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2000

 

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En el desempolve: The Best of Steve Winwood
 
Por Walter Islas Barajas
Número 19

Dentro de una oficina, prácticamente sea la que sea, echar una mirada a los archivos impresos -con eso de que desde hace pocos años, el término archivo se ha vuelto sinónimo de documentos de Word, Excel o Power Point, por ejemplo- es tarea común. Según la actividad, éstos pueden contener datos financieros, literarios, cinematográficos, contables, artísticos, etcétera. Si la búsqueda resulta enriquecedora (hemos aprendido algo) o al menos productiva (hallamos lo que deseábamos encontrar), consideramos que ese 'clavado' en el mar de letras y números ha valido la pena.

Algo similar ocurre si, durante un paseo sin prisa frente a los estantes de 'novedades' en las tiendas de discos, nos topamos con material 'de archivo': músicos que nos han legado (en el sentido más noble de la palabra) algo adicional a las cajas donde guardamos sus discos, un extra ajeno al librito que los acompaña.

Vocación mediana o completamente inútil de arqueología musical, es probable; afán por abrir los oídos a parte de la música poco programada en la radio de la ciudad de México, quizá; dignificación de lo viejito es bonito -diminutivo de bueno-, alejado venturosamente del pop en español con etiqueta escúchese-cómprese-y-olvídese, tan socorrido por Estéreo 97.7.

En suma: en días nublados, frescos y con lluvia como los de finales de julio de este año, una probadita del legado de Steve Winwoood no caería mal. Y menos si se trata de lo mejor de este precoz roquero inglés, que suma ya 34 años de carrera musical. Con 18 años de edad, logró componer diversas piezas que, interpretadas por él mismo dentro del Spencer Davis Group, allá en 1966, poco a poco tuvieron el pleno derecho de paso hacia las tierras del éxito y de la historia de la música.

Dentro de la Millennium Collection, 20th Century Masters, en 1999 el sello Island (cuyo material es distribuido en México, si no recuerdo mal, por Universal Music) publicó The Best of Steve Winwood, compilación suficientemente variada como para conocer, en un volumen, los trabajos que este nativo de Birmingham, Inglaterra registró desde sus comienzos en 1966 hasta 1971.

Nombres como Traffic, una de las agrupaciones en que S. Winwood ha colaborado, cobran vida de nuevo en este disco, con la representación de 3 piezas: Low spark of high-heeled boys, corte de 11 minutos donde, entre otros acontecimientos, el piano traza acordes casi hipnóticos como comparsa y elemento central, el órgano se explaya sin pena alguna, el saxofón tiñe de colores tenues el ambiente y la batería raya en el ritmo del jazz. Buena ocasión de relajarse y disfrutar esta creación de Winwood y Jim Capaldi, uno de sus compañeros de andanzas.
Dicho estado puede alargarse al poner atención a dos temas más. Uno, la historia de poco más de 6 minutos guardada en John Barleycorn, canción que no precisa más que de la guitarra rítmica, la flauta que hace piruetas, un pandero golpeado ocasionalmente y un piano que marca los tonos fuertes para definir su disfrutable sencillez. Y otro, el breve tramo constituido por Empty Pages, tema más dinámico donde se perciben de nueva cuenta improvisaciones con sabor jazzístico en los solos y los acompañamientos de órgano, instrumento en el que Winwood demuestra su destreza y que, aparte, ha sido injustamente arrumbado al olvido desde mediados de los 70 por los sintetizadores.

El sabor cambia en otros cortes del disco, que exponen una porción de la fase de fe ciega (o sea, como miembro de Blind Faith) de este multiinstrumentista británico. La batería de Ginger Baker, salvaje para su época, define los pasos de las guitarras de Eric Clapton y de S. Winwood en Had to cry today, ocho minutos de acordes machacones y de solos comedidos y bien ejecutados, bastante cercanos al blues.

Asimismo, este acoplado de 11 piezas incluye temas más 'del dominio público', con lo relativo e impreciso que esto pueda ser, presentes hace tiempo en películas norteamericanas o programados de cuando en cuando en estaciones del Distrito Federal como Universal Stéreo (92.1): Gimme some lovin', corte festivo que valdría la pena buscar en una improbable versión extendida; Paper sun, con la cítara matizando el flujo de la música; y Dear Mr. Fantasy, composición que cuenta con un sobresaliente solo de guitarra y que va de menos a más.

Sin el apoyo de Chris Blackwell, productor y fundador de Island Records, el impulso de su hermano Muff y el trabajo creativo de músicos como Chris Wood (saxofonista, flautista y organista) y el ya citado Capaldi (percusionista), tal vez la historia de Winwood hubiera sido otra. Sin embargo, como solista o como integrante de Traffic, nos queda su música, que a 3 décadas de distancia pareciera no haber perdido ni una pizca de la frescura y honestidad con las que fue bañada.


Walter Islas Barajas
 

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