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Los procesos de semiosis y la acción social
 
Por Reyna Sánchez Estévez
Número 21

En este trabajo me interesa reflexionar sobre la relación que existe entre las categorías de acción y significación en el proceso de semiosis. Tomo como base las notas de trabajo del Seminario Teoría del Ritual, impartido en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (México, 2000), por el Doctor Raymundo Mier y los textos de Charles Sanders Peirce: Lecciones Sobre el Pragmatismo y de Gérard Deladalle: Leer a Peirce Hoy.

El primer aspecto que quiero destacar es la noción de semiosis que Peirce construye a partir de su teoría sobre el pragmatismo, "La semiosis es un proceso y el análisis semiótico es el estudio del funcionamiento de esas semiosis, ya sea a posteriori, en una obra acabada, ya sea en el acto mismo de creación de la obra, desde el interior mismo del proceso semiótico. El propio análisis es proceso semiótico" (Deladalle, 1996: 101). Al plantear esta noción Peirce rompe con un conjunto de visiones tanto funcionalistas como estructuralistas, pues caracteriza a la semiosis como un proceso complejo e infinito de sucesivos encadenamientos de procesos de significación.

Hay también una ruptura con las concepciones que desde la antropología o la sociología ubicaban al conocimiento y la acción social como momentos separados, en una relación causal o lineal, donde era necesario poseer un conocimiento para después actuar. Para Peirce no existe división entre la cognición y la acción; es decir, se opone a las visiones que ubican al conocimiento como factor que es previo a las actuaciones, su propuesta permite pensar que se puede encontrar como dos dimensiones del proceso de la semiosis al hecho cognitivo y a las acciones. Precisamente porque significar, atribuir un sentido, representarse un objeto en los términos peircianos es ya actuar.

El modelo construido por Peirce explica que no es posible considerar por separado la existencia de los elementos que componen a la semiosis: "...(ésta) signo triádico, es indescomponible. Sus componentes están subsumidos; son aquellos sin lo cual la semiosis no existiría" (Ibíd., Pág.:87).

Esta tríada, rasgo constitutivo del pensamiento peirciano, está compuesta por el representamen, el interpretante y el objeto, donde el "signo, o representamen, (...) es algo que está para alguien en lugar de algo bajo algún objeto o disposición. Se dirige a alguien, es decir, crea en la mente de esa persona un signo equivalente o tal vez más desarrollado. Lo que se crea, lo denomino el interpretante del primer signo. Este signo está en lugar de algo: su objeto" (Ibíd., Pág. 94).

Según Deladalle, "Peirce distingue la 'aplicación denotativa' de un signo de su 'función representativa'. Una es real; la otra, simbólica. La aplicación denotativa de un signo es el hecho, para ese signo, de estar ligado físicamente a su objeto (...) en cuanto a la función representativa, ésta 'no reside ni es su cualidad material, ni en su pura aplicación demostrativa, porque es algo que el signo es, no en sí mismo o en una relación real con su objeto, sino respecto de un pensamiento' que lo interpreta". (Deladalle, 1996:26) Por lo que define este autor que el interpretante de un signo es otro signo: "El mundo pensado es un mundo de signos. Cada signo es a la vez interpretante e interpretado: interpretante del que antecede, e interpretado por el que le sigue" (Ibíd.).

El planteamiento de esta relación triádica, donde el signo Primero se convierte en representamen de otro signo más complejo, que a su vez vuelve a ser representamen, para dar inicio a otro proceso de semiosis, da cuenta de la complejidad del desarrollo infinito de la semiosis.

Es importante considerar que se debe ubicar a la semiosis en las tres dimensiones de las que habla Peirce: la primeridad, la segundidad y la terceridad: "La categoría lo Primero es la idea de aquello que es tal como es sin consideración a ninguna otra cosa. Es decir, es la Cualidad de Sentimiento. La categoría lo Segundo es la idea de aquello que es tal como es en tanto que Segundo respecto a algún Primero, sin consideración a ninguna otra cosa, y es particular, sin consideración a ninguna Ley, aunque pueda ajustarse a una ley. Es decir, es la Reacción como elemento del Fenómeno. La categoría lo Tercero es la idea de aquello que es tal como es en tanto que Tercero, o Medio, entre un Segundo y su Primero. Es decir, es la Representación como elemento del Fenómeno. (Peirce, 1978:117).

La categoría de representación de Peirce "se opone radicalmente a una idea 'representacional' de los signos, es decir, a la idea de que los signos representan a algo, un objeto o sus atributos" (Mier), para Peirce existe la significación porque existe la verdad, por ello el sentido atribuido no puede orientarse hacia cualquier lugar, sino que es la realidad la que ejerce una presión para ser conocido. Por lo que la utilización del término "representación" debe ser considerado, bajo estas premisas, como uno de los momentos de la semiosis, junto con la interpretación y la atribución.

Me remito a Deladalle para entender la relación entre signo, inferencia y semiosis "El signo es una representación en el sentido de 'función de delegación' para el objeto cuyo mandatario es el signo. Sólo es representación en el sentido de 'imagen perceptiva' para quien percibe el signo, como caso particular de la función de delegación".

De ahí que el proceso de semiosis pueda también ser entendido como un proceso de inferencia, dice este autor, por medio del cual, "...una representación determina en quien la recibe una interpretación mental que consiste en remitir la representación al objeto que esta representa." (Deladalle: 1996:93).

Sin embargo, la representación como tal se ubica en la Terceridad, incluso, Peirce utiliza ambos términos como sinónimos, como señala, "La Terceridad no es otra cosa que el carácter de un objeto que encarna la Intermediedad o Mediación en su forma más simple y rudimentaria; y la empleo con el nombre de ese elemento del fenómeno que es predominante dondequiera que es predominante la Mediación, y que alcanza su plenitud en la Representación. (...) pero prefiero este término más neutro (terceridad) porque sus evocaciones no son tan estrictas y especiales como las de la palabra Representación. Ahora bien, es conveniente decir que un principio general que es operativo en el mundo real tiene la naturaleza esencial de una Representación y de un símbolo, ya que su modus operandi es el mismo que aquel por el que las palabras producen efectos físicos." (Peirce, 1978: 149).

En cuanto a la significación de la casa en particular, siguiendo esta línea de pensamiento, es posible decir que la casa como un espacio social construido históricamente, es un objeto de la realidad que exige ser conocido, y que como tal, ejerce una presión en el proceso de semiosis. Por esta razón las significaciones alrededor de ese objeto se construyen no pueden darse de manera arbitraria, sino que están en relación con sus propias características, por ejemplo, la casidad de esa casa. Este proceso de construcción del sentido que adquiere la casa está compuesto por tres dimensiones: representación, interpretación y atribución. Esto quiere decir que, la acción de incorporar un significado implica ya el juicio.

Es posible observar en este punto la relación indisociable entre acción y semiosis, como dimensiones del mismo proceso, donde según Mier, la acción se convierte en un interpretante, es decir, en una instancia particular de significar y también en un representamen, en una materia de significación simultáneamente.

También en este caso, la noción de acción de Peirce, adquiere un sentido distinto a la categoría de acción que surge vinculada a la idea de racionalidad, donde "era posible desprender el universo de las acciones del campo de la experiencia" (Mier). Desde el pragmatismo, la acción ya no puede ser entendida como una 'cosa' que tiene un sentido característico único, una finalidad delineada o una identidad fija; la acción, tiene que ser explicada dentro de un proceso en constante transformación. No es posible decir que las acciones pueden tener una dirección unívoca, porque dentro del mismo proceso se construye, en forma permanente, su sentido y donde las acciones pueden cambiar de dirección; porque los elementos de la acción y el sentido que adquieren, en relación con las otras acciones que esa 'primera'acción genera, son imprevisibles e incalculables. Es decir, que "...para Peirce la acción y la finalidad tienen una relación existencial que no es de adecuación, sino de mutua correspondencia, lo que no quiere decir, de ninguna manera, racionalidad." (Mier).

Esta desvinculación con la noción de lo racional tiene que ver con la reflexión sobre las acciones consideradas como "no adecuadas" me refiero a aquellos actos "gratuitos" o que no pueden explicarse a partir de sus fines, como el consumo, el desperdicio, la destrucción, la perversión, las mismas pasiones. Si éstos no están en función de ciertas finalidades, ¿cómo pueden definirse o clasificarse?. "Desde esta perspectiva, la relación entre acción y finalidad es mucho más que segundidad, tiene que ver con una condición compleja de la noción de finalidad." (Mier).

La acción debe ser entendida como parte intrínseca del proceso de semiosis, como un momento o una dimensión de este proceso, no separada de él, en este sentido, también existe una ruptura con la caracterización de la determinación de las estructuras sociales sobre la acción social. No hay una relación causal entre estructura y cognición y por lo tanto entre estructura y acción. Esta ruptura con la idea de representación, tiene un proceso paralelo en la antropología. Geertz quien reformula una tesis de Sapir de los años treinta, señala que "toda acción es un comentario acerca de las estructuras sociales", con lo que se aleja de la concepción que ubica a las acciones como simple reflejo de la estructura social, como un efecto siempre condicionado o determinado por las relaciones sociales. Por lo que la tesis de Sapir, permite volver a plantear la indeterminación y la libertad de la acción, en una doble relación de autonomía y de confrontación y permanente tensión con las estructuras sociales y simbólicas (Mier).

Según Raymundo Mier, el trabajo de Peirce abre la posibilidad de pensar en una relación distinta entre acción y finalidad, considerando que su filosofía se puede dividir en: "una fenomenología que reflexiona sobre el ser de los fenómenos y donde la semiótica es la dimensión esencial; en las ciencias normativas que se cuestionan sobre la acción y la finalidad; y en una metafísica, para la que la realidad es la regularidad".

En este sentido, me parece fundamental el abandono del esquema de la acción política orientada a fines, como reflejo o respuesta predeterminada de la estructura social. Considero que hay una cercanía con los planteamientos de Barrington Moore, quien propone que no siempre las condiciones de vida negativas como la injusticia y la opresión van a provocar respuestas colectivas similares entre los grupos sociales, sino que es la percepción y la significación que se le otorga a estas condiciones, la que orienta las respuestas; en este caso, el proceso de semiosis que implica las dimensiones de la representación, interpretación y atribución, ellas mismas consideradas como acciones, daría paso a su vez, a otras acciones en la terceridad, estas sí de carácter colectivo. (Moore, 1989).

Porque, como dice Pierce, "si el significado de un símbolo consiste en cómo nos haría actuar, está claro que este 'como' no puede referirse a la descripción de los movimientos mecánicos que provocaría, sino que debe pretender referirse a una descripción de la acción en tanto que poseedora de esta o de aquella meta (Peirce, 1978: 177).

Esta definición me parece fundamental para dar cuenta de lo que implica el significado, éste, dice el mismo autor, es la concepción de todos los efectos prácticos que pueden ser producidos por el objeto de nuestra concepción. Por lo tanto, la significación incorpora intrínsecamente la acción: aquello efectos que produce y los que podría producir el objeto simbolizado, dentro de todas la circunstancias probables e improbables. (Ibíd., Pág. 48).

La caracterización de las dimensiones del procesos de semiosis, permiten pensar en las posibilidades de creación y continua transformación social, con lo que se abandona la visión simplista de la historia como repetición.

En este sentido, de nuevo el pensamiento de Peirce nos permite establecer una ruptura con una concepción historiográfica que "no incorpora la configuración dinámica de los procesos" (Mier).

La historiografía acumulativa se construye en torno a una idea de causalidad de dirección única y por lo tanto de finalidad. Desde esta concepción la historia es el tránsito hacia el progreso, del desarrollo, la evolución, los acontecimientos se desarrollan en una línea secuencial en los que la causalidad es el punto de conexión.

Sin embargo, desde esta perspectiva, se pierde la dimensión dinámica del proceso social, se dejan a un lado todas aquellas "historias" que están centradas en otro tipo de vínculos como "la realización del pacto ancestral", "del pacto con los muertos", es decir, aquellas sociedades que construyen historias con una visión "diseminativa" dice Mier. O también los modos de la construcción de la experiencia social que no se ajustan a los patrones de linealidad-causalidad, y que predominan en ciertas etapas de la vida o en determinados grupos sociales. Por ejemplo, la conformación de las historias familiares o la construcción de las memorias colectivas que se fundan en la necesidad de reciprocidad.

Estas historias "diseminativas" dan lugar a otro tipo de memoria, construyen redes sociales con fuertes lazos de solidaridad, permiten la configuración de actores sociales colectivos. (Mier).

En este sentido, me parece que un claro ejemplo de la existencia de las dos lógicas distintas para la historiografía está presente en la construcción de la memoria sobre los sismos de 1985. Por una parte la historia oficial da cuenta de la cifras, los datos, los acontecimientos que sucedieron en ese septiembre, en unas secuencia de hechos a los que antecede una causa: el hundimiento de la ciudad, las placas tectónicas, la constitución del suelo de la ciudad y que tienen como resultado un conjunto de efectos: la duración, la resonancia, la devastación, hasta su conclusión: "el día que se acabó la reconstrucción".

Por otra parte, se encuentran las historias diseminativas, la memoria colectiva sobre el terremoto, aquélla donde los muertos, y el vínculo que se estableció con ellos, provoca la conmemoración ritual de cada 19 de septiembre, e incluso la del 1° y 2 de noviembre; donde se repiten de nuevo los mismos relatos: la señora que se murió en este lugar, la madre que viene a buscar a sus hijos donde se cayó el edificio, el amigo que ya no volvió a encontrar, las familias que desparecieron por completo, las miles de historias que están justamente "diseminadas" por la ciudad, pero que, a pesar de que no son recuperadas por la historia oficial, se siguen "contando" y mantenido en la memoria, por lo menos cada aniversario de los sismos.

Lo que distingue a estas dos formas de construcción historiográfica es que parten de teleologías distintas (Mier). Una con una idea de progreso y la otra en relación con el vínculo. Sin embargo cada una tiene que ver con ámbitos sectoriales de la vida. Lo que le devuelve al proceso de lo político su complejidad y permite pensar que no hay una lógica general y única sobre lo político. Lo teleológico es un significado y por lo tanto dice el mismo autor, se ubica en una di atención. El funcionamiento simbólico presupone una operación particular de nuestro interés en una situación dada, es decir, es necesario que algo me llame la atención, para que se le reconozca como simbólico. Para entender este proceso, Victor Turner toma como fenómeno de análisis el proceso ritual. Dentro de este proceso se suspende un conjunto de normas y se privilegia cierto tipo de mecanismos normativos, es a lo que se le llama "dominancia".

Es decir, en el proceso ritual, se acentúan algunas de las normas presentes en la vida social, dejando disminuidas o fuera de la esfera de la "atención" a otras normas, por lo que se otorga un peso mayor a las primeras para producir un cierto "efecto". Esto no significa que los rituales se construyan siempre de la misma manera, por el contrario, no existe un determinismo simbólico, ni solamente la reproducción de las estructuras sociales y simbólicas en el ritual, sino un conjunto de procesos semióticos múltiples, orientados hacia diversos ejes, en los que uno tiene preeminencia sobre los otros.

Por lo tanto, existe una relación dialógica, no determinista, entre el ritual y el vínculo simbólico, las relaciones sociales y la estructura social, por el contrario, las colectividades tiene la capacidad de crear modos nuevos y variaciones en los rituales, cada vez que éstos se llevan a cabo.

La dominancia de ciertas normas por encima de otras es uno de los elementos que contribuye a la construcción del proceso simbólico, proporciona un sentido y una orientación particular a los procesos de semiosis, por lo que genera la memoria colectiva. Volviendo al ejemplo de los sismos de 1985, en la reconstrucción que orienta la memoria, se privilegian ciertos hechos o acontecimientos, algunos detalles se pierden y otros adquieren relevancia. Los fuertes lazos de solidaridad establecidos por las circunstancias configuran un conjunto de aspectos que se fijan en los procesos simbólicos, quién o quiénes participaron, qué papel desempeñaron, cuáles son los momentos importantes, qué puede pasar al olvido.

Asimismo, se produce una convergencia, que se concibe como la confluencia de las significaciones. Esta coincidencia es una condición para la acción conjunta de los hombres. En este sentido, es posible pensar en las significaciones colectivas, como acciones convergentes que a su vez llevan a acciones colectivas. Por ejemplo, la conformación de identidades comunes, las interpretaciones similares sobre los acontecimientos, el vínculo cooperativo. En el caso de las acciones colectivas que se llevaron a cabo como respuesta a los sismos, es evidente la conformación de un conjunto de identidades, "los damnificados" por ejemplo, pero también ese adjudicaban características a otros actores: "las autoridades", "los responsables de la tragedia". Al ubicarse en estas identidades, se establecieron fuertes vínculos de reciprocidad, evidentes en los primeros días después de la emergencia, que a su vez generaban interpretaciones colectivas sobre los acontecimientos, desde las causas, los roles de los actores, las diversas responsabilidades y quienes debían cumplirlas, hasta los héroes y las víctimas. Dentro de este infinito proceso de semiosis, aparecen los momentos de la representación, la interpretación y la atribución, pero no como elementos aislados, sino como dimensiones dentro del mismo proceso, es decir, no es posible distinguirlos como entidades diferenciadas. Con esto quiero decir, que para entender el proceso de la semiosis, es necesario considerar que estas tres dimensiones son indisociables. Que cada nuevo signo es a su vez representamen de otro proceso de semiosis en una cadena que no puede terminar hasta que se alcance el "ideal admirable"

En esta línea de pensamiento, cabría preguntarse ¿es posible definir a la acción política como la convergencia de las significaciones sociales en un momento histórico específico?

Es decir, esta teoría de la semiosis podría explicar cómo se conforma el proceso mediante el cual se generan representaciones, interpretaciones y atribuciones diversas que a su vez al encontrarse con otras similares se constituyen en representaciones, interpretaciones y atribuciones convergentes y por lo tanto colectivas.

Ese encadenamiento, ordenamiento convergente de las categorías que permite que las representaciones, interpretaciones y atribuciones coincidan en el tiempo y en el espacio da origen a diversas acciones políticas, producto de esa convergencia y a su vez permite la construcción de la memoria colectiva, que también se constituye como un proceso de semiosis.

En el caso del tema que trabajo, esta serie de proposiciones me llevaría a plantear un conjunto de modificaciones a las teorías que explican la acción política ya no como un simple producto, consecuencia o reflejo de las condiciones estructurales prevalecientes en la sociedad, sino como parte de proceso de semiosis que se "encuentran" en tiempos y espacios paralelos y que por lo tanto convergen. Esta coincidencia está en relación directa con la realidad, es decir, con la fuerza con la que los objetos reales exigen ser interpretados. Esta noción se complementa con la caracterización de las estructuras sociales como efectos de sentido producidos por las mismas acciones.

Por último, como señala Raymundo Mier, citando a Jakobson, para entender la complejidad de los procesos de significación, es necesario plantear un modelo dinámico, comunicativo, cognitivo, social, pero a la vez individual, articulado sobre la acción, pero que permita vislumbrar cómo la acción produce un efecto de sentido llamado estructura y cómo a su vez las estructuras no son estáticas, sino que están articuladas en la misma dinámica social.


Bibliografía:

Deladalle, Gérard, Leer a Peirce Hoy, Gedisa, 1996.
Mier, Raymundo, Comunicación Oral, Seminario Teoría del Ritual, ENAH, 2000.
Moore, Barrington, La injusticia: Bases sociales de la obediencia y la rebelión, México, Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM, 1989.
Peirce, Charles S. Lecciones sobre el Pragmatismo, Aguilar, 1978.


Reyna Sánchez Estévez
Universidad Autónoma Metropolitana, México

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