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Por Mauricio Beuchot
Número 21
Introducción
En lo que sigue examinaremos la teoría de Peirce sobre las
categorías, o los principales modos de ser ontológicamente
(y, por tanto, de predicarse lógicamente) que pueden tener
las cosas. El poseer un cuadro categorial es de suma importancia
para cualquier filósofo, pues es el núcleo de su ontología
o metafísica; determina el tipo de cosas que aceptará
como más básicas. Por supuesto que Peirce no dejó
de abordar el problema, y más de una vez lo revisó
y replanteó, hasta llegar al esquema más sencillo.
Ha
habido numerosas tablas de categorías, entre las que sobresalen
la de Aristóteles, seguido por las de los escolásticos,
y en algunos puntos modificadas (sobre todo por los nominalistas
ockhamianos), las de Leibniz, las de Kant y las de Hegel. Peirce
reflexiona sobre todas ellas, y trata de llegar al esquema categorial
más simple a la vez que más completo posible. En su
búsqueda encontró la ayuda de los escolásticos,
principalmente de Ockham, que buscaba una economía radical,
y aplicaba su filosa navaja lógica a la ontología.
Pero, también, Peirce se muestra sumamente innovador, pues
toma y aplica esos elementos con mucha independencia y genialidad.
Las
categorías
Peirce
elabora su propia tabla de las categorías, distinta de la
aristotélica y la kantiana, aunque inspirada en una parte
de esta última.[1] Sólo
admite tres categorías, las de primeridad, segundidad y terceridad.[2]
Dice haberlas tomado de Kant, a saber, de las categorías
de posibilidad, actualidad y necesidad, aunque también parecen
concordar con las de cualidad, modalidad y relación. "De
las de Aristóteles dice haber dedicado a su estudio lógico
los dos años más laboriosos y apasionados de su vida
a pesar de no haber podido llegar a ninguna aserción al respecto.
Le valora haber explicitado dos modos de ser -potencia-acto y sus
análogos, materia-forma- pero más aún, haber
vislumbrado en la 'entelequia' un tercer modo de ser que lamentablemente
no desarrolla".[3] También
estudió las categorías de Hegel, pero no las acepta;
con todo, asegura que sus categorías coincidirían
con los modos hegelianos del pensamiento: tesis, antítesis
y síntesis.
La
categoría de primeridad corresponde a la cualidad, la de
segundidad a la actualidad, y la de terceridad corresponde a la
relación, pero a una relación legal, a una ley. Esta
ley es la que rige la estructura, que siempre es relación,
una estructura esencial. Por eso también puede decirse que
la terceridad corresponde a la esencia e igualmente a la acción
de significar. Más concretamente, corresponde a la noción
de suposición de los escolásticos.[4]
Que
corresponda a la esencia en sentido escolástico, se ve claro
por un texto del mismo Peirce: "Un tercero es algo cercano
a una esencia tal como es entendida por filósofos como Aristóteles,
Santo Tomás y, especialmente, Duns Escoto. Peirce estuvo
en desacuerdo con la posición de que las esencias eran inherentes
en los entes actuales. En lugar de eso, creía que los universales
o esencias eran relaciones (específicamente de semejanza)
entre esos entes actuales".[5]
En verdad, Peirce asevera que la esencia de una cosa "es su
idea, la ley de su ser, que la hace la clase de cosa que es, y que
debe ser expresada en la definición de esa clase".[6]
Sólo que Peirce no entiende las esencias como algo dado desde
la eternidad, sino como una ley de comportamiento o un hábito,
por lo que considera que las esencias son disposicionales, con lo
cual se aparta un tanto de la línea aristotélico-escolástica.
A veces da la impresión de que la cualidad es para Peirce
como el famoso "tercer estado" de la esencia, del cual
hablaba Avicena y que retomaron los escolásticos, es decir,
un estado neutro de la esencia, considerada en sí misma,
y no como esencia en la cosa ni como esencia en la mente. La esencia
en la cosa es ciertamente singular, en la mente es algo universal
pero dependiente de algo individual, a saber, la idea misma; en
cambio, en sí misma es propiamente universal, ya que es cuando
puede recibir atributos esenciales. En efecto, para Peirce, "la
cualidad no depende en su ser de la mente en forma de sensación
ni de pensamiento, tampoco de algo material que la posea. Por lo
mismo es un fenómeno propio del pensamiento metafísico
no implicado en la sensación misma".[7]
Esa
lista triádica de las categorías elaborada por Peirce
no carece, pues, de influencia escolástica. Murphey explica
que hacia 1864-65, "adoptando de los escolásticos el
término ens para significar cualquier cosa que puede ser
un objeto de pensamiento, asevera dos principios que llama el primer
y segundo principios de la lógica. El primero es que 'una
cosa u otra es verdadera de cada ens'. Esto de hecho equivale a
decir que todo ens tiene una cualidad o todo sujeto un predicado.
Así tenemos ya substancia y cualidad. El segundo principio
es: 'para cualquier cosa que es verdadera de un ens, algo debe ser
verdadero de un par de entia de los cuales éste es uno de
ellos'. Esto es, una cualidad sólo puede llegar a ser conocida
comparando su sujeto de inherencia con otro sujeto".[8]
Tenemos allí la primeridad, que es la cualidad que se percibe;
la segundidad, que es la substancia individual a la que es inherente
esa cualidad, y la terceridad, que es la relación que se
puede establecer entre esa substancia y otros sujetos de inherencia.
Y todo ello surge de la consideración escolástica
de los predicamentos.
Esa
tercera categoría, la de la terceridad, tiene como principal
modo la referencia a un interpretante (ya que relaciona al signo
y al objeto con el intérprete a través de ese interpretante,
sea idea, hábito o conducta, y que viene a ser como el fundamentum
relationis), y esto tiene su origen en la noción de suppositio
de la semántica escolástica: "Aunque se requiere
que la referencia a un interpretante pueda tomarse de un modo ligeramente
distinto de la referencia a un fundamento y de la referencia a un
correlato, la única interpretación adecuada para esta
noción parecería ser el 'estar en lugar de'. Así,
una cualidad está en lugar de una abstracción, un
correlato está en lugar de su correlato, y las impresiones
están en lugar de algo para su concepto interpretante. Tal
interpretación es consistente con la aseveración de
Peirce de que la relación de signo es fundamental, ya que
un signo es lo que está en lugar de algo para alguien en
algún respecto. Y además sugiere una fuente muy plausible
para la tercera categoría de Peirce -la teoría escolástica
de la suposición".[9]
Al parecer, la definición más aproximada al interpretante
de Peirce es la definición de suposición aportada
por Buridan -a quien Peirce cita varias veces-, la cual establece
que la suposición "es la interpretación de un
término en una proposición en lugar de cierta cosa
o cosas tales que, si fueran señaladas con el pronombre 'éste'
o 'ése' o un equivalente, ese término es verdaderamente
afirmado del pronombre por medio de la cópula de esa proposición".
Murphey dice que la semejanza entre la definición de Buridan
de la suposición y la del interpretante de Peirce es obvia:
"La relación de predicado a sujeto es establecida por
el predicado que representa (que asevera) que su correlato (sujeto)
es una representación del (está en lugar del) mismo
correlato (objeto) que esta misma representación representa
(está en lugar de)".[10]
Pero esa representación interpretante crea la relación
de sujeto a objeto; pero esta representación debe ser, a
su vez, interpretada, y así ad infinitum.
La
primacía de lo relacional
Peirce
da un lugar preponderante a la relación en su pensamiento.
Sin embargo, en lo que más parecía haber tenido originalidad
Peirce, a saber, en su lógica de relativos, se encuentra
presente el influjo de la escolástica. Emily Michael[11]
se refiere a Ockham como la fuente de la que Peirce depende. Posiblemente
no lo leyó directamente, pero bien pudo tomarlo de Prantl
y de Mill. Pero también es posible que lo haya leído
directamente. Peirce tiene un manuscrito, el 1001, intitulado "Pasajes
en la lógica de Ockham tocantes a las relaciones", donde
cita trozos de la Summa Logicae de Ockham. Según Michael,
pueden ser de 1866, copiados de Prantl, o de 1867, copiados de una
edición de la obra de Ockham que se encontraba en alguna
biblioteca (pues en 1868 ya tiene un ejemplar de esa obra entre
sus libros).
Michael
dice que la primera división de los términos relativos
o tipos de relaciones es en los de equiparancia y de disquiparancia,
que parecen corresponder a los términos connotativos ("blanco")
y a los relativos ("padre") de Ockham.[12]
Pero lo que se le escapa a Michael es que esa distinción
entre términos de equiparancia y de disquiparancia eran totalmente
usuales entre los escolásticos, p. ej. en Pedro Hispano y,
más claramente, en Alberto de Sajonia.[13]
Tanto esos términos connotativos como los relativos (o los
de equiparancia y de disquiparancia) se refieren indirectamente
a su objeto, es decir, primero se refieren a su significado y después
a su objeto referido. Por ejemplo, "blanco" se refiere
primero a "tener blancura" y después a "Sócrates",
ya que Sócrates es blanco en virtud de su tener blancura;
y lo mismo sucede con "padre", ya que ser padre significa
"haber engendrado un hijo", y "padre" se aplica
a Sócrates en virtud de haber engendrado un hijo; esto es,
en virtud del significado connotado se va a lo denotado.
Ockham
construye las proposiciones como relaciones; por ejemplo, una oración
predicativa es monádica, y una relación es poliádica.
En "S es P", "P" tiene relación monádica
con "S"; pero en "Todo S es P", "P"
tiene relación poliádica con "S1, S2, S3 ...";
y mucho más en "S1 da P a S2", "P" tiene
relación poliádica (diádica) con "S1"
y "S2". A la relación monádica, Peirce la
llama relación de equiparancia, y a la relación poliádica,
de disquiparancia. Dado el nominalismo conceptualista de Ockham,
para él el predicado es una abstracción, entendida
como signo mental y no como objeto o forma, que se aplica a los
individuos que se asemejan en ese predicado. Por lo tanto, se representa
una relación entre el predicado y los sujetos a los que pertenece.
"El análisis de Ockham puede verse como teniendo un
peso directo sobre el análisis de Peirce de los relativos
equiparantes como relaciones entre individuos indicadas por un término
sujeto de un predicado monádico y los relativos disquiparantes
como relaciones diádicas entre individuos indicados por un
término sujeto y un término objeto directo".[14]
Según
la misma Emily Michael, Peirce vuelve a hablar en 1869 del tratamiento
que hace Ockham de los relativos de acuerdo y de oposición,
como correspondiendo a los de equiparancia y de disquiparancia.
También se llamaban, en los manuales escolásticos,
de implicación y de repugnancia.
Pero,
como anota la propia Michael, el interés de Peirce era distinto
del de los escolásticos y del de Mill, ya que trataba de
desarrollar una lógica de los relativos que le permitiera
el análisis lógico de todos los símbolos lingüísticos,
incluyendo los matemáticos, como lo expresa en la Conferencia
II de sus Lowell Lectures de 1866.[15]
Quería ampliar la silogística de modo que incluyera
las relaciones, convencido como estaba (a semejanza de Boole) de
que las demostraciones matemáticas podían reducirse
a silogismos. Esto lo llevaba más allá de los objetivos
(conscientes al menos) de los medievales, a pesar de que éstos
concedían notable importancia a la relación y tenían
una lógica de relaciones (al menos en sus rudimentos) que
sólo se les ha reconocido recientemente por los historiadores
de la lógica (p. ej. por Michele Malatesta).[16]
Otros
elementos ontológicos
Aunque
no en relación con las categorías, se ha encontrado
en la ontología peirceana otra influencia de Duns Escoto.
Tal es la teoría de la haecceitas escotista,[17]
que Peirce adopta ya algo tardíamente, es decir, para el
periodo posterior a 1885. "Hasta entonces el concepto de haecceidad
no tiene parte en la filosofía de Peirce. La primeridad y
la terceridad permanecen definidos como lo fueron en la 'Nueva Lista'...
Es sólo con la reformulación de las categorías
alrededor de 1885 cuando esas analogías se vuelven operativas".[18]
La idea de haecceidad no se da sino hasta 1890, y toma parte en
su teoría del signo: "Este punto es de hecho muy obvio,
pues la última teoría del índice está
tan cercana a la teoría de la haecceidad que la ausencia
de una casi implica la ausencia de la otra".[19]
Durante mucho tiempo Peirce vio la individuación sin necesidad
de principio individuador. Pero "la adición de la lógica
de las relaciones en 1870 debía llevar a algunos cambios
en la teoría de la cognición, y cambios aun más
básicos tendrían que seguirse cuando la teoría
de la cuantificación fuera añadida. Pues en ese caso
el problema de la individuación tendría que ser reconsiderado,
y algún concepto positivo de la individualidad añadido.
Peirce había descubierto la cuantificación hacia 1885.
No es sorprendente por lo tanto que haya empezado a usar 'haecceidad'
como un medio de caracterizar a los individuos poco después".[20]
La
estoidad tiene que ver con la categoría de segundidad, que
se refiere a un hecho, a un esto. A partir de 1890, Peirce la designa
como "haecceidad" (CP 1.405). Pero, ya que él había
estudiado a Escoto desde los 60, no hay duda que se inspiró
en él para su reformulación de las categorías
en 1885. Tiene que ver de modo directo con la revisión de
la categoría de segundidad: "La posesión de haecceidad
es lo que da existencia al objeto (6.318). Peirce sigue aquí
a Escoto precisamente al hacer al principio de individuación
cargar el peso del cuantificador existencial, y mediante ello resuelve
la dificultad de que sólo los individuos pueden existir (3.613).
Se sigue, por supuesto, que la existencia no es un predicado, y
que en la lógica peirceana el cuantificador existencial se
toma como básico y el cuantificador universal es definido
en términos de él".[21]
Esta postura es también muy semejante a la de W. V. O. Quine,
de que existir es ser el valor de una variable ligada, principalmente
ligada por un cuantificador existencial, lo cual impide que la existencia
sea un predicado. (Tal vez en todo ello pueda rastrearse la influencia
de Peirce en Quine, que llegó a reseñar el segundo
tomo de sus obras, precisamente el más dedicado a la lógica,
lo cual indica que conocía los escritos peirceanos.)[22]
Además, para Peirce, la haecceidad confiere individualidad
y existencia. Y, por lo mismo, da identidad al individuo, con lo
cual se cumple también el dictum quineano "No entity
without identity".
Al
igual que Escoto, Peirce ve la haecceidad como una serie de cualificaciones,
sólo que el primero no veía esa serie como infinita,
y el segundo sí; pero ambos coinciden en rechazar el que
hubiera haecceidades sin relación con las cualidades (aunque
la conexión no fuera necesaria). "Tanto Escoto como
Peirce rechazan tal posibilidad concibiendo la haecceidad como la
determinación final o última de una naturaleza ya
determinada (1.465ss). En la concepción de Peirce, la haecceidad
es el límite de una serie infinita de determinaciones (1.456ss).
El mismo efecto es logrado por la aseveración explícita
de Peirce de que todas las haecceidades están sujetas a las
leyes del tercio excluso y de la no contradicción (3.613).
De nuevo, la definición de la haecceidad no implica sujeción
a estas leyes ni la conversa, pero si estas leyes se aplican, entonces
toda haecceidad tendrá determinaciones cualitativas".[23]
La haecceidad es el aspecto material de la segundidad (el aspecto
formal es la relación diádica); y es una experiencia,
más que un concepto, al ser algo indefinible. Es asimismo
un aspecto no cualitativo que se da en la cosa además de
los aspectos cualitativos. Por otra parte, no es exactamente una
propiedad; por lo cual, aun cuando se haga abstracción de
las propiedades de una cosa, ésta permanece en su individualidad,
en su identidad y en su entidad o existencia.
También
hay una huella de la escolástica en sus ideas sobre la intencionalidad
y la finalidad o teleología. En cuanto a la intencionalidad,
fue una doctrina típicamente aristotélico-escolástica.
Para Peirce surge a partir de la relación del signo con el
interpretante. Allí es donde en la semiosis se da la intencionalidad.
El signo lleva intencionalidad por el hecho de pedir ser interpretado
de tal o cual manera. En ello va la intencionalidad significativa
del hablante.[24] La causalidad
final o teleología es la misma ley general, que determina
una conducta o un pensamiento. "Peirce veía estas causas
finales de un modo muy cercano a como lo hizo Aristóteles"[25]
y, por consiguiente, a como lo hicieron los escolásticos.
Para él eso tiene que ver con el determinismo del universo,
pues "todo hombre ingenuo... cree firmemente y sin duda en
que en cierta medida los fenómenos son regulares, esto es,
están gobernados por ideas generales; y en la medida en que
son así, son capaces de predicción por razonamiento".[26]
Por
último, la finalidad tiene que ver con la intencionalidad.
Hay finalidad e intencionalidad en todo el universo, en todos los
procesos físicos, pero sobre todo en los semióticos.
Por eso la lógica es, para Peirce como para los escolásticos,
una ciencia de las segundas intenciones. Es decir, es una ciencia
de las intenciones cognoscitivas de la mente de un nivel elevado.
Las primeras intenciones de la mente versan sobre lo real, producen
conceptos de cosas; las segundas intenciones versan sobre esos conceptos
de cosas, esto es, sobre algo que ya es mental, producen conceptos
de conceptos (p. ej. los conceptos de sujeto, predicado, definiens,
definitum, antecedente, consecuente, etc.). Y este último
campo, el de las segundas intenciones, es el de la lógica.
Peirce dice que "las tres concepciones de la referencia a un
fundamento, la referencia a un objeto y la referencia a un interpretante
son las fundamentales de al menos una ciencia universal, la de la
lógica. Se dice que la lógica trata de las segundas
intenciones en cuanto aplicadas a las primeras".[27]
Usa las mismas expresiones escolásticas -sobre todo tomistas-
para designar el objeto y campo de la lógica, como ciencia
de las segundas intenciones. "Así podemos ver que Peirce
reconoció la intencionalidad de la semiosis, incluso aprovechó
el lenguaje tomista para expresarlo. De ahí que la actividad
significativa es intencional y también lo es todo el pensamiento".[28]
Igualmente
intencional es la voluntad, y además vinculada con la haecceidad.
También respecto de la voluntad hay una influencia escolástica
en Peirce. Su teoría de la voluntad está muy inspirada
en la teoría de Escoto de la libertad absoluta de Dios, que
pone a su voluntad al mismo nivel o hasta por encima de su intelecto.
A diferencia de Santo Tomás, Escoto sostenía que la
voluntad de Dios, para ser libre, no estaba totalmente sujeta a
su intelecto. Así la escuela franciscana daba mayor relieve
a la omnipotencia de Dios, por encima de la omnisapiencia, a la
que daba mayor relieve la escuela dominicana. Además, Escoto
veía esa libertad sobre todo en la creación. Todas
las cosas creadas tenían naturalezas (creadas), pero esa
naturaleza no alcanzaba a conferirles existencia. Ella es concedida
por Dios en el acto de creación, lo concede el "fiat!"
("¡hágase!") de la voluntad divina, en forma
de haecceidad entregada a la cosa. "Peirce adopta esta idea
de hacer a la haecceidad la contraparte objetiva de la voluntad.
La mente objetiva, siendo mente, tiene todas las tres categorías
de los fenómenos mentales, y de ahí manifiesta la
volición. Estos actos de voluntad nos aparecerán a
nosotros en las haecceidades o reacciones experienciales que, a
causa de que la mente objetiva está ligada a hábitos,
son enteramente regulares y consistentes (1.410-416; 6.189-209;
8.41)".[29]
Pero
hay que tener cuidado con las diferencias que casi siempre se dan
entre Peirce y los escolásticos a quienes dice seguir. No
siempre los siguió fielmente, lo cual es legítimo,
y habla de su independencia reflexiva. Además, en el desarrollo
posterior de su pensamiento, hay varios cambios profundos. En efecto,
"aunque el pragmatismo es un desarrollo directo de la obra
temprana de Peirce, marca un cambio importante en el punto de vista
-un cambio que es directamente anti-escolástico. Los escritos
tempranos de Peirce no encierran un verdadero escolasticismo, pero
encierran la teoría escolástica de la esencia. El
pragmatismo significa la completa ruptura de Peirce con esta teoría.
En lugar de buscar una esencia cualitativa de la que se sigue el
comportamiento de la cosa, ahora Peirce identifica la esencia con
el comportamiento. La esencia de una cosa es la suma de los hábitos
que envuelve. De acuerdo con ello, nuestro objetivo en la investigación
de una cosa es descubrir las leyes que gobiernan su comportamiento
-i.e. sus hábitos- no la forma que sirve como base para la
clasificación natural, ya que no hay tal forma".[30]
Dados estos cambios y estas diferencias que se encuentran en Peirce
respecto de sus admirados escolásticos, hemos tenido que
ser muy cuidadosos al asignar, en general, la importancia de la
influencia escolástica en el pensamiento peirceano, y, en
particular, algunas influencias concretas.
Conclusión
Por
lo tanto, el seguimiento que hace Peirce de los autores escolásticos,
que conoce tan bien, es siempre con independencia y con un sello
personal. Toma algunas cosas, muy determinantes y muy claves; pero
también deja de lado otras, igualmente importantes. Elabora
su tabla de categorías tomando algo de los escolásticos,
en concreto, de Ockham; pero con la suficiente libertad como para
quedarse con las tres más básicas y que pueden construir
a todas las demás. Esto que se preludiaba en Ockham fue recogido
por Leibniz, al cual admiraba mucho Peirce. Pero, sobre todo, reflexiona
sobre las categorías kantianas y hegelianas, quizá
tanto o más que sobre las aristotélicas. Busca lo
esencial, lo más económico y primario. Por eso se
queda con tres categorías tan sólo. Asimismo, de escoto
adopta (y adapta) tanto su teoría de los universales, con
un esencialismo muy fuerte, como su teoría de los individuos,
con la haecceidad como principio de individuación.
Hay
en Peirce una intuición de fondo, que está relacionada
con la semiótica y con la significación como base
de nuestro conocimiento, tanto perceptual como intelectual: hay
una cualidad que se nos presenta (primeridad), hay un objeto al
que ésta pertenece y al que nos remite, objeto que nos ofrece
resistencia, que se muestra como real (segundidad), y hay una relación
constante, esto es, de tipo ley, que se nos impone y que debemos
respetar si queremos interpretar el fenómeno sígnico-cognoscitivo.
Para estructurar esa intuición y argumentarla, recoge elementos
de toda la historia de la filosofía hasta su siglo, por lo
que vemos que acude a Aristóteles, a los escolásticos,
a Leibniz, a Kant y a Hegel. Es lo más granado de la historia
de la filosofía, que él replantea con originalidad
y genialidad a la vez.
[1]
Las categorías de Aristóteles son diez: substancia,
cantidad, cualidad, relación, acción, pasión,
cuándo, dónde, situación y hábito; las
de Kant son doce: unidad, pluralidad, totalidad, realidad, negación,
limitación, substancia, causalidad, acción mutua,
posibilidad-imposibilidad, actualidad o existencia-no actualidad
o no existencia, necesidad-contingencia.
[2]
Algo parecido había hecho Leibniz, quien había reducido
las categorías aristotélicas sólo a tres, a
saber, cantidad, cualidad y relación. Cf. G. W. Leibniz,
Dissertatio de arte combinatoria, en C. Gerhardt, Die philosophischen
Schriften von Gottfried Wilhelm Leibniz, Hildesheim: Georg Olms,
1978, Band IV, 35, 3; A. Herrera, "La ontología del
Leibniz joven", en Diánoia (UNAM), 27 (1981), p. 90.
[3]
M. Restrepo, Ser-signo-interpretante. Filosofía de la representación
de Charles S. Peirce, Santafé de Bogotá: Eds. Significantes
de Papel, 1993, pp. 76-77.
[4]
M. G. Murphey, op. cit., p. 132: "La terceridad, en el sentido
de la 'New List', no tiene análogo en Escoto; no hay nada
en Escoto que corresponda precisamente al concepto de representación
de Peirce, a menos que sea la teoría de la suposición,
y ésta es una doctrina común a muchos lógicos
medievales".
[5]
M. Turiano, "Peirce's Realism, Intentionality and Final Causation",
en Dialogue, 33 (1991), pp. 41-42.
[6]
Peirce, "Elements of Logic. Terms" (1893), en Collected
Papers, ed. Ch. Hartshorne - P. Weiss, Cambridge, Mass.: The Belnap
Press of Harvard University, 1933 ss., 2.409. Citaremos esta edición
abreviadamente como CP.
[7]
M. Restrepo, op. cit., p. 83.
[8]
M. G. Murphey, op. cit., pp. 77-78.
[9]
Ibid., p. 84.
[10]
Ibid., pp. 84-85.
[11]
Cf. E. Michael, "Peirce's Earliest Contact with Scholastic
Logic", en Transactions of the C. S. Peirce Society, 12 (1976),
pp. 46-55.
[12]
Cf. ibid., p. 49.
[13]
Cf. P. of Spain, Tractatus, called afterwards Summule Logicales,
ed. L. M. de Rijk, Assen: Van Gorcum, 1972, p. 34, lín. 20;
trad. M. Beuchot, México: UNAM, 1986, p. 32, habla de los
relativi aequiparantiae. Pero la división de relativos en
relativi aequiparantiae y relativi disquiparantiae se encuentra
en Alberto de Sajonia, Perutilis Logica, IIIa. pars, cap. 21; ed.
A. Muñoz, México: UNAM, 1988, p. 150, n. 321. Ver
el mismo Ockham, Suma de lógica, cap. 76, trad. A. Flórez,
Bogotá: Ed. Norma, 1994, p. 294-295.
[14]
E. Michael, art. cit., pp. 50-51.
[15]
Cf. ibid., pp. 51-52.
[16]
Cf. M. Malatesta, "La problematica tomistica delle relazione
alla luce della logica matematica e dei moderni indirizzi di pensiero",
en Rassegna di scienze filosofiche, 27 (1974).
[17]
O "estoidad", pues se deriva de "haec" ("ésta"),
y designa al elemento individuador del ente, lo que lo hace ser
un ente individual, este individuo.
[18]
M. G. Murphey, op. cit., p. 129.
[19]
Ibid., p. 136.
[20]
Ibid., pp. 137-138.
[21]
Ibid., p. 310.
[22]
Cf. W. V. O. Quine, "Review of vol. II of the Collected Papers
of Ch. S. Peirce", en Isis, n. 19 (1933).
[23]
G. A. Murphey, op. cit., p. 311.
[24]
Cfr. M. Turiano, art. cit., p. 43.
[25]
Ibid., p. 44; cf. V. J. Potter, Charles S. Peirce: On Norms and
Ideals, Worcester: University of Massachussets Press, 1967.
[26]
"Elements of Logic. Why Study Logic" (1902-1903), en CP,
2.149.
[27]
"Principles of Philosophy. On a New List of Categories"
(1867 y 1893), en CP, 1.559.
[28]
M. Turiano, ibidem.
[29]
G. A. Murphey, op. cit., p. 347.
[30]
Ibid., p. 158.
Mauricio Beuchot
Universidad Nacional
Autónoma de México
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