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¿Ocaso del periodismo de investigación en Chile y América Latina?
 

Por Juan Jorge Faundes Merino*
Número 22

Chile es hoy uno de los parientes pobres en América Latina en materia de periodismo de investigación, y no porque en el resto de los países esté precisamente en su apogeo.

Por "periodismo de investigación" (o "investigativo") se entiende (tal como se ha definido por organizaciones periodísticas y académicas) la búsqueda y difusión de sucesos con valor periodístico que determinadas personas, grupos, instituciones públicas o privadas, poderes fácticos, etc., mantienen ocultos y procuran impedir que sean conocidos en un ámbito social mayor que el circuito cerrado de los que están enterados. Su objeto es la información de interés social, pero que está oculta, reservada, secreta. Su método, la obtención de datos recurriendo a fuentes abiertas y cerradas, la inferencia a partir de presunciones, la convicción, a partir de pruebas. Su paradigma es el caso Watergate, la hazaña de Carl Bernstein y Bob Woodward, del The Washington Post, al provocar la caída de Richard Nixon con sus revelaciones.

No es periodismo de investigación (PI) la mera denuncia originada en la investigación de otros (policías, políticos, organismos). Ni la sola interpretación (contextualizar y buscar el sentido de los sucesos particulares). Ni el periodismo en profundidad (investigar a fondo en fuentes abiertas). Ni el periodismo de precisión (que usa el método científico y las técnicas de la ciencia). Ni el nuevo periodismo (el uso de las técnicas de la ficción, particularmente de la narrativa y la novela). Pero el PI engloba todo ello, usa datos de investigaciones ajenas debidamente citadas; investiga en profundidad, con precisión, interpreta, denuncia y, muchas veces, usa recursos literarios. Su diferencia, como dijimos, está en buscar y difundir lo que otros se esfuerzan porque permanezca oculto.

El respaldo de los medios

Paradójicamente, la edad de oro del periodismo investigativo en Chile se vivió durante la dictadura pinochetista. En aquellos años hubo medios –hoy inexistentes— que se especializaron en su práctica. Y lo hicieron en las peores condiciones para ello. Los dueños, directores, editores y reporteros de revistas como Cauce, Análisis, Apsi, y de diarios como el Fortín Mapocho, cuyo móvil era la lucha periodística contra la dictadura, no se amedrentaron con la cárcel, las amenazas, los seguimientos, los golpes, la prohibición de publicar fotografías, las clausuras de sus publicaciones, con tal de cumplir con lo que entonces consideraban un deber ético-político.

Y fue así como contribuyeron al proceso libertario con reportajes como el que reveló detalles de la millonaria casa que Pinochet se construía en Lo Curro. Gracias a la valiente y oportuna denuncia de Cauce, y al repudio de la ciudadanía, el dictador decidió no habitarla y designarla como futura Casa de Los Presidentes de Chile. Pero esa condición fue rechazada también al iniciarse la transición democrática. La "casita en la pradera", como la bautizó Cauce, terminó en lo que es hoy: Club Militar. Otros reportajes revelaron los integrantes y miembros del siniestro Comando Conjunto, los negocios de los familiares del dictador, el fusilamiento y no muerte en combate de varios de los guerrilleros de Neltume, etc.

Estas revistas murieron cuando, al aproximarse o iniciada la transición a la democracia, sus propietarios perdieron la motivación original (desprestigiar y derrocar la dictadura) y dejaron de invertir en ellas. El respaldo financiero que los dueños conseguían y hasta sacaban de sus propios bolsillos, cesó cuando ellos mismos accedieron a posiciones políticas de poder en el nuevo establecimiento. Y ocurrió así porque estas revistas siempre fueron discriminadas por el mercado publicitario y –salvo momentos excepcionales—jamás lograron financiarse con la venta (lo que prácticamente ningún medio consigue).

La muerte de los medios que hicieron oposición durante la dictadura, marcó el punto donde comienza el ocaso del periodismo de investigación en Chile.

La señalada experiencia es indicadora de un hecho que confirmó una encuesta realizada por este autor, a fines del año pasado, en Guatemala en un seminario de periodismo de investigación al que asistieron periodistas latinoamericanos que cultivan este género: el apoyo de los medios (y obviamente de sus dueños) es una condición necesaria para el desarrollo de este tipo de periodismo. Fue lo que ocurrió con el caso Watergate. Bernstein y Woodward, tuvieron todo el apoyo de Katharine Graham, la dueña del diario, y de Benjamín C. Bradlee, el director.

Es una perogrullada: ¿qué puede hacer un reportero investigador si el medio no lo respalda con tiempo (una investigación requiere semanas de trabajo, en las cuáles el producto no se ve)? ¿Qué puede hacer un reportero investigador si el medio no lo respalda con recursos (durante una investigación un periodista incurre en gastos de desplazamiento, alojamiento, alimentación, fotocopias, llamadas telefónicas, acceso a bancos de datos, fotografías, videos, etc.)? ¿Qué puede hacer si el medio no lo respalda con su prestigio (hay fuentes que sólo se abren por el prestigio del medio al que pertenece el investigador)? ¿Con su poder (hay represalias que no se tomarán contra el reportero sólo por temor a la reacción pública del medio)? ¿Con sus abogados (las querellas por injurias y calumnias suelen ir asociadas con cualquier investigación, por rigurosa que sea).

El respaldo del medio es muy difícil de conseguir cuando las empresas periodísticas sólo tienen como objetivo fabricar una mercancía de bajo costo y que rinda utilidad monetaria inmediata. La experiencia en dictadura demostró que las empresas invierten en la investigación periodística cuando ésta es funcional a los propósitos ideológicos o ético-políticos de sus dueños. Es decir, cuando buscan una rentabilidad no monetaria, sino política.

Alternativamente, los periodistas investigadores chilenos han encontrado respaldo en empresas editoras, como Planeta, Grijalbo y LOM, particularmente en la última década, pero las editoriales sólo cumplen con financiar la publicación del libro, no la investigación misma. ¿Cómo vive el periodista y su familia mientras dura el largo proceso de investigación primero, y de redacción después? Ello alarga extremadamente el proceso investigativo, pues el reportero, por lo general free-lancer, debe dedicarse primero a los "pitutos" que le proveen del dinero inmediato, y dejar su investigación poco menos que como un hobby, en segunda o tercera prioridad, y luego quitarle horas a la noche y a la madrugada en la etapa de la redacción. La retribución de la editorial es, por lo general, el escuálido diez por ciento de derechos de autor que suele liquidarse semestralmente sobre el precio neto de las ventas del libro. Dado los bajos tirajes de edición de las editoras nacionales (que a veces parten con quinientos ejemplares en la primera edición y que pueden llegar a tres mil en casos excepcionales), el derecho de autor se transforma en una suerte de amor al arte, o a la causa.

Sin el apoyo empresarial (cuando la producción de medios y la publicación de libros son considerados un negocio más que una causa ética, y cuando la investigación periodística puede meter las narices demasiado cerca de las empresas y relaciones comerciales o políticas de los dueños), y si a pesar de todo todavía le quedan ganas de investigar, el periodista muy seriamente se pregunta por las consecuencias jurídicas de su ya temeraria decisión. ¿Y si se querellan? ¿Y si me meten preso? ¿Habrá alguien que me pague Capuchinos? ¿Cómo pago el abogado?

Lo corriente, en todo caso, como en el reciente de Alejandra Matus (autora del prohibido Libro Negro de la Justicia Chilena, exiliada en Estados Unidos), es que la editorial aporte el apoyo jurídico. Pero igual es una molestia no menor tener que exiliarse para no estar preso. Y pasar días o semanas en prisión (no precisamente en una mansión londinense), también suele ser incómodo. Sobre la incomodidad de la cárcel, aunque sea Capuchinos, pueden dar testimonio los propios gerente y editor de Planeta Chile, además del director de PF, y la larga lista de periodistas, incluido el autor de este artículo, que durante la dictadura y/o la transición democrática han tenido que sufrir trato de delincuentes. Francisco Martorell (autor de su todavía prohibido libro Impunidad Diplomática), debió autoexiliarse en Argentina durante tres años para eludir las rejas.

Acceso a la información

Una investigación realizada por alumnos del seminario de periodismo investigativo realizada en la Escuela de Periodismo de la USACH y dirigida por el autor, en la que se entrevistó a tres periodistas chilenos que han cultivado este género, dio como resultado que los principales obstáculos que enfrentaron, fueron: los editores de sus medios (que no dan luz verde al tema propuesto); censura de los jefes (disfrazada de "edición"); terror de los testigos (a represalias); miedo de las fuentes (a represalias); amenazas de muerte (durante la investigación); fuentes que sólo dan trascendidos (no constituyen pruebas, a lo sumo pistas); ocultamiento de información (dificultad de acceder a las pruebas documentales); miedo del medio a confrontarse con el poder (tanto político económico); querellas (posteriores a la publicación); presiones desde el poder (militar, político,económico), y falta de tiempo (en los medios).

Nancy Guzmán, periodista investigadora free-lancer, que publicó "Un grito desde el silencio" (LOM, 1998), y que entrevistó al torturador Osvaldo Romo para una cadena estadounidense de televisión (1997), consultada para este artículo sobre los principales obstáculos encontrados en su trabajo, dijo que, en Chile, el primero es el acceso a la información, el segundo, la plata (porque una investigación es cara), y el tercero, lograr que una editorial publique el libro tal como ella lo escribió, es decir, sin censura.

El tema de la amenazas lo deja en último lugar, porque, si bien las ha recibido, en el Chile de la transición no se materializan (al menos hasta ahora), este es "un país legalista". Opina que durante la dictadura los represores, torturadores y asesinos tenían un respaldo institucional, y se sentían amparados para su tarea disuasiva y punitiva. En cambio ahora, sin el respaldo del estado o de sus instituciones, se limitan a amenazar.

Así y todo, el concurso de investigación periodística convocado por Planeta Chile, cuyo plazo de recepción de obras se cierra en mayo próximo, es un incentivo que suponemos debe de estar rindiendo sus frutos. Pero, como dice la sabiduría popular: "una golondrina no hace verano".

Periodismo de investigación en América Latina

El análisis resumido de la encuesta realizada por el autor en el citado seminario realizado en Antigua, Guatemala, entrega un panorama en cifras de los principales obstáculos y aliados del PI en América Latina, según la percepción de los periodistas que practican este género.

El objetivo de la encuesta, aprovechando la presencia de un número importante de periodistas investigadores, fue averiguar su percepción, principalmente en lo que se refiere a obstáculos y fuerzas de apoyo, para desarrollar este género de periodismo. De los 29 asistentes y expositores, 15 respondieron la encuesta. Eran de 11 países distintos y la mayoría periodistas de diarios.

El perfil de quienes contestaron fue el siguiente:

País: México (3), Guatemala (2), Panamá, Puerto Rico, Venezuela, El Salvador, Costa Rica, Nicaragua, Argentina, Honduras, Bolivia. No indicó país (1).

Tipo de Medio: Diario (11), Radio (2), TV (2), Internet (1). No indicó medio (1). Indicaron más de un medio simultáneamente (2), que fueron Diario-TV y Radio-TV.

Para el análisis se optó por el modelo actancial de A. J. Greimas, que facilita visualizar el objeto de estudio en términos dramáticos, o estratégicos. Así, se observa al periodista investigador como un "sujeto" que pretende conseguir un determinado "objeto", frente a lo cual encuentra un conjunto de "oponentes" y un conjunto de aliados ("adyuvantes", en el argot de Greimas),. Además de una fuerza "destinadora" de su misión y un conjunto de "destinatarios" del resultado.

En las líneas siguientes, se presenta el modelo actancial predominante en el grupo que respondió la encuesta: SUJETO (el periodista investigador); DESTINADOR (su convicción ética); DESTINATARIO (la sociedad); OPONENTES (las restricciones que impone el medio de comunicación [36,8%]; las dificultades de acceso a la información [30,3%]; falta de capacitación [15,8%]; ADYUVANTES: un medio de comunicación con recursos [22,2%]; la actitud personal del periodista [16,7%]; los conocimientos que maneje el periodista [16,7%]).

En la categoría "restricciones de los medios", las respuestas específicas más frecuentes fueron: la falta de tiempo para investigar (21% de los 42 obstáculos internos señalados); la carencia de recursos económicos (9,5% de los 42 obstáculos internos), y el sometimiento de los medios a la publicidad (5,9% de los obstáculos externos). Los vínculos entre dueños o jefatura de los medios y los personajes investigados (5,3% de obstáculos internos y externos sumados).

Al contrario, un medio con recursos aparece como el principal aliado para el trabajo del periodista investigador. Si la categoría "medio con poder" se suma a la de "medio con recursos", obtenemos un 31,4% de las frecuencias. Entre los principales recursos del medio se destaca la credibilidad (16,8% de los adyuvantes internos y externos sumados), la infraestructura material de la empresa (7,7%) y su independencia económica (5,6%, suma de la frecuencia en ambos ámbitos).

Esto permite inferir que para incentivar la práctica del periodismo de investigación en América Latina una de las soluciones, pasa obligatoriamente por el compromiso de los dueños y jefaturas de los medios informativos, en el sentido de tener la voluntad de destinar recursos humanos, materiales y económicos al desarrollo del género. Y, también, que, si este género está de capa caída, es por responsabilidad de los mismos.


*Juan Jorge Faundes Merino
es periodista y escritor chileno, académico de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Artes y Ciencias Sociales (Arcis), coordinador de Comunicación y Difusión de la Corporación Acción Jurídica para la Acción (Forja), profesional del capítulo chileno de Transparencia Internacional (TI), para el que coordina el Proyecto de Periodismo de Investigación; es corresponsal en Santiago del diario El Espectador, de Bogotá, y del semanario Tiempo, de Madrid. Autor de 10 libros de ensayo, poesía y novela histórica; coautor, compilador o antologado en otros 11. Este texto fue publicado en Sala de Prensa. (http://www.saladeprensa.org No. 31, mayo de 2001, Año III, Vol. 2)

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