Por Rossana Fuentes-Berain
Número 23
Introducción
Cierto es que en el mundo, los políticos
no tienen un particular aprecio por los periodistas y por la prensa.
En México, caso del que nos ocuparemos en este trabajo, Vicente
Fox los ha llamado el "círculo rojo" ó "los
contreras", mientras que Rosario Robles, se ha referido a reporteros
del periódico "Reforma" como "La Gestapo".
Los priístas, en cambio, con mayor oficio de gobierno, son
más cuidadosos en público, pero en privado, se unen
a las quejas de los otros dos partidos políticos importantes.
De manera que, el poder está
resintiendo al contrapoder y, este fenómeno no empezó
el 2 de julio del año 2000, muy a pesar de los afanes foxistas
por explicar la historia nacional alrededor del momento de su elección.
En realidad, el proceso de transformación de las relaciones
entre la prensa y los políticos mexicanos dieron inicio a
finales de la década de los setenta y principios de los ochenta
-cuando menos una década antes de que el ranchero de Guanajuato
descubriera su tardía vocación de servicio público-.
Pero, ¿cómo se empezó a gestar el cambio en
la esta relación? ¿Quién o qué lo propició?
¿Quiénes son los poderosos y quiénes los impunes,
los medios o los políticos?
Factores materiales como el final del monopolio en la producción
de papel periódico por parte del Estado, en 1998 ; e inmateriales
como la reforma política de 1976-77, el avance de la dimensión
electoral de la democracia y la creciente profesionalización
de la carrera periodística son los principales motores del
cambio en esa relación.
De lo anterior, podemos decir que
esta transformación va de la mano de un cambio en la ciudadanía,
ya que durante esos mismos 20 años ésta ejercitó
su musculatura política, descubrió su identidad y,
finalmente, determinó sus preferencias en un solo postulado:
no quería más al PRI en la Presidencia, por lo que
actuó electoralmente en consecuencia.
En este contexto, la prensa escrita
no se "empoderó", entre 1976 y el año 2000,
por sí misma en estricto sentido, sino como consecuencia
y de manera paralela al "empoderamiento" de la ciudadanía.
Esto no quiere decir que los medios se hayan vuelto "impunes",
como lamentan los políticos, es que estos últimos,
ahora sí, no pueden serlo, esto es, si quieren mantenerse
en el poder, la realidad del país los obliga a rendirle cuentas,
no a los medios, sino a la ciudadanía.
A lo largo de este ensayo, trataré
de explicar y analizar la complejidad que implica que el poder esté
resintiendo al contrapoder, es decir, la relación entre medios
y política. Para lograr este objetivo, en primer lugar, daré
las definiciones teóricas de los conceptos que utilizaré
para sustentar mi análisis; en segundo lugar, haré
un análisis histórico sobre el desarrollo de la relación
entre medios y política; en tercer lugar, mencionaré
algunos de los casos más recientes en los que es posible
palpar el cambio en la relación entre medios y política;
para finalmente, dar mis conclusiones.
I. Algunas definiciones teóricas
El poder, ¿con qué
se come? Al igual que con respecto al amor, hay tantos tratados
y contratrados sobre lo que es el poder que tenemos que pasar por
el ejercicio básico de escoger una de sus tantas definiciones
para enmarcar nuestro análisis .
S. Lukes define tres dimensiones
del poder en Power, a Radical View, mismas que Adrián Zenz
retomó en su artículo la "Evaluación del
Empoderamiento" y que serán el marco de este trabajo:
La primera dimensión nos
describe al poder como "la habilidad para movilizar eficazmente
los recursos materiales e inmateriales de manera que los resultados
de las decisiones le sean favorables al interesado."
En la segunda, el "poder es
la capacidad para confinar el marco del proceso de decisión
de tal manera que se excluyan de los debates los asuntos que no
sean de su interés, con lo cual se limita, en términos
reales, la participación de los otros."
En la última dimensión,
el poder es "el intento de moldear las percepciones conocimiento
y preferencias de la gente para legitimizar la agenda propia."
Ahora bien, la redefinición
que Zenz hace de las tres dimensiones de este concepto por cuanto
a la noción de "empoderamiento" (empowerment) es
de especial pertinencia para nuestro caso de estudio, dado que eso
es lo que experimentaron la ciudadanía y los medios en los
últimos veinte años en México; y, al igual
que el poder, el empoderamiento tiene tres dimensiones:
En la primera dimensión,
el empoderamiento tiene que ver con "desarrollar la habilidad
para tener acceso al control de lo material y no material de los
recursos y la movilización efectiva de los mismos para influir
en el resultado de las decisiones."
Dentro de la segunda, "es la
capacidad para acceder e influir en el proceso de decisión
a varios niveles (hogares, comunidad, nación, global) para
asegurarse la representación de los intereses propios (también
se describe como tener una voz)."
Finalmente, en la tercera el empoderamiento
"es adquirir conciencia de las ideologías dominantes
y de la naturaleza del dominio al que uno está sometido para
descubrir la identidad propia y en última instancia desarrollar
la capacidad para determinar de manera independiente las preferencias
propias y actuar en consecuencia a ellas."
Otro de los conceptos teóricos a los que constantemente estaré
recurriendo en este trabajo, debido a su estrecha relación
en el proceso de transformación de la relación entre
medios y política es el análisis de Guillermo O'Donen
sobre el concepto de rendición de cuentas o accountability.
En él, O'Donnell posiciona a los medios de comunicación
como una de las entidades que propician la rendición de cuentas
vertical; mientras que a los Órganos Constitucionales del
Estado (como el Instituto Federal Electoral y la Comisión
Nacional de Derechos Humanos) los describe como las entidades que
propician un esquema de rendición de cuentas horizontal.
En este mismo contexto, O'Donnell
y Cunill Grau explican que los políticos son accountable,
es decir, responsables de sus actos porque no basta con que el poder
se derive "de fuentes legítimas, sino que es preciso
que su propio ejercicio sea también legítimo, a partir,
en principio, de la posibilidad de su justificación y subsecuente
contestación por otros."
Así también, Schedler
complementa las definiciones de O'Donnell al señalar que
el concepto de rendición de cuentas o accountability, involucra
tres diferentes maneras de prevenir y limitar el abuso en el ejercicio
del poder, a través de "el sometimiento del poder a
la amenaza de sanciones; obligarlo a que se ejerza de manera transparente
y, forzándolo a justificar sus actos."
De manera que, de acuerdo al concepto
anglosajón de accountability, ésta habrá de
entenderse en este trabajo como una mezcla entre la rendición
de cuentas y la responsabilización de los actos de los políticos.
Por último, incluiré
en el análisis el concepto de poliarquía de Robert
Dahl, quien la define como "un orden político que se
singulariza por la presencia de siete preceptos, todos los cuales
deben estar presentes para que sea posible clasificar un gobierno
poliárquico." De las siete características, dos
tienen especial reverberancia en el caso de los medios: libertad
de expresión y variedad de fuentes de información.
Poder, empoderamiento, poliarquía,
rendición de cuentas y responsabilidad serán los conceptos
que enmaracarán este trabajo y, con ellos trataré
de explicar la transformación en la relación medios
y política en México.
II. Breve análisis histórico
de la relación medios-política en México
Como se mencionó en la introducción,
el fin del monopolio de Estado en la producción de papel
periódico, la reforma política de 1976-1977, las reformas
electorales para consolidar la democracia y la profesionalización
periodística fueron y son elementos fundamentales en el proceso
de transformación de la relación medios/política.
El monopolio del papel
El período post-revolucionario,
y sobre todo la época del despliegue hegemónico del
partido único en México 1934-1977 hay que entenderlo
como un espacio en el que las tres dimensiones del poder, mencionadas
anteriormente, eran las que privaban en la relación prensa
escrita-poder político.
"Productora e Importadora de
Papel S.A. fue creada por decreto del General Lázaro Cárdenas
el 21 de agosto de 1935, después de un conflicto en la principal
fábrica de papel periódico de aquella época,
la Compañía San Rafael."
Con esta medida Cárdenas
sentó la base para que en lo referente a la prensa escrita
se estableciera lo que Miguel Carbonell define como un "Presidencialismo
institucionalizado", una relación que ya no dependería
de una persona sino "de un entramado institucional complejo
construido alrededor del Presidente y del Partido oficial"
(Constitución, Reforma constitucional y fuentes, p88)
El ejercicio del poder en cuanto
a lo que se refiere a la primera dimensión, descrita por
Lukes, era tal en México, que la generosidad material del
régimen, generalmente, agregaba al insumo entregado a precios
y condiciones preferentes otro elemento inmaterial, las igualmente
prolíficas sugerencias de qué poner en el papel.
En 1954, durante la inauguración
de la nueva planta de PIPSA, los editores de periódicos escucharon
el mensaje personal del Presidente Adolfo Ruiz Cortines en el que
les reiteró su "absoluto respeto a la libertad de prensa"
pero les exteriorizó también su "confianza en
que los periodistas sabrán servir con eficacia y lealtad
a la patria."
Así lo hicieron. Los valores
tradicionales del priísmo, al que por cierto se afilió
el Sindicato Nacional de Redactores de Prensa por acuerdo de su
VI Convención Anual (1954), la lealtad, la obediencia, y
el apoyo a los ideales de la Revolución Mexicana fueron la
cohesión social que propagaban entusiastamente medios impresos
y electrónicos. En la prensa se coronó la vertiente
que percibía al receptor de la información, al ciudadano,
como un sólo cuerpo, como un ente llamado "pueblo"
que no se configuraba por la yuxtaposición de individualidades
sino por la disolución de las conciencias individuales. Más
allá de las excepciones, por cuanto siempre hubo los independientes
marginales, en los 127 diarios y 673 revistas de todo género
que circulaban en ese momento en la República Mexicana, la
norma era "la línea del Señor Presidente".
Por lo que respecta a la prensa
dos de los rasgos definitorios del sistema presidencial, "Ni
el presidente ni los secretarios de estado son políticamente
responsables ante el congreso" y "la ausencia de controles
suficientes" fueron especialmente acatados.
Tres décadas enteras la prensa
escrita mexicana no fue un contrapoder fue un instrumento más
del poder, que lo ayudaba a cabalidad a cumplir con la tercera dimensión
de Lukes: la legitimización, en este caso, de la agenda priísta.
Cabe aplicar aquí la visión
respaldada por Carbonell de que en México los medios de comunicación
masiva al hacer mancuerna con el poder público y el poder
económico monopolizaron el espacio público de intercomunicación
e intercambio.
La carencia de variedad de fuentes
de información y una libertad de expresión disminuida
fueron la norma en esta época de ausencia de poliarquía
en México.
En el verano de 1968, la relación
de la sociedad con el poder político empezó a cambiar.
La prensa fue uno de los elementos en los que ese cambio habría
de hacerse evidente. Cada marcha estudiantil por Paseo de la Reforma
se detenía en el número 18, bajo el balcón
del director de Excélsior, a gritar: ¡Prensa Vendida!
Al final del movimiento estudiantil, ese balcón fue ocupado
por un personaje que habría de ser central en la historia
del periodismo nacional, Julio Scherer García, quien sustituyó
a Manuel Becerra Acosta (padre) el 31 de agosto de 1968.
En su libro "Los Presidentes"
Scherer narra sin demasiado rigor autocrítico que en Excélsior
no se ocultaba la información del conflicto estudiantil que
cimbró al mundo y a México en el verano de ese año,
pero también hace una reflexión posterior a la matanza
del 2 de octubre en Tlatelolco:
"Excélsior había
informado con honradez y veracidad acerca de los sucesos en Tlatelolco.
Esto era cierto, pero no me engañaba. Habíamos escamoteado
a los lectores capítulos enteros de la historia de esos días.
Poco sabíamos de la vida pública de los presos políticos,
menos aún de su intimidad, y habíamos evitado las
entrevistas con ellos. Sabía bien que en nuestras manos había
estado la decisión de cumplir o no con ese trabajo, pero
también sabía que el Presidente (Gustavo Díaz
Ordaz) no había propiciado el mejor clima para el desarrollo
de una información irrestricta."
En un par de años Scherer
García se asentó en el cargo y empezó a ejercer
con seguridad y pasión un periodismo que, dice Rodríguez
Castañeda, "exhibía a funcionarios e instituciones
gubernamentales lo mismo que a empresarios y personajes de la iniciativa
privada" . En 1972 el ejercicio de esa libertad de prensa le
trajo a Excélsior un boicot publicitario por parte de los
empresarios mexicanos y, cuatro años, después la salida
de su Director General.
La reforma política de 1976-1977
El bienio 1976-1977 fue especialmente
importante tanto para la prensa escrita como para la política
en México. Para los periodistas el golpe a Excélsior
resultó una bendición disfrazada, dos publicaciones,
"Proceso" y "UnomasUno" habrían de ser
semillero de una prolífica generación de reporteros
y editores que ya habían probado las hieles de la censura
y comenzaban a disfrutar las mieles de la independencia.
Para los políticos, la reforma
de Jesús Reyes Heroles, publicada en el Diario Oficial el
30 de diciembre de 1977 como La Ley de Organizaciones Políticas
y Procesos Electorales (LOPPE), abrió la puerta a un verdadero
juego democrático entre partidos de ideologías y valores
diferentes a los de la Revolución Institucionalizada y que
hasta entonces no sólo habían sido excluidos del debate
central de la nación, como establece la segunda dimensión
del concepto de poder de Lukes, sino que se les consideraba como
una amenaza para la seguridad y la cohesión social del país.
México inició con
esta reforma un largo camino hacia la transformación que
habría de llevarlo a ser una sociedad MDP (moderna, dinámica
y pluralista; así la define Dahl.)
Este tránsito de ninguna
manera fue lineal. En el sexenio de José López Portillo,
políticos y periodistas, se vieron exhibidos frente al gran
público ante una frase célebre "no te pago para
que me pegues" , que permitió a la ciudadanía
otear el resquebrajamiento de una relación entre y el poder
político y la prensa escrita. Con esa sentencia, López
Portillo verbalizó una norma no escrita de la relación
prensa-poder.
ación pública serán la única
norma positiva y las leyes tenderán a desaparecer" (Carbonell
p 91 cita)
Cabe señalar que ésta
declaración de López Portillo queda además
perfectamente enmarcada en la definición de norma jurídica
no escrita de Rolando Tamayo y Salmoran, ya que ésta se encuentra
"contenida en los usos y costumbres o tradiciones que observan
los miembros de la comunidad." En este mismo sentido, y de
acuerdo a una de las tesis del maestro Eduardo García Máynes,
también se colige que la declaración de López
Portillo describe el universo de esas reglas no escritas que a "diferencia
de las normas del derecho, que poseen siempre una estructura imperativo-atributiva,
los convencionalismos son, en todo caso unilaterales. Ello significa
que obligan más no facultan."
El Jefe del Ejecutivo Nacional que, en un arranque de rabia, tan
pristinamente desveló esa forma de convencionalismo entre
medios y políticos, terminó su sexenio con la nacionalización
de la banca, un acto emblemático, puro, un momento plástico
de lo que fue el irrestricto poder priísta durante décadas,
ese poder tridimensional que no tenía que rendir cuentas
a nadie más que a sí mismo.
Crisis económica y el sismo
de 1985
López Portillo tiene razón
en describirse como el último Presidente de la Revolución
Mexicana. Ni en política ni en los medios habría de
ser nada igual después de su sexenio.
La nacionalización de la
banca, el primero de septiembre de 1982, deriva en la entrada al
escenario público, vía el Partido Acción Nacional,
de un grupo de empresarios medianos del norte de la República
como Manuel Clouthier, Francisco Barrio, y Ernesto Rufo, quienes
invitaron a sus congéneres de otras regiones del país
a irrumpir en la política para organizar la resistencia ante
actos de autoridad sin cortapisas como el del 1 de septiembre de
1982. Es en ese contexto que en el centro-occidente del país,
el agroempresario Vicente Fox Quezada empieza a asomar la bota.
El sexenio de Miguel de la Madrid
se inició en medio de una crisis económica, la inflación
llegó a ser de tres dígitos y la paridad del peso
frente al dólar se desplomó, de tal suerte que un
periódico que había surgido un año antes con
la vocación explícita de explicar los fenómenos
económicos, "El Financiero", empezó a ser
un medio de referencia obligada.
Por primera vez desde la década
de los treinta lo financiero era objeto de cobertura específica
pero también de estudio y análisis internos dado que
los subsidios gubernamentales ya no eran ni tan expeditos ni tan
generosos.
La seriedad que el problema económico
representaba para los medios, se conjugó con una revuelta
interna en el diario "UnomasUno" que propicia la salida
de los subdirectores Carlos Payán, Miguel Ángel Granados
Chapa, y Carmen Lira, más el Jefe de Información Humberto
Mussachio y varios reporteros y editores. Estos rebeldes, fundan
el 19 de septiembre de 1984 "La Jornada", un proyecto
periodístico que desde el inicio se plantea como parte de
la sociedad. Exactamente un año después de su salida
a la calle, "La Jornada" se coloca a la cabeza de la cobertura
del sismo que devastó a la ciudad de México.
Ante ese desastre natural, la ciudadanía
de la capital explayó la primera dimensión del empoderamiento
(definido por Zenz) y empezó a desarrollar la habilidad para
tener acceso al control de lo material y no material de los recursos,
así como para conseguir la movilización efectiva de
los mismos e influir en el resultado de las decisiones. En cuanto
a los medios, podemos afirmar, que de entre los periódicos
capitalinos "La Jornada" fue el que dio mayor voz a los
ciudadanos afectados por el sismo.
Ya entrados en la segunda mitad
de la década de los ochenta, el diario dirigido por Carlos
Payán Velver se asentó como el espacio de resonancia
para las huelgas estudiantiles en la Universidad Nacional Autónoma
de México, y el desprendimiento del ala más nacionalista
del Partido Revolucionario Institucional, encabezada por Cuauhtémoc
Cárdenas, que entre otras cosas se oponía a la apertura
comercial de México iniciada con el ingreso a la ahora Organización
Mundial del Comercio antes el GATT.
Así, "La Jornada" se convirtió en un elemento
activo del tercer nivel de empoderamiento, bajo el cual se adquiere
conciencia de las ideologías dominantes y de la naturaleza
del dominio al que uno está sometido para descubrir la identidad
propia y, en última instancia desarrollar la capacidad para
determinar de manera independiente las preferencias propias y actuar
en consecuencia a ellas.
En México, después
de la reforma política de 1976-1977 (LOPPE) y del sismo de
1985, empezó a cambiarse no sólo de régimen
político sino de cultura política porque "lo
que está cambiando en este caso va más allá
de los rasgos de un régimen y se refiere a una transformación
en la matriz de relación entre Estado y sociedad civil, es
decir, a una transformación de la política misma y
del sentido de la acción colectiva."
Los medios, a partir de la mitad
de la década de los ochenta, se presentan como un elemento
coadyuvante al desarrollo de la cultura política en transición.
Es posible encontrar en ese periodo
la paulatina asimilación a las páginas de los periódicos
de algunos de lo que Carbonell describe como los principios democráticos
básicos -tolerancia, pluralismo, respeto a los derechos humanos,
publicidad de los actos del poder público, responsabilización
de los funcionarios y propiciar la inexistencia de inmunidades del
poder.
Periódicos de corte necesariamente
conservador por su origen, como El Universal, por ejemplo comienzan
a dar cabida en sus páginas editoriales a representantes
del pensamientos político más variado, pero no solo
en las secciones de opinión de los medios impresos comienza
a asomar una nueva cultura política, y aunque aquí
no nos ocupamos de los medios electrónicos, es importante
resaltar que en la radio también aparecen programas como
Monitor de Radio Red, en los que el ciudadano de a pie tiene voz,
aunque todavía no voto, bueno no creíblemente contado.
De las elecciones de 1988 al TLC
La disputa respecto a los resultados
de la elección presidencial de 1988 fue para la ciudadanía
y para la prensa nacional otro espacio de definición.
El memorable encabezado de "El
Financiero" el 7 de julio "Nada para nadie", marcó
que el diario de Rogelio Cárdenas padre e hijo flanqueara
las barreras de su nombre e ingresara al debate político
nacional. Aunado a esto, otra ruptura en la prensa escrita provocó
que varios "jornaleros" transitaran hacia las páginas
de este tabloide de vocación económica, en donde permanecieron
entre 1991 y 1993.
Si el proceso de empoderamiento
estaba ya bien asentado para esta época el de rendición
de cuentas de los políticos frente a la sociedad no tanto.
El triunfalismo salinista a raíz de las elecciones de mitad
de sexenio, y de la negociación con Estados Unidos y Canadá
de un Tratado de Libre Comercio dio pie a otra perla del sistema
político priísta: "Ni los veo, ni los oigo"
.
Como ya se mencionó con anterioridad,
el concepto de accountability implica una mezcla entre rendición
de cuentas y responsabilización y, de acuerdo a ello, la
frase de Salinas es el ejemplo absoluto de la falta de la misma.
Se salió con la suya, hasta el annus horribilis de 1994 ,cuando
no hubo manera de jugar más al autismo.
A querer o no, el ocaso de la presidencia
de Carlos Salinas de Gortari se enfiló ese año electoral
hacia la democratización, la cual consiste "en someter
todos los intereses a la competencia, en la institucionalización
de la incertidumbre. El paso decisivo hacia la democracia es la
transferencia del poder de un grupo de personas a un conjunto de
normas."
Un nuevo diario, "Reforma",
llega por esas mismas fechas a las calles de la Ciudad de México
como una expansión del Consorcio Interamericano de Comunicación
(CICSA) editora, entre otros, del periódico "El Norte".
Propiedad de la familia Junco de
la Vega los diarios "El Norte" en Monterrey y "Reforma"
en el Distrito Federal se establecieron, el primero desde la década
de los setenta y, el segundo desde la mitad de los noventa, como
un paradigma de la prensa independiente económica y políticamente.
Educado en la Universidad de Austin,
Texas, Alejandro Junco de la Vega incorporó a su desempeño
profesional los principios generales del periodismo anglosajón:
distancia del poder político; balance informativo; independencia
económica; separación de lo editorial y lo empresarial;
y, códigos de ética irrenunciables por parte del personal
editorial.
En noviembre 20 de 1994, con un
año ya de circulación, "Reforma" se enfrenta
en la ciudad de México a la última pata del poder
gubernamental en lo que se refiere al control de los medios: la
distribución monopolizada por una Unión de Voceadores
leal al régimen priísta.
Junco de la Vega ya había
combatido exitosamente al monopolio de PIPSA, imprimiendo sus diarios
en papel importado antes aún de que la compañía
se privatizara; por lo que, enfrentarse a la Unión de Voceadores
y establecer su propia red de distribución era un seguimiento
empresarial lógico para consolidar su independencia editorial,
y así lo hizo.
Otro de los beneficios indirectos
de la llegada a México del empresario periodístico
del norte del país fue el reacomodo del mercado salarial
en la industria periodística. En todas las redacciones, a
partir de 1994, se elevaron los salarios profesionales de los periodistas
como una reacción de sobrevivencia frente al nuevo competidor.
La generación de periodistas
formados en las aulas de distintas universidades públicas
y privadas de la República Mexicana, después del golpe
a Excélsior de 1976 inició su madurez profesional
en una situación de mercado competido en el cual encontró
terreno fértil una valoración largamente retrasada
de su capital intelectual.
El avance electoral hacia la democracia
y la profesionalización periodística
"Si se busca una fecha iniciática
del nuevo papel de los medios de comunicación en México,
ésta es el primero de enero de 1994." La variante inicial,
obvio, fue la aparición del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional (EZLN) y de su mediático líder,
el subcomandante Marcos (Rafael Sebastián Guillén),
pero luego llegaron el asesinato del candidato a la presidencia
por parte del PRI, Luis Donaldo Colosio y la del secretario general
del mismo partido, José Francisco Ruiz Massieu. Y, como si
fuera poco, el año terminó con una devaluación
del peso frente al dólar estadounidense.
Cuando el Presidente Ernesto Zedillo
presentó su Plan Nacional de Desarrollo 1995/2000, el "destape"
de la prensa mexicana era ya un hecho consumado y el empoderamiento
de la sociedad también. La rendición de cuentas, sin
embargo, tardó más en llegar y lo hizo de manera paulatina
a medida que la posibilidad de la alternancia política se
estableció como una vertiente real de la política
nacional.
Esto es de la mayor importancia
dado que hasta la mitad de la década de los noventa la alternancia
era ubicada por los analistas como una de las tres tareas pendientes
de la búsqueda de la democracia junto con la limpieza indiscutible
de los procesos electorales y el fortalecimiento de una cultura
y valores democráticos.
Para los políticos, no hay
como la amenaza real de perder el poder para acicatear a los gobernantes
a atender dos tipos de accountability la horizontal y la vertical.
"La rendición de cuentas (accountability) vertical es
ejercida por los actores societales con respecto a los actores estatales
y la rendición de cuentas horizontal es ejercida dentro del
estado por diferentes órganos estatales."
Para los periodistas, no hay mayor
tentación que el protagonismo heroico, las explicaciones
autocomplacientes del gremio colocan a los medios como el corazón
valiente de un proceso de transición democrática mexicana.
Esa explicación, que satisface el ego de los comunicadores,
es también atractiva, por otras razones, para los políticos,
pues en ella encuentran que pueden hacer al mensajero, el chivo
expiatorio de sus propias desgracias.
Lo cierto es que, la definición
de los medios como actores centrales, que complace a unos y a otros
por distintas razones, no se apega a la verdad. Los medios son acaso
sólo un elemento, el más visible, pero sólo
uno de entre varios, en la dimensión vertical de la accountability.
"La publicidad sobre algo puede
contribuir poderosamente a la rendición de cuentas, pero
la rendición de cuentas misma requiere penalidades mas allá
del conocimiento público, cuando menos la capacidad de destituir
a un funcionario de su puesto. Sin sanciones, dar a conocer un hecho
puede mantenerse en el rango del alegato de que los poderosos siempre
encuentran maneras de salirse con la suya."
Este concepto, el de la capacidad
de publicitar o publicar un hecho por parte de los medios y, al
mismo tiempo, su incapacidad para forzar a una rendición
de cuentas, es básico. Corresponde sólo al poder político
o al empoderamiento ciudadano cerrar el círculo, es decir,
propiciar la consecuencia de un acto público por parte de
los que deben rendir cuentas. Los medios no son tan poderosos como
lo creen algunos de sus representantes ni como los describen interesadamente
los políticos.
Con base en la argumentación
anterior debo agregar por tanto una nota de disenso con Carbonell
respecto al alcance de lo que este analista percibe como la influencia
de los medios a quienes atribuye el deseo de "influir en el
quehacer estatal, no siempre en beneficio del bien común
y la libertad de expresión, como a veces se ha querido entender,
sino en su propio interés y conforme procedimientos bien
lejanos de la libertad de información de los usuarios"
(Carbo, p45)
La historia reciente de México
documenta cómo los medios publicaron diversos temas que podían
sugerir tácita o explícitamente la necesidad de una
rendición de cuentas y no fue sino hasta cuando organismos
constitucionales autónomos o los poderes troncales mismos
intervinieron para llamar a cuentas a los representantes públicos,
cuando realmente se produjo una "responsabilización"
o proceso de accountability.
Este no quiere decir que los periódicos
no puedan contribuir a ventilar los abusos de los políticos,
sino simplemente apunta hacia el dimensionamiento del supuesto poder
mediático que tanto molesta a los políticos mexicanos
y que, a mi juicio, no es tal si no va derivado de un "empoderamiento"
de la ciudadanía o de una exigencia de rendición de
cuentas horizontal, desde las instituciones mismas, o vertical,
también desde la soberanía popular.
III. Casos recientes que muestran
el cambio en la relación medios/política
El primer caso que debemos recordar está vinculado con la
forma en que las actividades de uno de los personajes más
repudiados por la prensa mexicana, José Córdoba Montoya,
poderoso Coordinador de la Presidencia de 1988 a 1994, fueron una
y otra vez expuestas por los periodistas y qué pasó,
nada. El caso más flagrante de desaseo en el desempeño
de este funcionario público se vio literalmente sacado de
la alcoba cuando el periódico "Reforma" publicó
las grabaciones de una conversación telefónica entre
Córdoba Montoya, y una conocida intermediaria de los cárteles
de la droga, Marcela Bodenstedt Perlick.
En el affair Córdoba/Bodenstad
no hubo consecuencias porque a pesar de que los medios le dieron
enorme cobertura al asunto de la influencia política de Córdoba
y sus relaciones peligrosas, a la ciudadanía no le importaba
realmente el tema. La respuesta del Presidente Ernesto Zedillo a
estas revelaciones fue declarar que eso era un asunto en todo caso
conyugal y no político.
Una tónica similar al caso
precedente se adoptó por parte del Jefe del Ejecutivo ante
la revelación de que el Secretario de Educación del
mismo Presidente Zedillo, Fausto Alzati, no tenía el grado
de doctor que había ostentado durante muchos años,
vamos, Alzati ¡ni siquiera había terminado cabalmente
la licenciatura! Pero, la separación del cargo del fraudulento
Doctor Alzati no llegó por la vía de lo publicado
por los medios, sino por la presión política al interior
del gabinete debido a la torpeza de las declaraciones del interfecto,
que hacía gala de su desinterés por rendir cuentas
a cualquiera que no fuera el que lo había designado.
Un tercer elemento que demuestra
la relatividad del poder e incluso del empoderamiento mediático
lo encontramos en el caso de los secuestros en el estado de Morelos.
Durante meses la prensa escrita y la electrónica documentaron
la epidemia de secuestros en el estado, las evidencias que apuntaban
en el mejor de los casos a la negligencia oficial y en el peor de
ellos a la complicidad entre servidores públicos y delincuentes
se apilaban, pero no fue sino hasta después de una enorme
marcha ciudadana y la detención en Guerrero de un jefe policiaco
que había cruzado la frontera interestatal para tirar un
cadáver, delito por el cual se le arrestó y se fincaron
cargos, cuando realmente se inició el derrumbe de Carrillo
Olea.
El empoderamiento de los mexicanos
es cada vez mayor, como lo demuestran encuestas como la Mundial
de Valores, la cual establece que, en el período de dos décadas,
de 1980 al 2000 una de las grandes felicidades de los ciudadanos
fue su estrenada capacidad de elegir. Es evidente, para mí,
que el creciente proceso de empoderamiento ciudadano es pues el
detonador de la rendición de cuentas y el dique de la impunidad
pública.
La elección del Presidente
Fox y las dos victorias consecutivas del PRD en la ciudad de México
son producto de ese empoderamiento. Los medios han crecido paralelamente
a ese destape ciudadano, no por encima de él, ni tampoco
a costa del poder de los políticos.
Aquí se aplica la norma de
Przeworski, "¿Quién vigila al vigilante?, la
respuesta es que lo hacen las fuerzas de la sociedad civil movidas
por su propio interés particular."
Aunque, así como he disentido
de Carbonell en otros puntos, debo señalar que me parece
del todo pertinente su señalamiento en cuanto a las bondades
de la Constitución italiana vigente que indica como la ley
puede establecer que se hagan públicos los medios de financiamiento
de la prensa periódica, y me sumo a su postulado de que con
esto "se busca dar al lector el conocimiento suficiente para
poder entender cuáles son los intereses que mantienen o animan
a una determinada publicación" (Carbo p 46)
En este sentido el camino a la democracia,
piensa pasa por el tránsito de los periódicos de entidades
privadas a empresas públicas ya que lo deseable es tener
más rendición de cuentas, es decir, mucha rendición
de cuentas.
Por cierto, los dos casos más
recientes del llamado a la rendición de cuentas por parte
de figuras públicas, los gastos excesivos en la remodelación
de Los Pinos, el "toallagate" y, los gastos publicitarios
de Rosario Robles, lo demuestran. Las consecuencias de ambos no
se explican por la supuesta acción de una prensa poderosa
e impune sino por la reacción de una ciudadanía empoderada
e impaciente ante las luchas intestinas de los políticos
y la corrupción pública.
En el caso de Rosario Robles, quien
se dice agraviada por el encabezado del "Reforma" del
13 de abril de 2001 "Detectan Irregularidades a Robles",
es menester recordar que fue su propio compañero de partido
y sucesor en el cargo, Andrés Manuel López Obrador,
el que usó el término de irregularidades en diciembre
de 2000.
Por cuanto al asunto de las toallas de $4,500 pesos y las sábanas
de $30,000, para la cabaña del Presidente Fox en Los Pinos,
la reacción inicial del Presidente Fox no difirió
mucho de la de su antecesor en cuanto al caso Córdoba, buscó
minimizar el asunto como uno de carácter doméstico
y sostuvo que en todo caso los mexicanos debíamos de estar
contentos del grado de transparencia desplegado por su gobierno
que hasta el precio de los enseres caseros hacia público.
No fue por la cobertura de la prensa al tema sino por la reacción
popular al asunto que Fox, el eterno lector de encuestas, decidió
finalmente separar de su cargo al responsable del entuerto.
Conclusiones
La relación entre los políticos
y la prensa mexicana ha cambiado en los últimos 20 años.
Factores materiales como el final del monopolio en la producción
de papel periódico por parte del Estado, en 1998 e inmateriales
como la Reforma Política de 1976-77, el avance de la dimensión
electoral de la democracia y la creciente profesionalización
de la carrera periodística son los principales motores del
cambio en esa relación.
La exigencia ciudadana para que
sus representantes políticos le rindan cuentas ha crecido
consistentemente en el último cuarto de siglo y una de las
entidades que se hacen eco y/o propician este proceso han sido los
medios.
La función periodística
primigenia, aquella que señala que deben establecerse como
contrapoder dentro de una sociedad, no se entendería sin
otro proceso simultáneo y largamente anhelado: el empoderamiento
democrático de la ciudadanía.
Por primera vez en nuestra historia
como nación el poder se comparte. A querer o no los políticos
tienen que hacerlo, por mandato entre las tres ramas de gobierno
y los órganos autónomos constitucionales, y por instinto
de sobrevivencia con la ciudadanía, tornada en opinión
pública cuando se habla de los medios.
Ese es el dilema presente en el
gobierno del Presidente Vicente Fox. Los políticos, aún
los liberalizadores, desean una democracia que los mantenga en el
poder y se indignan cuando ésta se vuelve contra ellos. Intentan
aferrarse al poder mientras pueden, pero llega un momento en que
deben optar entre dejar un paso atrás y restablecer el autoritarismo
y seguir avanzando hacia la emancipación autoritaria.
Por supuesto que estos no son procesos
ni acabados ni de una sola vez. Los hechos van delante de una revisión
jurídica indispensable que transforme las normas no escritas
entre los medios y la política que, aunque han cambiado de
lo que existía durante buena parte del siglo 20, aún
no tienen forma legal.
La mejor forma conocida de evitar
la impunidad en cualquiera de los dos ingredientes de la ecuación
medios/política sería dándole marco jurídico,
y por supuesto, haciendo que la ley se cumpla, como dice el maestro
Migue Carbonell viviendo en constitución en este rubro, esa,
es la asignatura pendiente para el siglo 21.
Rossana
Fuentes-Berain
Catedrática del Instituto Tecnológico
Autónomo de México (ITAM), México. |