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Febrero - Marzo 2002

 

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Globalización, educación y democracia
 

Por Manuel García Urrutia M.
Número 25

El libro, "Educación, Mundialización y Democracia: un circuito crítico", contiene pensamientos y reflexiones de Alfredo Gutiérrez Gómez (Universidad Iberoamericana), Raúl Domingo Motta (Universidad del Salvador, en Argentina) y Emilio Roger Ciurana (Universidad de Valladolid, en España), compilados por Enrique Luengo González (Universidad Latina de América), que fueron presentados por los autores a los miembros de la Federación de Instituciones Mexicanas Privadas de Educación Superior (FIMPES) y los asistentes de la Cátedra Itinerante UNESCO "Edgar Morin", en reuniones, ambas, llevadas a cabo a fines de abril de este año en Morelia, Michoacán, hoy compartidas en esta obra literaria auspiciada por varias instituciones, nacionales y extranjeras vinculadas a la educación. El título del libro, ciertamente, da muestra de la complejidad de nuestra realidad. Habla, en suma, de la importancia de ligar conceptos, disciplinas, problemáticas, a fin de reconocer y comprender los desafíos contemporáneos.

Paso a comentar algunas ideas que la lectura del libro me provoca.

La posmodernidad es un concepto que aún no me compro, a pesar de las evocaciones de Raúl Domingo Motta y del sugerente texto de Perry Anderson sobre el tema (Los orígenes de la posmodernidad, 1998), pero indica la necesidad de empezar a distinguir y dar nuevas definiciones al momento histórico que vivimos. Creo, más bien, como Emilio Roger Ciurana, que "los enormes desarrollos de la racionalidad técnica e instrumental no han sido seguidos ni de lejos por un desarrollo de la moral", que "estamos inmersos en una sociedad que tiene y crea nuevos contenidos para los que aún no hay teoría y conceptos". Emilio Roger cita a Luhmann para recordarnos que "pensamos con conceptos que no sirven para pensar la moderna sociedad porque se trata de conceptos pensados en épocas pasadas, esto es, épocas de menor complejidad" o, como dice Morin, con una actitud positiva, "hay que crear nuevos conceptos y partir de una nueva mirada" sobre estos fenómenos. Emilio concluye que somos rehenes de conceptos y paradigmas anquilosados y que vivimos en un mundo nuestro, globalizado, entrelazado, interrelacionado e interdependiente que debemos aprender a gestionar o a pilotear, como le llama Domingo Motta.
El mismo Domingo afirma que vivimos el ocaso de un horizonte civilizacional: por un lado la desproporción entre los problemas y las viejas soluciones, por el otro el descalabro de las perspectivas elaboradas a principio de siglo. Y es que, como menciona Alfredo Gutiérrez Gómez, "estamos empezando a vivir el tiempo del conocimiento, la civilización del saber, la era de la información".

Alfredo Gutiérrez nos recuerda: "Todo va unido, aunque no podamos dar cuenta de la totalidad; quizá esas totalidades inalcanzables son el supuesto más seguramente objetivo de nuestra sobrevivencia y -de ser reconocidas- producirán otros resultados que si siguiéramos partiendo de un supuesto contrario porque requerimos de otros modelos o paradigmas del conocer y el hacer humano".

El diálogo con los autores se da a lo largo de toda la lectura porque los puntos de vista de los autores podrán compartirse o no y confrontarse bajo la dialógica inherente a la realidad, esperada por Morin, porque del análisis de problemáticas como los que nos ocupan en el texto surgen las interrelaciones, las visiones complementarias e incluso las partes antagónicas de manera más clara. El libro invita a eso, a remover, a debatir, a cuestionar. Es el texto, pues, una manera de empezar a comprender nuestra realidad desde una posición diferente, para discutirla, para estudiarla, para vincularla.

Dice Edgar Morin que "enseñar la democracia y la ciudadanía terrestre son elementos básicos de una ética del género humano, cuyo imperativo central es salvar a la Humanidad realizándola". Así como Emilio Roger nos pide una antropología compleja que reconozca las cualidades de racionalidad e irracionalidad del ser humano y su vinculación entre individuo-especie-sociedad-cultura, Morin nos pide conocer la identidad humana: "Nuestra condición no se aprende en ningún sitio. Las ciencias están demasiado separadas entre sí. Un sociólogo no ve lo que ocurre en el alma individual y un psicólogo no ve la sociedad. Por lo tanto, hay que religar las disciplinas". Edgar Morin, a quienes los autores recurren permanentemente, apuesta a una enseñanza de la comprensión desde el seno familiar y define al ser humano como "un ser independiente, responsable y solidario, que afronta los mismos peligros por pertenecer a la misma comunidad". En la inercia globalizadora, Morin propone la asociación planetaria "para un mundo encogido e interdependiente", considerando la ciudadanía planetaria a fin de garantizar a todos derechos terrenales.

Dice Raúl Domingo que el verdadero demócrata parte del respeto de lo diferente, fomenta lo diferente y articula lo diferente para crear un nuevo espacio dialógico en el que la articulación de las diferencias fomente la igualdad y la solidaridad entre seres humanos. Raúl apuesta a un nuevo humanismo basado en la política -la verdadera política, la que antepone el diálogo y el acuerdo- y el saber.

Alfredo Gutiérrez, por su parte, hace agudas críticas al sistema educativo y propone un planteamiento original de reforma educativa desde su "Univermoción", un movimiento de recalificación permanente de todos los actores universitarios, "una universidad concebida más por sus dinamismos e interacciones innovadoras y críticas, por su conservadurismo razonado y su apertura permanente, que por sus espacios, sus cuerpos normativos, sus ritos y oficinas" y otra reforma social, con una muy sugerente alternativa de un "poder integrador" formado por unas peculiares "Cámaras Sociales de Coordinación", que apuesta a una sociedad que ocupe un espacio público mayor y más fuerte para incidir con nuevas formas en las decisiones fundamentales del país y del mundo. A las viejas formas de representación política, Alfredo, opone una mayor presencia ciudadana en la gestión de sus problemas.

Raúl Domingo ante una falsa protección afirma que es preferible la intemperie como presente -a una seguridad que nos condene a la muerte o un futuro que nos hipoteque- y apostar a la autonomía y la libertad. Y para mí ese es el reto de hoy: no hay mundialización viable, aunque así lo parezca de momento, sin respeto a la dignidad humana y no habrá estabilidad ni rumbo sin la participación democrática de la sociedad, sin exclusiones, y sin un ser humano formado e informado que pueda comprometerse por forjar, de manera sustentable la Tierra-Patria que Edgar Morin proclama. Así es el circuito crítico. El libro es, sin duda, un aporte y una invitación a cuestionar la educación que privilegia el eficientismo productivista, con una visión parcial del conocimiento, hiperespecializada, una democracia cosmética y una globalización que atenta contra la naturaleza, incrementa desigualdades y excluye amplias capas de seres humanos.

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Manuel García Urrutia M.