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Diciembre 2001 - Enero 2002

 

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Editorial
 
Por Alejandro Ocampo A.
Número 24

El 11 de septiembre es ya, sin duda, un parteaguas en la historia del mundo, así como la interminable inventiva del hombre ha desarrollado cuestiones como la escritura, la imprenta, el ferrocarril, la televisión, el Internet -¡por supuesto!- y una larga lista de etcéteras más que cambiaron el rumbo y presentaron otra visión de la realidad, los ataques a las torres gemelas de Nueva York, la ciudad más plural en cuanto a orígenes de sus habitantes en el mundo, nos han abierto una puerta y una visión diferente acerca de los "otros" y de nosotros mismos en lo que Postman denomina "la nave espacial Tierra".

En buena medida esos inventos que cambiaron la historia a escala mundial son los medios de comunicación, así desde los diarios producto de la imprenta, la radio, el cine y desde luego, la telelvisión; han generado una nueva sociedad que se explica a partir de la premisa de: contaba con..., o carecía de...

Los medios pues, han desarrollado la facultad de hacer conocer el acontecer de un número importante de asuntos sin estar ahí y es precisamente este hecho el que ha motivado a estudiosos de la comunicación a idear teorías para explicar estos fenómenos, desde la aguja hipodérmica hasta el imperialismo cultural, desde la espiral del silencio, hasta los usos y gratificaciones. La pasividad o actividad de los receptores con respecto a los emisores ha sido motivo de grandes controversias, sin embargo, y a la par de estas discusiones que muchos consideran inútiles y totalmente irrelevantes a la realidad económica cuya sombra cobija de manera particularmente especial a los medios masivos, el fenómeno se sigue dando en una carrera donde lo que importa es llegar a más personas, independientemente de cómo, o mejor aún: con qué.

En ese afán es que ahora los medios se han instituido como los grandes informadores. Información es poder, se dice. Ipso facto los medios han concentrado su poder en torno a la información y en la decisión de lo que se hace público o no.

Entonces, con los adelantos científicos y tecnológicos con los que se cuenta hoy no es de extrañarse que un acontecimiento, cualquiera que este sea, se difunda, conozca y de alguna manera, viva, vía medios en todas las partes del mundo y en el momento mismo en que sucede. La "mediatización" de un hecho ocurre en la medida en que se le conoce por las informaciones, análisis y opiniones que de él se dicen en los medios.

Definitivamente, el 11 de septiembre marcó la historia por los tristemente célebres acontecimientos, pero lo hizo aún más por la frialdad y exactitud con la que todo el mundo contemplo el choque de los aviones y el derrumbar de las torres. Un espectáculo francamente deprimente.

En el marco de este interminable transitar de los acontecimientos históricos, el periodo entre el que predominaba la palabra escrita y en el que lo hace la imagen es particularmente interesante.

En fechas recientes se ha construido un intenso debate sobre las formas de conocerlo. En todo caso es interesante cuestionarse sobre el qué pasará después, sobre las consecuencias que acarreará este hecho.

Ponemos a su disposición entonces este, nuestro número 24, que sobre la sociedad posliteraria y las repercusiones de las tesis Sartorianas presenta un rico intercambio con distintas perspectivas y un ánimo de explorar este peculiar fenómeno muy de nuestra época. Así que a abstraer.

Y para terminar les presentamos, como de igual manera agradecemos, a nuestro renovado Consejo Editorial y nuestras nuevas secciones y columnas que estarán en línea desde este número.

Un abrazo


Alejandro Ocampo A.
Director de Razón y Palabra

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