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Por Salvador Moreno López
Número 25
Introducción
El presente texto presenta algunas
reflexiones sobre la comunicación interpersonal y la influencia
que en ella tienen algunas categorías y formas de percepción
de la realidad interpersonal, producidas por mecanismos sociales
encaminados a promover cierta homogeneidad o visión "compartida"
de las situaciones humanas, de una manera tal que asumamos colectivamente
ciertos significados y valorizaciones de los comportamientos. Aunque
todavía hay muchas personas que siguen pensando que sólo
existe una realidad, también es un hecho que hay quienes
creemos más bien en la existencia de múltiples realidades,
sobre todo cuando se trata de situaciones humanas. Y que es necesario
analizarlas y reflexionar sobre ellas, entre otros propósitos,
para vivir la vida con una consciencia más clara y crítica,
que oriente nuestras acciones.
Para estas reflexiones, hago referencia
a situaciones de la vida cotidiana que, ordinariamente pasan sin
que les prestemos mucha importancia. Parecen tan "naturales",
es decir, impensable que pudieran ser de otra manera que, simplemente
no nos detenemos a pensar en ellas. Es más bien cuando algo
de lo que sucede parece estar fuera del orden esperado y aceptado
por nuestra sociedad y cultura que nos sorprendemos, nos molestamos
o nos desconcertamos.
La perspectiva desde la cual abordo
el tema tiene tal vez el peso mayor de mi formación como
psicólogo y puede parecer que resalta más los aspectos
personales. El texto (y el autor por supuesto) pretende, sin embargo,
apuntar también a la dimensión sociocultural, como
generadora de las categorías, ideas y valores que utilizamos
para percibir e interpretar las diferentes situaciones que vivimos
las personas. Parte de la problemática abordada aquí
se plantea precisamente en la cuestión de que, con frecuencia,
algunos psicólogos reducimos dichos referentes interpretativos
a sólo experiencias individuales, susceptibles de ser explicadas
y comprendidas a través del análisis de los mecanismos
psicológicos, como si ellos no tuvieran relación alguna
con el contexto social y cultural en el que vivimos.
El planteamiento de la cuestión
Estoy frente al mar, en una palapa,
saboreando unos ricos camarones. En la mesa de junto está
una familia como de seis personas, que ríen y platican animadamente.
Parece que disfrutan de su estancia, la comida y el paseo. De pronto,
llega corriendo un niño como de ocho años y en voz
fuerte les dice: "¡ya vámonos! Hay muchos mosquitos".
Una de las personas del grupo, al parecer una tía, responde
con fuerza diciéndole: "¡cállese muchacho,
o me lo chingo. Los niños no dan órdenes!". El
chamaco, aparentemente desconcertado o asustado, baja un poco la
cabeza y se retira hacia otras mesas. La tía, por su parte,
sigue diciendo: "¡qué se ha creído, chamaco
grosero. Ahora ya quiere dar órdenes, que siga así
y verá cómo le va!". El tono en que lo dice me
parece amenazante y retador; incluso parece que el mensaje está
dirigido no sólo al niño que llegó hace una
rato sino a los otros niños de la familia e incluso a los
adultos.
Interpreto y supongo, parece que
la tía quería dejar clara su posición de autoridad
en la familia. Y los demás, con su conducta y expresiones,
parecen estar de acuerdo con ella. Así, un incidente cualquiera,
cotidiano, aparentemente intrascendente, puede, sin embargo, servirnos
de pretexto para hacer algunas reflexiones sobre cómo los
imaginarios socioculturales, como representaciones y mecanismos
colectivos, pueden hacerse presentes e influir en la comunicación
y relación entre las personas.
En la actualidad, muchos investigadores
y profesionales de las ciencias sociales aceptamos que los conocimientos
de las realidades son, de una manera muy importante, un proceso
de construcción sociocultural y personal. Es decir, que los
modos de conocer las realidades1
cambian y difieren de una sociedad y cultura a otra, y a lo largo
de la historia. Si bien es cierto que hay semejanzas significativas,
también encontramos importantes diferencias, de ahí
que nos resulte difícil sostener que existe sólo un
conocimiento válido de la realidad, compartido de la misma
forma por todas las personas. Esto, por otro lado, no supone tampoco
que el conocer sea una experiencia tan individual que no haya modo
de compartir y encontrar nexos de relación y comunicación
con otras personas. Nos encontramos con el viejo problema de establecer
las características de un conocimiento válido y verdadero.
Y además, tenemos que ubicar la construcción del conocimiento
como un proceso socialmente generado y condicionado.
En la vida diaria, sin embargo,
parece que un buen número de personas, nos comunicamos con
los demás suponiendo que ellos y ellas conocen e interpretan
las situaciones humanas más o menos de la misma forma que
como lo hacemos cada uno de nosotros. Y además, que todos
compartimos las mismas normas y valores sobre la comunicación
interpersonal, como si no hubiese variantes de acuerdo con las culturas
y las clases sociales.
Aparentemente, en la situación
que describí al principio, por ejemplo, los demás
adultos presentes estuvieron de acuerdo con lo expresado por la
tía y con el modo como ella lo hizo2,
reconociéndole así su lugar de autoridad y validando
tanto la interpretación que hizo de la conducta y expresión
del niño como su reacción ante ella. Validan los contenidos
y los modos comunicación. Desde afuera, desde otra cultura
y con otras categorías, yo pensé: "El niño
está fastidiado y molesto. Ya quiere irse, y lo siente con
cierta urgencia y así lo expresa. Más que dar órdenes,
que en un sentido puede ser que también esté esa dimensión
en su mensaje, lo que él hace es expresar una necesidad y
proponer una acción para satisfacerla". Cuando hago
yo esta reflexión supongo, entre otras creencias, conocimientos
y valores, que:
- Los niños tienen necesidades
propias3,
- Tienen derecho a expresarlas
y a buscar su satisfacción,
- Con frecuencia los niños
no expresan de una manera clara y directa, con palabras, lo que
sienten o necesitan4,
- Los adultos podemos escuchar
a los niños y niñas de una manera tal que logremos
comprender los sentimientos, ideas, quereres y necesidades que
están tratando de expresar,
- Como adultos podemos aprender
formas de responder a los niños -en situaciones como la
descrita antes- para verificar qué es lo que están
queriendo expresar,
- El que un niño le hable
con voz fuerte a un adulto o le grite no significa, necesariamente,
que está siendo grosero o agresivo con él.
Si me ubico en esta perspectiva,
no valido, aunque comprenda, ni los contenidos ni la forma de la
comunicación de la tía. Y así, en lugar de
estar de acuerdo con ella, propongo que podría haberle dicho
algo más o menos así: "¿Ya se quiere ir
m'hijo? ¿Ya no aguanta los moscos?" y luego esperar
y observar la reacción del niño para darse cuenta
cómo estas expresiones interpretaban o no acertadamente lo
que estaba expresando. Si el chamaco hubiera respondido que sí
a estas preguntas, entonces tal vez se habría sentido comprendido
y hubiera quedado más claro para la tía cuáles
eran las necesidades del sobrino, sin recurrir al argumento de autoridad
ni a la amenaza.
Por otro lado, las creencias, categorías
y valores implícitos que la tía tenía para
percibir la realidad de esa situación humana, muy probablemente,
eran diferentes a los míos. Quizás ella suponía
que:
- Los adultos tienen siempre la
autoridad y el poder sobre los niños y niñas,
- Los adultos tienen del derecho
de decirles a los niños cómo deben portarse,
- Los familiares cercanos, padres
y tíos/tías, tienen el deber de educar bien a los
niños y niñas. Esto implica, entre otras acciones,
enseñarles cómo deben de tratar a los adultos,
- Que un niño hable en voz
fuerte a un adulto es una falta de educación o una grosería,
por lo tanto debe ser corregido de alguna manera; si es preciso
hasta con un castigo.
Obviamente estoy haciendo suposiciones
con el fin de mostrar cómo a partir de distintas creencias,
ideas y valores, podemos tener diferentes interpretaciones de una
situación humana y por consiguiente maneras diferentes de
comunicarnos y de actuar. Estas creencias, ideas y valores son una
construcción social, en una cultura dada. Y responden a las
características de la sociedad que las construye; están
influidas por las condiciones económicas, políticas,
religiosas e históricas en las que se han desarrollado.
Con este ejemplo estoy proponiendo
que una situación de la vida cotidiana puede interpretarse
y vivirse de diferentes maneras, según las personas y las
culturas. Y que estas interpretaciones dependen, en parte al menos,
de los imaginarios sociales que tenemos y que actúan como
supuestos y marcos de referencia para dichas interpretaciones, aunque
no sean reconocidos conscientemente.
Suponer, entonces, que todos tenemos
los mismos imaginarios sociales puede dar lugar a múltiples
equívocos, distorsiones y desencuentros en la comunicación
interpersonal, y de ahí derivar en distanciamientos y conflictos
en las relaciones humanas.
Y por otro lado, ignorar nuestros
imaginarios sociales puede darnos la ilusión de vivir una
vida libremente asumida, de acuerdo con nuestros valores, sin percatarnos
que en el fondo buscamos, por ejemplo, parecernos a los ideales
de éxito y triunfo que nos proponen los mecanismos sociales
dominantes.
Podemos preguntarnos cómo
están presentes en nuestra comunicación interpersonal
el cuerpo y los sentimientos, por ejemplo; qué ideas y valores
de fondo se manifiestan con la distancia y el contacto físico
que tenemos al comunicarnos con otras personas. O cómo creemos
que el ser hombre o mujer, viviendo en la cultura que vivimos, nos
posibilita, nos dificulta o incluso nos prohibe expresarnos con
ciertas palabras, tono de voz, gestos, expresiones o aún
acciones. Y cómo sentimos y estamos convencidos de que no
podemos cambiar nuestra forma de comunicarnos porque ocurrirían
efectos muy lamentables.
Me parece que el terreno de la comunicación
interpersonal nos ofrece muchas oportunidades de hacer modificaciones
en nuestros modos de pensar, sentir, valorizar y actuar. Más
difícil me resulta pensar en cambios socioculturales. Dichos
cambios interpersonales, sin embargo, pueden requerir muchas veces
la confrontación y el análisis crítico de lo
establecido, de lo aprobado y autorizado socialmente; primero, para
comprender mejor la propia situación personal, y luego para
identificar el camino a seguir.
Recuerdo muchas veces haber escuchado
que algunas madres de familia, hasta hace algunos años, les
decían a sus hijas jóvenes que si un pretendiente
les llamaba por teléfono, tenían que cuidarse de aceptar
demasiado rápido una invitación a salir o de mostrar
con claridad que sentían alguna atracción por él.
Había que "hacerse las difíciles". ¿Qué
ideas y valores había "detrás de" estos
comportamientos? ¿Cuáles eran los supuestos socioculturales
respecto a las relaciones de noviazgo y de pareja, a la expresión
y vivencia de la sexualidad, a las relaciones hombre-mujer en general?
¿Cómo se suponía que tendría que darse
el ejercicio del poder en estas relaciones? ¿Qué podía
mostrarse abiertamente y que tenía que disimularse o disfrazarse?
¿Qué comportamientos eran aceptables y cuáles
no?
Vemos ahora cómo algunos
de estos comportamientos han cambiado en algunos grupos sociales.
Sin embargo ¿han cambiado los supuestos? ¿Encontraremos
grupos sociales que difieran en algunos de sus comportamientos en
lo que a relaciones de noviazgo se refiere, por ejemplo, y que sin
embargo coincidan en algunos de los supuestos de referencia para
interpretar las situaciones y orientar su conducta? Me resulta interesante
preguntar y dejármelo tal vez como tarea a realizar en una
investigación.
A manera de conclusión
La comunicación interpersonal
es un fenómeno social influido por los imaginarios sociales
de las personas. Estos enmarcan sus posibilidades y limitaciones,
y condicionan en buena medida los medios y los contenidos de dicha
comunicación. Parece por lo tanto como una veta rica a explorar.
La identificación de los mecanismos socioculturales a través
de los cuales se crean los imaginarios sociales, la comprensión
de cómo los vamos aprendiendo y construyendo individualmente,
y la explicitación de los mismos en los procesos de comunicación
interpersonal, pueden ser acciones significativas para avanzar en
una mejor comprensión de lo que ocurre en esta dimensión
tan importante de la existencia humana, y para encontrar medios
de propiciar que sea realmente una herramienta que nos ayude a construir
mejores relaciones entre los seres humanos y una mejor calidad de
vida.
Bajo la justificación de
que las sociedades necesitan de mecanismos y procesos que las mantengan
unidas, y que preserven el orden social necesario para la convivencia,
muchas veces se esconden formas de dominación, manipulación,
imperialismo o totalitarismo. Dichos mecanismos y procesos se hacen
también presentes en la comunicación y en las relaciones
interpersonales. Es así que encontramos contenidos y formas
de comunicación que si bien es cierto contribuyen a mantener
también una desigualdad entre hombres y mujeres, y entre
adultos y niños, por ejemplo, son sancionadas positivamente
por muchos, incluso por aquellos y aquellas que padecen la injusticia,
la desigualdad o el mal trato.
Una tarea socialmente significativa
para algunos investigadores sociales puede ser precisamente la de
avanzar en la comprensión de cómo los imaginarios
sociales afectan nuestras relaciones cotidianas y cómo podemos
transformarlos en un camino de liberación con justicia y
libertad.
Notas:
1
me refiero a realidades en plural, para enfatizar los aspectos diferentes
que existen en los conocimientos generados en diferentes culturas
en relación con lo que podríamos llamar "una
sola realidad". Un ejemplo: paseando por el mar en una lancha,
de pronto el lanchero dice: "¡Allá, una tortuga!"
y señala con su mano la dirección en la que debemos
ver para observar a la tortuga. Los segundos pasan y yo no consigo
ver más que las pequeñas olas y el brillo del agua
del mar. "¡Ahí!" insiste con fuerza, como
insinuando -pienso yo- "Ahí enfrente no seas tonto.
No puedo creer que no la veas". Me lleva casi un minuto y unos
metros más cerca para poder identificar a la tortuga asomando
su cabeza al nadar. Me pregunté: "¿Por qué
a mí me lleva tanto tiempo ver la tortuga cuando él
la ve mucho más pronto y a mayor distancia?". Una posible
explicación es que su modo de conocer esa realidad es diferente
al mío, y más aún, que el mar, como "realidad",
es una realidad muy diferente para él que para mí;
no sólo en términos de conocimiento sino existencialmente
hablando. Pero no es sólo una diferencia individual; es cultural.
Otros pescadores también ven la tortuga como él.
2 nadie cuestionó abiertamente
que la tía hubiese utilizado un tono o volumen de voz indebido,
o palabras inapropiadas. En cambio la tía reprueba y castiga
el tono empleado por el niño en su expresión.
3 también habría
que aclarar más ampliamente lo que entiendo por necesidades
pero, por ahora, centrémonos más en el aspecto que
tiene el ejemplo en relación con los imaginarios sociales
y la comunicación interpersonal.
4 aprender a expresar verbalmente
las necesidades y sentimientos es también un proceso sociocultural
(y psicológico) que no todos los grupos humanos propician
de la misma forma. Entonces, además de la etapa de desarrollo
del niño, de su temperamento y personalidad, -que le ofrecen
ciertas posibilidades para expresarse, junto con algunas limitaciones-,
hay que tomar en cuenta también "las premisas socioculturales"
aprendidas y cómo ellas influyen tanto en las modalidades
como en los contenidos de las expresiones.
Dr.
Salvador Moreno López
Psicólogo. Coordinador de la Licenciatura
en Psicología en el ITESO, de Guadalajara,
Jal., México |