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Febrero - Abril 2001

 

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Cultura profesional y periodismo digital. Una investigación necesaria.
 
Por Lic. Milena Recio Silva
Número 21

Durante los últimos años hemos visto reavivarse el vértigo que en su momento produjeron el estreno de la era Gutemberg, y más recientemente, en las décadas de los 50 y 60, la irrupción de la televisión. Estos dos hitos tecnológicos de la comunicación imprimieron la huella de la nueva época sobre cada uno de los escenarios sociales y culturales en que aparecieron por tres razones básicas que nos interesan aquí: dislocaron las normas de 'lo posible', contribuyeron a rediseñar las formas cotidianas de relación entre las personas, e impactaron también las creencias sobre el valor de la información y de los informadores.

Aquellos agentes sociales que cada vez más aguzaron su especialización, hasta nuestros días, han vivido la fragua de una cultura profesional muy específica. Los informadores por excelencia en las sociedades modernas han sido los periodistas, cuya labor ha estado indeleblemente signada por las condiciones históricas -económicas, políticas y tecnológicas- dentro de las cuales ha evolucionado su propia experiencia y conciencia sobre la profesión (u oficio) que desempeñan.

Las ideas predominantes en cada momento sobre qué es ser periodista, cómo se aprende a serlo, cuál es la función social del periodista y del periodismo, cuáles deben ser las normas morales y éticas que deben regir su quehacer, entre otras, están sujetas hoy nuevamente a un debate particularmente prolijo.

Algo ha venido a conmocionar el clima sosegado que de alguna manera se logró luego de la conmoción generada por la revolución del audiovisual: la práctica periodística con y para un nuevo soporte, Internet, dirigida a un público muy distinto ahora, provoca estos nuevos vértigos.

Las motivaciones para repensar la profesión no solo se reflejan en la academia, o en los círculos intelectuales ajenos al periodismo que reflexionan hoy sobre la sociedad global o el "posthumanismo" (otro cínico-gran-concepto de Francis Fukuyama).

Ahora la discusión se está activando también precisamente al interior de las instituciones periodísticas, removiendo o modificando muchas de las convicciones que se presentaban como inamovibles dentro de la cultura profesional periodística alcanzada.

Tendríamos solamente que recordar las incitaciones que nos han hecho autores como Manuel Martin Serrano, en La producción social de comunicación,o el director de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, hacia la idea escalofriante de que la profesión periodística se encuentra hoy en proceso de extinción: "Hoy informar es esencialmente hacer asistir a un acontecimiento, es decir, mostrarlo, pasar al estadío en que el objetivo consiste en que la mejor forma de informarse es hacerlo directamente. Y
esta relación es la que cuestiona al periodismo", nos dice Ramonet.

Pero de otro lado, podría citarse el testimonio bastante más optimista de Mariló Ruiz de Elvira, editora principal de El País Digital: "Los periodistas estamos investigando, somos adelantados de la invención de lo que va a ser Internet y que sin duda apenas ha asomado hasta ahora, pero nadie puede decir con seriedad lo que ocurrirá dentro de cinco o diez años. (...) No hay periodistas a secas y periodistas digitales".

Como se ve, la distinción es bien clara entre periodistas-disnosaurios que soportarán inmutables toda la carga de la experiencia nueva que supone Internet y periodistas- "adelantados" de una nueva era, la era digital. De una parte resistencia, de la otra agrado, aceptación, pero siempre instinto básico de conservación de lo que hemos sido y del lugar que ocupamos en la sociedad.

La disyuntiva acecha, aunque solo sea para esa parte todavía minúscula de los profesionales y observadores del mundo que están siendo cómplices activos en el universo creado por la World Wide Web.

En los tiempos de hipertextualidad, no solo las formas de escribir y de leer tienden a un cambio profundo. También las formas específicas de producción de esa hipertextualidad provocan fracturas y nuevos engranajes en los procesos productivos, en las rutinas, aquellas sin las cuales el proceso de 'industrialización' del quehacer informativo, sencillamente, no puede ya existir.

A partir de esta constatación se pueden generar hipótesis muy interesantes sobre lo que puede llegar a ser una cultura profesional diferente, que estaría precisamente ahora en un momento de gestación.

Para encaminarnos hacia una idea de lo que podrá llegar a ser el perfil del profesional informador, tendríamos que estar listos ya para darle un seguimiento como investigadoresa ese proceso de re-nacimiento de su cultura profesional, allí, en las salas de redacción, y detrás de la firma de autor de cada encabezamiento.

Sería necesario re-conocer las nuevas rutinas profesionales, sobre todo aquellas que se relacionan con el tipo de fuentes informativas que se utilizan, y las formas en que se realiza la recogida de información.

¿Cómo será la participación de los conocidos gatekeepers, ahora que la selección de la información no está condicionada tan estrictamente por el espacio de que se dispone? ¿Cuáles son ahora los criterios de permisibilidad y de censura que intervienen en el proceso y a partir de qué lógica se estructuran? ¿Acaso al paradigma de la prensa objetiva, muy bien previsto desde el canon liberalista, tendrá que ceder algún espacio ante la multiplicidad de fuentes posibles (no oficiales a veces) que están disponibles en la red?

Para seguir valorando el futuro de esa cultura profesional en nacimiento, habría que observar además cómo intervienen estas rutinas productivas de estreno en la recomposición de principios y valores esenciales de nuestra ideología profesional.

Existen algunos pilares típicos, fundamentales, de lo que ha sido la ideología profesional periodística, de los que se nos enseña en las Facultades de Comunicación y de lo que, a través de la práctica hemos ido considerando el ABC de nuestras carreras. Son estos pilares los que quedan ahora en un plano de problematización trascendental:

1.La Objetividad como criterio supremo, del cual se desprenden credibilidad, confiabilidad, etc. La multiplicidad de las fuentes accesibles multiplica los riesgos de inexactitud o manipulación flagrante; la propia dinámica de competitividad entre los medios, que se ha potenciado a partir de la posibilidad de actualización continua de las páginas, impone un reto en el cual los criterios establecidos para lograr la objetividad conocida estarían en peligro.

2.La Influencia social: el periodismo como regulador fundamental en la vida ciudadana. Poder alcanzado a partir de que el periodismo cumple como ningún otro agente la función de poner en contacto la esfera de lo público con la esfera de lo privado. Y estas esferas han sido en alguna medida dislocadas por
Internet en su innegable efecto democratizador, al menos de la información.

3.La Exclusividad de la función social: hasta hoy el resto de las instituciones sociales y los individuos dependen básicamente de la función periodística para solidificar su impacto social y re-conocerse en el conjunto de las relaciones sociales. Internet quiebra esta exclusividad en tanto las instituciones sociales y los
individuos ya no dependen únicamente de un informador profesional. Pueden ellas mismas convertirse en emisores.

De este análisis aflorarían algunas preguntas: ¿Cuál es nuestro papel como periodistas ahora? ¿Seremos solo gestionadores de información, creadores de servicios añadidos: bases de datos, galerías de imágenes, etc.?Tomo prestada a Quim Gil de su artículo Autocrítica del periodismo digital una declaración de Brock Meeks de MSNBC (http://msnbc.com) quien se duele al tener que reconocer que en su propio trabajo se siente cada vez menos periodista y más "agregador de noticias provinentes de otros medios".

¿Acaso el papel de la prensa política cambió? ¿Acaso ya no es posible pensar en los grandes medios como hacedores fundamentales de opinión pública cuando múltiples agentes sociales confluyen hoy en la puja por colocar su verdad en el espacio público? ¿Será tan anárquica realmente la relación con la información? Es decir, ¿la democratización en la red supondrá que los grandes timoneles de la opinión pública quedarán sin trabajo? ¿O se buscarán e impondrá nuevas fórmulas de control social a través de una información periodística producida más allá del límite de espacio, más allá de la censura partidista, más allá del gerencialismo privado, más allá de las grandes agencias
de información?

Todos estos aspectos son ya y seguirán siendo cuestionados. Pero hasta ahora estas ideas solo discurren en eventos como este, en artículos, en acercamientos eventuales. Y muy poco en investigaciones concretas.

Esta ponencia ha sido concebida más que todo como una incitación a que los investigadores pongamos energías nuevas en encontrar cómo efectivamente se está comenzando a desdibujar el modo "clásico" de comprender y ejercitar la profesión periodística. Habrá a quien pueda parecerle un reclamo extemporáneo,teniendo en cuenta que todavía el mundo de lo binario no ha conmovido demasiado estos aspectos. Pero solo eso, todavía. Cuando se produzcan los grandes arrebatos, es decir, cuando por fin los medios on line sean algo más, mucho más, que una reproducción en soporte digital de lo que ya estamos acostumbrados a leer, ver o escuchar en otros soportes; cuando las pistas, las coordenadas del trabajo periodístico digital, como trabajo diferenciado y diferenciable, sean más visibles, entonces sabremos que nuestro mundo profesional habrá cambiado. Y que ese cambio tuvo una historia interesantísima que habrá quedado pálidamente registrada si desde ahora mismo no comenzamos a escudriñar en ella. Ocurre que será una historia desde la cual entenderemos claves vitales de nuestro mundo para una futuridad próxima.

El Dr. Jorge González, en su conferencia magistral de apertura de ICOM 2000, nos recordaba por qué y para qué investigamos. La primera razón, nos decía, para lograr mayores niveles de autodeterminación ante nuestro mundo.El semi-mundo de Internet, nos ofrece, al menos virtualmente, la posibilidad de enfrentarnos al conocimiento de una nueva manera. Y es un semi-mundo de reciente estreno, cuyos destinos no están previstos, están por hacerse, con inteligencia.


Lic. Milena Recio Silva
Facultad de Comunicación,
Universidad de la Habana.

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