las dos compañías), hizo alianzas con Telemundo en materia de producciones y artistas, cambió su programación dándole un tinte amarillista y violento, produjo telenovelas con argumentos muy controvertidos aunque de gran aceptación, además, el 8 de agosto de 1997 concretó un audaz movimiento económico al ofertar el 29% de su capital social en la bolsa de valores. Para que tengamos idea de su crecimiento ese 29% representó 640 millones de dólares, la misma cifra que sus dueños pagaron por la empresa cuando fue privatizada en 1993.

Tan sólo una semana después de su oferta, el 15 de agosto de 1997, la empresa anunció que había colocado ya el 18.5% de su capital, lo que representaba 526 millones de dólares, o dicho en otros términos, la compañía pasó a valer entonces 2,844 millones de dólares, más de cuatro veces el precio que Ricardo Salinas Pliego, su Director General y accionista mayoritario, pagó por ella al Estado mexicano en 1993 (Aguilar y Vázquez, 1997).

Pero este inusitado crecimiento ha estado acompañado, sobre todo en el último año, por acciones que ensombrecen el éxito económico. El asesinato de uno de sus conductores, el atentado a una periodista de la empresa, la “creación” de noticias a partir de dramatizaciones que se difunden como hechos periodísticos, son sólo algunos de estos nubarrones.

Desde mi perspectiva la tormenta mayor no amenaza a la empresa sino a la sociedad mexicana y consiste en el uso frecuente de la violencia como elemento para ganar audiencia y aumentar el rating de sus programas. Primero fueron programas amarillistas de corte policiaco y alto contenido violento, ahora son los talk shows, no menos violentos y amarillistas.

La excusa de entregar al público lo que está pidiendo (esgrimida no sólo por TV Azteca sino también por Televisa), pone una vez más sobre la mesa de discusión el tema de la responsabilidad social de los medios de comunicación, que con la firma de acuerdos comerciales internacionales adquiere una nueva dimensión y por lo tanto, exige también nuevos parámetros para medirla y analizarla.
 

1.2 Televisa

Televisa tiene intereses tan diversos que sería difícil reseñarlos en este espacio. A pesar de las especulaciones que existen respecto de la salud financiera, el consorcio es el principal concesionario de la televisión abierta, maneja Cablevisión la mayor empresa de TV por cable del país, participa en Sky una de las dos empresas de DTH que actualmente existen en México, tiene intereses en el cine, la telefonía, los satélites y recientemente anunció el inicio de su servicio de Internet vía su empresa de televisión por cable. Además, como se sabe, maneja diarios, revistas, radioemisoras, hoteles, ranchos, clubes de fútbol soccer, es dueña del estadio Azteca de fútbol soccer y participa en otras muchas actividades vinculadas a los deportes y los espectáculos. Alrededor de 20,000 empleados trabajan para Televisa. Para procuparse capitales y preparándose para el futuro, Televisa colocó sus acciones en la bolsa en 1990.

En el área específica de la televisión abierta Televisa cuenta con 4 canales enlazados a 296 estaciones, de las cuales 240 le pertenecen y en las 19 restantes tiene participación mayoritaria.

Sus canales abiertos ofrecen cerca de 650 horas semanales de programación a un auditorio nacional con una cobertura del 97% de la población en el caso del canal 2; del 90% con el 4; 79% con el 5 y 60% con el 9, lo que sumado da un total de 50 millones de telehogares [8] (Robina, en Crovi, 1996).

En 1995 la televisión aérea representaba el 59.9% de las ventas netas del grupo, porcentaje que disminuyó a 55% en 1996, año en el que la empresa tuvo ganancias netas de alrededor de 15 millones de dólares. En efecto, durante 1996 las ventas de la empresa disminuyeron un 5.4%, pero a pesar de ello la compañía tuvo un incremento en su utilidad del 104%. En ese año facturó cerca de 450 millones de dólares por concepto de publicidad en sus canales abiertos, algo menos que en 1995 (Robina, en Crovi 1996). Se afirma que las ventas totales del consorcio en 1996 fueron de 1.5 millones de dólares.

A partir de entonces se ha hablado de la salud financiera del consorcio Televisa que para algunos no es muy buena, sobre todo desde abril de 1997, cuando muere Emilio Azcárraga Milmo, quien como Director General de la empresa la llevó a su destacada posición internacional.

Su muerte dejó fraccionado en seis partes el 54% de la participación accionaria que detentaba y por lo tanto fraccionado también el poder de decisión. Al hacerse público el testamento se produjo un descenso del 5.2% de las acciones de la compañía, pero a tres años de ese acontecimiento, el consorcio luego de experimentar algunos cambios en la dirección y en sus políticas financieras, se está restableciendo bajo el mando del joven Emilio Azcárraga Jean, su cabeza visible.

Por lo pronto el año 2000 no ha iniciado mal para el consorcio Televisa, ya que algunos analistas estiman que como producto de las campañas electorales la empresa habría recibido nada menos que 30 millones de dólares en concepto de anuncios publicitarios.

Pero la publicidad, las fluctuaciones del mercado y las cuotas de poder al interior de la empresa, no son los únicos desafíos a los que se ha enfrentado Televisa en el contexto del TLC. Hay a mi juicio otro gran reto: enfrentar una competencia real en materia televisiva. En efecto, en el escenario nacional han aparecido competidores: TV Azteca dentro de la TV abierta, Multivisión y PCTV (Productora y Comercializadora de Televisión) en el sector de la televisión de Paga; mientras que en el ámbito internacional son varias las empresas de televisión que buscan hacer lo que Televisa hizo ya hace años: expandirse hacia otros países.

Pero esta compañía siempre se las ha arreglado para salir adelante gracias a su estrategia de desarrollar productos propios y distribuirlos en todo el mundo. No obstante, ante el nuevo panorama propiciado por la apertura comercial que pregona el TLC y de la cual la televisión no está al margen, Televisa desarrolló a partir de 1997 un programa tendiente a disminuir sus costos de operación en 90 millones de dólares por año. Este programa incluye no sólo reducir costos de operación sino también eliminar activos no estratégicos, reducir su personal y renovar su programación con miras a alcanzar una mejor participación en el mercado (Aguilar, 1997).

Más allá  de las disputas por el control de Televisa y de las audacias de TV Azteca para posicionarse en la audiencia, está  siempre presente el jugoso mercado mexicano de la publicidad (valuado en más de 1,200 millones de dólares aproximadamente). Mercado que desde 1997 se ha visto particularmente acrecentado por los nuevos fondos de pensión, las compañías telefónicas que peleaban clientes para larga distancia liberalizada, las fusiones bancarias y los partidos políticos, que desde entonces, preparándose para las elecciones de 2000, invirtieron importantes sumas en sus campañas. Desde comienzos del año 2000 surgió, además, un nuevo y destacado actor del mercado publicitario: la comercialización de Internet profusamente anunciada por la TV.

Cuando hablamos de un redimensionamiento de la comunicación en su función relacional, debemos pensar también en el mercado publicitario. No es obra de la casualidad que adquiera un valor creciente, sino que debe ser interpretado como parte del modelo político económico vigente, donde el valor de lo simbólico tiende no sólo a yuxtaponerse con la realidad, sino que en ocasiones pretender sustituirla.
 

2. La televisión de paga

Aunque en estricto sentido la cabledistribución, el MMDS o DTH son sistemas de paga, trataré por separado a la TV directa al hogar porque a mi juicio se desarrolla en un momento diferente dentro de la reestructuación de los medios en México.

La televisión de paga en México llega a un sector minoritario de la población, calculado en estos momentos alrededor del 12%. Este porcentaje se ubica preferentemente en la capital del país, donde además funcionan las tres empresas más importante del sector: Cablevisión, Multivisión y PCTV. Salvo por las modificaciones al Reglamento de la Televisión por Cable y la nueva Ley de Telecomunicaciones, este sector aún no está legislado adecuadamente.
 

2.1 Cablevisión

Cablevisión es la empresa más antigua de las tres, ya que surge el 4 de octubre de 1966. Como ya lo mencioné‚ pertenece a Televisa, consorcio al cual aporta un porcentaje muy bajo de sus ventas totales (el 5% en 1996) (Robina, 1996).

Durante un buen número de años, hasta fines de los 80, fue dueña y señora del mercado del cable donde no sólo era la mayor empresa del ramo sino que marcaba las pautas de lo que iba sucediendo. Su oferta se limitaba en esos tiempos a nueve canales además de los aéreos que repetía. Esta situación ha cambiado drásticamente. Hoy Cablevisión tiene por lo menos dos serios competidores en el  ámbito de la TV de paga: Multivisión y PCTV, sin mencionar la oferta de DTH. Además, ha hecho algunas alianzas y ventas para garantizar su solvencia.

En la actualidad ofrece 38 canales y la repetición de nueve aéreos, lo que hace una total de 47 canales. Sus usuarios abarcan apenas al 6% de la población capitalina (alrededor de 250,000 hogares suscriptores con un promedio de 4.5 habitantes por cada uno), aunque la empresa siempre afirma que llega a más televidentes.

La alianza más importante de esta empresa y también una de las más controvertidas del país, fue la que realizó en junio de 1995 con Teléfonos de México, quien a través de su subsidiaria Sercotel y previa autorización de la Comisión Federal de Competencia, adquirió en 211 millones de dólares el 49% de las acciones de Cablevisión. En aquella ocasión el Financial Times advertía que esa unión no mejoraría el servicio de ninguna de las dos empresas, pero si obstruiría cualquier competencia futura en el ramo. El acuerdo establecía además que Carlos Slim, dueño de Teléfonos de México, podía adquirir al año siguiente el 51% restante [9].

Pero la sorpresa la daría en propio Slim a mediados de noviembre de 1996, cuando anuncia que no comprará el 51% restante de Cablevisión, lo que dejó a la empresa  partida en dos en materia de decisiones y con pocos clientes interesados en invertir en ella. A partir de esto Cablevisión anunció un plan de mejoramiento en su red, así como nuevos servicios interactivos para sus usuarios.

Fue apenas a partir del primer trimestre del 2000 cuando sus directivos anunciaron que incursionará en la Bolsa Mexicana de Valores, colocando entre 24 y 25% de su capital social, porcentaje que provendrá de la participación que posee actualmente Telmex en esa empresa de televisión por cable, anuncio que indica que Carlos Slim está abandonando el negocio de la CATV. Este capital, estimado en 130 millones de dólares, se destinará a una agresiva estrategia de comercialización y modernización enfocada a ofrecer a sus usuarios servicios de valor agregado y acceso a Internet, el cual promete ser 10 veces más rápido que el que actualmente ofrecen las empresas telefónicas.

En los primeros días de julio de 2000 el propio Emilio Azcárraga Jean anuncio el lanzamiento en Cablevisión del Paquete Premium Digital con 55 canales de video, 12 de pago por evento y 37 de música digital, que además ofrecerá el servicio de Internet a través del televisor. “Este proyecto significó un cambio estructural en todo Cablevisión; desde su gente, equipo, instalaciones, hasta las inversiones realizadas y por realizar. Lo que buscamos es mantenernos a la vanguardia en tecnología y por qué no decirlo, demostrar nuestra confianza en este gran país”, dijo Azcárraga Jean (Reforma, 14 de julio de 2000).

Este nuevo paquete se logró gracias a una alianza con Morola, además de concretarse la construcción de una planta externa con tecnología digital de punta que incluye un cable coaxial de banda ancha, 879 MHz, el máximo que permite este tipo de tecnología.

Desde mi perspectiva, el año 2000 marca el inicio del resurgimiento de los sistemas de televisión por cable (un tanto aletargados durante los últimos 20 años), ya que se irán convirtiendo en operadores de sistemas de telecomunicaciones, algo que ya estaba previsto en la ley de telecomunicaciones de 1995.

2.2 Productora y Comercializadora de Televisión

Productora y Comercializado de Televisión, PCTV, inició sus operaciones en 1990, aunque sus transmisiones comenzaron en julio de 1991. Esta empresa agrupa a 187 sistemas de cable, lo que representa el 96% de los cableros del interior del país. Aunque no haré referencia a los sistemas de TV abiertos del interior del país, me parece interesante destacar el caso de PCTV por dos razones: a)por constituir una suerte de cadena televisiva cuya mirada está puesta en el interior de la República Mexicana y no en su capital; b)porque es un ejemplo claro de la competencia desatada entre las industrias audiovisuales en el contexto del TLC, que buscan formas originales y novedosas para ganar audiencias.

Su integración se debió a la necesidad de unir fuerzas frente a Cablevisión que además de ejercer el monopolio del servicio en la capital del país, desde su origen venía marcando las reglas del juego de la cabledistribución mexicana. PCTV busca así lograr mejores condiciones para adquirir programación, producir, comprar partes y refacciones para sus sistemas, así como convertirse en interlocutores frente al gobierno.

PCTV se trazó tres objetivos y los ha cumplido: rentar transpondedores para vehiculizar sus señales a todo el país, contratar programación en forma conjunta y producir. Esto le ha permitido reducir costos y comercializar mejor sus servicios. En 1994 inauguró su propio telepuerto y cuenta con tres sistemas de compresión que le permiten transmitir seis señales de video, 24 canales de audio digital y seis canales de datos auxiliares.

Junto con SETEC, Servicios Especiales de Televisión por Cable, una empresa que definen como hermana, PCTV ofrece 20 señales. Su servicio crece el 22% anual. Además, producen 2,470 horas al año y repiten 2,288, cubre 285 ciudades, reúne a 187 sistemas y da servicio a 100,000 suscriptores, datos que animan a sus directivos a considerar a PCTV como la mayor programadora de cable en América Latina.

En realidad PCTV y Cablevisión se han organizado en torno a un juego de complementariedad y competencia. Complementariedad, porque cada empresa tiene su  ámbito de acción bien definido y competencia porque existe una pelea abierta por ganar exclusividad en la distribución de señales, en las negociaciones y en especial, porque en un futuro muy próximo pelearán entre ellas el mercado emergente de los nuevos servicios interactivos y de DTH que la nueva Ley de Telecomunicaciones les autoriza a explotar.
 

2.3 Multivisión

Multivisión ofrece televisión restringida a trav‚s del sistema conocido como MMDS (Multipoint Multichannel Distribution Service). Pertenece al grupo encabezado por Joaquín Vargas, pionero de la frecuencia modulada en México, iniciador de la radio digitalizada, dueño de Telerey el centro de producción televisiva independiente más importante del país, quien además forma parte del Consejo de Administración del periódico El Universal y entre otras, cosas maneja una importante cadena de restaurantes.

La concesión fue otorgada en noviembre de 1988 y en septiembre del año siguiente comenzó sus transmisiones ofreciendo siete canales. La inversión inicial fue de 10 millones de dólares. Actualmente ofrece, además de los 9 aéreos, 28 canales, casi todos originados en los Estados Unidos, los que retransmite en México a través de acuerdos comerciales. La empresa opera también en Guadalajara, Monterrey, Puebla y Tuxtla Gutiérrez y se estima que actualmente cuenta con medio millón de suscriptores en la capital del país, es decir, el doble que Cablevisión. Una de las estrategias que ha implementado para aumentar sus ganancias es la compresión de señal.

Multivisión fue la empresa que abrió el fuego de la competencia por el mercado televisivo y no le ha ido mal. En principio, por el tradicional rechazo a Televisa se vio beneficiada por un auditorio que buscaba la diferencia. Luego desarrolló algunas estrategias exitosas, como ofrecer (a partir de un convenio con la CNN) buena parte de su programación en español, mientras Cablevisión lo hacía en inglés. Además, aunque tiene poca producción cuenta con noticieros locales de gran interés y ha realizado programas especiales de impacto, lo que la distingue de su competidor.

Cabe destacar que la falta de normatividad clara acerca de los sistemas de MMDS, ha permitido a Multivisión obtener ingresos por dos vías: los suscriptores y la publicidad. La señal de Multivisión se recibe en América Latina, Europa y Estados Unidos, gracias a convenidos con televisoras locales, y a partir de acuerdos con importantes empresas norteamericanas como NBC, USA Network y Spelling-Worldivision.

La empresa ha emprendido un plan para incrementar sus niveles de producción, para lo cual ha ampliado su infraestructura física y tecnológica.
 

3. Televisión directa al hogar

El mercado de la televisión directa al hogar en México representa una inversión aproximada de 700 millones de dólares y se calcula que existe un potencial de 3 millones de suscriptores (Robina, 1996). Por ahora son dos las empresas que lo manejan: Sky de Televisa y DirecTV Latin America de Multivisión.

Para participar en el negocio de DTH a través de DirecTV Latin America, Multivisión se asoció en marzo de 1995 (aportando 10% del capital), con Hughes Communication de Estados Unidos (dueña del 60%) y dos grupos fuertes de América Latina: Cisneros de Venezuela (20%) y Abril de Brasil (10%). Recordemos que esta empresa está emparentada con DirecTV de Hughes Electronics de General Motors y ATT Corporation, líder mundial del servicio que tan sólo en Estados Unidos cuenta con 2.4 millones de suscriptores.

A sólo 90 días de su puesta en marcha, la empresa se anunciaba como líder del DTH en México, asegurando que ya contaban con 40,000 equipos de recepción vendidos, mientras que en sus anuncios prometían una capacidad de hasta 238 canales. En la práctica, sin embargo, no es fácil establecer una cifra confiable del total de suscriptores de esta empresa. En cuanto a la calidad de sus servicios, en ocasiones los usuarios han manifestado descontento por las dificultades que existen en la recepción.

Por su parte Sky está  integrada así: Televisa, la Organización brasileña Globo y Grupo Murdoch (News Corporation) aportaron cada uno el 30% del capital, mientras el 10% restante quedó en manos de TCI (Tele-Communications Inc.). En sus anuncios iniciales ofrecían 64 canales de TV, dos más para información sobre el sistema y 48 de música digital, aunque la promesa era llegar a ofertar 150 canales.

Aún con este movimiento de capitales, alianzas y acuerdos, México está  todavía muy lejos de constituirse en un mercado fuerte en materia de televisión de paga, si se lo compara con el de Estados Unidos que cuenta con 64 millones de suscriptores al cable y 4.5 millones a DTH. En este sentido no debemos olvidar que para contar con el servicio cada suscriptor debe hacer una inversión inicial de 500 dólares y pagar un abono de por lo menos 35 dólares al mes, lo que aleja al DTH de los hogares mexicanos y hace demasiado optimistas las predicciones de los empresarios.

Sin embargo, este sistema es el caballo de Troya por el cual ahora más que nunca, están entrando señales extranjeras sin ningún tipo de regulación, en especial los canales estadounidenses que son los que dominan el mercado. En efecto, Sky integra su programación con un 76% de contenidos estadounidenses, mientras que en DirecTV ese porcentaje es del 84%. En ninguno de los dos casos advertimos, como era de esperarse, algún canal originado en Canadá, el tercer socio del TLCAN.
 

4. Telecomunicaciones

En el  área de Telecomunicaciones, el Proyecto Monarca se centró en dos aspectos: satélites y telefonía. La lucha por controlar estos servicios y por actualizar la infraestructura tecnológica avivó el fuego del libre comercio en el sector, sobre todo a partir de la firma del TLC [10].
 

4.1 Telefonía

Si Televisa es el gigante de la televisión en México, Telmex lo es en la telefonía. "Telmex se ubica entre las empresas más grandes del mundo y es la segunda en México después de Pemex. Cuenta con más de 45 mil empleados, además de otros 17 mil que laboran en 22 de sus filiales. A fin de tener una idea más clara de la importancia de su ubicación entre las 500 empresas más poderosas económicamente hablando en México, hace falta notar que Televisa se encuentra en el 15vo lugar e IBM de México en el 20vo. Es una empresa de alta rentabilidad al contar con ingresos anuales por 3 mil 500 millones de dólares. Representa el 30% de las emisiones en la Bolsa Mexicana de Valores" (Gómez Mont, en Crovi 1996)

Telmex fue privatizada en 1990 al ser adquirida por el Grupo Carso, encabezado por el empresario mexicano Carlos Slim. En la adquisición participaron Southwestern Bell y France Telecom. Carso aprovechó los años previos a la liberalización para consolidarse como un sólido monopolio, pero con escasa voluntad de desarrollo hacia la sociedad. En efecto, Telmex proporcionó a México uno de los índices más bajo del continente: 5 teléfonos por cada 100 habitantes.

Sin embargo, las exigencias del país llevan a Telmex a responder con un cambio de actitud. Como producto de ello a principios del 2000 México contaba con 11 teléfonos por cada 100 habitantes, aunque la meta que la propia empresa se había fijado para este año era de 20 millones de líneas telefónicas (20 por cada 100 habitantes) y digitalizar completamente la red de telefonía.

La carrera por la telefonía de larga distancia se inició en 1994 pero fue apenas en agosto de 1996 cuando entraron en operación las redes públicas. Los usuarios debieron elegir entre las compañías que ofrecen el servicio, en medio de un auténtico bombardero publicitario que buscaba ganar clientes. Entre enero de 1997 y junio de este mismo año la liberalización alcanzó progresivamente a las ciudades más importantes del país. De acuerdo a las normas vigentes, a partir de entonces Telmex debió facilitar la interconexión de otras redes de larga distancia en sus sistemas, lo cual ha causado no pocos problemas y quejas.

Originalmente las competidoras de Telmex fueron ocho: Avantel, Alestra, Iusatel, Marcatel, Telinor, Miditel, Investcom y Bestel. Entre las que mayores inversiones realizaron durante 1996 figuran Avantel con 900 millones de dólares, Telmex 550, Alestra 450, Iusatel 120, Marcatel 80 y Miditel 30 (Media, 1997). Desde entonces se han realizado alianzas y fusiones en algunas de estas empresas, lo cual ha propiciado un panorama diferente en materia de su integración económica.

En realidad el grueso el mercado de telefonía de larga distancia en México, que se afirma es de 4 mil millones de dólares, se lo diputan entre las tres primeras y en menor medida la cuarta (Malkin, 1997).

Alestra es producto de la unión del Grupo mexicano Alfa, Bancomer/Visa, GTE, Telefonía Internacional de España y ATT. Avantel se integra con capitales locales de Banacci (Banamex-Accival) e internacionales de MCI Communications Corporation. Finalmente, para formar Iusatel confluyeron Iusacell de México y Bell Atlantic de Estados Unidos.

Si atendemos a cifras que dan cuenta de los ingresos de Telmex en 1997, año en que inicia la liberalización del servicio de telefonía local, en realidad el plato fuerte de la telefonía está en este segmento: nada menos que el 69.5% de los ingresos de esta empresa se origina en este rubro, correspondiendo a telefonía local el 42.1% y a larga distancia nacional el 27.4 (Reforma, 26 de mayo de 1997).

La liberalización de este servicio se inició, como dije, en octubre de 1997, cuando el gobierno comenzó la subasta de las concesiones que permitirían a un máximo de 14 compañía nuevas competir en el mercado de la telefonía local, móvil y fija. Para ello la Subsecretaría de Comunicaciones de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, elaboró un documento con las reglas para la liberalización, el que fue consultado con la industria.

Según un documento de la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel) el crecimiento del mercado de la telefonía local no sería muy significativo, ya que en los próximos 20 años la penetración de líneas telefónicas pasará del 10 al 30%, cifras que confirman una baja densidad telefónica para México en relación a su PIB (Pérez Lince, 1997).

Las modificaciones al reglamento de la telefonía pública, mas algunos sistemas de TV por Cable que han pedido concesiones para ofrecer servicio telefónico local, así como la licitación de frecuencias en el radioespectro, hablan a las claras de un acelerado proceso de desregulación en todo el sector y de la dinámica que vive actualmente el servicio de telefonía local y móvil en México. Y esto no es para menos si tomamos en cuenta que se espera que de 1997 a 2002 se inviertan al menos 5 mil millones de dólares en estos servicios.

En materia de telefonía celular México comenzó la liberalización en 1990, quedando el servicio dividido en nueve regiones en la Banda A, mientras que la B de cobertura nacional fue otorgada a Telmex.

El país ha tenido un crecimiento muy alto en telefonía celular, ya que según cifras oficiales los usuarios pasaron en sus seis años iniciales de 64 mil a 650 mil (Matus, 1997b). Actualmente entre las compañías que se disputan el mercado, destacan Telcel de Telmex y Usacell, esta última tiene intereses en empresas similares en Chile, Ecuador y Nicaragua.

De acuerdo a un análisis basado en cifras de la Comisión Federal de Telecomunicaciones, Cofetel, el mercado de la telefonía celular ha desbordado toda previsión, ya que se estima que durante el tercer semestre de 2000 habrá un número igual de líneas telefónicas fijas y móviles. Tales cifras indican que al cierre de 1999 existían 10 millones 927 mil líneas telefónicas contra 7 millones 621 mil usuarios de telefonía móvil. Sin embargo, esta última creció el 21% en el primer trimestre de 2000, lo que coloca en 9 millones 231 mil a los usuarios de celulares para marzo de este año (1 millón 610 mil usuarios más). Paralelamente, una vez que Telmex cumplió con sus compromisos de inversión (1994), ha disminuido el ritmo de instalación de líneas fijas.

Pero la telefonía de México parece estar a un punto de protagonizar una de las primeras grandes injerencias de otro de los socios del TLC en el sector de las telecomunicaciones, ya que el gobierno de los Estados Unidos lanzó un ultimátum a las autoridades mexicanas para que mejoren las condiciones de competencia en este sector. Esta reclamación busca poner límites a Telmex a través de una regulación más estricta, ya que de lo contrario se llevará la controversia ante la Organización Mundial de Comercio, OCD.

La controversia se deriva de exigencias planteadas por telefónicas estadounidenses con presencia en México, que piden una baja en la tarifa de interconexión y mayor regulación a Telmex. El argumento que está tras estos reclamos es que se acusa a Telmex de ser un monopolio protegido, a la vez de que se exige una mayor autonomía para la Cofetel. Por su parte la Cofetel aseguró que en un plazo de ocho semanas (mediados de septiembre de 2000), emitirá la regulación de Telmex en su carácter de operador dominante.

4.2 Satélites

En materia de satélites el Estado mexicano dio un paso importante en favor de las privatizaciones al constituir el 27 de junio de 1997 la empresa Satmex (Satélites Mexicanos). Esta compañía, con participación estatal mayoritaria, se integró para que se encargara de la operación del sistema de satélites de servicio fijo (sistemas Morelos y Solidaridad). Posteriormente fue vendida, con lo cual la operación satelital se encuentra actualmente en manos del sector privado.

Con esta decisión se dio por terminado un largo período en el cual el Estado consideraba que el uso y control de la tecnología satelital era estratégico para el país y su soberanía.

Como vemos el sector telecomunicaciones constituye un mercado demasiado grande que distintas fuerzas buscan controlar, debido a su fuerte carga económica, pero también política y estratégica.
 

REFLEXIONES FINALES

Al revisar los cambios económicos experimentados por el sector audiovisual mexicano, surge una pregunta: ¿el inusitado dinamismo de este sector es resultado directo del acuerdo comercial de América del Norte? Desde mi perspectiva la respuesta es: sólo en parte.

Es cierto que hay enormes similitudes en la dirección que siguen los cambios experimentados por las comunicaciones de los países signatarios del acuerdo, pero tales parecidos tienen mucho más que ver con una sinergia internacional que con lo establecido por la letra del TLC. México y Canadá  cada vez asimilan más las características que presenta el sector audiovisual de los Estados Unidos, pero este fenómeno se da también en otros países del mundo.

Como decía al principio, el TLC es un hito, un punto en el camino. Hubo acciones previas al acuerdo, también las hubo después y seguramente nos asombraremos con otras muchas que sucederán como producto de un acuerdo cuyos parámetros son básicamente comerciales.

En realidad, los acuerdos comerciales hacen operativos ciertos cambios que se requieren para el funcionamiento cabal de un sistema de economía globalizada. Las industrias audiovisuales y el sector telecomunicaciones no están al margen de esos requerimientos, por el contrario, son actores fundamentales que solamente a través de procesos de liberalización como los que vivió y vive México, pueden responder a las necesidades del sistema político-económico vigente.

Sabemos que los cambios operados en el sector audiovisual mexicano responden a las políticas neoliberales iniciadas en 1982, que dieran lugar a la ya mencionada reforma general del Estado. Como vimos, esta reforma llevó a desregular el sector audiovisual, base a partir de la cual cambió la estructura económica y paulatinamente está  modificando los contenidos, un tema que no analizamos en este artículo, pero que podemos resumir en una idea que merece ser estudiada a fondo: los contenidos cada vez están más al servicio de la búsqueda de ganancias, pero también cada vez adquieren un lugar más destacado en la construcción de la realidad.

En México el Estado aplicó las reglas neoliberales para permitir el juego del mercado en el sector audiovisual, sin embargo, lo hizo sin retirarse del todo. Su injerencia ayudó a la consolidación preferencial de ciertos grupos o empresas, en una búsqueda por establecer o renovar alianzas y apoyos políticos. Como producto de ello hubo muchas repercusiones negativas, pero también debemos contabilizar algunas positivas.

Entre las primeras destaca la subordinación explícita de los productos culturales ofrecidos por los medios audiovisuales a las alianzas de los capitales trasnacionales. Este proceso no ha favorecido un mayor intercambio de productos culturales entre los dos socios menores del acuerdo: Canadá  y México. Por el contrario, vemos que el predominio de las producciones audiovisuales extranjeras sigue en manos estadounidenses.

Pero este intercambio desigual también se ha manifestado en las inversiones. En efecto, ni Carlos Slim de Telmex que intenta incursionar en la telefonía de varios países de América, entre ellos Estados Unidos; ni Televisa, que se expande hacia Europa, América Latina o su tradicional mercado hispano hablante de Estados Unidos, parecen tener planes (al menos visibles) de invertir en Canadá. Tampoco los tiene TV Azteca, cuya expansión se orientó hacia América Latina. En consonancia con esto, no tenemos noticias de proyectos de inversión desde Canadá  hacia el sector audiovisual de México.

Entre las ganancias de este proceso de cambio profundo que vive el sector audiovisual mexicano, tenemos que se rompieron dos importantes monopolios: el tradicional detentado por Televisa y el incipiente de Telmex.

Televisa ahora tiene competidores tanto en la televisión abierta como en la de paga. Pero esta ganancia no es neta: el resto de los empresarios del sector audiovisual se afanan por seguir el camino del consorcio invirtiendo en varias ramas de medios a la vez y abriendo su abanico empresarial a otro tipo de actividades. Por añadidura, en el ámbito de la televisión el recurso de rating para ganar mercado es constante, lo que ha venido a deteriorar aún más los contenidos de la TV privada.

En cuanto a Telmex, obligada por la liberalización, procura transformarse en una empresa más competitiva en los precios de sus servicios, en infraestructura y sobre todo, en la atención a los usuarios. Sin embargo, las quejas contra su desempeño se acumulan y están llegando ahora al ámbito internacional.

Sin duda el TLC desde sus orígenes ha sido un acuerdo desigual. Aún así y salvando las distancias existentes entre las condiciones de desarrollo de los tres países, vemos un horizonte similar en las industrias audiovisuales de México, Canadá  y Estados Unidos. Este horizonte, sin embargo, no es reflejo directo de la letra del TLC, sino más bien de las políticas económicas de globalización que dominan a las sociedades de fin de siglo.

De concretarse una demanda, ya recurrente, de revisar el TLC, deberemos estar atentos para formular y canalizar propuestas concretas acerca del intercambio audiovisual entre los países signatarios y sobre todo, participar con una actitud vigilante y crítica ante las decisiones que toman los Estados en materia de culturas nacionales.

                                   México, julio de 2000.
 

BIBLIOGRAFIA Y HEMEROGRAFIA

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[1] En el Proyecto Monarca participan investigadores de la Universidad de Quebec en Montreal y en Trois Riviére, por Canadá, bajo la coordinación de Gaëtan Tremblay. En México participan en diferentes momentos, bajo la coordinación de Delia Crovi, académicos de las universidades de Guadalajara; Iberoamericana; Autónoma Metropolitana, plantel Xochimilco; Nacional Autónoma de México e ITESM, campus Morelos y Monterrey. En el presente número de Razón y Palabra pueden consultarse artículos de algunos de los investigadores del grupo mexicano.

[2] Para una mayor información acerca de los resultados del Proyecto Monarca, entre otros trabajos, ver: La projet monarque. Étude comparée des industries québécoises et mexicaines de l’audiovisuel, bajo la dirección de Gaetan Tremblay y Jean-Guy Lacroix, editado por la Université de Québec en Montréal, 1995 y Desarrollo de las Industrias Audiovisuales en México y Canadá, coordinado por Delia Crovi Druetta, editado por la Universidad Nacional Autónoma de México, 1996.

[3] En este sentido cabe advertir que al contrario de lo que ocurre en Canadá, donde existe una centralización en el manejo del sector audiovisual, en México intervienen diversas instancias públicas, lo que crea dispersión en las funciones. Recordemos sólo algunas manifestaciones de esta dispersión: la Secretaría de Comunicaciones y Transportes se encarga de otorgar concesiones; la de Gobernación supervisa los contenidos; la de Educación Pública es responsable de la radio y TV educativa y cultural, además de entregar licencias de locución; las Secretarías de Comercio y Salud intervienen en permisos especiales para anuncios publicitarios, rifas, sorteos, etc., que realizan o promueven los medios.

[4] El tema del cine mexicano en el contexto del TLC, es abordado por Enrique Sánchez Ruiz en un artículo que se incluye en el presente número de Razón y Palabra.

[5] El artículo de María de la Luz Casas Pérez, que forma parte de este número de Razón y Palabra, agrega información relevante sobre el tema de la legislación y el TLC.

[6] Para ampliar la información acerca de los canales del Estado y culturales, ver el artículo de Florence Toussaint incluido en este mismo número de Razón y Palabra.

[7] No se incluye en estas reflexiones al canal 40 (en un tiempo con participación accionaria de TV Azteca), debido a que su señal, emitida desde el DF, tiene cobertura limitada.

[8] Según datos Soledad Robina Bustos, integrante del  Proyecto Monarca, Televisa producía en 1996 alrededor de 48,000 horas de TV por año y contaba con una videoteca con 55,000 horas de programas diversos que utiliza tanto en sus estaciones de aire como de cable y DTH. Exporta alrededor de 60,000 horas al año y según afirmaba entonces la propia empresa, su producción se vendía a 125 países (Robina, en Crovi, 1996).

[9] El rechazo que provocó esta unión entre la opinión pública especializada y los competidores, hizo que la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y la propia Comisión Federal de Competencia advirtieran que para que Telmex y Cablevisión unieran sus capacidades debían previamente convertirse en redes públicas a las que pueden interconectarse otras compañías, cosa que no beneficiaría a ninguna de las dos empresas.

[10] En este número de Razón y Palabra se incluye un artículo de Carmen Gómez Mont, integrante del Proyecto Monarca, que analiza de manera puntual el tema de la liberalización de las telecomunicaciones a partir del TLC.


Delia Crovi Druetta
Profesora e investigadora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México

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