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Febrero - Abril 2001

 

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A manera de Editorial y de presentación
 
Por Mtro. Daniel Murillo
Número 21

Charles Sanders Peirce nace en Cambridge, Massachussets el 10 de septiembre de 1839. Hijo del matemático Benjamin Peirce, fue atraído por las matemáticas y por la lógica. Muere en abril de 1914 no sin antes dejar un sinnúmero de notas y escritos en los que desarrollaría su particular fenomenología -a la que llamó faneroscopía-, el pragmaticismo, la semiótica, la tricotomía y su método de investigación conocido como abducción.

Sobra decir que el pensamiento de Peirce ha cobrado importancia en cuanto a la concepción de la significación y del signo, sobre todo si reconocemos con él, que el signo está abierto a la significación y, tal y como Peirce lo dijo, el hombre es un signo. De hecho se contrapone a las interpretaciones duales de Saussure, se acerca a una relación triádica como lo había planteado ya Frege (signo, sentido y referencia) pero Peirce abre una tercera dimensión al definir las reglas y el funcionamiento de la semiótica en interrelaciones de tres elementos que se desdoblan como un prisma: el objeto, el interpretante y el signo. Los aportes peircianos a la semiótica, a la lógica, y ahora descubrimos que a la comunicación, abren perspectivas novedosas que habría que explorar.

Si en la comunicación entran en juego signos y significaciones, aparecen formas definidas pero paradójicamente dinámicas llamadas hábitos y existe una correlación directa entre un sujeto, el signo, su representación, el acto comunicativo, el sentido, otro sujeto y un nuevo signo, descubrimos que en todo acto de comunicar, aún en un diálogo, aparece esta resignificación del signo que remite a otro signo. Si el acto de comunicar (sean cuales sean los medios) es poner en juego signos, entonces nos remitimos al proceso de semiosis que plantea Peirce, como una forma de significar dinámicamente los signos que se nos presentan.

Este número monográfico sobre Charles S. Peirce es una serie de miradas sobre la teoría y los conceptos de su semiótica. Se encontrará desde la mirada biográfica de Peirce hasta las repercusiones del pensamiento peirciano en pensadores y filósofos cien años después.

Valen dos advertencias: una, que el presente número de Razón y Palabra es marcadamente teórico-filosófico; la segunda es que la lectura de y sobre Peirce no es fácil, porque presenta un desdoblamiento en tres dimensiones; una, la del propio Peirce, otra la interpretación de los autores y otra más, la reinterpretación del lector. Los artículos aquí presentados pertenecen a un particular proceso de semiosis de cada autor: son signos, a fin de cuentas, que remiten a otra cosa, a otros signos.

Daniel Murillo


Post scriptum

Vale agradecer a todos y cada uno de los autores que participan en este número y que se sumaron con verdadero entusiasmo, especialmente a Jaime Nubiola y al Grupo de Estudios Peircianos de la Universidad de Navarra; a Raymundo Mier que se animó y cuyo artículo fue imprescindible para este número; y a Mauricio Beuchot y María Uxía Rivas que me acompañaron en las desventuras y aventuras de la incomunicación digital: no es cierto que llueve, truene o relampaguee el correo (electrónico) siempre llega...


Mtro. Daniel Murillo
 

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