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Febrero - Marzo 2002

 

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Cuando se navega por la red, la red le navega a uno
 

Por Rocío Jiménez Ramón
Número 25

Europeos y asiáticos se sienten cómodos con la idea de permitir que los gobiernos regulen su intimidad, pero la idea de unas leyes amplias que protejan la intimidad pone nerviosos a los
norteamericanos.

El concepto de confidencialidad de la información abarca las múltiples formas de obtención, utilización y distribución de datos acerca de personas particulares en el ciberespacio. En la vida real, un paseo informal por las calles de una ciudad o por las
galerías de un supermercado constituye generalmente un
asunto económico, a diferencia de lo que ocurre cuando se navega por la World Wide Web. Como reza una verdad de perogrullo en línea: cuando se navega por la red, la red le navega a uno. Con los programas adecuados, desde un servidor de Internet a menudo se puede identificar el nombre, la dirección electrónica y la ubicación geográfica de la mayoría de usuarios que recalan en una página, así como información sobres otras páginas visitadas recientemente o el modelo de ordenador
utilizado. Mientras tanto, muchos creadores de sitios de la web utilizan también etiquetas informáticas denominadas cookies (galletas), que permiten la compilación detallada de registros sobre los intereses individuales de cada visitante, basándose en el tipo de páginas que visitan o en la clase de productos que
adquieren al recorrer una página comercial.

El mismo maravilloso sistema que lleva información a su hogar puede recopilar información sobre usted. La red de comunicación interconectada que ha nacido a partir de Internet también puede ser utilizada como mecanismo de vigilancia: cámaras de
televisión en las calles, recopilación de información automática sobre el comportamiento de los navegantes de la web. En los años 90, todo el mundo se está rodeando de sensores. Los sistemas de las autopistas inteligentes dotan a los vehículos de microprocesadores de identificación exclusiva para el pago automático del peaje. Cuando se utiliza una tarjeta de descuento en un supermercado, ese código de barras que emplea el dependiente de la tienda graba información sobre su
persona: cuánto licor, pañales o revistas ha comprado.
Los códigos de barras, los sensores y las cámaras todavía no han sido incorporados a Internet y la protección de la intimidad no ha sido introducida en la tecnología, pero si fracasa la acción legislativa, puede que, en los próximos años, la infraestructura de la sociedad perfectamente vigilada encaje por fin. Aunque la vigilancia del estado es el mayor temor, no es el único. Nuestros ciudadanos tienen acceso a una enorme cantidad de información privada sobre nosotros mismos. Todo lo señalado nos conduce a una sencilla conclusión: a medida que crece el ciberespacio,
millones de personas en todo el mundo se afanan por redefinir lo que significa la intimidad en la era de la Información.

El peso del Estado
Es fácil imponer restricciones o disposiciones legales aparentemente razonables, pero se corre el riesgo de que esas restricciones estrangulen la innovación. Los gobiernos pueden contribuir a garantizar un marco sólido y competitivo y deberían estar dispuestos a interceder -sin mostrarse excesivamente ansiosos- en caso de que el mercado fallase en algún campo en
particular. Los gobiernos pueden contribuir a determinar las reglas del juego, los principios conforme a los cuales compiten las empresas. Pero no deberían intentar diseñar ni dictar la naturaleza de la Red.

Con ese fin, sería un paso positivo que otros gobiernos siguiesen el ejemplo de EE.UU. y liberalizasen sus respectivos sectores de
comunicaciones. Los gobiernos que quieren capacitar
Internet también se asegurarán de que la misma protección de la propiedad intelectual que se aplica al material impreso, la música y las películas esté vigente en el entorno de la Red. Y desearán buscar oportunidades para proporcionar a estudiantes,
profesores y personas que asistan a colegios y bibliotecas el acceso a los ordenadores y a Internet.

El coloso americano acapara la red
La influencia de Estados Unidos es decisiva y la Red se está convirtiendo en el conducto más eficaz para exportar su cultura. Incluso resulta casi imposible retener los talentos que podrían contribuir a que Internet sea un fenómeno verdaderamente mundial. Tim Berners-Lee, el británico inventor de la web, y Mika
Uusitalo, que dirigía el laboratorio de Internet más innovador de Europa en Finlandia, se han visto arrastrados a ejercer su oficio en Estados Unidos. Empresas innovadoras como Delta Three y Vocaltec, dos pioneros israelíes de teléfonos Internet, hicieron las maletas y fueron a Estados Unidos en cuanto triunfaron.

El 88% de la publicidad en línea será norteamericana al final de la década. Las empresas norteamericanas establecieron en los años 90, como en su momento los venecianos, las nuevas reglas del comercio electrónico, no sólo desarrollan la tecnología, sino también las prácticas comerciales que tendrá que seguir
inevitablemente el resto del mundo. Es mucho lo que está en juego. Jonh Doerr, el decano de los inversores de Silicon Valley, calcula que el auge del ordenador personal en los 80 ha sido el alarde más grande de creación de riqueza en la historia. Internet contiene el potencial para eclipsar incluso eso, y convertirse
en el equivalente moderno de la fiebre del oro. Los indicios apuntan a que Estados Unidos se llevará a casa la mayor parte de ese oro.

La situación de Europa
En febrero de 1997, Andy Grove, jefe ejecutivo de Intel, y Bill Gates, de Microsoft, lanzaron una ataque contra Europa, calificándola de atrasada respecto a la nueva era digital. Grove acusó a Europa de crear un déficit tecnológico que las futuras generaciones iban a heredar. Gates, incidió en el foso creciente entre EE.UU. y Europa respecto a Internet y otras acepciones
tecnológicas de la era digital.

La empresa de investigación, con sede en Londres, Contex, ha señalado que el 53% de los empleados de oficina utilizan ordenadores personales, mientras que en Estados Unidos la cifra es del 90%. En un estudio de Booz-Allen & Hamilton, publicado a
finales de los 90, se hacía un llamamiento a una reforma acelerada para ayudar a Europa para despertar a la nueva era digital. El informe apuntaba que las industrias de la tecnología de la información europeas no son competitivas con las de Estados Unidos o Japón, salvo en el equipamiento en telecomunicaciones del sector público.

América nos invita no a comer, sino a ser devorados. En los años 90, Microsoft declaró que realizaría una inversión de 80 millones de dólares para fundar un laboratorio de investigación en la
universidad británica de Cambridge, para que los mejores cerebros ingleses pudieran construir mejores productos Microsoft.

Lamentablemente, todas las cosas que podían hacernos ricos en la nueva era digital nos están empobreciendo. Nuestra historia y nuestra cultura nos han convertido en unos zánganos presumidos. América, con menos historia, se ha movido ligera y rápida, inventando la historia del presente a un ritmo trepidante. Nuestra diversidad de idiomas en un mercado, en el que la mayoría de propietarios y clientes potenciales hablan inglés, significa que debemos hablar inglés para ser escuchados.

Hacia una ética virtual en línea
Dentro de 10 años, pasado el umbral del 2000, indudablemente veremos a gente que llevará un estilo de vida basado en la Red. Se dará por sentado que Internet se utilizará para comprar productos y para mantenerse en contacto con la gente, como ocurre hoy con el coche, el teléfono y la televisión.

El comportamiento global de un sistema puede tener una complejidad infinitamente superior a los elementos que la componen. La Red puede convertirse en un verdadero medio de comunicación de masas o en un arma económica. Por eso, puede evitar abusos, deberá instaurarse una ética virtual, ya que en la Red aparecerán las más complejas relaciones.

Una anarquía demasiado radical de la Red puede socavar los mismos fundamentos que lo hacen posible. Sin duda, nuevas formas algorítmicas de control permitirán limitar los abusos a base de restringir las libertades de expresión y de comunicación
(ciberpolicía). Tendrá que aparecer una ética virtual tan exigente como cualquier ética que pueda prevalecer en lo real. A partir de los años 90 Internet ha estado regulada por las recomendaciones de una sociedad formada por voluntarios, que recibe el nombre de Sociedad Internet o ISOC .

Los servidores: primer escalafón de control en línea
Los servidores pueden ser el primer escalafón de gobierno de un ciberespacio dividido en varias capas, ya que la mayoría de los asuntos de la Red se pueden tratar a ese nivel. En el año 2000 los servidores trabajan bien con las autoridades de la Red
a la hora de registrar nombres de dominios o direcciones para sus clientes. Los servidores tienen contratos con los usuarios, deciden cuándo un comportamiento es aceptable y pueden excluir a los usuarios del sistema. Los gobiernos controlan el
ciberespacio a través de los servidores. Los servidores también cooperan con la policía en las jurisdicciones físicas en las que operan; cuándo los servidores no tratan una queja adecuadamente, la comunidad o el individuo agraviado puede solicitar a todos los servidores que actúen. A medida que el ciberespacio se va poblando, es probable que esto se convierta en la norma. Pero, ¿funcionará o se acabará todo el mundo
delegando las decisiones a un organismo que terminará
convirtiéndose en una burocracia central enquistada?

Las organizaciones reguladoras semivoluntarias podrían
acabar pareciéndose a sus precursores gubernamentales y
volverse propensas a la burocracia, la corrupción y la rigidez. Pero una ausencia absoluta de regulación significaría el caos en la Red. Lo más esperanzador es una profusión de organizaciones rivales y una sólida cultura de la transparencia.

Los gobiernos también deberían establecer sólidas leyes antimonopolio para combatir a cualquier grupo que crezca demasiado y usurpe el poder. En este momento, las autoridades antimonopolio ya están cooperando internacionalmente en un número de casos como los de Microsoft y Boeing. Al fin y al cabo, cualquier organización grande es una amenaza, es de
esperar que se alcance un equilibrio de poder y una rotación constante que impidan que un único gobierno u organización se vuelva demasiado poderoso.

Seguridad
En 1995, fecha ya lejana, hubo 250.000 intentos de entrar en el sistema de ordenadores del Pentágono y 160.000 de los cracker lograron su objetivo. Si entraron en el Pentágono con mayor facilidad, podrán entrar en una sencilla cuenta corriente. De cualquier manera, al final, con el tiempo, se conseguirán los
servidores más seguros. El negocio que puede haber tras la Red es de tal magnitud que numerosas empresas están empeñadas en obtener el sistema de criptografía fiable y universal.


Dra. Rocío Jiménez Ramón
Universidad de la Laguna, Tenerife, España