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Las categorías Ontológicas en Peirce
 
Por Mauricio Beuchot
Número 21

Introducción

En lo que sigue examinaremos la teoría de Peirce sobre las categorías, o los principales modos de ser ontológicamente (y, por tanto, de predicarse lógicamente) que pueden tener las cosas. El poseer un cuadro categorial es de suma importancia para cualquier filósofo, pues es el núcleo de su ontología o metafísica; determina el tipo de cosas que aceptará como más básicas. Por supuesto que Peirce no dejó de abordar el problema, y más de una vez lo revisó y replanteó, hasta llegar al esquema más sencillo.

Ha habido numerosas tablas de categorías, entre las que sobresalen la de Aristóteles, seguido por las de los escolásticos, y en algunos puntos modificadas (sobre todo por los nominalistas ockhamianos), las de Leibniz, las de Kant y las de Hegel. Peirce reflexiona sobre todas ellas, y trata de llegar al esquema categorial más simple a la vez que más completo posible. En su búsqueda encontró la ayuda de los escolásticos, principalmente de Ockham, que buscaba una economía radical, y aplicaba su filosa navaja lógica a la ontología. Pero, también, Peirce se muestra sumamente innovador, pues toma y aplica esos elementos con mucha independencia y genialidad.

Las categorías

Peirce elabora su propia tabla de las categorías, distinta de la aristotélica y la kantiana, aunque inspirada en una parte de esta última.[1] Sólo admite tres categorías, las de primeridad, segundidad y terceridad.[2] Dice haberlas tomado de Kant, a saber, de las categorías de posibilidad, actualidad y necesidad, aunque también parecen concordar con las de cualidad, modalidad y relación. "De las de Aristóteles dice haber dedicado a su estudio lógico los dos años más laboriosos y apasionados de su vida a pesar de no haber podido llegar a ninguna aserción al respecto. Le valora haber explicitado dos modos de ser -potencia-acto y sus análogos, materia-forma- pero más aún, haber vislumbrado en la 'entelequia' un tercer modo de ser que lamentablemente no desarrolla".[3] También estudió las categorías de Hegel, pero no las acepta; con todo, asegura que sus categorías coincidirían con los modos hegelianos del pensamiento: tesis, antítesis y síntesis.

La categoría de primeridad corresponde a la cualidad, la de segundidad a la actualidad, y la de terceridad corresponde a la relación, pero a una relación legal, a una ley. Esta ley es la que rige la estructura, que siempre es relación, una estructura esencial. Por eso también puede decirse que la terceridad corresponde a la esencia e igualmente a la acción de significar. Más concretamente, corresponde a la noción de suposición de los escolásticos.[4]

Que corresponda a la esencia en sentido escolástico, se ve claro por un texto del mismo Peirce: "Un tercero es algo cercano a una esencia tal como es entendida por filósofos como Aristóteles, Santo Tomás y, especialmente, Duns Escoto. Peirce estuvo en desacuerdo con la posición de que las esencias eran inherentes en los entes actuales. En lugar de eso, creía que los universales o esencias eran relaciones (específicamente de semejanza) entre esos entes actuales".[5] En verdad, Peirce asevera que la esencia de una cosa "es su idea, la ley de su ser, que la hace la clase de cosa que es, y que debe ser expresada en la definición de esa clase".[6] Sólo que Peirce no entiende las esencias como algo dado desde la eternidad, sino como una ley de comportamiento o un hábito, por lo que considera que las esencias son disposicionales, con lo cual se aparta un tanto de la línea aristotélico-escolástica. A veces da la impresión de que la cualidad es para Peirce como el famoso "tercer estado" de la esencia, del cual hablaba Avicena y que retomaron los escolásticos, es decir, un estado neutro de la esencia, considerada en sí misma, y no como esencia en la cosa ni como esencia en la mente. La esencia en la cosa es ciertamente singular, en la mente es algo universal pero dependiente de algo individual, a saber, la idea misma; en cambio, en sí misma es propiamente universal, ya que es cuando puede recibir atributos esenciales. En efecto, para Peirce, "la cualidad no depende en su ser de la mente en forma de sensación ni de pensamiento, tampoco de algo material que la posea. Por lo mismo es un fenómeno propio del pensamiento metafísico no implicado en la sensación misma".[7]

Esa lista triádica de las categorías elaborada por Peirce no carece, pues, de influencia escolástica. Murphey explica que hacia 1864-65, "adoptando de los escolásticos el término ens para significar cualquier cosa que puede ser un objeto de pensamiento, asevera dos principios que llama el primer y segundo principios de la lógica. El primero es que 'una cosa u otra es verdadera de cada ens'. Esto de hecho equivale a decir que todo ens tiene una cualidad o todo sujeto un predicado. Así tenemos ya substancia y cualidad. El segundo principio es: 'para cualquier cosa que es verdadera de un ens, algo debe ser verdadero de un par de entia de los cuales éste es uno de ellos'. Esto es, una cualidad sólo puede llegar a ser conocida comparando su sujeto de inherencia con otro sujeto".[8] Tenemos allí la primeridad, que es la cualidad que se percibe; la segundidad, que es la substancia individual a la que es inherente esa cualidad, y la terceridad, que es la relación que se puede establecer entre esa substancia y otros sujetos de inherencia. Y todo ello surge de la consideración escolástica de los predicamentos.

Esa tercera categoría, la de la terceridad, tiene como principal modo la referencia a un interpretante (ya que relaciona al signo y al objeto con el intérprete a través de ese interpretante, sea idea, hábito o conducta, y que viene a ser como el fundamentum relationis), y esto tiene su origen en la noción de suppositio de la semántica escolástica: "Aunque se requiere que la referencia a un interpretante pueda tomarse de un modo ligeramente distinto de la referencia a un fundamento y de la referencia a un correlato, la única interpretación adecuada para esta noción parecería ser el 'estar en lugar de'. Así, una cualidad está en lugar de una abstracción, un correlato está en lugar de su correlato, y las impresiones están en lugar de algo para su concepto interpretante. Tal interpretación es consistente con la aseveración de Peirce de que la relación de signo es fundamental, ya que un signo es lo que está en lugar de algo para alguien en algún respecto. Y además sugiere una fuente muy plausible para la tercera categoría de Peirce -la teoría escolástica de la suposición".[9] Al parecer, la definición más aproximada al interpretante de Peirce es la definición de suposición aportada por Buridan -a quien Peirce cita varias veces-, la cual establece que la suposición "es la interpretación de un término en una proposición en lugar de cierta cosa o cosas tales que, si fueran señaladas con el pronombre 'éste' o 'ése' o un equivalente, ese término es verdaderamente afirmado del pronombre por medio de la cópula de esa proposición". Murphey dice que la semejanza entre la definición de Buridan de la suposición y la del interpretante de Peirce es obvia: "La relación de predicado a sujeto es establecida por el predicado que representa (que asevera) que su correlato (sujeto) es una representación del (está en lugar del) mismo correlato (objeto) que esta misma representación representa (está en lugar de)".[10] Pero esa representación interpretante crea la relación de sujeto a objeto; pero esta representación debe ser, a su vez, interpretada, y así ad infinitum.

La primacía de lo relacional

Peirce da un lugar preponderante a la relación en su pensamiento. Sin embargo, en lo que más parecía haber tenido originalidad Peirce, a saber, en su lógica de relativos, se encuentra presente el influjo de la escolástica. Emily Michael[11] se refiere a Ockham como la fuente de la que Peirce depende. Posiblemente no lo leyó directamente, pero bien pudo tomarlo de Prantl y de Mill. Pero también es posible que lo haya leído directamente. Peirce tiene un manuscrito, el 1001, intitulado "Pasajes en la lógica de Ockham tocantes a las relaciones", donde cita trozos de la Summa Logicae de Ockham. Según Michael, pueden ser de 1866, copiados de Prantl, o de 1867, copiados de una edición de la obra de Ockham que se encontraba en alguna biblioteca (pues en 1868 ya tiene un ejemplar de esa obra entre sus libros).

Michael dice que la primera división de los términos relativos o tipos de relaciones es en los de equiparancia y de disquiparancia, que parecen corresponder a los términos connotativos ("blanco") y a los relativos ("padre") de Ockham.[12] Pero lo que se le escapa a Michael es que esa distinción entre términos de equiparancia y de disquiparancia eran totalmente usuales entre los escolásticos, p. ej. en Pedro Hispano y, más claramente, en Alberto de Sajonia.[13] Tanto esos términos connotativos como los relativos (o los de equiparancia y de disquiparancia) se refieren indirectamente a su objeto, es decir, primero se refieren a su significado y después a su objeto referido. Por ejemplo, "blanco" se refiere primero a "tener blancura" y después a "Sócrates", ya que Sócrates es blanco en virtud de su tener blancura; y lo mismo sucede con "padre", ya que ser padre significa "haber engendrado un hijo", y "padre" se aplica a Sócrates en virtud de haber engendrado un hijo; esto es, en virtud del significado connotado se va a lo denotado.

Ockham construye las proposiciones como relaciones; por ejemplo, una oración predicativa es monádica, y una relación es poliádica. En "S es P", "P" tiene relación monádica con "S"; pero en "Todo S es P", "P" tiene relación poliádica con "S1, S2, S3 ..."; y mucho más en "S1 da P a S2", "P" tiene relación poliádica (diádica) con "S1" y "S2". A la relación monádica, Peirce la llama relación de equiparancia, y a la relación poliádica, de disquiparancia. Dado el nominalismo conceptualista de Ockham, para él el predicado es una abstracción, entendida como signo mental y no como objeto o forma, que se aplica a los individuos que se asemejan en ese predicado. Por lo tanto, se representa una relación entre el predicado y los sujetos a los que pertenece. "El análisis de Ockham puede verse como teniendo un peso directo sobre el análisis de Peirce de los relativos equiparantes como relaciones entre individuos indicadas por un término sujeto de un predicado monádico y los relativos disquiparantes como relaciones diádicas entre individuos indicados por un término sujeto y un término objeto directo".[14]

Según la misma Emily Michael, Peirce vuelve a hablar en 1869 del tratamiento que hace Ockham de los relativos de acuerdo y de oposición, como correspondiendo a los de equiparancia y de disquiparancia. También se llamaban, en los manuales escolásticos, de implicación y de repugnancia.

Pero, como anota la propia Michael, el interés de Peirce era distinto del de los escolásticos y del de Mill, ya que trataba de desarrollar una lógica de los relativos que le permitiera el análisis lógico de todos los símbolos lingüísticos, incluyendo los matemáticos, como lo expresa en la Conferencia II de sus Lowell Lectures de 1866.[15] Quería ampliar la silogística de modo que incluyera las relaciones, convencido como estaba (a semejanza de Boole) de que las demostraciones matemáticas podían reducirse a silogismos. Esto lo llevaba más allá de los objetivos (conscientes al menos) de los medievales, a pesar de que éstos concedían notable importancia a la relación y tenían una lógica de relaciones (al menos en sus rudimentos) que sólo se les ha reconocido recientemente por los historiadores de la lógica (p. ej. por Michele Malatesta).[16]

Otros elementos ontológicos

Aunque no en relación con las categorías, se ha encontrado en la ontología peirceana otra influencia de Duns Escoto. Tal es la teoría de la haecceitas escotista,[17] que Peirce adopta ya algo tardíamente, es decir, para el periodo posterior a 1885. "Hasta entonces el concepto de haecceidad no tiene parte en la filosofía de Peirce. La primeridad y la terceridad permanecen definidos como lo fueron en la 'Nueva Lista'... Es sólo con la reformulación de las categorías alrededor de 1885 cuando esas analogías se vuelven operativas".[18] La idea de haecceidad no se da sino hasta 1890, y toma parte en su teoría del signo: "Este punto es de hecho muy obvio, pues la última teoría del índice está tan cercana a la teoría de la haecceidad que la ausencia de una casi implica la ausencia de la otra".[19] Durante mucho tiempo Peirce vio la individuación sin necesidad de principio individuador. Pero "la adición de la lógica de las relaciones en 1870 debía llevar a algunos cambios en la teoría de la cognición, y cambios aun más básicos tendrían que seguirse cuando la teoría de la cuantificación fuera añadida. Pues en ese caso el problema de la individuación tendría que ser reconsiderado, y algún concepto positivo de la individualidad añadido. Peirce había descubierto la cuantificación hacia 1885. No es sorprendente por lo tanto que haya empezado a usar 'haecceidad' como un medio de caracterizar a los individuos poco después".[20]

La estoidad tiene que ver con la categoría de segundidad, que se refiere a un hecho, a un esto. A partir de 1890, Peirce la designa como "haecceidad" (CP 1.405). Pero, ya que él había estudiado a Escoto desde los 60, no hay duda que se inspiró en él para su reformulación de las categorías en 1885. Tiene que ver de modo directo con la revisión de la categoría de segundidad: "La posesión de haecceidad es lo que da existencia al objeto (6.318). Peirce sigue aquí a Escoto precisamente al hacer al principio de individuación cargar el peso del cuantificador existencial, y mediante ello resuelve la dificultad de que sólo los individuos pueden existir (3.613). Se sigue, por supuesto, que la existencia no es un predicado, y que en la lógica peirceana el cuantificador existencial se toma como básico y el cuantificador universal es definido en términos de él".[21] Esta postura es también muy semejante a la de W. V. O. Quine, de que existir es ser el valor de una variable ligada, principalmente ligada por un cuantificador existencial, lo cual impide que la existencia sea un predicado. (Tal vez en todo ello pueda rastrearse la influencia de Peirce en Quine, que llegó a reseñar el segundo tomo de sus obras, precisamente el más dedicado a la lógica, lo cual indica que conocía los escritos peirceanos.)[22] Además, para Peirce, la haecceidad confiere individualidad y existencia. Y, por lo mismo, da identidad al individuo, con lo cual se cumple también el dictum quineano "No entity without identity".

Al igual que Escoto, Peirce ve la haecceidad como una serie de cualificaciones, sólo que el primero no veía esa serie como infinita, y el segundo sí; pero ambos coinciden en rechazar el que hubiera haecceidades sin relación con las cualidades (aunque la conexión no fuera necesaria). "Tanto Escoto como Peirce rechazan tal posibilidad concibiendo la haecceidad como la determinación final o última de una naturaleza ya determinada (1.465ss). En la concepción de Peirce, la haecceidad es el límite de una serie infinita de determinaciones (1.456ss). El mismo efecto es logrado por la aseveración explícita de Peirce de que todas las haecceidades están sujetas a las leyes del tercio excluso y de la no contradicción (3.613). De nuevo, la definición de la haecceidad no implica sujeción a estas leyes ni la conversa, pero si estas leyes se aplican, entonces toda haecceidad tendrá determinaciones cualitativas".[23] La haecceidad es el aspecto material de la segundidad (el aspecto formal es la relación diádica); y es una experiencia, más que un concepto, al ser algo indefinible. Es asimismo un aspecto no cualitativo que se da en la cosa además de los aspectos cualitativos. Por otra parte, no es exactamente una propiedad; por lo cual, aun cuando se haga abstracción de las propiedades de una cosa, ésta permanece en su individualidad, en su identidad y en su entidad o existencia.

También hay una huella de la escolástica en sus ideas sobre la intencionalidad y la finalidad o teleología. En cuanto a la intencionalidad, fue una doctrina típicamente aristotélico-escolástica. Para Peirce surge a partir de la relación del signo con el interpretante. Allí es donde en la semiosis se da la intencionalidad. El signo lleva intencionalidad por el hecho de pedir ser interpretado de tal o cual manera. En ello va la intencionalidad significativa del hablante.[24] La causalidad final o teleología es la misma ley general, que determina una conducta o un pensamiento. "Peirce veía estas causas finales de un modo muy cercano a como lo hizo Aristóteles"[25] y, por consiguiente, a como lo hicieron los escolásticos. Para él eso tiene que ver con el determinismo del universo, pues "todo hombre ingenuo... cree firmemente y sin duda en que en cierta medida los fenómenos son regulares, esto es, están gobernados por ideas generales; y en la medida en que son así, son capaces de predicción por razonamiento".[26]

Por último, la finalidad tiene que ver con la intencionalidad. Hay finalidad e intencionalidad en todo el universo, en todos los procesos físicos, pero sobre todo en los semióticos. Por eso la lógica es, para Peirce como para los escolásticos, una ciencia de las segundas intenciones. Es decir, es una ciencia de las intenciones cognoscitivas de la mente de un nivel elevado. Las primeras intenciones de la mente versan sobre lo real, producen conceptos de cosas; las segundas intenciones versan sobre esos conceptos de cosas, esto es, sobre algo que ya es mental, producen conceptos de conceptos (p. ej. los conceptos de sujeto, predicado, definiens, definitum, antecedente, consecuente, etc.). Y este último campo, el de las segundas intenciones, es el de la lógica. Peirce dice que "las tres concepciones de la referencia a un fundamento, la referencia a un objeto y la referencia a un interpretante son las fundamentales de al menos una ciencia universal, la de la lógica. Se dice que la lógica trata de las segundas intenciones en cuanto aplicadas a las primeras".[27] Usa las mismas expresiones escolásticas -sobre todo tomistas- para designar el objeto y campo de la lógica, como ciencia de las segundas intenciones. "Así podemos ver que Peirce reconoció la intencionalidad de la semiosis, incluso aprovechó el lenguaje tomista para expresarlo. De ahí que la actividad significativa es intencional y también lo es todo el pensamiento".[28]

Igualmente intencional es la voluntad, y además vinculada con la haecceidad. También respecto de la voluntad hay una influencia escolástica en Peirce. Su teoría de la voluntad está muy inspirada en la teoría de Escoto de la libertad absoluta de Dios, que pone a su voluntad al mismo nivel o hasta por encima de su intelecto. A diferencia de Santo Tomás, Escoto sostenía que la voluntad de Dios, para ser libre, no estaba totalmente sujeta a su intelecto. Así la escuela franciscana daba mayor relieve a la omnipotencia de Dios, por encima de la omnisapiencia, a la que daba mayor relieve la escuela dominicana. Además, Escoto veía esa libertad sobre todo en la creación. Todas las cosas creadas tenían naturalezas (creadas), pero esa naturaleza no alcanzaba a conferirles existencia. Ella es concedida por Dios en el acto de creación, lo concede el "fiat!" ("¡hágase!") de la voluntad divina, en forma de haecceidad entregada a la cosa. "Peirce adopta esta idea de hacer a la haecceidad la contraparte objetiva de la voluntad. La mente objetiva, siendo mente, tiene todas las tres categorías de los fenómenos mentales, y de ahí manifiesta la volición. Estos actos de voluntad nos aparecerán a nosotros en las haecceidades o reacciones experienciales que, a causa de que la mente objetiva está ligada a hábitos, son enteramente regulares y consistentes (1.410-416; 6.189-209; 8.41)".[29]

Pero hay que tener cuidado con las diferencias que casi siempre se dan entre Peirce y los escolásticos a quienes dice seguir. No siempre los siguió fielmente, lo cual es legítimo, y habla de su independencia reflexiva. Además, en el desarrollo posterior de su pensamiento, hay varios cambios profundos. En efecto, "aunque el pragmatismo es un desarrollo directo de la obra temprana de Peirce, marca un cambio importante en el punto de vista -un cambio que es directamente anti-escolástico. Los escritos tempranos de Peirce no encierran un verdadero escolasticismo, pero encierran la teoría escolástica de la esencia. El pragmatismo significa la completa ruptura de Peirce con esta teoría. En lugar de buscar una esencia cualitativa de la que se sigue el comportamiento de la cosa, ahora Peirce identifica la esencia con el comportamiento. La esencia de una cosa es la suma de los hábitos que envuelve. De acuerdo con ello, nuestro objetivo en la investigación de una cosa es descubrir las leyes que gobiernan su comportamiento -i.e. sus hábitos- no la forma que sirve como base para la clasificación natural, ya que no hay tal forma".[30] Dados estos cambios y estas diferencias que se encuentran en Peirce respecto de sus admirados escolásticos, hemos tenido que ser muy cuidadosos al asignar, en general, la importancia de la influencia escolástica en el pensamiento peirceano, y, en particular, algunas influencias concretas.

Conclusión

Por lo tanto, el seguimiento que hace Peirce de los autores escolásticos, que conoce tan bien, es siempre con independencia y con un sello personal. Toma algunas cosas, muy determinantes y muy claves; pero también deja de lado otras, igualmente importantes. Elabora su tabla de categorías tomando algo de los escolásticos, en concreto, de Ockham; pero con la suficiente libertad como para quedarse con las tres más básicas y que pueden construir a todas las demás. Esto que se preludiaba en Ockham fue recogido por Leibniz, al cual admiraba mucho Peirce. Pero, sobre todo, reflexiona sobre las categorías kantianas y hegelianas, quizá tanto o más que sobre las aristotélicas. Busca lo esencial, lo más económico y primario. Por eso se queda con tres categorías tan sólo. Asimismo, de escoto adopta (y adapta) tanto su teoría de los universales, con un esencialismo muy fuerte, como su teoría de los individuos, con la haecceidad como principio de individuación.

Hay en Peirce una intuición de fondo, que está relacionada con la semiótica y con la significación como base de nuestro conocimiento, tanto perceptual como intelectual: hay una cualidad que se nos presenta (primeridad), hay un objeto al que ésta pertenece y al que nos remite, objeto que nos ofrece resistencia, que se muestra como real (segundidad), y hay una relación constante, esto es, de tipo ley, que se nos impone y que debemos respetar si queremos interpretar el fenómeno sígnico-cognoscitivo. Para estructurar esa intuición y argumentarla, recoge elementos de toda la historia de la filosofía hasta su siglo, por lo que vemos que acude a Aristóteles, a los escolásticos, a Leibniz, a Kant y a Hegel. Es lo más granado de la historia de la filosofía, que él replantea con originalidad y genialidad a la vez.


[1] Las categorías de Aristóteles son diez: substancia, cantidad, cualidad, relación, acción, pasión, cuándo, dónde, situación y hábito; las de Kant son doce: unidad, pluralidad, totalidad, realidad, negación, limitación, substancia, causalidad, acción mutua, posibilidad-imposibilidad, actualidad o existencia-no actualidad o no existencia, necesidad-contingencia.

[2] Algo parecido había hecho Leibniz, quien había reducido las categorías aristotélicas sólo a tres, a saber, cantidad, cualidad y relación. Cf. G. W. Leibniz, Dissertatio de arte combinatoria, en C. Gerhardt, Die philosophischen Schriften von Gottfried Wilhelm Leibniz, Hildesheim: Georg Olms, 1978, Band IV, 35, 3; A. Herrera, "La ontología del Leibniz joven", en Diánoia (UNAM), 27 (1981), p. 90.

[3] M. Restrepo, Ser-signo-interpretante. Filosofía de la representación de Charles S. Peirce, Santafé de Bogotá: Eds. Significantes de Papel, 1993, pp. 76-77.

[4] M. G. Murphey, op. cit., p. 132: "La terceridad, en el sentido de la 'New List', no tiene análogo en Escoto; no hay nada en Escoto que corresponda precisamente al concepto de representación de Peirce, a menos que sea la teoría de la suposición, y ésta es una doctrina común a muchos lógicos medievales".

[5] M. Turiano, "Peirce's Realism, Intentionality and Final Causation", en Dialogue, 33 (1991), pp. 41-42.

[6] Peirce, "Elements of Logic. Terms" (1893), en Collected Papers, ed. Ch. Hartshorne - P. Weiss, Cambridge, Mass.: The Belnap Press of Harvard University, 1933 ss., 2.409. Citaremos esta edición abreviadamente como CP.

[7] M. Restrepo, op. cit., p. 83.

[8] M. G. Murphey, op. cit., pp. 77-78.

[9] Ibid., p. 84.

[10] Ibid., pp. 84-85.

[11] Cf. E. Michael, "Peirce's Earliest Contact with Scholastic Logic", en Transactions of the C. S. Peirce Society, 12 (1976), pp. 46-55.

[12] Cf. ibid., p. 49.

[13] Cf. P. of Spain, Tractatus, called afterwards Summule Logicales, ed. L. M. de Rijk, Assen: Van Gorcum, 1972, p. 34, lín. 20; trad. M. Beuchot, México: UNAM, 1986, p. 32, habla de los relativi aequiparantiae. Pero la división de relativos en relativi aequiparantiae y relativi disquiparantiae se encuentra en Alberto de Sajonia, Perutilis Logica, IIIa. pars, cap. 21; ed. A. Muñoz, México: UNAM, 1988, p. 150, n. 321. Ver el mismo Ockham, Suma de lógica, cap. 76, trad. A. Flórez, Bogotá: Ed. Norma, 1994, p. 294-295.

[14] E. Michael, art. cit., pp. 50-51.

[15] Cf. ibid., pp. 51-52.

[16] Cf. M. Malatesta, "La problematica tomistica delle relazione alla luce della logica matematica e dei moderni indirizzi di pensiero", en Rassegna di scienze filosofiche, 27 (1974).

[17] O "estoidad", pues se deriva de "haec" ("ésta"), y designa al elemento individuador del ente, lo que lo hace ser un ente individual, este individuo.

[18] M. G. Murphey, op. cit., p. 129.

[19] Ibid., p. 136.

[20] Ibid., pp. 137-138.

[21] Ibid., p. 310.

[22] Cf. W. V. O. Quine, "Review of vol. II of the Collected Papers of Ch. S. Peirce", en Isis, n. 19 (1933).

[23] G. A. Murphey, op. cit., p. 311.

[24] Cfr. M. Turiano, art. cit., p. 43.

[25] Ibid., p. 44; cf. V. J. Potter, Charles S. Peirce: On Norms and Ideals, Worcester: University of Massachussets Press, 1967.

[26] "Elements of Logic. Why Study Logic" (1902-1903), en CP, 2.149.

[27] "Principles of Philosophy. On a New List of Categories" (1867 y 1893), en CP, 1.559.

[28] M. Turiano, ibidem.

[29] G. A. Murphey, op. cit., p. 347.

[30] Ibid., p. 158.


Mauricio Beuchot
Universidad Nacional Autónoma de México

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