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La democracia en el mundo de la imagen
 
Por Mónica Ugalde
Número 24

El ideal de la democracia es una promesa básica de la Modernidad que ha sido pilar de la construcción de los Estados a partir del siglo XVIII. Norberto Bobbio ha dicho que la democracia está caracterizada por un conjunto de reglas que establecen quién está autorizado para tomar las decisiones colectivas y bajo qué procedimientos. En una democracia, es requisito que la atribución del poder de tomar decisiones colectivas sea garantizado a un número muy elevado de miembros del grupo social, que se establezca que las decisiones se tomarán al menos por regla de mayoría, y que los miembros del grupo que tienen el poder de decisión cuenten con alternativas y condiciones para hacer una selección antes de decidir.1

No obstante, la idea de la democracia era una antigua idea griega que se ha venido transformando a través del tiempo. Para Sartori, el término democracia es un portador de experiencia histórica cuyo significado se ha estabilizado a través de un proceso de prueba y error2. Por ello, es conveniente analizar cómo se configura nuestra noción de democracia cuando nuestro presente está imbuido de la media culture.

Como lo propuso Mc Luhan hace ya alrededor de cuatro décadas, el medio es el mensaje. De acuerdo con este teórico canadiense, la introducción de una nueva tecnología en el universo de lo cotidiano determina un cambio en los esquemas de pensamiento de la sociedad. Así, tenemos que una sociedad que no ha desarrollado un sistema de escritura basará su cultura en la tradición oral y la transmisión de esta configurará su visión del mundo. A partir de la introducción de la palabra escrita, nuestra forma de ordenar la realidad se transformó en una visión lineal del mundo y de nuestra historia. La era de la televisión transformó nuestras vidas introduciendo nuevas formas de configurar nuestra realidad. El aquí y ahora han adquirido nuevas dimensiones en tanto nuestra interpretación del presente se configura a partir de la información obtenida de los noticieros televisivos.

Aplicando la teoría de Husserl, André Jansson ha elaborado una fenomenología de la Media Culture3 que parte de la noción de que nuestra percepción de los medios como fenómenos comunes, integrados a nuestras rutinas diarias, determina que asumamos una actitud irreflexiva ante ellos al estar incorporados a nuestro lifeworld4. Para Jansson, las categorías culturales que aprendemos de los medios masivos dan forma a nuestro entendimiento del mundo natural y contribuyen la creación de nuestra identidad cultural: los bienes simbólicos que obtenemos de los medios masivos pueden incluso funcionar como denominadores comunes que dan cohesión a comunidades que no son cercanas físicamente. Los bienes simbólicos provistos por los medios masivos configuran en alguna medida nuestra noción de nosotros mismos y de nuestro entorno, así como de nuestra relación con el entorno y nuestra noción general de realidad.

La capacidad de decisión indispensable para los ciudadanos de un Estado Democrático presupone la existencia de ciertas libertades garantizadas a los individuos. La libertad política, precedente a las otras formas de libertad, debe dotar a los ciudadanos (destinatarios del poder del Estado) con la capacidad de contrarrestar el poder discrecional de sus gobernantes. Para Sartori, "libertad implica actividad [...], participación en los asuntos de la comunidad política, acción positiva y resistencia activa."5

Cabe destacar que la libertad política es condición sine qua non de la existencia de las otras formas de libertad necesarias en una democracia (libertad de opinión, de expresión, de asociación, etc.). En este contexto, si la noción de realidad, la ideología y la escala de importancia de los eventos cotidianos se configuran a partir de la media culture, dependiendo de la visión de un reportero o del interés por aumentar el rating que un productor televisivo pueda volcar en una inundación de las pantallas con imágenes morbosas, la implicación de este fenómeno para el ámbito de una sociedad democrática adquiere matices de peligro.

A pesar de tal consideración, los medios deberían desempeñar un rol activo en una sociedad verdaderamente democrática. Más que la consideración común que sitúa la salud de una democracia y su progreso en el aumento del padrón de votantes, es de suma importancia rescatar la idea de que la democracia implica la participación activa de un gran número de individuos a quienes se ha otorgado la calidad de ciudadanos en la toma de decisiones colectivas. Según señala Bobbio, para que una democracia se fortalezca, es necesario que ocupe cada vez más espacios desde los cuales los ciudadanos puedan tomar decisiones6 .

Así, un requisito para la salud de una democracia es que los actos gubernamentales se hagan públicos a fin de que el ciudadano pueda conocerlos y actuar para controlarlos en alguna medida. En este sentido, los medios masivos pueden servir positivamente los intereses ciudadanos al facilitar la vigilancia de las acciones de gobierno, lo cual indudablemente obligará al Estado a adoptar la mesura y la racionalidad al ejercer el poder y dotará de transparencia sus procesos internos. En naciones cimentadas sobre procesos de comunicación activa, el poder duro ejercido desde arriba perdería su hegemonía. Según Giddens, La revolución en la comunicación ha producido las ciudadanías más activas y reflexivas que jamás existieron: no es un accidente que en años recientes haya habido tantos escándalos de corrupción en la política.7

A pesar de las bondades de la comunicación activa para el fortalecimiento de la democracia, el mismo Giddens señala que la televisón y los otros medios tienden a destruir el espacio público de diálogo abierto por ellos mismos al trivializar y personalizar los asuntos políticos. Los medios, gobernados por intereses mercantiles, no pueden tampoco erigirse como interlocutores únicos del Estado: la dicotomía entre Iniciativa Privada y Estado poco contribuiría a una sólida democracia, cuya existencia demanda la participación activa de una sociedad civil informada.

No obstante, no basta contar con la información a partir de los medios. Si se trata de abatir la inacción que produce el no cuestionar la información obtenida de los medios por la constante absorción acrítica de los mensajes mediáticos, la educación de la ciudadanía es pieza clave del rompecabezas. Un pueblo poco educado jamás podrá ejercer una participación consciente: el ciudadano no podrá llevar a cabo procesos analíticos de la información mediática para argumentar la relación entre él y los problemas nacionales, ni podrá vincularse de manera efectiva con otros individuos para, en sociedad, elaborar propuestas de solución a esos problemas.

En este sentido, es importante señalar el papel de algunos Estados como coartadores de la democracia al fallar en su deber de proporcionar al pueblo las herramientas y el aparato necesarios para adquirir la educación que les permita ser partícipes activos de la democracia. Gobiernos con pueblos faltos de educación, se convierten en alguna medida en gobiernos autocráticos por no contar con interlocutores capaces de cuestionar sus acciones y reclamar sus derechos.

Por otro lado, cabe apuntar otro riesgo para la democracia que está presente aún en las sociedades que se precian de ser demócratas: el exceso de supervisión de las acciones de los individuos por parte del Estado. A partir del desarrollo de las tecnologías de la información, se ha hecho posible ejercer una supervisión detallada de la opinión y las acciones de todos los habitantes de un territorio como nunca antes sucedió. Ni siquiera las agrupaciones de espionaje al servicio de los regímenes totalitarios más preocupados por la vigilancia del pueblo fueron capaces de proporcionar a los gobiernos la información tan minuciosa que hoy pueden obtener gobiernos y empresas privadas por igual a través de la tecnología de información.

¿Quién vigila a quién? Es hoy una pregunta de crucial importancia para los procesos de democratización y para el fortalecimiento de las democracias ya existentes. Especialmente cuando, en la nación que se ha erigido en policía supervisora del estado de las democracias del mundo, a partir de los atentados del 11 de septiembre se debate la posibilidad de legitimar la intervención del Estado al colocar bajo el microscopio cualquier suerte de comunicación electrónica o digital que le permita sondear las actitudes, opiniones y actividades de cualquier persona. En el contexto de la interconexión mundial suscitada por las redes de telecomunicaciones, la privacidad y el derecho a la libre opinión y expresión de cualquier persona en el mundo se ponen seriamente en tela de juicio con la sola consideración de permitir tal discrecionalidad en la acción de los gobiernos.

Si el conjunto de los ciudadanos verdaderamente considera que la democracia es condición esencial para el desarrollo de nuestras naciones, se hace necesaria una participación informada y consciente en la toma de decisiones colectivas. Más allá de proponer la pregunta casi ontológica de qué debería ser primero: si el desarrollo económico y la educación del pueblo o la participación ciudadana, es necesario destacar que, a fin de cuentas, es sólo el compromiso de los ciudadanos el que puede contribuir a la construcción de un Estado democrático.


Notas:

1 BOBBIO, El Futuro de la Democracia
2 SARTORI, Teoría de la Democracia
3 JANSSON, "A Matter of Attitude"
4 Los elementos configuradores de nuestra realidad cotidiana que damos por hecho.
5 SARTORI, Teoría de la democracia
6 BOBBIO, El futuro de la democracia
7 GIDDENS, Reith Lectures 1999: Democracy


Fuentes de información:

BOBBIO, Norberto, El futuro de la democracia, FCE, México, 2ª edición, 1996
BOBBIO, Norberto, Estado, gobierno y sociedad, FCE, México, 1ª edición, 1998
SARTORI, Giovanni, Teoría de la democracia, Alianza Editorial, México, 1ª edición, 1989
BRAMAN, Sandra, "Horizons of the State: Information Policy and Power", Journal of Communication, ICA, New York, Autumn 1995, p. 4-24
JANSSON, André, "A Matter of Attitude", Outline to a Phenomenology of Media Culture, Journal of Media Communication andre.jansson@jmg.gu.se
ROTHKOPF, David, "Cyberpolitik: the changing nature of power in the Information Age", Journal of International Affairs, New York, Spring 1998, p. 325-359
WRESCH, William, Democracy in the Digital Age: Challenges to Political Life in Cyberspace, by A.G. Wilhelm", The Information Society, 17:145-146, 2001-11-30
GIDDENS, Anthony, "Democracy", BBC REITH LECTURES 1999, "Runaway World", consultado en:
http://news.bbc.co.uk/hi/english/static/events/reith_99/week5/week5.htm


Lic. Mónica Ugalde
Lic. En Ciencias de la Comunicación por el ITESM, Campus Estado de México.

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